Mi Testimonio



MI TESTIMONIO

     Estas páginas entregadas al conocimiento de mis hermanos en la fe, de mis amigos de siempre y de todo aquel lector interesado en conocer un testimonio verídico, sobrenatural, e increíble para muchos, tienen por finalidad glorificar el nombre todopoderoso de Jesucristo, en cuyas manos estoy, como siervo e hijo suyo, escogido por su misericordia, antes de la fundación del mundo, conforme a Efesios 1:3,4 donde está escrito: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él…”

     Actualmente, cuando llevo casi dieciocho años transitando en el camino, la verdad y la vida, conforme a San Juan 14:6, me he decidido a escribir mi testimonio, después de escuchar la sugerencia de muchos hermanos cristianos y muchos amigos, quienes siempre están en mis oraciones, porque mi mayor anhelo es poder ayudarles a tener una entrada triunfal en el Reino de los Cielos, mediante la fe en el precioso nombre de nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo. A él dedico este libro; a él doy toda la gloria, desde ahora y hasta la eternidad, amén.

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CAPÍTULO I

     Nací en la ciudad de Caracas, hoy República Bolivariana de Venezuela, un domingo 27 de octubre del año 1958, a las doce del mediodía.

     Habían transcurrido nueve meses y tres días, desde los sucesos del 23 de enero de ese año: la caída estrepitosa de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, militar adepto a los Estados Unidos de Norteamérica, quien había ordenado el asesinato del jefe de la junta militar de gobierno coronel Carlos Delgado Chalbaud. Como se evidencia, nací producto de una pasión originada en un tiempo de revolución y cambio social; ese hecho, marcaría mi existencia, hasta mi encuentro personal con el Señor Jesucristo, pero esa es otra historia.

     A los dos años de edad, contraje una extraña enfermedad de la sangre. Hasta el día de hoy, se me dice, se trató de una “anemia perniciosa”, la cual degeneró prácticamente en una anemia crónica. Mi sangre se hizo agua (¿cáncer en la sangre, leucemia?) y los médicos, informaron a mis padres acerca de mi muerte inminente: fui desahuciado por la ciencia médica y cuando se iba a hacer entrega de mi cadáver a mis familiares, ocurrió lo sobrenatural y volví de la muerte, ante el asombro del personal médico del Hospital J. M. de los Ríos, quienes comenzaron a gritar-¡¡un milagro!! ¡¡Ha ocurrido un milagro!!-. Bueno, aquí lo estoy contando. Tengo 54 años de edad; debí morir hace 52 años, pero no era esa la voluntad de Dios, mi salvador, quien me había escogido desde antes de la fundación del mundo y yo no lo sabía. Sin embargo, los médicos aseguraron que mi recuperación, había sido “un milagro de José Gregorio Hernández” y mi nombre está anotado como beneficiario de este ídolo, en la sede del Vaticano.

     Soy hijo de dos campesinos quienes emigraron a Caracas, muy jóvenes, buscando mejores oportunidades de vida: mi padre Cipriano Gómez, había nacido en Boraure, caserío del estado Yaracuy, un 17 de septiembre de 1917; falleció en Caracas el 27 de mayo de 1993. Le sobrevive mi madre, María del Valle Tovar viuda de Gómez, quien nació un 31 de agosto de 1919 en Tunapuicito, caserío del estado Sucre. Mi madre actualmente es una anciana de Dios, bautizada en el glorioso nombre del Señor Jesucristo. Por su gracia y misericordia, Dios le ha permitido arribar a los 93 años de edad. La promesa dada por el Espíritu Santo, es que ella no verá muerte y será transformada en un abrir y cerrar de ojos, en el arrebatamiento de la Iglesia de Jesucristo que se aproxima. Yo lo creo con todo mi corazón.

     Mis primeros años de vida transcurrieron en medio de situaciones y eventos muy extraños para mí. Estos sucesos y acontecimientos extraños, continúan sucediéndome, aún en estos días, cuando escribo este testimonio. Comenzaré por decir lo siguiente: tengo memoria de situaciones ocurridas en mi vida, en mi familia, desde los dos años y medio de edad. Al ser dado de alta del hospital de Niños J. M. de los Ríos, donde Dios me volvió a la existencia, recuerdo me dieron una bolsa de panes para sándwich, los cuales llamábamos para entonces, panes de recorte. Cuando crecí, pensando se trataba de un hecho normal y común, le conté a mi madre como yo recordaba cuando cargado en sus brazos, repartía panes a las gentes que encontraba en el camino. Mi madre se asombró y me dijo: ¿Cómo recuerdas eso, si apenas tenías dos años y medio?

     Ahora, cuando me dedico a evangelizar distribuyendo de manera gratuita discos con videos y programas cristianos, recuerdo aquel momento cuando siendo un bebé repartía pan a las gentes. Mi esposa me dice: “de eso se trataba, de la Palabra de Dios, el pan de vida”. Yo lo creo así, porque soy creyente.

     De mi infancia tengo recuerdos indicadores de que mi adversario el diablo o satanás, siempre quiso matarme, pero el Señor me libró. Recuerdo la segunda vez que el Señor Jesús me salvó la vida. Tenía unos dos años y medio de existencia, cuando mi madre me dejó en un cochecito en la subida de la calle real de Sarría, cerca de San Bernardino. Mi hermano Juan Vicente, de cuatro años de edad para entonces, empujó mi coche, el cual se desplazó conmigo dentro a gran velocidad, hasta chocar con las ruedas delanteras de un autobús de la ruta Sarría-La Vega, que para entonces cumplía servicios de transporte público, en la ciudad. El chofer frenó milagrosamente, para no aplastarme.

     Lo cierto es que cuando cumplí los cinco años, mi madre, quien era para entonces una católica devota, comenzó a vestirme de color morado para rendirle culto al “nazareno de San Pablo”, ídolo a quien mi madre atribuía el milagro de mi resurrección de los muertos; mientras que los médicos aseguraban había sido obra de “José Gregorio Hernández”; mientras tanto, yo meditaba todas estas cosas, en mi corazón. Al llegar a los siete años de edad, mi madre me preguntó: ¿Tú quieres servirle siempre al Nazareno? Y yo, pensando que se trataba del Señor Jesucristo, respondí: Sí, quiero servirle toda la vida”. Al escuchar esto, mis hermanos se rieron y Juan, mayor que yo, me dijo: “gafo, ahora tienes que cumplir con tu promesa para siempre”. Lo cierto, es que mi hermano Guillermo aún no cree; Juan, sigue siendo incrédulo; mi hermano Raúl tampoco cree. Pero Gilberto, mi hermano mayor y mis dos hermanas, María Teresa y Carmen Elena, son fervientes cristianos y caminan conmigo en la obra del Señor. Mis otros hermanos, José Luis y Julio César, los dos mayores que yo, fallecieron sin haber conocido a Jesucristo como su señor y salvador. No obstante, el Señor me reveló una salida para ellos, de la cual hablaré en su debido momento.

     Cuando cumplí los once años de edad, me encontraba un día “dándome colitas”, lanzándome zafado a un mecate amarrado a un árbol ubicado detrás de la casa. Cuando uno se lanzaba al aire zafado al mecate, “volaba” sobre una escalera y un pequeño barranco situado detrás de la casa de la familia Sánchez y trazaba una semicircunferencia mediante el desplazamiento, para retornar mediante otra lanzada al punto de inicio. Era un juego muy emocionante. Aún en el día de hoy, no sé quien “picó” el mecate con algún cuchillo o navaja; lo cierto es que al lanzarme en mi “vuelo”, el mecate se reventó y caí de cabeza sobre la escalera que estaba a unos 3 ó 4 metros abajo del árbol. Todo fue tan rápido, que apenas pude interponer mi brazo derecho entre los escalones y mi rostro, para evitar instintivamente una fractura abierta del cráneo. Al impacto sobre la escalera de concreto, mi brazo sonó como una tabla cuando se quiebra. Quedé impresionado y conmocionado por aquel impacto, cuando levantándome del suelo, observé mi brazo torcido como una “ese”(s) y comencé a gritar lleno de pánico. Mi madre me llevó de urgencia al Hospital Periférico de Catia, donde me diagnosticaron fractura de los huesos cúbito y radio del brazo derecho, además de los tarsos de la misma mano. Los médicos hablaron de colocarme un “clavo”, ante la gravedad de la lesión. Comencé a llorar y a gritar para que no me pusieran el clavo y solamente me colocaron un yeso, el cual me fue mudado en tres oportunidades, hasta que tres meses después, aproximadamente, mis huesos soldaron al fin, y pudieron quitarme el yeso completo y me pusieron una venda con yeso en la muñeca derecha, la cual, por falta de rehabilitación, me quedó rígida hasta el día de hoy. Ahora, cuando escribo mi testimonio, comprendo y doy fe de que el Señor me libró de la muerte ese día, porque si se estrellaba mi rostro contra la escalera, a esa velocidad de caída y a esa altura, seguramente el diagnóstico hubiera sido el de fractura abierta del cráneo.

     Un año después, a los 12 años de edad, me encontraba jugando y correteando con mi prima Milagros algo mayor que yo, hoy cristiana, cuando una plataforma de concreto existente detrás de la casa, cedió y caí en un zaguán de la casa de la familia Sánchez. En mi caída, una cabilla armada situada debajo de la plataforma cuyo derrumbe ocasionó mis lesiones, rozó mi antebrazo derecho, perforándome levemente. De haberme atravesado el hueso esta cabilla, seguramente me hubiesen amputado el brazo, pero Dios me libró también de esa terrible situación. Caí junto con el piso de concreto que cedió, a una profundidad aproximada de siete metros.

     Al año siguiente, cuando tenía trece años de edad, tuve una discusión con mi hermano Juan, en una escalera al frente de nuestra vivienda. De pronto, Juan me empujó y al caer, mi columna vertebral chocó contra el filo de un escalón y quedé privado en el piso, sin poder respirar, ni hablar, ni moverme. Sentí morirme en ese momento, pero de pronto entró en mí un aliento de vida y un grito desgarrador salió de mi garganta; con mucho esfuerzo pude levantarme y el dolor de mi columna, y mi espalda lesionada y “raspada” por el filo del escalón, se mantuvo por varios meses. Dios me había vuelto a librar de los planes del maligno.

     A los catorce un sujeto quiso matarme, mientras yo intentaba aprender a patinar. Como lo tropecé, este sujeto oriundo de los andes, me atacó con una navaja “pico de loro”, por la espalda. Mi hermano Guillermo, quien venía atrás, observó este intento de herirme y me lo dijo; yo, solamente había sentido la brisita. Le reclamé al sujeto de unos 15 años y éste me atacó nuevamente con la navaja. Enardecido, le tumbé la navaja de un puntapié y le dí un golpe en el pecho. Cuando ya me retiraba, el sujeto sacó un puñal y volvió a atacarme por la espalda. Entonces, mi hermano Guillermo y yo, nos armamos con unos palos de escoba y la arremetimos a palos contra aquel homicida, hasta desarmarle y entre los dos, lo humillamos hasta hacerle pedir perdón.

     Dentro de mi ignorancia acerca de la Palabra de Dios, yo pensaba que había hecho justicia y me sentía envalentonado. Un hombre ebrio y sus dos hijos a quienes mi hermano y yo conocíamos como “Manolo” y “Canilla”, al ver como tratábamos a aquel peligroso sujeto, nos reclamaron. Nosotros les explicamos todo lo ocurrido, pero ellos arremetieron en contra de mi hermano y de mí, por lo que nos vimos obligados a darle una paliza a los tres y luego, nos retiramos del lugar.

     Así, acontecía la vida en aquella Calle San Isidro y sus alrededores. Allí, sobrevivía el más fuerte. Y yo, definitivamente, había decidido ser el más fuerte.



EL “TOÑITO”: DELINCUENTE PELIGROSO



     En los días cuando yo andaba con el brazo fracturado, a mis once años de edad, conocí un adolescente delincuente, de nombre Antonio Barrios, apodado “EL TOÑITO O TOÑÍN”. Este individuo, de unos 13 años para entonces, me amenazó con un cuchillo queriendo robarme, aprovechándose de mi brazo fracturado y enyesado. Molesto por la actitud del malandro, me armé con un palo de escoba, -que en ese tiempo abundaban mucho en las calles- y le ataqué golpeándolo en los brazos. El me dijo:-“DEJA QUIETO CUANDO TE VEA POR ALLÍ”- Yo le respondí:-“AQUÍ ME ESTÁS VIENDO, PELEA PUES”- Pero “Toñito” huyó del lugar, gritándome:-“¡¡Somos culebra!!”-; es decir, que teníamos un pleito pendiente.

     Tres años después de ese suceso, aproximadamente, cuando caminaba por la Calle San Isidro, cerca de la casa de “Katy”, una joven de familia ucraniana, observé como el “Toñín”, tenia sometido a un muchacho con la mano torcida a la espalda, mientras le ponía una navaja “pico de loro” al cuello. Me detuve para observar lo que pasaba y fue cuando entré en cuenta que se trataba de mi hermano Guillermo, quien estaba siendo robado por este delincuente. Molesto por esta situación, le dije al malandro: “Suéltalo a él y vente contra mí”. “El Toñito” soltó a mi hermano menor y se abalanzó contra mí, atacándome con la navaja. Le tomé el brazo armado y se lo doblé a la espalda. Le quité la navaja y se la puse al cuello. Le pedí a mi hermano Guillermo, que le cayera a puntapiés al malandro, por el trasero, hasta que se cansara.



OTROS INCIDENTES CON “EL TOÑITO”



     A los 15 años de edad, me desplazaba una noche junto con mi amigo César Sánchez, cerca de la entrada de la calle La Colina de Altavista. Para esa época, año 1973, la mayoría de adolescentes de Altavista, usábamos cuchillos para defendernos de los delincuentes que habían proliferado en las noches sobre todo. Al llegar exactamente al comienzo de la subida, donde siempre estaba estacionada una camioneta tipo “panel”, repartidora de pan andino y acemitas, escuchamos un forcejeo dentro de la camioneta. Nos detuvimos y comenzamos a golpear con las manos el vehículo cuya puerta trasera estaba cerrada. Entonces, la puerta se abrió y salió corriendo un muchacho de unos doce años, con los pantalones abajo, gritando aterrorizado. Detrás de él, salieron cuchillo en mano “EL TOÑITO” y otro malandro, para entonces, de nombre SERGIO. Estos individuos habían aprovechado que el papá de aquel niño de doce años dejaba a éste durmiendo en la camioneta para cuidar la mercancía. Habían sometido a aquel muchacho y lo estaban sometiendo a abuso sexual, bajo amenaza de muerte con sus puñales, dentro de la camioneta. Indignados por aquella situación, mi amigo César y yo, sacamos nuestros cuchillos y nos enfrentamos al par de violadores. César, se enfrentó a “Toñito” y yo, me enfrenté a Sergio. Después de varios minutos de lanzarnos puñaladas en la oscuridad de la noche, yo logré herir en un costado a Sergio y los dos delincuentes huyeron despavoridos.

     César y yo, habíamos hecho justicia y nos retiramos satisfechos.

     Dos años después, cuando ya militaba en la izquierda revolucionaria, a la edad de 17 años, caminaba armado con una pistola calibre 7.65 por las calles de Altavista y divisé a “Toñito”. Lo sometí con la pistola, lo pegué a la pared. Luego, le di unos puntapiés y le advertí: “No quiero verte más por estas calles”.

     A los 19 años de edad, ya detenido por causa de la lucha revolucionaria, fui trasladado del Cuartel San Carlos, a la Cárcel Modelo de Caracas. Un día, mientras me desplazaba por el pasillo central de la cárcel, me encontré con “El Toñito” y Sergio, quienes estaban detenidos también allí. Les recordé la deuda que teníamos pendiente desde la calle y les pregunté: “¿Somos todavía culebra o no?” Ellos me dijeron (sabiendo que yo era comunista), “no Rubén, perdónanos. Vamos a dejar eso así”. Les perdoné, pero estuve siempre alerta, porque en el malandro no se puede confiar y escrito está “MALDITO EL VARÓN QUE CONFÍA EN EL HOMBRE”.
     Ya pasados muchos años, cuando salí de la prisión, encontré a SERGIO y conversamos. Éste, se había hecho un hombre de bien. Le hablé el evangelio y nos tratamos con respeto. También, me encontré a “Toñito”, quien todavía continuaba drogándose. Le hablé de Jesucristo. Antonio Barrios, “EL TOÑITO”, recibió conmigo a Cristo como su Señor y Salvador. Para la fecha cuando escribo este testimonio, ya hacen dos años que “Toñito” partió con el Señor. Falleció enfermo de Sida, pero su alma fue salva.


                               CAPÍTULO I: UN NIÑO RESUCITADO


     Nací en la ciudad de Caracas, capital de la República de Venezuela, un domingo 27 de octubre del año 1958, a las doce del mediodía. Soy el penúltimo de nueve hermanos: siete varones y dos hembras. Dos de mis hermanos varones fallecieron de manera trágica en la flor de la juventud, sin haber conocido a Jesucristo como Señor y Salvador. De manera sobrenatural, sobreviví a la muerte: hace 52 años, me dieron por muerto y aquí estoy, por la misericordia de Dios, relatando esta historia.
     Contaba con apenas 2 años de edad, cuando mi salud se vio severamente complicada. Los médicos me diagnosticaron una anemia crónica (perniciosa), la cual destruyó mi plasma sanguíneo, degenerando en una leucemia (cáncer en la sangre). Ante la gravedad de mi cuadro clínico, los médicos me internaron en terapia intensiva. A los pocos días, me “desahuciaron”; es decir, me dieron por muerto y cuando se disponían a entregar mi cadáver a mis padres, el aliento de vida volvió a mí. Este hecho produjo una conmoción en el hospital “J. M. de los Ríos”, hospital de niños ubicado en la Urbanización San Bernardino, de Caracas. Esa fue la primera vez que el diablo quiso matarme, pero el Señor Jesucristo, ahora lo comprendo bien, salvó mi vida.
     Al verme resucitar, los médicos corrían de un lado a otro, dando gritos: ¡¡un milagro, un milagro!! ¡¡ Ha ocurrido un milagro!! Los galenos no salían de su asombro, mientras preguntaban a mi madre: ¿A que santo se agarró usted, a quién le pidió? Mi madre, quien para entonces era de fe católica, devota de José Gregorio Hernández, respondía llena de gozo y alegría: ¡¡a José Gregorio Hernández!! Ese hecho, el de mi resurrección, marcaría mi vida. Entre tanto, la respuesta dada por mi madre, traería consecuencias espirituales a todo mi ser, mi cuerpo, mi alma y mi espíritu, porque allí comencé a librar una batalla espiritual que no comprendí, sino hasta pasados muchos años.
     Salí del hospital en brazos de mi madre; tenía aproximadamente dos años y medio, cuando me ví llevando una bolsa de panes y repartiéndolos a los transeúntes en la calle. Cuando comenté este hecho a mi madre, ella me dijo que efectivamente ese hecho había ocurrido. Eso quiere decir lo siguiente: tengo memoria de mis actos, desde esa tierna edad. Ahora, cada vez que estoy predicando la palabra del Señor y entrego folletos, discos u otro material de evangelización, viene a mi memoria el recuerdo de aquél día cuando repartía panes a los transeúntes, porque la palabra de Dios, es el pan de vida. Mi esposa me dice siempre que le recuerdo este hecho: “Dios te había escogido para predicar el evangelio”.
     El hecho de que supuestamente José Gregorio Hernández me había sanado, hizo a mi madre vestirme de nazareno todos los llamados “miércoles santos”; es decir, se me vestía con una bata color morado y descalzo, rendía honores a Jesús de Nazareth. Cuando cumplí los siete años de edad, mi madre me preguntó: ¿Estás dispuesto a servirle al nazareno toda tu vida? Yo, como niño inocente y con una conciencia pura, respondí: Sí, quiero servirle a Jesucristo toda mi vida. Mi madre me dijo entonces: Estás comprometido con él para siempre. Un hermano mayor que yo, me hizo ver como lo dicho por mí era algo así como una tontería. Al paso de los años, me di cuenta de la magnitud de un compromiso sincero hecho por mí, sin comprender aún su connotación y significado.
     No obstante, el extraño y sobrenatural hecho de mi “resurrección”, mi hizo reflexionar profundamente acerca de la vida y de la muerte y ese mismo hecho, hizo de mi un investigador y observador de misterios y realidades; de lo visible y de lo invisible, pero esa es otra historia.





                   CAPÍTULO II: UNA INFANCIA EN TIEMPOS REVO-
                   LUCIONARIOS Y EN DÍAS INSÓLITOS.
                    
      Nací nueve meses después del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, hecho acaecido el 23 de enero de 1958. Esto quiere decir lo siguiente: al momento de la caída del dictador, yo estaba siendo engendrado. Este hecho también fue significativo para mi vida. Mi simpatía por las actividades revolucionarias, fue evidente desde muy temprana edad, pero esa es otra historia.
     Por los momentos, me referiré a cosas extrañas acontecidas en mi existencia, en estos primeros años.
     Mi familia era muy humilde. Mis primeros cuatro años de edad, los viví en una barriada conocida como barrio “Paramaconi”, situada al norte de Caracas, al pie de la montaña Guaraira Repano (Cerro Ávila, cuyo significado en aborigen, es “la ola que vino del mar”), entre la Urbanización San Bernardino y el barrio “Los Erasos”. Allí, disfruté de mis momentos infantiles, viendo caer la lluvia y disfrutando inocentemente de la crecida de la quebrada a cuya orilla mi padre construyó un rancho de madera, con un puente del mismo material que usábamos para cruzar sobre la quebrada. Con el tiempo la casa pasó a tener bloques en su estructura y el puente sobre la quebrada fue remodelado y fabricado de cemento armado, para sustituir al primer puente de madera arrasado por una crecida bajo una torrencial lluvia. Mientras tanto mis hermanos Juan y Guillermo, disfrutaban conmigo de las torrenciales lluvias, cantando a nuestra manera: ¡Que llueva, que llueva, que la vieja está en la cueva! Entre tanto, las aguas crecidas arrastraban cocinas, neveras, cauchos y muchos otros objetos, los cuales veíamos pasar, sin medir el peligro de nuestra casa situada a la orilla de esa quebrada.
     En esa casa, comenzaron a ocurrirme cosas muy extrañas. Por los días cuando fui dado de alta en el hospital, mi madre me dejaba durmiendo dentro de una cuna, en un cuarto muy largo, cuya pared de fondo era el mismo cerro “banqueado” de manera casi liza. Cuando mi madre me arropaba en la cuna después de haber rezado por mí-ella fue una católica devota, como he dicho; hoy, a sus 94 años de edad, le sirve al Señor Jesucristo-, yo veía como un extraño ser con apariencia de simio salía del cerro y se acercaba a mi cuna; luego, se quedaba mirándome fijamente y comenzaba a girar la cabeza de una forma que me producía vértigo. Yo comenzaba a gritar y entonces, mi amada madre acudía presurosa para socorrerme. Rezaba por mí; pero ella, no podía ver aquel ser extraño y demoníaco que perturbaba mi sueño.
     En otra ocasión, cuando tenía aproximadamente cuatro años de edad, desperté sobresaltado un domingo en la mañana al escuchar que alguien me llamaba por mi nombre. Me levanté de la cama descalzo y no encontré a nadie en la casa. Mi madre, mi padre y mis hermanos, habían ido todos a la misa y a mí me dejaron solo en la casa porque estaba dormido. Me asomé por la ventana que daba a la quebrada, desde la cual podía observarse parte de San Bernardino. Fue entonces cuando vi una camioneta caer sobre un rancho de la familia de Juan Ramón Espinoza; gracias a Dios, no hubo víctimas fatales. Lo más sorprendente, es que estoy contando este hecho acontecido cuando yo tenía cuatro años, porque lo viví. Nadie me lo contó.
     Alguno diría que por haberme impresionado, estos hechos quedaron grabados en mi mente. Yo también pude haber pensado algo semejante; no obstante, luego pude comprender lo siguiente: nací con la destreza lectora; para mí no fue necesario aprender a leer como otros niños. Mi madre nunca se percató de esto. Primero, porque ella había enseñado a leer a todos mis hermanos y hermanas; en segundo lugar porque yo desconocía el significado de aprender a leer. Para mí era “natural” leer lo indicado por mi madre. Años después, al iniciarme en el primer grado en la Escuela “José Ramón Camejo” de Sarría, mi maestra María Antonieta sorprendida, me llevó aula por aula para que todos los estudiantes y maestros me escucharan leer; a todos les asombraba la fluidez lectora que poseía a mi corta edad.
     En medio de todas estas “cosas extrañas” experimentadas en mi vida, recuerdo un incidente vinculado a la lucha revolucionaria. En esos días de 1962, cuando la insurrección fue la respuesta del pueblo a la política del hambre implementada por el presidente Rómulo Betancourt, la policía municipal y la Dirección General de Policía  (Digepol) quienes vestían de negro con cascos negros y botas negras, allanaban las casas en horas de la madrugada, buscando insurrectos. Yo recuerdo, como esos allanamientos realizados casa por casa, perturbaron varias veces mis sueños.
     Recuerdo en una ocasión, cuando me encontraba al lado de mi madre, mientras ella lavaba la ropa en una batea de concreto, usando jabón azul “las llaves”. De pronto, un grupo de hombres armados pasó al frente de nosotros y preguntaron a mi madre: ¿Por aquí hay salida para los Cortijos? Mi mamá les dijo que sí y ellos subieron por un caminito de tierra enmontado, que pasaba detrás del baño de cartón piedra y techo de zinc, que se encontraba a un lado de la “escalerita” de la casa. Al rato, pasaron unos hombres armados también, usando cascos y diversos tipos de uniformes y preguntaron a mi madre: Señora, ¿vio pasar por aquí unos hombres armados? Mi mamá les dijo: ¡sí, siguieron por allá! Y les dio una dirección contraria a la ruta verdadera seguida por los revolucionarios.
     Quince años después, estando yo prisionero en una celda del “Cuartel San Carlos”, le estaba relatando este hecho a un grupo de revolucionarios, compañeros de prisión, hombres de 30 y 40 años de edad (yo apenas contaba con 19 años), cuando uno de ellos, mi amigo Alejandro Pereira, ex combatiente del grupo “Punto Cero”, me dijo con lágrimas en los ojos: ¿Así que tú eres aquel niño que estaba con su madre a la orilla de la quebrada, aquella tarde de 1963? Es decir, Alejandro era uno de aquellos revolucionarios de los años 60, perseguidos cuando yo apenas contaba con cinco años de edad y ahora los dos nos encontrábamos en la misma celda por enfrentar a la funesta oligarquía y al Imperio de los Estados Unidos de Norteamérica, pero esa es otra historia.
     Mi infancia fue normal y a la vez no lo fue, porque siempre tenía vivencias y experiencias muy extrañas para mí, aún en estos primeros días del año 2013, cuando sigo escribiendo este testimonio iniciado en noviembre del 2012, comprendo lo difícil que significa para un niño haber experimentado las cosas que yo experimenté.
     Ya por el año 1965, en los días de la “gaita del 65 de Ricardo Aguirre”, ese gaitero ya fallecido, muy conocido en el Zulia, en todo Venezuela y en gran parte del mundo, mi familia se radicó en la Calle Real de los Frailes, subida de Gato Negro. En esa casa, donde estábamos alquilados, viví algunas experiencias las cuales nunca olvidaré. Al lado, vivían unos vecinos cuya familia estaba formada por la madre, la hija, el padrastro y los hermanitos hijos del padrastro. Lo cierto es que la hija hizo amistad conmigo y con mis hermanos Juan y Guillermo. Ella era una adolescente de unos 13 ó 14 años; su padrastro la maltrataba mucho. La muchacha se asomaba al balcón que daba hacia el patio interno de la casa y allí conversaba con nosotros. Siempre la veía muy triste y yo como niño de 6 años, sufría por ella. A su vez, ella, para corresponder a la amistad y el cariño otorgado por mis hermanos y yo, nos regalaba juegos de cartas: nosotros disfrutábamos con el “1 de copa”, el “3 de oro”, el “4 de bastos”. Para nosotros era un preciado regalo y yo guardé esas cartas por más de un año, cuando nos mudamos a otro sitio de Caracas.
     Un día llegó a la casa un joven de unos 20 ó 21 años aproximadamente, quien hizo amistad con nuestra familia. Inmediatamente este joven me tomó cariño y me cargaba, mientras me decía: “este va a ser tremendo tipo”. Yo escuchaba cuando él se iba que mi papá le decía bajito a mi mamá: “ese muchacho es bueno, pero tiene un problema, es comunista”. A los días, como ya yo leía la prensa, vi la noticia destacada en primera plana: “MUERTOS GUERRILLEROS EN ENFRENTAMIENTO CON LA DIGEPOL”, debajo del titular, pude observar la fotografía de mi amigo, ese que me cargaba y fue entonces cuando supe su verdadero nombre: FABRICIO ARISTIGÜIETA, alias “el loco”.
     Mis hermanos mayores Gilberto y Raúl, tenían noviazgo con dos muchachas del Barrio Paramaconi, ellas a su vez, también eran hermanas: María Elena y Elba. Cuando nos mudamos a la subida de Gato Negro, estas jóvenes siguieron visitando a mis hermanos. Para nosotros, mis hermanos Juan, Guillermo y yo, era una alegría, porque cada domingo ellas nos traían dulces, juguetes y mucho cariño. Realmente comprendo ahora, que María Elena y Elba eran unas jóvenes muy generosas y bondadosas. Cuando mis hermanos terminaron su noviazgo con ellas, Juan, Guillermo y yo sufrimos mucho. ¿Quién nos iba a traer los soldaditos de plástico? ¿Quién nos iba a obsequiar esos dulces y golosinas tan sabrosos? ¿Quién nos iba a dar tanto cariño como María Elena y Elba?
     Cuando María Elena y Elba no volvieron más a la casa, Juan, Guillermo y yo, nos pusimos muy tristes y lloramos por ese motivo.
     Otro acontecimiento extraño por este tiempo, fue el siguiente: Mariano un antiguo amigo de la familia, habitante del Barrio Paramaconi, seguía visitándonos en nuestra residencia de los Frailes de Catia. Un día dejó de visitarnos, él era un hombre algo mayor (unos 60 años aproximadamente). Mariano era un moreno juguetón, de carácter risueño y buen amigo. Al notarse su ausencia, una tarde ya cayendo la noche, mi madre preguntó: ¿qué será de Mariano, que no ha venido más? En eso, tocaron a la puerta con el mismo estilo bromista que Mariano tocaba. Cuando abrimos la puerta, no había nadie. Al rato, volvieron a tocar, pero tampoco había nadie. Mi madre me dijo que me escondiera en la azotea para ver quien estaba molestando, porque desde la azotea se veía la puerta de la casa sin que desde abajo pudieran verlo a uno. Tocaron de nuevo a la puerta, pero yo no vi a nadie tocando. Al día siguiente nos llegó la triste noticia: a esa hora, cuando tocaban extrañamente a nuestra puerta, Mariano había fallecido, arrollado por un vehículo mientras ayudaba a un amigo a reparar su automóvil accidentado.     Por esos días, la prensa nacional, entre ellos el diario “Últimas Noticias”, “El Mundo” y “El Nacional”, comenzaron a reseñar las extrañas experiencias del médico Vegas Sánchez, quien aseguraba tener contacto con los “extraterrestres”. El médico inclusive llegó a dibujar a estos extraños seres, quienes aparecen en los periódicos de septiembre y octubre de 1966. Además, por estas fechas, Vegas Sánchez asegura lo siguiente: “los extraterrestres me aseguraron que ocurrirá pronto un terremoto en Caracas y que existe una falla geológica en el cerro “El Ávila”.
     Pasados los meses, nos mudamos para Altavista, alquilados en la casa de un compañero de trabajo de mi papá de nombre Cruz Falcón. En esa casa padecimos mucho, porque además de que nuestra economía familiar se deterioró grandemente y llegamos a pasar mucha hambre, en la casa una plaga de pulgas nos mortificaba día y noche.
    Yo me divertía intentando imitar las canciones en inglés de “Los Beattles” y con mis hermanos hacíamos shows de fantasía para mitigar el hambre. Un día tuve un extraño sueño: yo luchaba con el diablo, éste aparecía en mis sueños como el diablito de “Under Wood” y cuando caímos al suelo peleando, hubo un terremoto.
     Era el mes de julio de 1967, cuando la prensa comenzó a reseñar la ocurrencia de diversos eventos en varios países, entre ellos el terremoto de Perú de ese año. Caracas había celebrado su cuatricentenario el 25 de julio de 1967. Posteriormente, el viernes 28 de julio, mis hermanos Juan, Guillermo y yo, vimos un fenómeno extraño sobre el cielo de Caracas: una aureola de luz rodeaba al sol, mientras una extraña llovizna caía sobre la ciudad. Mi madre cocinaba y nosotros nos acercamos a ella y le dijimos: “mamá, hubo un terremoto en Perú, otro en Argentina, ahora le toca a Venezuela”. Mi madre nos regañó con estas palabras, “¡no digan eso; eso es malo, ave maría purísima!”.
     Al día siguiente, todo parecía normal. Sábado 29 de julio de 1967. En la casa todo había transcurrido en tranquilidad. Mi hermano Juan y yo, siempre peleábamos por todo y por nada. Por eso, cuando estábamos sentados todos al televisor, a las ocho de la noche de ese sábado, disfrutando de la serie “El Caballo de Hierro”  y yo terminé de construir un edificio con las barajitas de naipes que me había regalado aquella adolescente maltratada, la vecina de allá en Gato Negro, mi edificio comenzó a derrumbarse y Juan estaba al lado. Cuando iba a empezar a reclamarle a Juan por tumbar mi casa de barajitas y mi hermano mayor Gilberto se disponía abrir la puerta para irse al barrio Cochecito, donde había una fiesta en la casa de mi tía Pilar, ocurrió lo inesperado: el techo de la casa comenzó a vibrar como si se tratara de un viento huracanado, la vibración llegó hasta al piso y la tierra comenzó a temblar con un ruido escalofriante, un zumbido y ronroneo que nunca antes había escuchado. La puerta se atoró y no podíamos abrirla, hasta que logramos salir a la escalera y mientras corríamos desesperados por alcanzar la calle, la fuerza del terremoto nos derribaba y volvíamos a levantarnos.
     Ya en la calle, se produjeron dos réplicas del temblor de 6.7 en la escala de Richter. Pude observar como la gente se ponía de rodillas y levantaban sus manos pidiéndole perdón a Dios. Yo, un niño de 7 años y 9 meses, para entonces, estaba muy sorprendido y aterrorizado. En ese momento observé como dos perros comenzaron a pelear dándose feroces dentelladas, cayeron desde un cerro a la calle, el pavimento se abrió por la onda sísmica y los perros cayeron en la grieta, la cual se cerró inmediatamente.
     Esa noche, nadie quería dormir en casa por temor a otro terremoto. Muchas familias nos fuimos al parque de Altavista, donde actualmente está la Escuela Distrital “Cecilia Pimentel”. Allí pasamos la noche, bajo el frío y el escalofrío de la terrible experiencia vivida.
     Al día siguiente, muy de mañana, mi familia y yo retornamos a nuestro hogar. Como no habíamos dormido durante toda la noche, mis hermanas María, Carmen y mis hermanos Juan, Guillermo y yo, nos quedamos dormidos, hasta el mediodía. A eso de las 12 del mediodía, me desperté sonámbulo y salí corriendo a la calle, con la pesadilla de otro terremoto. Mi hermano Guillermo, se levantó también sonámbulo, derramando sangre por las fosas nasales. Después de recuperarme de la pesadilla, mediante un vaso de agua con azúcar que me dio mi madre, salí a la calle a eso de la 1 de la tarde y frente a la bodega de Claudio Santiago, un andino de Boconó, como el decía “el jardín de Venezuela”, mis hermanos y yo observamos la fiera lucha entre una araña tarántula y una avispa azul, donde la avispa terminó dándole muerte a la araña y depositando sus huevos en ella.
     Ese día, domingo 30 de julio de 1967, la tarde transcurrió más tranquila, hasta que llegó la noche. Cuando eran exactamente las 8:05 de la noche, la misma hora en que, según el reloj de campana de la casa, había ocurrido el terremoto la noche anterior (el observatorio Cagigal reseñó las 8:10 pm), ocurrió algo inesperado: un apagón repentino y total, dejó en tinieblas a la ciudad de Caracas. Ante este evento inesperado, mis hermanos Carmen, Juan y yo salimos corriendo a la calle, pensando que se trataba de otro terremoto. Fue cuando se me ocurrió mirar al cielo (mis hermanos no lo hicieron) y observé aquel enorme platillo volador (ovni), el cual volaba a gran velocidad, dando giros de 360 grados, con una frecuencia impresionante. Este objeto en forma de dos platos colocado el uno sobre el otro, emitía luces de todos colores mientras giraba y cuando se remontó por sobre el cerro “El Ávila” rumbo al litoral central, la energía eléctrica volvió a la ciudad. A mi entender este “Objeto Volador no Identificado” (ovni), absorbió la energía eléctrica de toda la ciudad, a su paso. Con el tiempo, fui indagando sobre este extraño plato volador. He revisado información referente al llamado fenómeno “OVNI” y lo más cercano a mi experiencia, es un supuesto platillo volador que cayó al mar en septiembre de 1967 (no en julio), según algunas fuentes de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos ( 1).
     Al día siguiente de este nuevo evento sobrenatural, 31 de julio de l967, la prensa nacional, principalmente “Últimas Noticias”, “El Mundo”, “El Nacional” y “El Universal”, reseñaron el hecho, con titulares como estos: “PLATILLO VOLADOR SOBREVOLÓ ANOCHE CARACAS”; “RADIO AFICIONADO FOTOGRAFIÓ EL OVNI”; “EL CARDENAL JOSÉ HUMBERTO QUINTERO VIO EL OVNI”. Debajo de los titulares aparecía la foto del platillo volador que yo había observado. Fue entonces, cuando recordé el reportaje que le habían hecho al doctor Vegas Sánchez casi un año antes y su “profecía” acerca del terremoto y su contacto con los “extraterrestres”. Ahora, ya en el Señor, poseo cierta noción (sólo en parte), de estos hechos: algunos de estos seres conocidos como “extraterrestres”, son en realidad, ángeles caídos, demonios que se rebelaron contra Dios.
     No obstante, para los días de esa extraña experiencia yo apenas contaba con ocho años de edad. Verdaderamente, vi lo que vi: se trataba de un extraño “platillo volador”, el mismo reseñado por la prensa de esos días. Invito a los lectores, a buscar en las hemerotecas, las noticias relacionadas con el terremoto de Caracas y la aparición de este OVNI. También, las referentes a los “extraterrestres” en Caracas.
     Para finalizar este capítulo, quiero hacer referencia a dos sucesos extraños acontecidos en la Ciudad de Caracas, en los días previos al terremoto de 1967; ambos sucesos, pueden formar parte de la llamada “cultura popular del rumor”. Sin embargo, la gente los recordó el 30 de julio de ese año:
1-    Un hecho bien extraño, fue la muerte de una mujer en el Hospital Pérez Carreño de Caracas. La mujer, según testigos, falleció y a los pocos minutos, despertó, se sentó en la camilla y exclamó:-DIOS MÍO, LO QUE VA A PASAR EN CARACAS- Luego, esta mujer volvió a morir.
2-    Otro acontecimiento no menos extraño, fue el nacimiento de un bebé con bigotes y “patilla”. Los médicos se agolparon para mirar al extraño personaje, cuando éste habló y dijo: -DIOS MÍO, LO QUE VA A PASAR EN CARACAS- Dicho esto, el extraño bebé falleció. Ambos hechos, me enteré luego, fueron dados como “extras” de “NOTI-RUMBOS”.
     Ciertamente, muchos misterios aún son indescifrables para el hombre; yo prefiero, esperar en Jesucristo, porque él conoce todas las cosas, pues él es EL CAMINO, Y LA VERDAD, Y LA VIDA, conforme a San Juan 14:6.
(1) Recomiendo leer el “Proyecto Libro Azul” de Brad Steiger.




                                            CAPÍTULO III:
                         
                            COMO ME HICE REVOLUCIONARIO


     Estoy convencido como creyente en Jesucristo, que las casualidades no existen. Cuando tenía 10 años de edad, cursaba el cuarto grado de Educación Primaria, en la Escuela Nacional “Julio Planchart”, edificio Di Salvo, frente a la redoma de la calle Real de Altavista, Parroquia Sucre, Caracas, para entonces, Distrito Federal. Hoy, vivo con mi esposa Mirna Mena y mis hijos Moisés Elías y Elías Moisés, exactamente frente al edificio donde quedaba la escuela donde cursé de tercero a sexto grados. Sigo siendo un inquilino presionado por un avaricioso arrendador, pero esa es otra historia.     Una mañana cuando estudiaba cuarto grado, al entrar al aula, observé debajo de un pupitre, un libro que llamó mi atención y el cual tenía la siguiente inscripción en su portada: “LOS TRABAJADORES Y EL SOCIALISMO”. Tomé el libro y comencé a ojearlo. Uno de mis compañeros de estudios le dijo a mi maestra Marcela Millán de Arraiz: -¡maestra, Gómez se encontró un libro! La maestra se levantó del escritorio y se dirigió apresuradamente a mi asiento, mientras me pedía le entregara el libro. Le entregué el libro de “mala gana”, mientras ella me advertía: “Esto es comunismo. Los niños no pueden leer estos libros”.
     Desde ese día, en mi creció una enorme curiosidad por saber el significado de la palabra SOCIALISMO. Como no sabía donde indagar y a quien preguntar, me dediqué a leer y aprender sobre Simón Bolívar. Recuerdo que en ese tiempo salió a la venta un álbum de barajitas titulado “Simón Bolívar, vida heroica”; me dediqué a coleccionarlo todo y comencé a pensar que yo sería algún día como el Libertador.
     Al cursar el quinto y sexto grados, mi mentalidad idealista, poética, romántica y humanista, fue reforzada por mi maestro de aula en esos grados: JUAN JOSÉ CÁCERES, quien con su personalidad, su ejemplo y la formación permanente en valores, me hizo incrementar mi amor por la patria, por la humanidad, por el prójimo y entonces comencé a repetirme para mi mismo: YO QUIERO SER COMO SIMÓN BOLÍVAR.
    Cuando salí de la primaria, inicié mis estudios de secundaria en el Liceo “Gustavo H. Machado” de Altavista (hoy, ubicado a la entrada de Cútira). Allí, entré inmediatamente en contacto con militantes revolucionarios de Ruptura-PRV y de los Comités de Luchas Populares (CLP), así como los Comités de Luchas Estudiantiles Revolucionarias (CLER), ambos comités, vinculados al Partido clandestino “Bandera Roja”. Comencé a colaborar con estos grupos y un día, el director y el subdirector del liceo, me llamaron a la dirección para interrogarme y comenzaron a preguntarme: ¿Qué relación tienes tú con los comunistas? Allí recordé aquel libro que me había quitado mi maestra de cuarto grado y la advertencia que me hizo acerca del “comunismo”. Sin embargo, yo no entendí la frase del Subdirector profesor Paúl Rojas, cuando me dijo: “si tú eres comunista, te vamos a castrar”.
     Me dediqué a buscar en un diccionario y a la vez pregunté a los mayores, el significado de la palabra “castrar” y cuando lo supe, pensé que Paúl Rojas y el director eran hombres muy perversos y decidí ponerme del lado de los comunistas, aunque me definía para entonces como “revolucionario bolivariano”.Ya cuando conocí a Cristo, oré por Paul Rojas e inclusive muchas veces por Carlos Andrés Pérez, quien fue presidente de Venezuela en dos oportunidades y bajo cuyo mandato fui hecho prisionero el primero de abril de 1978. Esa, es otra historia.
     Antes de continuar el relato de mi secuencia de experiencias en los institutos de educación media, debo referirme a una oportunidad, cuando tenía catorce años de edad y trataba de aprender a patinar, en esos patines de cuatro ruedas de antes, los que nunca pude dominar. Frustrado por mi falta de habilidad y destreza para patinar, me quité un patín y arrastraba un pie mientras me desplazaba con el otro pie montado en el patín derecho. Era aproximadamente las cinco de la tarde de un día domingo, en la calle San Isidro de Altavista, cuando de pronto un sujeto delgado, de bigotes, de aproximadamente 28 ó 30 años de edad, comenzó a caminar a mi derecha. Yo le miraba de reojo, cuando el individuo me lanzó sorpresivamente una puñalada. La esquivé milagrosamente y le dije:-“¿Tú eres loco?, casi me das una puñalada”- El malvado sujeto, me respondió:-“No te preocupes chamo, estaba jugando. No te asustes”- Yo le contesté:-“Ah, ¿con que tú juegas con cuchillos?”- El delincuente siguió caminando a mi lado y yo estaba atento esperando el segundo ataque a cuchillo. Cuando me lanzó la segunda puñalada, me esquivé y le propiné un contundente golpe en las costillas con el patín que llevaba en mis manos. Sentí como sus costillas crujieron y el malandro me gritó:-“¡¡Ay me mataste”-¡¡ Entonces, enardecido por su macabro y criminal cinismo, le respondí:-“¿Sí? ¡¡Muérete pues!!”- Amagué con volverlo a golpear y el homicida frustrado huyó agarrándose el costado izquierdo. Confieso ante Dios y ante los hombres, que sentí satisfacción por haber hecho justicia con aquel perverso. Años después, el Señor me perdonó de este y de todos mis pecados, porque no debemos vengarnos nosotros mismos. “MÍA ES LA VENGANZA, YO PAGARÉ, DICE EL SEÑOR” (Deuteronomio 32:35).
     Cuando cursaba el tercer año de bachillerato (hoy noveno grado de secundaria), había una protesta estudiantil en el liceo “Juan Landaeta”, cercano al  Hospital Periférico de Catia. Recuerdo que me encontraba en una clase de Geografía con la profesora Luisa Villamizar, una docente de origen andino muy característica y peculiar. Cuando me levanté para salir del aula y dirigirme al liceo Juan Landaeta, ella me interrogó: ¿A dónde va el estudiante Rubén Gómez? Yo le respondí,-“a protestar en solidaridad con mis compañeros del Juan Landaeta”-. Ese día la policía me detuvo y me dieron una paliza con rolos y peinillas. Mientras los policías metropolitanos me arrastraban por la calle diagonal al liceo mencionado, un grupo de estudiantes arrojó piedras y botellas contra los uniformados y pudieron rescatarme para que no me llevasen a la comandancia de Cotiza, donde seguramente me asesinarían. Aquí Dios me libró de la muerte una vez más, pero yo, ignorante de las cosas espirituales no lo entendí y ese día, lleno de odio contra los policías torturadores, decidí hacerme definitivamente un “revolucionario radical”.
     Antes de continuar la secuencia de esta narración, quiero referirme a algunos eventos y circunstancias muy importantes en mi vida. Tenía apenas trece años de edad, cuando conocí a Benita Rodríguez. Era un sábado de mayo de 1971. Pasaba por el lugar conocido como “EL BARRANCO”, parte de la calle San Isidro que había cedido como consecuencia del terremoto de 1967. Eran días un tanto lluviosos y vi aquella muchacha. Como había un charco de agua, le sugerí jocosamente:-“Si quieres te cargo y te cruzo para que no te mojes”- Ella, quien era una bella adolescente de unos catorce años, me respondió:-“Está bien, cárgame pues”- La respuesta de Benita, me dejó fuera de lugar. No supe como responder. Desde aquel día, me enamoré de ella. Unos días después, le obsequié una caja de Chicles Adams y le pedí que fuera mi novia. Benita me dijo que sí, y me sentí muy feliz.
     Había un muchacho de nombre José Petit, al cual yo había tratado de manera muy injusta. Se trata de esas prácticas sometedoras. Donde lo veía, lo golpeaba y él me tenía mucho miedo. Para los días cuando me enamoré de Benita (¿se enamoró ella de mí alguna vez?, no lo sé), tanto José Petit y yo teníamos trece años de edad. José hizo las paces conmigo y se hizo pasar como mi amigo. Lo cierto, es que a él le gustaba mi novia y quería quitármela a como diera lugar.
     Una mañana de septiembre de 1971, me encontré con la siguiente situación: la calle San Isidro tenía escrituras hechas con tiza, donde ofendían a mi muchacha, a la cual nunca llegué a darle un beso. En las inscripciones hechas con tiza, una mano perversa ofendía a mi novia, como si ella fuera una muchacha de la mala vida. Estaba  sorprendido y molesto por esto, cuando mi amigo Luis Rodríguez, hermano de Benita, me dijo:-“Rubén, mi hermana quiere hablar contigo. Ella está muy molesta”- Cuando llegué a la casa de Benita, ella estaba junto con José Petit y me increpó:-“Rubén Gómez, yo no esperaba eso de ti; me has decepcionado. Esas cosas que me escribiste son muy feas. Hemos terminado”-, me dijo con una gran tristeza en su voz. Yo le pregunté:-“¿Cómo crees tú que yo haría algo así, si yo te quiero?”- Ella me dijo:-“No vuelvas a decir que me amas. Para mí eres un hipócrita y hemos terminado”- Y luego agregó: “-Desde hoy soy la novia de Joseíto (José Petit)”- Lleno de dolor, me alejé de aquel lugar. Me sentía herido, ofendido. Y peor aún: me llené de gran ira, cuando supe quien era el autor de aquellas “pintas” hechas  en las paredes de la calle San Isidro, con tiza; no era otro, sino José Petit.
     Desde ese día juré vengarme de Joseíto y donde quiera que lo veía, le buscaba problemas. Peleamos en seis ocasiones y él me dio una verdadera golpiza. Me ganó las seis peleas. Llegué a sentir miedo, pero mi orgullo era mayor que mi cobardía. Así, que decidí jugarme el todo por el todo y procuré una última pelea. Ese día nos dimos muy duro los dos. Para mí, el resultado de la contienda fue tablas. Pero todos levantaron mi mano y me declararon ganador.    Esa noche, una hermana de Benita Rodríguez, la tomó de la mano y la trajo a mí, para que yo tomara su mano y me reconciliara con ella. No sé si fue por orgullo o por dignidad. Le dije a Benita:-“Aunque me duela mucho, ya no puede ser”-. Ella se alejó muy triste y yo, lloré lágrimas amargas por aquella decisión. Para olvidarla, decidí que debía enamorarme de nuevo.
     Llegó el mes de julio de 1972, contaba yo catorce años de edad, cuando sentado en un muro frente a la Escuela “Madre Cecilia Cross” de Altavista, esto es “Fe y Alegría”, vi aquella muchacha de tez muy clara y cabellera negra y larga. Sin embargo, fueron sus ojos negros como el azabache, lo que más me llamó la atención. Me quedé mirándola. Ella asomada al balcón de la escuela, en el primer piso y yo, sentado en el muro de la que ahora es la casa de mi hermano Raúl. La muchacha me miró y así nos quedamos mirándonos fijamente, por muchos minutos. Pensé:-“¿Qué voy a hacer con volverme a enamorar? ¿Para qué? Sin embargo, aquella noche no pude dormir. Solamente pensaba en aquella muchacha. Si escuchaba una canción me recordaba a ella. Y me preguntaba:-“¿La volveré a ver?”-
     Pasaron las vacaciones escolares del período 1971-1972 y se dio inicio al año escolar 1972-1973. Comencé a cursar el tercer año de bachillerato (hoy noveno grado), en el liceo “Gustavo H. Machado” de Altavista. Un día, en horario de receso, en octubre de 1972, la vi. Allí estaba aquella muchacha de mirada bonita y profunda. Mi corazón comenzó a palpitar. Pero angustiado por la experiencia tenida con Benita Rodríguez, no me atreví a decirle nada. Por esos días sonaba mucho en las emisoras la canción interpretada por ese cantante mejicano de todos los tiempos Pedro Infante, “Pasaste por mi lado”. Yo sufría mucho, viendo pasar aquella muchacha con sus amigas, sin saber siquiera quien era ella, hasta que un día escuché como una de sus amigas, la llamaba por su nombre:-“Espérame Elizabeth”-
     Elizabeth fue mi amor imposible. Terminó el año escolar 1972-1973 y en las vacaciones de Agosto, la encontré al fin sola y me decidí a hablarle. Estaba tan emocionado que apenas podía hablar con coherencia. Hasta que finalmente pude decirle:-“Elizabeth, no sé si has notado como estoy pendiente de ti. Cuando pasas; me gusta como sonríes, como hablas. Sin que te dieras cuenta, he investigado tus notas; todo me importa de ti. Y sé que tu nombre completo es Elizabeth Ochoa García. Me gustas mucho Elizabeth”- Así le dije y yo mismo no podía creer que se lo estaba diciendo. Me parecía un sueño estar hablando con ella. Elizabeth escuchó en silencio y luego me dijo con un tono de voz fuerte, pero a la vez cariñoso:-“Busca a tu amigo Carlos Salazar”. Dile que venga y luego podemos hablar los tres”-
     Yo no entendía aquello. Mientras me dirigía a la casa de mi amigo Carlos, me preguntaba a mí mismo: -¿Qué tendrá que ver Carlos con todo esto? Carlos Salazar era mi mejor amigo por aquellos días. A él, yo le contaba mis cosas. Era mi confidente, respecto al sentimiento que me embargaba por Elizabeth Ochoa García. Él mismo Carlos me decía:-“Tienes que hablarle pronto. Si no te atreves a decirle que la amas, otro la va a enamorar”. Iba pensando en todas estas cosas, hasta que llegué a Casa de Carlos. Él, me acompañó enseguida y nos encontramos con Elizabeth. Ella le dijo a mi amigo:-“Carlos, ¿Por qué no le dijiste a tu amigo, que yo soy tu novia?”- Yo le pregunté a Carlos: “¿Es verdad eso, amigo?”- Carlos bajó la cabeza y me dijo:-“Es verdad, Rubén. Perdóname por no habértelo dicho, amigo”- Le dije, con gran dolor en mi corazón: -“No importa, quédate con ella, pero cuídala”- Me alejé de ellos apresuradamente. Cuando había recorrido unos veinte metros, me llamaron:-“¡¡Rubén, amigo Rubén!! Era Carlos, quien me seguía. Me alcanzó, me puso una mano en el hombre y me preguntó: “-¿La amas de verdad-?” Yo le dije: -“Sí, con todo mi corazón”- Entonces, Carlos me dijo: “Yo sé que sí. Por eso, acabo de terminar con ella. Porque somos amigos de verdad y yo no puedo traicionar a mi amigo”. Yo le dí las gracias a Carlos por comprenderme y le dije que podía seguir con ella si quería. Ya lo olvidaría. Carlos no aceptó y me dijo: -“Yo creo que ella también gusta de ti, pero no quiere demostrártelo”- Respondí:-“Si gusta de mí o no, ya no importa”-, le respondí por despecho, por dolor, por engañarme a mí mismo.
     Lo cierto, es que amé a Elizabeth de una manera especial: nada ni nadie podía sacarla de mi mente y de mi corazón. Pasaron los años y me fui detenido por mis actividades revolucionarias. Hacía cinco años que había visto por primera vez a Elizabeth. Desde mi prisión, en el Cuartel San Carlos, le escribí una carta diciéndole cuanto la amaba y compuse una canción, donde en apariencia renunciaba a ella:
                             
                        No me queda más alternativa que olvidar
                        Si tu amor yo nunca pude conquistar
                        Un poema, una sonrisa, una palabra
                        Una mirada en el vacío, que no pudo ser verdad

                        Hoy comprendo que lo nuestro nunca pudo ser   
                        Y el poema ya se aleja con su acontecer
                        Hoy te pido que me olvides, para mí tú ya no existes
                        Sólo has sido un espejismo del ayer

                        No me queda más alternativa que olvidar
                        Fuiste niebla, cielo gris, yo fui huracán
                        Fuiste algo del pasado, pero yo ya te he olvidado
                        Aunque sé que nunca tú me olvidarás

                        Hoy comprendo que lo nuestro nunca pudo ser
                        No me queda más alternativa que olvidar, aaaaar.

     Entregué la carta a mi madre y mi hermana María Teresa, quienes se la entregaron a la joven de mis sueños. Elizabeth me respondió, que ya estaba casada. También me decía que su esposo la maltrataba y ella quería terminar con él. Y lo más grande: Elizabeth me confesó, que yo era el amor de su vida. Me pidió perdón por no haberme comprendido antes y me aseguraba:-“Tú eres un hombre muy noble. Sé que me amas de verdad”. Mi madre y mi hermana, no quisieron llevar la última carta que le escribí, por temor a dañar su matrimonio. Pero Elizabeth se divorció de aquel joven inmaduro que la atormentaba. Sin saber más de mí, con los años se casó y llegó a tener hijos. Muchos años después supe de ella, pero esa es otra historia.
     Me hice tan radical y extremista, que al cumplir los catorce años de edad, un día de agosto de 1973, decidí marcharme de la casa para incorporarme a las guerrillas en el Estado Monagas. Invité a mis compañeros de aventura a la casa y nos dedicamos a escuchar canciones de Alí Primera: “Madre, déjame luchar”; “Dispersos”; “Las casas de cartón”, entre otras. A la mañana siguiente, le dije a mi madre:-“ ya vengo”- y salí sin despedirme, junto con dos adolescentes de 15 y 19 años y un adulto de 32 años, rumbo a las montañas de Monagas, para entrar en contacto con las guerrillas.
    El adulto de 32 años conducía el automóvil y yo llevaba mi morral con ropas, unas botas “frazzani”, una pistola Beretta calibre 22 y una bolsa de proyectiles. La pistola y los proyectiles los llevaba escondidos en un suspensorio puesto debajo de la ropa interior.
     Al entrar a la ciudad de Maturín, nos topamos con una alcabala móvil o puesto de control de la Guardia Nacional. Éstos, nos hicieron señas para que detuviéramos el vehículo y nos ordenaron salir con las manos en alto. Nos mandaron a pegar contra la pared para requisarnos y el suboficial al mando dijo:-“el niño no. Quédate paradito aquí a un lado”. Después de verificar la identidad de mis compañeros, los militares nos permitieron continuar nuestro viaje, hacia las montañas de Altavista, Urica, Areo y Miraflores, zona donde se encontraba para entonces, un destacamento guerrillero comandado por Carlos Betancourt. Por el camino nos reíamos con nerviosismo, porque los guardias no revisaron al único guerrillero que iba armado: el niño pequeñito y delgadito de 14 años de edad.
     Cuando llegamos a la zona montañosa de Altavista, entramos en contacto con los campesinos, quienes se encontraban bastante molestos con el ejército y la guardia nacional, porque estos efectivos quemaban sus cosechas, les cobraban “vacuna” (1) y abusaban de sus mujeres e hijas. Instruido por nuestro responsable, el joven de 19 años, hice una reunión con un grupo de unos 50 ó 60 hombres mayores de edad, todos campesinos de la región, quienes nos pedían armas para iniciar la resistencia en contra de la represión y del abuso de los efectivos militares. Eran los días del primer gobierno del tristemente célebre presidente Carlos Andrés Pérez, quien había prometido: “PRESOS O IRREMEDIABLEMENTE MUERTOS, TERMINARÁN LOS ÚLTIMOS FOCOS SUBVERSIVOS EN VENEZUELA”. Como no tenía nada que decir, prometí de manera demagógica (2), que regresaría a Caracas y buscaría unos seiscientos fusiles para iniciar la lucha armada en todo el campo de Monagas.
     A los días de estar en el pueblo de Altavista, nos movilizamos hacia el pueblo de Miraflores y una madrugada llegamos a la hacienda de una colaboradora de la guerrilla, quien nos permitió dormir en una casucha en el centro de la hacienda, mientras nos decía con voz susurrante: “muchachos, no hagan ruido esta noche, porque aquí en la hacienda están acampando dos compañías de cazadores (3) al lado derecho y en lo profundo de la hacienda, están acampando cincuenta guerrilleros. Tengan cuidado, porque se puede presentar un enfrentamiento”. De presentarse dicho enfrentamiento, nosotros quedaríamos en medio de dos fuegos.
     Dormimos tranquilos por el cansancio aquella madrugada. En la mañana, cuando las tropas ya habían reiniciado su movimiento, vimos salir a los guerrilleros en camiones camuflajeados como campesinos, llevando sus cosechas y debajo de las manos de cambures y otros frutos, llevaban los fusiles escondidos. Yo vi al catire “Frank”, que era su apodo de guerra. Le dije que quería ir con ellos, pero mi responsable me dijo: “No, tienes que esperar, porque nosotros nos vamos a incorporar a un campamento de entrenamiento del “Frente Guerrillero Antonio José de Sucre”. Esa fue la última vez que vi al catire, porque luego supe, había fallecido en un combate con las tropas.
     Sin embargo, nunca pudimos incorporarnos al campamento de entrenamiento, porque nuestro responsable, el joven de 19 años, cayó gravemente en cama, enfermo de paludismo. Mi compañero de 15 años y yo, nos desesperamos, al ver como estábamos aislados, mientras nuestro responsable deliraba producto de la fiebre, sin ningún tipo de asistencia médica y tomando “guarapos” preparados por los campesinos. En medio de esta situación, mi compañero de 15 años y yo, decidimos regresar a Caracas. Pero éramos menores de edad, no teníamos dinero ni permiso para viajar.
     Salimos de Miraflores la mañana del 09 de octubre de 1973 a las 8, para comenzar a caminar rumbo a la ciudad de Maturín. Nos desplazamos por la carretera y nos sorprendió la madrugada del 11 de octubre de 1973 en una población denominada “Pueblo Nuevo”, caserío que había sido mudado de lugar por esos años. Nos acostamos a la puerta de una casa, en la acera de la calle principal, donde dormimos poco por el frío de la noche (4). A eso de las 6 de la mañana de ese día, una señora abrió la puerta de su casa y nos ofreció pan, queso y leche, lo que agradecimos grandemente y comimos con gran avidez, porque teníamos mucha hambre.
    A las 7 de la mañana del 10 de octubre de 1973, emprendimos nuevamente la caminata hacia Maturín, ciudad donde llegamos a las 5 de la mañana del 11 de octubre, después de haber recorrido 75 kilómetros, aproximadamente. Arribamos a la capital del Estado Monagas, con los pies hinchados y llagados; sumamente cansados, sin dinero y hambrientos. Comenzamos a pedir dinero en las calles de la ciudad y a las 8 de la mañana aproximadamente, como demostración de la generosidad del pueblo oriental y monaguense, ya teníamos dinero suficiente para desayunar y para pagar el pasaje de regreso a Caracas. Después de desayunar, nos dirigimos al Terminal de pasajeros para comprar nuestro boleto para Caracas. En las taquillas se negaron a vendernos el pasaje, porque éramos menores de edad.
     Nos detuvimos en las afueras del Terminal de pasajeros para pensar un poco sobre lo que debíamos hacer y fue cuando llegó un agente de la policía de Monagas, el distinguido Herrera. Éste funcionario, hablando con un acento oriental (5), nos dijo: -Muchachos, yo también soy caraqueño-, y comenzó a interrogarnos veladamente, para ver si nos sacaba alguna información. Nosotros le dijimos que éramos excursionistas y habíamos venido a visitar la “Cueva del Guácharo” y nos habíamos extraviado de nuestros compañeros. Herrera nos dijo:-No se preocupen muchachos, yo los voy a ayudar-. Enseguida, llamó por su radio portátil y llegó un vehículo tipo “jaula” repleto de policías uniformados, quienes la emprendieron a golpes y patadas contra mi compañero de 15 años y yo, nos arrojaron dentro del vehículo como si fuéramos sacos de papas y nos llevaron a toda velocidad a la Comandancia de Policía. Allí, nos recibió un grupo numeroso de policías, quienes comenzaron a insultarnos y nos decían:-“Ustedes no son excursionistas nada; ¿creen que somos pendejos, ustedes son guerrilleros”-.
     Así, nos mantuvieron ese día acosándonos e interrogándonos, en espera del Comandante de la Policía del Estado Monagas, quien llegaría en horas de la noche. Nos dieron algunos empujones y bofetadas, mientras un policía con una tijera de cortar gramas, amenazaba con cortarme mi cabello tipo “afro”. Mientras los malandros que se encontraban en los calabozos, gritaban: -¡Pasénlos pa’ ca, pá hacerles la maldad! Yo, de manera retadora, le hacía señas con el puño a los delincuentes, sin que los policías se dieran cuenta.
     Cuando llegó el comandante de la policía, mi compañero y yo tuvimos una grata sorpresa, porque le caí en gracia a este hombre, quien al verme me preguntó:” ¿Hijo, tú eres de aquí de oriente?; te pareces igualito a un sobrino mío a quien quiero mucho”. De  manera astuta, le respondí: No, señor. Yo soy de Caracas, pero mi mamá nació en Tunapuicito, Estado Sucre. El comandante me dijo:- bueno, es lo mismo, tienes sangre oriental- y en seguida le dio órdenes a los agentes policiales:-“a estos muchachos me los dejan tranquilos. No los metan a los calabozos y estén pendientes de su desayuno, almuerzo y cena”. Nosotros le dimos las gracias al comandante, quien luego nos hizo algunas preguntas de rigor y le respondimos la misma versión: “somos excursionistas, veníamos a conocer la Cueva del Guácharo y nos extraviamos del grupo”. En esos años, no existían los celulares en Venezuela-al menos para los pobres-. El comandante nos pidió un número telefónico de algún familiar, pero mi compañero había olvidado el número telefónico de la casa de familia donde trabajaba su madre.
     A la mañana siguiente, comenzó de nuevo nuestra pesadilla: una comisión de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip, hoy Sebín), informada de nuestra presencia en la Comandancia de Policía de Monagas, nos “visitó” con la finalidad de verificar nuestra identidad y someternos a un “breve” interrogatorio. Después de conversar con mi compañero y yo, quienes en todo momento sostuvimos que “éramos excursionistas”, los agentes de la policía política, le dijeron al comandante:-“vamos a tener que llevarlos a la sede de la Disip; estos jóvenes son sospechosos de pertenecer a un frente guerrillero”. El comandante, a quien yo le había caído bien, se molestó y le respondió a los policías de la Disip:-“Eso no va a ser posible; esos muchachos están bajo mi responsabilidad. Yo no voy a permitir que los lleven a la Disip para que los torturen”. Entonces, el Inspector Jefe de la Disip, le dijo al comandante:-“Yo me voy a Caracas a buscar una orden de traslado de los detenidos a los calabozos de la Disip, porque estos “ muchachos”, como usted dice, vienen del norte de Monagas, de la zona guerrillera”. El comandante le respondió:-“Usted haga como quiera; pero yo voy a acompañar a estos muchachos para que no me los maltraten en el interrogatorio, si que es que le dan la orden”.
     Tres días después, se presentó el Inspector Jefe de la Disip, trayendo en la mano la orden de traslado e instrucciones precisas de ser interrogados, emanadas del Ministro de Relaciones Interiores Octavio Lepage. Nos condujeron a la sede de la Disip de Maturín, mientras el comandante nos acompañaba. Nos introdujeron de manera individual a las oficinas de interrogatorios; primero a mi compañero y luego a mí. Aunque nos presionaron psicológicamente por más de dos horas a cada uno, nosotros mantuvimos la misma versión:”éramos excursionistas extraviados de nuestro grupo de excursión”.
     Agotado y sudando, el jefe de interrogatorios nos dijo bastante enojado:-“Ustedes son unas lacras comunistas. Son unos vulgares guerrilleros, delincuentes. Están apoyados por este comandante de la policía. Si no, los hubiéramos hecho cantar con palos y choques eléctricos”. Mi compañero y yo, con cara de seriedad, evitando reírnos, nos miramos en silencio. Mientras el comandante de la policía, ese hombre noble y honesto, hizo un gesto de desaprobación con su rostro.
     Cuando regresamos a la sede de la policía uniformada, el comandante nos dijo:-no teman muchachos. Nadie les hará daño. Están bajo mi cuidado y responsabilidad. Y le pidió a mi compañero que intentara recordar el número telefónico de su mamá, para que vinieran a buscarnos a Maturín. Fue a los 14 días de nuestra permanencia en la comandancia de policía, cuando mi compañero recordó el número telefónico de la casa de familia donde trabajaba su mamá y se lo suministró al comandante, quien tuvo la dicha de notificar a la Señora Padilla, madre de mi compañero, acerca de nuestro paradero. A su vez, la señora Padilla informó a mis familiares.
     A la mañana siguiente, 25 de octubre de 1973, después de varios meses de ausencia de mi hogar, la madre de mi compañero de aventura y mi hermana María, se presentaron a la comandancia de Policía del Estado Monagas y después de firmar un acta de compromiso de velar por nuestro cuidado, compromiso hecho ante el comandante, emprendimos nuestro regreso a la ciudad de Caracas. Ahora, en mi madurez como cristiano, comprendo como Dios me libró también en aquella oportunidad y me puso en gracia con el comandante de la policía de Monagas, quien nos protegió a mi compañero y a mí. Doy gracias al Señor por su amor y misericordia, a pesar de mi ignorancia, mi camino en tinieblas, pensando que yo sería como Simón Bolívar y además creyendo como creí, que Jesucristo era un revolucionario, hasta entender la verdad: JESUCRISTO ES MI GRAN DIOS Y SALVADOR.


     El 27 de octubre de 1973, dos días después de regresar a Caracas, yo estaba cumpliendo 15 años de edad. Ese día, aproximadamente a las 7 de la noche, me desplazaba por la calle “El Club” de Altavista, Catia, donde vivía y me había criado. Me acompañaban mi hermano Juan Vicente y un amigo de nombre Omar cuyo padre era pastor evangélico; sin embargo, Omar se tomaba los tragos con nosotros. Aunque ninguno de mis compañeros y amistades consumíamos drogas de otra clase, además del licor y el cigarrillo, yo había probado en una oportunidad la marihuana y me pareció una estupidez hacerlo. Tengo un testimonio al respecto. Ese mismo año 1973, una joven investigadora, nos había propuesto a tres adolescentes, el mismo de 15 años que posteriormente emprendió la aventura de Monagas conmigo y otro joven de apellido Sánchez, oriundo de Cumaná y por supuesto, a mí, consumiéramos una dosis de marihuana y luego expresáramos por escrito nuestras sensaciones y puntos de vista, estando bajo los efectos de la droga. Recuerdo que yo escribí: “Esta droga es alucinógena. Me hace ver a la gente como caminando rápido y hablando como bobos y eso me provoca risas. Creo que consumir drogas es una estupidez y la persona que hace maldad bajo los efectos de la marihuana, es porque quiere; es porque esa maldad está en su corazón”. Ese fue más o menos mi punto de vista y la investigadora quedó asombrada. Mi compañero de 15 años de la aventura de Maturín y yo, no volvimos a consumir esta sustancia, pero Sánchez quedó esclavizado a ese vicio que después entendí es diabólico como el alcoholismo y el tabaquismo.
     Otra forma de drogarme probada por mi y mis amigos a los 14 años, fue la inhalación de pega de zapatos y gasolina, drogas que nos producían un estado de euforia y pronto un tremendo dolor de cabeza, además de destruir las neuronas o células cerebrales. Pronto abandoné esta práctica, porque me producía fuertes dolores de cabeza, me sentía como un idiota al drogarme y además, yo quería ser como Simón Bolívar.
     Lo cierto es que el 27 de octubre de 1973 me desplazaba con mi hermano Juan y un amigo, por la calle “El Club” de Altavista, a la altura de la farmacia, mientras cantábamos canciones de Alí Primera, el cantautor del pueblo, quien era muy perseguido y odiado por los ricos y sus cuerpos policiales. De pronto, una patrulla de la policía metropolitana se detuvo de un frenazo y nos pusieron con las manos en la nuca. Nos pidieron la identificación; cuando a mí me regresaron la cédula de identidad, seguí cantando “Las casas de cartón” de Alí Primera y uno de los policías calló mi boca de un bofetón. Seguidamente, me introdujeron a empujones, golpes y puntapiés en la patrulla, mientras yo le gritaba a mi hermano y mi amigo:-¡tomen el número de placas de la patrulla!- Ellos, tomaron el número de las placas del carro policial y huyeron del lugar, mientras los policías me llevaban en el asiento de atrás de la patrulla, amenazándome con llevarme a “El Junquito” y desaparecerme. Uno de ellos me introdujo el cañón del revólver en la boca, mientras me golpeaba con el puño en la cabeza. Al sentirme golpeado y amenazado de muerte, le recordé su madre a los policías y estos me repitieron:-“te vamos a matar y a enterrar como hemos hecho con muchos; tu eres guerrillero”. Yo les respondí:-“Yo soy un menor de edad y ustedes me están agrediendo; además, mi hermano y mi amigo anotaron el número de placas de esta patrulla. Si ustedes me matan, van a pagar”.
     Al fin, los policías intimidados por mi forma de hablar y la advertencia que les hice, optaron por llevarme a la Jefatura de Policía de la Avenida Sucre de Catia, la cual se encontraba por entonces al lado del puente sobre la autopista de la Guaira. Allí, me recibió un sargento quien se encontraba completamente drogado. Este funcionario me abofeteó repetidas veces y me amenazó con encerrarme en un calabozo con los malandros, para que me violaran. Mientras tanto, los delincuentes encerrados gritaban:-¡pásalo pá cá!
     Minutos después, trajeron a una buhonera (6); se trataba de una mujer de unos cuarenta años. Los policías le habían quitado la mercancía y la habían golpeado. Como ella insistía en discutir con ellos, un policía la tomó por los cabellos y la encerró en una celda con el grupo de delincuentes que estaban allí, quienes procedieron a abusar sexualmente de la mujer, bajo la mirada complaciente y la sonrisa macabra y cínica de los policías. Yo escuchaba los gritos de aquella mujer y comencé a protestar, pero el sargento drogado se me acercó y me golpeó en la cabeza y me amenazó con meterme a la celda con los malandros. En ese instante, llegaron mi padre, mi madre y mi hermana María a buscarme. El sargento malandro volvió a amenazarme:-“No le vas a decir nada a tu familia que te pegamos”- Yo le respondí: -“tranquilo”-
     Sin embargo, al ver a mi padre, mi madre y mi hermana, tomé ánimo y le informé al oficial de policía de guardia sobre los incidentes irregulares acontecidos en aquella jefatura. Este me dijo que yo era un mentiroso. Mientras tanto, mi hermana le preguntaba al oficial de guardia: -¿Por qué ese sargento está drogado?- El oficial le respondió:-“eso es falso señorita; el no está drogado sino cansado”- Pero en realidad, el sargento estaba drogado y era demasiado evidente.
     Los policías me ordenaron desalojar la jefatura y querían aplicarme la “ley de fuga” (7), delante de mis familiares. Pero yo no obedecí la orden de correr y me fui caminando, mientras les decía: “-yo me voy caminando. Si ustedes son criminales, me disparan por la espalda”. Así terminó mi día de cumpleaños. Acumulé mayor odio y ánimo para la lucha revolucionaria. Sin embargo no entendí, como Dios mi Señor, me había librado nuevamente de la muerte.
     Hasta aquí, ya los lectores tienen una idea de cómo me hice revolucionario. También, han podido comprobar, como el Señor me libró de la muerte en varias oportunidades. Pero eso es apenas el comienzo, comparado con lo que me toca relatar

(1)     Vacuna: es el cobro de una especie de “impuesto” ilegal. Esta práctica de extorsión, es realizada por grupos guerrilleros, bandoleros, paramilitares y funcionarios corruptos policiales y militares, a hacendados, comerciantes y ahora, hasta a pastores cristianos evangélicos, cuyas iglesias están ubicadas en el campo.
(2)      Demagógica: es una promesa politiquera y falsa, por salir del paso, la cual nunca se cumplirá.
(3)     Cazadores: se llama así, a las fuerzas especiales del ejército, batallones que tienen por finalidad perseguir y enfrentar a las fuerzas guerrilleras o insurgentes; también se denominan batallones de selva.
(4)     Frío de la noche: se denomina así, a un frío irregular, consistente en un descenso nocturno de la temperatura, en lugares o regiones donde hace un gran calor durante el día; el ejemplo más ilustrativo de este tipo de descenso de la temperatura, lo constituye un desierto.
(5)     Acento oriental: se denomina así, a una forma particular de hablar o dialecto de los habitantes de los estados orientales de Venezuela; una especie de expresión melódica, propia de estos estados.
(6)     Buhonera: vendedora informal. Mujer practicante del comercio informal.
(7)     “Ley de Fuga”: era un proceso violatorio del derecho a la vida, ilícito y criminal, aplicado por los miembros de los cuerpos de seguridad del Estado, quienes aplicaban detenciones en procedimientos irregulares y hacían correr al detenido, para dispararle por la espalda.


                                   CAPÍTULO IV: UN REVOLUCIONARIO
                             MARXISTA-LENINISTA.


     Mi vida como revolucionario fue una angustia permanente. Viví bajo persecución y zozobra. Por no conocer a Jesucristo, por no comprender su Palabra Santa, no podía siquiera imaginarme cual era la voluntad de Dios para mi vida. Buscaba hacer la justicia, sin comprender que la “justicia de este mundo, es un trapo de inmundicia ante los ojos de Dios” (1).
     No obstante, a pesar de declararme ateo e incrédulo, vivía en un conflicto permanente en lo espiritual. Pensaba enfrentar la maldad del mundo con más maldad; responder a la violencia con violencia. Por eso, me hice rápidamente partidario de la teoría de la “lucha de clases”, diseñada por los revolucionarios alemanes Carlos Marx y Federico Engels. El Manifiesto del Partido Comunista, pronto se convirtió en mi libro de cabecera. Obras como “La Comuna de París”, “Las Tesis sobre Feuerbach”, “Materialismo y Empiriocriticismo”, “El Imperialismo fase superior del Capitalismo”, “Dialéctica de la Naturaleza”, todas de Marx, Engels y Vladimir Lenín, así como los escritos de Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, Carlos Marighela, Ernesto “Che” Guevara, Mao Tse Tung, Hochimin, entre muchos otros, comenzaron a conformar mi nueva concepción del mundo, hasta llegar a definirme como marxista-leninista, pensamiento “Che” Guevara.
     Es así, como al iniciar mis estudios de cuarto año de diversificado en el Liceo Luis Ezpelosín de Catia, me incorporé inmediatamente a un movimiento revolucionario denominado Unidad Estudiantil del Luis Ezpelosín (UELE), el cual propiciaba la lucha de ideas y la organización militante del estudiantado, para la lucha por el Socialismo y contra la dominación imperialista yanqui.
     La lucha se fue radicalizando. Mi participación en los disturbios y protestas estudiantiles, dejó de ser improvisada, para pasar a ser un “cuadro” de educación media, dejando pronto atrás al UELE, para incorporarme al Frente Revolucionario Estudiantil Noel Rodríguez (FRENR), quien fue un estudiante revolucionario desaparecido por la policía política Disip, con la complicidad de un grupo de vigilantes de la Universidad Central de Venezuela (UCV), quienes lo secuestraron e introdujeron en la maletera de un vehículo para entregarlo a sus torturadores, quienes después de matarlo a golpes, bañaron su cuerpo con ácido de batería, para descomponerlo (esa versión se dejó correr en los pasillos de la UCV, en los años cuando estudié en dicha casa de estudios). Noel Rodríguez, fue entonces para mí, un símbolo de firmeza revolucionaria, porque yo pensaba que el mundo iba a ser transformado por las ideas socialistas (2), pero esa es otra historia. (Al momento de escribir este testimonio, se anuncia la aparición del cuerpo del revolucionario Noel Rodríguez, y se da una versión muy distinta a la manejada públicamente en la UCV).
     En los años 1974 al 1978, se arreció mi compromiso con la revolución socialista y anti-imperialista. Pasé de lanzar piedras en los disturbios, a manipular la bomba molotov (3), los niples (4) y las armas de fuego. No obstante, en el año 1976, me ocurrió un suceso sobrenatural. Algo que me afectó por espacio de tres meses. Todo comenzó, cuando inicié una discusión pública con un pastor evangélico, quien afirmaba haber visto al Señor Jesucristo. El se encontraba predicando y dando ese testimonio en la calle Stadium de Altavista, frente a la antigua panadería “La Esperanza”. Yo me acerqué y comencé a contradecirle. Se inició un debate, donde él intentaba probarme la existencia de Dios mediante la Biblia, mientras que yo intentaba negar dicha existencia, mediante la doctrina del Comunismo o Socialismo Científico. El debate se extendió desde las 7 de la mañana de ese día cuya fecha no recuerdo, hasta aproximadamente las 8 de la noche. Ninguno de los dos daba su brazo a torcer y pronto se aglomeró una multitud de curiosos, quienes nos traían cachitos de jamón, refrescos y café, para que continuáramos debatiendo.
     Al final, el debate entre aquel predicador y yo, fue declarado “empate” por el público. El evangelista me invitó a encontrarnos otro día para continuar el debate, porque el Señor iba a tocar mi corazón. Yo le respondí de manera retadora:-“cuando tu quieras debatimos, pero no me vas a convencer”- y él me dijo:-“Yo no, pero Cristo sí”-.
     Llegué a la casa aquella noche, ufanándome de haber vencido a un fanático religioso de esos llamados “pastores evangélicos”. Les conté a mis hermanos Gilberto, Julio (ya fallecido), Juan Vicente y Guillermo, el menor, la forma como me había burlado y había ridiculizado al evangélico. Recuerdo que mi hermano Julio, me dijo algo así:-“ten cuidado; no te burles de los evangélicos, porque ellos tienen un conocimiento que nosotros no tenemos”-
     Apagamos la luz para dormir. Eran aproximadamente las once de la noche, cuando al comenzar a “agarrar el sueño”, algo entró por mis pies con una velocidad tremenda. Inmediatamente, mi mente fue tomada por un hombre y una mujer con trajes plateados, cabellos amarillos ensortijados y unos colmillos enormes. Quise gritar, pero me encontré paralizado, mientras estos seres me decían al mismo tiempo:”te hemos buscado por todo el universo y al fin te encontramos; te hemos atrapado”. Yo sentía morirme, hasta que al fin salió un grito espeluznante de mi boca. Mis hermanos se despertaron todos sobresaltados, encendieron la luz del cuarto y yo les relaté lo que me había pasado. Mi hermano Julio insistió:-“yo te lo dije, no sigas metiéndote con los evangélicos. Reza y pídele perdón a Dios”-
     Nos pusimos a conversar los hermanos, hasta la una de la madrugada. Al apagar la luz, de manera inmediata, aquellos seres entraron a gran velocidad por mis pies; pero no era yo solamente, mi hermano Juan también tenía aquellos seres en la mente, al mismo tiempo que yo. Ambos dimos un grito tremendo y entonces Gilberto, Julio, Juan Vicente, Guillermo y yo, intentamos salir del cuarto, pero una fuerza extraña nos cerraba la puerta de madera pulida. Hasta que mi hermano Gilberto dijo:-¡Jesucristo!- y pudimos abrir la puerta.
     Nos acercamos hasta el cuarto de nuestros padres y yo, aterrorizado, me acosté como si fuera un niño, en medio de mi papá y mi mamá. Sí, a pesar de tener 17 años, el revolucionario extremista y radical, estaba viviendo un terror nocturno. En realidad se trataba de un ataque demoníaco, pero yo no podía entenderlo. Al comenzar a conciliar el sueño, desperté nuevamente sobresaltado, porque mi cuñado quien estaba en su habitación con mi hermana Carmen, también se despertó con aquellos “seres” en su mente; mientras mi padre despertó sudando porque estaba soñando con un niño de cabello ensortijado, grandes colmillos, rodeado de muchos gatos.
     Lo cierto, es que a partir de ese día, tuve tres meses sin poder conciliar el sueño. Cuando quería dormir, una sombra oscura caía sobre mí. Si estaba en la calle, me quedaba dormido de pie en las paradas de autobuses. Comencé a preocuparme, porque pensé que me iba a volver loco. Pero mi dedicación a la lucha revolucionaria, el peligro y riesgo permanente a los que estaba sometido, pronto me hicieron olvidar de estas situaciones extrañas. No obstante, comenzaron a ocurrirme otras cosas más extrañas aún, como relataré en el próximo capítulo. Por el momento continuaré presentando una secuencia expositiva de mi experiencia como revolucionario.
     Por esos días, después de mi recuperación de la terrible experiencia espiritual vivida, me desplazaba por la calle Ucrania de Altavista, a la altura de la intersección con Ruperto Lugo, exactamente donde comienza la calle subida donde se ubica el local de los llamados “Testigos de Jehová”. Eran aproximadamente las siete de la noche, cuando un grupo de seis delincuentes armados de cuchillos, navajas y picos de botella, se dedicaban a asaltar a un anciano en toda la esquina. Me detuve en la acera de enfrente a observar lo ocurrido. El anciano le suplicaba a los malhechores que no le hicieran daño, que él entregaría todo el dinero sin resistencia. Sin embargo, uno de los malandros le hundió un cuchillo a la altura del estómago, mientras otro, le cortaba con un pico de botella. Observé por los lados de la acera y encontré dos botellas y dirigiéndome a los malandros, les grité:-“¡¡VENGAN CONTRA MÍ, SINVERGÜENZAS!!”- Los malandros voltearon hacia mí y se abalanzaron para atacarme. Lancé la primera botella y la quebré contra la frente de uno de los forajidos; arrojé la segunda botella, la cual se hizo añicos en el pecho de otro malandro. Pensé rápidamente y recordé, como un grupo de amigos jugadores de béisbol, se dedicaban todas las noches de lunes a viernes, a conversar a las puertas del “Edificio Polar”. Corrí rápidamente hacia allá, mientras que el grupo de delincuentes me perseguía armados de los cuchillos, navajas, botellas y me gritaban:-“¡¡SI TE AGARRAMOS TE MATAMOS!!”. Pensé, que estando mis amigos allí, al verme en peligro, intervendrían en mi defensa. Gracias a Dios, yo corría bastante rápido porque practicaba béisbol y gustaba del atletismo.
     Cuando mis amigos vieron como me perseguían aquellos sanguinarios, me preguntaron:-“Rubén, ¿qué pasa?”- Con la lengua afuera por el susto y la carrera, les grité:-“¡¡Estos sujetos estaban asaltando a un viejito y yo lo defendí!!”. Inmediatamente, mis amigos salieron en contra de los delincuentes, con bates y palos. Los delincuentes huyeron hacia Ruperto Lugo y yo, aproveché de huir hacia la calle San Isidro, donde habitaba. 
     En enero de 1977, un grupo de jóvenes revolucionarios, habíamos constituido un movimiento de guerrilla urbana y suburbana, al cual denominamos Frente Popular “Jesús Alberto Márquez Finol”, en honor al “motilón”, combatiente oriundo de Maracaibo, quien había fallecido en combate con los cuerpos de seguridad del Estado, en el año 1973. Ese frente de guerrillas urbanas comenzó a asestar golpes político-militares al “enemigo”, hasta que el sábado 1ro de abril de 1978 (a un mes exacto del aniversario del asesinato del “motilón”), seis de nuestros integrantes fuimos detenidos por una compañía del Batallón de Infantería “Mariano Montilla”, con sede en La Victoria, en la Serranía de Tiara, Estado Aragua. Allí comencé una odisea en las prisiones del país que duró para mí diez años y medio, pero esa es otra historia.

(1)   Isaías 64:6
(2)   El Socialismo: es el sistema de producción colectiva, donde los medios e instrumentos fundamentales de producción, pasan a ser propiedad colectiva de los trabajadores. Esto sería bueno, si se quedara hasta allí; no obstante, los socialistas, basados en la doctrina llamada el “Humanismo”, terminan negando a Dios y aseguran que el Señor Jesucristo, fue el primer socialista, para construir una religión atea. Los socialistas afirman que “el pueblo salva al pueblo”, reduciendo la “salvación” a las necesidades básicas del hombre y negando la vida eterna que solamente da el Señor Jesucristo, quien es Dios, por los siglos de los siglos.
(3)   Bomba molotov: artefacto incendiario fabricado mediante una botella llena de gasolina, con una mecha de estopa. Algunos fabrican esta bomba, agregando ácido nítrico a la gasolina y sujetando a la botella, una papeleta de clorato de potasio.

(4)   Niple: granada casera antitanque, fabricada con un tubo o niple, lleno de tachuelas, tuercas y pólvora, con una mecha de pabilo y pólvora. También se fabrica el niple de tiempo con un gotero lleno de ácido nítrico, con una cubierta de plástico y la pólvora mezclada con clorato de potasio.


                       CAPÍTULO V: EXPERIENCIAS EXTRAÑAS,
                       ANTES DE MI DETENCIÓN.


     Si digo que Dios no me advirtió acerca de mi detención y la dura experiencia que luego viviría en varias cárceles del país durante 10 años y medio, estaría mintiendo. De pequeño fui formado en el catolicismo; no obstante, producto de algunas experiencias vitales dignas de ser narradas, rechacé absolutamente.
     Antes de llegar a la adolescencia, cuando apenas contaba con ocho años de edad, me encontraba con mi madre y mis hermanos en la IglesiaLa Coromoto” en La Urbanización “Simón Rodríguez” de Caracas. Ese día iba a hacer “mi primera comunión”, conforme a la fe católica. Había llovido en las primeras horas de aquella mañana y yo había salido a dar unas vueltas por los alrededores de la iglesia, mientras mi madre y mis hermanos esperaban dentro. Caminé con cuidado por el suelo pantanoso y húmedo y me introduje un poco entre los “gamelotes” de un monte un poco crecido, cuando de pronto escuché unos gemidos extraños.
     Me acerqué sigiloso al lugar de donde provenían los gemidos y vi algo sorprendente e incomprensible para un niño de mi tierna edad: el párroco de la iglesia estaba agachado con los pantalones abajo y la sotana levantada, mientras que agachado detrás de él, un hombre le hacía maldad-pensé yo- Preocupado, fui a buscar a mi madre y la traje agarrada de la mano para mostrarle aquella rara escena. Mi madre vio cuando ellos, el cura y su “amigote”, sorprendidos mucho más que yo por la presencia de dos seres inocentes-mi madre y yo-, se subían rápidamente los pantalones, pero el tufito del pecado y la perversión, habían quedado en el aire. Mi madre como buena y fiel católica, para entonces, simplemente calló; aunque no dijo una palabra sé que ella había observado algo extraño; sin embargo, nunca me mencionó una palabra de esto.
     Esta experiencia nefasta, me hizo sentir un rencoroso desprecio hacia la institución católica. Desprecio por supuesto, en cierta manera justificable para mi nivel de conocimiento espiritual, aunque aún desconocía las horrendas masacres efectuadas por esta institución del diablo, mediante la llamada “santa inquisición” (1).
     No obstante, en este capítulo quiero referirme a las extrañas experiencias vividas por mí, antes de ser detenido aquella tarde del sábado primero de abril de 1978. Por esos días, recuerdo, antes de cumplir los 19 años, mi cuñado Carlos Pérez jugaba con mi hermana María Gómez, su esposa, en la tabla de la Guija (2), juego que muchos años después, ya en el camino del Señor, supe se trata de una práctica espiritista y satánica.
     Cuando los jugadores de la tabla de la Guija preguntaron acerca de mi futuro, esta tabla mentirosa del diablo, respondió: “él no llega a los 19 años de edad; morirá pronto”. Esa era la intención de satanás, pero el Señor Jesucristo tenía otro destino para mí. Sin embargo, aquella declaración y sentencia de las tinieblas, marcó mi vida profundamente.
     Desde ese día, comencé a tener encuentros “no casuales”, con jóvenes, muchachos y muchachas cristianos evangélicos, quienes siempre me daban un mensaje parecido: “a Dios no le agrada lo que estás haciendo; hay camino que al hombre le parece recto, pero su fin es camino de muerte”. Estos mensajes enviados por el Señor a mi vida a través de sus misioneros, fueron tomados por mí a la ligera, por mi incredulidad y mi corazón endurecido.
     En marzo de 1978, un amigo me invitó para que fuera con él a trabajar la construcción en el estado Anzoátegui, en la ciudad de Barcelona. Le dije que sí, pero preferí prepararme para ir a la Serranía de Tiara, estado Aragua, donde nuestro movimiento revolucionario tenía como objetivo iniciar la lucha armada en Venezuela, dando un golpe sensacionalista: se trataba de tomar por asalto la hacienda de la familia Volmer en el estado Aragua. En dicha hacienda, un grupo de braseros colombianos, peruanos, bolivianos y ecuatorianos, habían sido sometidos a la esclavitud bajo engaño, con sus esposas y sus hijos. Los Volmer apoyados en catorce guardias nacionales y un grupo numeroso de peones y capataces armados, maltrataban a los trabajadores, abusaban de sus esposas e hijas y le negaban todo tipo de remuneración, además de condenarles al hambre y la miseria, en aquel lugar donde estaban secuestrados. Quienes se rebelaban, eran asesinados y enterrados al pie de algún árbol.
     Nuestro plan era tomar la hacienda, sometiendo a los 14 guardias nacionales y los peones; apropiarnos de las armas existentes y con toda la población de campesinos esclavizados, atravesar por la Serranía de Tiara hasta adentrarnos en las montañas de Lara y Falcón, anunciando al mundo la liberación de los esclavos en Venezuela, iniciando así la lucha armada por la liberación nacional y social de Venezuela.
     Un día cuando me desplazaba de Caracas a la Victoria, para introducirme a la Serranía de Tiara, a la altura de Sabaneta del Consejo, una joven cristiana evangélica de unos 17 años de edad, se sentó a mi lado como compañera de viaje en el autobús. Enseguida, comenzó a predicarme la palabra de Dios. Sin embargo, lo que me impresionó, fue el siguiente mensaje, dirigido a mi corazón incrédulo y endurecido contra el Señor, quien me habló a través de aquella sierva y me dijo: “Así te dice el Señor: vas en dirección opuesta. Estás en desobediencia ante Dios, porque te diriges al centro de Venezuela, cuando deberías ir al oriente, a un trabajo relacionado con la construcción. Tienes que volver atrás. Dios no te quiere en el sitio donde vas”.
     Al escuchar aquel mensaje tan certero, no di mi brazo a torcer y lejos de tomarlo en cuenta, lo deseché. Comencé a entrar y a salir de la Serranía de Tiara, cumpliendo encomiendas y efectuando enlaces y preparativos para la conformación del núcleo de guerrillas suburbanas. En una oportunidad, cuando regresé a Caracas, en ese mismo mes de marzo de 1978, llegué a la casa del responsable del armamento: yo le había confiado a este compañero algunas armas cortas y largas, las cuales debía desplazar a mi riesgo hasta la montaña, en la oportunidad más propicia. Cuando visité a este compañero, el me contó un sueño que tuvo, me dijo: “camarada, soñé contigo anoche, que el enemigo nos había capturado y nos torturaban. Ellos querían saber donde estaban las armas y yo te decía, ‘no vayas a hablar’, aguanta”. Así me relató el compañero su sueño y además me persuadió a no llevar las armas a la montaña, porque podría tratarse de una advertencia y me dijo: “no te lo he dicho, pero yo creo en Dios”.
     Esta vez, si tomé en cuenta la advertencia y cuando volví a la montaña, los compañeros me increparon por no haber llevado las armas. Entonces le conté el sueño del camarada, acerca de nuestra detención y me acusaron de “místico” y de “religioso”. Como enlace, tuve que cumplir otra misión en Caracas, pero cuando iba bajando de la montaña, ya a la altura de un camino de tierra en Sabaneta del Consejo, una patrulla de la policía del estado Aragua, se detuvo a mi lado, mientras los funcionarios me observaban detenidamente y yo me hacía el disimulado. Me introduje a una panadería del lugar y pude escuchar una conversación entre lugareños: “Dicen que son varios hombres armados. Posiblemente guerrilleros”. Antes de volver a Caracas, le dije a uno de los compañeros: “avísale a los camaradas que escuché una conversación relacionada con nosotros. Seguramente los cuerpos de seguridad del estado, nos están haciendo un seguimiento. Dile al camarada “Gocho”, que cuando yo regrese tenga todo preparado, porque tenemos que abandonar el campamento”.
     Esa noche, al llegar a Caracas, tuve un sueño: “veía un pipote lleno de agua y de pronto el agua se volvía turbia y aparecían cinco culebritas rojas, nadando”. Ese sueño lo recordaría luego, cuando estando en los calabozos de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), varios de mis compañeros se volverían en mi contra.
    Al regresar al campamento de Tiara, nuevamente, el 31 de marzo de 1978, yo estaba ya convencido del seguimiento que nos estaban haciendo los cuerpos de seguridad del Estado. Me encontré con que el mensaje de advertencia que les había dejado antes de volver a Caracas, había sido desatendido por mis compañeros. Me acusaron de haberme “rajado” y no le dieron importancia a la necesidad de mover el campamento de lugar. Comenzó el debate encendido entre los cinco camaradas quienes nos encontrábamos en la Sierra. Entonces, fui sancionado y se me relevó de mi responsabilidad como capitán del frente revolucionario. Además, se me asignó la misión de ir a recoger al “gocho pequeño”, camarada que se incorporaría al campamento en horas de la mañana del 1 de abril.
     Eran todavía las 4:30 de la madrugada aproximadamente, cuando se me ordenó bajar por la quebrada oscura a buscar al nuevo camarada. Como no tenía botas militares o frazzanis, apenas llevaba puestos zapatos de goma, me negué a cumplir la orden, mientras de manera instintiva comenzó a decir en voz alta: “me niego a bajar por esa quebrada, porque presiento que hay un peligro oculto en la oscuridad”. Fui acusado de cobarde por el comandante “Gocho” y “el Pollito”, quienes bajaron llevando una pistola automática 7,65 mm. Al instante de haber bajado ellos por la quebrada oscura, se oyeron las detonaciones: habían dado muerte a cuatro serpientes “tigras mariposas” o “cuatro narices”. Estos reptiles ponzoñosos amenazaban en la oscuridad, pero Dios, ahora lo entiendo, me advirtió y me libró de la muerte. Ahora, puedo comprenderlo claramente.
     A eso de las 6 de la mañana subieron los compañeros con el nuevo camarada. Entonces se inició una nueva discusión, porque yo aseguraba haber escuchado gente arrastrándose por el monte, con la finalidad de espiarnos. Como estaba sancionado y relevado de cargo, no se tomó en cuenta mi advertencia. Luego, cuando fuimos detenidos, en el expediente que se nos hizo en la Dirección de Inteligencia Militar, dice más o menos textualmente: “uno de los bandoleros-refiriéndose a mí-, le dijo a los otros acerca de movimientos de observadores en los montes, pero no le creyeron”.
     Eran las cuatro de la tarde de aquel sábado primero de abril de 1978, aniversario de nuestro líder Jesús Alberto Márquez Finol, cuando una compañía de soldados del Batallón de Infantería “Mariano Montilla de la Victoria”, arremetió a disparos de fusil automático liviano (fal) contra nosotros. Los seis compañeros nos escondimos detrás de una enorme roca existente en el lugar: ¡¡RÍNDANSE GUERRILLEROS, ESTÁN MUERTOS!, nos gritaba el teniente quien comandaba la operación militar, Gilberto Terán. Aprovechando un silencio momentáneo después de la primera andanada de disparos, alcé mi voz y me hice oir: ¡¡NO DISPAREN, NOS RENDIMOS!!
     Inmediatamente salimos con las manos en la nuca y fuimos amarrados por el teniente con nuestras propias correas y ordenó que comenzara la sesión de tortura. Nos daban culatazos de fusil, patadas y con las manos y los pies amarrados a la espalda, nos sumergían de cabeza en un pozo de agua que teníamos en el campamento. Allí, uno de nuestros compañeros al no resistir la golpiza, gritó asustado: ¡¡YO HABLO, YO HABLO!! ¡¡POR LA VERDAD MURIÓ CRISTO!!
     A pesar del malestar que sentía por los golpes, me sentí aliviado cuando el teniente Gilberto Terán ordenó nos dejaran solamente en pantalones y descalzos nos obligaron a cargar las cosas que teníamos en el campamento. Mientras caminábamos, los soldados nos daban puntapiés y culatazos de fusil. Sin embargo, el soldado que me custodiaba me dijo: “camina, yo no te voy a golpear, yo también soy pueblo”. De esta manera, llegué con cierto alivio a la comandancia de policía de la Victoria, donde comenzaría nuestro verdadero suplicio.
     En la Comandancia de Policía de la Victoria, se nos sacaba del calabozo uno por uno, para ser “interrogados”. Mi interrogatorio duró más de una hora y consistió en lo siguiente: sentado en una silla en medio de un cuarto, cuatro policías uniformados me rodeaban; uno, armado con una olla de presión, otro, con un rolo; un tercero, portaba una peinilla y otro, un revólver calibre 38. Después de cada pregunta y ante mi negativa a responder, el de la olla de presión me golpeaba en la cabeza, el del rolo, me golpeaba en el estómago, el de la peinilla me daba un peinillazo y el del revólver me daba un cachazo. En verdad no sé, como no me fracturaron el cráneo. Si sé que dos costillas me fueron fracturadas y nunca recibí atención médica.
     Además, se nos amarró una bolsa llena de “cuerno de ciervo” en la cabeza, para que nos asfixiáramos. Todo esto lo cometía la policía de la democracia adeco-copeyana, made in USA. Aún no sé como actúan los policías de la llamada revolución bolivariana y socialista, porque he escuchado de denuncias, pero no he vivido la represión en carne propia.
     Después de quince días de maltrato y golpes, de guerra psicológica, fuimos trasladados a  los calabozos de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), frente al Cuartel San Carlos, Parroquia la Pastora de Caracas, donde nos sometieron tres días más a la tortura física y psicológica, para poder forjarnos un expediente. Después de esto, fuimos trasladados a la “Cajita de fósforo”, calabozos de la Comandancia de Policía de Maracay, donde permanecimos un mes bajo el acoso permanente de los funcionarios de la DIM, hasta que por fin se nos trasladó a los calabozos del Cuartel San Carlos, Pabellón A-11 de los presos políticos, acusados de rebelión militar.
     Dentro de todas las vivencias y experiencias en los calabozos del Cuartel San Carlos, quiero destacar lo que ocurriera el 31 de diciembre de 1978 a las 11:50 de la noche. A esa hora, cuando todos los compañeros de prisión dormían, yo me levanté a mirar por las rejas del pasillo, el brillo de los fuegos artificiales iluminando aquella noche de nostalgia para mí. Era el primero de 10 diciembres que pasaría encerrado en diferentes cárceles del país. De pronto, vino sobre mí, una extraña inspiración y comencé a escribir con un bolígrafo, sobre una hoja de papel bond:
                                           “EL JUEZ DE LA HISTORIA
                         Plenitud que colmas, el silencio lento
                         Cronos sigue en marcha, andando va el tiempo
                         Luces del mañana, belleza del lirio
                         cristalizan sueños que jamás olvido
                         tic-tac persistente, de nutrido ritmo
                         encuentro inminente de un rojo teñido
                         amarte no basta; quererte es mi signo
                         tenerte en la gloria de un azul divino.

                         Ahora el fin se acerca y es también comienzo,
                         finaliza un largo y peregrino libro
                         se abren sucesos que están en el tiempo.

                         La Historia atraviesa su largo preciso:
                         Sucesos, acciones, situaciones, sueños.
                         Rumor de las olas de la mar en leva
                         emisaria estrella que anuncia el futuro;
                         todo se reúne, se confunde y pienso
                         “si de la materia su fuerza ha tejido,
                         un ser voluptuoso que amenaza quieto
                         la esencia de todo lo que ha existido.
                         Ese ser monstruoso, lo que el hombre ha hecho
                         colmará este mundo de sangre y de muerte:
                         es la guerra misma, dolor y silencio;
                         es la autodefensa que ha ido naciendo,
                         es el equilibrio quien lo está pidiendo
                         y a la Humanidad lavará con hechos
                         para hacer un mundo de amor y provecho;
                         y retornará la quietud al tiempo
                         la desolación cesará en su aliento.

                         Cronos y la Historia, los hombres y el fuego
                         La aurora ilumina el futuro nuevo
                         la paz, la alegría y también los sueños:
                         ¡¡LA FAZ DE LA TIERRA, TIENE UN MUNDO                      
                        NUEVO!!
     Al terminar de escribir “aquel poema revolucionario”, se lo di a leer a mi amigo Iván Padilla, quien para entonces fungía como mi “crítico literario”. Lo primero que me dijo al leerlo fue: “Pero esto no es un poema revolucionario; esto tiene otro contenido distinto; parece más bien  espiritual”. Yo me quedé pensando acerca de sus palabras, porque no entendía el significado de las mismas.
     Meses después, sería trasladado junto con el compañero de causa y de prisión CLG, al pabellón H-2 de la antigua y desaparecida Cárcel Modelo de Caracas, lugar signado por la violencia y la muerte. Uno de esos antros de represión de la llamada democracia adeco-copeyana.


(1)   SANTA INQUISICIÓN: Se llama así, al plan criminal y diabólico, puesto en marcha por la Iglesia Católica y liderizado al comienzo por Ignacio de Loyola, el cual consistió en la persecución y exterminio de los cristianos evangélicos y demás iglesias conocidas como “protestantes”,durante lo largo de varios siglos, por no aceptar la autoridad pagana y anticristo de los papas, así como la superchería e idolatría de esta falsa iglesia mencionada en Apocalipsis capítulos 17 y 18, como la “Gran Ramera”. La Inquisición fue responsable de la matanza de unos 68 millones de cristianos verdaderos. Algunos dicen que fueron asesinados aproximadamente unos 200 millones, contando a los familiares y amigos de los martirizados.
(2)   Guija: Tabla satánica, a través de la cual satanás manifiesta su poder engañoso, para confundir a las almas y atraparlas en las llamas del infierno.



que algún día vas a entender, pero Dios si existe”. Esa respuesta me abrumó, porque nosotros, los marxistas-leninistas, habíamos sido formados en la creencia de que Dios no era más que una creación de la mente h
umana.
     Desde ese día, mis experiencias espirituales nocturnas, se agudizaron. Soñé en otra oportunidad, que yo estaba en el espacio exterior y de pronto aparecieron ante mí Carlos Marx. Federico Engels y Vladimir (Ulianof) Ilich Lenín, los fundadores del Comunismo Científico. Ellos me dijeron:”Mira la Tierra; no es más que la lucha de clases. Pero nosotros tres, somos responsables por esa teoría de la lucha de clases. Los tres somos judíos, pero nos confundimos: Dios existe; perdónanos por haberte engañado. Nosotros mismos fuimos engañados por satanás. Tienes que abandonar la lucha de clases, porque “hay camino que parece al hombre recto, pero su fin es camino de muerte”. Busca de Dios”. Aunque este sueño me impresión
                               CAPÍTULO VI: LA CÁRCEL MODELO

     En los primeros días de marzo del año 1979, fui trasladado junto con otro compañero revolucionario, a la cárcel Modelo de Caracas, la cual estaba ubicada donde se encuentra actualmente el estacionamiento de los trenes del Metro de Caracas, en Propatria, al lado del Cuartel “Urdaneta”, el cual no está ya en ese lugar.
     Allí, fui recluido en el Pabellón H-2 de los presos políticos revolucionarios. En dicho Pabellón, continué librando la lucha revolucionaria. En varias oportunidades, los presos políticos nos vimos obligados a recurrir a la “huelga de hambre”, como el recurso extremo para hacer valer nuestra dignidad como seres humanos y exigir el respeto por parte de los regímenes autodenominados “democráticos”, quienes torturaban y asesinaban a los prisioneros sin ningún tipo de escrúpulos ni miramientos.
     En mi primera huelga de hambre en ese recinto carcelario, la cual se prolongó por veinticinco días, tuve mi primera gran experiencia personal con el Señor. Al culminar la huelga de hambre, comencé a padecer un fuerte cólico, el cual se complicó, porque no podía evacuar; fue cuando me di cuenta que se trataba de una obstrucción intestinal. Como comencé a quejarme en voz alta por el dolor insoportable que padecía, algunos compañeros me insinuaron que me estaba comportando como un cobarde, por lo cual opté por sufrir en silencio.
     Estando en la agonía de mi padecimiento, acostado sobre un catre, en una de las celdas, solo, comencé a golpear mi cabeza contra la pared y dije en voz alta: “Dios, si tú existes, ayúdame”. Como estaba acostado volteado hacia la pared, me volví rápidamente al escuchar una voz potente, segura y a la vez amorosa, que me dijo: “NO TEMAS HERMANO, AQUÍ ESTOY”. Vuelto sobre la cama, lo primero que vi, fueron unos pies con sandalias; se trataba de un hombre alto y corpulento, vestido con una especie de bata muy blanca, brillante. Cuando intenté ver su rostro no pude, porque su rostro era luz y quedé encandilado. Luego, repitió: “NO TEMAS”. Me puso su mano sobre la frente y yo me quedé dormido profundamente. Cuando desperté, pensé que había sido un sueño; pero recordé las palabras que me dijo, cuando yo dormía: “CUANDO TE LEVANTES, INTRODUCE TUS MANOS EN EL PIPOTE DE AGUA FRÍA QUE ESTÁ EN EL BAÑO”. Efectivamente, en el baño del pabellón de presos políticos, siempre había un pipote lleno de agua, la cual se mantenía muy fría.
     Al despertarme, me sentía muy extraño. Había olvidado donde estaba y comencé a vestirme para salir a la calle. Además, no sentía el terrible dolor que me estaba aquejando.  Fue cuando recordé que estaba preso y entonces vinieron a mi memoria las instrucciones que me diera el Señor mientras dormía. Introduje mis manos en el pipote de agua fría e inmediatamente sentí ganas de defecar y expulsé con gran dolor, la obstrucción intestinal, la cual me hubiese ocasionado una muerte segura.
     De la Cárcel Modelo pudiera relatar muchas vivencias terribles y grotescas; no obstante, a los fines de mi testimonio, me referiré solamente a aquellas vivencias y experiencias, relacionadas con el mundo espiritual. Con la batalla por la fe, que por entonces estaba librando mi alma en contra del maligno, quien me tenía esclavizado en la mentira y en el pecado.
     Entre todas las experiencias dolorosas de mi vida carcelaria y de todos los peligros que viví, como el motín de octubre de 1981, la huelga general de presos posterior a este motín, donde hubo aproximadamente 42 muertos, quizá la más terrible sea la desaparición de mi compañero y amigo Nicolás Montes Beltrán, preso político revolucionario de la Cárcel Modelo de Caracas, quien había cumplido su tiempo de reclusión y había salido en libertad.
     Este hombre luchador y valiente, era muy solidario. Al salir de la prisión, pensó en quienes quedamos detenidos y comenzó a visitarnos. Un día, nos enteramos por el noticiero “Noti-rumbos”, Radio “Rumbos”, de la desaparición de Nicolás Montes Beltrán.
     La noticia de la desaparición de este compañero y amigo muy querido por todos los presos políticos, me causó una gran impresión. Esa noche, soñé que él me hablaba desde un estante de ropa y luego veía sus zapatos caminando solos, mientras me hablaban como si tuvieran vida: “Rubén soy Nicolás. Estoy muerto. Me mataron”.
     A la mañana siguiente, aún con la impresión de este extraño sueño, me encontraba en el pasillo central de la cárcel, cuando observé que un personaje cuyo nombre no recuerdo, me observaba. Este hombre me dijo sin conocerme: “TIENES UNA PREOCUPACIÓN. ESTÁS PREOCUPADO POR UN AMIGO TUYO. YO SOY PARASICÓLOGO. AUNQUE TÚ NO CREES EN ESO, YO TE VOY A AYUDAR”. Entonces, le conté la situación de mi amigo y compañero, quien estaba desaparecido, y este hombre me dijo: “Mañana en la mañana te tengo una respuesta; pero esta noche vas a soñar y vas a conocer la verdad sobre el paradero de tu amigo”.
     Efectivamente: esa noche tuve un sueño. Soñé lo siguiente: Yo me encontraba escondido en unos matorrales, cerca de un enorme tanque de concreto, cuando vi a un grupo de guardias nacionales, quienes traían arrastrando el cuerpo de un hombre que se veía muy torturado; uno de los guardias le dijo al oficial: “este hombre está muy torturado; se nos pasó la mano. ¿Qué hacemos?” Entonces, el oficial respondió: “dale un tiro de gracia”. Enseguida, el guardia que había preguntado sacó una pistola calibre nueve milímetros y disparó a la nuca del hombre torturado y dejaron su cadáver tendido bocabajo, cerca del enorme tanque de agua. En el sueño, al ver como los guardias se alejaban, yo me acerqué al cadáver y le di la vuelta para ver su rostro; con gran dolor, observé que se trataba de mi amigo Nicolás y lo más horrendo: le habían sacado los ojos.
     Al amanecer, estaba impaciente por encontrarme con el extraño personaje que había conocido el día anterior. Quería conocer que podía informarme acerca del paradero de Nicolás. Cuando le vi en el pasillo de la cárcel como habíamos quedado, mi sorpresa fue mayor, cuando me dijo: “Viste que soñaste; yo te lo dije”. Enseguida me extendió una hoja de papel escrita con bolígrafo de tinta negra y me dijo: “AQUÍ ESTÁ LA RESPUESTA A TU SUEÑO DE ANOCHE. DESPUÉS HABLAMOS”, me dijo, mientras se alejaba apresuradamente.
     Con la emoción que me embargaba, entré a mi celda y comencé a leer aquella hoja de papel tamaño carta, escrita a mano con tinta de bolígrafo. En ella decía más o menos textualmente:
     “Amado hermano:
      Anoche soñaste que veías a tu amigo Nicolás, cuyo cuerpo era arrastrado por unos guardias nacionales luego de torturarlo. Después, observaste como le daban un tiro en la nuca y cuando volteaste el cadáver, éste no tenía ojos.
      Paso a explicarte el sueño que tuviste: Nicolás vino a visitarles a la cárcel y tuvo una fuerte discusión con el mayor de la Guardia Nacional de apellido Corrales. Éste oficial, le mandó a detener y lo llevaron al campamento antiguerrillero de Cocollar en el estado Sucre, donde fue sometido a terribles torturas. Viendo que estaba demasiado torturado, el mayor ordenó lo llevaran al tanque de Agua de Mampote, cerca de la autopista de Guarenas, donde le dieron un tiro en la nuca y lo enterraron. Los guardias nacionales que asesinaron a tu amigo por órdenes del mayor corrales, fueron el capitán Gilberto Perera Fosa, el guardia nacional Jesús Suárez, alias “el zurdo” y los hermanos guardias nacionales José Luis López Perozo y Luis José López Perozo, alias las “Urracas Parlanchinas”. Si quieres que este caso sea descubierto, dile a sus familiares que vayan al tanque de Mampote, llevando un pañuelo blanco y encontrarán el cuerpo enterrado.
                                                 Atentamente,

                                Tu hermana Juana Arzuduy
                                 Capitana del Ejército Libertador
     Al terminar de leer esta extraña carta, quedé estupefacto y comencé a preguntarme: ¿Quién escribió en realidad esta carta? ¿Cómo supo lo que yo había soñado? Pero dentro de mi estado de asombro, no me había dado cuenta del detalle más importante: aquella carta estaba escrita con mi propia letra.
     Ahora surgía el mayor dilema. ¿Cómo haría para que mis compañeros revolucionarios ateos como yo, creyeran aquel mensaje? Lo pensé mucho durante unas horas, hasta que me atreví a contárselo al responsable del Comité de Presos Políticos Revolucionarios, quien me dijo: ten cuidado, no sea que te vaya a enrollar un preso de esos comunes por allí y te metas en un problema. No se lo cuentes a mucha gente. Sin embargo, se lo conté a una amiga, quien tenía contacto con diputados al Congreso por los partidos de izquierda. Ella me creyó y comenzó la investigación.
     Cuando culminó la investigación realizada por los diputados del Congreso, mi sorpresa fue mayor, cuando leí los diarios “EL NACIONAL”, “EL MUNDO” y las “ÚLTIMAS NOTICIAS”, acerca de los resultados arrojados por la investigación, donde se responsabilizaba al mayor Corrales, al Capitán Gilberto Perera Fosa y a los guardias nacionales Jesús Suárez, José Luis López Perozo y Luis José López Perozo, por el secuestro, asesinato y desaparición de mi amigo Nicolás Montes Beltrán. Ninguno de estos homicidas fue siquiera detenido. El mayor Corrales, fue trasladado como comandante de la Guarnición del estado Nueva Esparta; Gilberto Perera Fosa se fue a vivir a los Estados Unidos y los otros guardias, fueron trasladados de guarnición. Nada pasó y el crimen de Nicolás quedó impune ante los hombres, pero no ante Dios.
     Después de esta experiencia sobrenatural, donde años después comprendí, guiado por el Espíritu Santo, como satanás había tratado de confundirme y engañarme para ponerme a su servicio, mostrándome algunas verdades a medias, para inducirme al espíritu de error y empujarme a la parasicología, la brujería, la santería y el espiritismo, tuve otras experiencias muy extrañas.
     Comencé a tener sueños espirituales. En uno de esos sueños, en los días cuando fue asesinado el papa Juan Pablo I, a quien envenenaron en la sede del Vaticano, como luego Dios me lo confirmó, vi a un hombre vestido de negro con un crucifijo enorme colgado en su pecho; el detalle era, que se trataba de un crucifijo invertido; es decir, colgado al revés y me decía con una voz de ultratumba: “DESPUÉS DE ESTE PAPA VIENE OTRO Y DESPUÉS VENGO YO, JA, JA, JA”. Ese sueño extraño, me llevó a pensar más en lo espiritual y por primera vez comencé a indagar acerca del anticristo. Sin embargo, me mantuve en mi incredulidad, ateísmo y dureza de corazón.
     En otra oportunidad, supe de la desaparición por parte de la Dirección de Inteligencia y Prevención (DISIP), de un revolucionario de nombre Ángel Enrique Rodríguez. Según leí en la prensa de esos días de 1982, el compañero viajaba de Valencia a Barquisimeto y fue detenido por la Disip y el Comité de Defensa de los Derechos Humanos, denunciaba su desaparición. Lo cierto es que el cuerpo de Ángel Enrique Rodríguez, al igual que el de Nicolás Montes Beltrán, nunca apareció.
     Por esos días, tuve otro extraño sueño, donde yo estaba durmiendo y me aparecieron Nicolás Montes Beltrán y Ángel Enrique Rodríguez, quienes comenzaron a hablarme y me decían: “Rubén, estás engañado. Tienes que salirte de esa lucha revolucionaria. Nosotros fuimos engañados. Dios existe. Ven con nosotros”. Enseguida, comenzaron a levantarme cada uno por un brazo y a elevarme en el aire. Yo comencé a gritar y el responsable del Comité Político se acercó a mi celda preocupado porque me había escuchado gritar y me preguntó: -“Rubén, ¿qué te pasó”? Le contesté, “tuve una extraña pesadilla”. Le conté todo el sueño y la respuesta que él me dio, fue mucho más sorprendente para mí:” Dios te está llamando”, me dijo. “Mira, yo leo el Nuevo Testamento. Este es un misterio ó sobremanera, todavía continué en mi incredulidad y dureza de corazón. Entonces, comencé a preparar mi estrategia, para hacerme un marxista cristiano, pero esa es otra historia.
     Por esos días, mi madre desesperada por mis años de cautiverio, buscaba la manera de cómo ayudarme a salir de la cárcel. Entonces visitó a una hechicera en la ciudad de Cúcuta, Colombia. Yo no sabía nada de esto. Pero tuve un sueño, donde me veía en una zona montañosa, donde había muchos indios y comencé a cruzar siete ríos o pasos de agua. Al cruzar uno me apareció el “Negro Felipe” y me dio una estatuilla de José Gregorio Hernández, mientras me decía: “éste fue quien te sanó cuando tu estabas ya muerto”.
     Continué cruzando los pasos de agua o ríos, mientras observaba muchos indios y negros danzando en un extraño ritual. Cuando atravesé el séptimo río, apareció ante mí una india muy bella y me dijo que ella era la reina y me entregó un librito, escrito en lengua indígena. Cuando lo leí, me di cuenta que era el “Padre Nuestro” en lengua aborigen. Me desperté sentado en la cama en posición de loto, al estilo de los budistas, recitando el Padre Nuestro en aquella extraña lengua, desconocida para mí.
     Al transcurrir de los años, ya militando en Cristo Jesús, supe que aquel lugar era la Montaña de Sorte, donde nunca he ido en la realidad y que aquellos indios y negros, eran los demonios de las cortes indias y africanas. Entre tanto, la bella mujer india, no era otra sino el demonio de “María Lionza”; es decir, satanás, padre de mentira y homicida desde el principio, porque el entró en Caín para que éste asesinara a su hermano Abel, en el principio. Así, seguí teniendo muchos sueños y experiencias extrañas. En uno, en 1981, vi el sacudón que ocurriría ocho años después, en 1989. En otro, soñé sobre el golpe de estado y la masacre de Puente Llaguno, la cual ocurrió once años después, el 11 de abril del 2002. Muchas experiencias y sueños proféticos llegué a tener, pero relatarles abarcaría mucho papel y tiempo. No obstante, a los fines del presente testimonio, lo que he relatado de mi experiencia en la Cárcel Modelo, en el plano espiritual, es más que suficiente.


                  CAPÍTULO VII: TRUJILO, UNA CÁRCEL
                  DE TERRIBLES EXPERIENCIAS.

     Mi traslado a la Cárcel Nacional de Trujillo, se produjo luego de culminar una huelga de hambre de 41 días, junto a otros seis compañeros de reclusión. Nuestro traslado a la Cárcel de Trujillo, fue el resultado de un convenio con las autoridades penitenciarias, toda vez que convenía a ellos también, alejarnos de Caracas, luego de que un comando revolucionario secuestrara tres aviones en pleno vuelo y exigiera nuestra libertad. Los aviones fueron llevados por varios países de Centroamérica y luego a Cuba. Aunque no se lograra nuestra libertad mediante la operación comando, el hecho sirvió para que los carceleros reconocieran nuestra condición como prisioneros políticos, por primera vez en Venezuela,  mediante un acta firmada entre el Comité de Presos Políticos Revolucionarios y el Director del Penal, así como la Guardia Nacional.
     Aunque nuestro traslado fue en avión, saliendo del Aeropuerto de la Base Aérea “Francisco de Miranda” en La Carlota, hasta arribar al Aeropuerto de Carvajal cerca de Valera, estado Trujillo, no pudimos disfrutar del paisaje, porque en realidad fuimos conducidos amarrados y encadenados como era la costumbre de los “perros de la guerra”, al servicio del Imperio Yanqui. Yo sólo pude ver por una escotilla parte del cielo, mientras recibía durante el trayecto de 45 minutos, muchos “coscorrones” de parte de estos “demócratas” uniformados de la IV República.
     En Trujillo fuimos recluidos en el Pabellón A-3, el mismo donde estuvo detenido el comandante revolucionario Fabricio Ojeda, quien logró fugarse de dichos calabozos, para luego ser traicionado y asesinado por el ministro de relaciones Carlos Andrés Pérez, en el año 1963 bajo el gobierno del tristemente célebre Raúl Leoni, a quien se le atribuye la desaparición forzosa y el asesinato de más de 5.000 venezolanos, hombres y mujeres luchadores por la liberación nacional y la justicia social.
     Lo cierto, en lo concerniente al presente testimonio, es que cuando llegué a esta nueva cárcel, un joven recluso de nombre Nerio (1), oriundo de Maracaibo, me dio el recibimiento y me dijo: “El espíritu santo me dice que tú no eres ningún revolucionario, sino un escogido de Dios; debes buscar de Cristo. Yo hablaré de ti con el pastor Silva, a ver que me dice”.
     En esa cárcel, tuve como dice el encabezado de este capítulo, muchas experiencias terribles en el campo espiritual, las cuales voy a relatar. Aunque no mencione las fechas de algunas de estas experiencias, por motivo de memoria y porque no llevé un diario de la prisión por razones obvias; aunque el orden cronológico de las experiencias no sea el correcto, doy testimonio ante Dios, que los siguientes relatos son fieles y verdaderos:
    Por orden de importancia a los fines de mi testimonio, contaré lo siguiente: en una oportunidad, cuando mi primera esposa estaba embarazada de siete meses de mi primer hijo Rubén Simón, tuve un sueño donde me veía en un autobús de máquina como los que todavía existen en las antiguas rutas de los Magallanes de Catia, Los Frailes de Catia o Caricuao, por ejemplo. De pronto subió mi esposa con un bebé en brazos. Cuando intentó pasar la máquina, el bebé cayó de sus brazos, mientras yo, sentado en el tercer puesto, hacía el intento por evitar un daño al niño. No pude socorrerlo a tiempo y la cabeza del bebé se estrelló contra el piso del autobús. Cuando me acerqué a recogerlo, la gente me decía: “está muerto; el bebé murió”.
     Al despertar, con un sentimiento de dolor, me preguntaba: ¿qué significará este sueño? La respuesta no tardó en llegar: aproximadamente a las 8 de la mañana de ese día, recibí una carta escrita a puño y letra por mi hermano Julio César Gómez, quien me informaba lo siguiente, más o menos con estas palabras:
     “Querido hermano Rubén:
     Sabes cuanto te admiro y te aprecio de verdad. Te pido fortaleza ante la noticia que voy a darte: tu esposa Zuleima tuvo una pérdida. Tu hijo nació muerto. Lo siento mucho. Sé que sabrás superar este dolor”                  
     Ten fortaleza. ¡Ánimo, hermano!

                                            Te consuela en tu dolor, tu hermano
                                             Julio.”
     Ese día, fue el más triste de mi vida, después de la pérdida de mi hermano José Luis, la de mi padre Cipriano Gómez, la de mi sobrina Oda Soledad y algunos años después, también falleció trágicamente mi hermano Julio, quien me consolara en mi dolor de la prisión.
     Al terminar de leer la carta, las lágrimas empañaron mi mirada y pronto, se convirtieron en una cascada de dolor brotando de mis ojos. Dentro de mi impotencia de prisionero, sin poder ver a mi esposa, sin poder despedir el cadáver de mi hijo, comencé a escribir este poema:

                                   AL NIÑO QUE NO LLEGÓ
      Cuanto tiempo de espera, Rubencito
     te esperé, te soñé con alegría
     y esta tenue y pasajera fantasía
     el dolor de tu partida me ha traído.

     Te esperé con gran ternura, criatura
     mas, lo adverso te alejó de la existencia
     hoy en mí sólo queda esta tristeza
     y mi dolor se ha convertido en amargura.

     Obnubilado quedé con tu partida
     no llegaste hombrecito de mi ensueño;
     no voy a lamentarme ni voy a alzar un ruego
     sólo sé que algún día, te encontraré en la vida.

     Hasta luego hombrecito desangrado
     el dolor que ha dejado tu partida
     lo llevaré en mi corazón guardado
     hasta que un día en mi ser ya no haya vida.

     Pasé días donde no podía contener el llanto y comencé a dudar de mi esposa. Comencé a tener pensamientos contrarios a ella. Una y otra vez la culpaba en mi mente, por haber ella (según pensaba yo), provocado la pérdida de mi hijo. Además, dudaba de si ella me era fiel, porque alguna vez me había mencionado sobre un enfermero, compañero de trabajo que había conocido (mi esposa era trabajadora social en un hospital de Caracas). Lo cierto, es que tuve otro sueño, donde veía entrar por la puerta del Pabellón de Presos Políticos, una especie de desfile formado por mi madre, mis hermanas y hermanos y traían una torta con un angelito decorado en forma de pastelería. Cuando colocaron la torta sobre la mesa de ping pong que estaba en el centro del pabellón, yo intenté hacer un corte con un cuchillo y entonces, el angelito abrió los ojos, se levantó y salió volando. Fue en ese momento cuando me di cuenta se trataba de mi hijo Rubén Simón.
     En el sueño, yo salí volando detrás de mi hijo y lo fui persiguiendo hasta los límites de la Estratosfera. El niño salió volando de la Tierra hacia el firmamento y cuando traté de seguirle, choqué contra una especie de aro magnético y caí a la Tierra. Entonces el niño me dijo desde el cielo: “Papá, tú no puedes pasar porque yo estoy muerto. No  llores por mí, nos veremos un día en el cielo. Como prueba de que te estoy hablando en el espíritu, te voy a decir dos secretos: “en realidad hay dos soles y pronto los científicos van a poder observar la cara oculta de la Luna”.
     Desperté de este sueño, con cierto consuelo. Pero en pocos días, cuando apenas comenzaba a secar mis lágrimas por la pérdida de mi hijo, mi esposa me daría un golpe sentimental y emocional tremendo. Me dijo: “Rubén, lo que sentía por ti ha muerto. Debemos separarnos. Yo te amé, pero tu forma de ser ha hecho morir mi amor por ti”. Y en verdad, yo me había comportado de manera obstinada. Había comenzado a celar a mi esposa obsesivamente. Su amistad con el enfermero, compañero de trabajo de ella, me molestaba mucho. Cuando Zuleima me dijo que me dejaba para siempre, yo le pregunté: ¿Por quién me dejas? ¿Por tu amigo el enfermero? Entonces ella me confesó la verdad: sí, era por él. Se había enamorado de ese amigo.
     Aparentemente, acepté esta despedida. Pero en mi corazón sufría en silencio. Me fui convirtiendo en un cínico. Comencé a enamorar mujeres por rebeldía y soledad. Inclusive, me le declaré a una mujer casada y esto, me hizo padecer el desprecio de antiguos compañeros de lucha y sufrir el desprestigio como luchador social. Sentí que nadie me quería. Pero eso apenas era el comienzo de un estado de padecimiento físico y espiritual, permitido por Dios para mi futura salvación, porque él había comenzado a tratar ya conmigo.
     El primer sábado del mes de agosto de 1983, me dediqué por fin a leer la Biblia que me había regalado el pastor Silva. Eran las ocho de la noche exactamente, cuando inicié el estudio comparativo de la Biblia y el “Po Pol Vu”, supuestamente la antigua Biblia precolombina de la Cultura Nahualt. Mientras leía, encerrado en mi celda con el candado de seguridad personal puesto en la puerta de hierro, más el candado de seguridad del penal colocado por el lado de afuera de la puerta, me inquieté al comprobar como en una porción del Po Pol Vu, decía, “él vendrá como relámpago en la oscuridad”, mientras que en la Biblia leí en ese momento: “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27).
     Mientras meditaba en la similitud de estas expresiones, ocurrió lo inesperado y asombroso. Una mujer apareció en medio de mi celda; esta aparición, me produjo una enorme impresión y me quedé paralizado de terror (Para ese entonces, quedábamos tres prisioneros políticos en la Cárcel Nacional de Trujillo; cada uno en una celda individual). La supuesta mujer aparecida de la nada, era mi profesora de inglés ( por entonces yo estudiaba el 4to año de bachillerato en la prisión). Como me encontraba sentado en la cama en posición de “loto” (2) y como a su vez, estaba aturdido y confundido por aquella sorprendente presencia, observé sus ojos de hombre, cuando la mujer me dijo:
-         “Al fin solos.- ¿Quieres ver mi poder?”. Inmediatamente, salió del baño una “muñequita” parecida a un objeto de madera y metal. Este ser venía hacia mí y supe inmediatamente lo que pretendía: arrebatarme la Biblia de las manos (Años más adelante este personaje apareció en un largometraje de terror como la “novia de chuky”). Me negué a dejarme arrebatar la Biblia por aquel ser de pesadilla y apreté el libro fuertemente contra mi pecho. La monstruosa “muñequita” logró arrebatarme la Santa Palabra de las manos y colocándola con las letras hacia abajo la chocó contra el piso, mientras de mi boca salió un grito escalofriante:
-¡¡NOOOO!!- Al instante sonó una tremenda explosión y salí (¿mi alma?) por el techo de la celda, llevado por un ventarrón o remolino negro, oscuro, de tinieblas. Mientras este extraño “remolino o ventarrón”, me llevaba por el aire, pude ver la gente caminando a esa hora-8 pm-, por las calles de la ciudad de Trujillo. Comencé a gritar a pesar ser “ateo” e incrédulo: -¡DIOS AYÚDAME!- Luego, el extraño y diabólico viento me llevó por las ciudades de Barquisimeto, Valencia y Maracay, hasta llegar a Caracas, Calle San Isidro, Callejón San Nicolás, Número 16, donde habitaba con mis padres y mis hermanos antes de ser detenido.
     Al llegar a la casa, me asomé por una ventana y pude ver a mi padre y a mi madre, quienes sentados en la sala, frente al reloj de campana de la casa, conversaban de esta manera:-“ pobrecito ese muchacho”- Decía mi madre refiriéndose a mí. Y agregaba: -“él tomó ese camino revolucionario y ahora está preso. Yo siempre rezo por él- A su vez, mi padre respondió:-“sí, pobrecito. Yo rezo también por él, siempre”. Entre tanto, yo intentaba llamar la atención de ellos tocando a la ventana, mientras exclamaba:-¡Papá, mamá, aquí estoy!- No obstante, fue inútil. Mi padre y mi madre no podían verme. En ese momento comprendí que estaba viviendo una experiencia espiritual.
     Posteriormente, ví salir de las tinieblas una mujer a la cual yo conocía. Se trataba de una vecina. La misma aparecía ante mis ojos espirituales como una bruja, cuando en realidad ella era miembro de una iglesia cristiana evangélica. Entonces reflexioné: “Cómo es posible que haya brujos escondidos dentro de las iglesias evangélicas”. Mientras realizaba esta reflexión, salió de las tinieblas otro personaje: se trataba de satanás, pero apareció como el personaje Freddy Gruver de la película “Pesadilla en la Calle del Infierno”. Sin embargo, esta película no fue grabada sino hasta varios años después, de la experiencia que estoy relatando. El tenebroso y demoníaco personaje, me preguntó: “¿Has visto mi poder?”. En seguida levantó uno de sus dedos infernales y golpeó un muro de la casa. Sonó una tremenda explosión y me encontré de nuevo llevado por un ventarrón negro, de tinieblas, por todas las ciudades anteriores, hasta llegar a la ciudad de Trujillo, donde atravesé el techo de la prisión y caí sobre la cama.
     Aturdido por esta situación y aterrado por tan extraña experiencia, vi como la mujer aparecida en mi celda, estaba aún allí. Entonces me dijo:-¿HAS VISTO MI PODER?- Inmediatamente, se despojó de toda la ropa, sacó su lengua bífida o bifurcada, su lengua de serpiente y se abalanzó sobre mí. Comencé a sentir un dolor terrible en todo mi cuerpo. Esta mujer que era un demonio, el mismo diablo, me estaba arrancando el alma. En medio del terrible dolor experimentado, una neblina densa y oscura invadió mi celda. Se trataba de las más densas tinieblas que jamás en mi vida yo había visto. Fue entonces, cuando recordé las palabras que me había dicho el hermano Nerio, emisario del pastor Silva: “Cuando te encuentres en algún peligro, invoca el nombre del Señor Jesucristo”. Grité en mi desesperación: -¡¡SEÑOR JESÚS AYÚDAME!!
     Ocurrió entonces algo maravilloso: Un relámpago extraordinario, una luz infinitamente brillante, entró a mi celda y la mujer demonio-quien me estaba robando el alma-, se esfumó emitiendo un horrible alarido por un túnel oscuro que se la tragó instantáneamente. Mientras esto ocurría, pude escuchar una pelea a espadas entre ángeles que combatían entre sí por mi alma. Digo escuchar, porque ya no podía ver: AQUELLA LUZ MARAVILLOSA, AQUEL RESPLANDOR DE UN FULGOR INCOMPARABLE, ME HABÍA DEJADO CIEGO.
     Fue en ese momento cuando recordé un pasaje de Hechos Capítulo 9, el cual había leído en la Comandancia de Policía de la Victoria, en uno de esos ejemplares del Nuevo Testamento que me habían obsequiado años antes, al comienzo de mis prisiones por causa de mis pecados, LOS GEDEONES INTERNACIONALES. Entonces imploré al Señor: SEÑOR JESÚS, VUÉLVEME LA VISTA COMO SE LA DEVOLVISTE A PABLO. Poco a poco, comencé a ver de nuevo; primero borroso. Pero en pocos minutos, la celda apareció ante mis ojos con todos los objetos y colorido. Mi visión había sido restaurada por el Señor Jesús.
     Sumamente sorprendido por todo lo acontecido, me disponía a reflexionar acerca de estos hechos, cuando tocaron a la puerta de mi celda insistentemente, mientras me llamaban por mi nombre:-¡¡Rubén Gómez!! ¡¡Rubén Gómez!! ¡¡ABRE LA PUERTA!! Al abrir la puerta de hierro, me encontré con once guardias nacionales y un vigilante de prisiones, quienes me interrogaban con voz exaltada y emotiva: -¿Qué pasó Rubén Gómez? ¡¡Cuéntanos, que pasó? Respondí a sus imperiosas interrogantes, con otra pregunta:-¿Qué pasó de qué? ¿Qué está ocurriendo?- Uno de los guardias me dijo entonces:-“Yo estaba en “el pingüino” (es decir, la garita central y más alta) y vi como salía fuego de esta celda. A la vez, escuché una gritería aquí y una pelea como a espada o cuchillo y dije, están matando al preso político; están quemando al político”. Luego, el teniente al mando de aquel pelotón, agregó:-“Cuando nos acercábamos apresuradamente, todavía vimos un gran fuego que salía de tu celda. Y seguidamente me preguntó:-Dinos, ¿qué fue todo eso? Ante estas preguntas llenas de asombro y de una imperiosa necesidad de indagar lo acontecido por parte de los carceleros, respondí de manera decidida y tajante:-TUVE UNA PESADILLA; SOLAMENTE UNA PESADILLA- Al escuchar mi respuesta, tanto los guardias nacionales como el vigilante de prisiones, se rascaban la cabeza dudosos y se retiraron en silencio, expresando en sus rostros incertidumbre y asombro.
     Entré a mi celda para recapacitar sobre el extraño acontecimiento, cuando observé la hora en mi sencillo reloj de pared: eran apenas las 8:15 de la noche de aquel sábado. Todo había acontecido en 15 minutos y lo más extraño, es que desde mis 15 años de edad hasta la fecha, jamás me he acostado antes de las 11:30 ó las 12 de la medianoche, porque en mis prisiones y antes de mis prisiones (durante 10 años y medio de reclusión), dediqué las noches a leer. Actualmente la dedico a leer, orar y escribir, pero nunca duermo antes de las 12 ó 12:30 de la noche.
     Meses después de este extraño suceso, tuve un extraño sueño una noche de angustia y zozobra. Ese día me acosté alrededor de las 11 de la noche, cuando soñé que me encontraba en un velorio y en el ambiente sonaba una música extraña de ultratumba, mientras una luz violeta iluminaba la sala donde se encontraba el féretro. Cuando me acerqué a la urna para observar al muerto, éste se trataba del mismo guardia nacional que estaba destacado en “el pingüino” o garita de vigilancia central, el día cuando el diablo quiso robar mi alma y ahora entiendo, el Señor Jesús se me apareció por segunda vez, en un glorioso resplandor, para librarme de la muerte y del infierno. Mientras contemplaba el cadáver yacente en la urna, éste se levantó y comenzó a perseguirme pistola en mano, hasta alcanzarme y sujetarme por la espalda y entonces desperté de aquella pesadilla. Recordé al despertarme, que mis sillas blancas de plástico, estaban en el velorio en el sueño macabro que había tenido.
     Al despertarme, me comuniqué con otro de los presos políticos (JLS), por un pequeño agujero que había en la pared contigua a su celda. Le relaté de manera breve el extraño sueño a viva voz, mientras él me respondió:-Yo también tuve un sueño extraño. Parece que viene algo en contra de nosotros- me dijo mi compañero de lucha a quien llamaré solamente JLS.
     Decidí que había un plan del gobierno y de la guardia nacional contra los tres presos políticos recluidos para entonces en aquella prisión. Me dispuse a resistir a los esbirros “hasta la muerte”. Para ello, coloqué un estante metálico acostado en forma de barricada; improvisé una bandera roja con un palo de escoba y un pañuelo de ese color guardado en mi ropero. Fabriqué una bomba molotov, con una botella, gasolina oculta en mi celda y mopa tomada del coleto. Me persuadí a esperar sin dormir, la segura arremetida del enemigo, cuando tocaron a la puerta de mi celda. Al abrir la puerta, un vigilante de prisiones me ordenó:- “PREPÁRATE QUE VAS TRASLADADO PARA CARACAS”-
     Esta información dada por el vigilante con un tono de voz agresivo y a la vez malicioso, me pareció una vil mentira. Algo terrible habían preparado los carceleros en contra de los tres políticos que aún quedábamos en Trujillo. Volví a comunicarme con el compañero JLS a través del agujero en la pared; éste a su vez, se comunicó con nuestro otro compañero CLG cuya celda estaba contigua a la de él. Ambos acordaron no resistir al traslado, lo cual acepté de mala gana.
    A eso de las 12:30 de la noche, se presentó una comisión de guardias nacionales a mando del teniente Arteaga. Solicitaron que saliera de mi celda con las manos en la nuca. Una vez que salí de mi celda sin oponer resistencia, el teniente Arteaga ordenó me esposaran y comenzó a darme puñetazos, mientras me insultaba. Ante esta agresión, respondí diciéndole a los guardias nacionales: guardias, su teniente es un cobarde, porque le pega a los hombres cuando están esposados. Así era yo de contestatario, antes de conocer a Jesucristo como mi Señor y salvador.
     Luego de golpearme, me condujeron a la llamada “jefatura de servicios”, donde ya aguardaban esposados también, mis compañeros JLS y CLG. Nos encaminaron al autobús para proceder al traslado hacia lo “desconocido”, porque no sabíamos hacia donde nos llevaban, como tampoco el motivo de nuestro sorpresivo traslado. Allí comenzó nuestro martirio. Fuimos esposados unos con otros, y además, encadenados al cuello con el pie del otro, mientras nos colocaron unos enormes candados. Mientras nos daban puntapiés y peinillazos, fuimos colocados en el piso del autobús, para viajar pisoteados por las botas de los guardias nacionales, quienes no paraban de agredirnos verbal y físicamente.
     A medida del avance del autobús, comprendimos algo terrible: no estábamos siendo trasladados a Caracas; llevábamos verdaderamente un rumbo desconocido. Cuando habían transcurrido unas catorce horas de recorrido aproximadamente, en aquel autobús del diablo, arribamos a San Juan de los Morros. Eran los días de la campaña electoral de 1983. Jaime Lusinchi, quien posteriormente sería mi padrino de graduación como bachiller de la República, era para entonces el candidato del partido Acción Democrática (AD), aspirando a la presidencia de Venezuela. La mañana estaba avanzada, cuando se acercaron al autobús siniestro unas jovencitas de AD, recogiendo colaboración para la campaña presidencial del Doctor Jaime Lusinchi.
     Los guardias nacionales comenzaron a burlarse de nosotros, quienes permanecíamos en el piso del autobús, amarrados, encadenados y esposados. Subieron a las jovencitas de AD al autobús y éstas comenzaron a reirse de nosotros, mostrándonos los “perolitos” de recolecta de fondos, mientras nos decían cínicamente: -VAMOS GUERRILLEROS, COLABOREN CON LA DEMOCRACIA- Luego, continuaban burlándose. No pude contenerme y les dije:
-“MUCHACHAS, OJALÁ USTEDES NUNCA TENGAN QUE PADECER LO QUE NOSOTROS HEMOS SUFRIDO EN MANOS DE ESTOS TORTURADORES, POR LUCHAR POR UNA VENEZUELA LIBRE Y VERDADERAMENTE DEMOCRÁTICA”. Esas eran mis ideas y las de mis compañeros. Las muchachas, al escuchar mis palabras, cambiaron de actitud. Pude ver en los ojos de una de ellas, las lágrimas brotando. Se bajaron en silencio del autobús, mientras que los guardias nacionales arremetieron contra nosotros con patadas y golpes.
     Ocho horas después, aproximadamente, llegamos a nuestro destino provisional. No sabíamos a dónde habíamos sido trasladados, hasta que al bajarnos del autobús, los guardias nacionales comenzaron a insultarnos y a maldecirnos, mientras nos decían peinilla en mano: “BIENVENIDOS A LA ISLA DE LA FANTASÍA, HAN LLEGADO A LAS COLONIAS MÓVILES DE “EL DORADO” (3)



(1)     Nerio: mi amigo Nerio, el “maracucho” era un detenido de la Cárcel Nacional de Trujillo, cuando yo llegué a ese recinto carcelario. También fue el primer preso en predicarme la Palabra de Dios y de sus manos, recibí la primera Biblia Reina Valera (Versión 1977), que tuve en mi vida. Cuando salí en libertad, encontré a Nerio en Caracas: trabajaba como zapatero por su cuenta, en las calles, arriesgando siempre su vida. A finales del 2011 le relaté por fin la experiencia sobrenatural que tuve en la Cárcel de Trujillo, cuando leía la Biblia y el diablo quiso llevarme y el Señor me salvó. A comienzos del 2012, vi a Nerio por última vez en Chacaito. Según supe, mi amigo fue asesinado en las calles de Caracas, pero esto debo confirmarlo.
(2)     Posición de Loto: es una forma de sentarse ejecutada por los practicantes del Hatta Yoga o Yoga Físico.
(3)     EL DORADO: Siniestra cárcel ubicada en la selva de Santa Elena de Uairén, custodiada desde su fundación por la Guardia Nacional. Durante los días de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, El Dorado fue sitio de reclusión y de muerte de muchos prisioneros políticos. Luego, durante la democracia adeco-copeyana, fue usada como recinto para aislar a los jóvenes y adolescentes, a quienes se les aplicaba la inconstitucional “Ley de Vagos y Maleantes”.
En ocasiones, muchos prisioneros políticos fuimos secuestrados en El Dorado, para ser sometidos a torturas y maltratos, con la finalidad de hacernos renegar de nuestros principios.


                  CAPÍTULO VII: TRUJILO, UNA CÁRCEL
                  DE TERRIBLES EXPERIENCIAS.

     Mi traslado a la Cárcel Nacional de Trujillo, se produjo luego de culminar una huelga de hambre de 41 días, junto a otros seis compañeros de reclusión. Nuestro traslado a la Cárcel de Trujillo, fue el resultado de un convenio con las autoridades penitenciarias, toda vez que convenía a ellos también, alejarnos de Caracas, luego de que un comando revolucionario secuestrara tres aviones en pleno vuelo y exigiera nuestra libertad. Los aviones fueron llevados por varios países de Centroamérica y luego a Cuba. Aunque no se lograra nuestra libertad mediante la operación comando, el hecho sirvió para que los carceleros reconocieran nuestra condición como prisioneros políticos, por primera vez en Venezuela,  mediante un acta firmada entre el Comité de Presos Políticos Revolucionarios y el Director del Penal, así como la Guardia Nacional.
     Aunque nuestro traslado fue en avión, saliendo del Aeropuerto de la Base Aérea “Francisco de Miranda” en La Carlota, hasta arribar al Aeropuerto de Carvajal cerca de Valera, estado Trujillo, no pudimos disfrutar del paisaje, porque en realidad fuimos conducidos amarrados y encadenados como era la costumbre de los “perros de la guerra”, al servicio del Imperio Yanqui. Yo sólo pude ver por una escotilla parte del cielo, mientras recibía durante el trayecto de 45 minutos, muchos “coscorrones” de parte de estos “demócratas” uniformados de la IV República.
     En Trujillo fuimos recluidos en el Pabellón A-3, el mismo donde estuvo detenido el comandante revolucionario Fabricio Ojeda, quien logró fugarse de dichos calabozos, para luego ser traicionado y asesinado por el ministro de relaciones Carlos Andrés Pérez, en el año 1963 bajo el gobierno del tristemente célebre Raúl Leoni, a quien se le atribuye la desaparición forzosa y el asesinato de más de 5.000 venezolanos, hombres y mujeres luchadores por la liberación nacional y la justicia social.
     Lo cierto, en lo concerniente al presente testimonio, es que cuando llegué a esta nueva cárcel, un joven recluso de nombre Nerio (1), oriundo de Maracaibo, me dio el recibimiento y me dijo: “El espíritu santo me dice que tú no eres ningún revolucionario, sino un escogido de Dios; debes buscar de Cristo. Yo hablaré de ti con el pastor Silva, a ver que me dice”.
     En esa cárcel, tuve como dice el encabezado de este capítulo, muchas experiencias terribles en el campo espiritual, las cuales voy a relatar. Aunque no mencione las fechas de algunas de estas experiencias, por motivo de memoria y porque no llevé un diario de la prisión por razones obvias; aunque el orden cronológico de las experiencias no sea el correcto, doy testimonio ante Dios, que los siguientes relatos son fieles y verdaderos:
    Por orden de importancia a los fines de mi testimonio, contaré lo siguiente: en una oportunidad, cuando mi primera esposa estaba embarazada de siete meses de mi primer hijo Rubén Simón, tuve un sueño donde me veía en un autobús de máquina como los que todavía existen en las antiguas rutas de los Magallanes de Catia, Los Frailes de Catia o Caricuao, por ejemplo. De pronto subió mi esposa con un bebé en brazos. Cuando intentó pasar la máquina, el bebé cayó de sus brazos, mientras yo, sentado en el tercer puesto, hacía el intento por evitar un daño al niño. No pude socorrerlo a tiempo y la cabeza del bebé se estrelló contra el piso del autobús. Cuando me acerqué a recogerlo, la gente me decía: “está muerto; el bebé murió”.
     Al despertar, con un sentimiento de dolor, me preguntaba: ¿qué significará este sueño? La respuesta no tardó en llegar: aproximadamente a las 8 de la mañana de ese día, recibí una carta escrita a puño y letra por mi hermano Julio César Gómez, quien me informaba lo siguiente, más o menos con estas palabras:
     “Querido hermano Rubén:
     Sabes cuanto te admiro y te aprecio de verdad. Te pido fortaleza ante la noticia que voy a darte: tu esposa Zuleima tuvo una pérdida. Tu hijo nació muerto. Lo siento mucho. Sé que sabrás superar este dolor”                  
     Ten fortaleza. ¡Ánimo, hermano!

                                            Te consuela en tu dolor, tu hermano
                                             Julio.”
     Ese día, fue el más triste de mi vida, después de la pérdida de mi hermano José Luis, la de mi padre Cipriano Gómez, la de mi sobrina Oda Soledad y algunos años después, también falleció trágicamente mi hermano Julio, quien me consolara en mi dolor de la prisión.
     Al terminar de leer la carta, las lágrimas empañaron mi mirada y pronto, se convirtieron en una cascada de dolor brotando de mis ojos. Dentro de mi impotencia de prisionero, sin poder ver a mi esposa, sin poder despedir el cadáver de mi hijo, comencé a escribir este poema:

                                   AL NIÑO QUE NO LLEGÓ
      Cuanto tiempo de espera, Rubencito
     te esperé, te soñé con alegría
     y esta tenue y pasajera fantasía
     el dolor de tu partida me ha traído.

     Te esperé con gran ternura, criatura
     mas, lo adverso te alejó de la existencia
     hoy en mí sólo queda esta tristeza
     y mi dolor se ha convertido en amargura.

     Obnubilado quedé con tu partida
     no llegaste hombrecito de mi ensueño;
     no voy a lamentarme ni voy a alzar un ruego
     sólo sé que algún día, te encontraré en la vida.

     Hasta luego hombrecito desangrado
     el dolor que ha dejado tu partida
     lo llevaré en mi corazón guardado
     hasta que un día en mi ser ya no haya vida.

     Pasé días donde no podía contener el llanto y comencé a dudar de mi esposa. Comencé a tener pensamientos contrarios a ella. Una y otra vez la culpaba en mi mente, por haber ella (según pensaba yo), provocado la pérdida de mi hijo. Además, dudaba de si ella me era fiel, porque alguna vez me había mencionado sobre un enfermero, compañero de trabajo que había conocido (mi esposa era trabajadora social en un hospital de Caracas). Lo cierto, es que tuve otro sueño, donde veía entrar por la puerta del Pabellón de Presos Políticos, una especie de desfile formado por mi madre, mis hermanas y hermanos y traían una torta con un angelito decorado en forma de pastelería. Cuando colocaron la torta sobre la mesa de ping pong que estaba en el centro del pabellón, yo intenté hacer un corte con un cuchillo y entonces, el angelito abrió los ojos, se levantó y salió volando. Fue en ese momento cuando me di cuenta se trataba de mi hijo Rubén Simón.
     En el sueño, yo salí volando detrás de mi hijo y lo fui persiguiendo hasta los límites de la Estratosfera. El niño salió volando de la Tierra hacia el firmamento y cuando traté de seguirle, choqué contra una especie de aro magnético y caí a la Tierra. Entonces el niño me dijo desde el cielo: “Papá, tú no puedes pasar porque yo estoy muerto. No  llores por mí, nos veremos un día en el cielo. Como prueba de que te estoy hablando en el espíritu, te voy a decir dos secretos: “en realidad hay dos soles y pronto los científicos van a poder observar la cara oculta de la Luna”.
     Desperté de este sueño, con cierto consuelo. Pero en pocos días, cuando apenas comenzaba a secar mis lágrimas por la pérdida de mi hijo, mi esposa me daría un golpe sentimental y emocional tremendo. Me dijo: “Rubén, lo que sentía por ti ha muerto. Debemos separarnos. Yo te amé, pero tu forma de ser ha hecho morir mi amor por ti”. Y en verdad, yo me había comportado de manera obstinada. Había comenzado a celar a mi esposa obsesivamente. Su amistad con el enfermero, compañero de trabajo de ella, me molestaba mucho. Cuando Zuleima me dijo que me dejaba para siempre, yo le pregunté: ¿Por quién me dejas? ¿Por tu amigo el enfermero? Entonces ella me confesó la verdad: sí, era por él. Se había enamorado de ese amigo.
     Aparentemente, acepté esta despedida. Pero en mi corazón sufría en silencio. Me fui convirtiendo en un cínico. Comencé a enamorar mujeres por rebeldía y soledad. Inclusive, me le declaré a una mujer casada y esto, me hizo padecer el desprecio de antiguos compañeros de lucha y sufrir el desprestigio como luchador social. Sentí que nadie me quería. Pero eso apenas era el comienzo de un estado de padecimiento físico y espiritual, permitido por Dios para mi futura salvación, porque él había comenzado a tratar ya conmigo.
     El primer sábado del mes de agosto de 1983, me dediqué por fin a leer la Biblia que me había regalado el pastor Silva. Eran las ocho de la noche exactamente, cuando inicié el estudio comparativo de la Biblia y el “Po Pol Vu”, supuestamente la antigua Biblia precolombina de la Cultura Nahualt. Mientras leía, encerrado en mi celda con el candado de seguridad personal puesto en la puerta de hierro, más el candado de seguridad del penal colocado por el lado de afuera de la puerta, me inquieté al comprobar como en una porción del Po Pol Vu, decía, “él vendrá como relámpago en la oscuridad”, mientras que en la Biblia leí en ese momento: “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27).
     Mientras meditaba en la similitud de estas expresiones, ocurrió lo inesperado y asombroso. Una mujer apareció en medio de mi celda; esta aparición, me produjo una enorme impresión y me quedé paralizado de terror (Para ese entonces, quedábamos tres prisioneros políticos en la Cárcel Nacional de Trujillo; cada uno en una celda individual). La supuesta mujer aparecida de la nada, era mi profesora de inglés ( por entonces yo estudiaba el 4to año de bachillerato en la prisión). Como me encontraba sentado en la cama en posición de “loto” (2) y como a su vez, estaba aturdido y confundido por aquella sorprendente presencia, observé sus ojos de hombre, cuando la mujer me dijo:
-         “Al fin solos.- ¿Quieres ver mi poder?”. Inmediatamente, salió del baño una “muñequita” parecida a un objeto de madera y metal. Este ser venía hacia mí y supe inmediatamente lo que pretendía: arrebatarme la Biblia de las manos (Años más adelante este personaje apareció en un largometraje de terror como la “novia de chuky”). Me negué a dejarme arrebatar la Biblia por aquel ser de pesadilla y apreté el libro fuertemente contra mi pecho. La monstruosa “muñequita” logró arrebatarme la Santa Palabra de las manos y colocándola con las letras hacia abajo la chocó contra el piso, mientras de mi boca salió un grito escalofriante:
-¡¡NOOOO!!- Al instante sonó una tremenda explosión y salí (¿mi alma?) por el techo de la celda, llevado por un ventarrón o remolino negro, oscuro, de tinieblas. Mientras este extraño “remolino o ventarrón”, me llevaba por el aire, pude ver la gente caminando a esa hora-8 pm-, por las calles de la ciudad de Trujillo. Comencé a gritar a pesar ser “ateo” e incrédulo: -¡DIOS AYÚDAME!- Luego, el extraño y diabólico viento me llevó por las ciudades de Barquisimeto, Valencia y Maracay, hasta llegar a Caracas, Calle San Isidro, Callejón San Nicolás, Número 16, donde habitaba con mis padres y mis hermanos antes de ser detenido.
     Al llegar a la casa, me asomé por una ventana y pude ver a mi padre y a mi madre, quienes sentados en la sala, frente al reloj de campana de la casa, conversaban de esta manera:-“ pobrecito ese muchacho”- Decía mi madre refiriéndose a mí. Y agregaba: -“él tomó ese camino revolucionario y ahora está preso. Yo siempre rezo por él- A su vez, mi padre respondió:-“sí, pobrecito. Yo rezo también por él, siempre”. Entre tanto, yo intentaba llamar la atención de ellos tocando a la ventana, mientras exclamaba:-¡Papá, mamá, aquí estoy!- No obstante, fue inútil. Mi padre y mi madre no podían verme. En ese momento comprendí que estaba viviendo una experiencia espiritual.
     Posteriormente, ví salir de las tinieblas una mujer a la cual yo conocía. Se trataba de una vecina. La misma aparecía ante mis ojos espirituales como una bruja, cuando en realidad ella era miembro de una iglesia cristiana evangélica. Entonces reflexioné: “Cómo es posible que haya brujos escondidos dentro de las iglesias evangélicas”. Mientras realizaba esta reflexión, salió de las tinieblas otro personaje: se trataba de satanás, pero apareció como el personaje Freddy Gruver de la película “Pesadilla en la Calle del Infierno”. Sin embargo, esta película no fue grabada sino hasta varios años después, de la experiencia que estoy relatando. El tenebroso y demoníaco personaje, me preguntó: “¿Has visto mi poder?”. En seguida levantó uno de sus dedos infernales y golpeó un muro de la casa. Sonó una tremenda explosión y me encontré de nuevo llevado por un ventarrón negro, de tinieblas, por todas las ciudades anteriores, hasta llegar a la ciudad de Trujillo, donde atravesé el techo de la prisión y caí sobre la cama.
     Aturdido por esta situación y aterrado por tan extraña experiencia, vi como la mujer aparecida en mi celda, estaba aún allí. Entonces me dijo:-¿HAS VISTO MI PODER?- Inmediatamente, se despojó de toda la ropa, sacó su lengua bífida o bifurcada, su lengua de serpiente y se abalanzó sobre mí. Comencé a sentir un dolor terrible en todo mi cuerpo. Esta mujer que era un demonio, el mismo diablo, me estaba arrancando el alma. En medio del terrible dolor experimentado, una neblina densa y oscura invadió mi celda. Se trataba de las más densas tinieblas que jamás en mi vida yo había visto. Fue entonces, cuando recordé las palabras que me había dicho el hermano Nerio, emisario del pastor Silva: “Cuando te encuentres en algún peligro, invoca el nombre del Señor Jesucristo”. Grité en mi desesperación: -¡¡SEÑOR JESÚS AYÚDAME!!
     Ocurrió entonces algo maravilloso: Un relámpago extraordinario, una luz infinitamente brillante, entró a mi celda y la mujer demonio-quien me estaba robando el alma-, se esfumó emitiendo un horrible alarido por un túnel oscuro que se la tragó instantáneamente. Mientras esto ocurría, pude escuchar una pelea a espadas entre ángeles que combatían entre sí por mi alma. Digo escuchar, porque ya no podía ver: AQUELLA LUZ MARAVILLOSA, AQUEL RESPLANDOR DE UN FULGOR INCOMPARABLE, ME HABÍA DEJADO CIEGO.
     Fue en ese momento cuando recordé un pasaje de Hechos Capítulo 9, el cual había leído en la Comandancia de Policía de la Victoria, en uno de esos ejemplares del Nuevo Testamento que me habían obsequiado años antes, al comienzo de mis prisiones por causa de mis pecados, LOS GEDEONES INTERNACIONALES. Entonces imploré al Señor: SEÑOR JESÚS, VUÉLVEME LA VISTA COMO SE LA DEVOLVISTE A PABLO. Poco a poco, comencé a ver de nuevo; primero borroso. Pero en pocos minutos, la celda apareció ante mis ojos con todos los objetos y colorido. Mi visión había sido restaurada por el Señor Jesús.
     Sumamente sorprendido por todo lo acontecido, me disponía a reflexionar acerca de estos hechos, cuando tocaron a la puerta de mi celda insistentemente, mientras me llamaban por mi nombre:-¡¡Rubén Gómez!! ¡¡Rubén Gómez!! ¡¡ABRE LA PUERTA!! Al abrir la puerta de hierro, me encontré con once guardias nacionales y un vigilante de prisiones, quienes me interrogaban con voz exaltada y emotiva: -¿Qué pasó Rubén Gómez? ¡¡Cuéntanos, que pasó? Respondí a sus imperiosas interrogantes, con otra pregunta:-¿Qué pasó de qué? ¿Qué está ocurriendo?- Uno de los guardias me dijo entonces:-“Yo estaba en “el pingüino” (es decir, la garita central y más alta) y vi como salía fuego de esta celda. A la vez, escuché una gritería aquí y una pelea como a espada o cuchillo y dije, están matando al preso político; están quemando al político”. Luego, el teniente al mando de aquel pelotón, agregó:-“Cuando nos acercábamos apresuradamente, todavía vimos un gran fuego que salía de tu celda. Y seguidamente me preguntó:-Dinos, ¿qué fue todo eso? Ante estas preguntas llenas de asombro y de una imperiosa necesidad de indagar lo acontecido por parte de los carceleros, respondí de manera decidida y tajante:-TUVE UNA PESADILLA; SOLAMENTE UNA PESADILLA- Al escuchar mi respuesta, tanto los guardias nacionales como el vigilante de prisiones, se rascaban la cabeza dudosos y se retiraron en silencio, expresando en sus rostros incertidumbre y asombro.
     Entré a mi celda para recapacitar sobre el extraño acontecimiento, cuando observé la hora en mi sencillo reloj de pared: eran apenas las 8:15 de la noche de aquel sábado. Todo había acontecido en 15 minutos y lo más extraño, es que desde mis 15 años de edad hasta la fecha, jamás me he acostado antes de las 11:30 ó las 12 de la medianoche, porque en mis prisiones y antes de mis prisiones (durante 10 años y medio de reclusión), dediqué las noches a leer. Actualmente la dedico a leer, orar y escribir, pero nunca duermo antes de las 12 ó 12:30 de la noche.
     Meses después de este extraño suceso, tuve un extraño sueño una noche de angustia y zozobra. Ese día me acosté alrededor de las 11 de la noche, cuando soñé que me encontraba en un velorio y en el ambiente sonaba una música extraña de ultratumba, mientras una luz violeta iluminaba la sala donde se encontraba el féretro. Cuando me acerqué a la urna para observar al muerto, éste se trataba del mismo guardia nacional que estaba destacado en “el pingüino” o garita de vigilancia central, el día cuando el diablo quiso robar mi alma y ahora entiendo, el Señor Jesús se me apareció por segunda vez, en un glorioso resplandor, para librarme de la muerte y del infierno. Mientras contemplaba el cadáver yacente en la urna, éste se levantó y comenzó a perseguirme pistola en mano, hasta alcanzarme y sujetarme por la espalda y entonces desperté de aquella pesadilla. Recordé al despertarme, que mis sillas blancas de plástico, estaban en el velorio en el sueño macabro que había tenido.
     Al despertarme, me comuniqué con otro de los presos políticos (JLS), por un pequeño agujero que había en la pared contigua a su celda. Le relaté de manera breve el extraño sueño a viva voz, mientras él me respondió:-Yo también tuve un sueño extraño. Parece que viene algo en contra de nosotros- me dijo mi compañero de lucha a quien llamaré solamente JLS.
     Decidí que había un plan del gobierno y de la guardia nacional contra los tres presos políticos recluidos para entonces en aquella prisión. Me dispuse a resistir a los esbirros “hasta la muerte”. Para ello, coloqué un estante metálico acostado en forma de barricada; improvisé una bandera roja con un palo de escoba y un pañuelo de ese color guardado en mi ropero. Fabriqué una bomba molotov, con una botella, gasolina oculta en mi celda y mopa tomada del coleto. Me persuadí a esperar sin dormir, la segura arremetida del enemigo, cuando tocaron a la puerta de mi celda. Al abrir la puerta, un vigilante de prisiones me ordenó:- “PREPÁRATE QUE VAS TRASLADADO PARA CARACAS”-
     Esta información dada por el vigilante con un tono de voz agresivo y a la vez malicioso, me pareció una vil mentira. Algo terrible habían preparado los carceleros en contra de los tres políticos que aún quedábamos en Trujillo. Volví a comunicarme con el compañero JLS a través del agujero en la pared; éste a su vez, se comunicó con nuestro otro compañero CLG cuya celda estaba contigua a la de él. Ambos acordaron no resistir al traslado, lo cual acepté de mala gana.
    A eso de las 12:30 de la noche, se presentó una comisión de guardias nacionales a mando del teniente Arteaga. Solicitaron que saliera de mi celda con las manos en la nuca. Una vez que salí de mi celda sin oponer resistencia, el teniente Arteaga ordenó me esposaran y comenzó a darme puñetazos, mientras me insultaba. Ante esta agresión, respondí diciéndole a los guardias nacionales: guardias, su teniente es un cobarde, porque le pega a los hombres cuando están esposados. Así era yo de contestatario, antes de conocer a Jesucristo como mi Señor y salvador.
     Luego de golpearme, me condujeron a la llamada “jefatura de servicios”, donde ya aguardaban esposados también, mis compañeros JLS y CLG. Nos encaminaron al autobús para proceder al traslado hacia lo “desconocido”, porque no sabíamos hacia donde nos llevaban, como tampoco el motivo de nuestro sorpresivo traslado. Allí comenzó nuestro martirio. Fuimos esposados unos con otros, y además, encadenados al cuello con el pie del otro, mientras nos colocaron unos enormes candados. Mientras nos daban puntapiés y peinillazos, fuimos colocados en el piso del autobús, para viajar pisoteados por las botas de los guardias nacionales, quienes no paraban de agredirnos verbal y físicamente.
     A medida del avance del autobús, comprendimos algo terrible: no estábamos siendo trasladados a Caracas; llevábamos verdaderamente un rumbo desconocido. Cuando habían transcurrido unas catorce horas de recorrido aproximadamente, en aquel autobús del diablo, arribamos a San Juan de los Morros. Eran los días de la campaña electoral de 1983. Jaime Lusinchi, quien posteriormente sería mi padrino de graduación como bachiller de la República, era para entonces el candidato del partido Acción Democrática (AD), aspirando a la presidencia de Venezuela. La mañana estaba avanzada, cuando se acercaron al autobús siniestro unas jovencitas de AD, recogiendo colaboración para la campaña presidencial del Doctor Jaime Lusinchi.
     Los guardias nacionales comenzaron a burlarse de nosotros, quienes permanecíamos en el piso del autobús, amarrados, encadenados y esposados. Subieron a las jovencitas de AD al autobús y éstas comenzaron a reirse de nosotros, mostrándonos los “perolitos” de recolecta de fondos, mientras nos decían cínicamente: -VAMOS GUERRILLEROS, COLABOREN CON LA DEMOCRACIA- Luego, continuaban burlándose. No pude contenerme y les dije:
-“MUCHACHAS, OJALÁ USTEDES NUNCA TENGAN QUE PADECER LO QUE NOSOTROS HEMOS SUFRIDO EN MANOS DE ESTOS TORTURADORES, POR LUCHAR POR UNA VENEZUELA LIBRE Y VERDADERAMENTE DEMOCRÁTICA”. Esas eran mis ideas y las de mis compañeros. Las muchachas, al escuchar mis palabras, cambiaron de actitud. Pude ver en los ojos de una de ellas, las lágrimas brotando. Se bajaron en silencio del autobús, mientras que los guardias nacionales arremetieron contra nosotros con patadas y golpes.
     Ocho horas después, aproximadamente, llegamos a nuestro destino provisional. No sabíamos a dónde habíamos sido trasladados, hasta que al bajarnos del autobús, los guardias nacionales comenzaron a insultarnos y a maldecirnos, mientras nos decían peinilla en mano: “BIENVENIDOS A LA ISLA DE LA FANTASÍA, HAN LLEGADO A LAS COLONIAS MÓVILES DE “EL DORADO” (3)



(1)     Nerio: mi amigo Nerio, el “maracucho” era un detenido de la Cárcel Nacional de Trujillo, cuando yo llegué a ese recinto carcelario. También fue el primer preso en predicarme la Palabra de Dios y de sus manos, recibí la primera Biblia Reina Valera (Versión 1977), que tuve en mi vida. Cuando salí en libertad, encontré a Nerio en Caracas: trabajaba como zapatero por su cuenta, en las calles, arriesgando siempre su vida. A finales del 2011 le relaté por fin la experiencia sobrenatural que tuve en la Cárcel de Trujillo, cuando leía la Biblia y el diablo quiso llevarme y el Señor me salvó. A comienzos del 2012, vi a Nerio por última vez en Chacaito. Según supe, mi amigo fue asesinado en las calles de Caracas, pero esto debo confirmarlo.
(2)     Posición de Loto: es una forma de sentarse ejecutada por los practicantes del Hatta Yoga o Yoga Físico.
(3)     EL DORADO: Siniestra cárcel ubicada en la selva de Santa Elena de Uairén, custodiada desde su fundación por la Guardia Nacional. Durante los días de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, El Dorado fue sitio de reclusión y de muerte de muchos prisioneros políticos. Luego, durante la democracia adeco-copeyana, fue usada como recinto para aislar a los jóvenes y adolescentes, a quienes se les aplicaba la inconstitucional “Ley de Vagos y Maleantes”.
En ocasiones, muchos prisioneros políticos fuimos secuestrados en El Dorado, para ser sometidos a torturas y maltratos, con la finalidad de hacernos renegar de nuestros principios.

                                        CAPÍTULO VIII: 12 DÍAS EN “EL DORADO”


     Al escuchar aquella tenebrosa “bienvenida”, aún no sé porqué, le dije a los carceleros: - NO IMPORTA, AQUÍ VAMOS A PERMANECER NADA MÁS 12 DÍAS”. En eso, un guardia nacional muy joven, aprovechándose de que estábamos esposados y encadenados, comenzó a empujarnos. Indignado le dije- Deja quieto que me quiten las esposas para ver si vas a seguir pegándome, cobarde-
     Aquel guardia, verdaderamente acobardado, me respondió: -“le voy a decir al mayor Antequera, comandante de esta prisión, que tú le está levantando una calumnia. Que tú estás diciendo que él es homosexual y mujer del capitán”. Yo me imaginé que el susodicho guardia nacional, había dicho eso para amedrentarme. Que se trataba solamente de una “guerra psicológica”. Además, nunca en mi vida había escuchado mencionar al coronel Antequera. Menos aún, pensaba como él.
     Pasados unos minutos, llegó Antequera, preguntando: -¿Dónde está el que dijo que yo era mujer del capitán?- El guardia me señaló y recibí la primera bofetada del mayor. Luego, el mayor me dijo: -“Perro, ¿así que ustedes son guerrilleros? De aquí los comunistas no salen vivos.” Enseguida me ordenó, “quítate la ropa delincuente”. Yo le respondí: -Yo no soy delincuente. Nosotros somos presos políticos. Luchadores por la libertad; malandros son ustedes, los guardias nacionales”.
     El mayor se enfureció y trajo a un guardia con aspecto de indio, cabello largo lacio, ojos azules y aproximadamente 1 metro 90 de estatura. En su placa de identificación, pude ver su apellido: SAGANINI. Este monstruo robusto, de casi dos metros, me ordenó levantar las manos y comenzó a golpearme con la peinilla. Al primer peinillazo dado entre mis glúteos y mi columna, caí privado al suelo. El esbirro comenzó a gritarme:- ¡A que no te levantas desgraciado!- Por dignidad y aún privado por el feroz golpe, me levanté y grité: -¡¡VIVA SIMÓN BOLÍVAR!!-
     Saganini, volvió a descargar su peinilla de esas del gomecismo (1) contra mi humanidad. Volví a caer al suelo privado por aquel golpe. Mientras el mayor Antequera y una multitud de guardias nacionales se reían y burlaban de mi dolor, el esbirro, volvió a gritarme: -¡¡A que no te levantas otra vez!!- Nuevamente, por orgullo propio y dignidad, con mis piernas casi paralizadas por el dolor y casi sin aliento, me volví a levantar y grité: -¡¡VIVA EL COMUNISMO!! Esta vez, el golpe del torturador fue mucho más potente. Comencé a ver todo dando vueltas. Mi cabeza parecía estallar. El esbirro Saganini, volvió a gritarme: -¡¡Esta vez no te levantas!!
     Me incorporé del suelo, ya casi no podía sostenerme. Grité con todas mis fuerzas: -¡¡VIVA LA LIBERTAD!! Esta vez Saganini afincó la peinilla de tal manera, que pensé me había fracturado la columna vertebral. Me levanté de nuevo como pude. En ese momento el esbirro comenzó a golpear a mis otros dos compañeros CLG y JLS. Entre tanto, el cobarde mayor Antequera, nos decía para tratar de quebrar nuestra firmeza y dignidad: -“No sean tontos. Se van a dejar malograr por no quitarse la ropa”- Después de que nos dieron varios peinillazos más a cada uno, fue cuando mis compañeros y yo le dijimos al mayor: ESTÁ BIEN, NOS QUITAMOS LA ROPA, PERO ESTAMOS EN HUELGA DE HAMBRE HASTA QUE NOS TRASLADEN A NUESTRA CÁRCEL DE ORIGEN.
     Quedamos en short, sin camisa, sin zapatos, pero con mucha dignidad. Cuando terminaron de golpearnos, uno de los guardias nacionales que venía de la Cárcel Nacional de Trujillo, el mismo que había llamado a sus compañeros, cuando tuve la extraña experiencia de la presencia diabólica en mi celda; el mismo guardia con el que había tenido aquel extraño sueño de que él estaba en un féretro. Este mismo guardia conmovido por la golpiza que nos dieron, se acercó a nosotros y nos pidió los números telefónicos de nuestros familiares, para avisarles de nuestra situación. Yo pude observar como los otros guardias le miraban con un odio que él, en su humilde generosidad y humanidad, no pudo percibir. Lo cierto, es que esa noche, el mayor Antequera, preparó una salida con los guardias para bañarse en el río Cuyuní. Invitaron al guardia solidario y entre todos, lo ahogaron en las aguas de este caudaloso río. Bueno, lo cierto es que después de la golpiza entramos al calabozo con los puños en alto, mientras que la multitud de presos comunes (sociales), nos aplaudían. Iniciamos la huelga de hambre, en esas condiciones tan difíciles, pero seguros de la victoria, en contra de esos bestiales y criminales carceleros.
     En medio de la huelga de hambre, los tres prisioneros políticos nos enfermamos de amebiasis y un preso común se arriesgó para pasarnos una botella de agua con unas gotas de limón. Era difícil soportar aquello: nuestros cuerpos moreteados y heridos, magullados y adoloridos por los peinillazos. No obstante, nuestra moral era firme. Cuando llevábamos once días sin comer, tomando solamente algunos sorbos de agua de limón para detener la diarrea y no deshidratarnos, fuimos sacados del calabozo y llevados a la presencia de Antequera.
     Permanecimos en silencio, vistiendo cada uno un short o pantalón corto. El mayor Antequera de pie ante nosotros; nos ordenó sentarnos en unos bancos de madera del comedor de la guardia. Mientras tanto, quince guardias nacionales mantenían las puntas de sus peinillas sobre nuestras espaldas, puyando cada vez con más fuerza sobre nuestras espaldas desnudas, mientras Antequera nos insultó con toda clase de groserías, palabras inmundas y maldiciones. Aquella ofensa verbal y provocación contra nosotros duró aproximadamente más de una hora.
     Antequera, con sus ojos desorbitados, cara de psicópata y un odio esquizofrénico, vomitaba todo el odio “anticomunista” que le fue inculcado en esa escuela del crimen llamada “ESCUELA DE LAS AMÉRICAS”, “Made in Usa”. Por un momento pensé que seríamos desaparecidos por la guardia nacional, como hicieron con nuestro compañero Nicolás Montes Beltrán. Así, una vez que el mayor descargó toda su frustración anticomunista contra nosotros, dijo:-“Ahora quiero escuchar a uno de ustedes, perros guerrilleros. Uno de ustedes, tiene cinco minutos para expresarse. Si no me gusta lo que diga, les voy a dar una paliza que nunca olvidarán”.
     Aquella amenaza del mayor esbirro, me hizo enardecer. Pedí la palabra para responderle con igual o mayor odio. Sin embargo, Dios nos ayudó. Mi compañero CLG, tomó la palabra y habló con voz pausada, midiendo las palabras, con valentía, con libertad pero sin ofender. Explicó las razones de nuestra lucha por la liberación nacional y el socialismo. Antequera quedó asombrado y después de quince minutos de intervención de nuestro compañero, exclamó: -“por eso es que ustedes le lavan el cerebro a la gente, tienen formación ideológica; ustedes defienden el comunismo marxista y nosotros, la guardia nacional, la democracia capitalista, la libre empresa”.
     El mayor nos dijo:- “vuelvan a su calabozo, porque preso es preso y su apellido es candado. En la madrugada nos veremos”.
     Efectivamente, aquella madrugada un pelotón de guardias nacionales se apersonó a nuestro calabozo y nos ordenaron salir. Nos volvieron a amarrar, esposar y encadenar. Luego, nos trajeron nuestros bolsos con nuestras pocas pertenencias. Regaron todo en el suelo y comenzaron a golpearnos con las peinillas, mientras nos decían: -“ Aquí están sus derechos humanos. Esto se llama el tratamiento especial antiguerrillero”- Seguidamente, comenzaron a darnos coscorrones, puntapiés, empujones y nos introdujeron en un autobús, sin decirnos a dónde nos llevaban.
     En realidad, habían transcurrido 12 días desde nuestro arribo a “El Dorado” y estábamos siendo trasladados de vuelta a la Cárcel Nacional de Trujillo. Aquel traslado fue toda una odisea: amarrados y encadenados como bestias en el piso del autobús, los guardias viajaban sentados sobre nosotros; con sus botas nos pisoteaban y con sus puños golpeaban nuestras cabezas. Eran los días del gobierno del tristemente célebre “cochino gordo”, Luis Herrera Campíns.
     Los guardias nacionales nos ordenaron bajar la cabeza y no mirarles. Yo, sintiéndome impotente y lleno de gran odio por aquella tortura, me negué a obedecer aquella prepotente orden. Entonces, un guardia nacional de apellido Aquino, se dedicó a golpear mi cabeza por todo el camino, durante las 23 horas que duró el recorrido desde las llamadas “Colonias Móviles del Dorado” en la selva de Santa Elena de Uairén, hasta arribar a la Cárcel Nacional de Trujillo. Cuando estábamos entrando a la ciudad de Trujillo, yo, que en ningún momento había bajado la cabeza pese a la golpiza que me propinaba el guardia, le dije: -“Mírame bien a los ojos, esbirro Aquino. Cuando salga de la cárcel, te voy a matar”. El guardia nacional sonrió con nerviosismo y respondió: “-eso crees tú, lacra. Vas a morir en la cárcel”.
     Al fin llegamos a la Cárcel de Trujillo, donde nos esperaba un fiscal del Ministerio Público, quien se suponía iba a constatar las denuncias efectuadas por nuestros familiares y el Comité de Defensa de los Derechos Humanos. El fiscal ni siquiera nos permitió hablar. Observó los moretones que aún quedaban en nuestros glúteos y piernas por efectos de los golpes de peinilla y los puntapiés. Y dijo: -“sólo son pequeñas escoriaciones”-. Fuimos conducidos a nuestras celdas.
     Ya en mi celda, me enteré de que mis sillas de plástico de color blanco, habían sido usadas en el “velorio” del guardia nacional ahogado en el río Cuyuní por sus compañeros. Recordé el sueño que tuve antes de ser trasladado a “El Dorado”. Además, producto de los golpes recibidos en mi cabeza por parte del guardia nacional Aquino, pasé tres días en cama con fiebre y una cefalea tremenda. Mi cabeza parecía estallar y me llené de odio por todo y todos. Inclusive, me enojé con el mejor amigo que hice en la prisión: un humilde agricultor de nombre Benito Terán, quien para mí era como un padre y consejero.
     Mi rencor hacia los carceleros aumentó, cuando me enteré de algunos pormenores de nuestro traslado a “El Dorado”. El director de la Cárcel Nacional de Trujillo, era un anciano bonachón de apellido Bracamonte. Era el típico trujillano. Hombre de pueblo respetuoso y conversador. Pertenecía al partido Socialcristiano COPEI. Bracamonte apreciaba a los tres detenidos políticos que quedábamos en la Cárcel. Siempre conversaba amistosamente con nosotros. Por su edad un poco avanzada, su vista estaba bastante gastada. Cuando el jefe de régimen Hernández le presentó una orden de traslado en blanco, mientras le decía: -firme este traslado de los políticos, les van a dar un indulto a los tres. Benito Terán, mi amigo quien era un ordenanza y hombre de confianza de Bracamonte, me dijo: -“EL DIRECTOR FIRMÓ ENGAÑADO EL TRASLADO. EL PENSÓ QUE ERA PARA AYUDARLES Y ESTABA MUY CONTENTO”.
     Dentro del odio acumulado por mí, poco me importaba si había ocurrido así o no. Lo cierto, es que al enterarse de que los presos políticos habíamos sido trasladados a “El Dorado”, el director Bracamonte falleció de un infarto al miocardio.
     Debido a nuestro traslado a las selvas de Uairén y “para resguardar la seguridad” del teniente Arteaga, comandante militar de la prisión, le trasladaron de cárcel y enviaron un nuevo teniente a la Cárcel de Trujillo. Este oficial al llegar, lo primero que hizo fue mandarnos a llamar a la jefatura de servicio a CLG, JLS y a mí. Con un estilo farisaico al estilo Antequera, nos insultó, nos humilló y nos amenazó con mandar a darnos una paliza. Yo, cansado de amenazas y maltratos, opté por la guerra psicológica. Cuando el teniente terminó de dar su discurso “Casa de las Américas made in USA”, pedí la palabra. Cuando me la otorgó le dije mirándole a los ojos:-“Mira teniente, yo soy guerrillero. Si no pides perdón por lo que acabas de decir, te voy a mandar a matar con mis compañeros. Y si tú me mandas a matar o me trasladas de cárcel, mando a matar a toda tu familia”- Así hablé; de esta manera estaba hablando: lleno de odio y rebeldía (solamente Cristo pudo cambiar mi corazón, después de algunos años). El teniente, con los ojos vidriosos, con voz quebrada y a punto de llorar, me respondió:-“perdóname. Algunas veces uno no sabe lo que dice. No vayas a dañar a mi familia”. Viendo que estaba en mis manos, aproveché para agregar:-“Está bien. Te perdono teniente, pero no te equivoques”.
     Muchas cosas acontecieron después de mi regreso a la Cárcel de Trujillo. En una oportunidad, Dios me libró de la muerte a manos de unos delincuentes armados con chuzos, entre quienes se encontraba “Alfonso”, un joven sanguinario con una cabellera larga parecido a un “motilón”. Este sanguinario y su banda me retaron a pelear. De manera osada, me infiltré en los calabozos de ellos y los fui amenazando uno a uno cuchillo en mano, para que me dijeran dónde estaba Alfonso, quien había jurado matarme.
     Alfonso se había mandado a castigar aterrorizado, al saber que yo, lleno de odio, le estaba buscando para eliminarle. Un día, Alfonso vino a matarme con su banda, cinco malandros en total, todos armados con “chuzos” (2). De manera astuta, yo tenía el candado de la reja de mi celda en una mano. Cuando Alfonso se me acercó, le dije: -“Vamos a hablar tú y yo. Dirigiéndome a sus compinches, les advertí: -“ustedes no se metan”. Cuando Alfonso se aproximó más a mí, lo empujé dentro mi celda y coloqué inmediatamente el candado. Mientras sus compinches desesperados, veían como su jefe quedaba a mi merced sin poder escapar.
     Lleno del rencor que me había producido aquel traslado a “El Dorado”; resteado sin importarme ni la muerte ni nada, ofendí por más de media hora a aquel criminal, para que peleara conmigo. Allí Alfonso, demostró lo que era verdaderamente: un psicópata asesino y a la vez cobarde. Casi me lloró para que le permitiera salir con vida de mi calabozo. Pero este Alfonso, era un cínico homicida. Invitaba a sus enemigos a consumir marihuana. Les ofrecía un pitillo y cuando estos muchachos ingenuos y dominados por el demonio de aquel vicio, comenzaban a “entonarse”, Alfonso les atravesaba la garganta con un enorme chuzo que les salía por la parte posterior del cuello. De esta forma, había asesinado a siete de sus víctimas.
     Aquel día le perdoné la vida a Alfonso, pero le advertí: -“yo no consumo drogas; así que si piensas matarme tendrás que hacerlo de frente, cara a cara”. El criminal parecía haber entendido mi mensaje, pero en realidad, estaba conspirando para matarme.
     Pasaron los meses y se produjo la visita del hombre de pecado, el hijo de perdición Juan Pablo II, representante de la iglesia ramera en el mundo. Allí, se preparó un complot para matarme. Los vigilantes de prisiones aliados con la banda de Alfonso, hicieron correr el rumor, de que me habían indultado con motivo de la visita del papa a Venezuela.
     Por esos días, yo había hecho una buena amistad con varios presos sociales, entre los cuales se encontraban Juan Ramón Blanco, Rodolfo Contreras “el pavo” y “el guaro”. Engañado por el falso rumor de mi libertad, fui a despedirme de “el guaro” a su celda contigua a la de la banda de Alfonso. Cuando entré a despedirme, me di cuanta del error cometido, porque Alfonso y uno de sus compinches, me habían seguido para darme muerte. Cuando me di vuelta, vi como ellos iban a sacar sus chuzos para atacarme y entonces apareció mi amigo Juan Ramón Blanco, quien dijo: -“Está bien, dos pá´dos”- Mientras decía esto, me arrojó un cuchillo. Los criminales al ver que no podían matarme a traición, huyeron. Desde ese día, fui mucho más cauteloso a la hora de desplazarme por la cárcel.
     Unos meses después, salió en libertad el preso político CLG y sólo quedamos JLS y yo. Por esos días el Comité por la Libertad de los Presos Políticos, diseñó un afiche con mi rostro, exigiendo mi libertad. El afiche fue exhibido en las calles de ciudades como Caracas, Valencia y la propia ciudad de Trujillo. La respuesta de los carceleros, fue mi traslado unas semanas después a la publicación de este afiche. Fui trasladado una madrugada a la Cárcel de Tocuyito en el estado Carabobo, pero esa es otra historia.

(1)   GOMECISMO: período de 27 años (desde 1908, hasta 1935), donde el militar Juan Vicente Gómez, ejerció una dictadura criminal, que mantuvo a Venezuela bajo la dependencia, la miseria y el atraso.
(2)   Chuzos: armas blancas en forma de cuchillos, fabricados por los mismos presos, a partir de objetos de hierro y otros metales (antiguamente, usaban las “patas” de las camas de hierro).


                             CAPÍTULO IX TOCUYITO: UN PASO A LA
                             MUERTE Y UN PASO A CRISTO. HASTA EL
                             CENTRO “FRANCISCO CANESTRI”.

     Fui trasladado por sorpresa a la Cárcel de Tocuyito, cerca de la población de ese nombre, en el estado Carabobo. En el traslado íbamos treces presos; yo era el único preso político. Por primera vez en 7 años de reclusión, me tocaba enfrentar solo la dureza de la prisión, sin el respaldo de otros compañeros.
     El traslado llegó en horas de la madrugada a la Cárcel de Tocuyito y todos los presos fuimos conducidos al Pabellón 3. Aún con la nueva situación, comencé a tantear como moverme y relacionarme en el nuevo penal. Fue cuando encontré algunos presos conocidos años anteriores en la Cárcel Modelo de Caracas e inclusive otros antiguos conocidos de la Cárcel Nacional de Trujillo.
    Entre mis amigos de la antigua Cárcel Modelo de Caracas, estaba Víctor Manuel Espinoza. Hablé con ellos y les dije que yo estaba en huelga de hambre y que tenía un plan para que esta huelga no les afectara a ellos. Así que decidimos llamar a la guardia y pedir que me sacaran del Pabellón 3 porque me encontraba en peligro. Así, podía hablar con el director de Tocuyito José de Jesús Ávila y decirle la verdad.
    Efectivamente, llevamos a cabo el plan: fui sacado del pabellón 3 y llevado a la dirección del penal. Allí, el director Ávila me preguntó: -“¿Cuál es el problema que tienes joven?” Yo le respondí:-“No tengo ningún problema. Sólo que estoy  en huelga de hambre reclamando mis reivindicaciones como preso político revolucionario”- El director me dijo: -“Tú no eres ningún preso político. En Venezuela no hay presos políticos. Tú eres un vil delincuente”. Enseguida, ordenó a los vigilantes de la cárcel, quienes estaban armados con palos y peinillas:-¡¡lleven a ese perro a la máxima de castigo, para que se muera allá!!-.
     A empujones y puntapiés, me llevaron a la letra “D” del Pabellón 5, donde todos los calabozos estaban vacíos. Me encerraron en el calabozo 13 y allí me resigné a morirme, en huelga de hambre, sin ni siquiera un poco de agua para saciar mi sed. Mi quité un zapato y lo coloqué como almohada; así, permanecí tres días acostado en el piso frío de aquella celda. Los carceleros venían en la madrugada para preguntarme:-¿Ya te moriste maldito guerrillero? Como no obtenían ninguna respuesta de mi parte, me echaban un tobo de agua fría encima. Pero yo permanecía en total silencio.
     Cuando pasaron 3 días, me sacaron de la máxima seguridad, porque mi madre y mi hermana María habían venido a visitarme. Hablé con ellas en la jefatura de servicios y les comuniqué mi situación: además les dije que estaba en huelga de hambre reclamando mi condición de preso político revolucionario. El vigilante encargado de volverme al calabozo se descuidó y yo me puse a recorrer el Pabellón 4, donde estaban detenidos algunos funcionarios policiales y otros presos de ciertos recursos económicos o de cierta condición especial, como el llamado “monstruo de los llanos” Luis María Ortega (1). Allí, me encontré con mi amigo Rafael Pimentel oriundo de Burbusay estado Trujillo, a quien había conocido en la Cárcel Nacional de ese estado. También estaba allí el diputado Hermócrates Castillo, acusado de narcotraficante y otros narcos de la mafia colombiana e italiana, quienes me trataron siempre con gran respeto, al explicarles el motivo de mi lucha.
     Mi amigo Pimentel me aconsejó tomar algún alimento, porque venían días duros para mí. Me dio una arepa y un vaso de jugo. Mientras tanto, el vigilante de prisiones encargado de llevarme a la jefatura me estaba buscando. Cuando por fin me encontró me hizo pegar a la pared y me golpeó con un palo por los glúteos. Casi me deja privado. Me llevó al calabozo 13 de la máxima seguridad y allí reinicié la huelga de hambre, la cual se extendería por 25 días, hasta que me sacaron para una celda del Pabellón 4 y desistí de la huelga.
    A los días me di cuenta que se me estaba desconociendo totalmente como prisionero político, así que inicié una segunda huelga de hambre, la cual culminé en 30 días, con la visita de la Directora de Prisiones, Doctora Dunia Faría, quien reconoció mi status de preso político de palabra, y me colocó en una celda aparte, donde pude dedicarme a cumplir mi plan de estudio y formación diario. Dicho plan de estudio y formación integral diario, incluía trote y ejercicios físicos, y un amplio contenido académico, el cual incluía el estudio de: religión, economía, derecho, filosofía, sociología, literatura, inglés, biología, matemática y psicología.
     Además de estos estudios autodidácticos, me inscribí en el liceo de la prisión, para culminar mis estudios de bachillerato. En la Cárcel de Trujillo había aprobado el cuarto año de bachillerato mención ciencias, pero en Tocuyito se estudiaba solamente humanidades y volví a comenzar desde cuarto año. Allí conocí a Juan Ramón Blanco y a Francisco Castillo, quienes con otros compañeros de estudios, me ayudaron mucho a llevar la prisión de manera más pacífica y provechosa. Juan Ramón y Francisco, eran cristianos evangélicos y siempre me predicaban. También recibí la visita permanente de un solidario y buen amigo miembro del Comité de Defensa de los Derechos Humanos, José Heredia. Él a su vez, invitó a otros miembros de este comité, quienes fueron muy solidarios conmigo y me visitaron en varias ocasiones.
     Ya en condiciones de mayor calma, me dediqué a escribir poemas y cuentos. Aún conservo una de mis libretas de apuntes y memorias, escritos en mi calabozo de Tocuyito. Con uno de mis cuentos “Los Secretos del Cautivo”, participé en el Concurso de Cuentos de “EL NACIONAL”. En medio de mi rebelión contra Dios y mi falta de entendimiento espiritual, escribí por esos días-entre junio de 1985 y septiembre de 1986-, “EL PROYECTO DE LA IV REPÚBLICA: EL CAMINO PARA LA SALVACIÓN DE LA PATRIA”. Este proyecto tenía como lema “NI DERECHA NI IZQUIERDA; PATRIOTISMO REVOLUCIONARIO: IDEAL MORAL DE LOS LIBERTADORES”. En junio de 1985, Juan Ramón Blanco y Francisco Castillo,  oraron por mí y reprendieron todo demonio que estuviera perturbando mi vida espiritual. También, me pidieron que repitiera una oración mediante la cual aceptaba a Cristo. Desde ese día, el “Proyecto de la IV República”, cambió de orientación: ahora lo consagré a “JEHOVÁ”, el Dios de la Biblia, pero continué sin convertirme; sin experimentar el nuevo nacimiento que sólo lo da el Espíritu Santo.
     Volviendo al “Proyecto de la IV República”, diré lo siguiente: insistí en darle ese nombre, porque en Venezuela había fracasado el intento de construir una cuarta república, con la muerte de Ezequiel Zamora, porque la tercera república oligárquica no se había perdido, sino que se había dividido por ese lema fascista del maquiavelismo: “divide y vencerás”. En mi criterio, eso estaba ocurriendo en Venezuela y América Latina. Se trataba de rescatar y “salvar” a la Patria. Este proyecto tenía como finalidad, en primer momento la liberación nacional de Venezuela, para la construcción del socialismo. El Proyecto de la IV República, puede resumirse en las siguientes tesis sostenidas por mí, en el período comprendido entre 1985-1990:
1-       El Universalismo: el más elevado humanismo. Aquí, por mi desconocimiento de la palabra de Dios, pretendía propiciar un gobierno revolucionario mundial para oponerlo al IV REICH, que según mis análisis, iba a implantarse en todo el planeta, como un NUEVO ORDEN MUNDIAL. Cuando acepté a Cristo, comencé a escudriñar la Biblia que me fue regalada por el pastor Silva en la Cárcel Nacional de Trujillo. Mediante esa búsqueda, a la cual llamé “estudio de la religión”, llegué a una primera comprensión: ESE GOBIERNO MUNDIAL VENIDERO NO ERA OTRO QUE EL GOBIERNO MUNDIAL DEL ANTICRISTO, DE LA BESTIA 666 de Apocalipsis 13.

Hago aquí un paréntesis, para referirme a un hecho muy importante ocurrido en mi vida, por aquellos días. Convencido de que Dios me estaba ordenando ayunar para él, llamé a mis compañeros de estudio Juan Ramón Blanco y Francisco Castillo, a quienes les pregunté como hacía para ayunar. Ellos me dijeron: primero tienes que orar y pedirle a Dios cuantos días puedes ayunar. Hice como ellos me instruyeron y oré de rodillas en mi celda, pidiendo la dirección de Dios. Esa noche tuve un sueño: vi un enorme número 10; este número se elevaba desde una pradera, hasta el cielo. Comprendí entonces, que debía ayunar por 10 días. Muy contento, relaté este sueño a estos amigos evangélicos. Ellos me dijeron:- “Bueno, Dios te habló en sueños. Obedécele y ayuna por 10 días”-
     Inicié el ayuno de 10 días, disponiéndome a consumir solamente un sorbo de agua, la cantidad de una cucharada por cada día. Consagré este ayuno a “Jehová el Dios de la Biblia”. Abrí la puerta de mi celda y los guardias y vigilantes de prisiones me vieron ayunando y comenzaron a preguntarme: -¿Por qué estás en huelga de hambre ahora? ¿por qué protestas? Yo les respondía: -“No estoy en huelga de hambre. Estoy ayunando para Dios; PARA EL DIOS DE LA BIBLIA”. Los carceleros me decían entonces: -“Ahora si que se volvió loco el guerrillero, el preso político”- Otros me decían:- “Bueno, puede ser que esa religión te ayude en algo”- Yo les respondía con orgullo y prepotencia:-“No soy evangélico; no soy religioso. Soy un revolucionario cristiano”-
     Llevaba 9 días ayunando, cuando los cristianos Juan Ramón y Francisco se acercaron a la reja de mi celda, para preguntarme como me sentía y me dijeron: -“Vuelve a orar hoy, pidiendo confirmación acerca de los días de ayuno”- Así lo hice, le pedí a Dios, me confirmara el ayuno y la extensión del mismo. Esa noche se repitió mi sueño del número 10 en la pradera y este número, se remontaba brillante, hasta el cielo. Comprendí que al día siguiente a las seis de la tarde, debía entregar el ayuno y así lo hice.
     El décimo día, al entregar el ayuno a las seis de la tarde, me tomé un poquito de sopa que me habían traído mis hermanos Juan Ramón y Francisco. Me puse a leer y cuando eran aproximadamente las ocho de la noche, observé una extraña nube reflejada sobre la pared de la celda. Comencé a buscar por donde entraba aquel reflejo y no encontré ninguna entrada de luz. Mientras observaba la nube, un angelito con cachos apareció detrás de ella. Le reprendí en el nombre de Jesucristo y la nube con el ángel diabólico, desaparecieron. Luego, percibí en el aire algo extraño como un pequeño proyectil que venía contra mí y se convirtió en una enorme cara de macho cabrío; rugió contra mí como un león, pero le reprendí en el nombre de Jesucristo y también desapareció. Al intentar dormir, mi alma salió de mi cuerpo y me encontré en una época en el futuro. Un hombre vestido de blanco, rubio, de ojos azules, estaba gobernando sobre todo el planeta. Este hombre me llamó a su trono y me exigió que le sirviera. Le respondí:-“No puedo servirte, porque pertenezco a Jesucristo”-. El hombre me mostró su mano derecha y me dijo, tú me perteneces; mira tu mano derecha, se parece a la mía. Entonces, le dije:-¡¡NO!! Él intentó atraparme, pero me elevé en el cielo. Mientras subía miré hacia la Tierra y éste hombre se había engrandecido y perseguía a los moradores de la Tierra.  Comprendí por todo esto, que había recibido poder de Dios mediante el ayuno y a la vez, había entrado en una lucha espiritual contra satanás y el infierno. Sin embargo, tampoco me rendí al Señor y seguí haciendo las cosas a mi manera por otros 10 años, pero esa es otra historia.
     2-Una segunda tesis, era “Unidad de los Cristianos, Marxistas y Bolivarianos”. Engañado por el maligno, yo comencé a predicar un evangelio distinto (Gálatas 1:8). Comencé a sostener lo siguiente: la verdadera revolución en Venezuela, la harán los curas de parroquia, los socialistas científicos y los sectores más progresistas, nacionalistas y patrióticos, guiados por el pensamiento y la doctrina de Simón Bolívar y los libertadores. Entre esos curas, incluía a los “jesuitas”. Ahora sé que esos jesuitas, promotores de la llamada “Teología de la Liberación”, son en realidad dirigidos por “Lucio”(Satanás, lucifer), quien los engaña para llevarles al infierno. Ahora comprendo, estaba promoviendo con mi tesis, el ECUMENISMO de la Iglesia Ramera, católica y diabólica.
    3- “Campaña de Alfabetización Simón Rodríguez”. Esta tesis la sostuve, por considerar a la educación como la herramienta determinante para elevar la conciencia del pueblo, para la transformación revolucionaria de la sociedad.
    4- Una cuarta tesis era “Un patriota a la presidencia, Bolivarianos al Congreso”. Consideraba de esta manera, la posibilidad muy cierta de tomar el poder mediante las elecciones, pero preservando un ejército o milicia popular para evitar se repitiera el caso del Socialismo abortado por los fascistas de Augusto Pinochet y el Imperialismo, en Chile. Una vez tomado el poder, había que disolver el Congreso y crear una Asamblea Nacional, unicameral (sólo diputados y no senadores), cumpliendo así la propuesta de Simón Bolívar, para lo cual había que partir del poder originario, el pueblo organizado.
     Sostenía la tesis “Ni derecha ni izquierda”, porque consideraba la no vigencia tanto de la derecha como la izquierda política, en mi criterio corrompidas y sin ninguna vigencia histórica. Por eso propuse en la “IV REPÚBLICA”, el sistema de partido único, para hacer realidad el sueño de Bolívar, cuando dijo en sus palabras testamentarias: “SI MI MUERTE CONTRIBUYE A QUE CESEN LOS PARTIDOS Y SE CONSOLIDE LA UNIÓN, YO BAJARÉ TRANQUILO AL SEPULCRO”. Consideraba que sólo así podría construirse “el sistema de gobierno más perfecto: aquel que garantiza mayor suma de felicidad posible; mayor suma de estabilidad política; mayor suma de seguridad social”, según proclamó el Libertador. No obstante, yo seguía sin comprender QUE NUESTRO VERDADERO LIBERTADOR ES EL SEÑOR JESUCRISTO.
     En resumidas cuentas, esta era la propuesta de mi llamado “Proyecto de la IV República”. Un día, mientras me encontraba observando hacia el pasillo de la cárcel a través de la reja, se acercó a mí un vigilante de prisiones de nombre José Trinidad Delgado. Este joven vigilante, me preguntó: -¿Por qué tú estás aislado en esta celda? ¿Eres tan peligroso así?- Ese fue el momento que aproveché para exponerle mi ideología cristiana-marxista-bolivariana; de explicarle el porqué me encontraba detenido. Mi anhelo de lograr la liberación nacional y el socialismo para Venezuela. José Trinidad me escuchó atentamente y cuando terminé de hablar me extendió su mano y estrechando la mía, me dijo:-“Entonces pensamos lo mismo. Yo también soy revolucionario, patriota y bolivariano”.
     Al día siguiente mi nuevo amigo José Trinidad, me trajo un grupo de vigilantes y guardias nacionales. Presentándomelos, me dijo:-“Comandante, le presento estos amigos. Ellos también creen en la revolución. Estos hombres y yo, te admiramos”. Yo los saludé a cada uno y les pregunté:-¿Están dispuestos a ayudarme en esta lucha?- Ellos me respondieron: -¡¡Claro que sí!! ¿qué podemos hacer por ti?- Les expliqué entonces: -“Lo más importante para mí, es salir de esta prisión. Solamente quiero que ustedes busquen unos atomizadores azules y rojos y pinten las paredes de Valencia, con la siguiente consigna (se la anoté en un papel): “LIBERTAD PARA RUBÉN GÓMEZ: PRESO POLÍTICO REVOLUCIONARIO”. Ellos, me prometieron hacerlo, contentos de poder servir en algo a la revolución.
     Una semana después, se acercó de nuevo a mi celda José Trinidad; tomando un palo que tenían los otros vigilantes para golpear a los presos, lo botó en la basura y me dijo:-“Ya basta de que se violen los derechos humanos en este país. Comandante, misión cumplida”- Entendí entonces, que él y los guardias habían pintado las paredes de la ciudad de Valencia, exigiendo mi libertad. Efectivamente, así había ocurrido.
     Por esos años, no pude comprender como la mano de Dios estaba interviniendo en mi vida, pero también satanás estaba engañándome.
     Era el mes de agosto de 1986, cuando supe de Sandra Colina. Esta joven de unos 19 años de edad para entonces era cristiana evangélica y estudiante de medicina. Amiga de Juan Ramón Blanco, quien en la prisión también había decidido seguir a Cristo. Juan Ramón le habló de mí y Sandra Colina comenzó a escribirme cartas llenas de mucha espiritualidad, donde me exhortaba a abandonar la lucha revolucionaria y seguir a Jesucristo. Yo le respondía contradiciendo sus argumentos bíblicos y exponiendo mi doctrina y filosofía materialista histórico-dialéctica; es decir, el ateísmo materialista religioso.
     En una de las cartas enviada por Sandra Colina, (la última que recibí), ella me decía: “he orado por ti, para que recibas una revelación del Señor…” Yo le respondí algo parecido a esto:-“Si Dios quiere hablarme, él puede hacerlo”- Ya no negaba la existencia de Dios, pero sí me resistía a obedecerle y a confiar en él. Además, en esa carta, Sandra me había anotado su número telefónico y su dirección en la ciudad de Coro, donde residía. Sólo que “mi amigo” Juan Ramón, celoso porque según él le gustaba Sandra, tachó con un marcador negro estos datos suministrados por la hermana Sandra y encima de esto, nunca más volvió a entregarme otra de sus cartas, a la vez que le ocultó la última carta que le escribí, donde narraba la siguiente experiencia que tuve con Dios:
     Esa noche, de la última carta recibida de parte de Sandra Colina, me quedé meditando sobre sus palabras. Al dormirme, no sé si en el cuerpo o en el espíritu, comencé a subir y subir; tanto, que pasé mucho más allá del sol y las estrellas, hasta llegar a un inmenso y bello prado, lleno de flores de todos los colores. A lo lejos, divisé un resplandor semejante a una luz mucho más brillante que el sol. Continué caminando para dirigirme hacia aquella luz. Fue cuando divisé a la distancia una ciudad rodeada de un muro muy alto; era una ciudad resplandeciente. A medida que avanzaba, pude distinguir una multitud de personas agrupadas a la entrada de la ciudad. Cuando llegué por fin hasta donde estaban ellos, fue cuando entré en cuenta, de que se trataba de miles, millones y millones de ángeles.
     Los ángeles estaban vestidos con unas túnicas de un blanco extremadamente puro y brillante. Sus cabellos eran largos y tenían como muchas estrellitas luminosas en sus cabelleras rubias, castañas, negras y de otros colores. Algunos de ellos me abrazaron y yo sentí un amor puro y perfecto, como no existe en la Tierra. Mientras me abrazaban, me decían: -“Amado hermano- Todos, me decían estas palabras.
     Luego, me invitaron a entrar en la ciudad, cuya calle principal era de oro semejante al cristal. Yo tocaba las paredes de aquellas casas, parecidas a enormes palacios y con cada contacto, sentía sólo AMOR. Los ángeles me condujeron hasta un palacio muy bello y esplendoroso, de un blanco radiante y puro y me dijeron:-“Esta es tu mansión”- Otro ángel me dio de comer algo invisible. Yo lo probaba y me sabía a chocolate, a manzana, a quesillo; el sabor variaba de acuerdo a mis pensamientos. Les pregunté entonces: -¿Qué es esto?- Uno de ellos me respondió: -“Es maná, comida de ángeles”  Luego, caminamos de nuevo por la calle de la ciudad hasta llegar a la entrada de la ciudad. Le pregunté a los ángeles cuál era el nombre de la ciudad y otro de ellos me respondió: -“ESTA ES LA NUEVA JERUSALÉN, LA CIUDAD CELESTIAL”- Luego, el mismo ángel agregó: -“PARA PODER REGRESAR AQUÍ TIENES QUE CREER EN EL SEÑOR JESUCRISTO”. En seguida, muchos de ellos me abrazaron. Yo no quería regresar a la Tierra, pero comencé a bajar en forma acelerada. Me desperté llorando, porque quería estar en aquella ciudad santa y no en aquel calabozo donde estaba reducido a 5x2,5 metros.
     Nunca más supe de Sandra Colina, mi hermana en Cristo. A Juan Ramón y a Francisco Castillo, los encontré años después en la ciudad de Valencia, cuando todavía no me había convertido al Evangelio.
     En otra oportunidad-creo que fue en noviembre de 1986-, tuve otra extraña experiencia espiritual. Estando profundamente dormido, escuché que me llamaban por mi nombre:-“Rubén, hermano Rubén”-, me levanté en cuerpo espiritual y atravesé la puerta de mi celda, para salir al pasillo. Allí me encontré con 12 personas vestidas a la usanza de los monjes, con capuchas. Todos los trajes eran de color marrón oscuro. De derecha a izquierda, fui observando uno a uno. Ellos me saludaban telepáticamente, con la mirada, mientras me decían:-“hermano”- A su vez, se quitaban el capuchón y pude ver que se trataba de hombres y mujeres. Unos eran rubios, otros mestizos, otros morenos. Cuando miré al último de la izquierda, quien era un hombre de contextura atlética, rubio, de ojos azules, éste me dijo con la mirada:-“Hermano, despierta. Tienes que recordar de donde has caído. Tenemos más de 5.000 años sobre la Tierra. Luego me mostró dos biblias: en su mano derecha, una Biblia evangélica y en su izquierda, una Biblia católica. Me dijo: “debes escoger una de las dos”. Yo estiré mi mano, y tomé la Biblia evangélica. Entonces, este hombre me dijo:-“Has sellado tu destino”. Inmediatamente, todos estos seres se desvanecieron en el aire. Desperté y estuve horas meditando acerca de esta visión. Años después, comprendí que aquellos seres eran parte de los ángeles caídos y el hombre, quien me entregó la Biblia, no era otro sino satanás. Esto debe ser comprendido, porque “el mismo satanás se viste como ángel de luz”, como esta escrito.    En esos días de 1986, decidí por fin, incorporarme al ORFEÓN DE VOCES OSCURAS, agrupación de canto coral, fundada por el profesor Armando Corona. Este talentoso y solidario profesor, un hombre humanista y de vocación de servicio por el prójimo, nos reunió a un grupo de prisioneros y nos ayudó a educar nuestras voces; nos enseño a cantar colocando la voz y nos clasificó en las tres voces corales masculinas: BAJOS, BARÍTONOS Y TENORES. Después de algunos meses de ensayos, comenzaron nuestras presentaciones en los actos culturales del penal, donde estaban presentes invitados “especiales”, incluyendo a la directora de Prisiones del Ministerio de Justicia, Doctora Dunia Faría.
     Llegamos a interpretar piezas clásicas y populares, como el “Mesidor” de Stendhal, “Crucemos esta Vida”, “Vuela suspiro, vuela”,
“Sendas de la Tarde”, “El Curruchá”, entre otras. Con los días, aumentó nuestra calidad interpretativa y las ovaciones, no se hicieron esperar. Una periodista del diario “EL NACIONAL”, de nombre Adriana Cortés, quien estaba recién graduada, decidió escribir su primer reportaje haciéndonos una entrevista a los integrantes del “ORFEÓN DE VOCES OSCURAS”. Para la entrevista, procuré ser uno de los voceros del Orfeón, para exponer mi imagen hacia el exterior de la cárcel, porque para los carceleros, yo era un vulgar terrorista. El profesor Armando Corona estuvo de acuerdo y me dio la oportunidad. La entrevista fue un éxito y salió publicada en una página completa del diario mencionado.
    Después del éxito del reportaje escrito por Adriana Cortés, fuimos invitados a un acto, para cantar conjuntamente con miembros del Orfeón de la Universidad de Carabobo. Fuimos trasladados al teatro de Valencia bajo estrictas medidas de seguridad y nos anotamos otro éxito. El talentoso y solidario profesor Armando Corona, estaba muy contento y satisfecho de nosotros y nosotros de él. En el Orfeón de Voces Oscuras, reinaba la amistad, el afecto sincero y la solidaridad entre cada uno de sus integrantes. Cuando la Universidad de Carabobo decidió otorgarnos una placa de reconocimiento, yo noté que mi nombre no estaba en la lista de miembros del Orfeón, sino debajo, al lado del nombre del profesor Armando Corona. Entonces, le dije preocupado:-“Profesor Corona, aquí se equivocaron_” El me respondió:-“Para mí, tú eres todo un profesional. Honor a quien honor merece”- Ese día mis ojos se nublaron de lágrimas, porque nunca antes nadie me había reconocido como el profesor Armando Corona.
     Llegó el 27 de julio de 1987. Ese día, se realizó el acto de graduación de nuestra promoción de Bachilleres “Doctor Jaime Lusinchi”, quien por decisión de la mayoría de graduandos, fue elegido como nuestro “padrino”. A regañadientes, acepté esta situación. Ahora comprendo que fue Dios quien permitió esto, para acelerar mi salida de la prisión.
     Mis catorce compañeros de promoción, incluyendo la secretaria del penal, quien se graduó junto con nosotros, acordaron que yo llevaría la palabra en representación de los graduandos y además entregaría la placa de reconocimiento a nuestro padrino, el presidente de la República, como forma de ser reivindicado ante tantos años de encierro, padecimiento y esfuerzo por mi patria. Acepté, pero el presidente declinó la invitación de asistir al acto y delegó al gobernador del estado Carabobo, doctor Oscar Celli. Éste a su vez, delegó a la Secretaria de Gobierno del Estado. Fue a ella, a quien entregué la placa de reconocimiento, mientras le dije estas palabras:-“Dígale de mi parte a mi padrino el presidente Jaime Lusinchi, que a pesar de nuestras diferencias políticas e ideológicas, no tengo nada personal contra él; déle mis saludos y respeto”. La Secretaria de Gobierno no pudo contener las lágrimas y abrazándome me dijo:-“se lo diré Rubén”- Aproveché la oportunidad para notificarle de la difícil situación por la que atravesaba, ya que según las informaciones recibidas, yo aparecía como “muerto en combate” y requería los buenos oficios del ciudadano presidente, para normalizar mi situación.
     Pasados unos días, una comisión de guardias nacionales vino a buscarme a mi celda. Asombrado, caminé con ellos sin esposas hasta la salida de la cárcel, donde me montaron en un jeep y me trasladaron a la Oficina de la Diex (hoy Onidex) de Valencia. Allí, procedieron a reseñarme, tomaron mi huella, una fotografía y a los pocos minutos, estaba lista mi cédula de identidad. Mi asombro fue mayor cuando un teniente de la guardia me entregó mi documento de identificación y me dijo: “-guárdala bien, no la botes”. Yo era el único preso del “Centro Penitenciario de Tocuyito”, en poseer su cédula de identidad. Sin embargo, continué denunciando los atropellos y violaciones de los derechos humanos, hasta el final.
     Ya graduado como bachiller de la República y habiendo obtenido mi respectivo título, presenté en la prisión la “prueba de aptitud académica” organizada por la OPSU, para optar a una carrera universitaria. Le pregunté al director del Ciclo Combinado Generalísimo Francisco de Miranda, con sede en el Centro Penitenciario de Tocuyito, el liceo donde me gradué, qué opción podía escoger. El me respondió:-“Qué deseas estudiar?”- Yo le respondí: -“Quiero estudiar derecho. Deseo ser un día abogado de la República”- El profesor, quien era abogado, me dijo:-“muy bien; estás pensando muy bien. Cuando marques las opciones, colócalas así: 1ra opción, Derecho; 2da opción, Derecho; 3ra opción, Derecho y es seguro, te darán el cupo en la UCV. Sigue mi consejo”-, acotó.
     Seguí los consejos del profesor Héctor Pérez, y salí seleccionado para estudiar en la Escuela de Derecho, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, universidad Central de Venezuela, pero todavía era un preso y sentí una gran impotencia, porque no quería dejar pasar aquella gran oportunidad, que Dios me estaba dando, sin saberlo. Además, ese año, según me informaron, obtuve la más alta puntuación a nivel nacional en la Prueba de Aptitud Académica.
     En una oportunidad, tuve otra experiencia extraordinaria. Estando acostado, encerrado dentro de mi celda en Tocuyito, desperté de madrugada con un sobresalto. Observé entonces, como una mujer de apariencia indígena, de cabellera muy larga y ataviada con un vestido floreado de muchos colores, atravesaba la puerta cerrada de mi celda. Me hice el dormido para atraparla cuando se acercara a mí. En el momento preciso cuando se acercó a mi cama, intenté levantarme, pero ella extendió su mano derecha y me la colocó en el pecho, mientras yo quedé acostado y paralizado, entonces me dijo: -“No temas, yo estoy aquí. Te he puesto la mano en el pecho para que no te dé un infarto. Se acerca la hora de los espíritus; tienes que escoger con quien estás-”. Luego, agregó:- “tú eres aquel niño que murió y resucitó después de Cristo-”. Seguidamente, tomó una silla que yo tenía en la celda y la colocó al lado de mi cama, mientras decía:-“voy a dejar esta silla aquí. Cuando despiertes en la mañana, aquí la encontrarás, para que entiendas que no fue un sueño. Estuve aquí-”. Efectivamente, cuando desperté, encontré la silla en el lugar donde aquel demonio lo había dejado. Supe entonces, que se trataba del demonio de María Lionza. Desde aquel día, en mi confusión y poco conocimiento del Señor, “juré no descansar hasta destruir un día el trono de María Lienza en la montaña de Sorte en Yaracuy; lo destruiría a través de tomar el poder, mediante EL PROYECTO DE LA IV REPÚBLICA, según creía yo, era el camino para la salvación de la Patria.
     Desde ese día, sin darme cuenta, entré en guerra contra un principado que ha engañado y destruido muchas almas en Venezuela. Pero Dios en su misericordia, me guardó y protegió de las artimañas del diablo.
     En ese Centro Penitenciario de Tocuyito, el Señor me permitió recibir un refrigerio:
1-     Conocí a una señora muy llena de amor y paciencia, quien comenzó a visitarme y a entregarme literatura relacionada con Cristo. Esta mujer-en mi criterio muy sabia y solidaria-, pertenecía a la Organización Internacional “Cristo para Todas las Naciones”. Aun con la inclinación católica de dicha organización, los folletos que me regalaron, hicieron despertar en mí la sed por la Palabra de Dios. A su vez, estaba leyendo la Biblia, después de haber recibido a Jesucristo como mi Señor y Salvador, mediante Francisco Castillo y Juan Ramón Blanco, mis amigos evangélicos, quienes oraron por mí.
2-     A la vez, por esos días, comencé a recibir centenares de cartas de cristianos de todo el mundo, con mensajes escritos en postales muy bellas, las cuales ya no conservo. Algunas provenían de los Estados Unidos, otras de Inglaterra, Canadá, Holanda, Alemania, España, Argentina, Chile y hasta de Francia. Se trataba de hombres, mujeres, jóvenes, adolescentes, niños, quienes me escribían desde esas naciones. Pertenecían a las iglesias de los “Cuáqueros”, “Presbiterianos”, “Anglicanos”, “Metodistas”, “Pentecostales”, “Bautistas”. Yo me gozaba leyendo aquellos mensajes de ternura, amor, solidaridad, amistad, fe en Cristo. Algunas veces pude responder a sus cartas y a su vez, ellos continuaron escribiéndome. No obstante, no continué recibiendo estas cartas y sospecho, que los carceleros las interceptaron para privarme de esta preciosa comunicación.
En otra ocasión tuve un sueño muy extraño. Soñé que en Cuba, Fidel Castro se había convertido al evangelio y estaba entregando la Biblia a todo el pueblo cubano. Pero los países de América Latina, se habían levantado en contra de los Estados Unidos. Mientras tanto, Sadan Hussein, quien en mi sueño había resucitado de los muertos (en realidad Hussein vivía para entonces, 1986), cruzaba el océano Atlántico con un poderoso ejército y era el “renacer de Adolfo Hitler”. Yo veía la cruz gamada en los tanques y aviones del ejército de Huseein. De pronto, el cielo se llenó de millares y millares de “platillos voladores”.
     Cuando desperté aquella mañana de un miércoles de agosto de 1986, me preparé para recibir la visita. Ese día, vino a visitarme José Heredia, el compañero del Comité de Defensa de los Derechos Humanos, quien tenía días sin visitarme. Me trajo la prensa, el diario “El Universal”. Cuando comencé a revisar el periódico, me llamó la atención un artículo del tamaño de toda una página tamaño Standard, donde se leía, el siguiente título: “DICTADURA MUNDIAL PARA 1998”. A medida que avanzaba en la lectura del artículo, me di cuenta de que su contenido, era exactamente el mismo del sueño que había tenido la noche anterior y así se lo expresé a mi amigo José Heredia. Este artículo estaba firmado por la “Fraternidad de Amor y Luz”, seguidores del espiritista Joaquín Trincado. Esto quiere decir, que satanás continuaba en su intento por seguir engañándome y así lo comprendí 10 años después, cuando el Espíritu Santo vino a mi vida para quedarse, pero esa es otra historia.
     Acercándose el final de mi estadía en la cárcel de Tocuyito, otros hechos extraños acontecieron en mi vida. Una vez, muy preocupado por mi larga estadía en la prisión, me sentí sumamente deprimido; tanto que por muchos días al despertar me preguntaba:-“¿Qué quieres?”- y en seguida me respondía a mí mismo:-“la muerte”-
     En esas circunstancias de depresión y pérdida de perspectivas, incertidumbre por el mañana y desconocimiento de la voluntad de Dios para mi vida, comencé a sentir un enorme deseo de ser libre, de salir de aquellas paredes del olvido y la muerte; del silencio y la tristeza. Para entonces, hice amistad con un joven ex funcionario de la Policía Técnica Judicial (PTJ), hoy CICPC, quien siempre me decía:-“amigo, en ti opera la fe negativa. Comienza a decir todos los días que no te vas y verás como pronto recibes la libertad”.
     Como anhelaba más que nada mi libertad y sin tener conocimiento verdadero del Señor Jesucristo, empecé a repetir a todo aquel con quien conversaba:-“Yo no voy a salir de esta cárcel, sino cuando cumpla los quince años y medio de presidio, por los que fui condenado”- Esta afirmación, dividió la opinión de mis amigos y conocidos. Unos me decían:-“No seas pesimista. Aunque no lo comprendas hoy, debes creer en Dios, él te ayudará”- Otros, tan pesimistas como yo, o quizá un poco más, me “alentaban”:-“Así es Rubén. Tienes que estar ganado para cualquier cosa. Hasta para perder la vida en esta cárcel”.
     Un día estaba observando hacia el pasillo del penal a través de la reja de mi celda, cuando me percaté que un grupo de vigilantes de prisiones y guardias nacionales, traían a un preso esposado, dándole golpes, empujones, palazos y peinillazos. No pude contener mi indignación y salí de la celda para enfrentar a los carceleros, entre quienes se encontraban el jefe de régimen Omar Meza y otro jefe cuyo nombre no recuerdo y quien se caracterizaba por su carácter sanguinario hacia los presos. Cuando les reclamé el maltrato cometido contra aquel prisionero, el jefe de régimen acompañante de Meza me golpeó con un palo, a lo que respondí con un puñetazo al pecho. Los guardias nacionales intentaron someterme para llevarme  junto con el otro detenido a la máxima de castigo, pero me atrincheré en mi celda dispuesto a todo y los guardias, aunque me amenazaron con sus escopetas y fusiles fal, no se atrevieron a penetrar en la celda para sacarme.
     Me quedé pensando sobre este acontecimiento y esperando vinieran a buscarme los carceleros en cualquier momento para agredirme, pero esto no ocurrió, por lo que relato a continuación: Me enteré al día siguiente, que el joven prisionero golpeado por los vigilantes y los guardias, se llamaba Richard Sifontes y fue acusado de estar traficando drogas en el recinto penitenciario. Una vez llevado al pabellón 5, letra D, celda 13, fue sometido a torturas por los esbirros y el jefe de régimen Omar Meza, lo asesinó introduciéndole un palo de escoba por la boca. Como ese día los presos comunes tenían visita, escribí la denuncia de este homicidio y la envié al diario “EL CARABOBEÑO”, donde la periodista Mélida Qüenza, comunicadora valiente, objetiva y solidaria, la publicó. Esto originó un escándalo que llegó hasta el Congreso de la República y de esta manera, pude salvar mi vida, deteniendo la segura agresión preparada contra mí.
     Como respuesta al asesinato de Richard Sifontes, los presos de los pabellones 1,2 y 3, quienes habían leído la denuncia del hecho que fue publicada por el diario mencionado, se declararon en huelga de hambre contra la represión y en el pabellón 3, enarbolaron una enorme pancarta, donde se leía, según me informaron algunos reclusos: “ESTAMOS EN PIE DE LUCHA CONTRA LA REPRESIÓN: NOS APOYA RUBÉN GÓMEZ”. Al leer esto, un grupo de guardias nacionales y vigilantes de prisiones, se acercaron a mi celda para amenazarme, tratando de amedrentarme. Uno de ellos me preguntó: -“Cómo es eso comunista, que estás levantando a los presos del penal. Cuidado, porque te vamos a mandar para “El Monstruo”(celdas de máxima seguridad y total aislamiento para los presos, donde son sometidos a crueles maltratos). Así, me advirtió.
     Molesto por esta amenaza, le respondí a los carceleros:-“¿Cómo es eso que yo estoy levantando a los presos del penal, si permanezco aislado en mi celda individual de este pabellón No. 4? Agregué inmediatamente, para desarmar cualquier reacción o respuesta de estos esbirros:-“¿No será que ustedes le hicieron algo malo y los presos están protestando por eso? ¿Qué le hicieron ustedes a los presos?” Preguntaba esto con mucha seguridad, como si yo mismo no fuese un preso. Los guardias y vigilantes, bajando la cabeza, se retiraron sin decirme nada más.
     Por esos días, fue destituido el Director del penal José de Jesús Ávila, como consecuencia del escándalo surgido del asesinato del recluso Sifontes. El nuevo Director no tenía una conducta mejor y permitió a uno de sus amigos recluido en la cárcel también, poseer una escopeta. El preso de la escopeta, amigo del Director, para saldar una deuda personal con otro preso, lo asesinó de un escopetazo en el rostro. Mi vi obligado a denunciar esta irregularidad a través de la prensa: mis amigos y familiares se preocuparon mucho y recibí de ellos, mensajes como éstos:-“Por favor Rubén, no continúes denunciando; te pueden matar”- Otros me decían:-“Seguir denunciando, significa que te nieguen toda libertad condicional o indulto”- A estos consejos bien intencionados de quienes me apreciaban y querían de verdad, siempre respondí: -“prefiero morir con dignidad, que salir de aquí por haberme confabulado con las prácticas inhumanas de los enemigos de la vida”-
     Mi indignación ante tanta injusticia, me llevó a componer una canción:
                                        SI UN DÍA LA FLOR
                                Sí un día la flor, se ahogó en llanto amargo
                                No fue por nosotros
                                Sí un día la flor murió de tristeza
                                No fuimos nosotros

                                Fueron ellos, los culpables
                                Los enemigos del amor, los enemigos de la flor
                                Los enemigos de los sueños, los enemigos de la vida
                                Los enemigos del amor, los enemigos de la flor

                                Sí un día la flor, se ahogó en llanto rojo
                                Ese mismo llanto, levantará las olas de la mar
                                Que barrerán, en rojo
                                A los enemigos de la flor, los enemigos del amor
                                Los enemigos de los sueños, los enemigos de la vida
                                Los enemigos del amor, los enemigos de la flor
                                Oh, oooo, los enemigos de la vida, los enemigos del      
                                Amor, oh oh or.
     Como esta canción, escribí muchas. Todas, dedicadas a la vida, al amor, a los sueños. No entendía, como ahora lo sé que JESUCRISTO ES MI VERDADERO AMOR.
     Pasaron los meses y comencé a soñar de manera reiterada con mi libertad. Hice un discípulo para conformar “El Proyecto de la IV República”, Guillermo Lugo. Con él, intercambiaba opiniones, lecturas, sueños y visiones acerca del futuro. Un día soñé, que Guillermo y yo, nos encontrábamos en la jefatura de régimen del penal, pero sin esposas en nuestras manos. Los guardias nos montaban en un jeep y nos conducían a Caracas. Cuando llegamos a Caracas, entrábamos al Centro de Tratamiento No Institucional “Francisco Canestri”. Al entrar, yo veía un altar con unos ídolos, la estatua de una “virgen” y hasta estatuillas del “Negro Felipe”, “María Lionza”, “Guaicaipuro” y las llamadas “siete potencias”, que en realidad son demonios. Detrás de este altar, estaba un hombre moreno, quien era uno de los vigilantes de la Dirección de Prisiones del Ministerio de Justicia.
     Mientras subíamos las escaleras y llegábamos a la sala de recibimiento, una voz de mujer nos saludaba: -“Bienvenidos al Centro de Tratamiento no Institucional Doctor Francisco Canestri. Aquí, estarán bajo régimen abierto, hasta que poco a poco logren su reinserción social”. Después de este recibimiento, un grupo de 13 detenidos, éramos sacados a la calle guiados por los tres vigilantes de prisiones encargados de nuestro tratamiento no institucional. Iniciamos un recorrido de “reinserción” por los lados de la Plaza Madariaga del Paraíso, cuando de pronto, un grupo de hombres armados de la Dirección de Inteligencia Policial (DISIP), nos ordenaron detenernos, pegarnos a la pared y mostrar nuestros documentos de identificación”.
     Al día siguiente, cuando mi amigo Guillermo Lugo visitó mi celda, le dije:-“Anoche tuve un sueño, donde estábamos los dos. Cuando ocurra, te lo cuento”- Él quedó muy asombrado y con una gran curiosidad, por lo que yo había soñado.
     Unos días después, eran aproximadamente las 4 de la mañana y yo estaba despierto. Esa noche no pude conciliar el sueño. Despierto, mirando hacia la puerta del pequeño baño de la celda, vi en la oscuridad, que un personaje vestido de negro salía de dicho baño. Dicho ser fantasmagórico, pensó que yo estaba dormido y me dijo con una voz de ultratumba:-“Ya te vas”- Sin sobresaltarme, le respondí:-“Yo lo sé”- Este ser sorprendido por mi respuesta y al darse cuenta que era visible para mí, huyó despavorido. Pasaron unos minutos, cuando tocaron a la puerta de mi celda de manera insistente, mientras mencionaban mi nombre:-“¡¡Rubén Gómez, Rubén Gómez!!- Luego, la voz añadía:-“¡¡Prepárate Rubén Gómez, que vas de traslado!!”- Sin embargo, reconocí la voz: se trataba del jefe de régimen Emilio García, un hombre honesto y bondadoso oriundo de la ciudad de Trujillo (no sé porqué, la gente de Trujillo, siempre me ha querido y apreciado de verdad). Este amigo, era un buen lector e hicimos una buena amistad, intercambiando libros. Gracias a él, llegué a leer libros como “La Ciudad Perdida” de Tomás Campanella y “La Utopía”, de Tomás Moro.
     Al abrir la puerta de mi celda, Emilio García, sonriente y lleno de emoción me dijo:-“Rubén, tú sabes que los amigos nunca venimos a dar malas noticias sino noticias buenas. Vas en libertad. Bueno, te llevan a Caracas para un beneficio de régimen abierto y yo quise ser el jefe de régimen asignado para darte la buena noticia. Seguidamente, me dio un abrazo de amistad sincera y lloramos de alegría por este acontecimiento tan deseado por mí.
    Cuando llegué a la jefatura de régimen, estaba allí mi amigo Guillermo Lugo. Al verlo le dije:-“Guillermo, este es el sueño que había tenido contigo. Nos llevan al Centro Francisco Canestri de la Planta. A medida que vayan ocurriendo los acontecimientos, te iré contando lo que sigue. Mi amigo asombrado y bastante perplejo, me fue preguntando paso a paso y todo el sueño se cumplió al pie de la letra.
                            
                EL CENTRO “DOCTOR FRANCISCO CANESTRI”:
                UN PIE EN LA CÁRCEL Y OTRO EN LA CALLE.

     En el Centro de Tratamiento No Institucional “Doctor Francisco Canestri”, fuimos recibidos por la licenciada Martha y luego, la licenciada Rosa Elvira Crespo, nos saludó con las mismas palabras del sueño. El director del Centro era el licenciado Rafael Ortega. El primer día de mi arribo al lugar, observé al final de la escalera y  la entrada del salón de recepción, un altar con la supuesta virgen de “Coromoto” y al lado del altar, el vigilante de tez morena, a quien había conocido en mi sueño. Era el mes de junio de 1988. Después de unas dos horas de arribar a aquel lugar, el cual sería mi morada por otros seis meses, los vigilantes nos llamaron a los treces presos venidos desde diferentes cárceles del país, para dar una caminata por los lados de la Plaza Madariaga. Mi amigo Guillermo Lugo, me preguntó: -“¿Qué viene ahora, de acuerdo a tu sueño?”- Le respondí:-“Unos hombres armados nos van a ordenar detenernos, pegarnos a la pared y mostrar nuestros documentos de identidad” Entonces, él me preguntó:-“¿Sí, pero dónde están?” No había terminado de preguntar, cuando unos siete hombres de civil, desenfundaron pistolas calibre 9  milímetros y nos ordenaron pegarnos a la pared y mostrar nuestras documentaciones. Eran funcionarios de la Disip. Los vigilantes de prisiones intervinieron y le explicaron a los policías nuestra situación. Después de radiar y verificar cada una de nuestras identidades, nos permitieron continuar nuestra caminata.
     Entre el grupo de trece detenidos sometidos a régimen no institucional, habían varios conocidos, amigos de la prisión: Víctor Manuel Espinoza y Edwin Acosta Urzola. Además de estos sinceros amigos, también estaba un falso amigo conocido en la Cárcel Modelo, como “el catire John”. Este sujeto, unos meses después, se introdujo en mi calabozo del Centro Canestri y hurtó todo el dinero que tenía guardado en mi estante. También, dentro de este grupo de presos, se encontraba un mercenario y traidor, el ex guerrillero Larry Espinoza, sobrino de quien fuera el diputado Salón Meza Espinoza, ya fallecido.
     Durante mi permanencia en el Centro “Francisco Canestri”, debía salir en la mañana a buscar empleo y regresar a las seis de la tarde, porque debía pernoctar en esas instalaciones, hasta tanto recibiera la libertad condicional. Fue para mí un tiempo difícil, de búsqueda; de mucho peligro e incertidumbre, ya que si los licenciados de este centro determinaban que un recluso no estaba apto todavía para “reinsertarse” a la sociedad, era devuelto al penal de origen.
     Aproveché mis salidas, para visitar la Universidad Central de Venezuela. Como estaba bastante desorientado, al viajar en el microbús, le pregunté a una joven rubia donde quedaba la UCV. Esta muchacha me indicó donde bajarme y además me dijo que era estudiante de la Escuela de Comunicación Social. Se presentó:-“Mi nombre es Vanesa Davis. ¿Cuál es tu nombre?”- Le contesté,- “mi nombre es Rubén Gómez”- Aquella joven me inspiró confianza y en pocas palabras, le expliqué quien era yo y la situación en la que estaba. Ella me aconsejó, no le dijera a otras personas esto, por cuanto la inteligencia del enemigo estaba infiltrada en la Universidad Central de Venezuela y podía comenzar un seguimiento en mi contra. En la UCV inicié la búsqueda de mis contactos del pasado y encontré algunos de mis compañeros de lucha, quienes me ayudaron a inscribirme, pero esa es otra historia.



(1) Luis María Ortega: este hombre era un campesino del Estado Yaracuy, quien traumatizado por la violación y muerte de su mujer a manos de un grupo numeroso de obreros del “Central Azucarero Matilde”, donde ella vendía arepas para ayudar a la economía del hogar, decidió vengarse y haciéndose pasar por “brujo” y “hechicero”, fue envenenando poco a poco a los violadores y algunos familiares de ellos, dándoles a tomar un bebedizo conteniendo veneno para ratas. Según su propio testimonio, llegó a asesinar a 54 personas, por lo que se le llamó “el monstruo de los llanos”. Conocí a este hombre, para quien yo era “un reformador social” y prometió mencionarme en su segundo libro. Hasta ahora no sé de Luis María Ortega; tampoco conozco, si llegó a publicar este segundo libro.

CAPÍTULO X: ¿LIBERTAD VERDADERA?


Mientras permanecía bajo el régimen de tratamiento no institucional, comencé a frecuentar la UCV. Allí, entré en contacto con los compañeros de la Federación de Centros Universitarios (FCU), entre quienes encontré a William Mujica, quien había militado conmigo en los años previos a mi detención.
     Conversé con William y le expliqué mi situación. En la prisión yo había optado por estudiar derecho y cuando presenté la prueba de aptitud académica, fui seleccionado para estudiar en la Escuela de Derecho, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, de la Universidad Central de Venezuela. No obstante, cuando fui a inscribirme, se me informó en la Oficina de la OPSU, que yo no tenía tal cupo. Días después, William me acompañó a la OPSU, sólo para descubrir que la secretaria de esa oficina estaba tapando con su dedo índice derecho, mi nombre y apellido para quitarme mi cupo. Pero, como existía un convenio mediante el cual los presos políticos teníamos asegurado nuestro cupo en la UCV, una vez hubiéramos sido puestos en libertad, acudimos al Rectorado de esa Máxima Casa de Estudios, donde el Rector Luis Fuenmayor, invocando dicho convenio, ordenó mi inscripción y esto molestó a los adecos de la UCV, quienes se vieron obligados a rehacer toda la lista de inscritos, para incluir mi nombre.
     Era el mes de febrero de enero de 1989, cuando Rubén Gómez ingresó como estudiante regular en la matrícula de la Escuela de Derecho de la UCV. No obstante, en el mes de marzo del mismo año, mis compañeros de lucha,-entre ellos Alexis Toledo y José Leonardo Sequera- estudiantes de la Escuela de Educación de la Facultad de Humanidades y Educación de la misma Universidad, me entusiasmaron para estudiar la licenciatura. Desde entonces, comencé mis estudios simultáneos en esas escuelas.
     Para inscribirme en la UCV, había tenido que visitar dicha universidad en los días de mi sometimiento a Régimen no Institucional, del Centro “Doctor Francisco Canestri” de la Planta, centro de reclusión inexistente para cuando escribo estas notas de mi testimonio. Cuando llegó el tiempo de seleccionar a los reclusos que serían beneficiados con la libertad condicional, debido a su “evolución” como hombres dispuestos a su “inserción y rehabilitación social”, los licenciados Martha, Rosa Elvira y Rafael, decidieron suspender mi tratamiento no institucional y enviarme a la Penitenciaría de San Juan de los Morros, para que culminara el cumplimiento de mi sentencia de 15 años y 6 meses de reclusión. Ante esta decisión de los licenciados, mis compañeros de régimen abierto, rechazaron de manera unánime esta postura y solicitaron se me diera una oportunidad.
     Indignado y dispuesto a volver a la prisión, solicité una entrevista con las licenciadas y el licenciado para aclarar mi situación y preguntar el porqué de aquella medida, la cual me parecía injusta y desproporcionada. La única en aceptar dicha entrevista fue la licenciada Rosa Elvira Crespo, a quien le pregunté:-“¿Por qué me quieren regresar a la prisión?”- Ella me respondió: -“Se trata de que no has cumplido con las expectativas. Te inscribiste en la UCV y hemos tenido información de que estás participando en los disturbios y en la lucha revolucionaria”- Entonces le contesté: -“¿A cuál sociedad debo reinsertarme? ¿A cual sociedad debo adaptarme, a la sociedad capitalista de explotación del hombre por el hombre?”- Además agregué firmemente: -“Yo no soy un delincuente, pero quiero transformar una sociedad dirigida por delincuentes. Ustedes deciden entonces; en sus manos está mi libertad o mi muerte en la prisión, porque yo no me voy a doblegar”- La licenciada, con lágrimas en los ojos, me dijo: -“es verdad, esta sociedad está podrida. Tú eres mucho mejor, más humano, solidario y amoroso que todos ellos. Mi posición es que mereces la libertad condicional”- Esa fue la libertad condicional que obtuve en el mes de diciembre de 1988 y ése día, cuando me iba a encontrar con la estudiante de Comunicación Social Vanesa Davis en la esquina “El Carmen”, Instituto Nacional de Nutrición y mientras llamaba por teléfono a Vanesa, quien no cayó al “contacto”, fui detenido por la Disip, como relaté en una porción anterior de mi testimonio. No soy quien para juzgar, menos ahora cuando soy un cristiano arrepentido y convertido, pero así ocurrió y el juicio todo es de Dios.
     Mis años en la Universidad Central de Venezuela, los pasé entre el combate revolucionario y el estudio ininterrumpido de libros, guías, esquemas y programas de educación y derecho. En esa universidad vi morir amigos como Belinda Alvarez, Yulimar Reyes y supe del asesinato de Gonzalo Jaurena, quien apenas vi en una oportunidad. Me lo presentó mi amigo José Clavijo, quien años después fue también asesinado por una banda criminal de seudorrevolucionarios, cuando yo, graduado como abogado, le estaba guiando a Cristo.
     Sin embargo, estos años fueron para mí, de borracheras, lujurias, pecado. Años de diferentes relaciones con mujeres diversas. Años de dolor y amargura, porque aunque me gradué como abogado el 27 de julio de 1995, mi vida estaba vacía y no tenía un verdadero motivo para vivir.
     Se hace necesario recopilar una serie de hechos, cuyos detalles obvié en otras porciones de este relato y los cuales son de importancia para la comprensión de algunos sucesos desencadenados en días y años posteriores En el mes de diciembre de 1988, mi amistad con la hoy periodista Vanesa Davis se fue incrementando por nuestra simpatía por la ideología revolucionaria. Yo había escrito unos poemas dirigidos a la memoria del “Che Guevara” y ofrecí llevárselos a Vanesa. Quedamos en vernos en la esquina “El Carmen”, frente al Instituto Nacional de Nutrición, exactamente en el teléfono público que está o estaba en esa esquina.
     En vez de llegar Vanesa al contacto, llegaron dos motorizados de la Disip, quienes me señalaron. Esto hizo que me molestara y los dos funcionarios detuvieron sus motocicletas y procedieron a detenerme, mientras me decían:-“Tú eres Rubén Gómez, estás solicitado por actividades subversivas. Te vamos a llevar a los Chaguaramos”- Ante este hecho y como todavía estaba en régimen abierto, yo protesté y les dije:-“Soy un preso político y estoy bajo la jurisdicción del Ministerio de Justicia”-. Inmediatamente, me lancé en medio de la Avenida Baralt para evitar ser detenido y desaparecido. Comencé a gritar:-“¡¡SOY RUBÉN GÓMEZ, UN PRISIONERO POLÍTICO Y ESTOS POLICÍAS ME QUIEREN DETENER PARA DESAPARECERME!!”
     Casi instantáneamente, una multitud de curiosos se aglomeró en la esquina y yo aproveché para dar un discurso contra la represión. En ese momento, surgió de la multitud de curiosos, un vigilante de prisiones, quien me hacía seguimiento sin que yo supiera y le dijo a los funcionarios de la Disip:-“Este prisionero está bajo la jurisdicción del Ministerio de Justicia y ustedes son el Ministerio de Relaciones Interiores. No pueden detenerlo. Yo me voy a comunicar con mis superiores. En medio de la discusión entre los funcionarios de ambos ministerios, llegaron once patrullas de la Disip como refuerzo y fui introducido a golpes y empujones en una de ella, con la cabeza metida contra el asiento y esposado las manos a la espalda.
     Cuando llegamos al Edificio “Las Brisas de los Chaguaramos”, fui pasado a una oficina, donde me ordenaron mirar a la pared, mientras uno de los comisarios decía:-“ESE CHE GUEVARA, ESE MALDITO CHE GUEVARA”. Mis poemas fueron hechos pedazos uno tras otro.
     Después, me subieron a un cuartito para ser observado a través de un “ojo mágico” en la pared, por el “comandante Horacio”. Mirando al ojo mágico, le dije: -“Yo sé quien eres Horacio. Eres el traidor y cobarde Manuel Tirado Tirado (1)”
     Luego, me mandaron a sentar en un banco de manera y trajeron unos 200 funcionarios de la Disip, quienes pasaron uno a uno a conocerme, por cuanto yo había sido detenido por la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), pero no había sido reseñado nunca por la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip). Ante mi actitud retadora y decidida, uno de los esbirros me dijo:-“Si sigues alzadito te vamos a pasar a los tigritos”- Yo le dije:-“Gran cosa. Yo sé lo que hacen allí: torturan, ponen electricidad, asesinan”- El esbirro me dijo:-¿Por qué este tipo habla así, quien eres tú?”- Otro, le respondió, “este es Rubén Gómez; un guerrillero que estuvo preso diez años y medio y hoy lo acaban de indultar”- Fue en ese momento cuando me enteré, que estaba en libertad. Sentí la amargura de comprender que mi supuesta libertad comenzaba con una “reseña antisubversiva”.
     Uno de los funcionarios me dijo:-“Te vamos a soltar. Pero si te sigues metiendo en problemas, te vamos a buscar y te matamos”- Yo le respondí:-“NO SÉ DONDE SE VAN A METER USTEDES DENTRO DE POCO, CUANDO ESTE PUEBLO SE LEVANTE”- Otro me dijo:-“Este pueblo nunca se va a levantar, porque este pueblo es delincuente; es un pueblo malandro”. Ante esta respuesta agresiva, le respondí:-“Cuando salga de aquí, donde te vea, te voy a caer a tiros”- El policía me respondió:-“Cuando tú quieras yo quiero”- Yo no entendía, porque entonces no conocía a Cristo y abrigaba gran rencor hacia estas autoridades, que aunque procedían con injusticia, no era yo quien habría de juzgarles.
     Aunque me sentí contrariado por lo ocurrido, cuando fui puesto en libertad, volví a la UCV, donde me encontré con Vanesa Davis, quien se sorprendió al verme y me dio una excusa por no haberse presentado al contacto donde yo fui detenido. Sin embargo, no sospeché nada de ella.
     Después de este incidente, y luego de presentarme a la Oficina de Libertad Condicional para recoger mi oficio de indulto, ya podía desplazarme libremente por todo el territorio nacional. De esta, me dediqué a visitar los comités regionales del Partido Comunista de Venezuela, para exponerle el análisis de la situación nacional que yo había realizado en la prisión y de acuerdo a este análisis socio-político y económico, ADVERTIRLE A LA IZQUIERDA VENEZOLANA, sobre la necesidad de organizarse y vincularse orgánicamente con la clase obrera y los sectores populares, porque venía un levantamiento o rebelión popular nunca antes vista en el país y la izquierda y los revolucionarios podían ser rebasados por este despertar popular.
     Ante mi punto de vista, recibí las siguientes respuestas por parte de los Comité Regionales del PCV de Portuguesa, Cojedes, Carabobo, Lara, entre otros: ESTE PUEBLO NO SE LEVANTA, PORQUE LA MAYORÍA SON MALANDROS, LUMPENPROLETARIOS; RUBÉN FUE AFECTADO POR LOS AÑOS DE CÁRCEL, AFIRMÓ OTRO DIRIGENTE.
     Me asombró conocer, como el Partido Comunista de Venezuela (PCV), tenía el mismo discurso de la Disip y despreciaba al pueblo de la misma manera que la policía política de la burguesía. Me sentí contrariado por la subestimación que el PCV hizo de mí y por entender como mi análisis de la realidad era más realista y preciso que el de ellos, quienes no habían estado privados tanto tiempo de la libertad, como yo.  En ese momento entendí, que la realidad conocida por mí diez años y medio antes, ya no era la misma.
     Como estaba desempleado por esos días de enero de 1989, ideé una estrategia: me dirigí al Liceo José Ávalos de El Valle y dije que era un estudiante del cuarto semestre de educación (cuando en realidad cursaba el primer semestre) y venía de parte de la Federación de Centros de la UCV, para trabajar como suplente en dicho liceo. La profesora Rosemary, directora para el momento, me recibió amablemente y me dieron las horas de Ciencias de la Tierra de la profesora Zhulmer Zambrano, quien estaba de reposo postnatal. Zhulmer, es actualmente la directora de esa institución, al momento de escribir el presente testimonio. En ese liceo, hice amistad inmediatamente, con el profesor Aarón, también del área de Geografía y Ciencias de la Tierra, quien me recibió muy bien y me dio valiosas instrucciones y un apoyo desinteresado. Algunos años después, mi amigo Aarón falleciera prematuramente, en la flor de la vida, víctima de un cáncer fulminante.
     Además, como apenas era un profesor suplente y no percibía sueldo alguno, ofrecí dar cursos de Ortografía y Redacción en la Escuela de Trabajo Social, donde obtenía un porcentaje de las módicas cuotas de inscripción que le cobrábamos a los estudiantes. Cabe mencionar, que mis cursos fueron un éxito y los mantuve por ocho años consecutivos, en las diferentes Escuelas de la UCV: Trabajo Social, Educación, Historia, Filosofía, Derecho, entre otras.
     No obstante, la realidad de los acontecimientos, pronto avergonzarían a la Disip y al Partido Comunista de Venezuela, porque el 17 de febrero de 1989, casi un mes después de la advertencia dada a los Comités Regionales del PCV, el pueblo de Guarenas, después el de todo Caracas y el todo Venezuela, se sublevó en contra del paquete neoliberal aplicado por el segundo gobierno del tristemente célebre presidente Carlos Andrés Pérez. Ante la política del hambre, el acaparamiento por los monopolios de la oligarquía mercantil y el endeudamiento público originado en una corrupción administrativa voraz y miserable, los estudiantes y el pueblo se lanzaron a las calles para apropiarse de los alimentos, vestidos y electrodomésticos que mediante los sueldos y salarios de hambre, no podían adquirir.
     Esa madrugada yo había soñado, que me iba a duchar y cuando abrí la llave de la regadera, salió sangre en lugar de agua. Pensé en el sueño: “LO QUE VA A PASAR EN VENEZUELA”.
     La mañana del 17 de febrero de 1989, me dirigí al liceo José Ávalos a cumplir mi horario como suplente. (Por cierto, que los adecos nunca me pagaron esta suplencia de siete (7) meses. Cuando fui a cobrar mis cheques, alguien-una mano adeca-, los había cobrado por mí, con la complicidad de los militantes empleados del banco MERCANTIL). Estando en el aula, oí de los disturbios protagonizados por estudiantes, protestando por el alza del transporte y del combustible.
     Se escuchaban rumores de que en Guarenas, la Guardia Nacional había disparado contra unos manifestantes y dado muerte a una joven madre embarazada. Salí del José Ávalos al mediodía y me dirigí a la Escuela de Trabajo Social de la UCV, porque ese día daba inicio a mi segundo curso de Ortografía y Redacción en esa Máxima Casa de Estudios.


(1)       Manuel Tirado Tirado: es el nombre verdadero del famoso “comisario Horacio”. Fue un militante del Partido Bandera Roja que traicionó a la revolución y se pasó a las filas enemigas. Está acusado de ser uno de los secuestradores y asesinos de Noel Rodríguez.CAPÍTULO XI: ANTES DE MI CONVERSIÓN


     Mientras estudiaba en la escuela de Derecho y la escuela de Educación de la UCV, hice amistad con muchos estudiantes, muchachos y muchachas optimistas, llenos de vida, de sueños por realizar. Entre mis amigos más queridos de la universidad, puedo mencionar a Elpidia Valentina Martínez, José Barreto, Raquel Robles, Luisa Rodríguez, Laura Guevara, Isabel Martínez, María Martínez, Carlos Martínez, Wilmer López, Nathalie Teneud, Elizabeth Peraza, José Clavijo, Belinda Alvarez, Kellly y Arnoldo Perdomo, Claudelia Rojas, Lisandro Pérez, José Leonardo Sequera, Nancy Alvarez, Felícita Elizabeth Vílchez, Alexis Toledo, Elizabeth Vielma, Acacio Barrios, José Pulido, Elizabeth Pinto, y muchísimos más, cuyos nombres no alcanzo a recordar. No obstante, la amiga cuyo trato marcó mi vida, fue Regina Cahuan, cristiana estudiante de derecho, quien en una oportunidad me dijo: -“Dios tiene un propósito contigo”- A raíz de esa afirmación de Regina, me hice rebelde contra Cristo y comencé a repetirme: -“Si soy un escogido de Dios, nadie podrá matarme”-
     Desde esa declaración espiritual de Regina, me dediqué a beber, a buscar mujeres, a arriesgarme en las noches caminando por las peligrosas calles y avenidas de Caracas. A continuación, paso a relatar los hechos más extraños y violentos que me ocurrieron entre 1993 y 1995, antes de mi conversión.

                                   LA MANCA Y “EL POSTRE”
     En el año 1993, tuve una relación sentimental con B.A., hermana de un amigo mío. Como ella habitaba en la Urbanización “El Paraíso” y me quedaba en su apartamento hasta altas horas de la noche, luego me desplazaba hasta mi lugar de residencia, en la Calle Real de Altavista, en Catia, caminando por esas calles. En una oportunidad, cuando caminaba a la altura del Bloque 2 de la Urbanización “El Silencio”, a eso de las dos de la madrugada, aproximadamente, me salió al paso una mujer de unos 30 años de edad, la cual se desplazaba con muletas y le faltaba una pierna. La mujer me invitó a un hotel y me dijo que cobraba 25 bolívares. Yo le aclaré que no andaba en procura de placer sexual y me respondió: -“está bien, me discriminas porque soy una minusválida”- Enseguida, llamó a una niña de unos 7 u 8 años y me la presentó, mientras me decía: -“Si vamos al hotel, este va a ser tu postre. Puedes hacer con ella lo que quieras.”- Alarmado y asqueado por aquella propuesta, le contesté: “-Cómo es posible que tú utilices a una niña para prostituirla. Si quieres prostitúyete tú, pero esta niña es inocente”- Cuando terminé de decir esto, salió de detrás de un vehículo un hombre con una pistola calibre 9 milímetros y apuntándome, me dijo: -“Yo soy el cabrón de ella. Si no vas al hotel, entonces arranca. Aquí no estés dando discursitos morales. Arranca o te doy un tiro”- Ante esta amenaza, le dije: -“Está bien, me voy, pero lo que están haciendo con esa niña es malo. No deberían hacerlo”- Me retiré del lugar, sin evitar que las lágrimas rodaran por mi mejilla.

                           LOS ASALTANTES DE “EL SILENCIO”

     Cada día mi rebeldía en contra de Dios, aumentaba. Cada vez me desplazaba a pie desde el Paraíso hasta Altavista, en medio del más terrible peligro, convencido que “SI DIOS ME HABÍA ESCOGIDO, NADIE PODRÍA MATARME”. Fue una madrugada a eso de la una y media, cuando caminando por el centro de Caracas, en la planta baja del bloque 1, me salieron al paso dos pistoleros y me conminaron a entregar todo bajo amenaza de muerte. Por esos días, yo usaba una chaqueta gris de cierre, con  la cual burlaba a los asaltantes, simulando que yo también estaba armado. Mientras ellos me apuntaban, bajé el cierre de la chaqueta, introduje mi mano derecha como quien va a sacar una pistola y los asaltantes salieron corriendo, mientras gritaban.
     Me escondí detrás de un vehículo estacionado, mientras ellos comenzaron a buscarme por la Avenida Baralt. Haciendo uso de la astucia aprendida en la lucha revolucionaria, pasaba de un vehículo a otro, hasta que los vi buscarme sobre el “Puente LLaguno”, me desvié hacia la Avenida Nueva República y pude escaparme de ellos. Por entonces me sentía muy astuto e inteligente y seguía pensando: “SI DIOS ME ESCOGIÓ, NADIE PODRÁ MATARME.

                               LOS PISTOLEROS DE PUENTE REPÚBLICA

     En otra ocasión, me desplazaba a eso de las doce y media de la madrugada por el Puente Nueva República, cerca del Palacio de Miraflores. Por esos días, existía una especie de leyenda sobre dos pistoleros que rodeaban a los caminantes de la noche: uno subía por las escaleras que dan al liceo “Fermín Toro” y otro, salía de los lados de “Caño Amarillo”. Entonces, acribillaban sin compasión al transeúnte, para despojarle de sus pertenencias. Mientras me desplazaba, pensaba en esta supuesta leyenda, cuando ví subir al primer pistolero de los lados del “Fermín Toro”. Pensé, “va a aparecer el segundo”. Efectivamente, vi otro pistolero desplazándose velozmente desde Caño Amarillo, hasta el puente. Bajé el cierre de mi chaqueta gris, hice como si iba a sacar un arma de fuego y me tiré  al pavimento. Los delincuentes, también se apertrecharon y aproveché para huir hacia la Avenida Baralt, escondiéndome detrás de los carros estacionados (en esos años la Avenida Baralt, parecía un estacionamiento en la madrugada). Luego enfilé desde el Puente LLaguno hacia la Avenida Sucre y logré llegar a mi lugar de habitación, con un pequeño susto, pero ileso. Esa experiencia me hizo sentir “más fuerte y poderoso”, sin saber que la misericordia de Dios, me estaba guardando.

                         LOS DOS MACABROS PUÑALEROS

     Un día, mientras me desplazaba por la Avenida Sucre, a la altura de “Agua Salud”, a eso de la una de la madrugada, observé como dos asaltantes armados de puñales, provenientes de las escalinatas que dan desde la mencionada avenida hasta la Pastora, se escondieron detrás de un contenedor de basura, para esperar mi paso y atacarme a puñaladas. Haciendo uso de la astucia que como revolucionario poseía, me arrastré “rampando” por el pavimento, escondido detrás de los vehículos estacionados. Le caí por la espalda, mientras ellos me acosaban y les sorprendí con un grito muy fuerte. Los delincuentes, asustados, corrieron gritando como niñas, mientras se ocultaban detrás de un vehículo, intentando sorprenderme. De manera muy cuidadosa y sigilosa, volví a aplicarles “táctica guerrillera” y salté sorprendiéndoles por la espalda, con un grito tremendo. Despavoridos, corrieron y se ocultaron de nuevo detrás del container, mientras yo aproveché para cruzar la avenida y esconderme detrás de otro vehículo estacionado. Allí permanecí varios minutos, hasta que vi a un hombre bien vestido, quien venía con paltó en mano, encorbatado. Quise avisarle del peligro que le acechaba, pero si me movía, los delincuentes me descubrían. Fue cuando aquella víctima pasó frente al contenedor de basura, cuando los dos criminales saltaron sobre él cuchillo en maño y lo apuñalaron como se mata a una vaca; luego, le despojaron de sus pertenencias. Viendo este cruel crimen, salí de mi escondite y les grité: -¡¡COBARDES, ASESINOS!! ¡¡VENGAN CONTRA MÍ!! Los delincuentes me respondieron: -¡¡Contigo no, chamo, contigo no!! ¡¡Vete tranquilo!! Seguí mi camino lleno de dolor, por lo que había presenciado.

             LA MUCHACHA A LA ENTRADA DEL METRO

     Debido al gran peligro existente en las calles y avenidas de Caracas, en horas de la madrugada, opté por recogerme en casa más temprano. De esta manera, comencé a tomar el metro a eso de las 10:30 a 10:50, aproximadamente. Una noche, a eso de las 10:50 minutos, mientras me desplazaba por la Avenida Baralt, exactamente a la entrada principal de la estación del metro, la cual por esos días permanecía abierta hasta las once, observé una extraña escena. Dos hombres de unos veinte y veinticinco años aproximadamente, tenían a una jovencita de unos dieciocho a diecinueve años, recostada a la pared, mientras uno le estaba manoseando los senos. Ante este extraño cuadro, me acerqué a ellos y les dije: -Buenas noches. Y dirigiéndome a la joven, le pregunté: -“Señorita, ¿Usted conoce a estos sujetos?”- La muchacha, desesperada me respondió: -“¡¡NO SEÑOR, NO LOS CONOZCO. POR FAVOR, AYÚDEME!!”- Al escuchar estas palabras, me llené de coraje y la emprendí a golpes y puntapiés contra los delincuentes, quienes sacaron a relucir armas blancas y me atacaban con sus cuchillos, pero les dí tantos puntapiés por las costillas, que huyeron despavoridos. En medio del combate, la muchacha aprovechó para huir, entrando al metro. Sofocado por la pelea y tocándome para ver si había sido herido, entré a la estación y logré tomar el último tren de la noche y escapar del lugar.

                                   EL ANCIANO TAXISTA

     Una tarde aproximadamente a eso de las seis, un día sábado  de 1993, me encontraba esperando a un amigo a la entrada de la estación del metro en “Gato Negro”. En eso, llegó un anciano en un taxi de la línea Caracas-La Guaira, que para entonces funcionaba en ese lugar. El vehículo del anciano, lucía brillante, bien cuidado, impecable. De pronto un sujeto delgado y muy alto, -aproximadamente 1,90 mts de estatura-, se paró junto al vehículo del anciano, colocando un pie sobre el capó. El anciano se dirigió al sujeto y le dijo, casi rogando: -“Por favor, amigo. Baja el pie del vehículo, acabo de sacarlo del taller. ¿No ves como lo tengo pulido? Me puedes rayar la pintura”- El hombre, lejos de atender la petición del anciano, le dijo: -“Quédate tranquilo viejo. Yo hago lo que me da la gana, soy malandro”- El anciano enojado, fue a buscar dentro del vehículo una pequeña cabilla para defenderse del delincuente, pero el antisocial lo tomó por la espalda y lo lanzó al pavimento, golpeándolo inmisericordemente.
     Ante esta situación, viendo como el delincuente estaba en la acera sobre el indefenso anciano, golpeándolo en el rostro, me acerqué y le grité: -“¿Vas a golpear a ese anciano? ¡¡Vente contra mí!!”- El malandro intentó ponerse de pie, pero viendo yo que era demasiado alto y fuerte para mí, no le dejé poner de pie y estando el sujeto en un intento por levantarse, lo golpeé con todas mis fuerzas en la mandíbula y el hombre quedó desmayado. Enseguida una joven que hablaba malandreado, me saltó encima y me arañó el pecho con sus largas uñas, mientras me gritaba:-“desgraciado, golpeaste a mi marido”- Llegaron dos agentes de la policía y para escapar dije: -“voy a buscar una pistola y ya vengo”- Mientras los agentes me llamaban, aproveché la confusión para huir por los lados de Ruperto Lugo y mi escondí en la casa de un amigo perteneciente a la Guardia Nacional, a quien le relaté lo sucedido y me dijo: -“¡¡Bien hecho, hay que defender al indefenso!!”-

                      LOS ASALTANTES DE “GATO NEGRO”

     Eran los días de agosto de 1995. Debido a las difíciles experiencias que había tenido en las madrugadas de Caracas, decidí como afirmé en otra oportunidad, llegar más temprano a casa. Es decir, temprano para mí, eran las once u once y media de la noche. Por esos días, una compañera de estudios de la Escuela de Derecho, de nombre Daisy Betancourt, hija del Pastor José Betancourt de la “Iglesia Evangélica Nacional”, me invitó a la congregación. Allí oraron por mí y sin saber lo que hacía, volví a aceptar a Cristo como mi Señor y Salvdor, tal y como lo había hecho en la Cárcel Nacional de Trujillo. Pero esta vez, sería diferente. Una noche a eso de las once, salí de la estación del Metro de Gato Negro, cuando en la acera, frente a la Escuela “Miguel Antonio Caro”, me salieron tres asaltantes, una mujer y dos hombres, quienes me dijeron: -“Nosotros somos malandros y te vamos a robar y a matar”- Indignado por esta amenaza, les respondí: -“Y yo soy revolucionario. Soy chavista y a los malandros hay que matarlos”- Inmediatamente, uno de chaqueta azul, bajó el cierre de la chaqueta y me dijo: -“saca pues, porque te voy a matar”- Yo bajé el cierre de mi chaqueta gris y metí mi mano como si fuese a sacar un arma y le respondí: -“Saca tú primero”- El malandro que me había amenazado, sacó un puñal y me atacó lanzándome una puñalada al corazón. La esquivé dando un paso atrás y le dije:-“ahora vengo yo”- Como hablé con tanta sangre fría, la malandra se desesperó y le dijo a sus secuaces:-“este tipo es loco, nos va a matar”- El malandro que me había atacado con el puñal, dijo:-“Tú no tienes nada. Si no ya hubieras disparado”- Buscando escaparme de ellos, respondí con voz firme: -“Si no me dejan tranquilo, les voy a volar el cerebro cada uno aquí”- Entonces la malandra me dijo despavorida:-“No nos mates. Te dejamos ir”- Aproveché la situación y les dije: -“Yo voy a cruzar la avenida. Si me siguen, los mato a los tres”- Me alejé astutamente del lugar, pero tenía un propósito en mente.
     Mi propósito era poder llegar a la casa y buscar un arma de fuego que tenía escondida y acabar con esos tres malandros. Llegué a la casa, busqué el revólver y salí a recorrer la Avenida Sucre, para encontrarlos y liquidarlos. Caminé por los lados de “Miguel Antonio Caro”, di vueltas por Ruperto Lugo, pero no los hallé. Entretanto, una patrulla de la policía metropolitana me vigilaba para ver que estaba haciendo yo. Decidido a todo, pensé: -“estos malandros me la van a pagar. Quisieron matarme”- No fue sino hasta la una de la madrugada, cuando decidí volver a casa. Estaba sumamente molesto, porque no pude vengarme de los delincuentes. (Ahora los veo casi todos los días, porque ellos son buhoneros en el mismo lugar donde intentaron matarme”) Inclusive, me ven pasar con la Biblia casi a diario y les he entregado folletos y he comprado de sus mercancías (talcos para los pies, baterías, entre otros). Gracias a Dios, el Señor me quitó todo rencor hacia ellos, aunque ellos no han entendido y no sé si entenderán algún día mi conversión.
     Esa madrugada, me acosté en el sofá de madera donde dormía, con el revólver sobre mi pecho, respirando odio e impotencia por aquel intento por asesinarme. Hasta allí, no entendía como Dios seguía librándome de la muerte. De pronto, ví hacia mis pies y había una palomita blanca, muy blanca, con sus ojitos cerrados. Palpadée y la palomita ya no estaba. Pensé: -“Me estoy volviendo loco por haber bebido tanto licor todos estos días”- Desde ese día, decidí no ingerir más licor en mi vida.
     A los días, cuando me disponía a dormir sobre el sofá de madera, volví a ver la PALOMITA BLANCA, a mis pies. Decidí acabar con este misterio y me hice el dormido. Con un ojo semiabierto, seguí viendo aquella preciosa y extraña criatura a mis pies y me levanté sorpresivamente para atraparla. Cual sería mi sorpresa: aquella PALOMITA BLANCA, ERA UN SER ESPIRITUAL. ERA EL ESPÍRITU SANTO. Lo tomé en mis manos y la palomita picoteaba mis dedos para soltarse y mi alma habló y dijo: “-ESTA VEZ, NO TE VAS. ESTA VEZ TE QUEDAS CONMIGO”-
     La palomita blanca continuó picoteándome, hasta introducirse en mi corazón. Me quedé profundamente dormido. A la mañana siguiente, me desperté hablando de Cristo. Llamé a mi mamá y a mis hermanos y les dije: -“LA BIBLIA ES VERDAD. JESUCRISTO VIVE Y VIENE PRONTO”. Desde ese día, 19 de agosto de 1995, entregué definitivamente mi corazón a Cristo, pero esa es otra historia.
CAPÍTULO XI: ANTES DE MI CONVERSIÓN


     Mientras estudiaba en la escuela de Derecho y la escuela de Educación de la UCV, hice amistad con muchos estudiantes, muchachos y muchachas optimistas, llenos de vida, de sueños por realizar. Entre mis amigos más queridos de la universidad, puedo mencionar a Elpidia Valentina Martínez, José Barreto, Raquel Robles, Luisa Rodríguez, Laura Guevara, Isabel Martínez, María Martínez, Carlos Martínez, Wilmer López, Nathalie Teneud, Elizabeth Peraza, José Clavijo, Belinda Alvarez, Kellly y Arnoldo Perdomo, Claudelia Rojas, Lisandro Pérez, José Leonardo Sequera, Nancy Alvarez, Felícita Elizabeth Vílchez, Alexis Toledo, Elizabeth Vielma, Acacio Barrios, José Pulido, Elizabeth Pinto, y muchísimos más, cuyos nombres no alcanzo a recordar. No obstante, la amiga cuyo trato marcó mi vida, fue Regina Cahuan, cristiana estudiante de derecho, quien en una oportunidad me dijo: -“Dios tiene un propósito contigo”- A raíz de esa afirmación de Regina, me hice rebelde contra Cristo y comencé a repetirme: -“Si soy un escogido de Dios, nadie podrá matarme”-
     Desde esa declaración espiritual de Regina, me dediqué a beber, a buscar mujeres, a arriesgarme en las noches caminando por las peligrosas calles y avenidas de Caracas. A continuación, paso a relatar los hechos más extraños y violentos que me ocurrieron entre 1993 y 1995, antes de mi conversión.

                                   LA MANCA Y “EL POSTRE”
     En el año 1993, tuve una relación sentimental con B.A., hermana de un amigo mío. Como ella habitaba en la Urbanización “El Paraíso” y me quedaba en su apartamento hasta altas horas de la noche, luego me desplazaba hasta mi lugar de residencia, en la Calle Real de Altavista, en Catia, caminando por esas calles. En una oportunidad, cuando caminaba a la altura del Bloque 2 de la Urbanización “El Silencio”, a eso de las dos de la madrugada, aproximadamente, me salió al paso una mujer de unos 30 años de edad, la cual se desplazaba con muletas y le faltaba una pierna. La mujer me invitó a un hotel y me dijo que cobraba 25 bolívares. Yo le aclaré que no andaba en procura de placer sexual y me respondió: -“está bien, me discriminas porque soy una minusválida”- Enseguida, llamó a una niña de unos 7 u 8 años y me la presentó, mientras me decía: -“Si vamos al hotel, este va a ser tu postre. Puedes hacer con ella lo que quieras.”- Alarmado y asqueado por aquella propuesta, le contesté: “-Cómo es posible que tú utilices a una niña para prostituirla. Si quieres prostitúyete tú, pero esta niña es inocente”- Cuando terminé de decir esto, salió de detrás de un vehículo un hombre con una pistola calibre 9 milímetros y apuntándome, me dijo: -“Yo soy el cabrón de ella. Si no vas al hotel, entonces arranca. Aquí no estés dando discursitos morales. Arranca o te doy un tiro”- Ante esta amenaza, le dije: -“Está bien, me voy, pero lo que están haciendo con esa niña es malo. No deberían hacerlo”- Me retiré del lugar, sin evitar que las lágrimas rodaran por mi mejilla.

                           LOS ASALTANTES DE “EL SILENCIO”

     Cada día mi rebeldía en contra de Dios, aumentaba. Cada vez me desplazaba a pie desde el Paraíso hasta Altavista, en medio del más terrible peligro, convencido que “SI DIOS ME HABÍA ESCOGIDO, NADIE PODRÍA MATARME”. Fue una madrugada a eso de la una y media, cuando caminando por el centro de Caracas, en la planta baja del bloque 1, me salieron al paso dos pistoleros y me conminaron a entregar todo bajo amenaza de muerte. Por esos días, yo usaba una chaqueta gris de cierre, con  la cual burlaba a los asaltantes, simulando que yo también estaba armado. Mientras ellos me apuntaban, bajé el cierre de la chaqueta, introduje mi mano derecha como quien va a sacar una pistola y los asaltantes salieron corriendo, mientras gritaban.
     Me escondí detrás de un vehículo estacionado, mientras ellos comenzaron a buscarme por la Avenida Baralt. Haciendo uso de la astucia aprendida en la lucha revolucionaria, pasaba de un vehículo a otro, hasta que los vi buscarme sobre el “Puente LLaguno”, me desvié hacia la Avenida Nueva República y pude escaparme de ellos. Por entonces me sentía muy astuto e inteligente y seguía pensando: “SI DIOS ME ESCOGIÓ, NADIE PODRÁ MATARME.

                               LOS PISTOLEROS DE PUENTE REPÚBLICA

     En otra ocasión, me desplazaba a eso de las doce y media de la madrugada por el Puente Nueva República, cerca del Palacio de Miraflores. Por esos días, existía una especie de leyenda sobre dos pistoleros que rodeaban a los caminantes de la noche: uno subía por las escaleras que dan al liceo “Fermín Toro” y otro, salía de los lados de “Caño Amarillo”. Entonces, acribillaban sin compasión al transeúnte, para despojarle de sus pertenencias. Mientras me desplazaba, pensaba en esta supuesta leyenda, cuando ví subir al primer pistolero de los lados del “Fermín Toro”. Pensé, “va a aparecer el segundo”. Efectivamente, vi otro pistolero desplazándose velozmente desde Caño Amarillo, hasta el puente. Bajé el cierre de mi chaqueta gris, hice como si iba a sacar un arma de fuego y me tiré  al pavimento. Los delincuentes, también se apertrecharon y aproveché para huir hacia la Avenida Baralt, escondiéndome detrás de los carros estacionados (en esos años la Avenida Baralt, parecía un estacionamiento en la madrugada). Luego enfilé desde el Puente LLaguno hacia la Avenida Sucre y logré llegar a mi lugar de habitación, con un pequeño susto, pero ileso. Esa experiencia me hizo sentir “más fuerte y poderoso”, sin saber que la misericordia de Dios, me estaba guardando.

                         LOS DOS MACABROS PUÑALEROS

     Un día, mientras me desplazaba por la Avenida Sucre, a la altura de “Agua Salud”, a eso de la una de la madrugada, observé como dos asaltantes armados de puñales, provenientes de las escalinatas que dan desde la mencionada avenida hasta la Pastora, se escondieron detrás de un contenedor de basura, para esperar mi paso y atacarme a puñaladas. Haciendo uso de la astucia que como revolucionario poseía, me arrastré “rampando” por el pavimento, escondido detrás de los vehículos estacionados. Le caí por la espalda, mientras ellos me acosaban y les sorprendí con un grito muy fuerte. Los delincuentes, asustados, corrieron gritando como niñas, mientras se ocultaban detrás de un vehículo, intentando sorprenderme. De manera muy cuidadosa y sigilosa, volví a aplicarles “táctica guerrillera” y salté sorprendiéndoles por la espalda, con un grito tremendo. Despavoridos, corrieron y se ocultaron de nuevo detrás del container, mientras yo aproveché para cruzar la avenida y esconderme detrás de otro vehículo estacionado. Allí permanecí varios minutos, hasta que vi a un hombre bien vestido, quien venía con paltó en mano, encorbatado. Quise avisarle del peligro que le acechaba, pero si me movía, los delincuentes me descubrían. Fue cuando aquella víctima pasó frente al contenedor de basura, cuando los dos criminales saltaron sobre él cuchillo en maño y lo apuñalaron como se mata a una vaca; luego, le despojaron de sus pertenencias. Viendo este cruel crimen, salí de mi escondite y les grité: -¡¡COBARDES, ASESINOS!! ¡¡VENGAN CONTRA MÍ!! Los delincuentes me respondieron: -¡¡Contigo no, chamo, contigo no!! ¡¡Vete tranquilo!! Seguí mi camino lleno de dolor, por lo que había presenciado.

             LA MUCHACHA A LA ENTRADA DEL METRO

     Debido al gran peligro existente en las calles y avenidas de Caracas, en horas de la madrugada, opté por recogerme en casa más temprano. De esta manera, comencé a tomar el metro a eso de las 10:30 a 10:50, aproximadamente. Una noche, a eso de las 10:50 minutos, mientras me desplazaba por la Avenida Baralt, exactamente a la entrada principal de la estación del metro, la cual por esos días permanecía abierta hasta las once, observé una extraña escena. Dos hombres de unos veinte y veinticinco años aproximadamente, tenían a una jovencita de unos dieciocho a diecinueve años, recostada a la pared, mientras uno le estaba manoseando los senos. Ante este extraño cuadro, me acerqué a ellos y les dije: -Buenas noches. Y dirigiéndome a la joven, le pregunté: -“Señorita, ¿Usted conoce a estos sujetos?”- La muchacha, desesperada me respondió: -“¡¡NO SEÑOR, NO LOS CONOZCO. POR FAVOR, AYÚDEME!!”- Al escuchar estas palabras, me llené de coraje y la emprendí a golpes y puntapiés contra los delincuentes, quienes sacaron a relucir armas blancas y me atacaban con sus cuchillos, pero les dí tantos puntapiés por las costillas, que huyeron despavoridos. En medio del combate, la muchacha aprovechó para huir, entrando al metro. Sofocado por la pelea y tocándome para ver si había sido herido, entré a la estación y logré tomar el último tren de la noche y escapar del lugar.

                                   EL ANCIANO TAXISTA

     Una tarde aproximadamente a eso de las seis, un día sábado  de 1993, me encontraba esperando a un amigo a la entrada de la estación del metro en “Gato Negro”. En eso, llegó un anciano en un taxi de la línea Caracas-La Guaira, que para entonces funcionaba en ese lugar. El vehículo del anciano, lucía brillante, bien cuidado, impecable. De pronto un sujeto delgado y muy alto, -aproximadamente 1,90 mts de estatura-, se paró junto al vehículo del anciano, colocando un pie sobre el capó. El anciano se dirigió al sujeto y le dijo, casi rogando: -“Por favor, amigo. Baja el pie del vehículo, acabo de sacarlo del taller. ¿No ves como lo tengo pulido? Me puedes rayar la pintura”- El hombre, lejos de atender la petición del anciano, le dijo: -“Quédate tranquilo viejo. Yo hago lo que me da la gana, soy malandro”- El anciano enojado, fue a buscar dentro del vehículo una pequeña cabilla para defenderse del delincuente, pero el antisocial lo tomó por la espalda y lo lanzó al pavimento, golpeándolo inmisericordemente.
     Ante esta situación, viendo como el delincuente estaba en la acera sobre el indefenso anciano, golpeándolo en el rostro, me acerqué y le grité: -“¿Vas a golpear a ese anciano? ¡¡Vente contra mí!!”- El malandro intentó ponerse de pie, pero viendo yo que era demasiado alto y fuerte para mí, no le dejé poner de pie y estando el sujeto en un intento por levantarse, lo golpeé con todas mis fuerzas en la mandíbula y el hombre quedó desmayado. Enseguida una joven que hablaba malandreado, me saltó encima y me arañó el pecho con sus largas uñas, mientras me gritaba:-“desgraciado, golpeaste a mi marido”- Llegaron dos agentes de la policía y para escapar dije: -“voy a buscar una pistola y ya vengo”- Mientras los agentes me llamaban, aproveché la confusión para huir por los lados de Ruperto Lugo y mi escondí en la casa de un amigo perteneciente a la Guardia Nacional, a quien le relaté lo sucedido y me dijo: -“¡¡Bien hecho, hay que defender al indefenso!!”-

                      LOS ASALTANTES DE “GATO NEGRO”

     Eran los días de agosto de 1995. Debido a las difíciles experiencias que había tenido en las madrugadas de Caracas, decidí como afirmé en otra oportunidad, llegar más temprano a casa. Es decir, temprano para mí, eran las once u once y media de la noche. Por esos días, una compañera de estudios de la Escuela de Derecho, de nombre Daisy Betancourt, hija del Pastor José Betancourt de la “Iglesia Evangélica Nacional”, me invitó a la congregación. Allí oraron por mí y sin saber lo que hacía, volví a aceptar a Cristo como mi Señor y Salvdor, tal y como lo había hecho en la Cárcel Nacional de Trujillo. Pero esta vez, sería diferente. Una noche a eso de las once, salí de la estación del Metro de Gato Negro, cuando en la acera, frente a la Escuela “Miguel Antonio Caro”, me salieron tres asaltantes, una mujer y dos hombres, quienes me dijeron: -“Nosotros somos malandros y te vamos a robar y a matar”- Indignado por esta amenaza, les respondí: -“Y yo soy revolucionario. Soy chavista y a los malandros hay que matarlos”- Inmediatamente, uno de chaqueta azul, bajó el cierre de la chaqueta y me dijo: -“saca pues, porque te voy a matar”- Yo bajé el cierre de mi chaqueta gris y metí mi mano como si fuese a sacar un arma y le respondí: -“Saca tú primero”- El malandro que me había amenazado, sacó un puñal y me atacó lanzándome una puñalada al corazón. La esquivé dando un paso atrás y le dije:-“ahora vengo yo”- Como hablé con tanta sangre fría, la malandra se desesperó y le dijo a sus secuaces:-“este tipo es loco, nos va a matar”- El malandro que me había atacado con el puñal, dijo:-“Tú no tienes nada. Si no ya hubieras disparado”- Buscando escaparme de ellos, respondí con voz firme: -“Si no me dejan tranquilo, les voy a volar el cerebro cada uno aquí”- Entonces la malandra me dijo despavorida:-“No nos mates. Te dejamos ir”- Aproveché la situación y les dije: -“Yo voy a cruzar la avenida. Si me siguen, los mato a los tres”- Me alejé astutamente del lugar, pero tenía un propósito en mente.
     Mi propósito era poder llegar a la casa y buscar un arma de fuego que tenía escondida y acabar con esos tres malandros. Llegué a la casa, busqué el revólver y salí a recorrer la Avenida Sucre, para encontrarlos y liquidarlos. Caminé por los lados de “Miguel Antonio Caro”, di vueltas por Ruperto Lugo, pero no los hallé. Entretanto, una patrulla de la policía metropolitana me vigilaba para ver que estaba haciendo yo. Decidido a todo, pensé: -“estos malandros me la van a pagar. Quisieron matarme”- No fue sino hasta la una de la madrugada, cuando decidí volver a casa. Estaba sumamente molesto, porque no pude vengarme de los delincuentes. (Ahora los veo casi todos los días, porque ellos son buhoneros en el mismo lugar donde intentaron matarme”) Inclusive, me ven pasar con la Biblia casi a diario y les he entregado folletos y he comprado de sus mercancías (talcos para los pies, baterías, entre otros). Gracias a Dios, el Señor me quitó todo rencor hacia ellos, aunque ellos no han entendido y no sé si entenderán algún día mi conversión.
     Esa madrugada, me acosté en el sofá de madera donde dormía, con el revólver sobre mi pecho, respirando odio e impotencia por aquel intento por asesinarme. Hasta allí, no entendía como Dios seguía librándome de la muerte. De pronto, ví hacia mis pies y había una palomita blanca, muy blanca, con sus ojitos cerrados. Palpadée y la palomita ya no estaba. Pensé: -“Me estoy volviendo loco por haber bebido tanto licor todos estos días”- Desde ese día, decidí no ingerir más licor en mi vida.
     A los días, cuando me disponía a dormir sobre el sofá de madera, volví a ver la PALOMITA BLANCA, a mis pies. Decidí acabar con este misterio y me hice el dormido. Con un ojo semiabierto, seguí viendo aquella preciosa y extraña criatura a mis pies y me levanté sorpresivamente para atraparla. Cual sería mi sorpresa: aquella PALOMITA BLANCA, ERA UN SER ESPIRITUAL. ERA EL ESPÍRITU SANTO. Lo tomé en mis manos y la palomita picoteaba mis dedos para soltarse y mi alma habló y dijo: “-ESTA VEZ, NO TE VAS. ESTA VEZ TE QUEDAS CONMIGO”-
     La palomita blanca continuó picoteándome, hasta introducirse en mi corazón. Me quedé profundamente dormido. A la mañana siguiente, me desperté hablando de Cristo. Llamé a mi mamá y a mis hermanos y les dije: -“LA BIBLIA ES VERDAD. JESUCRISTO VIVE Y VIENE PRONTO”. Desde ese día, 19 de agosto de 1995, entregué definitivamente mi corazón a Cristo, pero esa es otra historia.
CAPÍTULO XI: ANTES DE MI CONVERSIÓN


     Mientras estudiaba en la escuela de Derecho y la escuela de Educación de la UCV, hice amistad con muchos estudiantes, muchachos y muchachas optimistas, llenos de vida, de sueños por realizar. Entre mis amigos más queridos de la universidad, puedo mencionar a Elpidia Valentina Martínez, José Barreto, Raquel Robles, Luisa Rodríguez, Laura Guevara, Isabel Martínez, María Martínez, Carlos Martínez, Wilmer López, Nathalie Teneud, Elizabeth Peraza, José Clavijo, Belinda Alvarez, Kellly y Arnoldo Perdomo, Claudelia Rojas, Lisandro Pérez, José Leonardo Sequera, Nancy Alvarez, Felícita Elizabeth Vílchez, Alexis Toledo, Elizabeth Vielma, Acacio Barrios, José Pulido, Elizabeth Pinto, y muchísimos más, cuyos nombres no alcanzo a recordar. No obstante, la amiga cuyo trato marcó mi vida, fue Regina Cahuan, cristiana estudiante de derecho, quien en una oportunidad me dijo: -“Dios tiene un propósito contigo”- A raíz de esa afirmación de Regina, me hice rebelde contra Cristo y comencé a repetirme: -“Si soy un escogido de Dios, nadie podrá matarme”-
     Desde esa declaración espiritual de Regina, me dediqué a beber, a buscar mujeres, a arriesgarme en las noches caminando por las peligrosas calles y avenidas de Caracas. A continuación, paso a relatar los hechos más extraños y violentos que me ocurrieron entre 1993 y 1995, antes de mi conversión.

                                   LA MANCA Y “EL POSTRE”
     En el año 1993, tuve una relación sentimental con B.A., hermana de un amigo mío. Como ella habitaba en la Urbanización “El Paraíso” y me quedaba en su apartamento hasta altas horas de la noche, luego me desplazaba hasta mi lugar de residencia, en la Calle Real de Altavista, en Catia, caminando por esas calles. En una oportunidad, cuando caminaba a la altura del Bloque 2 de la Urbanización “El Silencio”, a eso de las dos de la madrugada, aproximadamente, me salió al paso una mujer de unos 30 años de edad, la cual se desplazaba con muletas y le faltaba una pierna. La mujer me invitó a un hotel y me dijo que cobraba 25 bolívares. Yo le aclaré que no andaba en procura de placer sexual y me respondió: -“está bien, me discriminas porque soy una minusválida”- Enseguida, llamó a una niña de unos 7 u 8 años y me la presentó, mientras me decía: -“Si vamos al hotel, este va a ser tu postre. Puedes hacer con ella lo que quieras.”- Alarmado y asqueado por aquella propuesta, le contesté: “-Cómo es posible que tú utilices a una niña para prostituirla. Si quieres prostitúyete tú, pero esta niña es inocente”- Cuando terminé de decir esto, salió de detrás de un vehículo un hombre con una pistola calibre 9 milímetros y apuntándome, me dijo: -“Yo soy el cabrón de ella. Si no vas al hotel, entonces arranca. Aquí no estés dando discursitos morales. Arranca o te doy un tiro”- Ante esta amenaza, le dije: -“Está bien, me voy, pero lo que están haciendo con esa niña es malo. No deberían hacerlo”- Me retiré del lugar, sin evitar que las lágrimas rodaran por mi mejilla.

                           LOS ASALTANTES DE “EL SILENCIO”

     Cada día mi rebeldía en contra de Dios, aumentaba. Cada vez me desplazaba a pie desde el Paraíso hasta Altavista, en medio del más terrible peligro, convencido que “SI DIOS ME HABÍA ESCOGIDO, NADIE PODRÍA MATARME”. Fue una madrugada a eso de la una y media, cuando caminando por el centro de Caracas, en la planta baja del bloque 1, me salieron al paso dos pistoleros y me conminaron a entregar todo bajo amenaza de muerte. Por esos días, yo usaba una chaqueta gris de cierre, con  la cual burlaba a los asaltantes, simulando que yo también estaba armado. Mientras ellos me apuntaban, bajé el cierre de la chaqueta, introduje mi mano derecha como quien va a sacar una pistola y los asaltantes salieron corriendo, mientras gritaban.
     Me escondí detrás de un vehículo estacionado, mientras ellos comenzaron a buscarme por la Avenida Baralt. Haciendo uso de la astucia aprendida en la lucha revolucionaria, pasaba de un vehículo a otro, hasta que los vi buscarme sobre el “Puente LLaguno”, me desvié hacia la Avenida Nueva República y pude escaparme de ellos. Por entonces me sentía muy astuto e inteligente y seguía pensando: “SI DIOS ME ESCOGIÓ, NADIE PODRÁ MATARME.

                               LOS PISTOLEROS DE PUENTE REPÚBLICA

     En otra ocasión, me desplazaba a eso de las doce y media de la madrugada por el Puente Nueva República, cerca del Palacio de Miraflores. Por esos días, existía una especie de leyenda sobre dos pistoleros que rodeaban a los caminantes de la noche: uno subía por las escaleras que dan al liceo “Fermín Toro” y otro, salía de los lados de “Caño Amarillo”. Entonces, acribillaban sin compasión al transeúnte, para despojarle de sus pertenencias. Mientras me desplazaba, pensaba en esta supuesta leyenda, cuando ví subir al primer pistolero de los lados del “Fermín Toro”. Pensé, “va a aparecer el segundo”. Efectivamente, vi otro pistolero desplazándose velozmente desde Caño Amarillo, hasta el puente. Bajé el cierre de mi chaqueta gris, hice como si iba a sacar un arma de fuego y me tiré  al pavimento. Los delincuentes, también se apertrecharon y aproveché para huir hacia la Avenida Baralt, escondiéndome detrás de los carros estacionados (en esos años la Avenida Baralt, parecía un estacionamiento en la madrugada). Luego enfilé desde el Puente LLaguno hacia la Avenida Sucre y logré llegar a mi lugar de habitación, con un pequeño susto, pero ileso. Esa experiencia me hizo sentir “más fuerte y poderoso”, sin saber que la misericordia de Dios, me estaba guardando.

                         LOS DOS MACABROS PUÑALEROS

     Un día, mientras me desplazaba por la Avenida Sucre, a la altura de “Agua Salud”, a eso de la una de la madrugada, observé como dos asaltantes armados de puñales, provenientes de las escalinatas que dan desde la mencionada avenida hasta la Pastora, se escondieron detrás de un contenedor de basura, para esperar mi paso y atacarme a puñaladas. Haciendo uso de la astucia que como revolucionario poseía, me arrastré “rampando” por el pavimento, escondido detrás de los vehículos estacionados. Le caí por la espalda, mientras ellos me acosaban y les sorprendí con un grito muy fuerte. Los delincuentes, asustados, corrieron gritando como niñas, mientras se ocultaban detrás de un vehículo, intentando sorprenderme. De manera muy cuidadosa y sigilosa, volví a aplicarles “táctica guerrillera” y salté sorprendiéndoles por la espalda, con un grito tremendo. Despavoridos, corrieron y se ocultaron de nuevo detrás del container, mientras yo aproveché para cruzar la avenida y esconderme detrás de otro vehículo estacionado. Allí permanecí varios minutos, hasta que vi a un hombre bien vestido, quien venía con paltó en mano, encorbatado. Quise avisarle del peligro que le acechaba, pero si me movía, los delincuentes me descubrían. Fue cuando aquella víctima pasó frente al contenedor de basura, cuando los dos criminales saltaron sobre él cuchillo en maño y lo apuñalaron como se mata a una vaca; luego, le despojaron de sus pertenencias. Viendo este cruel crimen, salí de mi escondite y les grité: -¡¡COBARDES, ASESINOS!! ¡¡VENGAN CONTRA MÍ!! Los delincuentes me respondieron: -¡¡Contigo no, chamo, contigo no!! ¡¡Vete tranquilo!! Seguí mi camino lleno de dolor, por lo que había presenciado.

             LA MUCHACHA A LA ENTRADA DEL METRO

     Debido al gran peligro existente en las calles y avenidas de Caracas, en horas de la madrugada, opté por recogerme en casa más temprano. De esta manera, comencé a tomar el metro a eso de las 10:30 a 10:50, aproximadamente. Una noche, a eso de las 10:50 minutos, mientras me desplazaba por la Avenida Baralt, exactamente a la entrada principal de la estación del metro, la cual por esos días permanecía abierta hasta las once, observé una extraña escena. Dos hombres de unos veinte y veinticinco años aproximadamente, tenían a una jovencita de unos dieciocho a diecinueve años, recostada a la pared, mientras uno le estaba manoseando los senos. Ante este extraño cuadro, me acerqué a ellos y les dije: -Buenas noches. Y dirigiéndome a la joven, le pregunté: -“Señorita, ¿Usted conoce a estos sujetos?”- La muchacha, desesperada me respondió: -“¡¡NO SEÑOR, NO LOS CONOZCO. POR FAVOR, AYÚDEME!!”- Al escuchar estas palabras, me llené de coraje y la emprendí a golpes y puntapiés contra los delincuentes, quienes sacaron a relucir armas blancas y me atacaban con sus cuchillos, pero les dí tantos puntapiés por las costillas, que huyeron despavoridos. En medio del combate, la muchacha aprovechó para huir, entrando al metro. Sofocado por la pelea y tocándome para ver si había sido herido, entré a la estación y logré tomar el último tren de la noche y escapar del lugar.

                                   EL ANCIANO TAXISTA

     Una tarde aproximadamente a eso de las seis, un día sábado  de 1993, me encontraba esperando a un amigo a la entrada de la estación del metro en “Gato Negro”. En eso, llegó un anciano en un taxi de la línea Caracas-La Guaira, que para entonces funcionaba en ese lugar. El vehículo del anciano, lucía brillante, bien cuidado, impecable. De pronto un sujeto delgado y muy alto, -aproximadamente 1,90 mts de estatura-, se paró junto al vehículo del anciano, colocando un pie sobre el capó. El anciano se dirigió al sujeto y le dijo, casi rogando: -“Por favor, amigo. Baja el pie del vehículo, acabo de sacarlo del taller. ¿No ves como lo tengo pulido? Me puedes rayar la pintura”- El hombre, lejos de atender la petición del anciano, le dijo: -“Quédate tranquilo viejo. Yo hago lo que me da la gana, soy malandro”- El anciano enojado, fue a buscar dentro del vehículo una pequeña cabilla para defenderse del delincuente, pero el antisocial lo tomó por la espalda y lo lanzó al pavimento, golpeándolo inmisericordemente.
     Ante esta situación, viendo como el delincuente estaba en la acera sobre el indefenso anciano, golpeándolo en el rostro, me acerqué y le grité: -“¿Vas a golpear a ese anciano? ¡¡Vente contra mí!!”- El malandro intentó ponerse de pie, pero viendo yo que era demasiado alto y fuerte para mí, no le dejé poner de pie y estando el sujeto en un intento por levantarse, lo golpeé con todas mis fuerzas en la mandíbula y el hombre quedó desmayado. Enseguida una joven que hablaba malandreado, me saltó encima y me arañó el pecho con sus largas uñas, mientras me gritaba:-“desgraciado, golpeaste a mi marido”- Llegaron dos agentes de la policía y para escapar dije: -“voy a buscar una pistola y ya vengo”- Mientras los agentes me llamaban, aproveché la confusión para huir por los lados de Ruperto Lugo y mi escondí en la casa de un amigo perteneciente a la Guardia Nacional, a quien le relaté lo sucedido y me dijo: -“¡¡Bien hecho, hay que defender al indefenso!!”-

                      LOS ASALTANTES DE “GATO NEGRO”

     Eran los días de agosto de 1995. Debido a las difíciles experiencias que había tenido en las madrugadas de Caracas, decidí como afirmé en otra oportunidad, llegar más temprano a casa. Es decir, temprano para mí, eran las once u once y media de la noche. Por esos días, una compañera de estudios de la Escuela de Derecho, de nombre Daisy Betancourt, hija del Pastor José Betancourt de la “Iglesia Evangélica Nacional”, me invitó a la congregación. Allí oraron por mí y sin saber lo que hacía, volví a aceptar a Cristo como mi Señor y Salvdor, tal y como lo había hecho en la Cárcel Nacional de Trujillo. Pero esta vez, sería diferente. Una noche a eso de las once, salí de la estación del Metro de Gato Negro, cuando en la acera, frente a la Escuela “Miguel Antonio Caro”, me salieron tres asaltantes, una mujer y dos hombres, quienes me dijeron: -“Nosotros somos malandros y te vamos a robar y a matar”- Indignado por esta amenaza, les respondí: -“Y yo soy revolucionario. Soy chavista y a los malandros hay que matarlos”- Inmediatamente, uno de chaqueta azul, bajó el cierre de la chaqueta y me dijo: -“saca pues, porque te voy a matar”- Yo bajé el cierre de mi chaqueta gris y metí mi mano como si fuese a sacar un arma y le respondí: -“Saca tú primero”- El malandro que me había amenazado, sacó un puñal y me atacó lanzándome una puñalada al corazón. La esquivé dando un paso atrás y le dije:-“ahora vengo yo”- Como hablé con tanta sangre fría, la malandra se desesperó y le dijo a sus secuaces:-“este tipo es loco, nos va a matar”- El malandro que me había atacado con el puñal, dijo:-“Tú no tienes nada. Si no ya hubieras disparado”- Buscando escaparme de ellos, respondí con voz firme: -“Si no me dejan tranquilo, les voy a volar el cerebro cada uno aquí”- Entonces la malandra me dijo despavorida:-“No nos mates. Te dejamos ir”- Aproveché la situación y les dije: -“Yo voy a cruzar la avenida. Si me siguen, los mato a los tres”- Me alejé astutamente del lugar, pero tenía un propósito en mente.
     Mi propósito era poder llegar a la casa y buscar un arma de fuego que tenía escondida y acabar con esos tres malandros. Llegué a la casa, busqué el revólver y salí a recorrer la Avenida Sucre, para encontrarlos y liquidarlos. Caminé por los lados de “Miguel Antonio Caro”, di vueltas por Ruperto Lugo, pero no los hallé. Entretanto, una patrulla de la policía metropolitana me vigilaba para ver que estaba haciendo yo. Decidido a todo, pensé: -“estos malandros me la van a pagar. Quisieron matarme”- No fue sino hasta la una de la madrugada, cuando decidí volver a casa. Estaba sumamente molesto, porque no pude vengarme de los delincuentes. (Ahora los veo casi todos los días, porque ellos son buhoneros en el mismo lugar donde intentaron matarme”) Inclusive, me ven pasar con la Biblia casi a diario y les he entregado folletos y he comprado de sus mercancías (talcos para los pies, baterías, entre otros). Gracias a Dios, el Señor me quitó todo rencor hacia ellos, aunque ellos no han entendido y no sé si entenderán algún día mi conversión.
     Esa madrugada, me acosté en el sofá de madera donde dormía, con el revólver sobre mi pecho, respirando odio e impotencia por aquel intento por asesinarme. Hasta allí, no entendía como Dios seguía librándome de la muerte. De pronto, ví hacia mis pies y había una palomita blanca, muy blanca, con sus ojitos cerrados. Palpadée y la palomita ya no estaba. Pensé: -“Me estoy volviendo loco por haber bebido tanto licor todos estos días”- Desde ese día, decidí no ingerir más licor en mi vida.
     A los días, cuando me disponía a dormir sobre el sofá de madera, volví a ver la PALOMITA BLANCA, a mis pies. Decidí acabar con este misterio y me hice el dormido. Con un ojo semiabierto, seguí viendo aquella preciosa y extraña criatura a mis pies y me levanté sorpresivamente para atraparla. Cual sería mi sorpresa: aquella PALOMITA BLANCA, ERA UN SER ESPIRITUAL. ERA EL ESPÍRITU SANTO. Lo tomé en mis manos y la palomita picoteaba mis dedos para soltarse y mi alma habló y dijo: “-ESTA VEZ, NO TE VAS. ESTA VEZ TE QUEDAS CONMIGO”-
     La palomita blanca continuó picoteándome, hasta introducirse en mi corazón. Me quedé profundamente dormido. A la mañana siguiente, me desperté hablando de Cristo. Llamé a mi mamá y a mis hermanos y les dije: -“LA BIBLIA ES VERDAD. JESUCRISTO VIVE Y VIENE PRONTO”. Desde ese día, 19 de agosto de 1995, entregué definitivamente mi corazón a Cristo, pero esa es otra historia.
    
        


   

                                      




CAPÍTULO XII: YA PERTENEZCO A CRISTO


     Es increíble, todo lo que viví, para poder aceptar a Cristo. Por esos días del primer amor, no regresé inmediatamente a la Misión Evangélica Nacional, Iglesia Evangélica Nacional ubicada en la Calle Principal de Altavista, dirigida por el pastor José Adalberto Betancourt. Me dediqué a “buscar” por mi cuenta y no tenía Biblia, sino un ejemplar del Nuevo Testamento versión Reina Valera de 1960, que me había sido obsequiado por los Gedeones Internacionales. Aunque intenté seguir adelante a mi manera, Cristo me había alcanzado para llenarme con su Santo Espíritu y definitivamente, me rendí a la voluntad de Dios.
     En este capítulo, voy a relatar todas las experiencias sobrenaturales más significativas acontecidas en estos últimos 18 años, como testimonio de la presencia del Señor Jesucristo en mi vida.

                                 EL SUEÑO CON MI FUTURA ESPOSA

     Como todo hombre del mundo, con el transcurrir de los años me hice mujeriego, alcohólico y machista. Por esa razón, me costó mucho rendirme al Señor y apartarme del pecado. En una oportunidad oré a Dios pidiéndole me diera una esposa, para dejar de andar por ahí “enamorando” a toda joven que se me cruzara en mi camino. Ya tenía 35 años de edad y había desperdiciado mis mejores años sin decidirme verdaderamente por Cristo.
     Después de orar, una noche de agosto de 1995, soñé con una linda muchacha de tez blanca y cabello castaño claro, cuyo rostro no podía distinguir claramente. Ella me decía en el sueño: “Yo soy cristiana evangélica y soy tu novia”.
     El 14 de septiembre de 1995, me encontraba visitando a una amiga de nombre Carmen Perdomo, quien a la fecha de escribir este testimonio, ya partió con Cristo. Ese día, vi entrar a la joven del sueño y le pregunté a mi amiga Carmen: -“¿Quién es esa joven? ¿Ella es cristiana evangélica?”- Mi amiga me contestó:-“no sé si es cristiana, me parece que sí. Ella estudia con mi hermana Nancy; pero, pregúntale tú”-.
     Carmen me presentó a la muchacha y yo, de manera decidida le pregunté: -“¿Eres tú cristiana evangélica?”- Ella me respondió:-“sí, yo soy cristiana evangélica para la Gloria de Dios”- Entonces, le conté mi sueño, la petición que había hecho al Señor y afirmé mirándola a los ojos:-“Entonces tú eres mi novia”- Aunque ella se sorprendió con mi tajante afirmación, al mes me dio el sí, nos hicimos novios y nos casamos el 27 de mayo del año 1998. Actualmente Mirna Marcela Mena Santos y yo, tenemos dos hijos: Moisés Elías Gómez Mena y Elías Moisés Gómez Mena.
     No obstante, en esos primeros días de mi conversión, me ocurrieron tres cosas que debo destacar por su trascendencia espiritual en mi vida:
1- En los días de septiembre de 1995, me dediqué a reprender demonios en el nombre de Jehová de Sabao. Me sentía contento y poderoso, porque los demonios salían de las gentes y huían. Un día mi amiga y hermana en Cristo Regina Cahuan, me invitó a la Iglesia Pentecostal de las Acacias, para que escuchase la Palabra de Dios, entonces el predicador, el pastor Samuel Orson, dijo desde el púlpito:-“Por ahí anda un hermano en forma desordenada. Se la pasa reprendiendo demonios, pero no quiere congregarse ni sujetarse en el Señor. Hermano, quien quiera que seas, así te dice el Señor: ordena tu vida y ten cuidado porque con las cosas espirituales, no se juega”- Aquel mensaje definitivamente, era para mí. Al salir de la Iglesia, le pregunté a la hermana Regina:-“¿Por qué le contaste al pastor lo que yo estoy haciendo?”- Ella me respondió contundentemente:-“Yo no le dije nada al pastor Samuel Orson. Te habló el Espíritu Santo”-.
     La respuesta de Regina, me llevó a reflexionar y comencé con mi novia Mirna, a congregarme en la sede de la Iglesia Pentecostal Dios es Amor, en la Avenida San Martín, en Caracas.
 2- Por esos días, empecé a hablarle de Cristo a mi mejor amigo José Barreto. Él, en las primeras de cambio, se sorprendió mucho por mi conversión y hasta intentó resistirse. Pero esa noche, después de haber recibido mis palabras retadoras:-“Tú eres escogido de Dios y el Señor tratará contigo”-, José Barreto tuvo una experiencia con el Espíritu Santo y a los pocos días, comenzó a congregarse en la Iglesia Evangélica Nacional, donde verdaderamente yo había recibido a Cristo. Viendo a mi hermano Barreto congregarse allí, mi novia y yo, nos hicimos miembros de aquella congregación.
3- En los días de diciembre de 1995, cuando apenas tenía tres meses en el Señor, se realizó la fiesta de navidad en el liceo privado donde trabajaba “UNIDAD EDUCATIVA DE ADULTOS CENTRO DOCENTE”, ubicada para entonces en la parroquia San Juan, cerca de la Estación de “EL METRO” de Capuchinos. Dentro del grupo de tres propietarios de esa institución, se encontraba el profesor Felipe Romero, antiguo amigo y conocido del hermano José Barreto, quien me recomendó para trabajar allí (actualmente, Felipe Romero es mi hermano en Cristo y pastor de una congregación en la ciudad de Maracay). Lo cierto, es que en esa fiesta, me ofrecieron un vasito de vino y lo tomé. Esto me produjo una crisis espiritual, porque sentí haber traicionado al Señor. Llegué a la casa de mi amiga Carmen Perdomo, donde se encontraba de visita mi novia y les conté lo acontecido, derramando lágrimas. Ellas oraron por mí y Dios me restauró. Sentí un enorme alivio después de aquella oración.

                             EL ENDEMONIADO DE LA AVENIDA SUCRE

     Tenía apenas unos tres meses en el evangelio, cuando una noche de un viernes me desplazaba por la Avenida Sucre de Catia, a la altura de “El Caribe”. De pronto observé a un extraño sujeto quien venía detrás de mí. Este hombre, estaba vestido con un flux gris a rayas, corbata y usaba un maletín tipo ejecutivo. Lo extraño de él, era su estilo de caminar; se desplazaba como danzando. Parecía como si fuese un hombre elástico. Me detuve para mirarlo y detrás de él, en el aire venía una nube oscura y tenebrosa. De pronto, la nube bajó y entró en el sujeto. Éste, endemoniado inmediatamente, comenzó a despojarse de toda la ropa y quedó solamente en prenda interior. Sus ojos se hicieron completamente blancos y dirigiéndose a mí, me dijo: “JOVEN, SOMOS LEGIÓN Y TE VAMOS A DESTRUIR”.
     Como yo me sentía avergonzado de ser cristiano y no quería dar testimonio público de Jesucristo, llevaba la Biblia escondida debajo de mi axila derecha. El endemoniado la emprendió en mi contra y comenzó a perseguirme por la avenida. Cuando pasé al frente de un buhonero amigo mío, éste me preguntó:-“Rubén, ¿Qué sucede?”. Yo, ocultando la Biblia aún más, le contesté:-“Este es un loco que la agarró conmigo”. La verdad era otra. Este hombre en realidad era un brujo, un instrumento de satanás. Pensé: “Si le reprendo, la gente va a saber que soy cristiano evangélico y se van a burlar de mí”. Preferí correr y escapar del lugar.
     El endemoniado me siguió hasta la entrada de Altavista, a la altura del Bar “Los Pinos”. Después se devolvió por la acera de la avenida. Cuando inicié la subida de la calle principal de Altavista, a la altura de la fábrica “OVEJITA”, el Señor me habló claramente:-“TE HAS AVERGONZADO DE MÍ”- Dolido en mi corazón, le dije:-“Señor perdóname”- Me devolví entonces a buscar al endemoniado para reprenderlo y lo encontré rodeado de una multitud de personas, a quienes les adivinaba el futuro, mediante la lectura de un cigarrillo. Los guardias nacionales, cuyo comando quedaba allí cerca (hoy es la sede de la Policía Nacional), habían obligado al hombre a ponerse los pantalones y la camiseta. Lo demás, posiblemente, se lo habían hurtado en medio de la multitud. Me acerqué hasta él y le dije con toda autoridad y con voz potente: ¡¡SATANÁS, TE REPRENDO EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO!! El sujeto cayó desmayado y los guardias, en medio del asombro de todos, lo llevaron cargado al comando. Yo, me retiré del lugar, satisfecho por haber cumplido la voluntad del Señor.

                            LA ENDEMONIADA DE LA AVENIDA LECUNA

     Después de esta experiencia pública de reprender demonios, Dios volvió a probarme. Fue una mañana de un día martes, noviembre de 1995. Me desplazaba por la Avenida Lecuna en un microbús, cuando vi a un amigo mío muy querido de nombre Lisandro Pérez, quien años después sería Jefe Civil de la Parroquia 23 de Enero. Me bajé del microbús para saludarle y a la vez, darle testimonio de mi conversión a Cristo. Cuando me acerqué a mi amigo y lo saludé con un abrazo, se acercó un joven y me preguntó:-“Señor, ¿Usted es cristiano evangélico?”- Le respondí:-“Sí. Soy cristiano para la gloria de Dios”- No terminaba de responder a la pregunta de éste desconocido, cuando se me acercó otro joven y me preguntó:-“Señor, ¿Usted es cristiano evangélico?”- También a éste otro le respondí:-“Sí, soy cristiano evangélico para la Gloria de Dios”- Seguidamente les pregunté:-“ Pero, ¿por qué ustedes quieren saberlo?”- Uno de ellos, mirando hacia el este de la avenida, me dijo:-“Porque Dios le tiene una prueba. Mire hacia allá”- Miré hacia donde me indicaba el hermano y vi a una joven endemoniada que se aproximaba por el medio de la avenida. Mientras la gente se aglomeraba para perturbarla, ésta, empujaba a los hombres y los arrojaba al pavimento; levantaba en vilo a la gente y la dejaba caer.
     Uno de los hermanos me dijo:-“Yo soy de la Iglesia “Dios es Amor” y estoy en ayuno”- El otro, afirmó ser de otra congregación cristiana que no recuerdo y me dijo:-“Yo también estoy en ayuno”- Les expliqué a ambos, yo no estoy en ayuno, pero creo en el Señor Jesucristo. Inmediatamente, nos acercamos a reprender a la endemoniada. El primer hermano se acercó y la endemoniada le destrozó el rostro con sus enormes uñas y se apartó del lugar, ensangrentado. El segundo hermano, intentó reprender a la endemoniada, pero también fue herido y huyó del lugar. Quedé yo y le dije al Señor:-“Yo no estoy en ayuno, pero creo en tu nombre, CRISTO JESÚS”- Me apresuré a reprenderle el demonio a la joven y ésta me atacó con sus enormes uñas; sin embargo, no pudo tocarme porque el SEÑOR JESÚS, me puso una especie de coraza protectora invisible al frente. Al verme protegido, clamé la sangre de Cristo que tiene poder y puse mi mano sobre la cabeza de aquella endemoniada. Inmediatamente, comenzaron a salir de ella los demonios. Se trataba de una legión y cada uno de ellos al salir, atravesaba mi mano como si fueran cuchillos, produciéndome dolor, hasta que fueron expulsados todos y quedó solamente uno, el cual el Espíritu Santo me reveló, que sólo salía con ayuno. El Espíritu Santo habló en mí y le dijo a la endemoniada:-“Anda a la Plaza que llaman “Santa Teresa”. Allí se encuentran dos varones predicadores, quienes están en ayuno. Ellos te echarán fuera en el nombre del Señor Jesús.”- Dicho esto, la endemoniada se levantó del pavimento, donde seguía postrada de rodillas ante el Señor y yo me apresuré a llegar hasta la mencionada plaza, para cerciorarme de que era el Espíritu quien había hablado, porque apenas estaba creciendo en la fe. Llegué a la plaza y efectivamente, dos varones se encontraban predicando la Palabra de Dios. Me acerqué a ellos y les pregunté:-“Dios les bendiga hermanos. Yo sé que esto es entre Dios y nosotros. Pero, ¿están ustedes en ayuno?”- Ellos me respondieron, -“si hermano, ¿por qué?”- Entonces les expliqué lo que había ocurrido con la endemoniada y como el Espíritu Santo a través de mí, la había enviado a ellos, porque el último demonio que quedaba en ella, sólo salía con ayuno y oración. Los hermanos, llenos de gozo dijeron:-“Gloria a Dios” y yo seguí mi camino, seguro de que el resto de la instrucción se cumpliría como había dicho el Señor.

      LA REALIDAD VIRTUAL EN LA PANADERÍA “EL CARIBE”

     Posterior a esos días, entré a la antigua Panadería “El Caribe”,- ya inexistente para la fecha de escribir el presente testimonio-, para obsequiar a mi novia Mirna con un cachito de jamón y un jugo. Cuando me dirigí a la cajera, me percaté de que detrás de ella, sonaba en un radio reproductor, un antiguo bolero de los años 50. De pronto, el bolero salió de la radio y entró a la joven, quien comenzó a cantarlo con voz de hombre haciendo gestos sensuales dedicados a mí, mientras se abría el escote de su blusa. Observé a mi novia, para preguntarle qué opinaba de aquello, cuando me di cuenta de la realidad: mi novia y toda la gente presente en la panadería estaba como hipnotizada; permanecían bajo un espíritu de estupor, paralizados como en una película de terror. Al darme cuenta de aquella diabólica situación, comprendí que satanás estaba mostrando su poder y me estaba retando. Lo reprendí con voz firme, segura y contundente:-“SATANÁS, ¡¡TE REPRENDO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO!!”- Inmediatamente, el bolero salió de la joven cajera y volvió a la radio, mientras ésta preguntó:-“¿Qué pasó? Me siento extraña”- Así, mi novia y toda la gente, volvieron en sí y cada uno preguntaba acerca de lo ocurrido. Yo les expliqué, que satanás había tomado aquel lugar por unos instantes, pero que al invocar el nombre TODOPODEROSO DE JESUCRISTO, todo había vuelto a la normalidad. Luego hice una oración por todos ellos y mi novia y yo, salimos de aquel lugar. Años después, el Señor me reveló que tal como ocurrió en aquella panadería, así será el estado de estupor en los habitantes del mundo, en los días del gobierno mundial de la Bestia 666.      

                                  MERYS DEL CARMEN ZAPATA

     Antes de continuar relatando el testimonio de mi conversión, quiero referirme a una joven de 19 años de edad para los días de febrero de 1994, de nombre Merys del Carmen Zapata, oriunda de Colombia. Merys marcó mi vida, por su testimonio. Fue mi alumna en la Unidad Educativa de Adultos “Centro Docente”. Ella era cristiana evangélica y se congregaba en la Iglesia Evangélica Emmanuel, ubicada para entonces en las adyacencias del extinto “Nuevo Circo” y habitaba en el Barrio “Hornos de Cal” en San Agustín.
     Merys me predicaba la palabra de Dios y siempre me decía:-“Usted, profesor, es un escogido de Dios. Yo estoy orando por Usted, para que sea salvo”- Las palabras de la joven, poco me importaban y desde entonces, el diablo puso en mi corazón, desprecio por ella. Un día, mientras me desplazaba en un autobús de la antigua ruta San Ruperto, vi a la joven sentada en unos asientos delante de mí; iba acompañada de otras jóvenes cristianas. Merys cantaba y sonreía con un gozo y una alegría pocas veces visto en una joven de su edad. Al bajarse del autobús, volteó hacia mí y me dijo:-“Profesor Dios le bendiga. Cristo le ama”- Mi corazón no arrepentido me hizo sentir que ella era una fanática religiosa y un día ocurrió el siguiente incidente:
     Había yo aplicado una prueba de Lengua y Literatura (Castellano), del semestre 11. Todos mis alumnos entregaron sus pruebas y cuando verifiqué la entrega de las mismas, para proceder a corregirlas, faltaba la prueba de Merys del Carmen Zapata. Revisé una y otra vez, y la prueba no aparecía. Ella me aseguraba: -“Profesor, yo la entregué. Yo no puedo mentir; soy cristiana evangélica”- No obstante, por mi dureza de corazón, no le creí y dije:-“si no aparece tu prueba, te quedarás sin nota”- Ella me respondió:-“Bueno profesor, yo no voy a discutir por eso. Dios es justo y sabe que no miento”.
     Por esos días, yo vivía en una habitación compartida con mi amigo Pedro Barreto, hermano de José Barreto, mi mejor amigo, en la pensión de la señora Benita, cerca de la Avenida Victoria. Le conté a Pedro lo acontecido con la muchacha y él me dijo:-“Busca con cuidado, es posible que no hayas revisado bien y la prueba esté allí”- Cuando me disponía a buscar, apareció la prueba de Merys del Carmen Zapata; era la segunda de aquel montón de pruebas de los diversos semestres. Quedé sorprendido por aquel hecho. “¿Cómo es posible que no había visto la prueba, si estaba casi de primera?”. Se la mostré a Pedro y él mismo se asombró, porque me había ayudado a buscarla y no aparecía.
     Una vez aparecida la prueba de Merys, comencé a preparar la hoja de calificaciones. Cuando llegué al nombre de ella e iba a insertar su nota, cometí un error y debí comenzar de nuevo, porque la hoja de calificaciones no podía llevar enmienda. Lo intenté una y otra vez, pero me equivocaba y debía comenzar de nuevo. Opté por dejar la nota de Merys para insertarla de última; así lo hice y terminé satisfactoriamente cuando eran aproximadamente las dos de la madrugada, había insertado ¡al fin!, la nota de la joven.
     A la mañana siguiente, un día sábado, llegué al liceo y le conté al profesor Felipe Romero, todo lo acontecido con esta joven. Él, entre extrañado y conmovido, me escuchó en silencio. Cuando culminé de relatarle lo sucedido, me preguntó:-“¿Ya leíste la cartelera de información del liceo?”- Salí al pasillo de la Unidad Educativa, revisé la cartelera y ví aquel recorte de prensa, con el siguiente titular: “MUERTA MAESTRA DE PREESCOLAR DE UN TIRO EN EL COSTADO”. Más abajo, en el lid de la información, se precisaba: “La joven Merys del Carmen Zapata, había salido del culto en la Iglesia Evangélica Emmanuel y quedó atrapada en una balacera, en las cercanías de su casa, en el Barrio Hornos de Cal”.
     Esa noticia me estremeció. Sentí un gran dolor en mi corazón por la forma como había tratado a aquella muchacha. Durante la noche, no pude dormir, llorando lágrimas de amargura. Aún cuando han transcurrido 19 años de aquella partida, el recuerdo de MERYS DEL CARMEN ZAPATA me reconforta, porque entonces supe que su alma está en el Paraíso en la presencia del SEÑOR JESUCRISTO.
     En los días de su fallecimiento, hablé con una joven dominicana, alumna mía y la mejor amiga de Merys. Le pedí me informara acerca de su familia, para ir a mostrarle mis respetos y condolencia. La respuesta de aquella joven me sorprendió aún más:-“NO SE PREOCUPE PROFESOR. MERYS ERA UNA MUCHACHA ODIADA POR SU FAMILIA. ELLOS, SU MAMÁ, SU PAPÁ, SUS HERMANOS, SON CATÓLICOS EXTREMOS Y LA ODIABAN POR HABERSE CONVERTIDO AL EVANGELIO. PARA ELLOS, MERYS DEL CARMEN, ERA COMO UN PERRO QUE ENTERRARON”.  

                            RUBÉN GÓMEZ, EN EL PRIMER AMOR

     Comencé a predicar el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, donde quiera que iba. Noviembre y diciembre de 1995, fueron meses de gran animación y evangelización, para mí. Durante esos sesenta días de hablarle de Cristo a niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianas y ancianos, aproximadamente unas cien almas recibieron y confesaron conmigo a Cristo como su Señor y Salvador.
     Nuestra congregación de la Iglesia Evangélica Nacional, tenía para esa fecha, algo más de cien miembros. Muchos habían llegado allí, por las campañas de evangelización que realizábamos mi hermano José Barreto y yo. Predicábamos en todo Altavista, en el Barrio San Isidro, donde me había criado. Predicábamos en los microbuses, en las estaciones de El Metro de Caracas; predicábamos en las calles y avenidas.
     Poco a poco, por mis oraciones y testimonio, mis familiares se fueron convirtiendo al Señor Jesucristo, en cumplimiento de esa promesa grandiosa, escrita en Hechos 16, 31: “CREE EN EL SEÑOR JESUCRISTO Y SERÁS SALVO TÚ Y TU CASA”. Se convirtieron en este orden al Señor: mi hermana María Gómez, mi sobrino Carlos Daniel Pérez, mi hermana Carmen Gómez, mi hermano Gilberto Gómez y mi madre María del Valle, viuda de Gómez.
     Luego de la conversión de mis hermanas María y Carmen, ya contábamos con un pequeño grupo misionero para llevar el evangelio a los rincones del país. Se incorporaron al equipo de predicación el hermano José Alcides y el hermano Luís Corales. Por esos días, el Señor comenzó a hablarnos sobre una misión evangélica formada por siete hijos e hijas de Dios. Por fe, mis hermanos mencionados, incluyendo José Barreto, creímos que éramos nosotros. En ayuno y oración, pedimos confirmación a Dios y unos misioneros de Estados Unidos, llegaron al país y hablaron en la Iglesia Pentecostal de las Acacias, diciendo: “Dios ha escuchado la oración de un remanente de siervos venezolanos y ha constituido una misión evangelizadora, para Venezuela y el Mundo.

                         LA MISIÓN EVANGÉLICA A YARACUY


      Convencido de que Dios estaba llamando a conformar una misión evangelizadora para Venezuela y las naciones, intensifiqué la oración, el ayuno y la lectura de la Palabra de Dios. Sentí en el Espíritu, orar en comunión con los hermanos José Barreto, José Alcides, Luis Corales, María Gómez, Carmen Gómez y Carlos Daniel Pérez, todos miembros de la Iglesia Evangélica Nacional.
      A mediados del año 1996, el Señor me inquietó acerca de la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles; o mejor dicho, los Hechos del Espíritu Santo. Fue entonces, cuando recibí la revelación de Hechos 2:38, el BAUTISMO BÍBLICO, EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO. Intrigado porque no comprendía la supuesta contradicción existente entre Mateo 28:19,20 y Hechos 2:38, me dirigí a la casa del hermano Ramón Andrade, quien tenía muchos años caminando en la fe de Cristo. Le pregunté: -“Hermano, ¿por qué parece contradictorio lo escrito en Hechos 2:38 al compararlo con Mateo 28:19,20? ¿Cómo debemos bautizar: en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo o en el Nombre del Señor Jesucristo?.
     Ante esta pregunta nacida de una sana curiosidad y un deseo ferviente de mi parte por servirle a Dios en Espíritu y en Verdad y no en confusión, el hermano Ramón Andrade me respondió:-“Hermano, yo entiendo que usted es profesor. Dígame: ¿Padre es nombre, Hijo es Nombre, Espíritu es Nombre?”- Le dije, “-no”- Entonces, él añadió una pregunta:-“Dígame hermano, ¿cuál es el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo?”- Inmediatamente, el Espíritu Santo me reveló la verdad (Juan 8:32) y respondí sin titubear:-“¡¡JESUCRISTO!!”. El me dijo:-“Claro que sí, hermano. Ya has recibido la revelación de Dios”- (1ra de Corintios, Capítulo 2).
     Lleno de gozo por esta revelación, el grupo de futuros misioneros y yo, comenzamos a indagar en el Libro de los Hechos y encontramos que todos los bautismos en agua, fueron efectuados en el Nombre del Señor Jesús, como está confirmado en Hechos 8:12; 8:36; 9:18; 10:47; 11:16; 16:15; 16:33; 18:8; 19;3 y 22:16.
     Por esos días, Dios me inquietó y estando en oración permanente comenzó a mostrarme insistentemente un nombre: PUEBLO NUEVO. Un día, le pregunté al hermano Oropeza: -“Hermano, ¿Dónde queda Pueblo Nuevo?”(el Espíritu Santo me mostraba que no era aquel “Pueblo Nuevo”, del estado Monagas)- Él me respondió:-“Pueblo Nuevo, es el pueblo donde yo nací y está en el estado Yaracuy”- Seguidamente, me preguntó:-“¿Por qué quiere saber de ese pueblo?”- Le respondí:-“Porque Dios me envía a predicar allí”- Antonio Oropeza me dijo entonces:-Bueno hermano, oración y ayuno para que el Señor le confirme esa Misión”-
      Tomando en serio la Misión encomendada por el Señor, continué orando por el propósito misionero y le pedí a Dios me mostrara por cuantos días debíamos ayunar. El Espíritu Santo me reveló claramente: “16 DÍAS”. Ayuné esos dieciséis días de seis de la mañana a las seis de la tarde. Luego, tomaba un vaso de jugo, oraba y me acostaba. Al cumplirse el día 15 de aquel sacrificio para el Señor, estando de rodillas en oración, alguien mi silbó muy bajo en el oído izquierdo y yo le dije, sin abrir los ojos:-“Yo sé quien eres satanás. Estás vencido en el Nombre del Señor Jesucristo”- Volvió a silbarme por el oído derecho y le dije en la misma posición:-“Ya te dije satanás, que estás vencido en el nombre de Jesucristo. Apártate de mí”-
     Al día siguiente, después de cumplirse el propósito de 16 días de ayuno, estaba en oración, cuando apareció en visión el demonio de María Lionza, quien venía contra mí en el aire. Extendí mi mano y la toqué en el nombre del Señor Jesús y aquel demonio huyó echando fuego y gritando. Cuando me encontré con los hermanos escogidos para la misión a Yaracuy, les dije:-“Tenemos victoria en Yaracuy, en el nombre del Señor Jesús”-
     Hicimos los preparativos para viajar a Yaracuy, pero antes informamos al pastor José Betancourt y a través de él a toda la congregación, para que oraran por nosotros. El 1ro de enero de 1997, fuimos despedidos por todos los miembros de la congregación en oración. El hermano pastor José Betancourt me llamó aparte, porque Dios me había encargado de esa misión y así se lo hice saber a él. Betancourt me dijo un poco consternado:-“Bueno, Rubén. Estaremos orando por ustedes. Pero aún no estoy seguro de que sea la voluntad de Dios”- Yo le respondí:-“¡¡Claro que sí hermano, es la voluntad de Dios!!-
     Al día siguiente, muy de mañana, partimos hacia San Felipe, José Barreto, José Alcides, María Gómez, Carmen Gómez y yo. En San Felipe, tomamos un microbús para ir a Pueblo Nuevo. El chofer del autobús se levantó contra nosotros y debimos bajarnos, para tomar otro bus. Mi hermana Carmen se molestó por el hecho y le dije que tuviera paciencia, porque “…a los hijos de Dios todas las cosas les ayudan a bien…” Efectivamente, el chofer del nuevo microbús, era un cristiano evangélico y nos llevó hasta la puerta de la Iglesia pastoreada por el hermano Antonio Oropeza, quien nos esperaba.
     Fuimos recibidos con mucho amor por nuestros hermanos. El pastor y sus hijos se habían congregado en la Iglesia Evangélica Nacional, cuando estuvieron trabajando en Caracas.
     Acordamos predicar por tres días en la Iglesia: el hermano José Barreto predicaría el segundo día y yo predicaría el primer y el tercer día. Durante esos días, caminaríamos por Pueblo Nuevo, San Isidro y El Pajón, llevando la palabra de salvación. Así lo hicimos.
     Aquella campaña fue una victoria en Cristo Jesús: los enfermos sanaron, los endemoniados fueron libertados y la congregación creció en esos tres días, como no había ocurrido en años. Tanta fue la presencia del SEÑOR, que yo como responsable de la misión le pedí al Señor que nos despertara todos los días a las cuatro de la mañana para orar y el Señor me despertaba con unas palmadas, para que yo despertara a mis hermanos.  Sin embargo, conviene relatar punto por punto, los aspectos más importantes de esta misión de Dios al estado Yaracuy.

                             COMO EN LOS DÍAS DE LOS APÓSTOLES

     El primer día de predicación en Pueblo Nuevo, la gloria de Dios se derramó con poder. Su misericordia y su amor, tocó aquella población. Mucha gente salió a las calles y sacaban a los enfermos y éstos fueron sanados tal como en los días de los apóstoles. Una anciana piadosa, dijo:-“Nosotros oramos para que Dios enviara misioneros y el Señor ha visitado al pueblo”- El Señor nos respaldó con su Santo Espíritu. Aquella noche, cuando me correspondió llevar la palabra desde el púlpito, Dios se glorificó. Muchas almas recibieron a Jesucristo como su señor y salvador.
     Al día siguiente, se repitió la misma escena. Esta vez, fue en el pueblo de San Isidro: enfermos sanando, endemoniados libertados por el fuego del Espíritu Santo. Multitudes recibiendo a Cristo en su corazón. Era un día de avivamiento. En la noche, en la Iglesia, la poderosa palabra de Dios predicada por el hermano misionero José Barreto (Hoy pastor del Ministerio Restauración de la Iglesia en Barinas). Muchas almas aceptaron a Cristo Jesús y fueron salvas.

            UN TERCER DÍA DE VICTORIA SOBRE EL DIABLO

     Si la manifestación gloriosa de nuestro Señor mediante su Santo Espíritu se había dado en los días anteriores, ese tercer día el diablo fue revolcado en el pueblo de El Pajón. Llegamos a la población a eso de las 10 de la mañana. Los brujos, santeros y hechiceros, fueron sorprendidos por nuestra visita. El diablo no pudo advertirles y en las calles del pueblo, los sacerdotes del demonio de María Lionza huían despavoridos mientras nosotros le reprendíamos los demonios. Muchos brujos, hechiceros y santeros cayeron al suelo y fueron libertados. El hermano José Barreto y yo, les arrancábamos los collares de rituales diabólicos y estas almas engañadas y confundidas por el infierno terminaban confesando a Jesucristo como su Señor y Salvador.
     Mientras estábamos el hermano Barreto y yo, reprendiendo espíritus inmundos en los habitantes del pueblo. El hermano José Alcides y las hermanas María y Carmen Gómez, entraron a una especie de galpón donde estaban reunidos unos 50 hombres vestidos de blanco, todos santeros, jugando múltiples partidas de dominó. Cuando los hermanos comenzaron a predicarles, estos hombres se levantaron en contra del Señor y el hermano José Alcides vino corriendo a llamarnos, porque estos hombres inclusive, estaban ofendiendo a nuestras hermanas. Entré al galpón con el hermano José Barreto y con voz firme y potente, exhorté a estos individuos al arrepentimiento. Entonces, uno de ellos bastante soberbio, me dijo:-“Nosotros no aceptamos a Cristo, porque somos sacerdotes de la reina” (se refería al demonio de María Lionza). En ese momento, recordé la visión que tuve al final del ayuno de los 16 días y le dije:-“María Lionza está vencida en el nombre del Señor Jesucristo. Inmediatamente levanté al cielo mi mano derecha y les grité:-“¡¡No bajaré mi mano hasta que se rindan!!”- Los hombres quedaron paralizados por el poder del Espíritu Santo y no podían moverse, hasta que uno de ellos gritó:-“¡¡Yo me rindo, yo me rindo!! ¡¡Yo acepto a CRISTO!!”- Bajé mi mano y oré por él. Este hombre confesó a Cristo y lo recibió en su corazón con lágrimas. Entonces, el santero soberbio y blasfemo, quien fungía como jefe de ellos, nos dijo:-“Está bien: nos ganaron la batalla; nos quitaron un alma, pero no han ganado la guerra”- Mentira del diablo, porque Jesucristo venció al diablo en el calvario y nosotros le vencemos en ese nombre que es sobre todo nombre: EL NOMBRE DE NUESTRO AMADO SEÑOR Y SALVADOR JESÚS.
     Aquella noche del tercer día, me correspondió llevar la palabra en la Iglesia. Antes de subir a predicar, hablé con el pastor Antonio Oropeza, acerca del contenido de la predicación. Éste, me dijo que yo no podía predicar allí ACERCA DEL BAUTISMO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO, porque según él, eso confundiría a los hermanos, cuando la verdad es que los hermanos estaban confundidos por satanás y tenían que ser restaurados en el glorioso nombre del Señor Jesucristo. Cuando vino el momento de las alabanzas, Dios me mostró que Oropeza quería extenderse en las alabanzas para intentar impedir el mensaje de la Palabra de Dios. Mandé a detener aquellos címbalos resonantes e inicié la predicación de la Palabra de Restauración.
     Ese día, prediqué efectivamente en la Iglesia el bautismo apostólico en el nombre de Jesucristo, para la restauración de una iglesia apóstata, confundida y dominada por la idolatría catolicista; negadora del evangelio de los apóstoles (que no es el evangelio falso de los falsos apóstoles al estilo Cash Luna, Dante Gebel, Guillermo Maldonado o Benny Him, con su culto a la cruz y a los muertos), sino el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
     También, en esa predicación, Dios exhortó al pastor a bautizar correctamente a los creyentes, a la vez de demostrarle por su Santa Palabra, que los ministerios de las pastoras no son bíblicos, porque la mujer no debe tener dominio sobre el varón y callar en la congregación conforme a la Palabra de Dios. Además, condicionó el arrebatamiento de aquel remanente, al cumplimiento de las instrucciones dadas en aquella predicación y al deber de guardar la santidad y la paz sin la cual nadie verá al Señor.
     Sin embargo, el pastor Antonio Oropeza, no obedeció a DIOS, por lo cual él y sus hijos, cayeron en pecado y se endurecieron. Producto de esta conducta apóstata, aquella Iglesia se secó y necesita ser restaurada, pero esa es otra historia.

           EL BRUJO QUE SE CONVERTÍA EN COCHINO

     Antes de referirme a este aspecto, quiero mencionar aquí a la hermana Carmen Aponte del pueblo de El Pajón. Hermana llena de amor, virtud y santidad en Cristo Jesús. Ella, siempre nos recibió con corazón sincero y nos respaldó con sus oraciones. Tanto, que en la segunda Misión a Yaracuy, nos ofreció a mi esposa Mirna y a mí, construirnos una habitación para cuando volviéramos como misioneros. De eso hacen más de 10 años y no hemos vuelto a ese estado, pero esa es otra historia.
     Una hermana en Pueblo Nuevo, nos invitó a cenar a su casa, el cuarto día de nuestra estancia en la misión. Ese día, preparábamos el regreso a Caracas. Ayunamos hasta las seis de la tarde. Después de entregar el ayuno, nos sentamos a la mesa. Cuando nos levantamos para despedirnos, después de haber compartido con nuestros hermanos, el Espíritu Santo me inquietó para que orara por una persona presente en aquella casa. Así se lo hice saber a la dueña de la casa y ésta, un poco nerviosa, me trajo a una niña y preguntó:-“¿Será ella?”- Le respondí:-“No es ella, pero voy a orar por ella. Y oré”- La hermana me trajo un anciano y yo le dije:-“No es él, pero oraré por él. Así lo hice”- Por último, me trajo a otra hermana y le dije:-“No es ella, pero oraré por ella. Y lo hice”-
     Sin embargo, cuando ya nos retirábamos, el Espíritu Santo me ordenó mirar hacia atrás, hacia unos matorrales detrás de la casa y detrás de un árbol vi al hombre escondido. Este al observar que yo me devolvía para orar por él, trató de huir pero lo reprendí y el Espíritu Santo lo paralizó. De esta manera, pude alcanzarle en el monte y comencé a reprenderle en el nombre del Señor Jesucristo. El hombre comenzó a gritar:-“¡¡Yo me rindo, yo me rindo, acepto a Jesucristo!!” Le respondí:-“MENTIROSO SATANÁS, TE REPRENDO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESÚS”. El hombre salió corriendo despavorido y se internó en los montes.
     Después de aquello, volvimos a la casa del hermano Antonio Oropeza, donde estábamos hospedados. Yo estaba leyendo la Biblia, cuando el hermano se me acercó y preguntó:-“Hermano: ¿Sabe usted, quién era ese hombre al que usted reprendió?”- Le respondí:-“No hermano, no lo sé. El Señor lo sabe”- Oropeza me dijo:-“Ese hombre era el brujo mayor del pueblo. Él es hermano de esa hermana donde ustedes cenaron y tenía amenazada a la hermana y a la familia. Se convertía en cochino y en otros animales. Se hacía invisible y se metía en las casas a hacer daño a las familias. Cuando usted lo reprendió, corrió y dejó en el monte un vómito negro; una malicia e inmundicia”-
     Al enterarme de lo ocurrido, glorifiqué el nombre del Señor y le di gracias por usarme como un instrumento suyo, para liberación, para sanidad y salvación de muchos.
    Volvimos a Caracas y fuimos recibidos con gran frialdad en la Iglesia Evangélica Nacional. Nuestra misión fue incomprendida por los hermanos, quienes en su ceguera espiritual y su infantilismo personalista y nicolaíta, no entendieron que Dios nos había llevado a Yaracuy y él mismo, nos había traído con bien y en victoria.
     No obstante, el hermano José Barreto, se acercó a nuestro amado pastor hermano José Betancourt y le dijo, refiriéndose a la misión:-“SI ERA DE DIOS”-.
    
      

                 
    

     Para la fecha de escribir este testimonio, febrero del año 2013, sigo creyendo que esa misión de 7 evangelistas somos: José Barreto, José Alcides, Luis Corales, Carlos Daniel Pérez, María Gómez, Carmen Gómez y yo. Dios sabe todas las cosas y él mismo nos reunirá un día para hacer su voluntad.

          LA UNIDAD EDUCATIVA DE ADULTOS “CENTRO DOCENTE”

     Esta institución educativa, fue para mí de gran significado en mi vida. No sólo por haberse constituido en mi primer empleo más estable, luego de la salida de mi prisión, sino fundamentalmente, por las experiencias en Cristo vividas en aquel lugar. Aunque salí de allí en conflicto por mis prestaciones sociales, mediante demanda laboral abandonada por mis abogados, yo perdoné a Felipe Romero, a Diógenes y al actual propietario de la Institución. Paso a relatar, los más extraños incidentes, acontecidos en mi lucha espiritual contra satanás en aquella institución.

                    MI LUCHA CONTRA LA FORNICACIÓN

     Como he dicho al principio de este capítulo, como mundano fui mujeriego, alcohólico y machista. Intentando aprovecharse de esta circunstancia de mi vida pasada, el diablo quiso hacerme caer en pecado sexual en el Centro Docente. Para ello, fue ungiendo una tras otra a muchas estudiantes, adolescentes entre 15 y 18 años de edad, quienes de manera repentina, comenzaron a sentir una extraña “atracción hacia mí”. Persuadido por el Espíritu Santo de este plan del maligno, pedí sabiduría a Dios, para superar este ataque diabólico.
     De esta manera, cuando alguna joven se me quedaba mirando como hipnotizada, yo le preguntaba:-“¿Te gusto, verdad?”- Inmediatamente, la joven respondía:-“Sí, me gustas mucho”- Esa era la respuesta que esperaba para conducirla al laboratorio del liceo. Allí había una mesa redonda con sillas. Las jóvenes pensando que yo iba a darle alguna respuesta sentimental, afectiva y hasta erótica, accedían a irse conmigo al laboratorio. Cuando entraban, yo cerraba la puerta, les pedía que tomaran asiento y comenzaba a predicarles el evangelio, hasta que ellas, convencidas por el Espíritu Santo, terminaban confesando a Jesucristo como su Señor y Salvador. Luego, siempre preguntaban:-“¿Qué es esto, qué me pasa?”- E inmediatamente huían de aquel laboratorio. Así llegó a ocurrir con unas 15 ó 16 jóvenes de manera consecutiva. De esto, di testimonio en la Iglesia Evangélica Nacional en su debido tiempo.
     No obstante, muchos estudiantes al ver a aquellas adolescentes y jóvenes salir corriendo del laboratorio, comenzaron a hablar mal de mí, intentando el demonio destruir mi testimonio y en una oportunidad, en mi maletín ejecutivo escribieron con tiza, la palabra “sádico”. Pero Dios sabe la verdad de estos hechos relatados por este siervo.
     Días después, cuando me desplazaba en un microbús por la Avenida Lecuna de Caracas, recuerdo que iban unos cuatro ó cinco pasajeros en los asientos antes de mi puesto. Detrás de mí, no había nadie. De pronto comencé a escuchar una voz que me decía:-“sádico, sádico”- Cuando voltié vi a un hombre de bigotes vestido con un flux negro y corbata, parecido a las fotografías de “José Gregorio Hernández” y me seguía diciendo:-“sádico”- Entonces le dije: -“Satanás, ¡¡te reprendo en el nombre de Jesucristo!!”- Inmediatamente, aquel hombre desapareció en el aire. Aunque me asomé por la ventana para ver si se había bajado de alguna manera del microbús, no volví a verle por ninguna parte.
    
                 LA JOVEN DEL ACCIDENTE CARDIOVASCULAR

     En otra oportunidad, otra joven estudiante del Centro Docente, quien había sufrido un derrame cerebral y había sobrevivido, se me acercó después de una clase y me dijo:-“Profesor, yo quiero hablar con usted. He sabido que usted le ha predicado a muchas de mis compañeras y muchos compañeros han aceptado a Cristo con usted. Aunque yo no creo, me parece que usted es un valiente, porque predica sin importar que muchos estudiantes y algunos profesores se burlen de Usted”- Dicho esto, le respondí a la joven: -“Hoy debes saber algo: tú eres una escogida de Dios. El Señor te quiere para él”- Seguidamente le pregunté: -“Quieres recibir a Jesucristo como tu Señor y Salvador?” La joven asintió y comencé a guiarla al Señor. Ella repitió conmigo la siguiente oración:-“Señor Jesús, aunque no comprendo el mensaje que me has dado mediante el profesor Rubén, hoy abro mi corazón para ti. Por fe, te confieso con mi corazón para justicia y con mis labios para salvación. Te recibo en mi corazón como mi único y suficiente Señor y Salvador. Perdona todos mis pecados y límpiame con tu sangre preciosa derramada en la cruz del calvario por mí. Dame tu santo espíritu y haz de mí una nueva criatura. Gracias Padre, en el nombre bendito y santo del Señor Jesucristo, amén”-
     Una vez terminada la oración, la muchacha cuyo nombre era Belkys Rodríguez, me dijo:-“Profesor me siento muy bien. Gracias por esa oración. Pero yo no quiero ser evangélica…recuerde, yo no quiero ser evangélica”-. Entonces le respondí:-“No te preocupes. El Señor hará la obra en tu vida. Pero ya le perteneces a él”- Mientras tanto, muchos estudiantes varones y hembras, se burlaban de nosotros, porque todo ocurrió en el patio central de la institución.
     Eso fue un día viernes en la noche. El sábado en la mañana, me enteré de la noticia. El profesor Felipe Romero, me informó:-“La muchacha que oró contigo anoche, la que decía que no sería ser cristiana, falleció anoche después de que te fuiste. Le dio un desmayo en el aula y llegó muerta al hospital militar. En medio del dolor por el fallecimiento de Belkys, le di gracias al Señor por haberla salvado.

                     LA JOVEN DE LA MENINGITIS

     Yohana García, era una adolescente de 15 años de edad. Cursaba conmigo la materia Castellano y Literatura en el 8vo semestre de la Institución Centro Docente. Una mañana, mientras daba la clase, me encontraba predicándoles la palabra del Señor como hago con mis estudiantes desde hace 18 años. Cuando hice el llamado a aceptar a Cristo, todo el grupo de hembras y varones cuyas edades oscilaban entre los 15 y 16 años, oraron conmigo y recibieron a Jesucristo en su corazón. Todos, menos Yohana, una linda adolescente de piel aceitunada, ojos grandes y negros y una cabellera abundante; parecía una muchacha aborigen. Con voz irritada y ojos destellantes me dijo:-“Profesor, yo no oré. Yo no voy aceptar a Cristo, porque usted me obligue. Lo aceptaré cuando sienta en mi corazón hacerlo. Ni usted ni nadie me va a obligar a mí a ser evangélica”. Por momentos, sentí responderle con dureza. Pero el Espíritu Santo, guió mis palabras y les respondí: -“Hija, no es que yo quiera obligarte. Es el Señor quien quiere salvarte. En un minuto, puedes recibir la salvación. Uno nunca sabe, cuando es nuestro último día en esta Tierra”-
     La joven, al escuchar mis palabras, se irritó mucho más y me dijo:-“Bueno profesor, ya basta, no voy a entrar más a su clase. No me obligue”. Los compañeros, al escuchar las palabras de Yohana, se molestaron con ella y le dijeron:-“Yohana, el profesor no te está obligando. Nosotros oramos con él, porque quisimos. Si no aceptas a Cristo, es problema tuyo”. Viendo este cuadro de cosas, le dije a Yohana:-“Está bien amiguita. Yo voy a escribir una oración en un papel. Cuando sientas en tu corazón hacerla, ora y recibe a Jesucristo en tu corazón”- Enseguida, escribí en un papel la siguiente oración y se la di a Yohana:
“SEÑOR JESÚS. PERDONA TODOS MIS PECADOS. HOY ABRO MI CORAZÓN PARA TI Y TE RECIBO COMO MI SEÑOR Y MI SALVADOR. LÁVAME CON TU SANGRE PRECIOSA Y ESCRIBE MI NOMBRE EN EL LIBRO DE LA VIDA, AMÉN”. Yohana recibió el papelito y lo guardó en su bulto escolar, mientras me decía:-“Profesor perdóneme si le he tratado mal. Yo le promete que cuando lo sienta en mi corazón, voy a hacer esta oración y voy a recibir a Cristo”
     Entonces, le respondí:-“No te preocupes hija mía. Yo oraré por ti, para que el Señor te guíe”.
     Pasaron los días y Yohana no volvió a clases. Preocupado, seguí orando a Dios para saber de ella. Un día, en uno de los pupitres de una de las aulas de clase, encontré un papelito con el nombre y apellido de Yohana y su número telefónico. No me atreví a llamarla, porque pensaba:-“¿Qué pensarán los padres de ella si yo llamo a una adolescente de 15 años?”-
     Desde hacía meses, mi sobrina Oda Soledad Pérez Gómez, de 19 años de edad, se encontraba en la maternidad Concepción Palacios, donde había sido intervenida quirúrgicamente, debido a una obstrucción intestinal. Oda, en medio de su sufrimiento, había recibido a Cristo como su Señor y Salvador. Era la única hija de mi hermana Carmen Gómez y de Alejandro Pérez Ulloa, quien hasta hace poco, recibió a Cristo y fue bautizado por mí, en el nombre del Señor Jesucristo.
     Lo cierto es que llegó el día 1ro de agosto de 1996. Eran aproximadamente las once y treinta de la noche, cuando yo me encontraba orando y el Señor me reveló sobre el inminente fallecimiento de mi sobrina Oda. El Espíritu Santo me hizo poner de pie y me guió hasta la cama donde dormía mi madre. Llegué como me indicó el Espíritu y le puse la mano derecha sobre el corazón. Mi madre, una anciana de 82 años para entonces, se despertó sobresaltada y entonces le dije:-“Mamá Oda va a morir y el Señor me mandó a poner mi mano sobre tu corazón, para que no te diera un infarto al conocer la noticia”- Efectivamente: Oda era la nieta más querida de mi madre y Dios libró a mi madre de un infarto, mediante esa extraña operación del Espíritu.
     Al día siguiente, 2 de agosto de 1996, llegué a las instalaciones del Centro Docente, sólo para enterarme de la noticia. Uno de mis alumnos me preguntó:-“Profesor, ¿por qué usted no fue al entierro?”- Primeramente, pensé se trataba de una broma de aquel estudiante. Pero el me explicó: -“El entierro de Yohana García. La acabamos de enterrar hoy a las 10 de la mañana”- Inmediatamente, le conté al profesor Felipe Romero, lo que había pasado con Yohana. Le hablé acerca del número telefónico que había encontrado y del porqué, no me había atrevido a llamarla. Él me dijo:-“Llama a la familia, para consolarla”. Me dirigí entonces a la Maternidad Concepción Palacios, para ver morir a mi sobrina Oda Soledad Pérez Gómez, quien falleció de septicemia o asepsia, por haber sido contaminada con un objeto (pinza), que le fue dejado dentro por los médicos (  de manera vil un grupo de 17 médicos atestiguaron falsamente, que mi sobrina había fallecido por ingerir un vaso lleno de yodo; pero impidieron le fuera hecha la autopsia en la morgue de Bello Monte y ellos mismos, se la practicaron en los sótanos de la maternidad, para ocultar las evidencias del crimen). Oda Soledad, había recibido a Cristo como su Señor y Salvador. En una oportunidad estando convaleciente en la maternidad, hospitalizada, le dijo a su madre, mi hermana Carmen Gómez, “que había bajado al infierno y el Señor Jesús la había sacado de allí”. Le insistió,-“mira mis pies; son la prueba de que estuve en ese lugar”- Cuando mi hermana vio los pies de Oda, éstos estaban completamente quemados, como si alguien le hubiera pasado un soplete por los pies. De hecho, los últimos días de su vida, Oda los dedicó a predicarles a las madres hospitalizadas y a los visitantes. Cuando hablé con ella la última vez,- unos tres días antes de que falleciera-, me dijo que no tenía miedo de morir, porque se iba con Cristo. 
     Al regresar de la maternidad, luego de quedarme a solas unos minutos con el cuerpo sin vida de mi sobrina, a quien le habían extraído todos los órganos, cuerpo inflamado por enormes llagas, producto de la infección general, llamé al número telefónico local de la casa de Yohana García. Me atendió su padre y cuando me identifiqué, me dijo:-“Ah, ¿usted es el profesor Rubén Gómez? Mi hija siempre me hablabla de usted. Me dijo como usted les predicaba el evangelio en el aula de clases. Gracias por hablarle de Dios a mi hija”. Al escuchar aquellas palabras por parte del padre de Yohana, le pregunté: -“¿Cómo falleció ella?, dígame por favor”- El hombre sollozando, con la voz quebrada por la pérdida de su única hija hembra, me explicó como Yohana se había enfermado de gripe y luego, se había complicado con una meningitis. Le pregunté, si ella había hecho una oración que yo le había dejado escrita en un papel. Entonces, el me respondió:-“Ahora que recuerdo; unos días antes de agravarse, Yohana entró a su cuarto y me dijo que había llegado el momento de aceptar a Jesucristo en su corazón. Me mostró la oración que usted le había dado y después de un rato salió del cuarto y me dijo que ya no temía a la muerte, porque había conocido a Cristo”- Ese fue el testimonio de la salvación de Yohana, dado por su papá. Le dí gracias al Señor por haber salvado a Yohana y pude enjugar mis lágrimas de dolor.
                               EFRAÍN RODRÍGUEZ

     Antes de mi conversión al Señor, yo tuve un alumno en el Centro Docente, año 1993, de nombre Efraín Rodríguez. Este muchacho, habitante del Barrio El Guarataro y de unos 16 años de edad para entonces, era fuerte de carácter y ya andaba en malos pasos. Por esos días, un profesor de un liceo de Caracas, había sido asesinado por uno de sus alumnos, por no haber accedido a colocarle la calificación que el estudiante exigía.
     Efraín, intentando copiar esta situación, al conocer la calificación de 08 en Castellano, me dijo: -“Si no me pones el 10, seguro te voy a dar un tiro”- Ofendido por aquella amenaza, yo, que era uno de los encapuchados de la UCV, le respondí a Efraín:-“Como tú quieras; mañana nos vemos a la 1 de la tarde a tres cuadras de aquí y nos caemos a tiros. Si no vienes, eres una mamita y no entras más a mi clase”- Efraín me dijo:-“Está bien profesor, mañana a la 1; date por muerto”-
     A la mañana siguiente, me fui a la UCV y me busqué un grupo de camaradas de ese entonces. Tomé un revólver que tenía y a la una de la tarde, estábamos esperando a Efraín, quien seguramente bajaría con una banda de delincuentes de El Guarataro. Pasaron los minutos y las horas y Efraín no llegó a la cita del duelo. El miércoles, cuando correspondía la clase con el 8vo semestre, llegué “triunfante” al Centro Docente, porque el diablo me había hecho creer que había vencido a aquel adolescente. Entrando al aula, le pregunté al grupo de estudiantes:-“Efraín no vino ayer a enfrentarse conmigo. Lo esperé por dos horas, ¿qué es entonces?”- Al unísono, el grupo de estudiantes, respondió en un coro de voces:-“¡¡UNA MAMITA!!”-
     Días después, se acercó a hablar conmigo uno de mis estudiantes, amigo de Efraín y miembro de la banda hamponil que éste liderizaba. Me informó que estaban muy apenados conmigo, por la conducta de Efraín. Me dijo que ellos lo habían “atajado” para que el adolescente no bajara del Guarataro a matarse conmigo. Y me dijo:-“Usted es un hombre de valor respetado por nosotros. Tiene nuestro salvoconducto, cuando quiera subir a los sectores de El Guarataro. Esto me lo dijo, mientras nos tomábamos una botella de ron con cola, en casa de mi familia; en presencia de mi madre y mis hermanas, quienes inmediatamente, le tomaron aprecio a aquel noble y valeroso muchacho de nombre Darwin Martínez. Unos años después, Darwin se convirtió al Señor y se hizo un soldado de Jesucristo.
     Pero eso no es todo: años después cuando yo predicaba el evangelio en los sectores de El Guarataro, me encontré con EFRAIN RODRÍGUEZ. Aquel valiente muchacho me pidió perdón: yo lo perdoné y él me perdonó también. Le prediqué y Efraín recibió a Jesucristo como su único y suficiente salvador. Hasta el día de hoy, mantengo la oración por Darwin y Efraín: dos jóvenes valientes; escogidos de Dios, a quienes satanás un día quiso engañar y confundir, pero JESUCRISTO LOS SALVÓ. Hasta aquí, mi testimonio para Cristo, en el Centro Docente.

CAPÍTULO XIII: PREDÍCALES EL EVAN-
GELIO, ME DIJO EL SEÑOR.

     Con el transcurrir del tiempo, salí de la Unidad Educativa de Adultos “Centro Docente”, donde dejé un testimonio para la gloria de Dios, pero donde también viví una serie de sinsabores. Pensando en las cosas malas que me habían acontecido allí y olvidando por completo las victorias que Cristo me había dado, opté por alejarme de la docencia, para ejercer mi otra profesión como abogado de la República; título obtenido en la Universidad Central de Venezuela, el 27 de julio de 1995.
     Inicié entonces una serie de actuaciones jurídicas. Tenía 18 casos, entre demandas, amparos y otras causas en los tribunales. Me dispuse a desentenderme por completo de la educación. Fue una de esas noches, cuando tuve un sueño donde Dios me abría los cielos de par en par, mientras su potente y santa voz, me instruía y ordenaba: “RUBÉN PREDÍCALE EL EVANGELIO A LOS ESTUDIANTES, PORQUE SATANÁS LES ENSEÑA EL ATEÍSMO EN LAS ESCUELAS, PARA QUE SE PIERDAN”. Esa orden de Dios, me hizo retornar a las aulas de clases.
     Procuré obedecer al máximo la orden dada por mi Señor y trabajé en las siguientes instituciones públicas y privadas, entre los años 1998-2002, tanto en la ciudad de Caracas, como en Guarenas y Barinas.

      INSTITUTO VENEZOLANO DE TECNOLOGÍA VENEZUELA
                                                     IUTV
                                 LA NIÑA DE LA GARGANTA NUEVA

     En esta Institución trabajé como profesor de Metodología, con la limitante de que solamente era graduado en derecho pero aún no era licenciado en educación. No obstante, mi buena base en los conocimientos metodológicos y la sabiduría dada por el Señor, me permitió conducir eficientemente las secciones que me fueron asignadas. Sin embargo, mi mayor preocupación, era obedecer la orden de Dios:-“…PREDÍCALES EL EVANGELIO”.
     De manera sabia, el Espíritu Santo me permitió combinar las clases con la predicación. Mis clases eran altamente de un contenido metodológico, académico y pedagógico. Dios me puso en gracia con la mayoría de mis estudiantes. Por eso, cuando dejaba los últimos minutos para hablarles la Palabra de Dios, ellos escuchaban de buena gana.
     Una de mis alumnas, para entonces con 36 años de edad, cristiana evangélica, tenía como materia que le prelaba para graduarse, metodología de la investigación y era la única materia que cursaba conmigo. En la misma situación, estaban tres o cuatro estudiantes más.
     Había estudiantes, cuyas edades oscilaban entre los 18 y los 36 años de edad. En una oportunidad, la joven cristiana de 36 años, me dijo:-“Profesor, mi sobrinita nació sin garganta. Para alimentarla, tienen que introducirle un pitillo e hidratarla poco a poco con líquidos. Le pido la oración, porque sé que usted es un hombre de fe.”-
Así me dijo aquella estudiante. Recuerdo que era un día viernes por la noche. El lunes siguiente, esa sección tendría un examen conmigo. Cumpliendo ante Dios la petición de oración hecha por la tía de aquel bebé; así, pasé el sábado y el domingo orando, pidiendo al Señor le hiciera una nueva garganta a esta niña y no tuviera que ser operada.
     Llegó el día lunes y apliqué la prueba a mis estudiantes. Sin embargo, la tía de la niña sin garganta, no llegaba. Cuando había transcurrido aproximadamente media hora desde el inicio de la prueba, aquella joven cristiana entró a mi aula de clases y me abrazó con todas sus fuerzas, mientras lloraba de la emoción. Cuando ya pudo restablecerse de aquella explosión de gozo, me dijo, dirigiéndose a mí y a la vez, a todos sus compañeros de curso:-“Doy este testimonio para la gloria de Dios. Me sobrina, hija de mi hermana menor, nació sin garganta. Los médicos iban a operarla para corregir la anomalía congénita. Esta tarde fue introducida al quirófano. Yo le había pedido al profesor Rubén orara por ella, para que Dios hiciera un milagro y Dios lo hizo, dijo emocionada, mientras sus lágrimas corrían por las mejillas: EL SEÑOR LE HIZO UNA GARGANTA NUEVA A LA NIÑA Y NO HUBO NECESIDAD DE OPERARLA. LOS MÉDICOS ESTÁN ASOMBRADOS Y DICEN QUE HA OCURRIDO UN MILAGRO, NUNCA HABÍAN VISTO ALGO ASÍ”.
     Al escuchar este testimonio, todos mis estudiantes, aún los más renuentes e incrédulos, se levantaron de sus pupitres y vinieron a abrazarme. La mayoría me pidió que orara por ellos y todos aceptaron a Cristo como su Señor y Salvador. Además, quince muchachos y muchachas de unos 18 a 21 años, me confesaron que eran cristianos evangélicos apartados del evangelio y ese día, los ayudé a reconciliarse con el Señor. Este fue parte de mi testimonio en el IUTV, donde por cierto me encontré con el profesor Ramón Castillo, profesor en las aulas de ese instituto y quien a su vez, fue mi profesor de matemática en tercer año (hoy noveno grado), en el liceo Gustavo H. Machado de Altavista, durante el año escolar 1974-1975.

                         LICEO CIUDAD FAJARDO DE GUARENAS:
                                       UNA SECTA SATÁNICA

     En octubre de 1998, trabajé como profesor de Lengua y Literatura en el liceo “Ciudad Fajardo”, de Guarenas, donde tuve una terrible experiencia en el campo espiritual.
     Como en todas las instituciones donde laboré, continué predicando a los estudiantes la Palabra de Dios, conforme a la visión que me diera el Señor.
     Los estudiantes de los grados 7mo, 8vo y 9mo, -en su mayoría-, aceptaban la predicación del evangelio con agrado y muchos oraron conmigo para recibir a Jesucristo como su Señor y Salvador. No ocurrió así, con los estudiantes de cuarto y quinto años de bachillerato, quienes en su mayoría estaban alucinados por el diablo; lamentablemente, “torcidos” en su mayoría, mostrando una conducta extremadamente agresiva y contraria a Dios. Esta actitud colectiva de los futuros bachilleres, me llamó poderosamente la atención y comencé a orar insistentemente por ellos.
     En estas condiciones, el Espíritu Santo me reveló, la existencia de una secta satánica en la institución. El jefe de esta secta, era un estudiante de quinto año. Un día, cuando entró a mi clase, el Espíritu me reveló que él era un hijo de satanás y que inclusive, había realizado sacrificios humanos. Se lo hizo saber públicamente y lo reprendí. Aquel adolescente salió furioso del aula de clases y preparó su venganza en mi contra.
     Una mañana, se me acercó una estudiante de cuarto año, quien me dijo: -“Profesor, yo quiero conocer de Cristo. ¿Cómo hago para aprender acerca de la Biblia?”- Ante esta actitud de la muchacha, le hablé acerca del Señor y le invité a recibirle en su corazón, como señor y salvador. La adolescente simuló aceptar a Cristo conmigo y haciendo una dramatización, me dijo:-“Yo quisiera congregarme donde usted se congrega”- Le expliqué que yo me congregaba en Caracas (por esos días, me reunía con los hermanos del “Tabernáculo de la Palabra Hablada”, con el pastor Adolfo Catarina, ministerio fundado por el profeta William Marrion Brahan). Ante su insistencia y pensando que podría contribuir a su discipulado, le di mi número telefónico a la jovencita, quien prometió llamarme para ponernos de acuerdo y visitarnos en Caracas. En realidad, aquella estudiante, pertenecía a la Secta Satánica escondida en esa institución.
     Darle el número telefónico del apartamento donde vivía con mi esposa-quien recientemente había dado a luz a mi primer hijo, Moisés-, significó una pesadilla para nosotros. Los miembros de la secta diabólica, comenzaron a hostigarnos llamándonos día y noche, lanzando conjuros satánicos contra mi esposa y contra mí; enfrentándonos con lenguas diabólicas y amenazándonos de muerte. Mi esposa y yo decidimos no denunciarles ante las autoridades, sino vencerles mediante la sangre del cordero, en ayuno y oración.
     Los ataques de la secta se prolongaron por espacio de un mes, aproximadamente. Insistí en la oración y el Espíritu Santo me reveló el sitio desde el cual la secta me hostigaba vía telefónica. Un día, me dirigí en ayuno y oración a un centro comercial situado cerca de la llamada “Plaza de los Flojos” de Guarenas. Al acercarme a los teléfonos públicos, encontré un grupo de unos seis o siete estudiantes uniformados del liceo, todos miembros de la secta del diablo, llamando a mi residencia, donde se encontraba mi esposa, con nuestro bebé.
     Los hijos de satanás al verme, huyeron despavoridos, mientras los reprendía en el nombre del Señor Jesucristo. Sin embargo, dos de ellos, el adolescente homicida jefe de la secta y su lugarteniente, se quedaron para enfrentarme, hasta que se acercaron unos funcionarios de la policía y estos sujetos se vieron obligados a huir, lanzándome una amenaza.
     Volví al liceo, donde la directora y propietaria de la institución, cuya hija era miembro de la secta, me dijo: -“Profesor, por su salud y la de su familia, es mejor que se retire del liceo. Yo sé que usted quiere ayudar a estos muchachos y muchachas mediante el evangelio, pero ellos le odian y rechazan. Inclusive, mi hija está molesta con usted, porque le decomisó una botella de ron a ella y ofendió a sus compañeros”- Así me habló aquella docente prestada a la educación por lucro y a las obras de las tinieblas. Me despidieron del liceo y salí de aquel lugar, con un sentimiento de tristeza y dolor en mi corazón.
     A los pocos días, en el mes de diciembre de 1998, la amenaza de los diabólicos se cumplió y una extraña fiebre con un terrible dolor de cabeza, me invadió. Sentía morirme y un día, entré en un delirio,- porque la fiebre subió a 40 grados-, traspuse el plano material, para entrar en el campo espiritual. Allí me encontré acostado sobre una especie de altar, donde jóvenes vestidos de negro y cubiertos sus rostros con capuchas, me estaban “velando”. En efecto, estaba rodeado por muchas velas encendidas. En mi visión, abrí los ojos y le dije a los miembros de la secta:-“Ustedes no podrán matarme con sus rituales satánicos. Yo me levanto en el nombre del Señor Jesucristo”- Me levanté de aquel altar ante la sorpresa de los hijos de satanás, les dije adiós y salí de aquella prisión espiritual. Inmediatamente, la fiebre cedió y me levanté completamente sano de mi lecho de enfermo, para la gloria de mi Dios y Salvador.


  EL CENTRO INTEGRAL ADMINISTRATIVO LIBERTADOR
     Este nombre pomposo y extenso, es el de una institución educativa privada, ubicada en la Urbanización San Bernardino, donde entré a trabajar recomendado por un compañero de estudios de la licenciatura de Educación de la UCV. Entré a laborar como profesor de Inglés. Para entonces, era estudiante de la Escuela de Idiomas del Ejército, ubicada en el Fuerte Tiuna. Como estudiaba inglés en esa escuela de idiomas, donde ingresé al aprobar la prueba de admisión, pensé  aplicar los conocimientos adquiridos, en las explicaciones dadas a los estudiantes desde el 7mo grado, hasta el quinto año, en el instituto CIAL de San Bernardino.
     Además y como siempre, mi intención era predicarles el santo evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Toda mi buena intención, chocó contra la mala intención de una población estudiantil pequeño-burguesa, racista, mal educada, amante de los deleites de la carne más que de Dios. Por cierto, se creían expertos en inglés y me subestimaron al extremo. Claro está: detrás de esta conducta hostil tanto de estudiantes, como profesores y el mismo director, estaba satanás. Porque ellos se declaraban católicos fundamentalistas.
     Sin embargo, junto con mis clases de inglés (para las cuales usaba un libro de gramática inglesa, el cual me robaron los estudiantes de 5to año, para burlarse de mí), mientras me hacían preguntas ofensivas como ésta: -“Are you neddel? (es decir, ¿tú eres aguja?, homosexual), yo continué predicando el evangelio. No obstante, ninguno de los estudiantes-contaminados por el catolicismo diabólico-, quiso recibir a Jesucristo como único y suficiente salvador personal. Duré en esa funesta institución, dos meses aproximadamente, cuando en una clase de inglés de 8vo grado, me dediqué a predicarles con libertad el evangelio de salvación. Cuando hice el llamado a recibir a Cristo, todos los muchachos y muchachas se levantaron en mi contra y comenzaron a insultarme, a excepción de un adolescente, quien se identificó como cristiano y pasó adelante a respaldarme.
     Cuando parecía que satanás se saldría con la suya y ningún alma aceptaría a Cristo a aquella guarida del diablo, llamada CIAL, una adolescente se levantó de su pupitre movida por el Espíritu Santo y dijo: -“Yo si quiero aceptar valientemente a Jesucristo como mi Señor y Salvador”. Seguidamente, oré por ella y la guié a Cristo, bajo el abucheo y la pita del resto de alumnos.
     Al otro día, cuando me presenté al liceo, el director me llamó a su oficina y me hizo varias preguntas, para deshacerse de mí. Entre ellas me dijo: -“¿Cómo haces tú para entender el inglés?”- Yo admití, que muchas veces se me dificultaba escucharlo por sus terminaciones similares y la fonética de la “d” y la “t”.”- Al escuchar esto, me dijo:-“Los muchachos no están conforme contigo como profesor. Por eso en la cartelera, dibujaron al Titanic hundiéndose, con tu nombre como profesor de inglés”. Sin embargo debo aclarar, que yo había trabajado algunos años como profesor de inglés suplente en liceos públicos como el “José Félix Ribas” de Sebucán, o el “José Félix Blanco”, de la Fundación, Altavista. Asimismo daba cursos de reparación en la materia inglés en la UCV y era el mejor de mi clase en la Escuela de Educación de la UCV y obtuve 98 de 100 puntos en conversación y 95 de 100 puntos en gramática, en la Escuela de Idiomas del Ejército, con las profesoras Edith Campos y Blanca Esquetine. Es decir, el diablo, gobernante del CIAL, estaba sumamente molesto conmigo.

            EL COLEGIO AMERICANO DE BARUTA

     Trabajé en ese colegio, donde un grupo de cristianos pertenecientes a distintas denominaciones presbiterianas, bautistas, metodistas y hasta pentecostales, mantienen la dirección del mismo, bastante alejados de la realidad social y espiritual, por cierto.
     La mayoría de estudiantes de esa institución, eran hijos de “cristianos” ecuménicos y de las llamadas “iglesias libres”. Eso explica el gran desorden y rechazo hacia la Palabra de Dios. Aunque cada mañana hacíamos un devocional y se oraba con todos los estudiantes en formación, la realidad era otra: estos estudiantes y la mayoría de docentes, vivían en un desorden total, contrario al evangelio de Jesucristo. Un grupo de siete docentes cristianos, nos reuníamos para comentar esta grave situación de la educación en una institución supuestamente cristiana, como lo es el famoso “Colegio Americano”.
     Lo cierto, es que el hecho de haber predicado la palabra, hizo que estos cristianos adornados me aborreciesen. Salí de ese colegio, cuando todos los alumnos de las secciones a las cuales yo daba clases de castellano, se dedicaron a hacer un “referendo” para decidir si me quedaba o me iba. No dispuesto a soportar aquella humillación que Satán quería hacerme a través de sus hijos religiosos, hijos de la ramera católica, me retiré del aula. Cuando ya había llegado a la salida, uno de los estudiantes se me acercó corriendo y me dijo:-“Profesor Rubén, ya terminó el referendo. Ganó por un voto: puede quedarse”- Respondiendo, con voz sincera, firme y sin rencor, le dije:-“no te preocupes hijo, yo me voy. Dios les enviará un mejor profesor que yo”- El muchacho me dijo con lágrimas en los ojos:-“No, usted es el mejor profesor que yo he tenido”- Así, con una lágrima brotando de mis ojos, le dije:-“Dios te bendiga y te guarde”-. Nunca más volví a acercarme al llamado “Colegio Americano”.
     Herido por todas aquellas vivencias en los liceos mencionados, y convencido por un grupo de hermanos y hermanas en Cristo, quienes al verme desempleado me decían: -“HERMANO, DEJE DE PREDICAR EN SU LUGAR DE TRABAJO. PREDIQUE FUERA DE LAS ESCUELAS Y LICEOS, PORQUE DE LO CONTRARIO, SEGUIRÁN DESPIDIÉNDOLO Y USTED TIENE UNA ESPOSA Y UN HIJO QUE MANTENER”- Ante estos argumentos contundentes, decidí no predicarle más a los estudiantes y continuar solamente, predicando en las calles, barrios, hospitales y cárceles, donde guié a muchas almas a recibir a Cristo en sus corazones.
     Sin embargo, Dios no estaba de acuerdo conmigo. Desde ese día, cuando prometí no predicar más en las escuelas y liceos, me quedé desempleado. Aunque lo intentaba, buscaba sin cesar en instituciones públicas y privadas, nadie me empleaba, porque la mano del Señor estaba contra mí, por mi desobediencia. Oré con lágrimas pidiendo misericordia a Dios y una noche tuve un sueño: Soñé que el cielo se abría ante mis ojos, y la voz potente, firme y amorosa del Señor, me decía: “RUBÉN, YA TE DIJE QUE PREDIQUES A LOS ESTUDIANTES, PORQUE SATANÁS LES ESTÁ ENSEÑANDO EL ATEÍSMO PARA QUE SE PIERDAN. VE Y PREDÍCALES, OBEDÉCEME”.
     Desperté de aquel sueño con lágrimas en mis ojos y orando le pedí perdón al Señor. Entonces, recibí la noticia de parte del hermano José Barreto, quien se encontraba en Barinas: -“El Señor, hablando a través del hermano José Altuve, dice que te quiere en el Estado Barinas”. Después, obedeciendo a Dios, fui a Barinas, pero esa es otra historia. Por ahora, voy a referirme a mi experiencia en la ESCUELA BÁSICA “JOSÉ FÉLIX RIBAS”, situada en Sebucán, estado Miranda.

               EN LA ESCUELA BÁSICA “JOSÉ FÉLIX RIBAS”

     Llegué a esta escuela, recomendado por mi amigo el profesor Acacio Barrios, para trabajar como profesor suplente de inglés, en algunas secciones del 7mo grado y otras del noveno. Fui muy bien recibido en esa escuela por la directora, la subdirectora, la coordinadora de seccional y todo el cuerpo docente.
     Rápidamente, me gané el respeto de todos mis alumnos y de algunos docentes, entre quienes puedo mencionar a la profesora Ildegar, la profesora Miriam, quien era cristiana evangélica y del mensajero de la institución, mi hermano en Cristo Paúl Rivera, hoy pastor de la congregación de la Iglesia “Dios es Amor”, situada en la Bandera, Avenida Nueva Granada de Caracas.
     Desde mi llegada, me identifiqué como cristiano evangélico y junto con las enseñanzas del inglés básico, prediqué el evangelio a toda criatura. Muchos de mis estudiantes, varones y hembras, confesaron a Jesucristo como su señor y salvador, a través de mí. Todos mis alumnos, casi sin excepción, aprendieron lo poco o mucho que les enseñé; tanto, que al incorporarse la nueva docente titular, quien me sustituyó, quedó asombrada, porque todos los estudiantes de mis secciones, casi sin excepción, mostraban dominio al escribir, pronunciar y completar oraciones sencillas en inglés, tanto en sus cuadernos, como al pasar al pizarrón.
     Un día, mientras me acercaba a la Coordinación, observé que tenían a uno de mis estudiantes de nombre Gómez Abreu del séptimo grado, sentado en una silla, con los ojos llorosos y como alejado de la realidad. La coordinadora hablaba con la profesora Miriam Rumbos, quien pertenecía a la “Iglesia Universal” y le decía: -“No sé que le ocurre a este muchacho. Desde esta mañana (ya era el mediodía), está así. No habla, ni siquiera se mueve. Vamos a tener que avisarle a sus familiares, para que vengan a buscarlo”-
     Movido por el Espíritu Santo, me acerqué a aquel joven para indagar acerca de su estado de salud y fue cuando pude observar que en realidad aquel muchacho estaba endemoniado. Vi en él, el demonio de Guaicaipuro y le reprendí en el Nombre del Señor Jesús. El endemoniado se levantó de la silla y se abalanzó contra mí. Entonces recordé una experiencia vivida por el profeta William Marrion Braham en los Estados Unidos, con un endemoniado que le atacó en la plataforma de predicación de la Iglesia “Tabernáculo de la Palabra Hablada” y le dije: -“Satanás, por cuanto te has atrevido a levantarte contra un siervo del Señor, te ordeno, póstrate en el Nombre del Señor Jesucristo”-. Le toqué la frente con mi mano derecha y el endemoniado cayó al piso.
      En ese momento, la hermana profesora Miriam Rumbos comenzó a respaldarme en oración, mientras yo reprendía al demonio y le ordenaba que saliera de aquel cuerpo. Cuando le ordenaba que dijera “GLORIA A DIOS”, el demonio pedía agua y yo le decía a las profesoras, incluyendo a la Directora del plantel, que no le dieran agua, porque era un endemoniado. Entre tanto, los estudiantes y profesores corrían despavoridos, asustados ante aquel cuadro de posesión demoníaca.
     Finalmente, el endemoniado dijo:-“Gloria a Dios”- Considerándolo liberado, me retiré de la Escuela en el momento exacto, cuando llegaba una patrulla de la policía uniformada del Distrito Sucre. Seguro de que este incidente me ocasionaría problemas por ser yo un profesor suplente, me retiré a orar a la casa.
     Al día siguiente, me presenté a la Escuela Básica “José Félix Ribas” a cumplir mi horario docente. Me dediqué a corregir algunas pruebas en un aula, mientras llegaba la hora de entrada. Fue entonces, cuando se me acercó el profesor de Geografía e Historia y me dijo: -“Profesor, disculpe que le interrumpa en su corrección de pruebas, pero quiero darle un consejo si me lo permite. Yo sé que Usted tiene su fe en Cristo, pero aquí nunca había ocurrido algo como lo que pasó ayer. Eso fue un desorden y los estudiantes y profesores están asustados. Le pido que evite ese tipo de escenas en la Escuela, porque pueden revocarle la suplencia”- Le respondí:-“Eso es parte de la guerra espiritual. Ese muchacho estaba endemoniado y tuve que reprenderle el demonio en el nombre del Señor Jesucristo”- El me dijo:-“Está bien, yo respeto su fe. Pero sólo es un consejo. Pero me llamó la atención algo: cuando llegó el oficial de la policía de Sucre y se llevaba al alumno a la comandancia para que sus familiares fuesen a buscarle, el policía le dijo:-“Nuevo, ¿Cómo te vas a dejar vencer por un cristiano?”- Le metió la mano por entre la camisa y le sacó un collar de santería y luego le mostró el suyo y le dijo a el muchacho:-“Yo también le sirvo a la reina María Lionza (un demonio) Tú eres indigno de llevar este collar”- Esto me relató el profesor de Geografía e Historia y yo me preparé, para lo que pudiera ocurrir.
     Pasó una semana completa y el estudiante Gómez Abreu no regresó a la escuela. Continué orando por él, para que Dios le permitiera regresar a clases para poder guiarle a Cristo. Durante esos días me acerqué a la coordinación del plantel y sin tener intención de ello, escuché una conversación entre la directora y la coordinadora, donde decían:-“Eso no puede ser; fue todo un escándalo. Cuando el estudiante se incorpore, lo expulsamos después de una semana. Y al profesor lo sacamos después”- Advertido por Dios de esta situación, procuré cuanto antes ver a Gómez Abreu.
     Llegó el lunes de la siguiente semana y el estudiante Gómez, regresó a la escuela. Esperé la hora del receso y cuando todos los estudiantes se disponían a salir del aula, le dije al alumno:-“Gómez Abreu, tú no puedes salir al recreo, necesito hablar contigo”-. Nos quedamos solos en el aula y entonces le hablé: -“Así te dice el Señor: debes dejar de servirle a María Lionza, porque es un demonio”- El muchacho, al verse descubierto y exhortado, contestó:-“No le sirvo a la “reina”- Le contesté:-“Tú sabes que estás mintiendo y María Lionza no es ninguna reina, sino satanás”_ El joven, al escuchar esto, se sorprendió y me dijo:-“Si María Lionza es el diablo, yo no quiero servirle más”- Y me preguntó:-“¿Qué puedo hacer profesor?”- Esa erala pregunta que yo estaba esperando para predicarle y le dije:-“CREE EN EL SEÑOR JESUCRISTO Y SERÁS SALVO TÚ Y TU CASA; DEBES RECIBIR A JESUCRISTO COMO TU SEÑOR Y SALVADOR”-“ Y agregué, ¿quieres recibirle?”. Gómez Abreu me respondió,-“ sí profesor: quiero recibir a Cristo”. Oramos y el estudiante recibió a Jesucristo en su corazón, como su Señor y Salvador”-.
     A los pocos días, Gómez Abreu fue expulsado de la escuela. Pero un día antes de irse, me hizo una pregunta: Profesor, me siento mejor desde que acepté al Señor, pero, ¿por qué cuando ese espíritu quiere entrar de nuevo en mí, no puede y yo vomito inmediatamente?”- Le respondí sin titubear: “PORQUE AHORA LE PERTENECES A CRISTO Y NINGÚN ESPÍRITU INMUNDO PUEDE POSEERTE. ESTÁS SELLADO POR EL ESPÍRITU SANTO”. Él me dijo entonces, conuna sonrisa en los labios:-“¡¡AMÉN!!”- Pasaron algunos años (2 ó 3), para que yo volviera a ver a Gómez Abreu. Una tarde cuando me encontraba en el ánden de la Estación del Metro de Capitolio, un joven carretillero trabajador de allí, se me acercó y me preguntó:-“Profesor, se acuerda de mí?”- Me quedé observándolo y le respondí:-“La verdad que no. ¿Quién eres tú?”- Me dijo entonces: “-Soy Gómez Abreu, aquél estudiante por el cual usted oró y Cristo me libertó. Ahora me congrego en una Iglesia Pentecostal en Petare.”- Lo bendije y le di un abrazo en Cristo. Ese día me sentí muy feliz, al comprobar que siempre vale la pena predicar el evangelio de Jesucristo. 



   CAPÍTULO XIV: MI PRIMER VIAJE MISIONERO A BARINAS

     Era el año de 1999, año de grandes expectativas para mí, porque el Señor me estaba llamando a Barinas, estado al cual sólo había entrado en una oportunidad y conocía solamente el Terminal de Pasajeros.
     Un día el hermano José Barreto me llamó vía telefónica y me informó acerca de la visita a Caracas, de un profeta de nombre SAMUEL MÉNDEZ. Me indicó donde podía encontrarme con este profeta. Acudí al lugar, un hotel cercano a la Plaza Venezuela y allí conversé con el hermano Samuel. Este hermano, conversó conmigo acerca de las grandes maravillas que el Señor quería hacer en Venezuela. En medio de la conversación, Samuel comenzó a hablar en lengua espiritual. Aunque entendí algo de lo que decía, preferí callar. Nos despedimos, con la promesa de ir a Barinas, donde Dios ratificaba su invitación a través del hermano profeta Samuel Méndez.
     Esa noche, un día del mes de enero de 1999, cuando conocí a Samuel, tuve dos extraños sueños: En el primero de esos sueños, me veía en un camino muy largo y estrecho, cuando de pronto me apareció un hombre vestido de blanco, de elevada estatura y piel muy blanca. Cuando este hombre se disponía a hablarme, le dije:-“SI ERES DE DIOS, DI GLORIA A DIOS, SI NO, ENMUDECE”. Aquel hombre abrió su boca y quiso hablar pero no pudo articular palabra y desapareció. A mi entender, satanás viendo el encuentro con el hermano de Barinas y el comienzo de la expansión de mi ministerio, quiso engañarme a través de un mensaje falso, queriendo confundirme, pero la palabra de Dios es clara, cuando afirma: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.
     En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1ra de Juan 4:1,3).
     Después de este primer sueño, tuve un segundo sueño: Aunque yo vivía con mi esposa y mi primer hijo en un apartamento en el centro de Caracas, soñé que habitaba en la casa donde habito ahora. En dicha casa, una poblada armada de bates, revólveres, escopetas y armas blancas, me rodeaba. Yo intentaba escapar por una puerta trasera (la cual no existe en la realidad), cuando apareció mi hermano Juan simbolizando a satanás, me sacaba la lengua y a la vez me escondía la llave para que no pudiese escapar de la turba. Al verme rodeado, sin poder huir por la puerta trasera, comencé a escapar huyendo por las platabandas, pero el grupo armado me hostigaba, hasta que escuché la voz del Señor quien me hablaba desde el cielo y me ordenaba: “ENTRÉGATE HIJO”. Obedeciendo a Dios, me entregué a aquellos hombres. Éstos me quitaron la camisa y con ella, me amarraron las manos a la espalda; luego, comenzaron a insultarme, mientras me daban golpes, puntapiés y culatazos de fusil. Me decían:-“Al fin te atrapamos, maldito chavista”- Y les respondí:-“Yo no soy chavista, soy cristiano”- Ellos me respondieron:-“Mentira, tú no eres ningún cristiano evangélico: eres un perro chavista”- Entonces, perdí el conocimiento en mi sueño.
     Después de esta escena, pasé a otra dentro del mismo sueño, donde me encontraba en el cielo con mi esposa y yo le contaba lo siguiente:-“Después me llevaron a una prisión, donde seguí predicando el evangelio y muchos creyeron en Cristo. Varios años después vino el Señor y ahora estamos aquí. Entonces, observé un bebé durmiendo en una canastilla, vestido de blanco. El bebé despertó y me dijo:-“Yo soy como tú”- Y mi esposa Mirna, ratificó:-“Él es como tú”- Allí desperté y nunca pude olvidar este sueño. Algunos años después, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela Hugo Rafael Chávez Frías, fue depuesto momentáneamente por un cruento y criminal golpe de estado, pero esa es otra historia.
     Los primeros días de febrero de 1999, viajé a la ciudad de Barinas, capital del estado llanero del mismo nombre. Esta ciudad atravesada por el Río Santo Domingo, el cual tiene su afluente en las cascadas del páramo andino, fue el escenario de luchas históricas. Allí fue fusilado por los españoles, el abogado Antonio Nicolás Briceño, a quien los realistas apodaron “el diablo”, por la crueldad demostrada contra los descuartizadores pertenecientes al ejército del Rey de España, quienes desmembraban y freían en aceite a los soldados de la patria. Es decir: Briceño aplicó la ley del talión “ojo por ojo y diente por diente” y muchas veces actuó anticipadamente al decreto de Bolívar, la guerra a muerte, decapitando a españoles y canarios inocentes, exhibiendo sus cabezas como trofeos, clavadas en palos que sus soldados llevaban en sus manos en forma de lanzas. Por supuesto: ni la conducta monstruosa de los españoles sanguinarios y descuartizadores, violadores y asesinos de nuestros hombres, mujeres y niños, como tampoco la conducta desesperada y vengativa de Antonio Nicolás Briceño, quien creyó hacer justicia rebajándose a la pérfida actuación de los soldados del imperio católico español, expresan la justicia del Señor, “PORQUE LA JUSTICIA DE ESTE MUNDO, ES UN TRAPO DE INMUNDICIA ANTE LOS OJOS DE DIOS”, y también “LA IRA DEL HOMBRE NO OBRA LA JUSTICIA DE DIOS” (Santiago 1:20).
     Barinas también fue escenario de combates durante la Guerra Federal, encabezada por el general del pueblo Ezequiel Zamora, quien fue asesinado por una traición de los caudillos de la oligarquía Antonio Guzmán Blanco y Juan Crisóstomo Falcón. Sin embargo, ante todo, Barinas es tierra escogida por Dios para el avivamiento espiritual y la predicación del Reino de los Cielos. Allí, Dios me envió. En esa ciudad y en ese estado, el Señor está levantando un ministerio para la evangelización final de las naciones. En Barinas, fue constituido por el SEÑOR JESUCRISTO, el Ministerio Restauración de la Iglesia, como apostolado al Servicio de Dios, en el Nombre del Señor Jesucristo, el 17 de febrero de 1999, mediante el don de lenguas e interpretación, donde habló en nosotros el Espíritu Santo.

                 EL MENSAJE DE DIOS A LA IGLESIA

     Como he dicho, Dios me envió a la primera misión del estado Barinas, en febrero de 1999. Antes, en enero de 1997, los hermanos José Barreto, José Alcides, María Gómez, Carmen Gómez y yo, habíamos cumplido nuestra primera misión evangelizadora fuera de Caracas, con una victoria contundente sobre los gobernadores de las tinieblas, los principados, potestades y las huestes de maldad, en el estado Yaracuy, específicamente en las poblaciones de Pueblo Nuevo, San Isidro y el Pajón, donde los enfermos sanaron, los endemoniados fueron liberados y muchas almas se convirtieron, en el nombre glorioso del Señor Jesús, como relaté en su debido momento.
     No obstante, lo ocurrido el 17 de febrero de 1999 en la ciudad de Barinas, en la casa de la hermana Isabel, quien era invidente, fue un hecho totalmente sobrenatural. Un día antes, el Espíritu Santo nos había ordenado llevar a la reunión de oración un radio reproductor y un casete. Sin preguntar nada al respecto, obedecimos a Dios y los hermanos José Barreto y Roberto Quintero, se encargaron de cumplir con esta instrucción del Señor.
     Cuando ya nos reunimos y oramos, el Señor hablando en el hermano Samuel Méndez, nos ordenó preparar el grabador, porque iba a dar un mensaje esa mañana. Cuando el casete estaba ya introducido en el grabador, el hermano Samuel comenzó a hablar en lengua hebrea y la hermana Isabel señala hacia mí y me dice:-“Interprete hermano”- Sin darme cuenta, comencé a interpretar el mensaje en lenguas diversas, dado por el Señor. Hasta ese momento, yo no sabía que podía interpretar lenguas, pero Dios hace como el quiere.
     Como anexo a este testimonio, insertaré todo el texto de aquel mensaje del Señor, dado en Barinas, el 17 de febrero de 1999. En su mensaje, el Señor hace referencia a la creación mediante la Palabra; afirma que la Biblia es su Palabra Santa. Se refiere a ciertos hermanos en particular y habla de la Gran Ramera, la Iglesia Católica, idolátrica, pagana y apóstata. Advierte del pecado dentro de la Iglesia de Cristo y sobre el anticristo y la marca de la bestia 666. En uno de los pasajes dijo el Espíritu Santo: -“EL VATICANO SE LEVANTAY TODO SE PREPARA PARA EL ADVENIMIENTO DE LA BESTIA, Y USTEDES SIGUEN CONTENDIENDO CON SUS HERMANOS, LOS QUE SON BAUTIZADOS EN CRISTO…”
     Dios dice muchas cosas en ese santo mensaje, lleno de una sabiduría que no proviene del hombre sino de lo alto. Confieso, que por mi ignorancia y poca fe, en ocasiones llegué a dudar del mensaje. Pero el Señor, me permitió escucharlo claramente años después: Por ejemplo, cuando dice “David oró porque él había pecado y yo lo perdoné”; también cuando dijo al final: “CREAN QUE LOS AMO EN TODO MI CORAZÓN; MI CORAZÓN QUE ES ESPÍRITU, PORQUE DIOS ES AMOR”. Hubo un detalle, cuando dice, refiriéndose a la iglesia apóstata: “PORQUE ELLOS SON COMO BENJAMÍN Y AQUÍ COMIENZA LA BATALLA”. Yo no supe sino años después, que la tribu de Benjamín degeneró en un pueblo perverso y blasfemo que combatió contra las otras tribus de Israel”. Lo aprendí en la Biblia, pero Dios lo había hablado en lenguas a través del hermano SAMUEL y lo había interpretado por medio de mí, cuando yo era un imberbe y niño espiritual respecto al conocimiento de la Palabra de Dios. Como el hermano José Barreto era mucho más conocedor de la Biblia que yo, cada vez que tenía una duda respecto al mensaje, le preguntaba a él y el hermano, lo confirmaba llevándome a la cita bíblica precisa.
     Por si fuera poco, el Señor nos dijo, que una porción del mensaje no estaba interpretada. Eso fue en enero del 2002. Me ordenó escuchar de nuevo el mensaje, para revelarme otro mensaje oculto dentro del primero. Cuando escuché con detenimiento el Mensaje del Señor, lo interpreté claramente:-“PORQUE ABRIL NO LOS SORPRENDERÁ”. Oramos para entender el significado de esto y Dios nos reveló que en el mes de abril venía un golpe de estado contra el gobierno del presidente Hugo Rafael Chávez Frías. El mensaje había sido dado en febrero del 99.
     Me trasladé de Barinas a Caracas y hablé con un amigo militante del Partido Comunista de Venezuela y le dije:-“Dios nos reveló que viene un golpe de estado en abril contra el presidente Hugo Chávez. El golpe va a ser dirigido por Fedecámaras y el Imperio de Estados Unidos. El me dijo:-“Escribe una carta a “Tribuna Popular” (hoy diario “VEA”) y explica esto”- Escribí entonces la carta donde advertía sobre el golpe y la misma fue publicada en dicho diario. En un pasaje de mi carta le decía al presidente:-“Cuando usted esté en los montes, se acordará de Jesucristo”- Después de esto, cuando la carta fue publicada en la Tribuna Popular unos quince días antes del golpe de estado, el presidente Hugo Chávez, comenzó a decir de manera soberbia y no arrepentido:-“Por ahí dicen que me van a tumbar”. Y ciertamente, lo tumbaron por incrédulo el 11 de abril del 2002, aunque por la oración del pueblo cristiano evangélico, no por la ramera católica, Hugo Chávez fue vuelto al poder por Dios, quien permitió al pueblo y a los militares patriotas movilizarse contra las huestes fascistas e imperialistas.
     Sin embargo, Hugo Chávez, quien se arrodilló como todos los gobernantes de la tierra ante el Papa y satanás, sigue afirmando que es muy católico y tiene un sincretismo de doctrinas; un sincretismo religioso negador de la verdadera fe en Jesucristo. También, ha afirmado de manera blasfema: “Arriba de las nubes no hay nada más. El reino de los cielos, es en la tierra. Jesucristo fue el primer revolucionario y socialista”.
     Todas éstas son mentiras del presidente. Seguimos orando por él, para que Dios lo saque del engaño del diablo, de las tinieblas del infierno y lo lleve a su luz admirable. Por si fuera poco, Chávez cree la mentira de los papas, de que el hombre proviene del mono.
     No obstante, Dios que es bueno, nos permitió al hermano José Barreto y a mí, ungir con aceite a Hugo Chávez, el día cuando fue inaugurado el tramo de 40 kilómetros de la autopista de los llanos “José Antonio Páez”, entre Portuguesa y Barinas. Ese día, el hermano Barreto y yo, enviados por el Señor, nos acercamos a la multitud que se aglomeraba en la redoma de Guanapa de la ciudad de Barinas, para ver al presidente. El mandatario, estaba con su gabinete conformado por entonces de Tarek William Saab, Aristóbulo Istúriz, el fiscal Javier Elechiguerra, entre otros; todos, conocidos por mí. Aristóbulo caminó conmigo un tiempo, cuando se fundaban los sindicatos de Fospuca, la empresa del aseo urbano. Tarek, fue mi compañero de luchas en la universidad; Javier, fue mi profesor de Derecho Penal II, en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Escuela de Derecho de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Lo cierto, es que ese día, también se presentaron dos hermanas de Barinas, Enriqueta y Rosario, quienes afirmaban que ellas habían sido enviadas por Dios, a ungir con aceite al presidente.
     El hermano Barreto y yo, seguro de que Dios nos había enviado a nosotros y no a ellas, nos apartamos de estas hermanas, quienes estaban y están prejuiciadas contra nosotros, porque nosotros bautizamos en el nombre del Señor Jesucristo y ellas creen en el bautismo trino del emperador Constantino y los apóstatas paganos. Es decir, pertenencen a las iglesias ecuménicas, hijas de la Gran Ramera católica de Apocalipsis 17 y 18.
     Como la multitud no nos dejaba pasar a orar por Hugo Chávez, el hermano Barreto y yo, oramos. Cerramos nuestros ojos y levantamos nuestras manos al cielo. Las multitudes nos fueron empujando suavemente y cuando abrimos nuestros ojos, estábamos al lado del presidente. Éste, conversaba con una ancianita y nosotros pusimos nuestras manos sobre sus hombros y oramos ungiéndole con aceite, para que el maligno no pudiera confundirle ni matarle. Entre tanto, sus escoltas nos decían con voz muy suave:-“Por favor”-, pero nosotros culminamos nuestra misión orando lo suficiente por el primer mandatario de la República Bolivariana de Venezuela. Enriqueta y Rosario, todavía deben estar buscando como ungir al presidente. Dios, confirmó nuestra misión, permitiéndonos llegar al presidente de manera sobrenatural y de eso, doy testimonio, teniendo como testigo al mismo Señor y a mi hermano Barreto.

            ABORRECIDO EN BARINAS POR MIS HERMANOS

     Dios me envió a Barinas; de eso, no tengo dudas. No obstante, mi primera estadía allá fue muy dura, debido a la incomprensión y rechazo por parte de mis hermanos cristianos evangélicos, principalmente.
     Después de mi primer viaje misionero a Barinas y del mensaje dado por el Señor a la Iglesia, mi permanencia en Caracas, se fue haciendo cada vez más difícil. Había nacido mi hijo Moisés Elías y yo, estaba desempleado y en el ejercicio del derecho, percibía muy poco dinero. Tan poco, que el año 1998 y mediados de 1999, solamente obtuve ochocientos bolívares durante todo el año, en un solo caso de una actuación jurídica. Para entonces, vivía con mi esposa y mi pequeño hijo en el apartamento de mi hermana, quien se molestó conmigo y me ordenó desalojar.
     Pedí ayuda a mi amigo Simón Guerra, militante del Partido Comunista de Venezuela, quien comportándose mejor que muchos cristianos, habló con su mamá y me prestaron la planta alta de una casa propiedad de su familia, en el Barrio Santa Eulalia de los Teques. Mi intención, era vivir allí un mes y salir para Barinas, donde la hermana Rosario y su esposo, me habían ofrecido públicamente, en medio de muchos hermanos, donarme una parcela que tenían en un barrio de la ciudad de Barinas.
    En la casa de los Guerra, duré exactamente un mes. Sin tener empleo. Mi esposa, mi hijo de meses y yo, vivimos de la caridad y la bondad de aquella noble familia. El papá de ellos, quien practicaba el espiritismo, había quedado casi postrado por un ataque de apoplejía. Sin embargo, caminaba con ayuda, pero no hablaba. Oré por él y comenzó a articular palabras. No obstante un día, la mamá de mi amigo, quien era una señora extremadamente católica, me escuchó cantar unos himnos cristianos y se disgustó conmigo. Mi reclamó, que si yo quería vivir allí, no podía alabar a Cristo. Yo le respondí:-“Agradezco todo lo que han hecho por mí, pero yo no puedo dejar de adorar y glorificar a mi Señor, porque es necesario obedecer a Dios, antes que a los hombres”- Dije esto y mi esposa me apoyó. Continuamos alabando a Dios y la señora, mi dijo:-“Entonces, desocupen lo más pronto posible mi casa”-
     Me fui preparando para salir de los Teques, pensando en que en realidad no teníamos donde ir; sin embargo, teníamos la promesa de la hermana Rosario (la misma que supuestamente iba a ungir al presidente Chávez, enviada por Dios), de una parcela, donde podría construir mi casa.
     El amigo Simón, me invitó a visitar su casa, construida en la parte montañosa de San Antonio de los Altos. Un ambiente campestre y muy sano. Mi amigo, me ofreció construirme una casa con madera, tal como la que él poseía, para que yo habitara con mi familia allí. Agradecí su ofrecimiento solidario, pero le dije:-“Gracias, pero debo viajar a Barinas como misionero del Señor”- En otra oportunidad, me encontré con unos compañeros y amigos del Movimiento Quinta República (MVR), de Hugo Chávez, quienes estaban en la campaña para la elección de alcaldes y concejales. Me ofrecieron la candidatura a la alcaldía del Municipio Los Salias, del estado Miranda, pero la rechacé, porque me iba como misionero a Barinas. El compañero que ocupó mi lugar como candidato, ganó con un amplio margen la Alcaldía de ese municipio. Hasta el día de hoy, no me arrepiento de haber declinado todas aquellas ofertas de mis amigos, porque Dios me estaba llamando a Barinas y yo tenía que obedecer. Si me tocara volver a hacer lo mismo, lo haría. Aunque fuera a padecer, como lo hice en Barinas, por causa de mi Señor.
     Un día, antes de salir para Barinas, tuve un sueño con las hermanas Rosario y Enriqueta y el esposo de la hermana Rosario. En el sueño, Rosario me daba una poncherita, una talla y jabón azul, porque me hedían los pies. Luego, me entregaba una carta donde me decía: “Hemos terminado en el amor de Cristo”. En el sueño aparecían también su esposo y la hermana Enriqueta, quienes se burlaban de mí. Yo entendí en el Espíritu, que no me iban a dar ninguna parcela. Sin embargo, después de comunicarme con mi hermana María por teléfono y contarle mí sueño, ésta insistió en que yo debía viajar a Barinas, con mi esposa y mi hijo.
     Salí a buscar dinero para viajar y tuve que vender mi máquina electrónica, que me había costado cien mil bolívares (Bs. 100.000,oo), de aquellos días; mil quinientos bolívares de los de ahora. La dirección regional del PCV, me ofreció ochenta mil bolívares (Bs. 80.000,oo); mil bolívares de los de ahora, y los acepté. Encontré a un hermano apartado de la fe, de nombre Antonio y éste me cobró cuarenta mil bolívares (Bs. 40.000,oo), por la mudanza. Antonio, por el camino, me contó la historia de su “descarreamiento”.
     Viajamos a Barinas sin el debido permiso de mudanza otorgado por la alcaldía del municipio o el jefe civil. En cada alcabala de la Guardia Nacional, yo levantaba mi mano al cielo y oraba; los guardias nos dejaban pasar con una sonrisa en los labios. Antonio estaba muy sorprendido. Y fue relatándome por el camino:
     Me dijo que él había sido un pastor cristiano evangélico. Un día, después de haberle servido al Señor en una iglesia de Guanare, sintió deseos de tomar unas vacaciones y se fue para Barquisimeto. Llegando al Terminal de Pasajeros, acababa de bajarse del autobús, cuando una joven mujer lo señaló a unos policías y fue detenido inmediatamente. Esposado y llevado a la Delegación de la Policía Técnica Judicial, fue sometido a torturas, mientras él preguntaba a los funcionarios:-“¿Qué pasa? ¿Por qué estoy detenido? ¿Por qué me golpean?”- Como respuesta de los funcionarios policiales, sólo recibía la siguiente orden brutal y despectiva:-“¡¡Cállate, sádico!!”-
     Antonio me dijo, que pasó quince días sometido a los más crueles abusos por parte de los agentes policiales: jueces en su propia opinión, quienes violaron sus más elementales derechos humanos, incomunicándole e impidiéndole el derecho a la defensa, para intentar forjarle un expediente, obteniendo la confesión bajo tortura. El hermano aseguró ser inocente de toda acusación. Se le acusaba de haber abusado sexualmente de aquella joven, quien le señaló en el Terminal.
     Por tratarse de un pastor evangélico, la prensa hizo de aquel suceso, todo un verdadero escándalo regional y nacional. Antonio salió fotografiado por diarios regionales y nacionales, con el siguiente titular: “DETENIDO PASTOR GOZÓN”; “PTJ INTERROGA A PASTOR VIOLADOR”.
     Lo cierto es que Antonio oró para que la verdad saliese a la luz. Cuando ya se disponían a encerrarlo en la Cárcel de Urubana, ocurrió lo inesperado: la policía detuvo al verdadero violador. Se trataba de un hombre cuyo parecido era idéntico al pastor Antonio; parecía su gemelo y fue detenido “ infraganti”, mientras abusaba de una joven en Barquisimeto.
     Antonio fue puesto en libertad, pero todo el daño ocasionado por esta equivocación y lo reseñado por la prensa, le hizo llenar de resentimiento y la vez, fue aborrecido por muchos hermanos y hermanas, quienes nunca volvieron a confiar en él. Según Antonio, estaba más que justificado, apartarse de Cristo, “porque él le había abandonado”. Lo le expliqué que no compartía este criterio, por cuanto él se fue a Barquisimeto abandonando el pastorado, sin haber pedido permiso al Señor. Satanás, había preparado todo el plan, bajo la permisión de Dios, por la desobediencia observada por el hermano Antonio.
     Llegamos a la ciudad de Barinas, a la casa de la hermana Isabel en la Avenida Cruz Paredes, donde el Señor había dado el mensaje del 17 de febrero de 1999. Allí, continué conversando con Antonio y oré por él, por su restauración en Cristo Jesús.  

                           MIS HERMANOS ME ABORRECIERON

     Al llegar a Barinas, mi esposa, mi hijo Moisés de 9 meses de edad y yo, fuimos instalados en un cuarto de la casa de la hermana Isabel en la Cruz Paredes. Allí permanecimos por varios días. Inmediatamente, comenzaron los rumores mal intencionados en mi contra. El diablo estaba molesto conmigo y empezó a levantarme calumnias a través de falsos hermanos, diciendo que yo usaba a mi hijo Moisés, para pedir dinero, cuando en realidad toda la comida consumida en esos días, la compré con la mitad del dinero que me quedó de la venta de mi máquina electrónica. En este punto, tengo como testigos a Dios y a mi esposa.
     Me retiré a un ayuno en la casa del hermano José Gregorio, sobrino del profeta Samuel Méndez. Allí permanecimos varios días, en el barrio “Mi Jardín” de Barinas. Ayuné por tres días, para que el Señor me mostrase el verdadero propósito de mi viaje. En ese ayuno, se presentó satanás a molestarme por una ventana de la casa y lo reprendí. En la noche soñé, que el diablo me aparecía disfrazado de “nazareno”, con un traje morado y su cuerpo cubierto de lepra. Me pedía que orara por él, intentando contaminarme su lepra. Apareció también en el sueño, el hermano José Barreto y yo le pedía me apoyara a reprender al diablo, pero el hermano se hacía él que no me escuchaba. Luego, satanás me atacó e intentó privarme en el sueño y desperté sudando.
   Al tercer día del ayuno, Dios me habló a través de Hechos Capítulo 7 y principalmente el versículo 51, cuando Esteban antes de ser muerto a pedradas, le dijo a los fariseos: ¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros”.
     Además, el Señor me mostró el propósito de mi viaje a Barinas: yo era el pastor de aquel grupo de hermanos congregados en “Renacer en Cristo”. Pero me dijo el Señor:-“No te aceptarán. Todos te aborrecerán y se levantarán en tu contra, como hicieron con mi siervo Esteban. Ellos te rechazan porque no entienden la Palabra de Dios y tropiezan. Ellos aborrecen bautizarse en mi santo nombre”. Así me dijo el Señor y yo, fui preparado a reunirles e informarles esto.
     Era domingo, cuando reuní a todos los hermanos en la congregación de la casa de la hermana Isabel. Les expliqué lo que Dios me había dicho y me había mostrado. Ellos, casi todos, menos los hermanos José Barreto y Samuel Méndez, se levantaron contra mí y comenzaron a insultarme. Cuando quise leerles Hechos 7:51, como el Señor me había ordenado, la hermana invidente dueña de la casa, Isabel, me ordenó callar y me dijo que no podía leer la Palabra. Yo la reprendí, pero como la mayoría la idolatraba, la hermana Rosario, la misma que he mencionado en este testimonio, me llamó “DEMONIO DE SÓLO JESÚS”. También, un falso hermano de nombre Marcos Hernández, me difamó, asegurando que intenté agredir físicamente a la hermana Isabel. Este falso hermano me odiaba y me odia, porque antes de salir de Caracas a Barinas, yo le había visto en un sueño, completamente vestido de negro, al igual que otro falso pastor de nombre José Luis; a ambos los conocí mediante revelación por sueños y no pertenecen a Jesucristo. Pero volvamos al asunto del conflicto con la congregación. Es decir: ellos, Rosario y la mayoría, estaban y están influenciados por la doctrina diabólica de la trinidad, negando la deidad de NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, incomprendiendo el bautismo bíblico en ese nombre sobre todo nombre y permitiendo el modernismo, la apostasía y la doctrina del amor al dinero, en las congregaciones.
     Me echaron como a un perro de la congregación y quedé en casa del falso hermano José Gregorio, quien también me ordenó desocupar su casa, porque teníamos doctrinas distintas. Es decir, él como la mayoría de evangélicos venezolanos, aborrecen el nombre del Señor Jesucristo, y le rinden culto a un dios llamado “trinidad”, cuyo verdadero nombre es satanás.
     Un día, fui a orar a la casa del hermano Samuel Méndez. A través de este hermano, Dios hablaba grandemente, permitiéndome interpretar los mensajes en lenguas diversas. Luego de orar, llegó la hermana Carmen (ya partió con el Señor) e informó que una joven señora estaba vendiendo un rancho de zinc, en un sector denominado LOS CORRALITOS I, más allá del Sector “Mi Jardín”. Inmediatamente, llegó la hermana Antonia, quien nos informó que una señora estaba alquilando una casa en la      Avenida Agustín Codazzi, cerca del Aeropuerto. Como se trataba de dos alternativas, pedí que oráramos para que fuese el Señor quien me guiara a tomar una decisión.
     Oramos y el Señor habló en lenguas espirituales a través del hermano Samuel y me dijo, mientras yo interpretaba: Hay una casa muy amplia y cómoda, en toda la Avenida Codazzi. Pero hay también un rancho de zinc, rodeado de pantano y donde no tendrás comodidad; allí es donde te quiero. Obedeciendo al Señor, esa misma noche me mudé con mi esposa e hijo al rancho de “Los Corralitos I”, cuyo precio de CIENTO CINCUENTA MIL BOLÍVARES, estuve pagando por espacio de varios meses, de lo obtenido de mis trabajos como docente, en la Unidad Educativa “Teniente Pedro Camejo” y en el “Instituto Bachiller Elías Cordero Uzcátegui”, donde comencé ganando en el primero DIECISEIS MIL BOLÍVARES MENSUALES y el segundo TREINTA Y OCHO MIL BOLÍVARES MENSUALES. Si no hubiese obedecido a Dios, hubiera ganado como alcalde, QUINIENTOS MIL BOLÍVARES MENSUALES, más los bonos; es decir, hubiese tenido un sueldo altísimo, para esos años 1999-2003.
     Esa noche, mi esposa, mi hijo y yo, guiados por el Espíritu Santo, dormimos plácidamente en el rancho de zinc que había comprado a plazo en el barrio “LOS CORRALITOS I” de Barinas; lugar dominado por el hampa, el narcotráfico, los violadores, asesinos, secuestradores y sicarios. No obstante, en la casa de la Avenida Codazzi, esa misma noche, se introdujo una banda de delincuentes, quienes después de abusar sexualmente de la dueña de la casa, procedieron a saquear la vivienda, robando todos los enseres. Es decir: el Espíritu Santo, mostrando la misericordia de Dios para mí y mi casa, nos había librado a mi esposa, mi bebé y a mí, de este plan del maligno.
     En este barrio, permanecimos varios meses. Al lado de nuestro rancho de zinc, había una iglesia pastoreada exactamente por el falso pastor José Luís, a quien había conocido en sueños en Caracas, antes de mi primer viaje misionero a Barinas. Este hombre se me acercó un día y avisado en sueños por el Espíritu Santo, le dije:-“No tengo el agrado de conocerlo. No lo voy a llamar hermano. Yo soy bautizado en el Nombre del Señor Jesucristo y usted pertenece a la trinidad. Así, que no tenemos nada que hablar”.
     Desde ese día, este pastor de las tinieblas, se dedicó a despotricar de mí y de mis hermanos del ministerio, en cada una de las reuniones que hacía. Yo solamente oraba, y un día, el vecino, hermano miembro de esa congregación de nombre Pedro Carvajal, se acercó a mí e hicimos una buena amistad.
     Pedro Carvajal era oriundo de Colombia. Aunque no sabía leer ni escribir, estaba lleno del amor de Cristo. Nunca nos rechazó y oraba con nosotros y por nosotros. Tanto amor tenía por sus hermanos y la Palabra de Dios, que comprendió el mensaje de salvación y un día aceptó la restauración y fue bautizado por el hermano José Barreto, en el Glorioso Nombre de Nuestro Señor Jesucristo.
     Pocos años después, luego de compartir con nosotros: mi esposa y yo, además de hacer vínculos de amor y hermandad en la fe con los hermanos del Ministerio Restauración de la Iglesia José Barreto y Samuel Méndez (quien partió al cielo el 6 de junio del año 2008), el hermano Pedro Carvajal enfermó del estómago; fue sometido a una delicada intervención quirúrgica, pero falleció a los pocos meses, estando ahora en la presencia del Señor.
     Lo cierto, es que permanecí en ese barrio “Los Corralitos I”, varios meses. Un día del mes de diciembre del año 1999, a finales de mes, mi hijo Moisés, para entonces de un año y un mes de edad, fue contaminado de una extraña bacteria y se hizo necesario trasladarlo a la ciudad de Caracas, al Hospital Clínico Universitario. Eso ocurrió exactamente, pocos días después de la vaguada de los días 15, 16 y 17 de diciembre de ese año 1999. Viajamos a Caracas en avión, gracias a la generosa colaboración de mi hermana en Cristo Milagros Hernández, quien es también mi prima.
     Mi esposa y mi hijo se quedaron en Caracas y yo regresé a Barinas, para continuar la obra misionera. No obstante, debo relatar lo concerniente a la lluvia acontecida en el estado Vargas y Caracas, en el mes de diciembre del año 1999.

                              LA VAGUADA DE 1999

     Dos semanas antes de esta lluvia descomunal de diciembre, en todo el estado Vargas, Caracas y el estado Miranda, el Señor nos envió al hermano Samuel Méndez y a mí, a predicar en Caracas. Recorrimos varios sitios públicos, incluyendo el Mercado  Mersifrica de Coche. Cuando yo predicaba en el Centro Comercial de Coche, el Señor me dio la siguiente palabra: “PRONTO VENDRÁ UNA INUNDACIÓN, COMO NUNCA ANTES SE HABÍA VISTO EN ESTE PAÍS”. Personalmente, quedé pensativo por estas palabras habladas a través de mí, por el Espíritu Santo.
     Luego de esta predicación en Caracas, el hermano Samuel y yo, regresamos a Barinas. Otro día, en la casa del hermano Samuel, el Señor volvió a hablarnos el viernes 13 de diciembre de 1999. El Espíritu Santo habló claramente a través del hermano Samuel y me ordenó:-“DEBES IR A CARACAS, DONDE VAS A VER ALGO TERRIBLE”.
     Viajé la noche del 13 de diciembre y amanecí en la capital de la República Bolivariana de Venezuela, el sábado 14 de diciembre. El día domingo 15, se efectuó el referendo para aprobar la Constitución de 1999. Acudí a cumplir con mi deber cívico (fue una de las últimas elecciones donde participé) y ese día domingo, comenzó a caer una llovizna que no paró hasta tres días después.
     Todavía hoy (mes de febrero del 2013), se desconoce el número total de fallecidos y el monto de las pérdidas materiales. No obstante, se sabe con precisión, que los muertos fueron varias decenas de miles y miles los desaparecidos. La vaguada de Vargas, es solamente una muestra de los futuros acontecimientos como parte de la ira de Dios a derramarse sobre este planeta y este país idólatra, llamado República Bolivariana de Venezuela.
     En mi opinión, la vaguada de Vargas, fue la respuesta del Dios Todopoderoso, a un pueblo idólatra, practicante de la santería, la hechicería, la brujería y el perverso catolicismo, perversidades éstas comunes a toda Venezuela, la América Latina y el mundo entero, pero en gran proliferación en el estado Vargas por esos días, donde además se había incrementado el número de sacrificios humanos realizados por las sectas satánicas predominantes en muchos estados de Venezuela.
     No obstante, también conocí muchos testimonios del poder y la misericordia de Dios y otros de dolor. Dentro de los primeros, está el caso de una joven madre, quien perdió su niño pequeño en medio de la lluvia; este niño fue arrastrado por la enorme corriente. El abuelo del niño, padre de la joven, se lanzó a la corriente en busca del niño y ambos, fueron rescatados con vida, asidos de una cabilla, porque el Señor Dios los libró de la muerte. Por cierto, que esta misma joven, fue poseída por un demonio de esquizofrenia, el cual reprendí en el nombre todopoderoso del Señor Jesucristo, quedando esta muchacha, libertada de la opresión del diablo.
     Otro caso, bastante doloroso, fue el de un niño a quien le di clase, de nombre Abraham, miembro de una familia cristiana evangélica. Este niño, vivía con su papá, su mamá, dos hermanitas y otro hermanito. La vaguada, destruyó su vivienda en el Sector “Carmen de Uria”, pereciendo ahogada su madre, una hermanita y el otro hermano varón. Sin embargo, Abraham, quien sobrevivió con su papá y una hermanita, guardó la fe en el Señor Jesús.

                        LA BRUJA DE CORRALITO

     Mi esposa y mi hijo, quedaron en Caracas. Yo regresé a Barinas, para continuar la obra misionera. Aunque de día salía a predicar la palabra de Dios, junto con los hermanos José Barreto y Samuel Méndez ( *), de noche debía regresar al rancho de zinc, en “Los Corralitos I”, donde tuve experiencias tremendas en lo espiritual.
     Una de esas experiencias, fue con la bruja de Corralito. Cada vez que llegaba a la casa, encontraba algo extraño: un nylon atravesando la entrada de la puerta; una cruz de palma puesta a mi puerta. Algún polvo blanco regado por los alrededores.
     Comencé a orar y ayunar, para contrarrestar cualquier plan del maligno para dañarme, y fue cuando Dios me reveló que se trataba de una bruja.
     Una madrugada, desperté con un tremendo dolor en mi costado izquierdo. Pensé, se trataba de un cólico nefrítico, un infarto o algo parecido. En realidad, se trataba de una bruja quien intentaba abrir mi costado con sus manos parecidas a un cuchillo, con unas uñas muy afiladas. Apenas podía moverme debido al dolor que aquel ataque satánico me ocasionaba. Como pude, me acosté boca arriba, estiré mi mano derecha y toqué a la bruja en el costado derecho, mientras le decía con voz entrecortada por el dolor, “te reprendo en el nombre de Jesucristo”. La bruja, quien era muy alta y delgada, de cabellera negra y abundante hasta la cintura, se prendió en fuego y salió gritando del rancho; atravesó la pared de zinc y dejó ahumada dicha pared, como cuando ocurre un incendio.

                                EL DEMONIO ROJO

     A raíz de esta experiencia terrible, me dediqué más activamente al ayuno y la oración. Una madrugada, a eso de las tres de la madrugada, mientras oraba en el rancho, escuché a los perros ladrar y aullar en los alrededores. Me asomé por un agujero de la puerta del rancho para mirar hacia el exterior y observé a un hombre completamente rojo, quien avanzaba por la calle de tierra. Lo observé desde el rancho detenidamente y pude notar que no le veía cabeza por ningún lado. Salí entonces del rancho y le grité: “¡¡SATANÁS. TE REPRENDO EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO”!! Inmediatamente, aquel ser de las tinieblas desapareció.

                         LA “RATA INTELIGENTE”

     Un día, comenzaron a desaparecerse mis medias, fósforos y otros objetos pequeños, como pañuelos inclusive. Tuve sospechas de que podía tratarse de algo espiritualmente diabólico. Persistí en la oración y Dios me reveló que se trataba de una rata, pero de un animal extrañamente inteligente.
     Oré para buscar el raticida más apropiado y cuando lo compré y comencé a usarlo, noté lo siguiente: por días no vi rastros de alguna rata envenenada, pero si pude observar, una estela de baba y especie de vómito cada noche. Insistí en la oración, para develar este misterio.
     Un día el Espíritu Santo, me guió a buscar debajo de la cocinilla eléctrica de dos hornillas. Al levantarla, encontré debajo, todas las medias extraviadas, los fósforos, un pañuelo y lo más extraño, un paquete de “goma blanca”. La rata “inteligente” o diabólica, había estado consumiendo los restos de alimentos envenenados y para contrarrestar el veneno, consumía la goma blanca, la cual le hacía vomitar el veneno. Este descubrimiento me dejó pasmado. Pedí respaldo a los hermanos, por esta situación tan extraña y los hermanos José Barreto, Samuel Méndez y Roberto Quintero, además de otros hermanos y hermanas, redoblaron la oración en mi respaldo.
     No obstante, una madrugada, me ocurrió algo terrible. Mientras dormía, las patas de la cama se quebraron y en vista de la hora, me acosté colocando el colchón en el piso, algo inclinado para evitar cualquier ataque de la rata. Serían las dos de la madrugada aproximadamente, cuando desperté ahogándome con un objeto introducido en mi garganta. Vi con horror, que la rata estaba sobre mi rostro y su cola estaba introducida en mi boca. Cuando intenté espantarla con mi mano derecha, el animal me orinó en la boca. Escupí con unas náuseas tremendas. Me enjuagué la boca y hasta me provoqué el vómito, pero el daño estaba hecho, como relataré en otra oportunidad.
     Por esos días soñé, que una extraña epidemia había afectado a la población del país. Se trataba de una enfermedad, la cual transformaba los órganos de las personas, así como la piel, haciéndolos cristalinos; los órganos perdían su colorido y pigmentación. Escuché la palabra “LEPTOPIROSIS”, relacionada con una enfermedad transmitida por los roedores, especialmente las ratas y ratones, quienes además pueden ser transmisores de la meningitis.

                           EL “HOMBRE DE HUMO”

     Debido a tantos acontecimientos extraños y la guerra espiritual en la que estaba metido contra el diablo, mis hermanos decidieron respaldarme como he dicho, para el fortalecimiento y confirmación de nuestro Ministerio Restauración de la Iglesia. De esta manera, acordamos realizar una vigilia en el rancho de Los Corralitos.
     Una noche, efectivamente hicimos la vigilia en el patio de tierra, a la entrada del rancho. Allí estuvimos orando el hermano Samuel Méndez, el hermano José Barreto, el hermano Roberto Quintero y mi persona. Cuando eran aproximadamente las doce de la noche, el hermano Samuel se fue a acostar, mientras que José, Roberto y yo, continuamos la vigilia. Unos minutos después, escuchamos una jauría de perros quienes ladraban y perseguían a alguien. Cuando pasaron frente al rancho, el hermano José Barreto y yo, quienes estábamos de frente a la calzada de tierra, dentro del patio cercado de alambres del rancho, pudimos ver a quien perseguían los perros: se trataba de un hombre parecido todo de humo, quien volaba sobre una especie de plato, al estilo de un personaje de un largo metraje del “Hombre Araña”, que sería exhibido en el cine unos años después. Al ver aquel extraño ser, el cual se desplazaba a una altura aproximada de metro y medio sobre la calzada,  el hermano José Barreto y yo, le reprendimos en el nombre de Jesucristo y éste demonio de la noche elevó su vuelo, dejando atrás a los perros, quienes se detuvieron y regresaron por la misma calzada, al lugar donde estaban acostados.
    
                              LOS HERMANOS SOLIDARIOS

     No todo fue aborrecimiento y traición en el estado Barinas. Aprovechando el dinero que obtuve al ser liquidado en el Instituto Bachiller Elías Cordero Uzcátegui (IBECU), donde laboré por varios meses, decidí transformar el rancho de zinc, en una casa de bloques, para lo cual comencé a comprar el material de construcción respectivo: cemento, bloques, cabillas, arena y láminas de zinc para techar. En eso gasté todo el salario obtenido por mi trabajo. Me quedé sin dinero para pagar la mano de obra.
     El hermano José Barreto y yo, nos pusimos a orar y ayunar para que Dios me enviara una respuesta. Un día, cuando nos encontrábamos el hermano Barreto yo conversando, después del mediodía, llegaron dos varones preguntando: -“¿DÓNDE HAY POR AQUÍ UNA NECESIDAD DE CONSTRUCCIÓN?- Luego, agregaron: DIOS NOS ENVIÓ PARA ACÁ”.
     Se trataba de los hermanos PEDRO GRATEROL Y NEPTALÍ, ambos de la Iglesia Pentecostal “JEHOVÁ JUSTICIA NUESTRA”, ubicada en el Barrio “El Cambio” de Barinas. El hermano Pedro, es el pastor de esa Iglesia del Señor y el hermano Neptalí, un fiel diácono y colaborador del Señor. Ellos, me construyeron la casita de bloques de manera gratuita y como el hermano Barreto yo, quienes nos hicimos sus ayudantes no teníamos para darles siquiera la comida, ellos traían diariamente cuatro raciones, compartiendo con nosotros en el amor de Cristo. Estos son los gestos de amor y solidaridad que saltan para vida eterna.
     Luego de que los hermanos culminaron la construcción, faltaba frisar las paredes, para poder pintar. Me fui a Caracas a buscar CIENTO SETENTA MIL BOLÍVARES PRESTADOS y no los encontré.
     A los días de estar en Caracas, y como consecuencia de la rata que se había orinado en mi boca, me enfermé de meningitis y me vi verdaderamente grave, pero esa es otra historia.



CAPÍTULO XV: LA MENINGITIS

     Regresé a Caracas, procurando encontrar la cantidad de dinero suficiente para frisar y pintar la casa. Estaba muy contento, porque así podría  volver con mi esposa y mi hijo a la ciudad de Barinas y continuar la obra misionera. Antes de referirme a la enfermedad de la meningitis, haré referencia a mi experiencia como predicador en la Unidad Educativa “Teniente Pedro Camejo”, el Instituto Bachiller Elías Cordero Uzcátegui, la misma ciudad de Barinas y otros poblados del estado.

                UNIDAD EDUCATIVA “TENIENTE PEDRO CAMEJO”

     Esa institución, fue la primera en darme empleo, como docente en Castellano y Literatura y también una horas en Geografía de Venezuela. La Unidad Educativa “Teniente Pedro Camejo”, estaba ubicada para entonces, en la Avenida Industrial, de la ciudad de Barinas. Allí, su dueño y director, a pesar de practicar la santería (era un cristiano evangélico apartado), me trató con mucho respeto y consideración. Pude predicar con toda libertad el evangelio de Salvación en sus aulas y muchos estudiantes recibieron a Jesucristo como su Señor y Salvador. Además, el dueño, me dijo un día al saber que yo había citado a todos los representantes de un octavo grado debido a su bajo rendimiento e indisciplina:-“Está muy bien profesor; yo le apoyo. Hay que ponerle carácter a esos muchachos”-
     La reunión con los representantes fue un poco tensa, porque al tratarse de un liceo privado, ellos no estaban acostumbrados a este tipo de ética profesional en un docente. Dios me dio mucha sabiduría al hablar; solamente se levantó en mi contra una representante, que por ironía de la vida, era una docente. Ésta, trató de desmentirme en medio de alumnos y representantes, pero su propio hijo me apoyó y dijo:-“Mamá, el profesor tiene razón. Tu no puedes apoyar mi conducta equivocada”- y me dijo a mí:-“Profesor, desde hoy prometo comportarme mejor y estudiar de verdad”- Su madre la docente, al escuchar aquellas palabras, salió echando chispas de la reunión, mientras le advirtió al muchacho:-“Cuando llegues a la casa, me la vas a pagar”-
     Producto de aquella reunión, ese curso de octavo grado, mejoró notablemente. Su conducta pasó a ser la mejor del liceo; cada uno de los muchachos y muchachas, obtuvo en mi materia una calificación promedio entre 17 y 19 puntos. Aquellos estudiantes me tomaron mucho cariño y aprecio y todos-sin excepción-, confesaron a Jesucristo como su Señor y Salvador. Eso, fue lo más importante. Por su parte, los estudiantes del 7mo y del 9no grados, así rindieron mucho y muy pocos de ellos, rechazaron el evangelio de Jesucristo.
     Como mi sueldo era muy poco allí, tuve que renunciar para trabajar en el IBECU, donde ganaría el doble. Cuando me iba, el dueño me llamó y me felicitó por mi excelente trabajo. Me dijo una frase que nunca olvidaré:-“Profesor, usted me ha hecho pensar en mi posibilidad de reconciliarme con el Señor Jesús”- Yo le dije, si quiere oro por usted y le guío a hacerlo. El dueño del “Teniente Pedro Camejo” oró conmigo y sólo Dios sabe que ha sido de su vida espiritual.

         INSTITUTO BACHILLER “ELÍAS CORDERO UZCÁTEGUI”

     Recomendado por una hermana en Cristo, me entrevisté con la profesora Francys, directora y propietaria del IBECU, ubicado cerca de la Avenida Cruz Paredes de Barinas. En ese liceo, alterné las aulas de clase con mi función como coordinador del Instituto, responsable de la disciplina. Impartí clases en Geografía, Historia de Venezuela, Geografía Económica y premilitar, con el apoyo del Destacamento 14 de la Guardia Nacional. También, organicé el primer Festival de Teatro Estudiantil, donde participó la institución, quedando en tercer lugar entre 10 instituciones.
     Las aulas del IBECU, se convirtieron pronto en escenario de la Palabra de Dios. En ese liceo, prediqué el evangelio a toda criatura y muchos estudiantes y algunas profesoras y profesores, incluyendo a la propia profesora Francys, recibieron a Jesucristo como su Señor y Salvador. En esa institución conocí al colega y hermano en Cristo Enrique Noel Hidalgo siervo de la Iglesia Luz del Mundo, quien fue de mucho apoyo en mi obra misionera allí.
     Me retiré del IBECU, decepcionado por la situación que viví en el Barrio Los Corralitos, cuando un grupo de delincuentes aprovechando mi ausencia, ya que estaba en Caracas enfermo con un principio de meningitis, saquearon mi casa y me robaron todos los pocos electrodomésticos y utensilios que había podido adquirir. Me hice rebelde con Dios y no quería volver a Barinas, pero el Señor me puso un sueño donde me ordenaba regresar a esa institución, para darles un mensaje. Me decía en una visión: “Te amé y te guardé”; pero yo, herido por la enfermedad grave que había padecido y el saqueo de mi casa por el hampa, sentí que Dios me había abandonado.
     En otro sueño, el Señor me arrastraba por los cabellos y me introducía a una habitación para que orara y me decía: -“Allí es donde te quiero”- En mi sueño oré al Señor y al salir de la habitación, aparecí en el IBECU y una muchacha alumna de quinto año, de apellido Bastidas, le decía a todos los muchachos:-“Aquí está el profesor Rubén, ha regresado. Él tiene un mensaje de Dios para nosotros”.
     Por voluntad de Dios regresé a Barinas y al IBECU, donde fui recibido amablemente por la profesora Francys y todos los muchachos y muchachas. Encontré a la alumna Bastidas, quien me dijo:-¿Cómo está profesor Rubén?. Pensamos que se había ido. En seguida gritó:-“¡¡MUCHACHOS, AQUÍ ESTÁ EL PROFESOR RUBÉN, TIENE UN MENSAJE DE DIOS PARA TODOS NOSOTROS!!”- Inmediatamente recordé el sueño y le dije a la profesora Francys:-“Profesora, Dios me envió a darles un mensaje. Pido permiso para formar a todos los estudiantes con sus docentes, para predicarles la Palabra de Dios”- Así lo hice y prediqué el mismo mensaje del sueño, por 2da de Pedro, Capítulo 3:-“EL DÍA DEL SEÑOR VENDRÁ COMO LADRÓN EN LA NOCHE; EN EL CUAL LOS CIELOS PASARÁN CON GRANDE ESTRUENDO, Y LOS ELEMENTOS ARDIENDO SERÁN DESHECHOS, Y LA TIERRA Y LAS OBRAS QUE EN ELLA HAY SERAN QUEMADAS…” Oré para que todos recibieran a Cristo y la mayoría lo hizo. Además, Dios me dio profecía y una advertencia para ellos, que no circundaran las avenidas de Barinas, después de la caída de la tarde, porque la maldad se había multiplicado y la delincuencia había comenzado a acechar en las calles y avenidas de la ciudad. Pocos días después, un estudiante de quinto año de esa institución, fue asesinado por un delincuente, cuando se desplazaba con su novia por la avenida Cruz Paredes, a la altura de la plazoleta. 

                             PRINCIPIO DE MENINGITIS

     Regresé a Caracas a finales del año 2000, con el fin de obtener el dinero suficiente para frisar la casa y pintarla, como he dicho en varias oportunidades. Mi intención, era no volver más a Caracas y dedicarme a la obra misionera en Barinas, en todo Venezuela y el Mundo.
     No encontré quien me prestara el dinero. Un día me informaron que un primo mío, hermano de Milagros Hernández, había sido detenido por una confusión. Mi pidieron que me encargara del caso y estuve trabajando como abogado para lograr su libertad. Cuando tenía todo preparado para su defensa, sentí un tremendo dolor de cabeza; a su vez, todo bombillo o foco de luz me perturbaba y me encandilaba al extremo.
     Sólo faltaba la audiencia del reo, para absolverlo de culpa y no pude asistir, porque ese día caí en cama. De esta manera, dejé de ganarme cuatrocientos mil bolívares, que me servían para el propósito que me había traído a Caracas. Me vi obligado a acostarme con un fuerte dolor de cabeza, en el apartamento de mi hermana Carmen. Como permanecía acostado allí, mi hermana se enojó y comenzó a correrme; me pidió que me largara de allí. En ese momento, sonó el teléfono local del apartamento. La llamada era para mí:-La hermana Carolina me informaba, que mi casa había sido saqueada-
     Al día siguiente, viendo mi malestar, mi hermana María Teresa se compadeció de mi y me dio algo de dinero, para que fuese al médico. Acudí al Consultorio Médico “José María Vargas” de Alta Vista, donde el doctor Jesús Orlando Ramírez, me diagnosticó una sinusitis complicada, con principio de meningitis. Al hacerme varias placas, se detectó un punto de pus en mi cerebro, por lo que me fueron suministradas 40 dosis de amikacina de 500, para poder hacer retroceder la infección. De lo contrario, moriría irremediablemente; no obstante, Dios obró de nuevo y la meningitis cedió, aunque me quedó una lentitud para coordinar mis pensamientos, la cual antes de esa enfermedad, no tenía.

                            EN LAS CALLES DE BARINAS

     Una vez que regresé a la ciudad de Barinas, comencé a predicar la palabra en las calles. En las cercanías del hospital “Rafael Rangel”, me dediqué a entregar folletos por muchos días. Todos los días entregaba entre 100 y 200 folletos y Dios me reponía el dinero. Así, me dediqué por más de quince días a recorrer las calles y barrios de la ciudad, entregando folletos y predicando el evangelio a toda criatura.

                           OTROS PUEBLOS DE BARINAS

     Junto con los hermanos José Barreto y Samuel Méndez, predicamos en los siguientes pueblos de Barinas: Canaguá, Obispos, Calderas, Barinitas, Pueblo Llano, Barrancas, entre otros. En dichas poblaciones, muchas almas recibieron a Cristo como Señor y Salvador. Asimismo, muchos fueron bautizados en el glorioso nombre del Señor Jesucristo.
     Volví a Barinas, pero ya no quería habitar en aquella casita que había sido saqueada por el hampa. Por eso, busqué algún hermano cristiano que me cuidara esta pequeña propiedad. A través del hermano Enrique Noel Hidalgo, conocí a un hermano colombiano de nombre Jorge Tami, quien pertenecía a la Iglesia de la “Sana Doctrina”. Este varón se comprometió a vivir en mi casa y buscar un comprador. Su pago sería, recibir una parte del dinero obtenido de la venta. Pero este varón, no era recto delante de Dios. Un día lo encontré por la Plaza del Estudiante de Barinas vendiendo ídolos (estatuas de José Gregorio Hernández, María y otros supuestos santos de la Iglesia Católica). Con razón, Tami siempre que me saludaba me llamaba “varón”, mientras yo le decía “hermano”. En realidad, Tami nunca fue mi hermano en Cristo, sino un religioso oportunista, quien pretendía quedarse con mi casa. Esto, me obligó a venderla de manera apresurada, a otro estafador, hermano de un policía de Barinas, quien sólo me pagó parte del precio acordado, del cual le di una parte a Jorge Tami, quien terminó enojado conmigo, porque pretendía le diera la mitad del dinero, cuando en realidad yo había perdido con aquel negocio. Estas traiciones y situaciones permanentes de perfidia por parte de los supuestos cristianos y el pueblo de Barinas, me hicieron pensar en no regresar nunca más a aquel estado, donde Dios me envió.


             CAPÍTULO XVI: ENTRE CARACAS Y BARINAS


     A raíz del saqueo de mi casa, me sentí desamparado por Dios, como he dicho. Aunque regresé a Barinas, preferí vivir en Caracas y predicar de paso en el estado llanero.
     El año 2001 y parte del 2002, lo pasé viajando de Caracas a Barinas y de Barinas a Caracas. Durante ese tiempo, me dediqué a predicar la palabra en ambas ciudades. Fueron los años del “Radio Caset Cristiano”, Ministerio Radiofónico al Servicio de Dios, en el Nombre de Jesucristo”, con predicaciones y música cristiana grabadas en cintas, como ensayo para las futuras predicaciones radiales, como en efecto ocurriría años después.

                                 COLUMNA DE FUEGO

     En Caracas, en el Barrio Cochecito donde vivía mi tía Pilar Aguilar de Hernández, su esposo Luciano Hernández y mis primos con sus familias, conocí a los hermanos del Ministerio “Columna de Fuego”, Iglesia Misionera Pentecostal, con congregaciones en Apure, Barinas, Anzoátegui y la República de Colombia. En una casa del barrio, funcionaba la Iglesia pastoreada por el hermano Luis García, junto con el misionero hermano Félix Calderón, hoy pastor de Columna de Fuego, en Elorza, estado Apure.
     Desde la Iglesia que estaba en la casa del hermano Luis García, éste hermano, Félix Calderón, el hermano José Barreto quien venía a apoyarnos desde Barinas y yo, salíamos a predicar por todos los barrios de la Parroquia Coche. Muchos hombres, mujeres, ancianos, ancianas, adolescentes, niños y niñas, recibieron a CRISTO como Señor y Salvador a través de nosotros, pero como decía el pastor Luis García: “NADIE SE CONVERTÍA”. Era lamentable la situación. Años después, yo fundaría una iglesia en este barrio, pero esa es otra historia.

                            DIOS HABLÓ EN FORMA AUDIBLE

     El hermano Barreto vino a Caracas, para efectuar un ayuno de diez días. Los hermanos Luis García, Félix Calderón, mi esposa Mirna y mi persona, estuvimos respaldándole en oración. Por esos días, yo vivía con mi esposa y mi pequeño hijo Moisés en el centro de Caracas.
     A los pocos días de estar ayunando, el hermano José Barreto sintió un malestar y el hermano Félix Calderón y yo, fuimos a buscarle y le llevamos al apartamento donde yo vivía, sitio en el que regularmente hacíamos vigilias. Cuando comenzamos a orar por el hermano José, el hermano Félix comenzó a hablar en lenguas y yo comencé a interpretar. No obstante, de pronto, mi garganta fue oprimida, al igual que la del hermano Félix y entonces dejamos de hablar, para que se escuchara aquella voz que vino del cielo y le dijo al hermano José Barreto:-“TE LLEVARÉ A LUGARES Y PAÍSES QUE NO CONOCES. LE PREDICARÁS A REYES”. Nosotros, el hermano José Barreto, el hermano Félix Calderón y yo, oímos aquella voz. Mi esposa, quien se encontraba en la cocina preparando algo para el hermano que había salido del ayuno, también escuchó la voz, pero ella pensó que se trataba de otro hermano, quien había venido a visitarnos.

                               LAS CAMPAÑAS DE CARACAS

     Producto de nuestras oraciones y ayunos, Dios nos ordenó como Ministerio Restauración de la Iglesia, llevar a cabo campañas evangelísticas antes del 11 de abril del 2002. Esas campañas fueron realizadas en los siguientes barrios: El Guarataro, barrios de Petare, San Agustín, barrio Macayapa de los Frailes, barrio Nuevo Día de la Carretera Vieja de la Guaira, entre otros. En dichos barrios, Dios advirtió a la población, de que vendría un golpe de estado contra el presidente Hugo Chávez, pero que no participaran en saqueos, sino que recibieran a Cristo y guardaran la fe. No obstante, es conveniente referirnos a cada una de estas visitas evangelísticas, para destacar los aspectos más resaltantes del obrar del Señor Jesús.

                                        EL GUARATARO
     La primera visita a “El Guarataro”, estuvo caracterizada por un comienzo extraño: se inició con la entrega de folletos en la calle de entrada y un delincuente usado por satanás, rompió el folleto y nos agredió verbalmente. Cuando llegó al extremo de la amenaza, tuvimos que reprenderle los demonios en el nombre del Señor Jesucristo. Subimos muchas escaleras y callejones, hasta llegar a una casa muy arriba en el cerro, donde habitaba una ancianita, la cual tenía en su hogar un altar dedicado a los ídolos de la brujería y la santería, como “Guaicaipuro”, el malandro “Ismael”, y muchos otros demonios como Eleguá, Changó, “Santa Bárbara”, entre su corte infernal.
     La ancianita me dijo:-“La gente por aquí dice que yo soy bruja. No sé porqué será”- Yo le dije:-“Desde hoy la llamarán la ancianita de Jesucristo”- Seguidamente, la guié a recibir a Cristo como su Señor y Salvador.
     Al bajar de aquel cerro, comenzamos a predicar a viva voz por los callejones y escaleras del barrio: muchas familias, al oir la predicación, salieron de sus casas y el Señor hablando a través de los hermanos Samuel Méndez, José Barreto y yo, les dio este mensaje: “PRONTO VIENE UN GOLPE DE ESTADO CONTRA EL GOBIERNO DEL PRESIDENTE HUGO CHÁVEZ; NO VAYAN A SALIR A LAS CALLES A SAQUEAR. DEBEN RECIBIR A JESUCRISTO COMO SU SEÑOR Y SALVADOR”.
     Las multitudes se pusieron de rodillas: padres y madres de familia con sus hijos y los habitantes de muchos hogares, se arrodillaron para entregar sus corazones a Cristo. Este mensaje se repetiría en la campaña realizada en los diez barrios visitados, durante ese período anterior al golpe de abril 11 del 2002.
     Al llegar a la salida de “El Guarataro”, ocurrieron dos cosas: primeramente, dos hombres peleaban machete en mano y uno de los espectadores nos gritó:-“¡¡VAMOS EVANGÉLICOS, INTERVENGAN PARA QUE NO SE MATEN!!”- Cuando ya me disponía a interponerme entre los dos hombres para que no se matasen, escuché claramente la voz del Espíritu Santo que me dijo:-“NO LO HAGAS”-, de esta forma, continuamos nuestro camino. No obstante, ya a la entrada del barrio, ocurrió la otra cosa importante: ME ENCONTRÉ CON EFRAÍN RODRÍGUEZ, AQUEL ADOLESCENTE QUE AÑOS ATRÁS ME HABÍA AMENAZADO EN EL AULA DE CLASES. CONVERSÉ CON ÉL; LE PREDIQUÉ Y EFRAÍN ESE DÍA RECIBIÓ A JESUCRISTO COMO SU SEÑOR Y SALVADOR.

                                   EL BARRIO “MACAYAPA”

     Antes de entrar a esta peligrosa comunidad de los “Frailes de Catia”, oramos y ayunamos como siempre. El Espíritu Santo nos dijo mediante el don de lenguas e interpretación: “PREDICARÁN EN ESE LUGAR, PERO DEBEN SALIR ANTES DE LAS SEIS DE LA TARDE, PORQUE A LA SEIS, COMENZARÁ UN TIROTEO”.
     Llegamos a Macayapa, a eso de las 10 mañana. Bordeamos el barrio a través de un caminito o atajo enmontado. Cuando salimos a una explanada, encontramos alrededor de unos cuarenta hombres, casi todos sin camisa, jugando una partida de dominó y consumiendo cervezas. Inmediatamente, comenzamos a predicarles el evangelio y estos hombres se burlaron de nosotros y hasta nos amenazaron. Nos disponíamos prácticamente a desistir de nuestro esfuerzo evangelizador, cuando sorpresivamente, por la misma trocha por donde habíamos llegado los predicadores, entró a la explanada un grupo de policías metropolitanos con los revólveres en mano, mientras el oficial que les comandaba, gritaba:-¡¡QUIETOS TODOS, MANOS ARRIBA!! ¡¡TAMBIÉN LOS EVANGÉLICOS!!-
     Al escuchar las palabras del oficial de la policía, respondí inmediatamente, guiado por el Espíritu Santo:-“OFICIAL, YO SÉ QUE USTEDES SON LA AUTORIDAD, PERO EL QUE NOS MANDÓ A NOSOTROS A PREDICAR EL EVANGELIO, ES MAYOR AUTORIDAD QUE USTED. POR LO TANTO, LE PIDO QUE HAGAN SU OPERATIVO SIN TOCARNOS A NOSOTROS LOS CRISTIANOS Y DESPUÉS DE QUE USTEDES TERMINEN, NOSOTROS PREDICAREMOS EL EVANGELIO”-
     El oficial accedió y buscaron minuciosamente, requisando a aquellos hombres, uno por uno, mientras los policías aseguraban:-“SI ENCONTRAMOS AUNQUE SEA UN TABAQUITO DE MARIHUANA, HASTA LOS EVANGÉLICOS VAN A PAGAR”. Sin embargo, la requisa terminó sin novedad.
     Al retirarse los funcionarios policiales, aquellos hombres pidieron aceptar a Jesucristo como su Señor y Salvador. El primero en recibir al Señor, fue aquel quien se había comportado de manera más agresiva con nosotros. Cuando bajamos las escaleras del plan, algunas amas de casa, salieron de sus hogares para decirnos:-“ESOS SON PUROS MALANDROS; QUE CRISTIANOS NADA”- Les respondí:-“PERO ELLOS RECIBIERON A JESUCRISTO COMO SU SEÑOR Y SALVADOR, LO QUE USTEDES NO HAN HECHO. EL SEÑOR VINO A BUSCAR, LO QUE SE HABÍA PERDIDO”-
     Apresuramos el paso, porque el Señor nos había advertido que saliéramos de aquel barrio antes de las seis de la tarde, porque a esa hora se iniciaría un tiroteo en el lugar. Cuando llegamos a la salida del barrio, eran las seis de la tarde y entonces, escuchamos el tiroteo en aquel sector. Nuevamente Dios, nos había dado señal, para mostrar que estaba con nosotros, en aquella campaña, ordenada por él mismo.

                 DIOS ME ENVÍA A BUSCAR A LINA RON

     Los primeros días de enero del 2002, me ocurrió un incidente en un microbús en Caracas. Yo viajaba de pie, y una pasajera me ofendió de manera terrible, en un clima de violencia social anterior al golpe de estado del 11 de abril. La pasajera, quien iba sentada, me dijo:-“Quita tu trasero de mi cara; hiedes a Lina Ron”- Ante esta agresión, yo me molesté y le dije:-“Eres una cochina; olerás podrido en el infierno. Seguramente eres una adeca reprimida”-
     Mi respuesta a este ser perverso, no fue la mejor. Fallé como cristiano, porque no podemos pagar mal con mal (Romanos 12:17). Le pedí perdón al Señor, por haber tratado ofensivamente a quien me ofendió y el Señor me recordó la palabra escrita en Romanos 8,28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.
     Volví a la ciudad de Barinas y allí me reuní con los hermanos José Barreto y Samuel Méndez, para orar y pedirle dirección al Señor, respecto a este incidente. El Señor me habló mediante el don de lenguas e interpretación, diciéndome el Espíritu claramente: “Quiero que vayas a Caracas y busques a Lina Ron, el día 23 de enero, porque ella es mi escogida”. El Espíritu me recordó un sueño que yo había tenido en la prisión en el año 1981, donde una dictadura sangrienta encabezada por la Guardia Nacional, había implantado el terror en Venezuela. En ese sueño, yo ví en aquel año, a Lina Ron (22 años antes de conocerla personalmente), en una cárcel clandestina de una dictadura militar; estaba encadenada en una cueva. Sometida a torturas y vejaciones. En el sueño, un gobierno popular había sido derribado y la iglesia católica había implantado junto con los militares, una terrible dictadura, con campos de exterminio, miles y miles de asesinados y desaparecidos.
     Por fin, el 23 de enero del 2002, a primeras horas de la mañana, me encontré en Caracas, buscando a Lina Ron. Me dirigí con los hermanos José Barreto y Samuel Méndez, a la parroquia “23 de enero”, intentando localizar a la dirigente revolucionaria  y cumplir así con la misión que Dios nos había encomendado.
     Los revolucionarios seguidores del presidente Hugo Chávez, vestidos con sus franelas y gorras rojas, comenzaron a abuchearnos, cuando le predicamos la palabra. La multitud fue creciendo y ante el rechazo de la palabra de Dios por parte de los revolucionarios, preferimos dirigirnos a las estaciones del sistema Metro. Dentro de este medio de transporte subterráneo, iniciamos la predicación al pueblo “chavista”, que se dirigía a la Avenida Bolívar, donde ese día hablaría el líder máximo de la revolución bolivariana y socialista, comandante Hugo Rafael Chávez Frías.
     En un primer momento, los seguidores del proceso revolucionario nos rechazaron nuevamente y no nos dejaban hablar. Pero el Señor, quien me había enviado a predicarle a los socialistas, por haber sido yo un revolucionario socialista, me iluminó con el Espíritu Santo en ese momento y me dio palabras sabias, para hablarle a esta multitud de luchadores sociales. Entonces, alcé mi voz y les dije:-“USTEDES DEBEN ESCUCHARME: EL COMANDANTE HUGO CHÁVEZ CREE EN JESUCRISTO Y CUANDO EL MUERA, VA IR AL CIELO. ¿USTEDES SE VAN A PERDER? ¿USTEDES VAN A IR AL INFIERNO? TODOS USTEDES DEBERÍAN CREER EN EL SEÑOR JESUCRISTO, PARA ENTRAR TAMBIÉN AL REINO DE LOS CIELOS”-
     Después de estas palabras, invité a la muchedumbre de hombres, mujeres, jóvenes, adolescentes, niños y niñas seguidores de Hugo Chávez, a recibir a Jesucristo como su Señor y Salvador. Le pedía a los varones quitarse las gorras en reverencia al Señor. De esta manera, entramos a muchos vagones repletos de revolucionarios y éstos, confesaron al unísono al Señor como su salvador. Nos sentimos gozosos de toda esta labor realizada; sin embargo, no habíamos encontrado a Lina Ron, el verdadero objetivo de nuestra misión.
     No fue sino hasta las seis de la tarde de ese día, 23 de enero del 2002, cuando nos dirigimos a la llamada “esquina caliente”, adyacente a la Avenida Urdaneta de Caracas, donde encontramos a Lina Ron, rodeada de unos 48 militantes de su Partido “Unión Popular Venezolana”(UPV). Me identifiqué como un pastor cristiano evangélico. Pedí hablar con ella personalmente. Lina me recibió y me preguntó:-“¿Qué tiene Dios para mí?”. Le expliqué que estábamos orando en la ciudad de Barinas y Dios me había enviado a buscarla, para que ella aceptara y recibiera a Jesucristo en su corazón, como su Señor y Salvador. Lina aceptó orar conmigo; ella y sus 48 compañeros y compañeras, hicieron la confesión de fe. Lina Ron lloró lágrimas sinceras. Yo le conté el sueño que había tenido con ella, 22 años atrás y que al haber confesado al Señor Jesucristo, el la había librado de ese momento que viviría Venezuela. Entonces Lina me dijo:-“Yo sé que los evangélicos van a ser perseguidos en este país. Pero si Dios me da poder, yo voy a ayudar a los evangélicos”.
     La última vez que vi a Lina Ron, fue en una entrevista realizada por una televisora del Estado y sus últimas palabras grabadas en ese programa, fueron las siguientes:-“CUANDO LE SIRVO AL PUEBLO, LE ESTOY SIRVIENDO A CRISTO”-
     Esta dirigente popular fue detenida y llevada a la Dirección de Inteligencia Militar, acusada de atacar las instalaciones del canal  “Globovisión”. Oré por ella y volví a buscarla, pero esta vez no pude hablar con ella. El 5 de marzo del año 2011, Lina falleció en Caracas, de un infarto al miocardio. Por fe, creo firmemente, que Lina Ron está en el paraíso con el Señor, aguardando la redención de todos los escogidos.



                                               CAPÍTULO XVII:

                     ALGUNOS TESTIMONIOS FINALES DE ESTOS DÍAS


     Este Capítulo Final, intenta recoger un resumen de algunas experiencias extraordinarias o simplemente necesarias de ser consideradas, por cuanto afectaron mi vida espiritual y de alguna manera han generado en mí una nueva expectativa para asumir el reto final de guardar la fe, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.

        DESDE “RADIO CASET CRISTIANO”, HASTA “UNA HORA CON JESUCRISTO”

     A partir del año 1997, luego de salir por voluntad de Dios de la Iglesia Evangélica Nacional, para fundar el Ministerio Restauración de la Iglesia, el Espíritu Santo me inquietó y comencé a orar por un ministerio radiofónico, de transmisión del mensaje del evangelio masivamente. De esta manera, inicié los años de oración pidiéndole al Señor, me diera una emisora para difundir la Palabra de Dios.
     Como actividad preparatoria, Dios me permitió grabar junto con hermanos como José Barreto, Samuel Méndez (+), Gilberto Gómez y Ramón Andrade, EL RADIO CASET CRISTIANO, MINISTERIO RADIOFÓNICO AL SERVICIO DE DIOS, EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO. Este primer intento radiofónico, nos permitió a la vez de entrenarnos para los programas radiales, mantenernos en la difusión del evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Se alcanzó a producir 4 programas por caset, con cientos de copias cada uno de ellos.
     Nueve años después, en septiembre del 2006, obtuve el Certificado de Productor Nacional Independiente y luego de orar a Dios, di inicio al Programa Radial “UNA HORA CON JESUCRISTO”, a través de la Emisora Cristiana ONDAS DE LIBERTAD, 89.3 FM. Luego, a partir del año 2008, este programa se difundió también por RADIO CRISTIANA EMAUS 102.9 FM; RADIO “Alí Primera”, 95.6 FM y RADIO SENDEROS DE ANTÍMANO 88.5 FM, donde el programa “UNA HORA CON JESUCRISTO”, fue difundido hasta el mes de julio del 2010. El Programa Radial, contaba con las siguientes secciones:
1.     LA PRESENTACIÓN Y ORACIÓN DE ENTRADA.
2.     LAS PAUTAS MUSICALES.
3.     EL INVITADO DEL DÍA.
4.     LA PALABRA DEL DÍA.
5.     Y LAS REFLEXIONES ACERCA DEL TIEMPO DEL FIN.
     Cada programa radial difundido a través de las emisoras “Radio Cristiana Emaús” y “Senderos de Antímano”, fueron grabados en formato mp3 y distribuidas miles de copias a nivel nacional y varios países del mundo, incluyendo los Estados Unidos de Norteamérica.
     Hoy en día, a pesar de que el programa ya no está al aire, sigo difundiendo cientos de copias con la finalidad de expandir el mensaje de salvación.
    
                  LA LUCHA CONTRA LA BESTIA 666

     Por los días del mes de del año, tuve un extraño sueño: me encontraba en una especie de casa blanca muy grande, donde muchos hermanos cristianos compartíamos una fiesta. Yo me encontraba en un pasillo, cuando vi pasar al hermano José Barreto, vestido de blanco, con una especie de batola blanquísima, como estábamos vestidos todos. De pronto, detrás de él, apareció satanás siguiéndole, disfrazado como “ángel de luz”, también vestido de blanco, con la intención de atacarle por la espalda. Yo levanté mi mano derecha al cielo y dije:-“Señor, que el hermano Barreto se dé cuenta que el diablo quiere atacarle”. Sin embargo, en mi sueño, satanás se apresuró y tomó al hermano por el cuello. El hermano volteó y golpeó al diablo en el ojo derecho y este cayó en una silla de plástico. El demonio se levantó de la silla para atacar, pero el hermano Barreto, le propinó un gancho en el ojo izquierdo y el diablo quedó desmayado sentado sobre la silla. Entonces escuché voces que decían:-“¡¡NOQUEARON AL DIABLO, NOQUEARON AL DIABLO!!”. Me acerqué para ver que había ocurrido y vi a satanás noqueado con un parcho de pintura rojo en un ojo y un parcho de pintura negra en el otro ojo. Me desperté del sueño, preguntándome que significaría todo aquello. Comencé a orar, para que Dios me revelara el significado de aquel sueño.
     Por esos días, yo me desplazaba entre las ciudades de Caracas y Barinas. Un día, cuando me encontraba en Barinas, Dios me inquietó para que escribiera un folleto contra la Bestia 666, lo cual obedecí inmediatamente. Dicho folleto tenía como título o encabezamiento el siguiente: “JOVEN DILE NO A LA BESTIA 666: RECIBE A JESUCRISTO COMO TU SEÑOR Y SALVADOR”.
     Redactado el folleto, lo llevé a una tipografía de la ciudad llanera. El linotipista tardó quince días completos para imprimir el folleto; siempre le daba largas al asunto, a pesar de estar cancelado el valor de la impresión. Molesto, me dirigí a la imprenta y exigí me entregaran el folleto y después de media hora, ya lo tenía empaquetado. Le dije al linotipista, por su actitud de desidia y desinterés por imprimir el folleto ordenado por el Señor: NO TIENES LA BENDICIÓN DE DIOS.
     Después de haber recibido el folleto, oramos en la casa del hermano Samuel Méndez, él, el hermano Barreto y yo. El Espíritu Santo a través del don de lenguas e interpretación, nos habló al hermano José Barreto y a mí, y nos dijo: -“QUIERO QUE COMPREN DOS ATOMIZADORES DE PINTURA: UNO NEGRO Y EL OTRO ROJO; LUEGO, LES DARÉ INSTRUCCIONES”.
     Sorprendido por aquel mensaje del Señor, obedecimos y compramos los atomizadores, con gran curiosidad por saber cuál era el propósito de Dios, al darnos aquella instrucción tan extraña para nosotros. Entre tanto, yo seguía preguntándole al Señor, cuál sería el significado del extraño sueño, donde el hermano Barreto noqueaba al diablo.
     Al día siguiente, siendo ya de noche, nos reunimos el hermano Samuel Méndez, el hermano José Barreto y este servidor. Eran aproximadamente las nueve de la noche del día 2 de abril del dos mil, cuando orando, el Espíritu Santo nos dijo a través del don de lenguas e interpretación: “SIERVOS JOSÉ Y RUBÉN: ANTES DE CONOCERME, USTEDES FUERON MILITANTES DE LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA Y PINTABAN LAS PAREDES CON ATOMIZADORES. AHORA, QUIERO QUE PINTEN LAS PAREDES PARA MÍ. VAN A SALIR A LAS 11 DE LA NOCHE POR LAS CALLES DE BARINAS Y PINTARÁN EN LAS PAREDES, LAS SIGUIENTES CONSIGNAS: CONTRA LA BESTIA 666, RECIBE A JESUCRISTO COMO TU SEÑOR Y SALVADOR; JOVEN DILE NO A LA BESTIA: RECIBE A JESUCRISTO COMO TU SEÑOR Y SALVADOR”.
     Llegada las once de la noche, el hermano José Barreto y yo salimos a pintar las paredes con los atomizadores rojo y negro, obedeciendo las instrucciones dadas por el Señor. Cuando pasamos frente a un gran muro blanco, nos detuvimos para pintarlo. El hermano Barreto, comenzó a escribir la consigna, cuando de pronto, al final de la manzana, surgiendo de una esquina, apareció un camioncito blanco en miniatura, más pequeño que un escritorio de escuela. El vehículo se aproximó a nosotros lentamente y se detuvo en medio de la calle, entre el hermano quien estaba en una acera y yo, que me encontraba en la acera del frente, con mi mano en alto orando para protección de aquella operación de Dios.
     Al detenerse el camioncito, bajó de él un hombre en miniatura vestido completamente de blanco; el hombrecillo (un demonio pequeño), miraba asombrado lo escrito por el hermano. Le reprendí gritándole: ¡¡SATANÁS TE REPRENDO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO!! Aquel ser infernal, se montó en el extraño vehículo y partió del lugar a toda velocidad. Yo le dije al hermano Barreto lo ocurrido, pero el hermano no volteó en ningún momento; continuó obedientemente escribiendo el mensaje ordenado por Dios. Entonces yo le dije: EL HOMBRECITO VESTIDO DE BLANCO, VA A VOLVER.
     No había terminado de hablar, cuando observé al final de la manzana, doblando por la esquina, aquel mismo camioncito tripulado por el diminuto demonio vestido de blanco, seguido de una enorme gandola blanca parecido a una enorme cava refrigeradora. El vehículo gigantesco, venía conducido por un hombre rubio vestido de blanco y a su derecha, también vestida de blanco, una mujer rubia con el cabello trenzado al estilo clinejas. El enorme camión blanco se detuvo en medio de la calle y el hombre vestido de blanco, al observar lo escrito en la enorme pared, comenzó a gritar: ¡¡SI, YO SOY EL DIABLO!! UN DÍA VOY A TOMAR EL PODER MUNDIAL Y VOY A CORTARLE LA CABEZA A TODOS LOS EVANGÉLICOS!!
     Al escuchar las amenazas de satanás, le grité: -¡¡CÁLLATE DIABLO MENTIROSO, TE REPRENDO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO!! El diablo comenzó entonces a insultarnos con todo tipo de palabras obscenas, pero clamé la sangre de Cristo y le ordené retirarse.
     El camión se retiró, junto con el otro camioncito blanco. El hermano Barreto y yo continuamos pintando las paredes conforme al santo mandato del Señor Dios. No obstante, yo sabía que el maligno y sus demonios, continuaban siguiéndonos por la ciudad. Al llegar al Mercado de la Carolina, nos disponíamos a pintar la última consigna, pero los atomizadores se habían acabado. Sin embargo vi al camión blanco escondido en una esquina y a la mujer demonio del cabello de clinejas, observándonos oculta y volví a reprenderles en el nombre todopoderoso de Jesucristo; entonces, huyeron.
     Al volver a la casa del hermano Samuel Méndez y antes de acostarnos, aproximadamente a la una de la madrugada, oré al Señor, para que me mostrara lo que había ocurrido; de que se trataba todo aquello. Entonces tuve un sueño, donde el hermano Barreto y yo caminábamos por las calles de Barinas pintando las paredes y desde el aire nos seguían satanás y sus legiones infernales. Ordenaba a sus demonios bajar a tierra, para evitar pintáramos las consignas. Yo los reprendía y entonces, el propio diablo bajaba a tierra, pero también lo reprendía y no podía evitar que cumpliéramos con la orden dada por nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
     Cuando desperté de aquel sueño, lo había comprendido: EL SUEÑO DONDE EL DIABLO HABÍA SIDO NOQUEADO, SE HABÍA CUMPLIDO; LAS RUEDAS O PARCHOS ROJOS Y NEGROS EN LOS OJOS DEL DEMONIO NOQUEADO, ERAN LAS CONSIGNAS PINTADAS CON ATOMIZADORES.
     Al otro día, nos enteramos que en el CLUB ÍTALO-AMERICANO de Barinas, se iba a presentar una miniteca denominada la bestia 666; además de las pintas realizadas, repartimos los folletos dirigidos a los jóvenes y adolescentes advirtiéndoles sobre esta trampa del infierno y el espectáculo fracasó. ESTE HECHO, DEL FRACASO DE AQUEL ESPECTÁCULO DEMONÍACO, FUE UNA VICTORIA CONTUNDENTE DEL SEÑOR JESUCRISTO, SOBRE EL DIABLO EN LA CIUDAD DE BARINAS. El hermano José Barreto y yo, fuimos dos testigos de Jesucristo, dos soldados del Señor, usados como instrumentos para esta victoria. ¡¡GLORIA ETERNA A CRISTO JESÚS, SEÑOR NUESTRO!!

                                  EL 12 DE AGOSTO DEL 2010

     Ese día, me dirigía a la ciudad de Barinas en un expreso del mismo nombre. El autobús se accidentó a la altura del Campo de Carabobo, lugar donde se efectuó la batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821, dando lugar a nuestra independencia con respecto a España. En realidad, yo me sentía mal con el Señor. Estaba en una actitud de rebeldía ante Dios, por considerar que mi ministerio era un fracaso y nunca se expandía.
     De manera sobrenatural, bajé del autobús accidentado y me acerqué a conversar con dos jóvenes santeros, quienes tripulaban un vehículo “Ford Fiesta”. Cuando me di cuenta, ya estaba a bordo del vehículo, rumbo a la vía de Tinaquillo, donde los sujetos me ordenaron bajar del automóvil, mientras les advertía: SI ME HACEN BIEN, DIOS LES VA A BENDECIR; PERO SI ME HACEN MAL, DIOS LES VA A CASTIGAR: PORQUE HAY UN CIELO Y UN INFIERNO. Los sujetos insistieron en bajarme del vehículo, mientras me decían: TE VAMOS A ATRACAR Y TE VAMOS A MATAR. Yo les respondí: SI EL SEÑOR JESUCRISTO LO PERMITE, USTEDES PODRÁN MATARME.
     Los dos jóvenes santeros, delincuentes, dispararon contra mí, pero la pistola se les engatilló. Aproveché para huir, porque escuché una voz que me dijo: -“¡¡ESCAPA!!” Los individuos me persiguieron y volvieron a alcanzarme. El que fungía de chofer le quitó la pistola al otro, me la puso en la espalda y le dijo a su compañero de fechoría: A ESTE SE LE DA ASÍ. Apretó el gatillo y la pistola no disparó. Volví a escaparme, pero me agarraron, me golpearon y me robaron todas las pertenencias, incluyendo la Biblia.
     Luego supe, estos jóvenes fueron detenidos y estaban en la cárcel de Tocuyito, Estado Carabobo. Cuando me disponía ir a visitarles para perdonarles y predicarle el evangelio, me enteré de que habían sido muertos en la prisión.
     Hasta aquí llega mi testimonio. Ahora, estoy escribiendo los COMENTARIOS BÍBLICOS, como estudio concordado de toda la BIBLIA, para la salvación de las almas y la restauración de la Iglesia de Jesucristo, en este tiempo de principios de dolores y de comienzos del fin, CUANDO ESTÁ PRÓXIMA A MANIFESTARSE LA BESTIA APOCALÍPTICA 666, EN MEDIO DE UNA TENEBROSA APOSTASÍA ECUMÉNICA Y UN PAPA JESUITA, PARA LA PRONTA APARICIÓN DE NUESTRO GRAN DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO. A ÉL SEA LA GLORIA DESDE AHORA, HASTA EL DÍA DE LA ETERNIDAD.



                                         

                                         Rubén Gómez. Caracas, 27 de marzo de 2013.



     Como ustedes han podido leer, mi testimonio es bastante nutrido de experiencias en Cristo.  Ya en el año 2005, mi familia y yo, fuimos víctimas de un grupo de bandoleros en la ciudad de Barinas. Ellos, guíados por su padre satanás, estaban molestos porque yo predicaba a toda criatura el evangelio de salvación. Un día del mes de julio de ese año, saquearon mi casa y me amenazaron de muerte con mi grupo familiar, ante la mirada complaciente de las autoridades, quienes nunca me prestaron apoyo. Oré al Señor pidiendo justicia y de los quince forajidos que saquearon mi casa y me obligaron a desplazarme con mi grupo familiar, han perecido 12; ninguno de ellos se ha convertido a Cristo, demostrando que no son de Dios. Los delincuentes habían entregado mi casa, a un supuesto hermano de nombre Rafael Méndez. Este hombre falleció hace varios meses, dejando una viuda y dos hijos. Siempre oro por ellos, para que Dios tenga misericordia de ellos. Jesucristo tiene preparada para mí, mi esposa y mis hijos, una mansión en el cielo: lo creo de todo corazón. Siempre recuerdo que el Señor Jesucristo no tuvo donde recostar su cabeza. ¡¡GLORIA A DIOS, BENDIGO A JESUCRISTO!! ¡¡BENDIGO A ISRAEL DESDE LO MÁS PROFUNDO DE MIS ENTRAÑAS!!

                                                        Pastor Rubén Gómez
                                                        Caracas, 17 de agosto del año 2013

                                          
       


       

        

                                 
                             
        
             
               



     
    
     


    
        


   


                                       

    
        


   

                                       
(2)       Cuando fui a cobrar el dinero de mi suplencia, angustiado por no tener dinero ni para el pasaje (ese día me encontraba sediento y hambriento), mi dinero había sido pagado de manera muy extraña (delincuencia organizada adeca), a un estafador, con la complicidad de los trabajadores del Banco Mercantil.



CAPÍTULO XII: YA PERTENEZCO A CRISTO


     Es increíble, todo lo que viví, para poder aceptar a Cristo. Por esos días del primer amor, no regresé inmediatamente a la Misión Evangélica Nacional, Iglesia Evangélica Nacional ubicada en la Calle Principal de Altavista, dirigida por el pastor José Adalberto Betancourt. Me dediqué a “buscar” por mi cuenta y no tenía Biblia, sino un ejemplar del Nuevo Testamento versión Reina Valera de 1960, que me había sido obsequiado por los Gedeones Internacionales. Aunque intenté seguir adelante a mi manera, Cristo me había alcanzado para llenarme con su Santo Espíritu y definitivamente, me rendí a la voluntad de Dios.
     En este capítulo, voy a relatar todas las experiencias sobrenaturales más significativas acontecidas en estos últimos 18 años, como testimonio de la presencia del Señor Jesucristo en mi vida.

                                 EL SUEÑO CON MI FUTURA ESPOSA

     Como todo hombre del mundo, con el transcurrir de los años me hice mujeriego, alcohólico y machista. Por esa razón, me costó mucho rendirme al Señor y apartarme del pecado. En una oportunidad oré a Dios pidiéndole me diera una esposa, para dejar de andar por ahí “enamorando” a toda joven que se me cruzara en mi camino. Ya tenía 35 años de edad y había desperdiciado mis mejores años sin decidirme verdaderamente por Cristo.
     Después de orar, una noche de agosto de 1995, soñé con una linda muchacha de tez blanca y cabello castaño claro, cuyo rostro no podía distinguir claramente. Ella me decía en el sueño: “Yo soy cristiana evangélica y soy tu novia”.
     El 14 de septiembre de 1995, me encontraba visitando a una amiga de nombre Carmen Perdomo, quien a la fecha de escribir este testimonio, ya partió con Cristo. Ese día, vi entrar a la joven del sueño y le pregunté a mi amiga Carmen: -“¿Quién es esa joven? ¿Ella es cristiana evangélica?”- Mi amiga me contestó:-“no sé si es cristiana, me parece que sí. Ella estudia con mi hermana Nancy; pero, pregúntale tú”-.
     Carmen me presentó a la muchacha y yo, de manera decidida le pregunté: -“¿Eres tú cristiana evangélica?”- Ella me respondió:-“sí, yo soy cristiana evangélica para la Gloria de Dios”- Entonces, le conté mi sueño, la petición que había hecho al Señor y afirmé mirándola a los ojos:-“Entonces tú eres mi novia”- Aunque ella se sorprendió con mi tajante afirmación, al mes me dio el sí, nos hicimos novios y nos casamos el 27 de mayo del año 1998. Actualmente Mirna Marcela Mena Santos y yo, tenemos dos hijos: Moisés Elías Gómez Mena y Elías Moisés Gómez Mena.
     No obstante, en esos primeros días de mi conversión, me ocurrieron tres cosas que debo destacar por su trascendencia espiritual en mi vida:
1- En los días de septiembre de 1995, me dediqué a reprender demonios en el nombre de Jehová de Sabao. Me sentía contento y poderoso, porque los demonios salían de las gentes y huían. Un día mi amiga y hermana en Cristo Regina Cahuan, me invitó a la Iglesia Pentecostal de las Acacias, para que escuchase la Palabra de Dios, entonces el predicador, el pastor Samuel Orson, dijo desde el púlpito:-“Por ahí anda un hermano en forma desordenada. Se la pasa reprendiendo demonios, pero no quiere congregarse ni sujetarse en el Señor. Hermano, quien quiera que seas, así te dice el Señor: ordena tu vida y ten cuidado porque con las cosas espirituales, no se juega”- Aquel mensaje definitivamente, era para mí. Al salir de la Iglesia, le pregunté a la hermana Regina:-“¿Por qué le contaste al pastor lo que yo estoy haciendo?”- Ella me respondió contundentemente:-“Yo no le dije nada al pastor Samuel Orson. Te habló el Espíritu Santo”-.
     La respuesta de Regina, me llevó a reflexionar y comencé con mi novia Mirna, a congregarme en la sede de la Iglesia Pentecostal Dios es Amor, en la Avenida San Martín, en Caracas.
 2- Por esos días, empecé a hablarle de Cristo a mi mejor amigo José Barreto. Él, en las primeras de cambio, se sorprendió mucho por mi conversión y hasta intentó resistirse. Pero esa noche, después de haber recibido mis palabras retadoras:-“Tú eres escogido de Dios y el Señor tratará contigo”-, José Barreto tuvo una experiencia con el Espíritu Santo y a los pocos días, comenzó a congregarse en la Iglesia Evangélica Nacional, donde verdaderamente yo había recibido a Cristo. Viendo a mi hermano Barreto congregarse allí, mi novia y yo, nos hicimos miembros de aquella congregación.
3- En los días de diciembre de 1995, cuando apenas tenía tres meses en el Señor, se realizó la fiesta de navidad en el liceo privado donde trabajaba “UNIDAD EDUCATIVA DE ADULTOS CENTRO DOCENTE”, ubicada para entonces en la parroquia San Juan, cerca de la Estación de “EL METRO” de Capuchinos. Dentro del grupo de tres propietarios de esa institución, se encontraba el profesor Felipe Romero, antiguo amigo y conocido del hermano José Barreto, quien me recomendó para trabajar allí (actualmente, Felipe Romero es mi hermano en Cristo y pastor de una congregación en la ciudad de Maracay). Lo cierto, es que en esa fiesta, me ofrecieron un vasito de vino y lo tomé. Esto me produjo una crisis espiritual, porque sentí haber traicionado al Señor. Llegué a la casa de mi amiga Carmen Perdomo, donde se encontraba de visita mi novia y les conté lo acontecido, derramando lágrimas. Ellas oraron por mí y Dios me restauró. Sentí un enorme alivio después de aquella oración.

                             EL ENDEMONIADO DE LA AVENIDA SUCRE

     Tenía apenas unos tres meses en el evangelio, cuando una noche de un viernes me desplazaba por la Avenida Sucre de Catia, a la altura de “El Caribe”. De pronto observé a un extraño sujeto quien venía detrás de mí. Este hombre, estaba vestido con un flux gris a rayas, corbata y usaba un maletín tipo ejecutivo. Lo extraño de él, era su estilo de caminar; se desplazaba como danzando. Parecía como si fuese un hombre elástico. Me detuve para mirarlo y detrás de él, en el aire venía una nube oscura y tenebrosa. De pronto, la nube bajó y entró en el sujeto. Éste, endemoniado inmediatamente, comenzó a despojarse de toda la ropa y quedó solamente en prenda interior. Sus ojos se hicieron completamente blancos y dirigiéndose a mí, me dijo: “JOVEN, SOMOS LEGIÓN Y TE VAMOS A DESTRUIR”.
     Como yo me sentía avergonzado de ser cristiano y no quería dar testimonio público de Jesucristo, llevaba la Biblia escondida debajo de mi axila derecha. El endemoniado la emprendió en mi contra y comenzó a perseguirme por la avenida. Cuando pasé al frente de un buhonero amigo mío, éste me preguntó:-“Rubén, ¿Qué sucede?”. Yo, ocultando la Biblia aún más, le contesté:-“Este es un loco que la agarró conmigo”. La verdad era otra. Este hombre en realidad era un brujo, un instrumento de satanás. Pensé: “Si le reprendo, la gente va a saber que soy cristiano evangélico y se van a burlar de mí”. Preferí correr y escapar del lugar.
     El endemoniado me siguió hasta la entrada de Altavista, a la altura del Bar “Los Pinos”. Después se devolvió por la acera de la avenida. Cuando inicié la subida de la calle principal de Altavista, a la altura de la fábrica “OVEJITA”, el Señor me habló claramente:-“TE HAS AVERGONZADO DE MÍ”- Dolido en mi corazón, le dije:-“Señor perdóname”- Me devolví entonces a buscar al endemoniado para reprenderlo y lo encontré rodeado de una multitud de personas, a quienes les adivinaba el futuro, mediante la lectura de un cigarrillo. Los guardias nacionales, cuyo comando quedaba allí cerca (hoy es la sede de la Policía Nacional), habían obligado al hombre a ponerse los pantalones y la camiseta. Lo demás, posiblemente, se lo habían hurtado en medio de la multitud. Me acerqué hasta él y le dije con toda autoridad y con voz potente: ¡¡SATANÁS, TE REPRENDO EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO!! El sujeto cayó desmayado y los guardias, en medio del asombro de todos, lo llevaron cargado al comando. Yo, me retiré del lugar, satisfecho por haber cumplido la voluntad del Señor.

                            LA ENDEMONIADA DE LA AVENIDA LECUNA

     Después de esta experiencia pública de reprender demonios, Dios volvió a probarme. Fue una mañana de un día martes, noviembre de 1995. Me desplazaba por la Avenida Lecuna en un microbús, cuando vi a un amigo mío muy querido de nombre Lisandro Pérez, quien años después sería Jefe Civil de la Parroquia 23 de Enero. Me bajé del microbús para saludarle y a la vez, darle testimonio de mi conversión a Cristo. Cuando me acerqué a mi amigo y lo saludé con un abrazo, se acercó un joven y me preguntó:-“Señor, ¿Usted es cristiano evangélico?”- Le respondí:-“Sí. Soy cristiano para la gloria de Dios”- No terminaba de responder a la pregunta de éste desconocido, cuando se me acercó otro joven y me preguntó:-“Señor, ¿Usted es cristiano evangélico?”- También a éste otro le respondí:-“Sí, soy cristiano evangélico para la Gloria de Dios”- Seguidamente les pregunté:-“ Pero, ¿por qué ustedes quieren saberlo?”- Uno de ellos, mirando hacia el este de la avenida, me dijo:-“Porque Dios le tiene una prueba. Mire hacia allá”- Miré hacia donde me indicaba el hermano y vi a una joven endemoniada que se aproximaba por el medio de la avenida. Mientras la gente se aglomeraba para perturbarla, ésta, empujaba a los hombres y los arrojaba al pavimento; levantaba en vilo a la gente y la dejaba caer.
     Uno de los hermanos me dijo:-“Yo soy de la Iglesia “Dios es Amor” y estoy en ayuno”- El otro, afirmó ser de otra congregación cristiana que no recuerdo y me dijo:-“Yo también estoy en ayuno”- Les expliqué a ambos, yo no estoy en ayuno, pero creo en el Señor Jesucristo. Inmediatamente, nos acercamos a reprender a la endemoniada. El primer hermano se acercó y la endemoniada le destrozó el rostro con sus enormes uñas y se apartó del lugar, ensangrentado. El segundo hermano, intentó reprender a la endemoniada, pero también fue herido y huyó del lugar. Quedé yo y le dije al Señor:-“Yo no estoy en ayuno, pero creo en tu nombre, CRISTO JESÚS”- Me apresuré a reprenderle el demonio a la joven y ésta me atacó con sus enormes uñas; sin embargo, no pudo tocarme porque el SEÑOR JESÚS, me puso una especie de coraza protectora invisible al frente. Al verme protegido, clamé la sangre de Cristo que tiene poder y puse mi mano sobre la cabeza de aquella endemoniada. Inmediatamente, comenzaron a salir de ella los demonios. Se trataba de una legión y cada uno de ellos al salir, atravesaba mi mano como si fueran cuchillos, produciéndome dolor, hasta que fueron expulsados todos y quedó solamente uno, el cual el Espíritu Santo me reveló, que sólo salía con ayuno. El Espíritu Santo habló en mí y le dijo a la endemoniada:-“Anda a la Plaza que llaman “Santa Teresa”. Allí se encuentran dos varones predicadores, quienes están en ayuno. Ellos te echarán fuera en el nombre del Señor Jesús.”- Dicho esto, la endemoniada se levantó del pavimento, donde seguía postrada de rodillas ante el Señor y yo me apresuré a llegar hasta la mencionada plaza, para cerciorarme de que era el Espíritu quien había hablado, porque apenas estaba creciendo en la fe. Llegué a la plaza y efectivamente, dos varones se encontraban predicando la Palabra de Dios. Me acerqué a ellos y les pregunté:-“Dios les bendiga hermanos. Yo sé que esto es entre Dios y nosotros. Pero, ¿están ustedes en ayuno?”- Ellos me respondieron, -“si hermano, ¿por qué?”- Entonces les expliqué lo que había ocurrido con la endemoniada y como el Espíritu Santo a través de mí, la había enviado a ellos, porque el último demonio que quedaba en ella, sólo salía con ayuno y oración. Los hermanos, llenos de gozo dijeron:-“Gloria a Dios” y yo seguí mi camino, seguro de que el resto de la instrucción se cumpliría como había dicho el Señor.

      LA REALIDAD VIRTUAL EN LA PANADERÍA “EL CARIBE”

     Posterior a esos días, entré a la antigua Panadería “El Caribe”,- ya inexistente para la fecha de escribir el presente testimonio-, para obsequiar a mi novia Mirna con un cachito de jamón y un jugo. Cuando me dirigí a la cajera, me percaté de que detrás de ella, sonaba en un radio reproductor, un antiguo bolero de los años 50. De pronto, el bolero salió de la radio y entró a la joven, quien comenzó a cantarlo con voz de hombre haciendo gestos sensuales dedicados a mí, mientras se abría el escote de su blusa. Observé a mi novia, para preguntarle qué opinaba de aquello, cuando me di cuenta de la realidad: mi novia y toda la gente presente en la panadería estaba como hipnotizada; permanecían bajo un espíritu de estupor, paralizados como en una película de terror. Al darme cuenta de aquella diabólica situación, comprendí que satanás estaba mostrando su poder y me estaba retando. Lo reprendí con voz firme, segura y contundente:-“SATANÁS, ¡¡TE REPRENDO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO!!”- Inmediatamente, el bolero salió de la joven cajera y volvió a la radio, mientras ésta preguntó:-“¿Qué pasó? Me siento extraña”- Así, mi novia y toda la gente, volvieron en sí y cada uno preguntaba acerca de lo ocurrido. Yo les expliqué, que satanás había tomado aquel lugar por unos instantes, pero que al invocar el nombre TODOPODEROSO DE JESUCRISTO, todo había vuelto a la normalidad. Luego hice una oración por todos ellos y mi novia y yo, salimos de aquel lugar. Años después, el Señor me reveló que tal como ocurrió en aquella panadería, así será el estado de estupor en los habitantes del mundo, en los días del gobierno mundial de la Bestia 666.      

                                  MERYS DEL CARMEN ZAPATA

     Antes de continuar relatando el testimonio de mi conversión, quiero referirme a una joven de 19 años de edad para los días de febrero de 1994, de nombre Merys del Carmen Zapata, oriunda de Colombia. Merys marcó mi vida, por su testimonio. Fue mi alumna en la Unidad Educativa de Adultos “Centro Docente”. Ella era cristiana evangélica y se congregaba en la Iglesia Evangélica Emmanuel, ubicada para entonces en las adyacencias del extinto “Nuevo Circo” y habitaba en el Barrio “Hornos de Cal” en San Agustín.
     Merys me predicaba la palabra de Dios y siempre me decía:-“Usted, profesor, es un escogido de Dios. Yo estoy orando por Usted, para que sea salvo”- Las palabras de la joven, poco me importaban y desde entonces, el diablo puso en mi corazón, desprecio por ella. Un día, mientras me desplazaba en un autobús de la antigua ruta San Ruperto, vi a la joven sentada en unos asientos delante de mí; iba acompañada de otras jóvenes cristianas. Merys cantaba y sonreía con un gozo y una alegría pocas veces visto en una joven de su edad. Al bajarse del autobús, volteó hacia mí y me dijo:-“Profesor Dios le bendiga. Cristo le ama”- Mi corazón no arrepentido me hizo sentir que ella era una fanática religiosa y un día ocurrió el siguiente incidente:
     Había yo aplicado una prueba de Lengua y Literatura (Castellano), del semestre 11. Todos mis alumnos entregaron sus pruebas y cuando verifiqué la entrega de las mismas, para proceder a corregirlas, faltaba la prueba de Merys del Carmen Zapata. Revisé una y otra vez, y la prueba no aparecía. Ella me aseguraba: -“Profesor, yo la entregué. Yo no puedo mentir; soy cristiana evangélica”- No obstante, por mi dureza de corazón, no le creí y dije:-“si no aparece tu prueba, te quedarás sin nota”- Ella me respondió:-“Bueno profesor, yo no voy a discutir por eso. Dios es justo y sabe que no miento”.
     Por esos días, yo vivía en una habitación compartida con mi amigo Pedro Barreto, hermano de José Barreto, mi mejor amigo, en la pensión de la señora Benita, cerca de la Avenida Victoria. Le conté a Pedro lo acontecido con la muchacha y él me dijo:-“Busca con cuidado, es posible que no hayas revisado bien y la prueba esté allí”- Cuando me disponía a buscar, apareció la prueba de Merys del Carmen Zapata; era la segunda de aquel montón de pruebas de los diversos semestres. Quedé sorprendido por aquel hecho. “¿Cómo es posible que no había visto la prueba, si estaba casi de primera?”. Se la mostré a Pedro y él mismo se asombró, porque me había ayudado a buscarla y no aparecía.
     Una vez aparecida la prueba de Merys, comencé a preparar la hoja de calificaciones. Cuando llegué al nombre de ella e iba a insertar su nota, cometí un error y debí comenzar de nuevo, porque la hoja de calificaciones no podía llevar enmienda. Lo intenté una y otra vez, pero me equivocaba y debía comenzar de nuevo. Opté por dejar la nota de Merys para insertarla de última; así lo hice y terminé satisfactoriamente cuando eran aproximadamente las dos de la madrugada, había insertado ¡al fin!, la nota de la joven.
     A la mañana siguiente, un día sábado, llegué al liceo y le conté al profesor Felipe Romero, todo lo acontecido con esta joven. Él, entre extrañado y conmovido, me escuchó en silencio. Cuando culminé de relatarle lo sucedido, me preguntó:-“¿Ya leíste la cartelera de información del liceo?”- Salí al pasillo de la Unidad Educativa, revisé la cartelera y ví aquel recorte de prensa, con el siguiente titular: “MUERTA MAESTRA DE PREESCOLAR DE UN TIRO EN EL COSTADO”. Más abajo, en el lid de la información, se precisaba: “La joven Merys del Carmen Zapata, había salido del culto en la Iglesia Evangélica Emmanuel y quedó atrapada en una balacera, en las cercanías de su casa, en el Barrio Hornos de Cal”.
     Esa noticia me estremeció. Sentí un gran dolor en mi corazón por la forma como había tratado a aquella muchacha. Durante la noche, no pude dormir, llorando lágrimas de amargura. Aún cuando han transcurrido 19 años de aquella partida, el recuerdo de MERYS DEL CARMEN ZAPATA me reconforta, porque entonces supe que su alma está en el Paraíso en la presencia del SEÑOR JESUCRISTO.
     En los días de su fallecimiento, hablé con una joven dominicana, alumna mía y la mejor amiga de Merys. Le pedí me informara acerca de su familia, para ir a mostrarle mis respetos y condolencia. La respuesta de aquella joven me sorprendió aún más:-“NO SE PREOCUPE PROFESOR. MERYS ERA UNA MUCHACHA ODIADA POR SU FAMILIA. ELLOS, SU MAMÁ, SU PAPÁ, SUS HERMANOS, SON CATÓLICOS EXTREMOS Y LA ODIABAN POR HABERSE CONVERTIDO AL EVANGELIO. PARA ELLOS, MERYS DEL CARMEN, ERA COMO UN PERRO QUE ENTERRARON”.  

                            RUBÉN GÓMEZ, EN EL PRIMER AMOR

     Comencé a predicar el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, donde quiera que iba. Noviembre y diciembre de 1995, fueron meses de gran animación y evangelización, para mí. Durante esos sesenta días de hablarle de Cristo a niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianas y ancianos, aproximadamente unas cien almas recibieron y confesaron conmigo a Cristo como su Señor y Salvador.
     Nuestra congregación de la Iglesia Evangélica Nacional, tenía para esa fecha, algo más de cien miembros. Muchos habían llegado allí, por las campañas de evangelización que realizábamos mi hermano José Barreto y yo. Predicábamos en todo Altavista, en el Barrio San Isidro, donde me había criado. Predicábamos en los microbuses, en las estaciones de El Metro de Caracas; predicábamos en las calles y avenidas.
     Poco a poco, por mis oraciones y testimonio, mis familiares se fueron convirtiendo al Señor Jesucristo, en cumplimiento de esa promesa grandiosa, escrita en Hechos 16, 31: “CREE EN EL SEÑOR JESUCRISTO Y SERÁS SALVO TÚ Y TU CASA”. Se convirtieron en este orden al Señor: mi hermana María Gómez, mi sobrino Carlos Daniel Pérez, mi hermana Carmen Gómez, mi hermano Gilberto Gómez y mi madre María del Valle, viuda de Gómez.
     Luego de la conversión de mis hermanas María y Carmen, ya contábamos con un pequeño grupo misionero para llevar el evangelio a los rincones del país. Se incorporaron al equipo de predicación el hermano José Alcides y el hermano Luís Corales. Por esos días, el Señor comenzó a hablarnos sobre una misión evangélica formada por siete hijos e hijas de Dios. Por fe, mis hermanos mencionados, incluyendo José Barreto, creímos que éramos nosotros. En ayuno y oración, pedimos confirmación a Dios y unos misioneros de Estados Unidos, llegaron al país y hablaron en la Iglesia Pentecostal de las Acacias, diciendo: “Dios ha escuchado la oración de un remanente de siervos venezolanos y ha constituido una misión evangelizadora, para Venezuela y el Mundo.

                         LA MISIÓN EVANGÉLICA A YARACUY


      Convencido de que Dios estaba llamando a conformar una misión evangelizadora para Venezuela y las naciones, intensifiqué la oración, el ayuno y la lectura de la Palabra de Dios. Sentí en el Espíritu, orar en comunión con los hermanos José Barreto, José Alcides, Luis Corales, María Gómez, Carmen Gómez y Carlos Daniel Pérez, todos miembros de la Iglesia Evangélica Nacional.
      A mediados del año 1996, el Señor me inquietó acerca de la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles; o mejor dicho, los Hechos del Espíritu Santo. Fue entonces, cuando recibí la revelación de Hechos 2:38, el BAUTISMO BÍBLICO, EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO. Intrigado porque no comprendía la supuesta contradicción existente entre Mateo 28:19,20 y Hechos 2:38, me dirigí a la casa del hermano Ramón Andrade, quien tenía muchos años caminando en la fe de Cristo. Le pregunté: -“Hermano, ¿por qué parece contradictorio lo escrito en Hechos 2:38 al compararlo con Mateo 28:19,20? ¿Cómo debemos bautizar: en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo o en el Nombre del Señor Jesucristo?.
     Ante esta pregunta nacida de una sana curiosidad y un deseo ferviente de mi parte por servirle a Dios en Espíritu y en Verdad y no en confusión, el hermano Ramón Andrade me respondió:-“Hermano, yo entiendo que usted es profesor. Dígame: ¿Padre es nombre, Hijo es Nombre, Espíritu es Nombre?”- Le dije, “-no”- Entonces, él añadió una pregunta:-“Dígame hermano, ¿cuál es el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo?”- Inmediatamente, el Espíritu Santo me reveló la verdad (Juan 8:32) y respondí sin titubear:-“¡¡JESUCRISTO!!”. El me dijo:-“Claro que sí, hermano. Ya has recibido la revelación de Dios”- (1ra de Corintios, Capítulo 2).
     Lleno de gozo por esta revelación, el grupo de futuros misioneros y yo, comenzamos a indagar en el Libro de los Hechos y encontramos que todos los bautismos en agua, fueron efectuados en el Nombre del Señor Jesús, como está confirmado en Hechos 8:12; 8:36; 9:18; 10:47; 11:16; 16:15; 16:33; 18:8; 19;3 y 22:16.
     Por esos días, Dios me inquietó y estando en oración permanente comenzó a mostrarme insistentemente un nombre: PUEBLO NUEVO. Un día, le pregunté al hermano Oropeza: -“Hermano, ¿Dónde queda Pueblo Nuevo?”(el Espíritu Santo me mostraba que no era aquel “Pueblo Nuevo”, del estado Monagas)- Él me respondió:-“Pueblo Nuevo, es el pueblo donde yo nací y está en el estado Yaracuy”- Seguidamente, me preguntó:-“¿Por qué quiere saber de ese pueblo?”- Le respondí:-“Porque Dios me envía a predicar allí”- Antonio Oropeza me dijo entonces:-Bueno hermano, oración y ayuno para que el Señor le confirme esa Misión”-
      Tomando en serio la Misión encomendada por el Señor, continué orando por el propósito misionero y le pedí a Dios me mostrara por cuantos días debíamos ayunar. El Espíritu Santo me reveló claramente: “16 DÍAS”. Ayuné esos dieciséis días de seis de la mañana a las seis de la tarde. Luego, tomaba un vaso de jugo, oraba y me acostaba. Al cumplirse el día 15 de aquel sacrificio para el Señor, estando de rodillas en oración, alguien mi silbó muy bajo en el oído izquierdo y yo le dije, sin abrir los ojos:-“Yo sé quien eres satanás. Estás vencido en el Nombre del Señor Jesucristo”- Volvió a silbarme por el oído derecho y le dije en la misma posición:-“Ya te dije satanás, que estás vencido en el nombre de Jesucristo. Apártate de mí”-
     Al día siguiente, después de cumplirse el propósito de 16 días de ayuno, estaba en oración, cuando apareció en visión el demonio de María Lionza, quien venía contra mí en el aire. Extendí mi mano y la toqué en el nombre del Señor Jesús y aquel demonio huyó echando fuego y gritando. Cuando me encontré con los hermanos escogidos para la misión a Yaracuy, les dije:-“Tenemos victoria en Yaracuy, en el nombre del Señor Jesús”-
     Hicimos los preparativos para viajar a Yaracuy, pero antes informamos al pastor José Betancourt y a través de él a toda la congregación, para que oraran por nosotros. El 1ro de enero de 1997, fuimos despedidos por todos los miembros de la congregación en oración. El hermano pastor José Betancourt me llamó aparte, porque Dios me había encargado de esa misión y así se lo hice saber a él. Betancourt me dijo un poco consternado:-“Bueno, Rubén. Estaremos orando por ustedes. Pero aún no estoy seguro de que sea la voluntad de Dios”- Yo le respondí:-“¡¡Claro que sí hermano, es la voluntad de Dios!!-
     Al día siguiente, muy de mañana, partimos hacia San Felipe, José Barreto, José Alcides, María Gómez, Carmen Gómez y yo. En San Felipe, tomamos un microbús para ir a Pueblo Nuevo. El chofer del autobús se levantó contra nosotros y debimos bajarnos, para tomar otro bus. Mi hermana Carmen se molestó por el hecho y le dije que tuviera paciencia, porque “…a los hijos de Dios todas las cosas les ayudan a bien…” Efectivamente, el chofer del nuevo microbús, era un cristiano evangélico y nos llevó hasta la puerta de la Iglesia pastoreada por el hermano Antonio Oropeza, quien nos esperaba.
     Fuimos recibidos con mucho amor por nuestros hermanos. El pastor y sus hijos se habían congregado en la Iglesia Evangélica Nacional, cuando estuvieron trabajando en Caracas.
     Acordamos predicar por tres días en la Iglesia: el hermano José Barreto predicaría el segundo día y yo predicaría el primer y el tercer día. Durante esos días, caminaríamos por Pueblo Nuevo, San Isidro y El Pajón, llevando la palabra de salvación. Así lo hicimos.
     Aquella campaña fue una victoria en Cristo Jesús: los enfermos sanaron, los endemoniados fueron libertados y la congregación creció en esos tres días, como no había ocurrido en años. Tanta fue la presencia del SEÑOR, que yo como responsable de la misión le pedí al Señor que nos despertara todos los días a las cuatro de la mañana para orar y el Señor me despertaba con unas palmadas, para que yo despertara a mis hermanos.  Sin embargo, conviene relatar punto por punto, los aspectos más importantes de esta misión de Dios al estado Yaracuy.

                             COMO EN LOS DÍAS DE LOS APÓSTOLES

     El primer día de predicación en Pueblo Nuevo, la gloria de Dios se derramó con poder. Su misericordia y su amor, tocó aquella población. Mucha gente salió a las calles y sacaban a los enfermos y éstos fueron sanados tal como en los días de los apóstoles. Una anciana piadosa, dijo:-“Nosotros oramos para que Dios enviara misioneros y el Señor ha visitado al pueblo”- El Señor nos respaldó con su Santo Espíritu. Aquella noche, cuando me correspondió llevar la palabra desde el púlpito, Dios se glorificó. Muchas almas recibieron a Jesucristo como su señor y salvador.
     Al día siguiente, se repitió la misma escena. Esta vez, fue en el pueblo de San Isidro: enfermos sanando, endemoniados libertados por el fuego del Espíritu Santo. Multitudes recibiendo a Cristo en su corazón. Era un día de avivamiento. En la noche, en la Iglesia, la poderosa palabra de Dios predicada por el hermano misionero José Barreto (Hoy pastor del Ministerio Restauración de la Iglesia en Barinas). Muchas almas aceptaron a Cristo Jesús y fueron salvas.

            UN TERCER DÍA DE VICTORIA SOBRE EL DIABLO

     Si la manifestación gloriosa de nuestro Señor mediante su Santo Espíritu se había dado en los días anteriores, ese tercer día el diablo fue revolcado en el pueblo de El Pajón. Llegamos a la población a eso de las 10 de la mañana. Los brujos, santeros y hechiceros, fueron sorprendidos por nuestra visita. El diablo no pudo advertirles y en las calles del pueblo, los sacerdotes del demonio de María Lionza huían despavoridos mientras nosotros le reprendíamos los demonios. Muchos brujos, hechiceros y santeros cayeron al suelo y fueron libertados. El hermano José Barreto y yo, les arrancábamos los collares de rituales diabólicos y estas almas engañadas y confundidas por el infierno terminaban confesando a Jesucristo como su Señor y Salvador.
     Mientras estábamos el hermano Barreto y yo, reprendiendo espíritus inmundos en los habitantes del pueblo. El hermano José Alcides y las hermanas María y Carmen Gómez, entraron a una especie de galpón donde estaban reunidos unos 50 hombres vestidos de blanco, todos santeros, jugando múltiples partidas de dominó. Cuando los hermanos comenzaron a predicarles, estos hombres se levantaron en contra del Señor y el hermano José Alcides vino corriendo a llamarnos, porque estos hombres inclusive, estaban ofendiendo a nuestras hermanas. Entré al galpón con el hermano José Barreto y con voz firme y potente, exhorté a estos individuos al arrepentimiento. Entonces, uno de ellos bastante soberbio, me dijo:-“Nosotros no aceptamos a Cristo, porque somos sacerdotes de la reina” (se refería al demonio de María Lionza). En ese momento, recordé la visión que tuve al final del ayuno de los 16 días y le dije:-“María Lionza está vencida en el nombre del Señor Jesucristo. Inmediatamente levanté al cielo mi mano derecha y les grité:-“¡¡No bajaré mi mano hasta que se rindan!!”- Los hombres quedaron paralizados por el poder del Espíritu Santo y no podían moverse, hasta que uno de ellos gritó:-“¡¡Yo me rindo, yo me rindo!! ¡¡Yo acepto a CRISTO!!”- Bajé mi mano y oré por él. Este hombre confesó a Cristo y lo recibió en su corazón con lágrimas. Entonces, el santero soberbio y blasfemo, quien fungía como jefe de ellos, nos dijo:-“Está bien: nos ganaron la batalla; nos quitaron un alma, pero no han ganado la guerra”- Mentira del diablo, porque Jesucristo venció al diablo en el calvario y nosotros le vencemos en ese nombre que es sobre todo nombre: EL NOMBRE DE NUESTRO AMADO SEÑOR Y SALVADOR JESÚS.
     Aquella noche del tercer día, me correspondió llevar la palabra en la Iglesia. Antes de subir a predicar, hablé con el pastor Antonio Oropeza, acerca del contenido de la predicación. Éste, me dijo que yo no podía predicar allí ACERCA DEL BAUTISMO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO, porque según él, eso confundiría a los hermanos, cuando la verdad es que los hermanos estaban confundidos por satanás y tenían que ser restaurados en el glorioso nombre del Señor Jesucristo. Cuando vino el momento de las alabanzas, Dios me mostró que Oropeza quería extenderse en las alabanzas para intentar impedir el mensaje de la Palabra de Dios. Mandé a detener aquellos címbalos resonantes e inicié la predicación de la Palabra de Restauración.
     Ese día, prediqué efectivamente en la Iglesia el bautismo apostólico en el nombre de Jesucristo, para la restauración de una iglesia apóstata, confundida y dominada por la idolatría catolicista; negadora del evangelio de los apóstoles (que no es el evangelio falso de los falsos apóstoles al estilo Cash Luna, Dante Gebel, Guillermo Maldonado o Benny Him, con su culto a la cruz y a los muertos), sino el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
     También, en esa predicación, Dios exhortó al pastor a bautizar correctamente a los creyentes, a la vez de demostrarle por su Santa Palabra, que los ministerios de las pastoras no son bíblicos, porque la mujer no debe tener dominio sobre el varón y callar en la congregación conforme a la Palabra de Dios. Además, condicionó el arrebatamiento de aquel remanente, al cumplimiento de las instrucciones dadas en aquella predicación y al deber de guardar la santidad y la paz sin la cual nadie verá al Señor.
     Sin embargo, el pastor Antonio Oropeza, no obedeció a DIOS, por lo cual él y sus hijos, cayeron en pecado y se endurecieron. Producto de esta conducta apóstata, aquella Iglesia se secó y necesita ser restaurada, pero esa es otra historia.

           EL BRUJO QUE SE CONVERTÍA EN COCHINO

     Antes de referirme a este aspecto, quiero mencionar aquí a la hermana Carmen Aponte del pueblo de El Pajón. Hermana llena de amor, virtud y santidad en Cristo Jesús. Ella, siempre nos recibió con corazón sincero y nos respaldó con sus oraciones. Tanto, que en la segunda Misión a Yaracuy, nos ofreció a mi esposa Mirna y a mí, construirnos una habitación para cuando volviéramos como misioneros. De eso hacen más de 10 años y no hemos vuelto a ese estado, pero esa es otra historia.
     Una hermana en Pueblo Nuevo, nos invitó a cenar a su casa, el cuarto día de nuestra estancia en la misión. Ese día, preparábamos el regreso a Caracas. Ayunamos hasta las seis de la tarde. Después de entregar el ayuno, nos sentamos a la mesa. Cuando nos levantamos para despedirnos, después de haber compartido con nuestros hermanos, el Espíritu Santo me inquietó para que orara por una persona presente en aquella casa. Así se lo hice saber a la dueña de la casa y ésta, un poco nerviosa, me trajo a una niña y preguntó:-“¿Será ella?”- Le respondí:-“No es ella, pero voy a orar por ella. Y oré”- La hermana me trajo un anciano y yo le dije:-“No es él, pero oraré por él. Así lo hice”- Por último, me trajo a otra hermana y le dije:-“No es ella, pero oraré por ella. Y lo hice”-
     Sin embargo, cuando ya nos retirábamos, el Espíritu Santo me ordenó mirar hacia atrás, hacia unos matorrales detrás de la casa y detrás de un árbol vi al hombre escondido. Este al observar que yo me devolvía para orar por él, trató de huir pero lo reprendí y el Espíritu Santo lo paralizó. De esta manera, pude alcanzarle en el monte y comencé a reprenderle en el nombre del Señor Jesucristo. El hombre comenzó a gritar:-“¡¡Yo me rindo, yo me rindo, acepto a Jesucristo!!” Le respondí:-“MENTIROSO SATANÁS, TE REPRENDO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESÚS”. El hombre salió corriendo despavorido y se internó en los montes.
     Después de aquello, volvimos a la casa del hermano Antonio Oropeza, donde estábamos hospedados. Yo estaba leyendo la Biblia, cuando el hermano se me acercó y preguntó:-“Hermano: ¿Sabe usted, quién era ese hombre al que usted reprendió?”- Le respondí:-“No hermano, no lo sé. El Señor lo sabe”- Oropeza me dijo:-“Ese hombre era el brujo mayor del pueblo. Él es hermano de esa hermana donde ustedes cenaron y tenía amenazada a la hermana y a la familia. Se convertía en cochino y en otros animales. Se hacía invisible y se metía en las casas a hacer daño a las familias. Cuando usted lo reprendió, corrió y dejó en el monte un vómito negro; una malicia e inmundicia”-
     Al enterarme de lo ocurrido, glorifiqué el nombre del Señor y le di gracias por usarme como un instrumento suyo, para liberación, para sanidad y salvación de muchos.
    Volvimos a Caracas y fuimos recibidos con gran frialdad en la Iglesia Evangélica Nacional. Nuestra misión fue incomprendida por los hermanos, quienes en su ceguera espiritual y su infantilismo personalista y nicolaíta, no entendieron que Dios nos había llevado a Yaracuy y él mismo, nos había traído con bien y en victoria.
     No obstante, el hermano José Barreto, se acercó a nuestro amado pastor hermano José Betancourt y le dijo, refiriéndose a la misión:-“SI ERA DE DIOS”-.
    
      

                 
    

     Para la fecha de escribir este testimonio, febrero del año 2013, sigo creyendo que esa misión de 7 evangelistas somos: José Barreto, José Alcides, Luis Corales, Carlos Daniel Pérez, María Gómez, Carmen Gómez y yo. Dios sabe todas las cosas y él mismo nos reunirá un día para hacer su voluntad.

          LA UNIDAD EDUCATIVA DE ADULTOS “CENTRO DOCENTE”

     Esta institución educativa, fue para mí de gran significado en mi vida. No sólo por haberse constituido en mi primer empleo más estable, luego de la salida de mi prisión, sino fundamentalmente, por las experiencias en Cristo vividas en aquel lugar. Aunque salí de allí en conflicto por mis prestaciones sociales, mediante demanda laboral abandonada por mis abogados, yo perdoné a Felipe Romero, a Diógenes y al actual propietario de la Institución. Paso a relatar, los más extraños incidentes, acontecidos en mi lucha espiritual contra satanás en aquella institución.

                    MI LUCHA CONTRA LA FORNICACIÓN

     Como he dicho al principio de este capítulo, como mundano fui mujeriego, alcohólico y machista. Intentando aprovecharse de esta circunstancia de mi vida pasada, el diablo quiso hacerme caer en pecado sexual en el Centro Docente. Para ello, fue ungiendo una tras otra a muchas estudiantes, adolescentes entre 15 y 18 años de edad, quienes de manera repentina, comenzaron a sentir una extraña “atracción hacia mí”. Persuadido por el Espíritu Santo de este plan del maligno, pedí sabiduría a Dios, para superar este ataque diabólico.
     De esta manera, cuando alguna joven se me quedaba mirando como hipnotizada, yo le preguntaba:-“¿Te gusto, verdad?”- Inmediatamente, la joven respondía:-“Sí, me gustas mucho”- Esa era la respuesta que esperaba para conducirla al laboratorio del liceo. Allí había una mesa redonda con sillas. Las jóvenes pensando que yo iba a darle alguna respuesta sentimental, afectiva y hasta erótica, accedían a irse conmigo al laboratorio. Cuando entraban, yo cerraba la puerta, les pedía que tomaran asiento y comenzaba a predicarles el evangelio, hasta que ellas, convencidas por el Espíritu Santo, terminaban confesando a Jesucristo como su Señor y Salvador. Luego, siempre preguntaban:-“¿Qué es esto, qué me pasa?”- E inmediatamente huían de aquel laboratorio. Así llegó a ocurrir con unas 15 ó 16 jóvenes de manera consecutiva. De esto, di testimonio en la Iglesia Evangélica Nacional en su debido tiempo.
     No obstante, muchos estudiantes al ver a aquellas adolescentes y jóvenes salir corriendo del laboratorio, comenzaron a hablar mal de mí, intentando el demonio destruir mi testimonio y en una oportunidad, en mi maletín ejecutivo escribieron con tiza, la palabra “sádico”. Pero Dios sabe la verdad de estos hechos relatados por este siervo.
     Días después, cuando me desplazaba en un microbús por la Avenida Lecuna de Caracas, recuerdo que iban unos cuatro ó cinco pasajeros en los asientos antes de mi puesto. Detrás de mí, no había nadie. De pronto comencé a escuchar una voz que me decía:-“sádico, sádico”- Cuando voltié vi a un hombre de bigotes vestido con un flux negro y corbata, parecido a las fotografías de “José Gregorio Hernández” y me seguía diciendo:-“sádico”- Entonces le dije: -“Satanás, ¡¡te reprendo en el nombre de Jesucristo!!”- Inmediatamente, aquel hombre desapareció en el aire. Aunque me asomé por la ventana para ver si se había bajado de alguna manera del microbús, no volví a verle por ninguna parte.
    
                 LA JOVEN DEL ACCIDENTE CARDIOVASCULAR

     En otra oportunidad, otra joven estudiante del Centro Docente, quien había sufrido un derrame cerebral y había sobrevivido, se me acercó después de una clase y me dijo:-“Profesor, yo quiero hablar con usted. He sabido que usted le ha predicado a muchas de mis compañeras y muchos compañeros han aceptado a Cristo con usted. Aunque yo no creo, me parece que usted es un valiente, porque predica sin importar que muchos estudiantes y algunos profesores se burlen de Usted”- Dicho esto, le respondí a la joven: -“Hoy debes saber algo: tú eres una escogida de Dios. El Señor te quiere para él”- Seguidamente le pregunté: -“Quieres recibir a Jesucristo como tu Señor y Salvador?” La joven asintió y comencé a guiarla al Señor. Ella repitió conmigo la siguiente oración:-“Señor Jesús, aunque no comprendo el mensaje que me has dado mediante el profesor Rubén, hoy abro mi corazón para ti. Por fe, te confieso con mi corazón para justicia y con mis labios para salvación. Te recibo en mi corazón como mi único y suficiente Señor y Salvador. Perdona todos mis pecados y límpiame con tu sangre preciosa derramada en la cruz del calvario por mí. Dame tu santo espíritu y haz de mí una nueva criatura. Gracias Padre, en el nombre bendito y santo del Señor Jesucristo, amén”-
     Una vez terminada la oración, la muchacha cuyo nombre era Belkys Rodríguez, me dijo:-“Profesor me siento muy bien. Gracias por esa oración. Pero yo no quiero ser evangélica…recuerde, yo no quiero ser evangélica”-. Entonces le respondí:-“No te preocupes. El Señor hará la obra en tu vida. Pero ya le perteneces a él”- Mientras tanto, muchos estudiantes varones y hembras, se burlaban de nosotros, porque todo ocurrió en el patio central de la institución.
     Eso fue un día viernes en la noche. El sábado en la mañana, me enteré de la noticia. El profesor Felipe Romero, me informó:-“La muchacha que oró contigo anoche, la que decía que no sería ser cristiana, falleció anoche después de que te fuiste. Le dio un desmayo en el aula y llegó muerta al hospital militar. En medio del dolor por el fallecimiento de Belkys, le di gracias al Señor por haberla salvado.

                     LA JOVEN DE LA MENINGITIS

     Yohana García, era una adolescente de 15 años de edad. Cursaba conmigo la materia Castellano y Literatura en el 8vo semestre de la Institución Centro Docente. Una mañana, mientras daba la clase, me encontraba predicándoles la palabra del Señor como hago con mis estudiantes desde hace 18 años. Cuando hice el llamado a aceptar a Cristo, todo el grupo de hembras y varones cuyas edades oscilaban entre los 15 y 16 años, oraron conmigo y recibieron a Jesucristo en su corazón. Todos, menos Yohana, una linda adolescente de piel aceitunada, ojos grandes y negros y una cabellera abundante; parecía una muchacha aborigen. Con voz irritada y ojos destellantes me dijo:-“Profesor, yo no oré. Yo no voy aceptar a Cristo, porque usted me obligue. Lo aceptaré cuando sienta en mi corazón hacerlo. Ni usted ni nadie me va a obligar a mí a ser evangélica”. Por momentos, sentí responderle con dureza. Pero el Espíritu Santo, guió mis palabras y les respondí: -“Hija, no es que yo quiera obligarte. Es el Señor quien quiere salvarte. En un minuto, puedes recibir la salvación. Uno nunca sabe, cuando es nuestro último día en esta Tierra”-
     La joven, al escuchar mis palabras, se irritó mucho más y me dijo:-“Bueno profesor, ya basta, no voy a entrar más a su clase. No me obligue”. Los compañeros, al escuchar las palabras de Yohana, se molestaron con ella y le dijeron:-“Yohana, el profesor no te está obligando. Nosotros oramos con él, porque quisimos. Si no aceptas a Cristo, es problema tuyo”. Viendo este cuadro de cosas, le dije a Yohana:-“Está bien amiguita. Yo voy a escribir una oración en un papel. Cuando sientas en tu corazón hacerla, ora y recibe a Jesucristo en tu corazón”- Enseguida, escribí en un papel la siguiente oración y se la di a Yohana:
“SEÑOR JESÚS. PERDONA TODOS MIS PECADOS. HOY ABRO MI CORAZÓN PARA TI Y TE RECIBO COMO MI SEÑOR Y MI SALVADOR. LÁVAME CON TU SANGRE PRECIOSA Y ESCRIBE MI NOMBRE EN EL LIBRO DE LA VIDA, AMÉN”. Yohana recibió el papelito y lo guardó en su bulto escolar, mientras me decía:-“Profesor perdóneme si le he tratado mal. Yo le promete que cuando lo sienta en mi corazón, voy a hacer esta oración y voy a recibir a Cristo”
     Entonces, le respondí:-“No te preocupes hija mía. Yo oraré por ti, para que el Señor te guíe”.
     Pasaron los días y Yohana no volvió a clases. Preocupado, seguí orando a Dios para saber de ella. Un día, en uno de los pupitres de una de las aulas de clase, encontré un papelito con el nombre y apellido de Yohana y su número telefónico. No me atreví a llamarla, porque pensaba:-“¿Qué pensarán los padres de ella si yo llamo a una adolescente de 15 años?”-
     Desde hacía meses, mi sobrina Oda Soledad Pérez Gómez, de 19 años de edad, se encontraba en la maternidad Concepción Palacios, donde había sido intervenida quirúrgicamente, debido a una obstrucción intestinal. Oda, en medio de su sufrimiento, había recibido a Cristo como su Señor y Salvador. Era la única hija de mi hermana Carmen Gómez y de Alejandro Pérez Ulloa, quien hasta hace poco, recibió a Cristo y fue bautizado por mí, en el nombre del Señor Jesucristo.
     Lo cierto es que llegó el día 1ro de agosto de 1996. Eran aproximadamente las once y treinta de la noche, cuando yo me encontraba orando y el Señor me reveló sobre el inminente fallecimiento de mi sobrina Oda. El Espíritu Santo me hizo poner de pie y me guió hasta la cama donde dormía mi madre. Llegué como me indicó el Espíritu y le puse la mano derecha sobre el corazón. Mi madre, una anciana de 82 años para entonces, se despertó sobresaltada y entonces le dije:-“Mamá Oda va a morir y el Señor me mandó a poner mi mano sobre tu corazón, para que no te diera un infarto al conocer la noticia”- Efectivamente: Oda era la nieta más querida de mi madre y Dios libró a mi madre de un infarto, mediante esa extraña operación del Espíritu.
     Al día siguiente, 2 de agosto de 1996, llegué a las instalaciones del Centro Docente, sólo para enterarme de la noticia. Uno de mis alumnos me preguntó:-“Profesor, ¿por qué usted no fue al entierro?”- Primeramente, pensé se trataba de una broma de aquel estudiante. Pero el me explicó: -“El entierro de Yohana García. La acabamos de enterrar hoy a las 10 de la mañana”- Inmediatamente, le conté al profesor Felipe Romero, lo que había pasado con Yohana. Le hablé acerca del número telefónico que había encontrado y del porqué, no me había atrevido a llamarla. Él me dijo:-“Llama a la familia, para consolarla”. Me dirigí entonces a la Maternidad Concepción Palacios, para ver morir a mi sobrina Oda Soledad Pérez Gómez, quien falleció de septicemia o asepsia, por haber sido contaminada con un objeto (pinza), que le fue dejado dentro por los médicos (  de manera vil un grupo de 17 médicos atestiguaron falsamente, que mi sobrina había fallecido por ingerir un vaso lleno de yodo; pero impidieron le fuera hecha la autopsia en la morgue de Bello Monte y ellos mismos, se la practicaron en los sótanos de la maternidad, para ocultar las evidencias del crimen). Oda Soledad, había recibido a Cristo como su Señor y Salvador. En una oportunidad estando convaleciente en la maternidad, hospitalizada, le dijo a su madre, mi hermana Carmen Gómez, “que había bajado al infierno y el Señor Jesús la había sacado de allí”. Le insistió,-“mira mis pies; son la prueba de que estuve en ese lugar”- Cuando mi hermana vio los pies de Oda, éstos estaban completamente quemados, como si alguien le hubiera pasado un soplete por los pies. De hecho, los últimos días de su vida, Oda los dedicó a predicarles a las madres hospitalizadas y a los visitantes. Cuando hablé con ella la última vez,- unos tres días antes de que falleciera-, me dijo que no tenía miedo de morir, porque se iba con Cristo. 
     Al regresar de la maternidad, luego de quedarme a solas unos minutos con el cuerpo sin vida de mi sobrina, a quien le habían extraído todos los órganos, cuerpo inflamado por enormes llagas, producto de la infección general, llamé al número telefónico local de la casa de Yohana García. Me atendió su padre y cuando me identifiqué, me dijo:-“Ah, ¿usted es el profesor Rubén Gómez? Mi hija siempre me hablabla de usted. Me dijo como usted les predicaba el evangelio en el aula de clases. Gracias por hablarle de Dios a mi hija”. Al escuchar aquellas palabras por parte del padre de Yohana, le pregunté: -“¿Cómo falleció ella?, dígame por favor”- El hombre sollozando, con la voz quebrada por la pérdida de su única hija hembra, me explicó como Yohana se había enfermado de gripe y luego, se había complicado con una meningitis. Le pregunté, si ella había hecho una oración que yo le había dejado escrita en un papel. Entonces, el me respondió:-“Ahora que recuerdo; unos días antes de agravarse, Yohana entró a su cuarto y me dijo que había llegado el momento de aceptar a Jesucristo en su corazón. Me mostró la oración que usted le había dado y después de un rato salió del cuarto y me dijo que ya no temía a la muerte, porque había conocido a Cristo”- Ese fue el testimonio de la salvación de Yohana, dado por su papá. Le dí gracias al Señor por haber salvado a Yohana y pude enjugar mis lágrimas de dolor.
                               EFRAÍN RODRÍGUEZ

     Antes de mi conversión al Señor, yo tuve un alumno en el Centro Docente, año 1993, de nombre Efraín Rodríguez. Este muchacho, habitante del Barrio El Guarataro y de unos 16 años de edad para entonces, era fuerte de carácter y ya andaba en malos pasos. Por esos días, un profesor de un liceo de Caracas, había sido asesinado por uno de sus alumnos, por no haber accedido a colocarle la calificación que el estudiante exigía.
     Efraín, intentando copiar esta situación, al conocer la calificación de 08 en Castellano, me dijo: -“Si no me pones el 10, seguro te voy a dar un tiro”- Ofendido por aquella amenaza, yo, que era uno de los encapuchados de la UCV, le respondí a Efraín:-“Como tú quieras; mañana nos vemos a la 1 de la tarde a tres cuadras de aquí y nos caemos a tiros. Si no vienes, eres una mamita y no entras más a mi clase”- Efraín me dijo:-“Está bien profesor, mañana a la 1; date por muerto”-
     A la mañana siguiente, me fui a la UCV y me busqué un grupo de camaradas de ese entonces. Tomé un revólver que tenía y a la una de la tarde, estábamos esperando a Efraín, quien seguramente bajaría con una banda de delincuentes de El Guarataro. Pasaron los minutos y las horas y Efraín no llegó a la cita del duelo. El miércoles, cuando correspondía la clase con el 8vo semestre, llegué “triunfante” al Centro Docente, porque el diablo me había hecho creer que había vencido a aquel adolescente. Entrando al aula, le pregunté al grupo de estudiantes:-“Efraín no vino ayer a enfrentarse conmigo. Lo esperé por dos horas, ¿qué es entonces?”- Al unísono, el grupo de estudiantes, respondió en un coro de voces:-“¡¡UNA MAMITA!!”-
     Días después, se acercó a hablar conmigo uno de mis estudiantes, amigo de Efraín y miembro de la banda hamponil que éste liderizaba. Me informó que estaban muy apenados conmigo, por la conducta de Efraín. Me dijo que ellos lo habían “atajado” para que el adolescente no bajara del Guarataro a matarse conmigo. Y me dijo:-“Usted es un hombre de valor respetado por nosotros. Tiene nuestro salvoconducto, cuando quiera subir a los sectores de El Guarataro. Esto me lo dijo, mientras nos tomábamos una botella de ron con cola, en casa de mi familia; en presencia de mi madre y mis hermanas, quienes inmediatamente, le tomaron aprecio a aquel noble y valeroso muchacho de nombre Darwin Martínez. Unos años después, Darwin se convirtió al Señor y se hizo un soldado de Jesucristo.
     Pero eso no es todo: años después cuando yo predicaba el evangelio en los sectores de El Guarataro, me encontré con EFRAIN RODRÍGUEZ. Aquel valiente muchacho me pidió perdón: yo lo perdoné y él me perdonó también. Le prediqué y Efraín recibió a Jesucristo como su único y suficiente salvador. Hasta el día de hoy, mantengo la oración por Darwin y Efraín: dos jóvenes valientes; escogidos de Dios, a quienes satanás un día quiso engañar y confundir, pero JESUCRISTO LOS SALVÓ. Hasta aquí, mi testimonio para Cristo, en el Centro Docente.     
    















  
            


     




      









             
                               


     






             
                               


     





    









        



       

       







2 comentarios:

  1. Todo cristiano debe dar testimonio de Jesucristo, de lo que el Señor ha hecho en nuestras vidas, para glorificarle: para que el mundo sepa quien es su salvador;el Señor y Salvador de todo aquél que le recibe en su corazón. Debemos dar testimonio del Señor, en cumplimiento de la Palabra escrita en 2da de Timoteo, Capítulo 1, versículos 7 y 8: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto,no te avergûences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,...".

    Ministerio Restauración de la Iglesia.

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  2. Tiempo de aflicción y prueba para Venezuela:
    La Palabra del único Dios Verdadero manifestado en carne el Señor Jesucristo nos enseña "Aprovechando bien el tiempo porque los días son malos (Efesios 5:16). Nuestra nación Venezuela está entrando en la etapa final de los acontecimientos necesarios para la preparación del corazón de los venezolanos para recibir a Cristo como su Señor y Salvador (Romanos 10:9-10)antes de se inicie el justo juicio de Dios por causa de todos los males que están aconteciendo, guerra rumores de guerra (Mateo 24:6-8)crímenes, asesinatos, robos, sicariatos y toda clase de abominación contraria a la Palabra de Dios, conforme a lo que esta escrito (1ra. Timoteo Cap. 3)La única respuesta y salida para todo lo porvenir en nuestra nación es aceptar al Señor Jesucristo como Señor y Salvador, y levantar clamor en señal de humillación, no rasgando las vestiduras como los religiosos, sino el corazón (Joel 2:12) Ha llegado la hora de tomar una decisión seria y firme ante la confrontación que viene, estar del lado del Señor Jesucristo, para poder ser librado de la marca de la bestia,implantación que vendrá a todo ser humano que niegue la existencia del único y sabio Dios Verdadero Jesucristo; en Venezuela, hay un remanente que ha guardado la esperanza, el amor y temor a Jesucristo, la fe como única garantía para que se derrame la promesa que el Señor Jesús nos ha dado, de que Venezuela es para Cristo porque le ha placido elegirla
    DILE NO A LA MARCA DE LA BESTIA (Apocalipsis 13:16-18)

    María Gómez, misionera de Jesucristo

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