MI TESTIMONIO
Estas páginas entregadas al conocimiento
de mis hermanos en la fe, de mis amigos de siempre y de todo aquel lector
interesado en conocer un testimonio verídico, sobrenatural, e increíble para
muchos, tienen por finalidad glorificar el nombre todopoderoso de Jesucristo,
en cuyas manos estoy, como siervo e hijo suyo, escogido por su misericordia,
antes de la fundación del mundo, conforme a Efesios 1:3,4 donde está escrito: “Bendito
sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en
él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha
delante de él…”
Actualmente, cuando llevo casi dieciocho
años transitando en el camino, la verdad y la vida, conforme a San Juan 14:6,
me he decidido a escribir mi testimonio, después de escuchar la sugerencia de
muchos hermanos cristianos y muchos amigos, quienes siempre están en mis
oraciones, porque mi mayor anhelo es poder ayudarles a tener una entrada
triunfal en el Reino de los Cielos, mediante la fe en el precioso nombre de
nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo. A él dedico este libro; a él doy toda
la gloria, desde ahora y hasta la eternidad, amén.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
CAPÍTULO I
Nací en la ciudad de Caracas, hoy
República Bolivariana de Venezuela, un domingo 27 de octubre del año 1958, a las doce del
mediodía.
Habían transcurrido nueve meses y tres
días, desde los sucesos del 23 de enero de ese año: la caída estrepitosa de la
dictadura de Marcos Pérez Jiménez, militar adepto a los Estados Unidos de
Norteamérica, quien había ordenado el asesinato del jefe de la junta militar de
gobierno coronel Carlos Delgado Chalbaud. Como se evidencia, nací producto de
una pasión originada en un tiempo de revolución y cambio social; ese hecho,
marcaría mi existencia, hasta mi encuentro personal con el Señor Jesucristo,
pero esa es otra historia.
A los dos años de edad, contraje una
extraña enfermedad de la sangre. Hasta el día de hoy, se me dice, se trató de
una “anemia perniciosa”, la cual degeneró prácticamente en una anemia crónica.
Mi sangre se hizo agua (¿cáncer en la sangre, leucemia?) y los médicos,
informaron a mis padres acerca de mi muerte inminente: fui desahuciado por la
ciencia médica y cuando se iba a hacer entrega de mi cadáver a mis familiares,
ocurrió lo sobrenatural y volví de la muerte, ante el asombro del personal
médico del Hospital J. M. de los Ríos, quienes comenzaron a gritar-¡¡un
milagro!! ¡¡Ha ocurrido un milagro!!-. Bueno, aquí lo estoy contando. Tengo 54
años de edad; debí morir hace 52 años, pero no era esa la voluntad de Dios, mi
salvador, quien me había escogido desde antes de la fundación del mundo y yo no
lo sabía. Sin embargo, los médicos aseguraron que mi recuperación, había sido
“un milagro de José Gregorio Hernández” y mi nombre está anotado como
beneficiario de este ídolo, en la sede del Vaticano.
Soy hijo de dos campesinos quienes emigraron
a Caracas, muy jóvenes, buscando mejores oportunidades de vida: mi padre
Cipriano Gómez, había nacido en Boraure, caserío del estado Yaracuy, un 17 de
septiembre de 1917; falleció en Caracas el 27 de mayo de 1993. Le sobrevive mi
madre, María del Valle Tovar viuda de Gómez, quien nació un 31 de agosto de
1919 en Tunapuicito, caserío del estado Sucre. Mi madre actualmente es una
anciana de Dios, bautizada en el glorioso nombre del Señor Jesucristo. Por su
gracia y misericordia, Dios le ha permitido arribar a los 93 años de edad. La
promesa dada por el Espíritu Santo, es que ella no verá muerte y será
transformada en un abrir y cerrar de ojos, en el arrebatamiento de la Iglesia de Jesucristo que
se aproxima. Yo lo creo con todo mi corazón.
Mis primeros años de vida transcurrieron
en medio de situaciones y eventos muy extraños para mí. Estos sucesos y
acontecimientos extraños, continúan sucediéndome, aún en estos días, cuando
escribo este testimonio. Comenzaré por decir lo siguiente: tengo memoria de
situaciones ocurridas en mi vida, en mi familia, desde los dos años y medio de
edad. Al ser dado de alta del hospital de Niños J. M. de los Ríos, donde Dios
me volvió a la existencia, recuerdo me dieron una bolsa de panes para sándwich,
los cuales llamábamos para entonces, panes de recorte. Cuando crecí, pensando
se trataba de un hecho normal y común, le conté a mi madre como yo recordaba
cuando cargado en sus brazos, repartía panes a las gentes que encontraba en el
camino. Mi madre se asombró y me dijo: ¿Cómo recuerdas eso, si apenas tenías
dos años y medio?
Ahora, cuando me dedico a evangelizar
distribuyendo de manera gratuita discos con videos y programas cristianos,
recuerdo aquel momento cuando siendo un bebé repartía pan a las gentes. Mi
esposa me dice: “de eso se trataba, de la Palabra de Dios, el pan de vida”. Yo lo creo así,
porque soy creyente.
De mi infancia tengo recuerdos indicadores
de que mi adversario el diablo o satanás, siempre quiso matarme, pero el Señor
me libró. Recuerdo la segunda vez que el Señor Jesús me salvó la vida. Tenía
unos dos años y medio de existencia, cuando mi madre me dejó en un cochecito en
la subida de la calle real de Sarría, cerca de San Bernardino. Mi hermano Juan
Vicente, de cuatro años de edad para entonces, empujó mi coche, el cual se
desplazó conmigo dentro a gran velocidad, hasta chocar con las ruedas
delanteras de un autobús de la ruta Sarría-La Vega, que para entonces cumplía
servicios de transporte público, en la ciudad. El chofer frenó milagrosamente,
para no aplastarme.
Lo cierto es que cuando cumplí los cinco
años, mi madre, quien era para entonces una católica devota, comenzó a vestirme
de color morado para rendirle culto al “nazareno de San Pablo”, ídolo a quien
mi madre atribuía el milagro de mi resurrección de los muertos; mientras que
los médicos aseguraban había sido obra de “José Gregorio Hernández”; mientras
tanto, yo meditaba todas estas cosas, en mi corazón. Al llegar a los siete años
de edad, mi madre me preguntó: ¿Tú quieres servirle siempre al Nazareno? Y yo,
pensando que se trataba del Señor Jesucristo, respondí: Sí, quiero servirle
toda la vida”. Al escuchar esto, mis hermanos se rieron y Juan, mayor que yo,
me dijo: “gafo, ahora tienes que cumplir con tu promesa para siempre”. Lo
cierto, es que mi hermano Guillermo aún no cree; Juan, sigue siendo incrédulo;
mi hermano Raúl tampoco cree. Pero Gilberto, mi hermano mayor y mis dos
hermanas, María Teresa y Carmen Elena, son fervientes cristianos y caminan
conmigo en la obra del Señor. Mis otros hermanos, José Luis y Julio César, los
dos mayores que yo, fallecieron sin haber conocido a Jesucristo como su señor y
salvador. No obstante, el Señor me reveló una salida para ellos, de la cual
hablaré en su debido momento.
Cuando cumplí los once años de edad, me
encontraba un día “dándome colitas”, lanzándome zafado a un mecate amarrado a
un árbol ubicado detrás de la casa. Cuando uno se lanzaba al aire zafado al
mecate, “volaba” sobre una escalera y un pequeño barranco situado detrás de la
casa de la familia Sánchez y trazaba una semicircunferencia mediante el
desplazamiento, para retornar mediante otra lanzada al punto de inicio. Era un
juego muy emocionante. Aún en el día de hoy, no sé quien “picó” el mecate con
algún cuchillo o navaja; lo cierto es que al lanzarme en mi “vuelo”, el mecate
se reventó y caí de cabeza sobre la escalera que estaba a unos 3 ó 4 metros abajo del árbol.
Todo fue tan rápido, que apenas pude interponer mi brazo derecho entre los
escalones y mi rostro, para evitar instintivamente una fractura abierta del
cráneo. Al impacto sobre la escalera de concreto, mi brazo sonó como una tabla
cuando se quiebra. Quedé impresionado y conmocionado por aquel impacto, cuando
levantándome del suelo, observé mi brazo torcido como una “ese”(s) y comencé a
gritar lleno de pánico. Mi madre me llevó de urgencia al Hospital Periférico de
Catia, donde me diagnosticaron fractura de los huesos cúbito y radio del brazo
derecho, además de los tarsos de la misma mano. Los médicos hablaron de colocarme
un “clavo”, ante la gravedad de la lesión. Comencé a llorar y a gritar para que
no me pusieran el clavo y solamente me colocaron un yeso, el cual me fue mudado
en tres oportunidades, hasta que tres meses después, aproximadamente, mis
huesos soldaron al fin, y pudieron quitarme el yeso completo y me pusieron una
venda con yeso en la muñeca derecha, la cual, por falta de rehabilitación, me
quedó rígida hasta el día de hoy. Ahora, cuando escribo mi testimonio,
comprendo y doy fe de que el Señor me libró de la muerte ese día, porque si se
estrellaba mi rostro contra la escalera, a esa velocidad de caída y a esa
altura, seguramente el diagnóstico hubiera sido el de fractura abierta del
cráneo.
Un año después, a los 12 años de edad, me
encontraba jugando y correteando con mi prima Milagros algo mayor que yo, hoy
cristiana, cuando una plataforma de concreto existente detrás de la casa, cedió
y caí en un zaguán de la casa de la familia Sánchez. En mi caída, una cabilla
armada situada debajo de la plataforma cuyo derrumbe ocasionó mis lesiones,
rozó mi antebrazo derecho, perforándome levemente. De haberme atravesado el
hueso esta cabilla, seguramente me hubiesen amputado el brazo, pero Dios me
libró también de esa terrible situación. Caí junto con el piso de concreto que
cedió, a una profundidad aproximada de siete metros.
Al año siguiente, cuando tenía trece años
de edad, tuve una discusión con mi hermano Juan, en una escalera al frente de
nuestra vivienda. De pronto, Juan me empujó y al caer, mi columna vertebral
chocó contra el filo de un escalón y quedé privado en el piso, sin poder
respirar, ni hablar, ni moverme. Sentí morirme en ese momento, pero de pronto
entró en mí un aliento de vida y un grito desgarrador salió de mi garganta; con
mucho esfuerzo pude levantarme y el dolor de mi columna, y mi espalda lesionada
y “raspada” por el filo del escalón, se mantuvo por varios meses. Dios me había
vuelto a librar de los planes del maligno.
A los catorce un sujeto quiso matarme,
mientras yo intentaba aprender a patinar. Como lo tropecé, este sujeto oriundo
de los andes, me atacó con una navaja “pico de loro”, por la espalda. Mi
hermano Guillermo, quien venía atrás, observó este intento de herirme y me lo
dijo; yo, solamente había sentido la brisita. Le reclamé al sujeto de unos 15
años y éste me atacó nuevamente con la navaja. Enardecido, le tumbé la navaja
de un puntapié y le dí un golpe en el pecho. Cuando ya me retiraba, el sujeto
sacó un puñal y volvió a atacarme por la espalda. Entonces, mi hermano
Guillermo y yo, nos armamos con unos palos de escoba y la arremetimos a palos
contra aquel homicida, hasta desarmarle y entre los dos, lo humillamos hasta
hacerle pedir perdón.
Dentro de mi ignorancia acerca de la Palabra de Dios, yo
pensaba que había hecho justicia y me sentía envalentonado. Un hombre ebrio y
sus dos hijos a quienes mi hermano y yo conocíamos como “Manolo” y “Canilla”,
al ver como tratábamos a aquel peligroso sujeto, nos reclamaron. Nosotros les
explicamos todo lo ocurrido, pero ellos arremetieron en contra de mi hermano y
de mí, por lo que nos vimos obligados a darle una paliza a los tres y luego,
nos retiramos del lugar.
Así, acontecía la vida en aquella Calle
San Isidro y sus alrededores. Allí, sobrevivía el más fuerte. Y yo,
definitivamente, había decidido ser el más fuerte.
EL “TOÑITO”: DELINCUENTE PELIGROSO
En los días cuando yo andaba con el brazo
fracturado, a mis once años de edad, conocí un adolescente delincuente, de
nombre Antonio Barrios, apodado “EL TOÑITO O TOÑÍN”. Este individuo, de unos 13
años para entonces, me amenazó con un cuchillo queriendo robarme,
aprovechándose de mi brazo fracturado y enyesado. Molesto por la actitud del
malandro, me armé con un palo de escoba, -que en ese tiempo abundaban mucho en
las calles- y le ataqué golpeándolo en los brazos. El me dijo:-“DEJA QUIETO
CUANDO TE VEA POR ALLÍ”- Yo le respondí:-“AQUÍ ME ESTÁS VIENDO, PELEA PUES”-
Pero “Toñito” huyó del lugar, gritándome:-“¡¡Somos culebra!!”-; es decir, que
teníamos un pleito pendiente.
Tres años después de ese suceso,
aproximadamente, cuando caminaba por la Calle
San Isidro, cerca de la casa de “Katy”, una joven de familia
ucraniana, observé como el “Toñín”, tenia sometido a un muchacho con la mano
torcida a la espalda, mientras le ponía una navaja “pico de loro” al cuello. Me
detuve para observar lo que pasaba y fue cuando entré en cuenta que se trataba
de mi hermano Guillermo, quien estaba siendo robado por este delincuente.
Molesto por esta situación, le dije al malandro: “Suéltalo a él y vente contra
mí”. “El Toñito” soltó a mi hermano menor y se abalanzó contra mí, atacándome
con la navaja. Le tomé el brazo armado y se lo doblé a la espalda. Le quité la
navaja y se la puse al cuello. Le pedí a mi hermano Guillermo, que le cayera a
puntapiés al malandro, por el trasero, hasta que se cansara.
OTROS INCIDENTES CON “EL
TOÑITO”
A los 15 años de edad, me desplazaba una
noche junto con mi amigo César Sánchez, cerca de la entrada de la calle La Colina de Altavista. Para
esa época, año 1973, la mayoría de adolescentes de Altavista, usábamos
cuchillos para defendernos de los delincuentes que habían proliferado en las
noches sobre todo. Al llegar exactamente al comienzo de la subida, donde siempre
estaba estacionada una camioneta tipo “panel”, repartidora de pan andino y
acemitas, escuchamos un forcejeo dentro de la camioneta. Nos detuvimos y
comenzamos a golpear con las manos el vehículo cuya puerta trasera estaba
cerrada. Entonces, la puerta se abrió y salió corriendo un muchacho de unos
doce años, con los pantalones abajo, gritando aterrorizado. Detrás de él,
salieron cuchillo en mano “EL TOÑITO” y otro malandro, para entonces, de nombre
SERGIO. Estos individuos habían aprovechado que el papá de aquel niño de doce
años dejaba a éste durmiendo en la camioneta para cuidar la mercancía. Habían
sometido a aquel muchacho y lo estaban sometiendo a abuso sexual, bajo amenaza
de muerte con sus puñales, dentro de la camioneta. Indignados por aquella
situación, mi amigo César y yo, sacamos nuestros cuchillos y nos enfrentamos al
par de violadores. César, se enfrentó a “Toñito” y yo, me enfrenté a Sergio.
Después de varios minutos de lanzarnos puñaladas en la oscuridad de la noche,
yo logré herir en un costado a Sergio y los dos delincuentes huyeron
despavoridos.
César y yo, habíamos hecho justicia y nos
retiramos satisfechos.
Dos años después, cuando ya militaba en la
izquierda revolucionaria, a la edad de 17 años, caminaba armado con una pistola
calibre 7.65 por las calles de Altavista y divisé a “Toñito”. Lo sometí con la
pistola, lo pegué a la pared. Luego, le di unos puntapiés y le advertí: “No
quiero verte más por estas calles”.
A los 19 años de edad, ya detenido por
causa de la lucha revolucionaria, fui trasladado del Cuartel San Carlos, a la Cárcel Modelo de Caracas. Un
día, mientras me desplazaba por el pasillo central de la cárcel, me encontré
con “El Toñito” y Sergio, quienes estaban detenidos también allí. Les recordé
la deuda que teníamos pendiente desde la calle y les pregunté: “¿Somos todavía
culebra o no?” Ellos me dijeron (sabiendo que yo era comunista), “no Rubén,
perdónanos. Vamos a dejar eso así”. Les perdoné, pero estuve siempre alerta,
porque en el malandro no se puede confiar y escrito está “MALDITO EL VARÓN QUE
CONFÍA EN EL HOMBRE”.
Ya pasados muchos años, cuando salí de la
prisión, encontré a SERGIO y conversamos. Éste, se había hecho un hombre de
bien. Le hablé el evangelio y nos tratamos con respeto. También, me encontré a
“Toñito”, quien todavía continuaba drogándose. Le hablé de Jesucristo. Antonio
Barrios, “EL TOÑITO”, recibió conmigo a Cristo como su Señor y Salvador. Para
la fecha cuando escribo este testimonio, ya hacen dos años que “Toñito” partió
con el Señor. Falleció enfermo de Sida, pero su alma fue salva.
CAPÍTULO I: UN NIÑO RESUCITADO
Nací en la ciudad de Caracas, capital de la República de Venezuela,
un domingo 27 de octubre del año 1958, a las doce del mediodía. Soy el penúltimo
de nueve hermanos: siete varones y dos hembras. Dos de mis hermanos varones
fallecieron de manera trágica en la flor de la juventud, sin haber conocido a
Jesucristo como Señor y Salvador. De manera sobrenatural, sobreviví a la muerte:
hace 52 años, me dieron por muerto y aquí estoy, por la misericordia de Dios,
relatando esta historia.
Contaba con apenas 2 años de edad, cuando
mi salud se vio severamente complicada. Los médicos me diagnosticaron una
anemia crónica (perniciosa), la cual destruyó mi plasma sanguíneo, degenerando
en una leucemia (cáncer en la sangre). Ante la gravedad de mi cuadro clínico,
los médicos me internaron en terapia intensiva. A los pocos días, me
“desahuciaron”; es decir, me dieron por muerto y cuando se disponían a entregar
mi cadáver a mis padres, el aliento de vida volvió a mí. Este hecho produjo una
conmoción en el hospital “J. M. de los Ríos”, hospital de niños ubicado en la Urbanización San
Bernardino, de Caracas. Esa fue la primera vez que el diablo quiso matarme,
pero el Señor Jesucristo, ahora lo comprendo bien, salvó mi vida.
Al verme resucitar, los médicos corrían de
un lado a otro, dando gritos: ¡¡un milagro, un milagro!! ¡¡ Ha ocurrido un
milagro!! Los galenos no salían de su asombro, mientras preguntaban a mi madre:
¿A que santo se agarró usted, a quién le pidió? Mi madre, quien para entonces
era de fe católica, devota de José Gregorio Hernández, respondía llena de gozo
y alegría: ¡¡a José Gregorio Hernández!! Ese hecho, el de mi resurrección,
marcaría mi vida. Entre tanto, la respuesta dada por mi madre, traería
consecuencias espirituales a todo mi ser, mi cuerpo, mi alma y mi espíritu,
porque allí comencé a librar una batalla espiritual que no comprendí, sino
hasta pasados muchos años.
Salí
del hospital en brazos de mi madre; tenía aproximadamente dos años y medio,
cuando me ví llevando una bolsa de panes y repartiéndolos a los transeúntes en
la calle. Cuando comenté este hecho a mi madre, ella me dijo que efectivamente
ese hecho había ocurrido. Eso quiere decir lo siguiente: tengo memoria de mis
actos, desde esa tierna edad. Ahora, cada vez que estoy predicando la palabra
del Señor y entrego folletos, discos u otro material de evangelización, viene a
mi memoria el recuerdo de aquél día cuando repartía panes a los transeúntes,
porque la palabra de Dios, es el pan de vida. Mi esposa me dice siempre que le
recuerdo este hecho: “Dios te había escogido para predicar el evangelio”.
El hecho de que supuestamente José
Gregorio Hernández me había sanado, hizo a mi madre vestirme de nazareno todos
los llamados “miércoles santos”; es decir, se me vestía con una bata color
morado y descalzo, rendía honores a Jesús de Nazareth. Cuando cumplí los siete
años de edad, mi madre me preguntó: ¿Estás dispuesto a servirle al nazareno
toda tu vida? Yo, como niño inocente y con una conciencia pura, respondí: Sí,
quiero servirle a Jesucristo toda mi vida. Mi madre me dijo entonces: Estás
comprometido con él para siempre. Un hermano mayor que yo, me hizo ver como lo
dicho por mí era algo así como una tontería. Al paso de los años, me di cuenta
de la magnitud de un compromiso sincero hecho por mí, sin comprender aún su
connotación y significado.
No obstante, el extraño y sobrenatural
hecho de mi “resurrección”, mi hizo reflexionar profundamente acerca de la vida
y de la muerte y ese mismo hecho, hizo de mi un investigador y observador de
misterios y realidades; de lo visible y de lo invisible, pero esa es otra
historia.
CAPÍTULO II: UNA INFANCIA EN TIEMPOS
REVO-
LUCIONARIOS Y EN DÍAS
INSÓLITOS.
Nací nueve meses después del
derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, hecho acaecido el 23 de
enero de 1958. Esto quiere decir lo siguiente: al momento de la caída del
dictador, yo estaba siendo engendrado. Este hecho también fue significativo
para mi vida. Mi simpatía por las actividades revolucionarias, fue evidente
desde muy temprana edad, pero esa es otra historia.
Por los momentos, me referiré a cosas
extrañas acontecidas en mi existencia, en estos primeros años.
Mi familia era muy humilde. Mis primeros
cuatro años de edad, los viví en una barriada conocida como barrio
“Paramaconi”, situada al norte de Caracas, al pie de la montaña Guaraira Repano
(Cerro Ávila, cuyo significado en aborigen, es “la ola que vino del mar”),
entre la Urbanización San
Bernardino y el barrio “Los Erasos”. Allí, disfruté de mis momentos infantiles,
viendo caer la lluvia y disfrutando inocentemente de la crecida de la quebrada
a cuya orilla mi padre construyó un rancho de madera, con un puente del mismo
material que usábamos para cruzar sobre la quebrada. Con el tiempo la casa pasó
a tener bloques en su estructura y el puente sobre la quebrada fue remodelado y
fabricado de cemento armado, para sustituir al primer puente de madera arrasado
por una crecida bajo una torrencial lluvia. Mientras tanto mis hermanos Juan y
Guillermo, disfrutaban conmigo de las torrenciales lluvias, cantando a nuestra
manera: ¡Que llueva, que llueva, que la vieja está en la cueva! Entre tanto,
las aguas crecidas arrastraban cocinas, neveras, cauchos y muchos otros
objetos, los cuales veíamos pasar, sin medir el peligro de nuestra casa situada
a la orilla de esa quebrada.
En esa casa, comenzaron a ocurrirme cosas
muy extrañas. Por los días cuando fui dado de alta en el hospital, mi madre me
dejaba durmiendo dentro de una cuna, en un cuarto muy largo, cuya pared de
fondo era el mismo cerro “banqueado” de manera casi liza. Cuando mi madre me
arropaba en la cuna después de haber rezado por mí-ella fue una católica devota,
como he dicho; hoy, a sus 94 años de edad, le sirve al Señor Jesucristo-, yo
veía como un extraño ser con apariencia de simio salía del cerro y se acercaba
a mi cuna; luego, se quedaba mirándome fijamente y comenzaba a girar la cabeza
de una forma que me producía vértigo. Yo comenzaba a gritar y entonces, mi
amada madre acudía presurosa para socorrerme. Rezaba por mí; pero ella, no
podía ver aquel ser extraño y demoníaco que perturbaba mi sueño.
En otra ocasión, cuando tenía
aproximadamente cuatro años de edad, desperté sobresaltado un domingo en la
mañana al escuchar que alguien me llamaba por mi nombre. Me levanté de la cama
descalzo y no encontré a nadie en la casa. Mi madre, mi padre y mis hermanos,
habían ido todos a la misa y a mí me dejaron solo en la casa porque estaba
dormido. Me asomé por la ventana que daba a la quebrada, desde la cual podía
observarse parte de San Bernardino. Fue entonces cuando vi una camioneta caer
sobre un rancho de la familia de Juan Ramón Espinoza; gracias a Dios, no hubo
víctimas fatales. Lo más sorprendente, es que estoy contando este hecho
acontecido cuando yo tenía cuatro años, porque lo viví. Nadie me lo contó.
Alguno diría que por haberme impresionado,
estos hechos quedaron grabados en mi mente. Yo también pude haber pensado algo
semejante; no obstante, luego pude comprender lo siguiente: nací con la
destreza lectora; para mí no fue necesario aprender a leer como otros niños. Mi
madre nunca se percató de esto. Primero, porque ella había enseñado a leer a
todos mis hermanos y hermanas; en segundo lugar porque yo desconocía el
significado de aprender a leer. Para mí era “natural” leer lo indicado por mi
madre. Años después, al iniciarme en el primer grado en la Escuela “José Ramón
Camejo” de Sarría, mi maestra María Antonieta sorprendida, me llevó aula por
aula para que todos los estudiantes y maestros me escucharan leer; a todos les
asombraba la fluidez lectora que poseía a mi corta edad.
En medio de todas estas “cosas extrañas”
experimentadas en mi vida, recuerdo un incidente vinculado a la lucha
revolucionaria. En esos días de 1962, cuando la insurrección fue la respuesta
del pueblo a la política del hambre implementada por el presidente Rómulo
Betancourt, la policía municipal y la Dirección General
de Policía (Digepol) quienes vestían de
negro con cascos negros y botas negras, allanaban las casas en horas de la
madrugada, buscando insurrectos. Yo recuerdo, como esos allanamientos
realizados casa por casa, perturbaron varias veces mis sueños.
Recuerdo en una ocasión, cuando me
encontraba al lado de mi madre, mientras ella lavaba la ropa en una batea de
concreto, usando jabón azul “las llaves”. De pronto, un grupo de hombres
armados pasó al frente de nosotros y preguntaron a mi madre: ¿Por aquí hay
salida para los Cortijos? Mi mamá les dijo que sí y ellos subieron por un
caminito de tierra enmontado, que pasaba detrás del baño de cartón piedra y
techo de zinc, que se encontraba a un lado de la “escalerita” de la casa. Al
rato, pasaron unos hombres armados también, usando cascos y diversos tipos de
uniformes y preguntaron a mi madre: Señora, ¿vio pasar por aquí unos hombres armados?
Mi mamá les dijo: ¡sí, siguieron por allá! Y les dio una dirección contraria a
la ruta verdadera seguida por los revolucionarios.
Quince años después, estando yo prisionero
en una celda del “Cuartel San Carlos”, le estaba relatando este hecho a un
grupo de revolucionarios, compañeros de prisión, hombres de 30 y 40 años de
edad (yo apenas contaba con 19 años), cuando uno de ellos, mi amigo Alejandro
Pereira, ex combatiente del grupo “Punto Cero”, me dijo con lágrimas en los
ojos: ¿Así que tú eres aquel niño que estaba con su madre a la orilla de la
quebrada, aquella tarde de 1963? Es decir, Alejandro era uno de aquellos
revolucionarios de los años 60, perseguidos cuando yo apenas contaba con cinco
años de edad y ahora los dos nos encontrábamos en la misma celda por enfrentar
a la funesta oligarquía y al Imperio de los Estados Unidos de Norteamérica,
pero esa es otra historia.
Mi infancia fue normal y a la vez no lo
fue, porque siempre tenía vivencias y experiencias muy extrañas para mí, aún en
estos primeros días del año 2013, cuando sigo escribiendo este testimonio
iniciado en noviembre del 2012, comprendo lo difícil que significa para un niño
haber experimentado las cosas que yo experimenté.
Ya por el año 1965, en los días de la
“gaita del 65 de Ricardo Aguirre”, ese gaitero ya fallecido, muy conocido en el
Zulia, en todo Venezuela y en gran parte del mundo, mi familia se radicó en la
Calle Real de los Frailes, subida de Gato
Negro. En esa casa, donde estábamos alquilados, viví algunas experiencias las
cuales nunca olvidaré. Al lado, vivían unos vecinos cuya familia estaba formada
por la madre, la hija, el padrastro y los hermanitos hijos del padrastro. Lo
cierto es que la hija hizo amistad conmigo y con mis hermanos Juan y Guillermo.
Ella era una adolescente de unos 13 ó 14 años; su padrastro la maltrataba
mucho. La muchacha se asomaba al balcón que daba hacia el patio interno de la
casa y allí conversaba con nosotros. Siempre la veía muy triste y yo como niño
de 6 años, sufría por ella. A su vez, ella, para corresponder a la amistad y el
cariño otorgado por mis hermanos y yo, nos regalaba juegos de cartas: nosotros
disfrutábamos con el “1 de copa”, el “3 de oro”, el “4 de bastos”. Para
nosotros era un preciado regalo y yo guardé esas cartas por más de un año,
cuando nos mudamos a otro sitio de Caracas.
Un día llegó a la casa un joven de unos 20
ó 21 años aproximadamente, quien hizo amistad con nuestra familia.
Inmediatamente este joven me tomó cariño y me cargaba, mientras me decía: “este
va a ser tremendo tipo”. Yo escuchaba cuando él se iba que mi papá le decía
bajito a mi mamá: “ese muchacho es bueno, pero tiene un problema, es
comunista”. A los días, como ya yo leía la prensa, vi la noticia destacada en
primera plana: “MUERTOS GUERRILLEROS EN ENFRENTAMIENTO CON LA DIGEPOL ”, debajo del
titular, pude observar la fotografía de mi amigo, ese que me cargaba y fue
entonces cuando supe su verdadero nombre: FABRICIO ARISTIGÜIETA, alias “el
loco”.
Mis hermanos mayores Gilberto y Raúl, tenían
noviazgo con dos muchachas del Barrio Paramaconi, ellas a su vez, también eran
hermanas: María Elena y Elba. Cuando nos mudamos a la subida de Gato Negro,
estas jóvenes siguieron visitando a mis hermanos. Para nosotros, mis hermanos
Juan, Guillermo y yo, era una alegría, porque cada domingo ellas nos traían
dulces, juguetes y mucho cariño. Realmente comprendo ahora, que María Elena y
Elba eran unas jóvenes muy generosas y bondadosas. Cuando mis hermanos
terminaron su noviazgo con ellas, Juan, Guillermo y yo sufrimos mucho. ¿Quién
nos iba a traer los soldaditos de plástico? ¿Quién nos iba a obsequiar esos
dulces y golosinas tan sabrosos? ¿Quién nos iba a dar tanto cariño como María
Elena y Elba?
Cuando María Elena y Elba no volvieron más
a la casa, Juan, Guillermo y yo, nos pusimos muy tristes y lloramos por ese
motivo.
Otro acontecimiento extraño por este
tiempo, fue el siguiente: Mariano un antiguo amigo de la familia, habitante del
Barrio Paramaconi, seguía visitándonos en nuestra residencia de los Frailes de
Catia. Un día dejó de visitarnos, él era un hombre algo mayor (unos 60 años
aproximadamente). Mariano era un moreno juguetón, de carácter risueño y buen
amigo. Al notarse su ausencia, una tarde ya cayendo la noche, mi madre
preguntó: ¿qué será de Mariano, que no ha venido más? En eso, tocaron a la
puerta con el mismo estilo bromista que Mariano tocaba. Cuando abrimos la
puerta, no había nadie. Al rato, volvieron a tocar, pero tampoco había nadie.
Mi madre me dijo que me escondiera en la azotea para ver quien estaba
molestando, porque desde la azotea se veía la puerta de la casa sin que desde
abajo pudieran verlo a uno. Tocaron de nuevo a la puerta, pero yo no vi a nadie
tocando. Al día siguiente nos llegó la triste noticia: a esa hora, cuando
tocaban extrañamente a nuestra puerta, Mariano había fallecido, arrollado por
un vehículo mientras ayudaba a un amigo a reparar su automóvil accidentado. Por esos días, la prensa nacional, entre
ellos el diario “Últimas Noticias”, “El Mundo” y “El Nacional”, comenzaron a
reseñar las extrañas experiencias del médico Vegas Sánchez, quien aseguraba
tener contacto con los “extraterrestres”. El médico inclusive llegó a dibujar a
estos extraños seres, quienes aparecen en los periódicos de septiembre y octubre
de 1966. Además, por estas fechas, Vegas Sánchez asegura lo siguiente: “los
extraterrestres me aseguraron que ocurrirá pronto un terremoto en Caracas y que
existe una falla geológica en el cerro “El Ávila”.
Pasados los meses, nos mudamos para Altavista,
alquilados en la casa de un compañero de trabajo de mi papá de nombre Cruz
Falcón. En esa casa padecimos mucho, porque además de que nuestra economía
familiar se deterioró grandemente y llegamos a pasar mucha hambre, en la casa
una plaga de pulgas nos mortificaba día y noche.
Yo me divertía intentando imitar las
canciones en inglés de “Los Beattles” y con mis hermanos hacíamos shows de
fantasía para mitigar el hambre. Un día tuve un extraño sueño: yo luchaba con
el diablo, éste aparecía en mis sueños como el diablito de “Under Wood” y
cuando caímos al suelo peleando, hubo un terremoto.
Era el mes de julio de 1967, cuando la
prensa comenzó a reseñar la ocurrencia de diversos eventos en varios países,
entre ellos el terremoto de Perú de ese año. Caracas había celebrado su
cuatricentenario el 25 de julio de 1967. Posteriormente, el viernes 28 de
julio, mis hermanos Juan, Guillermo y yo, vimos un fenómeno extraño sobre el
cielo de Caracas: una aureola de luz rodeaba al sol, mientras una extraña llovizna
caía sobre la ciudad. Mi madre cocinaba y nosotros nos acercamos a ella y le
dijimos: “mamá, hubo un terremoto en Perú, otro en Argentina, ahora le toca a
Venezuela”. Mi madre nos regañó con estas palabras, “¡no digan eso; eso es
malo, ave maría purísima!”.
Al día siguiente, todo parecía normal.
Sábado 29 de julio de 1967. En la casa todo había transcurrido en tranquilidad.
Mi hermano Juan y yo, siempre peleábamos por todo y por nada. Por eso, cuando
estábamos sentados todos al televisor, a las ocho de la noche de ese sábado,
disfrutando de la serie “El Caballo de Hierro”
y yo terminé de construir un edificio con las barajitas de naipes que me
había regalado aquella adolescente maltratada, la vecina de allá en Gato Negro,
mi edificio comenzó a derrumbarse y Juan estaba al lado. Cuando iba a empezar a
reclamarle a Juan por tumbar mi casa de barajitas y mi hermano mayor Gilberto
se disponía abrir la puerta para irse al barrio Cochecito, donde había una
fiesta en la casa de mi tía Pilar, ocurrió lo inesperado: el techo de la casa
comenzó a vibrar como si se tratara de un viento huracanado, la vibración llegó
hasta al piso y la tierra comenzó a temblar con un ruido escalofriante, un
zumbido y ronroneo que nunca antes había escuchado. La puerta se atoró y no
podíamos abrirla, hasta que logramos salir a la escalera y mientras corríamos
desesperados por alcanzar la calle, la fuerza del terremoto nos derribaba y
volvíamos a levantarnos.
Ya en la calle, se produjeron dos réplicas
del temblor de 6.7 en la escala de Richter. Pude observar como la gente se
ponía de rodillas y levantaban sus manos pidiéndole perdón a Dios. Yo, un niño
de 7 años y 9 meses, para entonces, estaba muy sorprendido y aterrorizado. En
ese momento observé como dos perros comenzaron a pelear dándose feroces
dentelladas, cayeron desde un cerro a la calle, el pavimento se abrió por la
onda sísmica y los perros cayeron en la grieta, la cual se cerró inmediatamente.
Esa noche, nadie quería dormir en casa por
temor a otro terremoto. Muchas familias nos fuimos al parque de Altavista,
donde actualmente está la Escuela Distrital
“Cecilia Pimentel”. Allí pasamos la noche, bajo el frío y el escalofrío de la
terrible experiencia vivida.
Al día siguiente, muy de mañana, mi
familia y yo retornamos a nuestro hogar. Como no habíamos dormido durante toda
la noche, mis hermanas María, Carmen y mis hermanos Juan, Guillermo y yo, nos
quedamos dormidos, hasta el mediodía. A eso de las 12 del mediodía, me desperté
sonámbulo y salí corriendo a la calle, con la pesadilla de otro terremoto. Mi
hermano Guillermo, se levantó también sonámbulo, derramando sangre por las
fosas nasales. Después de recuperarme de la pesadilla, mediante un vaso de agua
con azúcar que me dio mi madre, salí a la calle a eso de la 1 de la tarde y
frente a la bodega de Claudio Santiago, un andino de Boconó, como el decía “el
jardín de Venezuela”, mis hermanos y yo observamos la fiera lucha entre una
araña tarántula y una avispa azul, donde la avispa terminó dándole muerte a la araña
y depositando sus huevos en ella.
Ese día, domingo 30 de julio de 1967, la
tarde transcurrió más tranquila, hasta que llegó la noche. Cuando eran
exactamente las 8:05 de la noche, la misma hora en que, según el reloj de
campana de la casa, había ocurrido el terremoto la noche anterior (el observatorio
Cagigal reseñó las 8:10 pm), ocurrió algo inesperado: un apagón repentino y
total, dejó en tinieblas a la ciudad de Caracas. Ante este evento inesperado,
mis hermanos Carmen, Juan y yo salimos corriendo a la calle, pensando que se
trataba de otro terremoto. Fue cuando se me ocurrió mirar al cielo (mis
hermanos no lo hicieron) y observé aquel enorme platillo volador (ovni), el
cual volaba a gran velocidad, dando giros de 360 grados, con una frecuencia
impresionante. Este objeto en forma de dos platos colocado el uno sobre el
otro, emitía luces de todos colores mientras giraba y cuando se remontó por
sobre el cerro “El Ávila” rumbo al litoral central, la energía eléctrica volvió
a la ciudad. A mi entender este “Objeto Volador no Identificado” (ovni),
absorbió la energía eléctrica de toda la ciudad, a su paso. Con el tiempo, fui
indagando sobre este extraño plato volador. He revisado información referente
al llamado fenómeno “OVNI” y lo más cercano a mi experiencia, es un supuesto
platillo volador que cayó al mar en septiembre de 1967 (no en julio), según
algunas fuentes de la Fuerza Aérea
de los Estados Unidos ( 1).
Al día siguiente de este nuevo evento
sobrenatural, 31 de julio de l967, la prensa nacional, principalmente “Últimas
Noticias”, “El Mundo”, “El Nacional” y “El Universal”, reseñaron el hecho, con
titulares como estos: “PLATILLO VOLADOR SOBREVOLÓ ANOCHE CARACAS”; “RADIO
AFICIONADO FOTOGRAFIÓ EL OVNI”; “EL CARDENAL JOSÉ HUMBERTO QUINTERO VIO EL
OVNI”. Debajo de los titulares aparecía la foto del platillo volador que yo
había observado. Fue entonces, cuando recordé el reportaje que le habían hecho
al doctor Vegas Sánchez casi un año antes y su “profecía” acerca del terremoto
y su contacto con los “extraterrestres”. Ahora, ya en el Señor, poseo cierta
noción (sólo en parte), de estos hechos: algunos de estos seres conocidos como
“extraterrestres”, son en realidad, ángeles caídos, demonios que se rebelaron
contra Dios.
No obstante, para los días de esa extraña
experiencia yo apenas contaba con ocho años de edad. Verdaderamente, vi lo que
vi: se trataba de un extraño “platillo volador”, el mismo reseñado por la
prensa de esos días. Invito a los lectores, a buscar en las hemerotecas, las
noticias relacionadas con el terremoto de Caracas y la aparición de este OVNI.
También, las referentes a los “extraterrestres” en Caracas.
Para finalizar este capítulo, quiero hacer
referencia a dos sucesos extraños acontecidos en la Ciudad de Caracas, en los
días previos al terremoto de 1967; ambos sucesos, pueden formar parte de la
llamada “cultura popular del rumor”. Sin embargo, la gente los recordó el 30 de
julio de ese año:
1-
Un hecho bien extraño, fue la muerte de
una mujer en el Hospital Pérez Carreño de Caracas. La mujer, según testigos,
falleció y a los pocos minutos, despertó, se sentó en la camilla y
exclamó:-DIOS MÍO, LO QUE VA A PASAR EN CARACAS- Luego, esta mujer volvió a
morir.
2-
Otro acontecimiento no menos extraño, fue
el nacimiento de un bebé con bigotes y “patilla”. Los médicos se agolparon para
mirar al extraño personaje, cuando éste habló y dijo: -DIOS MÍO, LO QUE VA A
PASAR EN CARACAS- Dicho esto, el extraño bebé falleció. Ambos hechos, me enteré
luego, fueron dados como “extras” de “NOTI-RUMBOS”.
Ciertamente, muchos misterios aún son
indescifrables para el hombre; yo prefiero, esperar en Jesucristo, porque él
conoce todas las cosas, pues él es EL CAMINO, Y LA VERDAD , Y LA VIDA , conforme a San Juan
14:6.
(1)
Recomiendo leer el “Proyecto Libro Azul” de Brad Steiger.
La Historia atraviesa su
largo preciso:
LA
MANCA Y “EL POSTRE”
LA MUCHACHA A LA ENTRADA DEL METRO
CAPÍTULO III:
COMO ME HICE
REVOLUCIONARIO
Estoy convencido como creyente en
Jesucristo, que las casualidades no existen. Cuando tenía 10 años de edad,
cursaba el cuarto grado de Educación Primaria, en la Escuela Nacional “Julio
Planchart”, edificio Di Salvo, frente a la redoma de la calle Real de Altavista,
Parroquia Sucre, Caracas, para entonces, Distrito Federal. Hoy, vivo con mi
esposa Mirna Mena y mis hijos Moisés Elías y Elías Moisés, exactamente frente
al edificio donde quedaba la escuela donde cursé de tercero a sexto grados.
Sigo siendo un inquilino presionado por un avaricioso arrendador, pero esa es
otra historia. Una mañana cuando estudiaba
cuarto grado, al entrar al aula, observé debajo de un pupitre, un libro que
llamó mi atención y el cual tenía la siguiente inscripción en su portada: “LOS
TRABAJADORES Y EL SOCIALISMO”. Tomé el libro y comencé a ojearlo. Uno de mis
compañeros de estudios le dijo a mi maestra Marcela Millán de Arraiz:
-¡maestra, Gómez se encontró un libro! La maestra se levantó del escritorio y
se dirigió apresuradamente a mi asiento, mientras me pedía le entregara el
libro. Le entregué el libro de “mala gana”, mientras ella me advertía: “Esto es
comunismo. Los niños no pueden leer estos libros”.
Desde ese día, en mi creció una enorme
curiosidad por saber el significado de la palabra SOCIALISMO. Como no sabía
donde indagar y a quien preguntar, me dediqué a leer y aprender sobre Simón
Bolívar. Recuerdo que en ese tiempo salió a la venta un álbum de barajitas
titulado “Simón Bolívar, vida heroica”; me dediqué a coleccionarlo todo y
comencé a pensar que yo sería algún día como el Libertador.
Al cursar el quinto y sexto grados, mi
mentalidad idealista, poética, romántica y humanista, fue reforzada por mi
maestro de aula en esos grados: JUAN JOSÉ CÁCERES, quien con su personalidad,
su ejemplo y la formación permanente en valores, me hizo incrementar mi amor
por la patria, por la humanidad, por el prójimo y entonces comencé a repetirme
para mi mismo: YO QUIERO SER COMO SIMÓN BOLÍVAR.
Cuando salí de la primaria, inicié mis
estudios de secundaria en el Liceo “Gustavo H. Machado” de Altavista (hoy,
ubicado a la entrada de Cútira). Allí, entré inmediatamente en contacto con
militantes revolucionarios de Ruptura-PRV y de los Comités de Luchas Populares
(CLP), así como los Comités de Luchas Estudiantiles Revolucionarias (CLER),
ambos comités, vinculados al Partido clandestino “Bandera Roja”. Comencé a
colaborar con estos grupos y un día, el director y el subdirector del liceo, me
llamaron a la dirección para interrogarme y comenzaron a preguntarme: ¿Qué
relación tienes tú con los comunistas? Allí recordé aquel libro que me había
quitado mi maestra de cuarto grado y la advertencia que me hizo acerca del
“comunismo”. Sin embargo, yo no entendí la frase del Subdirector profesor Paúl
Rojas, cuando me dijo: “si tú eres comunista, te vamos a castrar”.
Me dediqué a buscar en un diccionario y a
la vez pregunté a los mayores, el significado de la palabra “castrar” y cuando
lo supe, pensé que Paúl Rojas y el director eran hombres muy perversos y decidí
ponerme del lado de los comunistas, aunque me definía para entonces como “revolucionario
bolivariano”.Ya cuando conocí a Cristo, oré por Paul Rojas e inclusive muchas
veces por Carlos Andrés Pérez, quien fue presidente de Venezuela en dos
oportunidades y bajo cuyo mandato fui hecho prisionero el primero de abril de
1978. Esa, es otra historia.
Antes de continuar el relato de mi
secuencia de experiencias en los institutos de educación media, debo referirme
a una oportunidad, cuando tenía catorce años de edad y trataba de aprender a
patinar, en esos patines de cuatro ruedas de antes, los que nunca pude dominar.
Frustrado por mi falta de habilidad y destreza para patinar, me quité un patín
y arrastraba un pie mientras me desplazaba con el otro pie montado en el patín
derecho. Era aproximadamente las cinco de la tarde de un día domingo, en la
calle San Isidro de Altavista, cuando de pronto un sujeto delgado, de bigotes,
de aproximadamente 28 ó 30 años de edad, comenzó a caminar a mi derecha. Yo le
miraba de reojo, cuando el individuo me lanzó sorpresivamente una puñalada. La
esquivé milagrosamente y le dije:-“¿Tú eres loco?, casi me das una puñalada”-
El malvado sujeto, me respondió:-“No te preocupes chamo, estaba jugando. No te
asustes”- Yo le contesté:-“Ah, ¿con que tú juegas con cuchillos?”- El
delincuente siguió caminando a mi lado y yo estaba atento esperando el segundo
ataque a cuchillo. Cuando me lanzó la segunda puñalada, me esquivé y le propiné
un contundente golpe en las costillas con el patín que llevaba en mis manos.
Sentí como sus costillas crujieron y el malandro me gritó:-“¡¡Ay me mataste”-¡¡
Entonces, enardecido por su macabro y criminal cinismo, le respondí:-“¿Sí?
¡¡Muérete pues!!”- Amagué con volverlo a golpear y el homicida frustrado huyó agarrándose
el costado izquierdo. Confieso ante Dios y ante los hombres, que sentí
satisfacción por haber hecho justicia con aquel perverso. Años después, el
Señor me perdonó de este y de todos mis pecados, porque no debemos vengarnos
nosotros mismos. “MÍA ES LA
VENGANZA , YO PAGARÉ, DICE EL SEÑOR” (Deuteronomio 32:35).
Cuando cursaba el tercer año de
bachillerato (hoy noveno grado de secundaria), había una protesta estudiantil
en el liceo “Juan Landaeta”, cercano al
Hospital Periférico de Catia. Recuerdo que me encontraba en una clase de
Geografía con la profesora Luisa Villamizar, una docente de origen andino muy
característica y peculiar. Cuando me levanté para salir del aula y dirigirme al
liceo Juan Landaeta, ella me interrogó: ¿A dónde va el estudiante Rubén Gómez?
Yo le respondí,-“a protestar en solidaridad con mis compañeros del Juan
Landaeta”-. Ese día la policía me detuvo y me dieron una paliza con rolos y
peinillas. Mientras los policías metropolitanos me arrastraban por la calle
diagonal al liceo mencionado, un grupo de estudiantes arrojó piedras y botellas
contra los uniformados y pudieron rescatarme para que no me llevasen a la
comandancia de Cotiza, donde seguramente me asesinarían. Aquí Dios me libró de
la muerte una vez más, pero yo, ignorante de las cosas espirituales no lo
entendí y ese día, lleno de odio contra los policías torturadores, decidí
hacerme definitivamente un “revolucionario radical”.
Antes de continuar la secuencia de esta
narración, quiero referirme a algunos eventos y circunstancias muy importantes
en mi vida. Tenía apenas trece años de edad, cuando conocí a Benita Rodríguez.
Era un sábado de mayo de 1971. Pasaba por el lugar conocido como “EL BARRANCO”,
parte de la calle San Isidro que había cedido como consecuencia del terremoto
de 1967. Eran días un tanto lluviosos y vi aquella muchacha. Como había un
charco de agua, le sugerí jocosamente:-“Si quieres te cargo y te cruzo para que
no te mojes”- Ella, quien era una bella adolescente de unos catorce años, me
respondió:-“Está bien, cárgame pues”- La respuesta de Benita, me dejó fuera de
lugar. No supe como responder. Desde aquel día, me enamoré de ella. Unos días
después, le obsequié una caja de Chicles Adams y le pedí que fuera mi novia.
Benita me dijo que sí, y me sentí muy feliz.
Había un muchacho de nombre José Petit, al
cual yo había tratado de manera muy injusta. Se trata de esas prácticas
sometedoras. Donde lo veía, lo golpeaba y él me tenía mucho miedo. Para los
días cuando me enamoré de Benita (¿se enamoró ella de mí alguna vez?, no lo
sé), tanto José Petit y yo teníamos trece años de edad. José hizo las paces
conmigo y se hizo pasar como mi amigo. Lo cierto, es que a él le gustaba mi
novia y quería quitármela a como diera lugar.
Una mañana de septiembre de 1971, me
encontré con la siguiente situación: la calle San Isidro tenía escrituras
hechas con tiza, donde ofendían a mi muchacha, a la cual nunca llegué a darle
un beso. En las inscripciones hechas con tiza, una mano perversa ofendía a mi
novia, como si ella fuera una muchacha de la mala vida. Estaba sorprendido y molesto por esto, cuando mi
amigo Luis Rodríguez, hermano de Benita, me dijo:-“Rubén, mi hermana quiere
hablar contigo. Ella está muy molesta”- Cuando llegué a la casa de Benita, ella
estaba junto con José Petit y me increpó:-“Rubén Gómez, yo no esperaba eso de
ti; me has decepcionado. Esas cosas que me escribiste son muy feas. Hemos
terminado”-, me dijo con una gran tristeza en su voz. Yo le pregunté:-“¿Cómo
crees tú que yo haría algo así, si yo te quiero?”- Ella me dijo:-“No vuelvas a
decir que me amas. Para mí eres un hipócrita y hemos terminado”- Y luego
agregó: “-Desde hoy soy la novia de Joseíto (José Petit)”- Lleno de dolor, me
alejé de aquel lugar. Me sentía herido, ofendido. Y peor aún: me llené de gran
ira, cuando supe quien era el autor de aquellas “pintas” hechas en las paredes de la calle San Isidro, con
tiza; no era otro, sino José Petit.
Desde ese día juré vengarme de Joseíto y
donde quiera que lo veía, le buscaba problemas. Peleamos en seis ocasiones y él
me dio una verdadera golpiza. Me ganó las seis peleas. Llegué a sentir miedo,
pero mi orgullo era mayor que mi cobardía. Así, que decidí jugarme el todo por
el todo y procuré una última pelea. Ese día nos dimos muy duro los dos. Para
mí, el resultado de la contienda fue tablas. Pero todos levantaron mi mano y me
declararon ganador. Esa noche, una
hermana de Benita Rodríguez, la tomó de la mano y la trajo a mí, para que yo
tomara su mano y me reconciliara con ella. No sé si fue por orgullo o por
dignidad. Le dije a Benita:-“Aunque me duela mucho, ya no puede ser”-. Ella se
alejó muy triste y yo, lloré lágrimas amargas por aquella decisión. Para
olvidarla, decidí que debía enamorarme de nuevo.
Llegó el mes de julio de 1972, contaba yo
catorce años de edad, cuando sentado en un muro frente a la Escuela “Madre Cecilia
Cross” de Altavista, esto es “Fe y Alegría”, vi aquella muchacha de tez muy
clara y cabellera negra y larga. Sin embargo, fueron sus ojos negros como el
azabache, lo que más me llamó la atención. Me quedé mirándola. Ella asomada al
balcón de la escuela, en el primer piso y yo, sentado en el muro de la que
ahora es la casa de mi hermano Raúl. La muchacha me miró y así nos quedamos
mirándonos fijamente, por muchos minutos. Pensé:-“¿Qué voy a hacer con volverme
a enamorar? ¿Para qué? Sin embargo, aquella noche no pude dormir. Solamente
pensaba en aquella muchacha. Si escuchaba una canción me recordaba a ella. Y me
preguntaba:-“¿La volveré a ver?”-
Pasaron las vacaciones escolares del
período 1971-1972 y se dio inicio al año escolar 1972-1973. Comencé a cursar el
tercer año de bachillerato (hoy noveno grado), en el liceo “Gustavo H. Machado”
de Altavista. Un día, en horario de receso, en octubre de 1972, la vi. Allí
estaba aquella muchacha de mirada bonita y profunda. Mi corazón comenzó a palpitar.
Pero angustiado por la experiencia tenida con Benita Rodríguez, no me atreví a
decirle nada. Por esos días sonaba mucho en las emisoras la canción
interpretada por ese cantante mejicano de todos los tiempos Pedro Infante,
“Pasaste por mi lado”. Yo sufría mucho, viendo pasar aquella muchacha con sus
amigas, sin saber siquiera quien era ella, hasta que un día escuché como una de
sus amigas, la llamaba por su nombre:-“Espérame Elizabeth”-
Elizabeth fue mi amor imposible. Terminó
el año escolar 1972-1973 y en las vacaciones de Agosto, la encontré al fin sola
y me decidí a hablarle. Estaba tan emocionado que apenas podía hablar con
coherencia. Hasta que finalmente pude decirle:-“Elizabeth, no sé si has notado
como estoy pendiente de ti. Cuando pasas; me gusta como sonríes, como hablas.
Sin que te dieras cuenta, he investigado tus notas; todo me importa de ti. Y sé
que tu nombre completo es Elizabeth Ochoa García. Me gustas mucho Elizabeth”-
Así le dije y yo mismo no podía creer que se lo estaba diciendo. Me parecía un
sueño estar hablando con ella. Elizabeth escuchó en silencio y luego me dijo
con un tono de voz fuerte, pero a la vez cariñoso:-“Busca a tu amigo Carlos
Salazar”. Dile que venga y luego podemos hablar los tres”-
Yo no entendía aquello. Mientras me
dirigía a la casa de mi amigo Carlos, me preguntaba a mí mismo: -¿Qué tendrá
que ver Carlos con todo esto? Carlos Salazar era mi mejor amigo por aquellos
días. A él, yo le contaba mis cosas. Era mi confidente, respecto al sentimiento
que me embargaba por Elizabeth Ochoa García. Él mismo Carlos me decía:-“Tienes
que hablarle pronto. Si no te atreves a decirle que la amas, otro la va a
enamorar”. Iba pensando en todas estas cosas, hasta que llegué a Casa de
Carlos. Él, me acompañó enseguida y nos encontramos con Elizabeth. Ella le dijo
a mi amigo:-“Carlos, ¿Por qué no le dijiste a tu amigo, que yo soy tu novia?”-
Yo le pregunté a Carlos: “¿Es verdad eso, amigo?”- Carlos bajó la cabeza y me
dijo:-“Es verdad, Rubén. Perdóname por no habértelo dicho, amigo”- Le dije, con
gran dolor en mi corazón: -“No importa, quédate con ella, pero cuídala”- Me
alejé de ellos apresuradamente. Cuando había recorrido unos veinte metros, me
llamaron:-“¡¡Rubén, amigo Rubén!! Era Carlos, quien me seguía. Me alcanzó, me puso
una mano en el hombre y me preguntó: “-¿La amas de verdad-?” Yo le dije: -“Sí,
con todo mi corazón”- Entonces, Carlos me dijo: “Yo sé que sí. Por eso, acabo
de terminar con ella. Porque somos amigos de verdad y yo no puedo traicionar a
mi amigo”. Yo le dí las gracias a Carlos por comprenderme y le dije que podía
seguir con ella si quería. Ya lo olvidaría. Carlos no aceptó y me dijo: -“Yo
creo que ella también gusta de ti, pero no quiere demostrártelo”- Respondí:-“Si
gusta de mí o no, ya no importa”-, le respondí por despecho, por dolor, por
engañarme a mí mismo.
Lo cierto, es que amé a Elizabeth de una
manera especial: nada ni nadie podía sacarla de mi mente y de mi corazón.
Pasaron los años y me fui detenido por mis actividades revolucionarias. Hacía
cinco años que había visto por primera vez a Elizabeth. Desde mi prisión, en el
Cuartel San Carlos, le escribí una carta diciéndole cuanto la amaba y compuse
una canción, donde en apariencia renunciaba a ella:
No me queda más alternativa que
olvidar
Si tu amor yo nunca
pude conquistar
Un poema, una sonrisa,
una palabra
Una mirada en el vacío,
que no pudo ser verdad
Hoy comprendo que lo nuestro nunca
pudo ser
Y el poema ya se aleja
con su acontecer
Hoy te pido que me
olvides, para mí tú ya no existes
Sólo has sido un
espejismo del ayer
No me queda más
alternativa que olvidar
Fuiste niebla, cielo
gris, yo fui huracán
Fuiste algo del pasado,
pero yo ya te he olvidado
Aunque sé que nunca tú
me olvidarás
Hoy comprendo que lo
nuestro nunca pudo ser
No me queda más
alternativa que olvidar, aaaaar.
Entregué la carta a mi madre y mi hermana
María Teresa, quienes se la entregaron a la joven de mis sueños. Elizabeth me
respondió, que ya estaba casada. También me decía que su esposo la maltrataba y
ella quería terminar con él. Y lo más grande: Elizabeth me confesó, que yo era
el amor de su vida. Me pidió perdón por no haberme comprendido antes y me
aseguraba:-“Tú eres un hombre muy noble. Sé que me amas de verdad”. Mi madre y
mi hermana, no quisieron llevar la última carta que le escribí, por temor a
dañar su matrimonio. Pero Elizabeth se divorció de aquel joven inmaduro que la
atormentaba. Sin saber más de mí, con los años se casó y llegó a tener hijos.
Muchos años después supe de ella, pero esa es otra historia.
Me hice tan radical y extremista, que al
cumplir los catorce años de edad, un día de agosto de 1973, decidí marcharme de
la casa para incorporarme a las guerrillas en el Estado Monagas. Invité a mis
compañeros de aventura a la casa y nos dedicamos a escuchar canciones de Alí
Primera: “Madre, déjame luchar”; “Dispersos”; “Las casas de cartón”, entre
otras. A la mañana siguiente, le dije a mi madre:-“ ya vengo”- y salí sin
despedirme, junto con dos adolescentes de 15 y 19 años y un adulto de 32 años,
rumbo a las montañas de Monagas, para entrar en contacto con las guerrillas.
El adulto de 32 años conducía el automóvil
y yo llevaba mi morral con ropas, unas botas “frazzani”, una pistola Beretta
calibre 22 y una bolsa de proyectiles. La pistola y los proyectiles los llevaba
escondidos en un suspensorio puesto debajo de la ropa interior.
Al entrar a la ciudad de Maturín, nos
topamos con una alcabala móvil o puesto de control de la Guardia Nacional.
Éstos, nos hicieron señas para que detuviéramos el vehículo y nos ordenaron
salir con las manos en alto. Nos mandaron a pegar contra la pared para
requisarnos y el suboficial al mando dijo:-“el niño no. Quédate paradito aquí a
un lado”. Después de verificar la identidad de mis compañeros, los militares
nos permitieron continuar nuestro viaje, hacia las montañas de Altavista,
Urica, Areo y Miraflores, zona donde se encontraba para entonces, un
destacamento guerrillero comandado por Carlos Betancourt. Por el camino nos
reíamos con nerviosismo, porque los guardias no revisaron al único guerrillero
que iba armado: el niño pequeñito y delgadito de 14 años de edad.
Cuando llegamos a la zona montañosa de Altavista,
entramos en contacto con los campesinos, quienes se encontraban bastante
molestos con el ejército y la guardia nacional, porque estos efectivos quemaban
sus cosechas, les cobraban “vacuna” (1) y abusaban de sus mujeres e hijas.
Instruido por nuestro responsable, el joven de 19 años, hice una reunión con un
grupo de unos 50 ó 60 hombres mayores de edad, todos campesinos de la región,
quienes nos pedían armas para iniciar la resistencia en contra de la represión
y del abuso de los efectivos militares. Eran los días del primer gobierno del
tristemente célebre presidente Carlos Andrés Pérez, quien había prometido:
“PRESOS O IRREMEDIABLEMENTE MUERTOS, TERMINARÁN LOS ÚLTIMOS FOCOS SUBVERSIVOS
EN VENEZUELA”. Como no tenía nada que decir, prometí de manera demagógica (2),
que regresaría a Caracas y buscaría unos seiscientos fusiles para iniciar la
lucha armada en todo el campo de Monagas.
A los días de estar en el pueblo de
Altavista, nos movilizamos hacia el pueblo de Miraflores y una madrugada
llegamos a la hacienda de una colaboradora de la guerrilla, quien nos permitió
dormir en una casucha en el centro de la hacienda, mientras nos decía con voz
susurrante: “muchachos, no hagan ruido esta noche, porque aquí en la hacienda
están acampando dos compañías de cazadores (3) al lado derecho y en lo profundo
de la hacienda, están acampando cincuenta guerrilleros. Tengan cuidado, porque
se puede presentar un enfrentamiento”. De presentarse dicho enfrentamiento,
nosotros quedaríamos en medio de dos fuegos.
Dormimos tranquilos por el cansancio
aquella madrugada. En la mañana, cuando las tropas ya habían reiniciado su
movimiento, vimos salir a los guerrilleros en camiones camuflajeados como
campesinos, llevando sus cosechas y debajo de las manos de cambures y otros
frutos, llevaban los fusiles escondidos. Yo vi al catire “Frank”, que era su
apodo de guerra. Le dije que quería ir con ellos, pero mi responsable me dijo:
“No, tienes que esperar, porque nosotros nos vamos a incorporar a un campamento
de entrenamiento del “Frente Guerrillero Antonio José de Sucre”. Esa fue la
última vez que vi al catire, porque luego supe, había fallecido en un combate
con las tropas.
Sin embargo, nunca pudimos incorporarnos
al campamento de entrenamiento, porque nuestro responsable, el joven de 19
años, cayó gravemente en cama, enfermo de paludismo. Mi compañero de 15 años y
yo, nos desesperamos, al ver como estábamos aislados, mientras nuestro
responsable deliraba producto de la fiebre, sin ningún tipo de asistencia
médica y tomando “guarapos” preparados por los campesinos. En medio de esta
situación, mi compañero de 15 años y yo, decidimos regresar a Caracas. Pero
éramos menores de edad, no teníamos dinero ni permiso para viajar.
Salimos de Miraflores la mañana del 09 de
octubre de 1973 a
las 8, para comenzar a caminar rumbo a la ciudad de Maturín. Nos desplazamos
por la carretera y nos sorprendió la madrugada del 11 de octubre de 1973 en una
población denominada “Pueblo Nuevo”, caserío que había sido mudado de lugar por
esos años. Nos acostamos a la puerta de una casa, en la acera de la calle
principal, donde dormimos poco por el frío de la noche (4). A eso de las 6 de
la mañana de ese día, una señora abrió la puerta de su casa y nos ofreció pan,
queso y leche, lo que agradecimos grandemente y comimos con gran avidez, porque
teníamos mucha hambre.
A las 7 de la mañana del 10 de octubre de
1973, emprendimos nuevamente la caminata hacia Maturín, ciudad donde llegamos a
las 5 de la mañana del 11 de octubre, después de haber recorrido 75 kilómetros ,
aproximadamente. Arribamos a la capital del Estado Monagas, con los pies
hinchados y llagados; sumamente cansados, sin dinero y hambrientos. Comenzamos
a pedir dinero en las calles de la ciudad y a las 8 de la mañana aproximadamente,
como demostración de la generosidad del pueblo oriental y monaguense, ya
teníamos dinero suficiente para desayunar y para pagar el pasaje de regreso a
Caracas. Después de desayunar, nos dirigimos al Terminal de pasajeros para
comprar nuestro boleto para Caracas. En las taquillas se negaron a vendernos el
pasaje, porque éramos menores de edad.
Nos detuvimos en las afueras del Terminal
de pasajeros para pensar un poco sobre lo que debíamos hacer y fue cuando llegó
un agente de la policía de Monagas, el distinguido Herrera. Éste funcionario,
hablando con un acento oriental (5), nos dijo: -Muchachos, yo también soy
caraqueño-, y comenzó a interrogarnos veladamente, para ver si nos sacaba
alguna información. Nosotros le dijimos que éramos excursionistas y habíamos
venido a visitar la “Cueva del Guácharo” y nos habíamos extraviado de nuestros
compañeros. Herrera nos dijo:-No se preocupen muchachos, yo los voy a ayudar-.
Enseguida, llamó por su radio portátil y llegó un vehículo tipo “jaula” repleto
de policías uniformados, quienes la emprendieron a golpes y patadas contra mi
compañero de 15 años y yo, nos arrojaron dentro del vehículo como si fuéramos
sacos de papas y nos llevaron a toda velocidad a la Comandancia de
Policía. Allí, nos recibió un grupo numeroso de policías, quienes comenzaron a
insultarnos y nos decían:-“Ustedes no son excursionistas nada; ¿creen que somos
pendejos, ustedes son guerrilleros”-.
Así, nos mantuvieron ese día acosándonos e
interrogándonos, en espera del Comandante de la Policía del Estado
Monagas, quien llegaría en horas de la noche. Nos dieron algunos empujones y
bofetadas, mientras un policía con una tijera de cortar gramas, amenazaba con
cortarme mi cabello tipo “afro”. Mientras los malandros que se encontraban en
los calabozos, gritaban: -¡Pasénlos pa’ ca, pá hacerles la maldad! Yo, de
manera retadora, le hacía señas con el puño a los delincuentes, sin que los
policías se dieran cuenta.
Cuando llegó el comandante de la policía,
mi compañero y yo tuvimos una grata sorpresa, porque le caí en gracia a este
hombre, quien al verme me preguntó:” ¿Hijo, tú eres de aquí de oriente?; te
pareces igualito a un sobrino mío a quien quiero mucho”. De manera astuta, le respondí: No, señor. Yo soy
de Caracas, pero mi mamá nació en Tunapuicito, Estado Sucre. El comandante me
dijo:- bueno, es lo mismo, tienes sangre oriental- y en seguida le dio órdenes
a los agentes policiales:-“a estos muchachos me los dejan tranquilos. No los
metan a los calabozos y estén pendientes de su desayuno, almuerzo y cena”.
Nosotros le dimos las gracias al comandante, quien luego nos hizo algunas
preguntas de rigor y le respondimos la misma versión: “somos excursionistas,
veníamos a conocer la Cueva
del Guácharo y nos extraviamos del grupo”. En esos años, no existían los
celulares en Venezuela-al menos para los pobres-. El comandante nos pidió un
número telefónico de algún familiar, pero mi compañero había olvidado el número
telefónico de la casa de familia donde trabajaba su madre.
A la mañana siguiente, comenzó de nuevo
nuestra pesadilla: una comisión de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y
Prevención (Disip, hoy Sebín), informada de nuestra presencia en la Comandancia de Policía
de Monagas, nos “visitó” con la finalidad de verificar nuestra identidad y
someternos a un “breve” interrogatorio. Después de conversar con mi compañero y
yo, quienes en todo momento sostuvimos que “éramos excursionistas”, los agentes
de la policía política, le dijeron al comandante:-“vamos a tener que llevarlos
a la sede de la Disip ;
estos jóvenes son sospechosos de pertenecer a un frente guerrillero”. El
comandante, a quien yo le había caído bien, se molestó y le respondió a los
policías de la Disip :-“Eso
no va a ser posible; esos muchachos están bajo mi responsabilidad. Yo no voy a
permitir que los lleven a la
Disip para que los torturen”. Entonces, el Inspector Jefe de la Disip , le dijo al
comandante:-“Yo me voy a Caracas a buscar una orden de traslado de los
detenidos a los calabozos de la
Disip , porque estos “ muchachos”, como usted dice, vienen del
norte de Monagas, de la zona guerrillera”. El comandante le respondió:-“Usted
haga como quiera; pero yo voy a acompañar a estos muchachos para que no me los
maltraten en el interrogatorio, si que es que le dan la orden”.
Tres días después, se presentó el
Inspector Jefe de la Disip ,
trayendo en la mano la orden de traslado e instrucciones precisas de ser
interrogados, emanadas del Ministro de Relaciones Interiores Octavio Lepage.
Nos condujeron a la sede de la
Disip de Maturín, mientras el comandante nos acompañaba. Nos
introdujeron de manera individual a las oficinas de interrogatorios; primero a
mi compañero y luego a mí. Aunque nos presionaron psicológicamente por más de
dos horas a cada uno, nosotros mantuvimos la misma versión:”éramos
excursionistas extraviados de nuestro grupo de excursión”.
Agotado y sudando, el jefe de
interrogatorios nos dijo bastante enojado:-“Ustedes son unas lacras comunistas.
Son unos vulgares guerrilleros, delincuentes. Están apoyados por este
comandante de la policía. Si no, los hubiéramos hecho cantar con palos y
choques eléctricos”. Mi compañero y yo, con cara de seriedad, evitando reírnos,
nos miramos en silencio. Mientras el comandante de la policía, ese hombre noble
y honesto, hizo un gesto de desaprobación con su rostro.
Cuando regresamos a la sede de la policía
uniformada, el comandante nos dijo:-no teman muchachos. Nadie les hará daño.
Están bajo mi cuidado y responsabilidad. Y le pidió a mi compañero que intentara
recordar el número telefónico de su mamá, para que vinieran a buscarnos a
Maturín. Fue a los 14 días de nuestra permanencia en la comandancia de policía,
cuando mi compañero recordó el número telefónico de la casa de familia donde
trabajaba su mamá y se lo suministró al comandante, quien tuvo la dicha de
notificar a la Señora Padilla ,
madre de mi compañero, acerca de nuestro paradero. A su vez, la señora Padilla
informó a mis familiares.
A la mañana siguiente, 25 de octubre de
1973, después de varios meses de ausencia de mi hogar, la madre de mi compañero
de aventura y mi hermana María, se presentaron a la comandancia de Policía del
Estado Monagas y después de firmar un acta de compromiso de velar por nuestro
cuidado, compromiso hecho ante el comandante, emprendimos nuestro regreso a la
ciudad de Caracas. Ahora, en mi madurez como cristiano, comprendo como Dios me
libró también en aquella oportunidad y me puso en gracia con el comandante de
la policía de Monagas, quien nos protegió a mi compañero y a mí. Doy gracias al
Señor por su amor y misericordia, a pesar de mi ignorancia, mi camino en
tinieblas, pensando que yo sería como Simón Bolívar y además creyendo como
creí, que Jesucristo era un revolucionario, hasta entender la verdad:
JESUCRISTO ES MI GRAN DIOS Y SALVADOR.
El
27 de octubre de 1973, dos días después de regresar a Caracas, yo estaba
cumpliendo 15 años de edad. Ese día, aproximadamente a las 7 de la noche, me
desplazaba por la calle “El Club” de Altavista, Catia, donde vivía y me había
criado. Me acompañaban mi hermano Juan Vicente y un amigo de nombre Omar cuyo
padre era pastor evangélico; sin embargo, Omar se tomaba los tragos con
nosotros. Aunque ninguno de mis compañeros y amistades consumíamos drogas de
otra clase, además del licor y el cigarrillo, yo había probado en una
oportunidad la marihuana y me pareció una estupidez hacerlo. Tengo un
testimonio al respecto. Ese mismo año 1973, una joven investigadora, nos había
propuesto a tres adolescentes, el mismo de 15 años que posteriormente emprendió
la aventura de Monagas conmigo y otro joven de apellido Sánchez, oriundo de
Cumaná y por supuesto, a mí, consumiéramos una dosis de marihuana y luego
expresáramos por escrito nuestras sensaciones y puntos de vista, estando bajo
los efectos de la droga. Recuerdo que yo escribí: “Esta droga es alucinógena.
Me hace ver a la gente como caminando rápido y hablando como bobos y eso me
provoca risas. Creo que consumir drogas es una estupidez y la persona que hace
maldad bajo los efectos de la marihuana, es porque quiere; es porque esa maldad
está en su corazón”. Ese fue más o menos mi punto de vista y la investigadora
quedó asombrada. Mi compañero de 15 años de la aventura de Maturín y yo, no
volvimos a consumir esta sustancia, pero Sánchez quedó esclavizado a ese vicio
que después entendí es diabólico como el alcoholismo y el tabaquismo.
Otra forma de drogarme probada por mi y
mis amigos a los 14 años, fue la inhalación de pega de zapatos y gasolina,
drogas que nos producían un estado de euforia y pronto un tremendo dolor de
cabeza, además de destruir las neuronas o células cerebrales. Pronto abandoné
esta práctica, porque me producía fuertes dolores de cabeza, me sentía como un
idiota al drogarme y además, yo quería ser como Simón Bolívar.
Lo
cierto es que el 27 de octubre de 1973 me desplazaba con mi hermano Juan y un
amigo, por la calle “El Club” de Altavista, a la altura de la farmacia,
mientras cantábamos canciones de Alí Primera, el cantautor del pueblo, quien
era muy perseguido y odiado por los ricos y sus cuerpos policiales. De pronto,
una patrulla de la policía metropolitana se detuvo de un frenazo y nos pusieron
con las manos en la nuca. Nos pidieron la identificación; cuando a mí me
regresaron la cédula de identidad, seguí cantando “Las casas de cartón” de Alí
Primera y uno de los policías calló mi boca de un bofetón. Seguidamente, me
introdujeron a empujones, golpes y puntapiés en la patrulla, mientras yo le
gritaba a mi hermano y mi amigo:-¡tomen el número de placas de la patrulla!-
Ellos, tomaron el número de las placas del carro policial y huyeron del lugar,
mientras los policías me llevaban en el asiento de atrás de la patrulla,
amenazándome con llevarme a “El Junquito” y desaparecerme. Uno de ellos me
introdujo el cañón del revólver en la boca, mientras me golpeaba con el puño en
la cabeza. Al sentirme golpeado y amenazado de muerte, le recordé su madre a
los policías y estos me repitieron:-“te vamos a matar y a enterrar como hemos
hecho con muchos; tu eres guerrillero”. Yo les respondí:-“Yo soy un menor de
edad y ustedes me están agrediendo; además, mi hermano y mi amigo anotaron el
número de placas de esta patrulla. Si ustedes me matan, van a pagar”.
Al fin, los policías intimidados por mi
forma de hablar y la advertencia que les hice, optaron por llevarme a la Jefatura de Policía de la Avenida Sucre de Catia, la cual
se encontraba por entonces al lado del puente sobre la autopista de la Guaira. Allí , me recibió un
sargento quien se encontraba completamente drogado. Este funcionario me
abofeteó repetidas veces y me amenazó con encerrarme en un calabozo con los malandros,
para que me violaran. Mientras tanto, los delincuentes encerrados
gritaban:-¡pásalo pá cá!
Minutos después, trajeron a una buhonera
(6); se trataba de una mujer de unos cuarenta años. Los policías le habían
quitado la mercancía y la habían golpeado. Como ella insistía en discutir con
ellos, un policía la tomó por los cabellos y la encerró en una celda con el
grupo de delincuentes que estaban allí, quienes procedieron a abusar
sexualmente de la mujer, bajo la mirada complaciente y la sonrisa macabra y
cínica de los policías. Yo escuchaba los gritos de aquella mujer y comencé a
protestar, pero el sargento drogado se me acercó y me golpeó en la cabeza y me
amenazó con meterme a la celda con los malandros. En ese instante, llegaron mi
padre, mi madre y mi hermana María a buscarme. El sargento malandro volvió a
amenazarme:-“No le vas a decir nada a tu familia que te pegamos”- Yo le
respondí: -“tranquilo”-
Sin
embargo, al ver a mi padre, mi madre y mi hermana, tomé ánimo y le informé al
oficial de policía de guardia sobre los incidentes irregulares acontecidos en
aquella jefatura. Este me dijo que yo era un mentiroso. Mientras tanto, mi
hermana le preguntaba al oficial de guardia: -¿Por qué ese sargento está
drogado?- El oficial le respondió:-“eso es falso señorita; el no está drogado
sino cansado”- Pero en realidad, el sargento estaba drogado y era demasiado
evidente.
Los policías me ordenaron desalojar la
jefatura y querían aplicarme la “ley de fuga” (7), delante de mis familiares.
Pero yo no obedecí la orden de correr y me fui caminando, mientras les decía:
“-yo me voy caminando. Si ustedes son criminales, me disparan por la espalda”.
Así terminó mi día de cumpleaños. Acumulé mayor odio y ánimo para la lucha
revolucionaria. Sin embargo no entendí, como Dios mi Señor, me había librado
nuevamente de la muerte.
Hasta aquí, ya los lectores tienen una
idea de cómo me hice revolucionario. También, han podido comprobar, como el
Señor me libró de la muerte en varias oportunidades. Pero eso es apenas el
comienzo, comparado con lo que me toca relatar
(1)
Vacuna: es el cobro de una especie de
“impuesto” ilegal. Esta práctica de extorsión, es realizada por grupos
guerrilleros, bandoleros, paramilitares y funcionarios corruptos policiales y
militares, a hacendados, comerciantes y ahora, hasta a pastores cristianos
evangélicos, cuyas iglesias están ubicadas en el campo.
(2)
Demagógica:
es una promesa politiquera y falsa, por salir del paso, la cual nunca se
cumplirá.
(3)
Cazadores: se llama así, a las fuerzas
especiales del ejército, batallones que tienen por finalidad perseguir y
enfrentar a las fuerzas guerrilleras o insurgentes; también se denominan
batallones de selva.
(4)
Frío de la noche: se denomina así, a un
frío irregular, consistente en un descenso nocturno de la temperatura, en
lugares o regiones donde hace un gran calor durante el día; el ejemplo más
ilustrativo de este tipo de descenso de la temperatura, lo constituye un
desierto.
(5)
Acento oriental: se denomina así, a una
forma particular de hablar o dialecto de los habitantes de los estados
orientales de Venezuela; una especie de expresión melódica, propia de estos
estados.
(6)
Buhonera: vendedora informal. Mujer
practicante del comercio informal.
(7)
“Ley de Fuga”: era un proceso violatorio
del derecho a la vida, ilícito y criminal, aplicado por los miembros de los
cuerpos de seguridad del Estado, quienes aplicaban detenciones en
procedimientos irregulares y hacían correr al detenido, para dispararle por la
espalda.
CAPÍTULO
IV: UN REVOLUCIONARIO
MARXISTA-LENINISTA.
Mi vida como revolucionario fue una
angustia permanente. Viví bajo persecución y zozobra. Por no conocer a
Jesucristo, por no comprender su Palabra Santa, no podía siquiera imaginarme
cual era la voluntad de Dios para mi vida. Buscaba hacer la justicia, sin
comprender que la “justicia de este mundo, es un trapo de inmundicia ante los
ojos de Dios” (1).
No obstante, a pesar de declararme ateo e
incrédulo, vivía en un conflicto permanente en lo espiritual. Pensaba enfrentar
la maldad del mundo con más maldad; responder a la violencia con violencia. Por
eso, me hice rápidamente partidario de la teoría de la “lucha de clases”,
diseñada por los revolucionarios alemanes Carlos Marx y Federico Engels. El
Manifiesto del Partido Comunista, pronto se convirtió en mi libro de cabecera.
Obras como “La Comuna
de París”, “Las Tesis sobre Feuerbach”, “Materialismo y Empiriocriticismo”, “El
Imperialismo fase superior del Capitalismo”, “Dialéctica de la Naturaleza ”, todas de
Marx, Engels y Vladimir Lenín, así como los escritos de Rosa Luxemburgo,
Antonio Gramsci, Carlos Marighela, Ernesto “Che” Guevara, Mao Tse Tung,
Hochimin, entre muchos otros, comenzaron a conformar mi nueva concepción del
mundo, hasta llegar a definirme como marxista-leninista, pensamiento “Che”
Guevara.
Es así, como al iniciar mis estudios de
cuarto año de diversificado en el Liceo Luis Ezpelosín de Catia, me incorporé
inmediatamente a un movimiento revolucionario denominado Unidad Estudiantil del
Luis Ezpelosín (UELE), el cual propiciaba la lucha de ideas y la organización
militante del estudiantado, para la lucha por el Socialismo y contra la
dominación imperialista yanqui.
La lucha se fue radicalizando. Mi
participación en los disturbios y protestas estudiantiles, dejó de ser
improvisada, para pasar a ser un “cuadro” de educación media, dejando pronto
atrás al UELE, para incorporarme al Frente Revolucionario Estudiantil Noel
Rodríguez (FRENR), quien fue un estudiante revolucionario desaparecido por la
policía política Disip, con la complicidad de un grupo de vigilantes de la Universidad Central
de Venezuela (UCV), quienes lo secuestraron e introdujeron en la maletera de un
vehículo para entregarlo a sus torturadores, quienes después de matarlo a
golpes, bañaron su cuerpo con ácido de batería, para descomponerlo (esa versión
se dejó correr en los pasillos de la
UCV , en los años cuando estudié en dicha casa de estudios).
Noel Rodríguez, fue entonces para mí, un símbolo de firmeza revolucionaria,
porque yo pensaba que el mundo iba a ser transformado por las ideas socialistas
(2), pero esa es otra historia. (Al momento de escribir este testimonio, se
anuncia la aparición del cuerpo del revolucionario Noel Rodríguez, y se da una
versión muy distinta a la manejada públicamente en la UCV ).
En los años 1974 al 1978, se arreció mi
compromiso con la revolución socialista y anti-imperialista. Pasé de lanzar
piedras en los disturbios, a manipular la bomba molotov (3), los niples (4) y
las armas de fuego. No obstante, en el año 1976, me ocurrió un suceso
sobrenatural. Algo que me afectó por espacio de tres meses. Todo comenzó,
cuando inicié una discusión pública con un pastor evangélico, quien afirmaba
haber visto al Señor Jesucristo. El se encontraba predicando y dando ese
testimonio en la calle Stadium de Altavista, frente a la antigua panadería “La Esperanza ”. Yo me
acerqué y comencé a contradecirle. Se inició un debate, donde él intentaba
probarme la existencia de Dios mediante la Biblia , mientras que yo intentaba negar dicha
existencia, mediante la doctrina del Comunismo o Socialismo Científico. El
debate se extendió desde las 7 de la mañana de ese día cuya fecha no recuerdo,
hasta aproximadamente las 8 de la noche. Ninguno de los dos daba su brazo a
torcer y pronto se aglomeró una multitud de curiosos, quienes nos traían
cachitos de jamón, refrescos y café, para que continuáramos debatiendo.
Al final, el debate entre aquel predicador
y yo, fue declarado “empate” por el público. El evangelista me invitó a
encontrarnos otro día para continuar el debate, porque el Señor iba a tocar mi
corazón. Yo le respondí de manera retadora:-“cuando tu quieras debatimos, pero
no me vas a convencer”- y él me dijo:-“Yo no, pero Cristo sí”-.
Llegué a la casa aquella noche, ufanándome
de haber vencido a un fanático religioso de esos llamados “pastores
evangélicos”. Les conté a mis hermanos Gilberto, Julio (ya fallecido), Juan
Vicente y Guillermo, el menor, la forma como me había burlado y había
ridiculizado al evangélico. Recuerdo que mi hermano Julio, me dijo algo
así:-“ten cuidado; no te burles de los evangélicos, porque ellos tienen un
conocimiento que nosotros no tenemos”-
Apagamos la luz para dormir. Eran aproximadamente
las once de la noche, cuando al comenzar a “agarrar el sueño”, algo entró por
mis pies con una velocidad tremenda. Inmediatamente, mi mente fue tomada por un
hombre y una mujer con trajes plateados, cabellos amarillos ensortijados y unos
colmillos enormes. Quise gritar, pero me encontré paralizado, mientras estos
seres me decían al mismo tiempo:”te hemos buscado por todo el universo y al fin
te encontramos; te hemos atrapado”. Yo sentía morirme, hasta que al fin salió
un grito espeluznante de mi boca. Mis hermanos se despertaron todos
sobresaltados, encendieron la luz del cuarto y yo les relaté lo que me había
pasado. Mi hermano Julio insistió:-“yo te lo dije, no sigas metiéndote con los
evangélicos. Reza y pídele perdón a Dios”-
Nos pusimos a conversar los hermanos,
hasta la una de la madrugada. Al apagar la luz, de manera inmediata, aquellos
seres entraron a gran velocidad por mis pies; pero no era yo solamente, mi
hermano Juan también tenía aquellos seres en la mente, al mismo tiempo que yo.
Ambos dimos un grito tremendo y entonces Gilberto, Julio, Juan Vicente,
Guillermo y yo, intentamos salir del cuarto, pero una fuerza extraña nos
cerraba la puerta de madera pulida. Hasta que mi hermano Gilberto
dijo:-¡Jesucristo!- y pudimos abrir la puerta.
Nos acercamos hasta el cuarto de nuestros
padres y yo, aterrorizado, me acosté como si fuera un niño, en medio de mi papá
y mi mamá. Sí, a pesar de tener 17 años, el revolucionario extremista y
radical, estaba viviendo un terror nocturno. En realidad se trataba de un
ataque demoníaco, pero yo no podía entenderlo. Al comenzar a conciliar el
sueño, desperté nuevamente sobresaltado, porque mi cuñado quien estaba en su
habitación con mi hermana Carmen, también se despertó con aquellos “seres” en
su mente; mientras mi padre despertó sudando porque estaba soñando con un niño
de cabello ensortijado, grandes colmillos, rodeado de muchos gatos.
Lo cierto, es que a partir de ese día,
tuve tres meses sin poder conciliar el sueño. Cuando quería dormir, una sombra
oscura caía sobre mí. Si estaba en la calle, me quedaba dormido de pie en las
paradas de autobuses. Comencé a preocuparme, porque pensé que me iba a volver
loco. Pero mi dedicación a la lucha revolucionaria, el peligro y riesgo
permanente a los que estaba sometido, pronto me hicieron olvidar de estas
situaciones extrañas. No obstante, comenzaron a ocurrirme otras cosas más
extrañas aún, como relataré en el próximo capítulo. Por el momento continuaré
presentando una secuencia expositiva de mi experiencia como revolucionario.
Por esos días, después de mi recuperación
de la terrible experiencia espiritual vivida, me desplazaba por la calle
Ucrania de Altavista, a la altura de la intersección con Ruperto Lugo,
exactamente donde comienza la calle subida donde se ubica el local de los
llamados “Testigos de Jehová”. Eran aproximadamente las siete de la noche,
cuando un grupo de seis delincuentes armados de cuchillos, navajas y picos de
botella, se dedicaban a asaltar a un anciano en toda la esquina. Me detuve en
la acera de enfrente a observar lo ocurrido. El anciano le suplicaba a los
malhechores que no le hicieran daño, que él entregaría todo el dinero sin
resistencia. Sin embargo, uno de los malandros le hundió un cuchillo a la
altura del estómago, mientras otro, le cortaba con un pico de botella. Observé
por los lados de la acera y encontré dos botellas y dirigiéndome a los malandros,
les grité:-“¡¡VENGAN CONTRA MÍ, SINVERGÜENZAS!!”- Los malandros voltearon hacia
mí y se abalanzaron para atacarme. Lancé la primera botella y la quebré contra
la frente de uno de los forajidos; arrojé la segunda botella, la cual se hizo
añicos en el pecho de otro malandro. Pensé rápidamente y recordé, como un grupo
de amigos jugadores de béisbol, se dedicaban todas las noches de lunes a
viernes, a conversar a las puertas del “Edificio Polar”. Corrí rápidamente
hacia allá, mientras que el grupo de delincuentes me perseguía armados de los
cuchillos, navajas, botellas y me gritaban:-“¡¡SI TE AGARRAMOS TE MATAMOS!!”.
Pensé, que estando mis amigos allí, al verme en peligro, intervendrían en mi
defensa. Gracias a Dios, yo corría bastante rápido porque practicaba béisbol y
gustaba del atletismo.
Cuando mis amigos vieron como me
perseguían aquellos sanguinarios, me preguntaron:-“Rubén, ¿qué pasa?”- Con la
lengua afuera por el susto y la carrera, les grité:-“¡¡Estos sujetos estaban
asaltando a un viejito y yo lo defendí!!”. Inmediatamente, mis amigos salieron
en contra de los delincuentes, con bates y palos. Los delincuentes huyeron
hacia Ruperto Lugo y yo, aproveché de huir hacia la calle San Isidro, donde
habitaba.
En enero de 1977, un grupo de jóvenes
revolucionarios, habíamos constituido un movimiento de guerrilla urbana y
suburbana, al cual denominamos Frente Popular “Jesús Alberto Márquez Finol”, en
honor al “motilón”, combatiente oriundo de Maracaibo, quien había fallecido en
combate con los cuerpos de seguridad del Estado, en el año 1973. Ese frente de
guerrillas urbanas comenzó a asestar golpes político-militares al “enemigo”,
hasta que el sábado 1ro de abril de 1978 (a un mes exacto del aniversario del
asesinato del “motilón”), seis de nuestros integrantes fuimos detenidos por una
compañía del Batallón de Infantería “Mariano Montilla”, con sede en La Victoria , en la Serranía de Tiara, Estado
Aragua. Allí comencé una odisea en las prisiones del país que duró para mí diez
años y medio, pero esa es otra historia.
(1)
Isaías 64:6
(2)
El Socialismo: es el sistema de
producción colectiva, donde los medios e instrumentos fundamentales de
producción, pasan a ser propiedad colectiva de los trabajadores. Esto sería
bueno, si se quedara hasta allí; no obstante, los socialistas, basados en la
doctrina llamada el “Humanismo”, terminan negando a Dios y aseguran que el
Señor Jesucristo, fue el primer socialista, para construir una religión atea.
Los socialistas afirman que “el pueblo salva al pueblo”, reduciendo la
“salvación” a las necesidades básicas del hombre y negando la vida eterna que
solamente da el Señor Jesucristo, quien es Dios, por los siglos de los siglos.
(3)
Bomba molotov: artefacto incendiario
fabricado mediante una botella llena de gasolina, con una mecha de estopa.
Algunos fabrican esta bomba, agregando ácido nítrico a la gasolina y sujetando
a la botella, una papeleta de clorato de potasio.
(4)
Niple: granada casera antitanque,
fabricada con un tubo o niple, lleno de tachuelas, tuercas y pólvora, con una
mecha de pabilo y pólvora. También se fabrica el niple de tiempo con un gotero
lleno de ácido nítrico, con una cubierta de plástico y la pólvora mezclada con
clorato de potasio.
CAPÍTULO V: EXPERIENCIAS
EXTRAÑAS,
ANTES DE MI DETENCIÓN.
Si digo que Dios no me advirtió acerca de
mi detención y la dura experiencia que luego viviría en varias cárceles del
país durante 10 años y medio, estaría mintiendo. De pequeño fui formado en el
catolicismo; no obstante, producto de algunas experiencias vitales dignas de
ser narradas, rechacé absolutamente.
Antes de llegar a la adolescencia, cuando
apenas contaba con ocho años de edad, me encontraba con mi madre y mis hermanos
en la Iglesia
“La Coromoto ”
en La Urbanización
“Simón Rodríguez” de Caracas. Ese día iba a hacer “mi primera comunión”,
conforme a la fe católica. Había llovido en las primeras horas de aquella
mañana y yo había salido a dar unas vueltas por los alrededores de la iglesia,
mientras mi madre y mis hermanos esperaban dentro. Caminé con cuidado por el
suelo pantanoso y húmedo y me introduje un poco entre los “gamelotes” de un
monte un poco crecido, cuando de pronto escuché unos gemidos extraños.
Me acerqué sigiloso al lugar de donde
provenían los gemidos y vi algo sorprendente e incomprensible para un niño de
mi tierna edad: el párroco de la iglesia estaba agachado con los pantalones
abajo y la sotana levantada, mientras que agachado detrás de él, un hombre le
hacía maldad-pensé yo- Preocupado, fui a buscar a mi madre y la traje agarrada
de la mano para mostrarle aquella rara escena. Mi madre vio cuando ellos, el
cura y su “amigote”, sorprendidos mucho más que yo por la presencia de dos
seres inocentes-mi madre y yo-, se subían rápidamente los pantalones, pero el
tufito del pecado y la perversión, habían quedado en el aire. Mi madre como
buena y fiel católica, para entonces, simplemente calló; aunque no dijo una
palabra sé que ella había observado algo extraño; sin embargo, nunca me
mencionó una palabra de esto.
Esta experiencia nefasta, me hizo sentir
un rencoroso desprecio hacia la institución católica. Desprecio por supuesto,
en cierta manera justificable para mi nivel de conocimiento espiritual, aunque
aún desconocía las horrendas masacres efectuadas por esta institución del
diablo, mediante la llamada “santa inquisición” (1).
No obstante, en este capítulo quiero
referirme a las extrañas experiencias vividas por mí, antes de ser detenido
aquella tarde del sábado primero de abril de 1978. Por esos días, recuerdo,
antes de cumplir los 19 años, mi cuñado Carlos Pérez jugaba con mi hermana
María Gómez, su esposa, en la tabla de la Guija (2), juego que muchos años después, ya en
el camino del Señor, supe se trata de una práctica espiritista y satánica.
Cuando los jugadores de la tabla de la Guija
preguntaron acerca de mi futuro, esta tabla mentirosa del diablo, respondió:
“él no llega a los 19 años de edad; morirá pronto”. Esa era la intención de
satanás, pero el Señor Jesucristo tenía otro destino para mí. Sin embargo,
aquella declaración y sentencia de las tinieblas, marcó mi vida profundamente.
Desde ese día, comencé a tener encuentros
“no casuales”, con jóvenes, muchachos y muchachas cristianos evangélicos,
quienes siempre me daban un mensaje parecido: “a Dios no le agrada lo que estás
haciendo; hay camino que al hombre le parece recto, pero su fin es camino de
muerte”. Estos mensajes enviados por el Señor a mi vida a través de sus
misioneros, fueron tomados por mí a la ligera, por mi incredulidad y mi corazón
endurecido.
En marzo de 1978, un amigo me invitó para
que fuera con él a trabajar la construcción en el estado Anzoátegui, en la
ciudad de Barcelona. Le dije que sí, pero preferí prepararme para ir a la Serranía de Tiara, estado
Aragua, donde nuestro movimiento revolucionario tenía como objetivo iniciar la
lucha armada en Venezuela, dando un golpe sensacionalista: se trataba de tomar
por asalto la hacienda de la familia Volmer en el estado Aragua. En dicha
hacienda, un grupo de braseros colombianos, peruanos, bolivianos y
ecuatorianos, habían sido sometidos a la esclavitud bajo engaño, con sus
esposas y sus hijos. Los Volmer apoyados en catorce guardias nacionales y un
grupo numeroso de peones y capataces armados, maltrataban a los trabajadores,
abusaban de sus esposas e hijas y le negaban todo tipo de remuneración, además
de condenarles al hambre y la miseria, en aquel lugar donde estaban secuestrados.
Quienes se rebelaban, eran asesinados y enterrados al pie de algún árbol.
Nuestro plan era tomar la hacienda,
sometiendo a los 14 guardias nacionales y los peones; apropiarnos de las armas
existentes y con toda la población de campesinos esclavizados, atravesar por la Serranía de Tiara hasta
adentrarnos en las montañas de Lara y Falcón, anunciando al mundo la liberación
de los esclavos en Venezuela, iniciando así la lucha armada por la liberación
nacional y social de Venezuela.
Un día cuando me desplazaba de Caracas a la Victoria , para
introducirme a la Serranía
de Tiara, a la altura de Sabaneta del Consejo, una joven cristiana evangélica
de unos 17 años de edad, se sentó a mi lado como compañera de viaje en el
autobús. Enseguida, comenzó a predicarme la palabra de Dios. Sin embargo, lo
que me impresionó, fue el siguiente mensaje, dirigido a mi corazón incrédulo y
endurecido contra el Señor, quien me habló a través de aquella sierva y me
dijo: “Así te dice el Señor: vas en dirección opuesta. Estás en desobediencia
ante Dios, porque te diriges al centro de Venezuela, cuando deberías ir al
oriente, a un trabajo relacionado con la construcción. Tienes que volver atrás.
Dios no te quiere en el sitio donde vas”.
Al escuchar aquel mensaje tan certero, no
di mi brazo a torcer y lejos de tomarlo en cuenta, lo deseché. Comencé a entrar
y a salir de la Serranía
de Tiara, cumpliendo encomiendas y efectuando enlaces y preparativos para la
conformación del núcleo de guerrillas suburbanas. En una oportunidad, cuando
regresé a Caracas, en ese mismo mes de marzo de 1978, llegué a la casa del
responsable del armamento: yo le había confiado a este compañero algunas armas
cortas y largas, las cuales debía desplazar a mi riesgo hasta la montaña, en la
oportunidad más propicia. Cuando visité a este compañero, el me contó un sueño
que tuvo, me dijo: “camarada, soñé contigo anoche, que el enemigo nos había
capturado y nos torturaban. Ellos querían saber donde estaban las armas y yo te
decía, ‘no vayas a hablar’, aguanta”. Así me relató el compañero su sueño y
además me persuadió a no llevar las armas a la montaña, porque podría tratarse
de una advertencia y me dijo: “no te lo he dicho, pero yo creo en Dios”.
Esta vez, si tomé en cuenta la advertencia
y cuando volví a la montaña, los compañeros me increparon por no haber llevado
las armas. Entonces le conté el sueño del camarada, acerca de nuestra detención
y me acusaron de “místico” y de “religioso”. Como enlace, tuve que cumplir otra
misión en Caracas, pero cuando iba bajando de la montaña, ya a la altura de un
camino de tierra en Sabaneta del Consejo, una patrulla de la policía del estado
Aragua, se detuvo a mi lado, mientras los funcionarios me observaban
detenidamente y yo me hacía el disimulado. Me introduje a una panadería del
lugar y pude escuchar una conversación entre lugareños: “Dicen que son varios
hombres armados. Posiblemente guerrilleros”. Antes de volver a Caracas, le dije
a uno de los compañeros: “avísale a los camaradas que escuché una conversación
relacionada con nosotros. Seguramente los cuerpos de seguridad del estado, nos
están haciendo un seguimiento. Dile al camarada “Gocho”, que cuando yo regrese
tenga todo preparado, porque tenemos que abandonar el campamento”.
Esa noche, al llegar a Caracas, tuve un
sueño: “veía un pipote lleno de agua y de pronto el agua se volvía turbia y
aparecían cinco culebritas rojas, nadando”. Ese sueño lo recordaría luego,
cuando estando en los calabozos de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), varios de
mis compañeros se volverían en mi contra.
Al regresar al campamento de Tiara,
nuevamente, el 31 de marzo de 1978, yo estaba ya convencido del seguimiento que
nos estaban haciendo los cuerpos de seguridad del Estado. Me encontré con que
el mensaje de advertencia que les había dejado antes de volver a Caracas, había
sido desatendido por mis compañeros. Me acusaron de haberme “rajado” y no le
dieron importancia a la necesidad de mover el campamento de lugar. Comenzó el
debate encendido entre los cinco camaradas quienes nos encontrábamos en la Sierra. Entonces , fui
sancionado y se me relevó de mi responsabilidad como capitán del frente
revolucionario. Además, se me asignó la misión de ir a recoger al “gocho
pequeño”, camarada que se incorporaría al campamento en horas de la mañana del
1 de abril.
Eran todavía las 4:30 de la madrugada
aproximadamente, cuando se me ordenó bajar por la quebrada oscura a buscar al
nuevo camarada. Como no tenía botas militares o frazzanis, apenas llevaba
puestos zapatos de goma, me negué a cumplir la orden, mientras de manera
instintiva comenzó a decir en voz alta: “me niego a bajar por esa quebrada,
porque presiento que hay un peligro oculto en la oscuridad”. Fui acusado de
cobarde por el comandante “Gocho” y “el Pollito”, quienes bajaron llevando una
pistola automática 7,65 mm .
Al instante de haber bajado ellos por la quebrada oscura, se oyeron las
detonaciones: habían dado muerte a cuatro serpientes “tigras mariposas” o
“cuatro narices”. Estos reptiles ponzoñosos amenazaban en la oscuridad, pero
Dios, ahora lo entiendo, me advirtió y me libró de la muerte. Ahora, puedo
comprenderlo claramente.
A eso de las 6 de la mañana subieron los
compañeros con el nuevo camarada. Entonces se inició una nueva discusión,
porque yo aseguraba haber escuchado gente arrastrándose por el monte, con la
finalidad de espiarnos. Como estaba sancionado y relevado de cargo, no se tomó
en cuenta mi advertencia. Luego, cuando fuimos detenidos, en el expediente que
se nos hizo en la Dirección
de Inteligencia Militar, dice más o menos textualmente: “uno de los
bandoleros-refiriéndose a mí-, le dijo a los otros acerca de movimientos de
observadores en los montes, pero no le creyeron”.
Eran las cuatro de la tarde de aquel
sábado primero de abril de 1978, aniversario de nuestro líder Jesús Alberto
Márquez Finol, cuando una compañía de soldados del Batallón de Infantería
“Mariano Montilla de la
Victoria ”, arremetió a disparos de fusil automático liviano
(fal) contra nosotros. Los seis compañeros nos escondimos detrás de una enorme
roca existente en el lugar: ¡¡RÍNDANSE GUERRILLEROS, ESTÁN MUERTOS!, nos
gritaba el teniente quien comandaba la operación militar, Gilberto Terán.
Aprovechando un silencio momentáneo después de la primera andanada de disparos,
alcé mi voz y me hice oir: ¡¡NO DISPAREN, NOS RENDIMOS!!
Inmediatamente salimos con las manos en la
nuca y fuimos amarrados por el teniente con nuestras propias correas y ordenó
que comenzara la sesión de tortura. Nos daban culatazos de fusil, patadas y con
las manos y los pies amarrados a la espalda, nos sumergían de cabeza en un pozo
de agua que teníamos en el campamento. Allí, uno de nuestros compañeros al no
resistir la golpiza, gritó asustado: ¡¡YO HABLO, YO HABLO!! ¡¡POR LA VERDAD MURIÓ CRISTO!!
A pesar del malestar que sentía por los
golpes, me sentí aliviado cuando el teniente Gilberto Terán ordenó nos dejaran
solamente en pantalones y descalzos nos obligaron a cargar las cosas que
teníamos en el campamento. Mientras caminábamos, los soldados nos daban
puntapiés y culatazos de fusil. Sin embargo, el soldado que me custodiaba me
dijo: “camina, yo no te voy a golpear, yo también soy pueblo”. De esta manera,
llegué con cierto alivio a la comandancia de policía de la Victoria , donde comenzaría
nuestro verdadero suplicio.
En la Comandancia de Policía
de la Victoria ,
se nos sacaba del calabozo uno por uno, para ser “interrogados”. Mi
interrogatorio duró más de una hora y consistió en lo siguiente: sentado en una
silla en medio de un cuarto, cuatro policías uniformados me rodeaban; uno,
armado con una olla de presión, otro, con un rolo; un tercero, portaba una
peinilla y otro, un revólver calibre 38. Después de cada pregunta y ante mi
negativa a responder, el de la olla de presión me golpeaba en la cabeza, el del
rolo, me golpeaba en el estómago, el de la peinilla me daba un peinillazo y el
del revólver me daba un cachazo. En verdad no sé, como no me fracturaron el
cráneo. Si sé que dos costillas me fueron fracturadas y nunca recibí atención médica.
Además, se nos amarró una bolsa llena de
“cuerno de ciervo” en la cabeza, para que nos asfixiáramos. Todo esto lo
cometía la policía de la democracia adeco-copeyana, made in USA. Aún no sé como
actúan los policías de la llamada revolución bolivariana y socialista, porque
he escuchado de denuncias, pero no he vivido la represión en carne propia.
Después de quince días de maltrato y
golpes, de guerra psicológica, fuimos trasladados a los calabozos de la Dirección de
Inteligencia Militar (DIM), frente al Cuartel San Carlos, Parroquia la Pastora de Caracas, donde
nos sometieron tres días más a la tortura física y psicológica, para poder
forjarnos un expediente. Después de esto, fuimos trasladados a la “Cajita de
fósforo”, calabozos de la
Comandancia de Policía de Maracay, donde permanecimos un mes
bajo el acoso permanente de los funcionarios de la DIM , hasta que por fin se nos
trasladó a los calabozos del Cuartel San Carlos, Pabellón A-11 de los presos
políticos, acusados de rebelión militar.
Dentro de todas las vivencias y experiencias
en los calabozos del Cuartel San Carlos, quiero destacar lo que ocurriera el 31
de diciembre de 1978 a
las 11:50 de la noche. A esa hora, cuando todos los compañeros de prisión
dormían, yo me levanté a mirar por las rejas del pasillo, el brillo de los
fuegos artificiales iluminando aquella noche de nostalgia para mí. Era el
primero de 10 diciembres que pasaría encerrado en diferentes cárceles del país.
De pronto, vino sobre mí, una extraña inspiración y comencé a escribir con un
bolígrafo, sobre una hoja de papel bond:
“EL
JUEZ DE LA HISTORIA ”
Plenitud que colmas,
el silencio lento
Cronos sigue en
marcha, andando va el tiempo
Luces del mañana,
belleza del lirio
cristalizan sueños que
jamás olvido
tic-tac persistente,
de nutrido ritmo
encuentro inminente de
un rojo teñido
amarte no basta;
quererte es mi signo
tenerte en la gloria
de un azul divino.
Ahora el fin se acerca
y es también comienzo,
finaliza un largo y
peregrino libro
se abren sucesos que
están en el tiempo.
Sucesos, acciones,
situaciones, sueños.
Rumor de las olas de
la mar en leva
emisaria estrella que
anuncia el futuro;
todo se reúne, se
confunde y pienso
“si de la materia su
fuerza ha tejido,
un ser voluptuoso que
amenaza quieto
la esencia de todo lo
que ha existido.
Ese ser monstruoso, lo
que el hombre ha hecho
colmará este mundo de
sangre y de muerte:
es la guerra misma,
dolor y silencio;
es la autodefensa que
ha ido naciendo,
es el equilibrio quien
lo está pidiendo
y a la Humanidad lavará con
hechos
para hacer un mundo de
amor y provecho;
y retornará la quietud
al tiempo
la desolación cesará
en su aliento.
Cronos y la Historia , los hombres y
el fuego
La aurora ilumina el
futuro nuevo
la paz, la alegría y
también los sueños:
¡¡LA
FAZ DE LA TIERRA , TIENE UN MUNDO
NUEVO!!
Al terminar de escribir “aquel poema
revolucionario”, se lo di a leer a mi amigo Iván Padilla, quien para entonces
fungía como mi “crítico literario”. Lo primero que me dijo al leerlo fue: “Pero
esto no es un poema revolucionario; esto tiene otro contenido distinto; parece
más bien espiritual”. Yo me quedé
pensando acerca de sus palabras, porque no entendía el significado de las
mismas.
Meses después, sería trasladado junto con
el compañero de causa y de prisión CLG, al pabellón H-2 de la antigua y
desaparecida Cárcel Modelo de Caracas, lugar signado por la violencia y la
muerte. Uno de esos antros de represión de la llamada democracia
adeco-copeyana.
(1)
SANTA INQUISICIÓN: Se llama así, al plan
criminal y diabólico, puesto en marcha por la Iglesia Católica y liderizado
al comienzo por Ignacio de Loyola, el cual consistió en la persecución y
exterminio de los cristianos evangélicos y demás iglesias conocidas como
“protestantes”,durante lo largo de varios siglos, por no aceptar la autoridad
pagana y anticristo de los papas, así como la superchería e idolatría de esta
falsa iglesia mencionada en Apocalipsis capítulos 17 y 18, como la “Gran
Ramera”. La Inquisición
fue responsable de la matanza de unos 68 millones de cristianos verdaderos.
Algunos dicen que fueron asesinados aproximadamente unos 200 millones, contando
a los familiares y amigos de los martirizados.
(2)
Guija: Tabla satánica, a través de la
cual satanás manifiesta su poder engañoso, para confundir a las almas y
atraparlas en las llamas del infierno.
que algún día vas a
entender, pero Dios si existe”. Esa respuesta me abrumó, porque nosotros, los
marxistas-leninistas, habíamos sido formados en la creencia de que Dios no era
más que una creación de la mente h
umana.
Desde ese día, mis experiencias
espirituales nocturnas, se agudizaron. Soñé en otra oportunidad, que yo estaba
en el espacio exterior y de pronto aparecieron ante mí Carlos Marx. Federico
Engels y Vladimir (Ulianof) Ilich Lenín, los fundadores del Comunismo
Científico. Ellos me dijeron:”Mira la
Tierra ; no es más que la lucha de clases. Pero nosotros tres,
somos responsables por esa teoría de la lucha de clases. Los tres somos judíos,
pero nos confundimos: Dios existe; perdónanos por haberte engañado. Nosotros
mismos fuimos engañados por satanás. Tienes que abandonar la lucha de clases,
porque “hay camino que parece al hombre recto, pero su fin es camino de
muerte”. Busca de Dios”. Aunque este sueño me impresión
CAPÍTULO VI: LA CÁRCEL MODELO
En los primeros días de marzo del año 1979,
fui trasladado junto con otro compañero revolucionario, a la cárcel Modelo de
Caracas, la cual estaba ubicada donde se encuentra actualmente el
estacionamiento de los trenes del Metro de Caracas, en Propatria, al lado del
Cuartel “Urdaneta”, el cual no está ya en ese lugar.
Allí, fui recluido en el Pabellón H-2 de
los presos políticos revolucionarios. En dicho Pabellón, continué librando la
lucha revolucionaria. En varias oportunidades, los presos políticos nos vimos
obligados a recurrir a la “huelga de hambre”, como el recurso extremo para
hacer valer nuestra dignidad como seres humanos y exigir el respeto por parte
de los regímenes autodenominados “democráticos”, quienes torturaban y
asesinaban a los prisioneros sin ningún tipo de escrúpulos ni miramientos.
En mi primera huelga de hambre en ese
recinto carcelario, la cual se prolongó por veinticinco días, tuve mi primera
gran experiencia personal con el Señor. Al culminar la huelga de hambre,
comencé a padecer un fuerte cólico, el cual se complicó, porque no podía
evacuar; fue cuando me di cuenta que se trataba de una obstrucción intestinal.
Como comencé a quejarme en voz alta por el dolor insoportable que padecía,
algunos compañeros me insinuaron que me estaba comportando como un cobarde, por
lo cual opté por sufrir en silencio.
Estando en la agonía de mi padecimiento,
acostado sobre un catre, en una de las celdas, solo, comencé a golpear mi
cabeza contra la pared y dije en voz alta: “Dios, si tú existes, ayúdame”. Como
estaba acostado volteado hacia la pared, me volví rápidamente al escuchar una
voz potente, segura y a la vez amorosa, que me dijo: “NO TEMAS HERMANO, AQUÍ
ESTOY”. Vuelto sobre la cama, lo primero que vi, fueron unos pies con
sandalias; se trataba de un hombre alto y corpulento, vestido con una especie
de bata muy blanca, brillante. Cuando intenté ver su rostro no pude, porque su
rostro era luz y quedé encandilado. Luego, repitió: “NO TEMAS”. Me puso su mano
sobre la frente y yo me quedé dormido profundamente. Cuando desperté, pensé que
había sido un sueño; pero recordé las palabras que me dijo, cuando yo dormía:
“CUANDO TE LEVANTES, INTRODUCE TUS MANOS EN EL PIPOTE DE AGUA FRÍA QUE ESTÁ EN
EL BAÑO”. Efectivamente, en el baño del pabellón de presos políticos, siempre
había un pipote lleno de agua, la cual se mantenía muy fría.
Al despertarme, me sentía muy extraño.
Había olvidado donde estaba y comencé a vestirme para salir a la calle. Además,
no sentía el terrible dolor que me estaba aquejando. Fue cuando recordé que estaba preso y
entonces vinieron a mi memoria las instrucciones que me diera el Señor mientras
dormía. Introduje mis manos en el pipote de agua fría e inmediatamente sentí
ganas de defecar y expulsé con gran dolor, la obstrucción intestinal, la cual
me hubiese ocasionado una muerte segura.
De la Cárcel Modelo pudiera relatar
muchas vivencias terribles y grotescas; no obstante, a los fines de mi
testimonio, me referiré solamente a aquellas vivencias y experiencias,
relacionadas con el mundo espiritual. Con la batalla por la fe, que por
entonces estaba librando mi alma en contra del maligno, quien me tenía
esclavizado en la mentira y en el pecado.
Entre todas las experiencias dolorosas de
mi vida carcelaria y de todos los peligros que viví, como el motín de octubre
de 1981, la huelga general de presos posterior a este motín, donde hubo
aproximadamente 42 muertos, quizá la más terrible sea la desaparición de mi
compañero y amigo Nicolás Montes Beltrán, preso político revolucionario de la Cárcel Modelo de Caracas, quien
había cumplido su tiempo de reclusión y había salido en libertad.
Este hombre luchador y valiente, era muy
solidario. Al salir de la prisión, pensó en quienes quedamos detenidos y
comenzó a visitarnos. Un día, nos enteramos por el noticiero “Noti-rumbos”,
Radio “Rumbos”, de la desaparición de Nicolás Montes Beltrán.
La noticia de la desaparición de este
compañero y amigo muy querido por todos los presos políticos, me causó una gran
impresión. Esa noche, soñé que él me hablaba desde un estante de ropa y luego
veía sus zapatos caminando solos, mientras me hablaban como si tuvieran vida:
“Rubén soy Nicolás. Estoy muerto. Me mataron”.
A la mañana siguiente, aún con la
impresión de este extraño sueño, me encontraba en el pasillo central de la
cárcel, cuando observé que un personaje cuyo nombre no recuerdo, me observaba.
Este hombre me dijo sin conocerme: “TIENES UNA PREOCUPACIÓN. ESTÁS PREOCUPADO
POR UN AMIGO TUYO. YO SOY PARASICÓLOGO. AUNQUE TÚ NO CREES EN ESO, YO TE VOY A
AYUDAR”. Entonces, le conté la situación de mi amigo y compañero, quien estaba
desaparecido, y este hombre me dijo: “Mañana en la mañana te tengo una
respuesta; pero esta noche vas a soñar y vas a conocer la verdad sobre el
paradero de tu amigo”.
Efectivamente: esa noche tuve un sueño.
Soñé lo siguiente: Yo me encontraba escondido en unos matorrales, cerca de un
enorme tanque de concreto, cuando vi a un grupo de guardias nacionales, quienes
traían arrastrando el cuerpo de un hombre que se veía muy torturado; uno de los
guardias le dijo al oficial: “este hombre está muy torturado; se nos pasó la
mano. ¿Qué hacemos?” Entonces, el oficial respondió: “dale un tiro de gracia”.
Enseguida, el guardia que había preguntado sacó una pistola calibre nueve
milímetros y disparó a la nuca del hombre torturado y dejaron su cadáver
tendido bocabajo, cerca del enorme tanque de agua. En el sueño, al ver como los
guardias se alejaban, yo me acerqué al cadáver y le di la vuelta para ver su
rostro; con gran dolor, observé que se trataba de mi amigo Nicolás y lo más
horrendo: le habían sacado los ojos.
Al amanecer, estaba impaciente por
encontrarme con el extraño personaje que había conocido el día anterior. Quería
conocer que podía informarme acerca del paradero de Nicolás. Cuando le vi en el
pasillo de la cárcel como habíamos quedado, mi sorpresa fue mayor, cuando me
dijo: “Viste que soñaste; yo te lo dije”. Enseguida me extendió una hoja de
papel escrita con bolígrafo de tinta negra y me dijo: “AQUÍ ESTÁ LA RESPUESTA A TU SUEÑO DE ANOCHE.
DESPUÉS HABLAMOS”, me dijo, mientras se alejaba apresuradamente.
Con la emoción que me embargaba, entré a
mi celda y comencé a leer aquella hoja de papel tamaño carta, escrita a mano
con tinta de bolígrafo. En ella decía más o menos textualmente:
“Amado hermano:
Anoche soñaste que veías a tu amigo
Nicolás, cuyo cuerpo era arrastrado por unos guardias nacionales luego de
torturarlo. Después, observaste como le daban un tiro en la nuca y cuando
volteaste el cadáver, éste no tenía ojos.
Paso a explicarte el sueño que tuviste:
Nicolás vino a visitarles a la cárcel y tuvo una fuerte discusión con el mayor
de la Guardia Nacional
de apellido Corrales. Éste oficial, le mandó a detener y lo llevaron al
campamento antiguerrillero de Cocollar en el estado Sucre, donde fue sometido a
terribles torturas. Viendo que estaba demasiado torturado, el mayor ordenó lo
llevaran al tanque de Agua de Mampote, cerca de la autopista de Guarenas, donde
le dieron un tiro en la nuca y lo enterraron. Los guardias nacionales que
asesinaron a tu amigo por órdenes del mayor corrales, fueron el capitán
Gilberto Perera Fosa, el guardia nacional Jesús Suárez, alias “el zurdo” y los
hermanos guardias nacionales José Luis López Perozo y Luis José López Perozo, alias
las “Urracas Parlanchinas”. Si quieres que este caso sea descubierto, dile a
sus familiares que vayan al tanque de Mampote, llevando un pañuelo blanco y
encontrarán el cuerpo enterrado.
Atentamente,
Tu hermana Juana
Arzuduy
Capitana del
Ejército Libertador
Al terminar de leer esta extraña carta,
quedé estupefacto y comencé a preguntarme: ¿Quién escribió en realidad esta
carta? ¿Cómo supo lo que yo había soñado? Pero dentro de mi estado de asombro,
no me había dado cuenta del detalle más importante: aquella carta estaba
escrita con mi propia letra.
Ahora surgía el mayor dilema. ¿Cómo haría
para que mis compañeros revolucionarios ateos como yo, creyeran aquel mensaje?
Lo pensé mucho durante unas horas, hasta que me atreví a contárselo al
responsable del Comité de Presos Políticos Revolucionarios, quien me dijo: ten
cuidado, no sea que te vaya a enrollar un preso de esos comunes por allí y te
metas en un problema. No se lo cuentes a mucha gente. Sin embargo, se lo conté
a una amiga, quien tenía contacto con diputados al Congreso por los partidos de
izquierda. Ella me creyó y comenzó la investigación.
Cuando culminó la investigación realizada
por los diputados del Congreso, mi sorpresa fue mayor, cuando leí los diarios
“EL NACIONAL”, “EL MUNDO” y las “ÚLTIMAS NOTICIAS”, acerca de los resultados
arrojados por la investigación, donde se responsabilizaba al mayor Corrales, al
Capitán Gilberto Perera Fosa y a los guardias nacionales Jesús Suárez, José
Luis López Perozo y Luis José López Perozo, por el secuestro, asesinato y
desaparición de mi amigo Nicolás Montes Beltrán. Ninguno de estos homicidas fue
siquiera detenido. El mayor Corrales, fue trasladado como comandante de la Guarnición del estado
Nueva Esparta; Gilberto Perera Fosa se fue a vivir a los Estados Unidos y los
otros guardias, fueron trasladados de guarnición. Nada pasó y el crimen de
Nicolás quedó impune ante los hombres, pero no ante Dios.
Después de esta experiencia sobrenatural,
donde años después comprendí, guiado por el Espíritu Santo, como satanás había
tratado de confundirme y engañarme para ponerme a su servicio, mostrándome
algunas verdades a medias, para inducirme al espíritu de error y empujarme a la
parasicología, la brujería, la santería y el espiritismo, tuve otras
experiencias muy extrañas.
Comencé a tener sueños espirituales. En
uno de esos sueños, en los días cuando fue asesinado el papa Juan Pablo I, a
quien envenenaron en la sede del Vaticano, como luego Dios me lo confirmó, vi a
un hombre vestido de negro con un crucifijo enorme colgado en su pecho; el
detalle era, que se trataba de un crucifijo invertido; es decir, colgado al
revés y me decía con una voz de ultratumba: “DESPUÉS DE ESTE PAPA VIENE OTRO Y
DESPUÉS VENGO YO, JA, JA, JA”. Ese sueño extraño, me llevó a pensar más en lo
espiritual y por primera vez comencé a indagar acerca del anticristo. Sin
embargo, me mantuve en mi incredulidad, ateísmo y dureza de corazón.
En otra oportunidad, supe de la
desaparición por parte de la
Dirección de Inteligencia y Prevención (DISIP), de un
revolucionario de nombre Ángel Enrique Rodríguez. Según leí en la prensa de
esos días de 1982, el compañero viajaba de Valencia a Barquisimeto y fue
detenido por la Disip
y el Comité de Defensa de los Derechos Humanos, denunciaba su desaparición. Lo
cierto es que el cuerpo de Ángel Enrique Rodríguez, al igual que el de Nicolás
Montes Beltrán, nunca apareció.
Por esos días, tuve otro extraño sueño,
donde yo estaba durmiendo y me aparecieron Nicolás Montes Beltrán y Ángel
Enrique Rodríguez, quienes comenzaron a hablarme y me decían: “Rubén, estás
engañado. Tienes que salirte de esa lucha revolucionaria. Nosotros fuimos
engañados. Dios existe. Ven con nosotros”. Enseguida, comenzaron a levantarme
cada uno por un brazo y a elevarme en el aire. Yo comencé a gritar y el
responsable del Comité Político se acercó a mi celda preocupado porque me había
escuchado gritar y me preguntó: -“Rubén, ¿qué te pasó”? Le contesté, “tuve una
extraña pesadilla”. Le conté todo el sueño y la respuesta que él me dio, fue
mucho más sorprendente para mí:” Dios te está llamando”, me dijo. “Mira, yo leo
el Nuevo Testamento. Este es un misterio ó sobremanera, todavía continué en mi
incredulidad y dureza de corazón. Entonces, comencé a preparar mi estrategia,
para hacerme un marxista cristiano, pero esa es otra historia.
Por esos días, mi madre desesperada por
mis años de cautiverio, buscaba la manera de cómo ayudarme a salir de la
cárcel. Entonces visitó a una hechicera en la ciudad de Cúcuta, Colombia. Yo no
sabía nada de esto. Pero tuve un sueño, donde me veía en una zona montañosa,
donde había muchos indios y comencé a cruzar siete ríos o pasos de agua. Al
cruzar uno me apareció el “Negro Felipe” y me dio una estatuilla de José
Gregorio Hernández, mientras me decía: “éste fue quien te sanó cuando tu
estabas ya muerto”.
Continué cruzando los pasos de agua o
ríos, mientras observaba muchos indios y negros danzando en un extraño ritual.
Cuando atravesé el séptimo río, apareció ante mí una india muy bella y me dijo
que ella era la reina y me entregó un librito, escrito en lengua indígena.
Cuando lo leí, me di cuenta que era el “Padre Nuestro” en lengua aborigen. Me
desperté sentado en la cama en posición de loto, al estilo de los budistas,
recitando el Padre Nuestro en aquella extraña lengua, desconocida para mí.
Al transcurrir de los años, ya militando
en Cristo Jesús, supe que aquel lugar era la Montaña de Sorte, donde nunca he ido en la
realidad y que aquellos indios y negros, eran los demonios de las cortes indias
y africanas. Entre tanto, la bella mujer india, no era otra sino el demonio de
“María Lionza”; es decir, satanás, padre de mentira y homicida desde el
principio, porque el entró en Caín para que éste asesinara a su hermano Abel,
en el principio. Así, seguí teniendo muchos sueños y experiencias extrañas. En
uno, en 1981, vi el sacudón que ocurriría ocho años después, en 1989. En otro,
soñé sobre el golpe de estado y la masacre de Puente Llaguno, la cual ocurrió
once años después, el 11 de abril del 2002. Muchas experiencias y sueños
proféticos llegué a tener, pero relatarles abarcaría mucho papel y tiempo. No
obstante, a los fines del presente testimonio, lo que he relatado de mi
experiencia en la Cárcel Modelo ,
en el plano espiritual, es más que suficiente.
CAPÍTULO VII: TRUJILO, UNA
CÁRCEL
DE TERRIBLES EXPERIENCIAS.
Mi traslado a la Cárcel Nacional de Trujillo, se
produjo luego de culminar una huelga de hambre de 41 días, junto a otros seis
compañeros de reclusión. Nuestro traslado a la Cárcel de Trujillo, fue el
resultado de un convenio con las autoridades penitenciarias, toda vez que
convenía a ellos también, alejarnos de Caracas, luego de que un comando
revolucionario secuestrara tres aviones en pleno vuelo y exigiera nuestra
libertad. Los aviones fueron llevados por varios países de Centroamérica y
luego a Cuba. Aunque no se lograra nuestra libertad mediante la operación
comando, el hecho sirvió para que los carceleros reconocieran nuestra condición
como prisioneros políticos, por primera vez en Venezuela, mediante un acta firmada entre el Comité de
Presos Políticos Revolucionarios y el Director del Penal, así como la Guardia Nacional.
Aunque nuestro traslado fue en avión,
saliendo del Aeropuerto de la Base Aérea
“Francisco de Miranda” en La
Carlota , hasta arribar al Aeropuerto de Carvajal cerca de
Valera, estado Trujillo, no pudimos disfrutar del paisaje, porque en realidad
fuimos conducidos amarrados y encadenados como era la costumbre de los “perros
de la guerra”, al servicio del Imperio Yanqui. Yo sólo pude ver por una
escotilla parte del cielo, mientras recibía durante el trayecto de 45 minutos,
muchos “coscorrones” de parte de estos “demócratas” uniformados de la
IV República.
En Trujillo fuimos recluidos en el
Pabellón A-3, el mismo donde estuvo detenido el comandante revolucionario
Fabricio Ojeda, quien logró fugarse de dichos calabozos, para luego ser
traicionado y asesinado por el ministro de relaciones Carlos Andrés Pérez, en
el año 1963 bajo el gobierno del tristemente célebre Raúl Leoni, a quien se le
atribuye la desaparición forzosa y el asesinato de más de 5.000 venezolanos,
hombres y mujeres luchadores por la liberación nacional y la justicia social.
Lo cierto, en lo concerniente al presente
testimonio, es que cuando llegué a esta nueva cárcel, un joven recluso de
nombre Nerio (1), oriundo de Maracaibo, me dio el recibimiento y me dijo: “El
espíritu santo me dice que tú no eres ningún revolucionario, sino un escogido
de Dios; debes buscar de Cristo. Yo hablaré de ti con el pastor Silva, a ver
que me dice”.
En esa cárcel, tuve como dice el
encabezado de este capítulo, muchas experiencias terribles en el campo
espiritual, las cuales voy a relatar. Aunque no mencione las fechas de algunas
de estas experiencias, por motivo de memoria y porque no llevé un diario de la
prisión por razones obvias; aunque el orden cronológico de las experiencias no
sea el correcto, doy testimonio ante Dios, que los siguientes relatos son fieles
y verdaderos:
Por orden de importancia a los fines de mi
testimonio, contaré lo siguiente: en una oportunidad, cuando mi primera esposa
estaba embarazada de siete meses de mi primer hijo Rubén Simón, tuve un sueño
donde me veía en un autobús de máquina como los que todavía existen en las
antiguas rutas de los Magallanes de Catia, Los Frailes de Catia o Caricuao, por
ejemplo. De pronto subió mi esposa con un bebé en brazos. Cuando intentó pasar
la máquina, el bebé cayó de sus brazos, mientras yo, sentado en el tercer
puesto, hacía el intento por evitar un daño al niño. No pude socorrerlo a
tiempo y la cabeza del bebé se estrelló contra el piso del autobús. Cuando me
acerqué a recogerlo, la gente me decía: “está muerto; el bebé murió”.
Al despertar, con un sentimiento de dolor,
me preguntaba: ¿qué significará este sueño? La respuesta no tardó en llegar:
aproximadamente a las 8 de la mañana de ese día, recibí una carta escrita a
puño y letra por mi hermano Julio César Gómez, quien me informaba lo siguiente,
más o menos con estas palabras:
“Querido hermano Rubén:
Sabes cuanto te admiro y te aprecio de
verdad. Te pido fortaleza ante la noticia que voy a darte: tu esposa Zuleima
tuvo una pérdida. Tu hijo nació muerto. Lo siento mucho. Sé que sabrás superar
este dolor”
Ten fortaleza. ¡Ánimo, hermano!
Te
consuela en tu dolor, tu hermano
Julio.”
Ese día, fue el más triste de mi vida,
después de la pérdida de mi hermano José Luis, la de mi padre Cipriano Gómez,
la de mi sobrina Oda Soledad y algunos años después, también falleció
trágicamente mi hermano Julio, quien me consolara en mi dolor de la prisión.
Al terminar de leer la carta, las lágrimas
empañaron mi mirada y pronto, se convirtieron en una cascada de dolor brotando
de mis ojos. Dentro de mi impotencia de prisionero, sin poder ver a mi esposa,
sin poder despedir el cadáver de mi hijo, comencé a escribir este poema:
AL NIÑO QUE
NO LLEGÓ
Cuanto tiempo de espera, Rubencito
te esperé, te soñé con alegría
y esta tenue y pasajera fantasía
el dolor de tu partida me ha traído.
Te esperé con gran ternura, criatura
mas, lo adverso te alejó de la existencia
hoy en mí sólo queda esta tristeza
y mi dolor se ha convertido en amargura.
Obnubilado quedé con tu partida
no llegaste hombrecito de mi ensueño;
no voy a lamentarme ni voy a alzar un
ruego
sólo sé que algún día, te encontraré en la
vida.
Hasta luego hombrecito desangrado
el dolor que ha dejado tu partida
lo llevaré en mi corazón guardado
hasta que un día en mi ser ya no haya
vida.
Pasé días donde no podía contener el
llanto y comencé a dudar de mi esposa. Comencé a tener pensamientos contrarios
a ella. Una y otra vez la culpaba en mi mente, por haber ella (según pensaba
yo), provocado la pérdida de mi hijo. Además, dudaba de si ella me era fiel,
porque alguna vez me había mencionado sobre un enfermero, compañero de trabajo
que había conocido (mi esposa era trabajadora social en un hospital de
Caracas). Lo cierto, es que tuve otro sueño, donde veía entrar por la puerta
del Pabellón de Presos Políticos, una especie de desfile formado por mi madre,
mis hermanas y hermanos y traían una torta con un angelito decorado en forma de
pastelería. Cuando colocaron la torta sobre la mesa de ping pong que estaba en
el centro del pabellón, yo intenté hacer un corte con un cuchillo y entonces,
el angelito abrió los ojos, se levantó y salió volando. Fue en ese momento
cuando me di cuenta se trataba de mi hijo Rubén Simón.
En el sueño, yo salí volando detrás de mi
hijo y lo fui persiguiendo hasta los límites de la Estratosfera. El
niño salió volando de la Tierra
hacia el firmamento y cuando traté de seguirle, choqué contra una especie de
aro magnético y caí a la Tierra. Entonces
el niño me dijo desde el cielo: “Papá, tú no puedes pasar porque yo estoy
muerto. No llores por mí, nos veremos un
día en el cielo. Como prueba de que te estoy hablando en el espíritu, te voy a
decir dos secretos: “en realidad hay dos soles y pronto los científicos van a
poder observar la cara oculta de la
Luna ”.
Desperté de este sueño, con cierto
consuelo. Pero en pocos días, cuando apenas comenzaba a secar mis lágrimas por
la pérdida de mi hijo, mi esposa me daría un golpe sentimental y emocional
tremendo. Me dijo: “Rubén, lo que sentía por ti ha muerto. Debemos separarnos.
Yo te amé, pero tu forma de ser ha hecho morir mi amor por ti”. Y en verdad, yo
me había comportado de manera obstinada. Había comenzado a celar a mi esposa
obsesivamente. Su amistad con el enfermero, compañero de trabajo de ella, me
molestaba mucho. Cuando Zuleima me dijo que me dejaba para siempre, yo le
pregunté: ¿Por quién me dejas? ¿Por tu amigo el enfermero? Entonces ella me
confesó la verdad: sí, era por él. Se había enamorado de ese amigo.
Aparentemente, acepté esta despedida. Pero
en mi corazón sufría en silencio. Me fui convirtiendo en un cínico. Comencé a
enamorar mujeres por rebeldía y soledad. Inclusive, me le declaré a una mujer
casada y esto, me hizo padecer el desprecio de antiguos compañeros de lucha y
sufrir el desprestigio como luchador social. Sentí que nadie me quería. Pero
eso apenas era el comienzo de un estado de padecimiento físico y espiritual,
permitido por Dios para mi futura salvación, porque él había comenzado a tratar
ya conmigo.
El primer sábado del mes de agosto de
1983, me dediqué por fin a leer la
Biblia que me había regalado el pastor Silva. Eran las ocho
de la noche exactamente, cuando inicié el estudio comparativo de la Biblia y el “Po Pol Vu”,
supuestamente la antigua Biblia precolombina de la Cultura Nahualt. Mientras leía,
encerrado en mi celda con el candado de seguridad personal puesto en la puerta
de hierro, más el candado de seguridad del penal colocado por el lado de afuera
de la puerta, me inquieté al comprobar como en una porción del Po Pol Vu,
decía, “él vendrá como relámpago en la oscuridad”, mientras que en la Biblia leí en ese momento:
“Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente,
así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27).
Mientras meditaba en la similitud de estas
expresiones, ocurrió lo inesperado y asombroso. Una mujer apareció en medio de
mi celda; esta aparición, me produjo una enorme impresión y me quedé paralizado
de terror (Para ese entonces, quedábamos tres prisioneros políticos en la Cárcel Nacional de Trujillo;
cada uno en una celda individual). La supuesta mujer aparecida de la nada, era
mi profesora de inglés ( por entonces yo estudiaba el 4to año de bachillerato
en la prisión). Como me encontraba sentado en la cama en posición de “loto” (2)
y como a su vez, estaba aturdido y confundido por aquella sorprendente
presencia, observé sus ojos de hombre, cuando la mujer me dijo:
-
“Al fin solos.- ¿Quieres ver mi poder?”.
Inmediatamente, salió del baño una “muñequita” parecida a un objeto de madera y
metal. Este ser venía hacia mí y supe inmediatamente lo que pretendía:
arrebatarme la Biblia
de las manos (Años más adelante este personaje apareció en un largometraje de
terror como la “novia de chuky”). Me negué a dejarme arrebatar la Biblia por aquel ser de pesadilla
y apreté el libro fuertemente contra mi pecho. La monstruosa “muñequita” logró
arrebatarme la Santa Palabra
de las manos y colocándola con las letras hacia abajo la chocó contra el piso,
mientras de mi boca salió un grito escalofriante:
-¡¡NOOOO!!-
Al instante sonó una tremenda explosión y salí (¿mi alma?) por el techo de la
celda, llevado por un ventarrón o remolino negro, oscuro, de tinieblas.
Mientras este extraño “remolino o ventarrón”, me llevaba por el aire, pude ver
la gente caminando a esa hora-8 pm-, por las calles de la ciudad de Trujillo.
Comencé a gritar a pesar ser “ateo” e incrédulo: -¡DIOS AYÚDAME!- Luego, el
extraño y diabólico viento me llevó por las ciudades de Barquisimeto, Valencia
y Maracay, hasta llegar a Caracas, Calle San Isidro, Callejón San Nicolás,
Número 16, donde habitaba con mis padres y mis hermanos antes de ser detenido.
Al llegar a la casa, me asomé por una
ventana y pude ver a mi padre y a mi madre, quienes sentados en la sala, frente
al reloj de campana de la casa, conversaban de esta manera:-“ pobrecito ese
muchacho”- Decía mi madre refiriéndose a mí. Y agregaba: -“él tomó ese camino
revolucionario y ahora está preso. Yo siempre rezo por él- A su vez, mi padre
respondió:-“sí, pobrecito. Yo rezo también por él, siempre”. Entre tanto, yo
intentaba llamar la atención de ellos tocando a la ventana, mientras
exclamaba:-¡Papá, mamá, aquí estoy!- No obstante, fue inútil. Mi padre y mi
madre no podían verme. En ese momento comprendí que estaba viviendo una
experiencia espiritual.
Posteriormente, ví salir de las tinieblas
una mujer a la cual yo conocía. Se trataba de una vecina. La misma aparecía
ante mis ojos espirituales como una bruja, cuando en realidad ella era miembro
de una iglesia cristiana evangélica. Entonces reflexioné: “Cómo es posible que
haya brujos escondidos dentro de las iglesias evangélicas”. Mientras realizaba
esta reflexión, salió de las tinieblas otro personaje: se trataba de satanás,
pero apareció como el personaje Freddy Gruver de la película “Pesadilla en la Calle del Infierno”. Sin
embargo, esta película no fue grabada sino hasta varios años después, de la
experiencia que estoy relatando. El tenebroso y demoníaco personaje, me
preguntó: “¿Has visto mi poder?”. En seguida levantó uno de sus dedos
infernales y golpeó un muro de la casa. Sonó una tremenda explosión y me
encontré de nuevo llevado por un ventarrón negro, de tinieblas, por todas las
ciudades anteriores, hasta llegar a la ciudad de Trujillo, donde atravesé el
techo de la prisión y caí sobre la cama.
Aturdido por esta situación y aterrado por
tan extraña experiencia, vi como la mujer aparecida en mi celda, estaba aún
allí. Entonces me dijo:-¿HAS VISTO MI PODER?- Inmediatamente, se despojó de
toda la ropa, sacó su lengua bífida o bifurcada, su lengua de serpiente y se
abalanzó sobre mí. Comencé a sentir un dolor terrible en todo mi cuerpo. Esta
mujer que era un demonio, el mismo diablo, me estaba arrancando el alma. En
medio del terrible dolor experimentado, una neblina densa y oscura invadió mi
celda. Se trataba de las más densas tinieblas que jamás en mi vida yo había
visto. Fue entonces, cuando recordé las palabras que me había dicho el hermano
Nerio, emisario del pastor Silva: “Cuando te encuentres en algún peligro,
invoca el nombre del Señor Jesucristo”. Grité en mi desesperación: -¡¡SEÑOR
JESÚS AYÚDAME!!
Ocurrió entonces algo maravilloso: Un
relámpago extraordinario, una luz infinitamente brillante, entró a mi celda y
la mujer demonio-quien me estaba robando el alma-, se esfumó emitiendo un
horrible alarido por un túnel oscuro que se la tragó instantáneamente. Mientras
esto ocurría, pude escuchar una pelea a espadas entre ángeles que combatían
entre sí por mi alma. Digo escuchar, porque ya no podía ver: AQUELLA LUZ MARAVILLOSA,
AQUEL RESPLANDOR DE UN FULGOR INCOMPARABLE, ME HABÍA DEJADO CIEGO.
Fue en ese momento cuando recordé un
pasaje de Hechos Capítulo 9, el cual había leído en la Comandancia de Policía
de la Victoria ,
en uno de esos ejemplares del Nuevo Testamento que me habían obsequiado años
antes, al comienzo de mis prisiones por causa de mis pecados, LOS GEDEONES
INTERNACIONALES. Entonces imploré al Señor: SEÑOR JESÚS, VUÉLVEME LA
VISTA COMO SE LA DEVOLVISTE A PABLO. Poco a
poco, comencé a ver de nuevo; primero borroso. Pero en pocos minutos, la celda
apareció ante mis ojos con todos los objetos y colorido. Mi visión había sido
restaurada por el Señor Jesús.
Sumamente sorprendido por todo lo
acontecido, me disponía a reflexionar acerca de estos hechos, cuando tocaron a
la puerta de mi celda insistentemente, mientras me llamaban por mi
nombre:-¡¡Rubén Gómez!! ¡¡Rubén Gómez!! ¡¡ABRE LA PUERTA !! Al abrir la puerta
de hierro, me encontré con once guardias nacionales y un vigilante de
prisiones, quienes me interrogaban con voz exaltada y emotiva: -¿Qué pasó Rubén
Gómez? ¡¡Cuéntanos, que pasó? Respondí a sus imperiosas interrogantes, con otra
pregunta:-¿Qué pasó de qué? ¿Qué está ocurriendo?- Uno de los guardias me dijo
entonces:-“Yo estaba en “el pingüino” (es decir, la garita central y más alta)
y vi como salía fuego de esta celda. A la vez, escuché una gritería aquí y una
pelea como a espada o cuchillo y dije, están matando al preso político; están
quemando al político”. Luego, el teniente al mando de aquel pelotón, agregó:-“Cuando
nos acercábamos apresuradamente, todavía vimos un gran fuego que salía de tu
celda. Y seguidamente me preguntó:-Dinos, ¿qué fue todo eso? Ante estas
preguntas llenas de asombro y de una imperiosa necesidad de indagar lo
acontecido por parte de los carceleros, respondí de manera decidida y
tajante:-TUVE UNA PESADILLA; SOLAMENTE UNA PESADILLA- Al escuchar mi respuesta,
tanto los guardias nacionales como el vigilante de prisiones, se rascaban la
cabeza dudosos y se retiraron en silencio, expresando en sus rostros
incertidumbre y asombro.
Entré a mi celda para recapacitar sobre el
extraño acontecimiento, cuando observé la hora en mi sencillo reloj de pared:
eran apenas las 8:15 de la noche de aquel sábado. Todo había acontecido en 15
minutos y lo más extraño, es que desde mis 15 años de edad hasta la fecha,
jamás me he acostado antes de las 11:30 ó las 12 de la medianoche, porque en
mis prisiones y antes de mis prisiones (durante 10 años y medio de reclusión),
dediqué las noches a leer. Actualmente la dedico a leer, orar y escribir, pero
nunca duermo antes de las 12 ó 12:30 de la noche.
Meses después de este extraño suceso, tuve
un extraño sueño una noche de angustia y zozobra. Ese día me acosté alrededor
de las 11 de la noche, cuando soñé que me encontraba en un velorio y en el
ambiente sonaba una música extraña de ultratumba, mientras una luz violeta
iluminaba la sala donde se encontraba el féretro. Cuando me acerqué a la urna
para observar al muerto, éste se trataba del mismo guardia nacional que estaba
destacado en “el pingüino” o garita de vigilancia central, el día cuando el
diablo quiso robar mi alma y ahora entiendo, el Señor Jesús se me apareció por
segunda vez, en un glorioso resplandor, para librarme de la muerte y del
infierno. Mientras contemplaba el cadáver yacente en la urna, éste se levantó y
comenzó a perseguirme pistola en mano, hasta alcanzarme y sujetarme por la
espalda y entonces desperté de aquella pesadilla. Recordé al despertarme, que
mis sillas blancas de plástico, estaban en el velorio en el sueño macabro que
había tenido.
Al despertarme, me comuniqué con otro de
los presos políticos (JLS), por un pequeño agujero que había en la pared
contigua a su celda. Le relaté de manera breve el extraño sueño a viva voz, mientras
él me respondió:-Yo también tuve un sueño extraño. Parece que viene algo en
contra de nosotros- me dijo mi compañero de lucha a quien llamaré solamente
JLS.
Decidí que había un plan del gobierno y de
la guardia nacional contra los tres presos políticos recluidos para entonces en
aquella prisión. Me dispuse a resistir a los esbirros “hasta la muerte”. Para
ello, coloqué un estante metálico acostado en forma de barricada; improvisé una
bandera roja con un palo de escoba y un pañuelo de ese color guardado en mi
ropero. Fabriqué una bomba molotov, con una botella, gasolina oculta en mi
celda y mopa tomada del coleto. Me persuadí a esperar sin dormir, la segura
arremetida del enemigo, cuando tocaron a la puerta de mi celda. Al abrir la
puerta, un vigilante de prisiones me ordenó:- “PREPÁRATE QUE VAS TRASLADADO
PARA CARACAS”-
Esta información dada por el vigilante con
un tono de voz agresivo y a la vez malicioso, me pareció una vil mentira. Algo
terrible habían preparado los carceleros en contra de los tres políticos que
aún quedábamos en Trujillo. Volví a comunicarme con el compañero JLS a través
del agujero en la pared; éste a su vez, se comunicó con nuestro otro compañero
CLG cuya celda estaba contigua a la de él. Ambos acordaron no resistir al traslado,
lo cual acepté de mala gana.
A eso de las 12:30 de la noche, se presentó
una comisión de guardias nacionales a mando del teniente Arteaga. Solicitaron
que saliera de mi celda con las manos en la nuca. Una vez que salí de mi celda
sin oponer resistencia, el teniente Arteaga ordenó me esposaran y comenzó a
darme puñetazos, mientras me insultaba. Ante esta agresión, respondí diciéndole
a los guardias nacionales: guardias, su teniente es un cobarde, porque le pega
a los hombres cuando están esposados. Así era yo de contestatario, antes de
conocer a Jesucristo como mi Señor y salvador.
Luego de golpearme, me condujeron a la
llamada “jefatura de servicios”, donde ya aguardaban esposados también, mis
compañeros JLS y CLG. Nos encaminaron al autobús para proceder al traslado
hacia lo “desconocido”, porque no sabíamos hacia donde nos llevaban, como
tampoco el motivo de nuestro sorpresivo traslado. Allí comenzó nuestro
martirio. Fuimos esposados unos con otros, y además, encadenados al cuello con
el pie del otro, mientras nos colocaron unos enormes candados. Mientras nos
daban puntapiés y peinillazos, fuimos colocados en el piso del autobús, para
viajar pisoteados por las botas de los guardias nacionales, quienes no paraban
de agredirnos verbal y físicamente.
A medida del avance del autobús,
comprendimos algo terrible: no estábamos siendo trasladados a Caracas;
llevábamos verdaderamente un rumbo desconocido. Cuando habían transcurrido unas
catorce horas de recorrido aproximadamente, en aquel autobús del diablo,
arribamos a San Juan de los Morros. Eran los días de la campaña electoral de
1983. Jaime Lusinchi, quien posteriormente sería mi padrino de graduación como
bachiller de la República ,
era para entonces el candidato del partido Acción Democrática (AD), aspirando a
la presidencia de Venezuela. La mañana estaba avanzada, cuando se acercaron al
autobús siniestro unas jovencitas de AD, recogiendo colaboración para la
campaña presidencial del Doctor Jaime Lusinchi.
Los guardias nacionales comenzaron a
burlarse de nosotros, quienes permanecíamos en el piso del autobús, amarrados,
encadenados y esposados. Subieron a las jovencitas de AD al autobús y éstas
comenzaron a reirse de nosotros, mostrándonos los “perolitos” de recolecta de
fondos, mientras nos decían cínicamente: -VAMOS GUERRILLEROS, COLABOREN CON LA DEMOCRACIA- Luego ,
continuaban burlándose. No pude contenerme y les dije:
-“MUCHACHAS, OJALÁ USTEDES
NUNCA TENGAN QUE PADECER LO QUE NOSOTROS HEMOS SUFRIDO EN MANOS DE ESTOS
TORTURADORES, POR LUCHAR POR UNA VENEZUELA LIBRE Y VERDADERAMENTE DEMOCRÁTICA”.
Esas eran mis ideas y las de mis compañeros. Las muchachas, al escuchar mis
palabras, cambiaron de actitud. Pude ver en los ojos de una de ellas, las
lágrimas brotando. Se bajaron en silencio del autobús, mientras que los
guardias nacionales arremetieron contra nosotros con patadas y golpes.
Ocho horas después, aproximadamente,
llegamos a nuestro destino provisional. No sabíamos a dónde habíamos sido
trasladados, hasta que al bajarnos del autobús, los guardias nacionales
comenzaron a insultarnos y a maldecirnos, mientras nos decían peinilla en mano:
“BIENVENIDOS A LA ISLA DE LA FANTASÍA , HAN LLEGADO A
LAS COLONIAS MÓVILES DE “EL DORADO” (3)
(1)
Nerio: mi amigo Nerio, el “maracucho” era
un detenido de la Cárcel Nacional
de Trujillo, cuando yo llegué a ese recinto carcelario. También fue el primer
preso en predicarme la Palabra
de Dios y de sus manos, recibí la primera Biblia Reina Valera (Versión 1977),
que tuve en mi vida. Cuando salí en libertad, encontré a Nerio en Caracas:
trabajaba como zapatero por su cuenta, en las calles, arriesgando siempre su
vida. A finales del 2011 le relaté por fin la experiencia sobrenatural que tuve
en la Cárcel
de Trujillo, cuando leía la
Biblia y el diablo quiso llevarme y el Señor me salvó. A
comienzos del 2012, vi a Nerio por última vez en Chacaito. Según supe, mi amigo
fue asesinado en las calles de Caracas, pero esto debo confirmarlo.
(2)
Posición de Loto: es una forma de
sentarse ejecutada por los practicantes del Hatta Yoga o Yoga Físico.
(3)
EL DORADO: Siniestra cárcel ubicada en la
selva de Santa Elena de Uairén, custodiada desde su fundación por la Guardia Nacional.
Durante los días de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, El Dorado fue sitio
de reclusión y de muerte de muchos prisioneros políticos. Luego, durante la
democracia adeco-copeyana, fue usada como recinto para aislar a los jóvenes y
adolescentes, a quienes se les aplicaba la inconstitucional “Ley de Vagos y
Maleantes”.
En
ocasiones, muchos prisioneros políticos fuimos secuestrados en El Dorado, para
ser sometidos a torturas y maltratos, con la finalidad de hacernos renegar de
nuestros principios.
CAPÍTULO VII: TRUJILO, UNA
CÁRCEL
DE TERRIBLES EXPERIENCIAS.
Mi traslado a la Cárcel Nacional de Trujillo, se
produjo luego de culminar una huelga de hambre de 41 días, junto a otros seis
compañeros de reclusión. Nuestro traslado a la Cárcel de Trujillo, fue el
resultado de un convenio con las autoridades penitenciarias, toda vez que
convenía a ellos también, alejarnos de Caracas, luego de que un comando
revolucionario secuestrara tres aviones en pleno vuelo y exigiera nuestra
libertad. Los aviones fueron llevados por varios países de Centroamérica y
luego a Cuba. Aunque no se lograra nuestra libertad mediante la operación
comando, el hecho sirvió para que los carceleros reconocieran nuestra condición
como prisioneros políticos, por primera vez en Venezuela, mediante un acta firmada entre el Comité de
Presos Políticos Revolucionarios y el Director del Penal, así como la Guardia Nacional.
Aunque nuestro traslado fue en avión,
saliendo del Aeropuerto de la Base Aérea
“Francisco de Miranda” en La
Carlota , hasta arribar al Aeropuerto de Carvajal cerca de
Valera, estado Trujillo, no pudimos disfrutar del paisaje, porque en realidad
fuimos conducidos amarrados y encadenados como era la costumbre de los “perros
de la guerra”, al servicio del Imperio Yanqui. Yo sólo pude ver por una
escotilla parte del cielo, mientras recibía durante el trayecto de 45 minutos,
muchos “coscorrones” de parte de estos “demócratas” uniformados de la
IV República.
En Trujillo fuimos recluidos en el
Pabellón A-3, el mismo donde estuvo detenido el comandante revolucionario
Fabricio Ojeda, quien logró fugarse de dichos calabozos, para luego ser
traicionado y asesinado por el ministro de relaciones Carlos Andrés Pérez, en
el año 1963 bajo el gobierno del tristemente célebre Raúl Leoni, a quien se le
atribuye la desaparición forzosa y el asesinato de más de 5.000 venezolanos,
hombres y mujeres luchadores por la liberación nacional y la justicia social.
Lo cierto, en lo concerniente al presente
testimonio, es que cuando llegué a esta nueva cárcel, un joven recluso de
nombre Nerio (1), oriundo de Maracaibo, me dio el recibimiento y me dijo: “El
espíritu santo me dice que tú no eres ningún revolucionario, sino un escogido
de Dios; debes buscar de Cristo. Yo hablaré de ti con el pastor Silva, a ver
que me dice”.
En esa cárcel, tuve como dice el
encabezado de este capítulo, muchas experiencias terribles en el campo
espiritual, las cuales voy a relatar. Aunque no mencione las fechas de algunas
de estas experiencias, por motivo de memoria y porque no llevé un diario de la
prisión por razones obvias; aunque el orden cronológico de las experiencias no
sea el correcto, doy testimonio ante Dios, que los siguientes relatos son fieles
y verdaderos:
Por orden de importancia a los fines de mi
testimonio, contaré lo siguiente: en una oportunidad, cuando mi primera esposa
estaba embarazada de siete meses de mi primer hijo Rubén Simón, tuve un sueño
donde me veía en un autobús de máquina como los que todavía existen en las
antiguas rutas de los Magallanes de Catia, Los Frailes de Catia o Caricuao, por
ejemplo. De pronto subió mi esposa con un bebé en brazos. Cuando intentó pasar
la máquina, el bebé cayó de sus brazos, mientras yo, sentado en el tercer
puesto, hacía el intento por evitar un daño al niño. No pude socorrerlo a
tiempo y la cabeza del bebé se estrelló contra el piso del autobús. Cuando me
acerqué a recogerlo, la gente me decía: “está muerto; el bebé murió”.
Al despertar, con un sentimiento de dolor,
me preguntaba: ¿qué significará este sueño? La respuesta no tardó en llegar:
aproximadamente a las 8 de la mañana de ese día, recibí una carta escrita a
puño y letra por mi hermano Julio César Gómez, quien me informaba lo siguiente,
más o menos con estas palabras:
“Querido hermano Rubén:
Sabes cuanto te admiro y te aprecio de
verdad. Te pido fortaleza ante la noticia que voy a darte: tu esposa Zuleima
tuvo una pérdida. Tu hijo nació muerto. Lo siento mucho. Sé que sabrás superar
este dolor”
Ten fortaleza. ¡Ánimo, hermano!
Te
consuela en tu dolor, tu hermano
Julio.”
Ese día, fue el más triste de mi vida,
después de la pérdida de mi hermano José Luis, la de mi padre Cipriano Gómez,
la de mi sobrina Oda Soledad y algunos años después, también falleció
trágicamente mi hermano Julio, quien me consolara en mi dolor de la prisión.
Al terminar de leer la carta, las lágrimas
empañaron mi mirada y pronto, se convirtieron en una cascada de dolor brotando
de mis ojos. Dentro de mi impotencia de prisionero, sin poder ver a mi esposa,
sin poder despedir el cadáver de mi hijo, comencé a escribir este poema:
AL NIÑO QUE
NO LLEGÓ
Cuanto tiempo de espera, Rubencito
te esperé, te soñé con alegría
y esta tenue y pasajera fantasía
el dolor de tu partida me ha traído.
Te esperé con gran ternura, criatura
mas, lo adverso te alejó de la existencia
hoy en mí sólo queda esta tristeza
y mi dolor se ha convertido en amargura.
Obnubilado quedé con tu partida
no llegaste hombrecito de mi ensueño;
no voy a lamentarme ni voy a alzar un
ruego
sólo sé que algún día, te encontraré en la
vida.
Hasta luego hombrecito desangrado
el dolor que ha dejado tu partida
lo llevaré en mi corazón guardado
hasta que un día en mi ser ya no haya
vida.
Pasé días donde no podía contener el
llanto y comencé a dudar de mi esposa. Comencé a tener pensamientos contrarios
a ella. Una y otra vez la culpaba en mi mente, por haber ella (según pensaba
yo), provocado la pérdida de mi hijo. Además, dudaba de si ella me era fiel,
porque alguna vez me había mencionado sobre un enfermero, compañero de trabajo
que había conocido (mi esposa era trabajadora social en un hospital de
Caracas). Lo cierto, es que tuve otro sueño, donde veía entrar por la puerta
del Pabellón de Presos Políticos, una especie de desfile formado por mi madre,
mis hermanas y hermanos y traían una torta con un angelito decorado en forma de
pastelería. Cuando colocaron la torta sobre la mesa de ping pong que estaba en
el centro del pabellón, yo intenté hacer un corte con un cuchillo y entonces,
el angelito abrió los ojos, se levantó y salió volando. Fue en ese momento
cuando me di cuenta se trataba de mi hijo Rubén Simón.
En el sueño, yo salí volando detrás de mi
hijo y lo fui persiguiendo hasta los límites de la Estratosfera. El
niño salió volando de la Tierra
hacia el firmamento y cuando traté de seguirle, choqué contra una especie de
aro magnético y caí a la Tierra. Entonces
el niño me dijo desde el cielo: “Papá, tú no puedes pasar porque yo estoy
muerto. No llores por mí, nos veremos un
día en el cielo. Como prueba de que te estoy hablando en el espíritu, te voy a
decir dos secretos: “en realidad hay dos soles y pronto los científicos van a
poder observar la cara oculta de la
Luna ”.
Desperté de este sueño, con cierto
consuelo. Pero en pocos días, cuando apenas comenzaba a secar mis lágrimas por
la pérdida de mi hijo, mi esposa me daría un golpe sentimental y emocional
tremendo. Me dijo: “Rubén, lo que sentía por ti ha muerto. Debemos separarnos.
Yo te amé, pero tu forma de ser ha hecho morir mi amor por ti”. Y en verdad, yo
me había comportado de manera obstinada. Había comenzado a celar a mi esposa
obsesivamente. Su amistad con el enfermero, compañero de trabajo de ella, me
molestaba mucho. Cuando Zuleima me dijo que me dejaba para siempre, yo le
pregunté: ¿Por quién me dejas? ¿Por tu amigo el enfermero? Entonces ella me
confesó la verdad: sí, era por él. Se había enamorado de ese amigo.
Aparentemente, acepté esta despedida. Pero
en mi corazón sufría en silencio. Me fui convirtiendo en un cínico. Comencé a
enamorar mujeres por rebeldía y soledad. Inclusive, me le declaré a una mujer
casada y esto, me hizo padecer el desprecio de antiguos compañeros de lucha y
sufrir el desprestigio como luchador social. Sentí que nadie me quería. Pero
eso apenas era el comienzo de un estado de padecimiento físico y espiritual,
permitido por Dios para mi futura salvación, porque él había comenzado a tratar
ya conmigo.
El primer sábado del mes de agosto de
1983, me dediqué por fin a leer la
Biblia que me había regalado el pastor Silva. Eran las ocho
de la noche exactamente, cuando inicié el estudio comparativo de la Biblia y el “Po Pol Vu”,
supuestamente la antigua Biblia precolombina de la Cultura Nahualt. Mientras leía,
encerrado en mi celda con el candado de seguridad personal puesto en la puerta
de hierro, más el candado de seguridad del penal colocado por el lado de afuera
de la puerta, me inquieté al comprobar como en una porción del Po Pol Vu,
decía, “él vendrá como relámpago en la oscuridad”, mientras que en la Biblia leí en ese momento:
“Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente,
así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27).
Mientras meditaba en la similitud de estas
expresiones, ocurrió lo inesperado y asombroso. Una mujer apareció en medio de
mi celda; esta aparición, me produjo una enorme impresión y me quedé paralizado
de terror (Para ese entonces, quedábamos tres prisioneros políticos en la Cárcel Nacional de Trujillo;
cada uno en una celda individual). La supuesta mujer aparecida de la nada, era
mi profesora de inglés ( por entonces yo estudiaba el 4to año de bachillerato
en la prisión). Como me encontraba sentado en la cama en posición de “loto” (2)
y como a su vez, estaba aturdido y confundido por aquella sorprendente
presencia, observé sus ojos de hombre, cuando la mujer me dijo:
-
“Al fin solos.- ¿Quieres ver mi poder?”.
Inmediatamente, salió del baño una “muñequita” parecida a un objeto de madera y
metal. Este ser venía hacia mí y supe inmediatamente lo que pretendía:
arrebatarme la Biblia
de las manos (Años más adelante este personaje apareció en un largometraje de
terror como la “novia de chuky”). Me negué a dejarme arrebatar la Biblia por aquel ser de pesadilla
y apreté el libro fuertemente contra mi pecho. La monstruosa “muñequita” logró
arrebatarme la Santa Palabra
de las manos y colocándola con las letras hacia abajo la chocó contra el piso,
mientras de mi boca salió un grito escalofriante:
-¡¡NOOOO!!-
Al instante sonó una tremenda explosión y salí (¿mi alma?) por el techo de la
celda, llevado por un ventarrón o remolino negro, oscuro, de tinieblas.
Mientras este extraño “remolino o ventarrón”, me llevaba por el aire, pude ver
la gente caminando a esa hora-8 pm-, por las calles de la ciudad de Trujillo.
Comencé a gritar a pesar ser “ateo” e incrédulo: -¡DIOS AYÚDAME!- Luego, el
extraño y diabólico viento me llevó por las ciudades de Barquisimeto, Valencia
y Maracay, hasta llegar a Caracas, Calle San Isidro, Callejón San Nicolás,
Número 16, donde habitaba con mis padres y mis hermanos antes de ser detenido.
Al llegar a la casa, me asomé por una
ventana y pude ver a mi padre y a mi madre, quienes sentados en la sala, frente
al reloj de campana de la casa, conversaban de esta manera:-“ pobrecito ese
muchacho”- Decía mi madre refiriéndose a mí. Y agregaba: -“él tomó ese camino
revolucionario y ahora está preso. Yo siempre rezo por él- A su vez, mi padre
respondió:-“sí, pobrecito. Yo rezo también por él, siempre”. Entre tanto, yo
intentaba llamar la atención de ellos tocando a la ventana, mientras
exclamaba:-¡Papá, mamá, aquí estoy!- No obstante, fue inútil. Mi padre y mi
madre no podían verme. En ese momento comprendí que estaba viviendo una
experiencia espiritual.
Posteriormente, ví salir de las tinieblas
una mujer a la cual yo conocía. Se trataba de una vecina. La misma aparecía
ante mis ojos espirituales como una bruja, cuando en realidad ella era miembro
de una iglesia cristiana evangélica. Entonces reflexioné: “Cómo es posible que
haya brujos escondidos dentro de las iglesias evangélicas”. Mientras realizaba
esta reflexión, salió de las tinieblas otro personaje: se trataba de satanás,
pero apareció como el personaje Freddy Gruver de la película “Pesadilla en la Calle del Infierno”. Sin
embargo, esta película no fue grabada sino hasta varios años después, de la
experiencia que estoy relatando. El tenebroso y demoníaco personaje, me
preguntó: “¿Has visto mi poder?”. En seguida levantó uno de sus dedos
infernales y golpeó un muro de la casa. Sonó una tremenda explosión y me
encontré de nuevo llevado por un ventarrón negro, de tinieblas, por todas las
ciudades anteriores, hasta llegar a la ciudad de Trujillo, donde atravesé el
techo de la prisión y caí sobre la cama.
Aturdido por esta situación y aterrado por
tan extraña experiencia, vi como la mujer aparecida en mi celda, estaba aún
allí. Entonces me dijo:-¿HAS VISTO MI PODER?- Inmediatamente, se despojó de
toda la ropa, sacó su lengua bífida o bifurcada, su lengua de serpiente y se
abalanzó sobre mí. Comencé a sentir un dolor terrible en todo mi cuerpo. Esta
mujer que era un demonio, el mismo diablo, me estaba arrancando el alma. En
medio del terrible dolor experimentado, una neblina densa y oscura invadió mi
celda. Se trataba de las más densas tinieblas que jamás en mi vida yo había
visto. Fue entonces, cuando recordé las palabras que me había dicho el hermano
Nerio, emisario del pastor Silva: “Cuando te encuentres en algún peligro,
invoca el nombre del Señor Jesucristo”. Grité en mi desesperación: -¡¡SEÑOR
JESÚS AYÚDAME!!
Ocurrió entonces algo maravilloso: Un
relámpago extraordinario, una luz infinitamente brillante, entró a mi celda y
la mujer demonio-quien me estaba robando el alma-, se esfumó emitiendo un
horrible alarido por un túnel oscuro que se la tragó instantáneamente. Mientras
esto ocurría, pude escuchar una pelea a espadas entre ángeles que combatían
entre sí por mi alma. Digo escuchar, porque ya no podía ver: AQUELLA LUZ MARAVILLOSA,
AQUEL RESPLANDOR DE UN FULGOR INCOMPARABLE, ME HABÍA DEJADO CIEGO.
Fue en ese momento cuando recordé un
pasaje de Hechos Capítulo 9, el cual había leído en la Comandancia de Policía
de la Victoria ,
en uno de esos ejemplares del Nuevo Testamento que me habían obsequiado años
antes, al comienzo de mis prisiones por causa de mis pecados, LOS GEDEONES
INTERNACIONALES. Entonces imploré al Señor: SEÑOR JESÚS, VUÉLVEME LA
VISTA COMO SE LA DEVOLVISTE A PABLO. Poco a
poco, comencé a ver de nuevo; primero borroso. Pero en pocos minutos, la celda
apareció ante mis ojos con todos los objetos y colorido. Mi visión había sido
restaurada por el Señor Jesús.
Sumamente sorprendido por todo lo
acontecido, me disponía a reflexionar acerca de estos hechos, cuando tocaron a
la puerta de mi celda insistentemente, mientras me llamaban por mi
nombre:-¡¡Rubén Gómez!! ¡¡Rubén Gómez!! ¡¡ABRE LA PUERTA !! Al abrir la puerta
de hierro, me encontré con once guardias nacionales y un vigilante de
prisiones, quienes me interrogaban con voz exaltada y emotiva: -¿Qué pasó Rubén
Gómez? ¡¡Cuéntanos, que pasó? Respondí a sus imperiosas interrogantes, con otra
pregunta:-¿Qué pasó de qué? ¿Qué está ocurriendo?- Uno de los guardias me dijo
entonces:-“Yo estaba en “el pingüino” (es decir, la garita central y más alta)
y vi como salía fuego de esta celda. A la vez, escuché una gritería aquí y una
pelea como a espada o cuchillo y dije, están matando al preso político; están
quemando al político”. Luego, el teniente al mando de aquel pelotón, agregó:-“Cuando
nos acercábamos apresuradamente, todavía vimos un gran fuego que salía de tu
celda. Y seguidamente me preguntó:-Dinos, ¿qué fue todo eso? Ante estas
preguntas llenas de asombro y de una imperiosa necesidad de indagar lo
acontecido por parte de los carceleros, respondí de manera decidida y
tajante:-TUVE UNA PESADILLA; SOLAMENTE UNA PESADILLA- Al escuchar mi respuesta,
tanto los guardias nacionales como el vigilante de prisiones, se rascaban la
cabeza dudosos y se retiraron en silencio, expresando en sus rostros
incertidumbre y asombro.
Entré a mi celda para recapacitar sobre el
extraño acontecimiento, cuando observé la hora en mi sencillo reloj de pared:
eran apenas las 8:15 de la noche de aquel sábado. Todo había acontecido en 15
minutos y lo más extraño, es que desde mis 15 años de edad hasta la fecha,
jamás me he acostado antes de las 11:30 ó las 12 de la medianoche, porque en
mis prisiones y antes de mis prisiones (durante 10 años y medio de reclusión),
dediqué las noches a leer. Actualmente la dedico a leer, orar y escribir, pero
nunca duermo antes de las 12 ó 12:30 de la noche.
Meses después de este extraño suceso, tuve
un extraño sueño una noche de angustia y zozobra. Ese día me acosté alrededor
de las 11 de la noche, cuando soñé que me encontraba en un velorio y en el
ambiente sonaba una música extraña de ultratumba, mientras una luz violeta
iluminaba la sala donde se encontraba el féretro. Cuando me acerqué a la urna
para observar al muerto, éste se trataba del mismo guardia nacional que estaba
destacado en “el pingüino” o garita de vigilancia central, el día cuando el
diablo quiso robar mi alma y ahora entiendo, el Señor Jesús se me apareció por
segunda vez, en un glorioso resplandor, para librarme de la muerte y del
infierno. Mientras contemplaba el cadáver yacente en la urna, éste se levantó y
comenzó a perseguirme pistola en mano, hasta alcanzarme y sujetarme por la
espalda y entonces desperté de aquella pesadilla. Recordé al despertarme, que
mis sillas blancas de plástico, estaban en el velorio en el sueño macabro que
había tenido.
Al despertarme, me comuniqué con otro de
los presos políticos (JLS), por un pequeño agujero que había en la pared
contigua a su celda. Le relaté de manera breve el extraño sueño a viva voz, mientras
él me respondió:-Yo también tuve un sueño extraño. Parece que viene algo en
contra de nosotros- me dijo mi compañero de lucha a quien llamaré solamente
JLS.
Decidí que había un plan del gobierno y de
la guardia nacional contra los tres presos políticos recluidos para entonces en
aquella prisión. Me dispuse a resistir a los esbirros “hasta la muerte”. Para
ello, coloqué un estante metálico acostado en forma de barricada; improvisé una
bandera roja con un palo de escoba y un pañuelo de ese color guardado en mi
ropero. Fabriqué una bomba molotov, con una botella, gasolina oculta en mi
celda y mopa tomada del coleto. Me persuadí a esperar sin dormir, la segura
arremetida del enemigo, cuando tocaron a la puerta de mi celda. Al abrir la
puerta, un vigilante de prisiones me ordenó:- “PREPÁRATE QUE VAS TRASLADADO
PARA CARACAS”-
Esta información dada por el vigilante con
un tono de voz agresivo y a la vez malicioso, me pareció una vil mentira. Algo
terrible habían preparado los carceleros en contra de los tres políticos que
aún quedábamos en Trujillo. Volví a comunicarme con el compañero JLS a través
del agujero en la pared; éste a su vez, se comunicó con nuestro otro compañero
CLG cuya celda estaba contigua a la de él. Ambos acordaron no resistir al traslado,
lo cual acepté de mala gana.
A eso de las 12:30 de la noche, se presentó
una comisión de guardias nacionales a mando del teniente Arteaga. Solicitaron
que saliera de mi celda con las manos en la nuca. Una vez que salí de mi celda
sin oponer resistencia, el teniente Arteaga ordenó me esposaran y comenzó a
darme puñetazos, mientras me insultaba. Ante esta agresión, respondí diciéndole
a los guardias nacionales: guardias, su teniente es un cobarde, porque le pega
a los hombres cuando están esposados. Así era yo de contestatario, antes de
conocer a Jesucristo como mi Señor y salvador.
Luego de golpearme, me condujeron a la
llamada “jefatura de servicios”, donde ya aguardaban esposados también, mis
compañeros JLS y CLG. Nos encaminaron al autobús para proceder al traslado
hacia lo “desconocido”, porque no sabíamos hacia donde nos llevaban, como
tampoco el motivo de nuestro sorpresivo traslado. Allí comenzó nuestro
martirio. Fuimos esposados unos con otros, y además, encadenados al cuello con
el pie del otro, mientras nos colocaron unos enormes candados. Mientras nos
daban puntapiés y peinillazos, fuimos colocados en el piso del autobús, para
viajar pisoteados por las botas de los guardias nacionales, quienes no paraban
de agredirnos verbal y físicamente.
A medida del avance del autobús,
comprendimos algo terrible: no estábamos siendo trasladados a Caracas;
llevábamos verdaderamente un rumbo desconocido. Cuando habían transcurrido unas
catorce horas de recorrido aproximadamente, en aquel autobús del diablo,
arribamos a San Juan de los Morros. Eran los días de la campaña electoral de
1983. Jaime Lusinchi, quien posteriormente sería mi padrino de graduación como
bachiller de la República ,
era para entonces el candidato del partido Acción Democrática (AD), aspirando a
la presidencia de Venezuela. La mañana estaba avanzada, cuando se acercaron al
autobús siniestro unas jovencitas de AD, recogiendo colaboración para la
campaña presidencial del Doctor Jaime Lusinchi.
Los guardias nacionales comenzaron a
burlarse de nosotros, quienes permanecíamos en el piso del autobús, amarrados,
encadenados y esposados. Subieron a las jovencitas de AD al autobús y éstas
comenzaron a reirse de nosotros, mostrándonos los “perolitos” de recolecta de
fondos, mientras nos decían cínicamente: -VAMOS GUERRILLEROS, COLABOREN CON LA DEMOCRACIA- Luego ,
continuaban burlándose. No pude contenerme y les dije:
-“MUCHACHAS, OJALÁ USTEDES
NUNCA TENGAN QUE PADECER LO QUE NOSOTROS HEMOS SUFRIDO EN MANOS DE ESTOS
TORTURADORES, POR LUCHAR POR UNA VENEZUELA LIBRE Y VERDADERAMENTE DEMOCRÁTICA”.
Esas eran mis ideas y las de mis compañeros. Las muchachas, al escuchar mis
palabras, cambiaron de actitud. Pude ver en los ojos de una de ellas, las
lágrimas brotando. Se bajaron en silencio del autobús, mientras que los
guardias nacionales arremetieron contra nosotros con patadas y golpes.
Ocho horas después, aproximadamente,
llegamos a nuestro destino provisional. No sabíamos a dónde habíamos sido
trasladados, hasta que al bajarnos del autobús, los guardias nacionales
comenzaron a insultarnos y a maldecirnos, mientras nos decían peinilla en mano:
“BIENVENIDOS A LA ISLA DE LA FANTASÍA , HAN LLEGADO A
LAS COLONIAS MÓVILES DE “EL DORADO” (3)
(1)
Nerio: mi amigo Nerio, el “maracucho” era
un detenido de la Cárcel Nacional
de Trujillo, cuando yo llegué a ese recinto carcelario. También fue el primer
preso en predicarme la Palabra
de Dios y de sus manos, recibí la primera Biblia Reina Valera (Versión 1977),
que tuve en mi vida. Cuando salí en libertad, encontré a Nerio en Caracas:
trabajaba como zapatero por su cuenta, en las calles, arriesgando siempre su
vida. A finales del 2011 le relaté por fin la experiencia sobrenatural que tuve
en la Cárcel
de Trujillo, cuando leía la
Biblia y el diablo quiso llevarme y el Señor me salvó. A
comienzos del 2012, vi a Nerio por última vez en Chacaito. Según supe, mi amigo
fue asesinado en las calles de Caracas, pero esto debo confirmarlo.
(2)
Posición de Loto: es una forma de
sentarse ejecutada por los practicantes del Hatta Yoga o Yoga Físico.
(3)
EL DORADO: Siniestra cárcel ubicada en la
selva de Santa Elena de Uairén, custodiada desde su fundación por la Guardia Nacional.
Durante los días de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, El Dorado fue sitio
de reclusión y de muerte de muchos prisioneros políticos. Luego, durante la
democracia adeco-copeyana, fue usada como recinto para aislar a los jóvenes y
adolescentes, a quienes se les aplicaba la inconstitucional “Ley de Vagos y
Maleantes”.
En
ocasiones, muchos prisioneros políticos fuimos secuestrados en El Dorado, para
ser sometidos a torturas y maltratos, con la finalidad de hacernos renegar de
nuestros principios.
CAPÍTULO
VIII: 12 DÍAS EN “EL DORADO”
Al escuchar aquella tenebrosa
“bienvenida”, aún no sé porqué, le dije a los carceleros: - NO IMPORTA, AQUÍ
VAMOS A PERMANECER NADA MÁS 12 DÍAS”. En eso, un guardia nacional muy joven,
aprovechándose de que estábamos esposados y encadenados, comenzó a empujarnos.
Indignado le dije- Deja quieto que me quiten las esposas para ver si vas a
seguir pegándome, cobarde-
Aquel guardia, verdaderamente acobardado,
me respondió: -“le voy a decir al mayor Antequera, comandante de esta prisión,
que tú le está levantando una calumnia. Que tú estás diciendo que él es
homosexual y mujer del capitán”. Yo me imaginé que el susodicho guardia
nacional, había dicho eso para amedrentarme. Que se trataba solamente de una
“guerra psicológica”. Además, nunca en mi vida había escuchado mencionar al
coronel Antequera. Menos aún, pensaba como él.
Pasados unos minutos, llegó Antequera,
preguntando: -¿Dónde está el que dijo que yo era mujer del capitán?- El guardia
me señaló y recibí la primera bofetada del mayor. Luego, el mayor me dijo:
-“Perro, ¿así que ustedes son guerrilleros? De aquí los comunistas no salen
vivos.” Enseguida me ordenó, “quítate la ropa delincuente”. Yo le respondí: -Yo
no soy delincuente. Nosotros somos presos políticos. Luchadores por la
libertad; malandros son ustedes, los guardias nacionales”.
El mayor se enfureció y trajo a un guardia
con aspecto de indio, cabello largo lacio, ojos azules y aproximadamente 1 metro 90 de estatura. En
su placa de identificación, pude ver su apellido: SAGANINI. Este monstruo
robusto, de casi dos metros, me ordenó levantar las manos y comenzó a golpearme
con la peinilla. Al primer peinillazo dado entre mis glúteos y mi columna, caí
privado al suelo. El esbirro comenzó a gritarme:- ¡A que no te levantas
desgraciado!- Por dignidad y aún privado por el feroz golpe, me levanté y
grité: -¡¡VIVA SIMÓN BOLÍVAR!!-
Saganini, volvió a descargar su peinilla
de esas del gomecismo (1) contra mi humanidad. Volví a caer al suelo privado
por aquel golpe. Mientras el mayor Antequera y una multitud de guardias
nacionales se reían y burlaban de mi dolor, el esbirro, volvió a gritarme: -¡¡A
que no te levantas otra vez!!- Nuevamente, por orgullo propio y dignidad, con
mis piernas casi paralizadas por el dolor y casi sin aliento, me volví a
levantar y grité: -¡¡VIVA EL COMUNISMO!! Esta vez, el golpe del torturador fue
mucho más potente. Comencé a ver todo dando vueltas. Mi cabeza parecía
estallar. El esbirro Saganini, volvió a gritarme: -¡¡Esta vez no te levantas!!
Me incorporé del suelo, ya casi no podía
sostenerme. Grité con todas mis fuerzas: -¡¡VIVA LA LIBERTAD !! Esta vez
Saganini afincó la peinilla de tal manera, que pensé me había fracturado la columna
vertebral. Me levanté de nuevo como pude. En ese momento el esbirro comenzó a
golpear a mis otros dos compañeros CLG y JLS. Entre tanto, el cobarde mayor
Antequera, nos decía para tratar de quebrar nuestra firmeza y dignidad: -“No
sean tontos. Se van a dejar malograr por no quitarse la ropa”- Después de que
nos dieron varios peinillazos más a cada uno, fue cuando mis compañeros y yo le
dijimos al mayor: ESTÁ BIEN, NOS QUITAMOS LA ROPA , PERO ESTAMOS EN HUELGA DE HAMBRE HASTA QUE
NOS TRASLADEN A NUESTRA CÁRCEL DE ORIGEN.
Quedamos en short, sin camisa, sin
zapatos, pero con mucha dignidad. Cuando terminaron de golpearnos, uno de los
guardias nacionales que venía de la Cárcel Nacional de Trujillo, el mismo que había
llamado a sus compañeros, cuando tuve la extraña experiencia de la presencia
diabólica en mi celda; el mismo guardia con el que había tenido aquel extraño
sueño de que él estaba en un féretro. Este mismo guardia conmovido por la
golpiza que nos dieron, se acercó a nosotros y nos pidió los números
telefónicos de nuestros familiares, para avisarles de nuestra situación. Yo
pude observar como los otros guardias le miraban con un odio que él, en su
humilde generosidad y humanidad, no pudo percibir. Lo cierto, es que esa noche,
el mayor Antequera, preparó una salida con los guardias para bañarse en el río
Cuyuní. Invitaron al guardia solidario y entre todos, lo ahogaron en las aguas
de este caudaloso río. Bueno, lo cierto es que después de la golpiza entramos
al calabozo con los puños en alto, mientras que la multitud de presos comunes
(sociales), nos aplaudían. Iniciamos la huelga de hambre, en esas condiciones
tan difíciles, pero seguros de la victoria, en contra de esos bestiales y
criminales carceleros.
En medio de la huelga de hambre, los tres
prisioneros políticos nos enfermamos de amebiasis y un preso común se arriesgó
para pasarnos una botella de agua con unas gotas de limón. Era difícil soportar
aquello: nuestros cuerpos moreteados y heridos, magullados y adoloridos por los
peinillazos. No obstante, nuestra moral era firme. Cuando llevábamos once días
sin comer, tomando solamente algunos sorbos de agua de limón para detener la
diarrea y no deshidratarnos, fuimos sacados del calabozo y llevados a la
presencia de Antequera.
Permanecimos en silencio, vistiendo cada
uno un short o pantalón corto. El mayor Antequera de pie ante nosotros; nos
ordenó sentarnos en unos bancos de madera del comedor de la guardia. Mientras
tanto, quince guardias nacionales mantenían las puntas de sus peinillas sobre
nuestras espaldas, puyando cada vez con más fuerza sobre nuestras espaldas
desnudas, mientras Antequera nos insultó con toda clase de groserías, palabras
inmundas y maldiciones. Aquella ofensa verbal y provocación contra nosotros
duró aproximadamente más de una hora.
Antequera, con sus ojos desorbitados, cara
de psicópata y un odio esquizofrénico, vomitaba todo el odio “anticomunista”
que le fue inculcado en esa escuela del crimen llamada “ESCUELA DE LAS
AMÉRICAS”, “Made in Usa”. Por un momento pensé que seríamos desaparecidos por
la guardia nacional, como hicieron con nuestro compañero Nicolás Montes
Beltrán. Así, una vez que el mayor descargó toda su frustración anticomunista
contra nosotros, dijo:-“Ahora quiero escuchar a uno de ustedes, perros
guerrilleros. Uno de ustedes, tiene cinco minutos para expresarse. Si no me
gusta lo que diga, les voy a dar una paliza que nunca olvidarán”.
Aquella amenaza del mayor esbirro, me hizo
enardecer. Pedí la palabra para responderle con igual o mayor odio. Sin
embargo, Dios nos ayudó. Mi compañero CLG, tomó la palabra y habló con voz
pausada, midiendo las palabras, con valentía, con libertad pero sin ofender.
Explicó las razones de nuestra lucha por la liberación nacional y el
socialismo. Antequera quedó asombrado y después de quince minutos de
intervención de nuestro compañero, exclamó: -“por eso es que ustedes le lavan
el cerebro a la gente, tienen formación ideológica; ustedes defienden el
comunismo marxista y nosotros, la guardia nacional, la democracia capitalista,
la libre empresa”.
El mayor nos dijo:- “vuelvan a su
calabozo, porque preso es preso y su apellido es candado. En la madrugada nos
veremos”.
Efectivamente, aquella madrugada un
pelotón de guardias nacionales se apersonó a nuestro calabozo y nos ordenaron
salir. Nos volvieron a amarrar, esposar y encadenar. Luego, nos trajeron
nuestros bolsos con nuestras pocas pertenencias. Regaron todo en el suelo y
comenzaron a golpearnos con las peinillas, mientras nos decían: -“ Aquí están sus
derechos humanos. Esto se llama el tratamiento especial antiguerrillero”-
Seguidamente, comenzaron a darnos coscorrones, puntapiés, empujones y nos
introdujeron en un autobús, sin decirnos a dónde nos llevaban.
En realidad, habían transcurrido 12 días
desde nuestro arribo a “El Dorado” y estábamos siendo trasladados de vuelta a la Cárcel Nacional de Trujillo.
Aquel traslado fue toda una odisea: amarrados y encadenados como bestias en el
piso del autobús, los guardias viajaban sentados sobre nosotros; con sus botas
nos pisoteaban y con sus puños golpeaban nuestras cabezas. Eran los días del
gobierno del tristemente célebre “cochino gordo”, Luis Herrera Campíns.
Los guardias nacionales nos ordenaron
bajar la cabeza y no mirarles. Yo, sintiéndome impotente y lleno de gran odio
por aquella tortura, me negué a obedecer aquella prepotente orden. Entonces, un
guardia nacional de apellido Aquino, se dedicó a golpear mi cabeza por todo el
camino, durante las 23 horas que duró el recorrido desde las llamadas “Colonias
Móviles del Dorado” en la selva de Santa Elena de Uairén, hasta arribar a la Cárcel Nacional de Trujillo.
Cuando estábamos entrando a la ciudad de Trujillo, yo, que en ningún momento
había bajado la cabeza pese a la golpiza que me propinaba el guardia, le dije:
-“Mírame bien a los ojos, esbirro Aquino. Cuando salga de la cárcel, te voy a
matar”. El guardia nacional sonrió con nerviosismo y respondió: “-eso crees tú,
lacra. Vas a morir en la cárcel”.
Al fin llegamos a la Cárcel de Trujillo, donde
nos esperaba un fiscal del Ministerio Público, quien se suponía iba a constatar
las denuncias efectuadas por nuestros familiares y el Comité de Defensa de los
Derechos Humanos. El fiscal ni siquiera nos permitió hablar. Observó los
moretones que aún quedaban en nuestros glúteos y piernas por efectos de los
golpes de peinilla y los puntapiés. Y dijo: -“sólo son pequeñas
escoriaciones”-. Fuimos conducidos a nuestras celdas.
Ya en mi celda, me enteré de que mis
sillas de plástico de color blanco, habían sido usadas en el “velorio” del
guardia nacional ahogado en el río Cuyuní por sus compañeros. Recordé el sueño
que tuve antes de ser trasladado a “El Dorado”. Además, producto de los golpes
recibidos en mi cabeza por parte del guardia nacional Aquino, pasé tres días en
cama con fiebre y una cefalea tremenda. Mi cabeza parecía estallar y me llené
de odio por todo y todos. Inclusive, me enojé con el mejor amigo que hice en la
prisión: un humilde agricultor de nombre Benito Terán, quien para mí era como un
padre y consejero.
Mi rencor hacia los carceleros aumentó,
cuando me enteré de algunos pormenores de nuestro traslado a “El Dorado”. El
director de la Cárcel Nacional
de Trujillo, era un anciano bonachón de apellido Bracamonte. Era el típico
trujillano. Hombre de pueblo respetuoso y conversador. Pertenecía al partido
Socialcristiano COPEI. Bracamonte apreciaba a los tres detenidos políticos que
quedábamos en la Cárcel. Siempre
conversaba amistosamente con nosotros. Por su edad un poco avanzada, su vista
estaba bastante gastada. Cuando el jefe de régimen Hernández le presentó una
orden de traslado en blanco, mientras le decía: -firme este traslado de los
políticos, les van a dar un indulto a los tres. Benito Terán, mi amigo quien
era un ordenanza y hombre de confianza de Bracamonte, me dijo: -“EL DIRECTOR
FIRMÓ ENGAÑADO EL TRASLADO. EL PENSÓ QUE ERA PARA AYUDARLES Y ESTABA MUY
CONTENTO”.
Dentro del odio acumulado por mí, poco me
importaba si había ocurrido así o no. Lo cierto, es que al enterarse de que los
presos políticos habíamos sido trasladados a “El Dorado”, el director
Bracamonte falleció de un infarto al miocardio.
Debido a nuestro traslado a las selvas de Uairén
y “para resguardar la seguridad” del teniente Arteaga, comandante militar de la
prisión, le trasladaron de cárcel y enviaron un nuevo teniente a la Cárcel de Trujillo. Este
oficial al llegar, lo primero que hizo fue mandarnos a llamar a la jefatura de
servicio a CLG, JLS y a mí. Con un estilo farisaico al estilo Antequera, nos insultó,
nos humilló y nos amenazó con mandar a darnos una paliza. Yo, cansado de
amenazas y maltratos, opté por la guerra psicológica. Cuando el teniente
terminó de dar su discurso “Casa de las Américas made in USA”, pedí la palabra.
Cuando me la otorgó le dije mirándole a los ojos:-“Mira teniente, yo soy
guerrillero. Si no pides perdón por lo que acabas de decir, te voy a mandar a
matar con mis compañeros. Y si tú me mandas a matar o me trasladas de cárcel,
mando a matar a toda tu familia”- Así hablé; de esta manera estaba hablando:
lleno de odio y rebeldía (solamente Cristo pudo cambiar mi corazón, después de
algunos años). El teniente, con los ojos vidriosos, con voz quebrada y a punto
de llorar, me respondió:-“perdóname. Algunas veces uno no sabe lo que dice. No
vayas a dañar a mi familia”. Viendo que estaba en mis manos, aproveché para
agregar:-“Está bien. Te perdono teniente, pero no te equivoques”.
Muchas cosas acontecieron después de mi
regreso a la Cárcel
de Trujillo. En una oportunidad, Dios me libró de la muerte a manos de unos
delincuentes armados con chuzos, entre quienes se encontraba “Alfonso”, un
joven sanguinario con una cabellera larga parecido a un “motilón”. Este
sanguinario y su banda me retaron a pelear. De manera osada, me infiltré en los
calabozos de ellos y los fui amenazando uno a uno cuchillo en mano, para que me
dijeran dónde estaba Alfonso, quien había jurado matarme.
Alfonso se había mandado a castigar
aterrorizado, al saber que yo, lleno de odio, le estaba buscando para
eliminarle. Un día, Alfonso vino a matarme con su banda, cinco malandros en
total, todos armados con “chuzos” (2). De manera astuta, yo tenía el candado de
la reja de mi celda en una mano. Cuando Alfonso se me acercó, le dije: -“Vamos
a hablar tú y yo. Dirigiéndome a sus compinches, les advertí: -“ustedes no se
metan”. Cuando Alfonso se aproximó más a mí, lo empujé dentro mi celda y
coloqué inmediatamente el candado. Mientras sus compinches desesperados, veían
como su jefe quedaba a mi merced sin poder escapar.
Lleno del rencor que me había producido
aquel traslado a “El Dorado”; resteado sin importarme ni la muerte ni nada,
ofendí por más de media hora a aquel criminal, para que peleara conmigo. Allí
Alfonso, demostró lo que era verdaderamente: un psicópata asesino y a la vez
cobarde. Casi me lloró para que le permitiera salir con vida de mi calabozo.
Pero este Alfonso, era un cínico homicida. Invitaba a sus enemigos a consumir
marihuana. Les ofrecía un pitillo y cuando estos muchachos ingenuos y dominados
por el demonio de aquel vicio, comenzaban a “entonarse”, Alfonso les atravesaba
la garganta con un enorme chuzo que les salía por la parte posterior del
cuello. De esta forma, había asesinado a siete de sus víctimas.
Aquel día le perdoné la vida a Alfonso,
pero le advertí: -“yo no consumo drogas; así que si piensas matarme tendrás que
hacerlo de frente, cara a cara”. El criminal parecía haber entendido mi
mensaje, pero en realidad, estaba conspirando para matarme.
Pasaron los meses y se produjo la visita
del hombre de pecado, el hijo de perdición Juan Pablo II, representante de la
iglesia ramera en el mundo. Allí, se preparó un complot para matarme. Los
vigilantes de prisiones aliados con la banda de Alfonso, hicieron correr el
rumor, de que me habían indultado con motivo de la visita del papa a Venezuela.
Por esos días, yo había hecho una buena
amistad con varios presos sociales, entre los cuales se encontraban Juan Ramón
Blanco, Rodolfo Contreras “el pavo” y “el guaro”. Engañado por el falso rumor
de mi libertad, fui a despedirme de “el guaro” a su celda contigua a la de la
banda de Alfonso. Cuando entré a despedirme, me di cuanta del error cometido,
porque Alfonso y uno de sus compinches, me habían seguido para darme muerte.
Cuando me di vuelta, vi como ellos iban a sacar sus chuzos para atacarme y
entonces apareció mi amigo Juan Ramón Blanco, quien dijo: -“Está bien, dos
pá´dos”- Mientras decía esto, me arrojó un cuchillo. Los criminales al ver que
no podían matarme a traición, huyeron. Desde ese día, fui mucho más cauteloso a
la hora de desplazarme por la cárcel.
Unos meses después, salió en libertad el
preso político CLG y sólo quedamos JLS y yo. Por esos días el Comité por la Libertad de los Presos
Políticos, diseñó un afiche con mi rostro, exigiendo mi libertad. El afiche fue
exhibido en las calles de ciudades como Caracas, Valencia y la propia ciudad de
Trujillo. La respuesta de los carceleros, fue mi traslado unas semanas después
a la publicación de este afiche. Fui trasladado una madrugada a la Cárcel de Tocuyito en el
estado Carabobo, pero esa es otra historia.
(1)
GOMECISMO: período de 27 años (desde
1908, hasta 1935), donde el militar Juan Vicente Gómez, ejerció una dictadura
criminal, que mantuvo a Venezuela bajo la dependencia, la miseria y el atraso.
(2)
Chuzos: armas blancas en forma de
cuchillos, fabricados por los mismos presos, a partir de objetos de hierro y
otros metales (antiguamente, usaban las “patas” de las camas de hierro).
CAPÍTULO IX
TOCUYITO: UN PASO A LA
MUERTE Y UN PASO A CRISTO. HASTA EL
CENTRO “FRANCISCO
CANESTRI”.
Fui trasladado por sorpresa a la Cárcel de Tocuyito, cerca de
la población de ese nombre, en el estado Carabobo. En el traslado íbamos treces
presos; yo era el único preso político. Por primera vez en 7 años de reclusión,
me tocaba enfrentar solo la dureza de la prisión, sin el respaldo de otros
compañeros.
El traslado llegó en horas de la madrugada
a la Cárcel de
Tocuyito y todos los presos fuimos conducidos al Pabellón 3. Aún con la nueva
situación, comencé a tantear como moverme y relacionarme en el nuevo penal. Fue
cuando encontré algunos presos conocidos años anteriores en la Cárcel Modelo de Caracas e
inclusive otros antiguos conocidos de la Cárcel Nacional de Trujillo.
Entre mis amigos de la antigua Cárcel
Modelo de Caracas, estaba Víctor Manuel Espinoza. Hablé con ellos y les dije
que yo estaba en huelga de hambre y que tenía un plan para que esta huelga no
les afectara a ellos. Así que decidimos llamar a la guardia y pedir que me
sacaran del Pabellón 3 porque me encontraba en peligro. Así, podía hablar con
el director de Tocuyito José de Jesús Ávila y decirle la verdad.
Efectivamente, llevamos a cabo el plan: fui
sacado del pabellón 3 y llevado a la dirección del penal. Allí, el director
Ávila me preguntó: -“¿Cuál es el problema que tienes joven?” Yo le
respondí:-“No tengo ningún problema. Sólo que estoy en huelga de hambre reclamando mis reivindicaciones
como preso político revolucionario”- El director me dijo: -“Tú no eres ningún
preso político. En Venezuela no hay presos políticos. Tú eres un vil
delincuente”. Enseguida, ordenó a los vigilantes de la cárcel, quienes estaban
armados con palos y peinillas:-¡¡lleven a ese perro a la máxima de castigo,
para que se muera allá!!-.
A empujones y puntapiés, me llevaron a la
letra “D” del Pabellón 5, donde todos los calabozos estaban vacíos. Me encerraron
en el calabozo 13 y allí me resigné a morirme, en huelga de hambre, sin ni
siquiera un poco de agua para saciar mi sed. Mi quité un zapato y lo coloqué
como almohada; así, permanecí tres días acostado en el piso frío de aquella
celda. Los carceleros venían en la madrugada para preguntarme:-¿Ya te moriste
maldito guerrillero? Como no obtenían ninguna respuesta de mi parte, me echaban
un tobo de agua fría encima. Pero yo permanecía en total silencio.
Cuando pasaron 3 días, me sacaron de la
máxima seguridad, porque mi madre y mi hermana María habían venido a visitarme.
Hablé con ellas en la jefatura de servicios y les comuniqué mi situación:
además les dije que estaba en huelga de hambre reclamando mi condición de preso
político revolucionario. El vigilante encargado de volverme al calabozo se
descuidó y yo me puse a recorrer el Pabellón 4, donde estaban detenidos algunos
funcionarios policiales y otros presos de ciertos recursos económicos o de
cierta condición especial, como el llamado “monstruo de los llanos” Luis María
Ortega (1). Allí, me encontré con mi amigo Rafael Pimentel oriundo de Burbusay
estado Trujillo, a quien había conocido en la Cárcel Nacional de ese estado.
También estaba allí el diputado Hermócrates Castillo, acusado de narcotraficante
y otros narcos de la mafia colombiana e italiana, quienes me trataron siempre
con gran respeto, al explicarles el motivo de mi lucha.
Mi amigo Pimentel me aconsejó tomar algún
alimento, porque venían días duros para mí. Me dio una arepa y un vaso de jugo.
Mientras tanto, el vigilante de prisiones encargado de llevarme a la jefatura
me estaba buscando. Cuando por fin me encontró me hizo pegar a la pared y me
golpeó con un palo por los glúteos. Casi me deja privado. Me llevó al calabozo
13 de la máxima seguridad y allí reinicié la huelga de hambre, la cual se
extendería por 25 días, hasta que me sacaron para una celda del Pabellón 4 y
desistí de la huelga.
A los días me di cuenta que se me estaba
desconociendo totalmente como prisionero político, así que inicié una segunda
huelga de hambre, la cual culminé en 30 días, con la visita de la Directora de Prisiones,
Doctora Dunia Faría, quien reconoció mi status de preso político de palabra, y
me colocó en una celda aparte, donde pude dedicarme a cumplir mi plan de
estudio y formación diario. Dicho plan de estudio y formación integral diario,
incluía trote y ejercicios físicos, y un amplio contenido académico, el cual
incluía el estudio de: religión, economía, derecho, filosofía, sociología,
literatura, inglés, biología, matemática y psicología.
Además de estos estudios autodidácticos,
me inscribí en el liceo de la prisión, para culminar mis estudios de
bachillerato. En la Cárcel
de Trujillo había aprobado el cuarto año de bachillerato mención ciencias, pero
en Tocuyito se estudiaba solamente humanidades y volví a comenzar desde cuarto
año. Allí conocí a Juan Ramón Blanco y a Francisco Castillo, quienes con otros
compañeros de estudios, me ayudaron mucho a llevar la prisión de manera más
pacífica y provechosa. Juan Ramón y Francisco, eran cristianos evangélicos y
siempre me predicaban. También recibí la visita permanente de un solidario y
buen amigo miembro del Comité de Defensa de los Derechos Humanos, José Heredia.
Él a su vez, invitó a otros miembros de este comité, quienes fueron muy
solidarios conmigo y me visitaron en varias ocasiones.
Ya en condiciones de mayor calma, me
dediqué a escribir poemas y cuentos. Aún conservo una de mis libretas de
apuntes y memorias, escritos en mi calabozo de Tocuyito. Con uno de mis cuentos
“Los Secretos del Cautivo”, participé en el Concurso de Cuentos de “EL
NACIONAL”. En medio de mi rebelión contra Dios y mi falta de entendimiento
espiritual, escribí por esos días-entre junio de 1985 y septiembre de 1986-, “EL
PROYECTO DE LA IV REPÚBLICA :
EL CAMINO PARA LA SALVACIÓN DE
LA PATRIA ”.
Este proyecto tenía como lema “NI DERECHA NI IZQUIERDA; PATRIOTISMO
REVOLUCIONARIO: IDEAL MORAL DE LOS LIBERTADORES”. En junio de 1985, Juan Ramón
Blanco y Francisco Castillo, oraron por
mí y reprendieron todo demonio que estuviera perturbando mi vida espiritual.
También, me pidieron que repitiera una oración mediante la cual aceptaba a
Cristo. Desde ese día, el “Proyecto de la
IV República ”, cambió de orientación: ahora
lo consagré a “JEHOVÁ”, el Dios de la
Biblia , pero continué sin convertirme; sin experimentar el
nuevo nacimiento que sólo lo da el Espíritu Santo.
Volviendo al “Proyecto de la
IV República ”, diré lo siguiente: insistí
en darle ese nombre, porque en Venezuela había fracasado el intento de
construir una cuarta república, con la muerte de Ezequiel Zamora, porque la
tercera república oligárquica no se había perdido, sino que se había dividido
por ese lema fascista del maquiavelismo: “divide y vencerás”. En mi criterio,
eso estaba ocurriendo en Venezuela y América Latina. Se trataba de rescatar y
“salvar” a la Patria. Este
proyecto tenía como finalidad, en primer momento la liberación nacional de
Venezuela, para la construcción del socialismo. El Proyecto de la
IV República , puede resumirse en las
siguientes tesis sostenidas por mí, en el período comprendido entre 1985-1990:
1-
El Universalismo: el más elevado
humanismo. Aquí, por mi desconocimiento de la palabra de Dios, pretendía
propiciar un gobierno revolucionario mundial para oponerlo al IV REICH, que
según mis análisis, iba a implantarse en todo el planeta, como un NUEVO ORDEN
MUNDIAL. Cuando acepté a Cristo, comencé a escudriñar la Biblia que me fue regalada
por el pastor Silva en la Cárcel Nacional
de Trujillo. Mediante esa búsqueda, a la cual llamé “estudio de la religión”,
llegué a una primera comprensión: ESE GOBIERNO MUNDIAL VENIDERO NO ERA OTRO QUE
EL GOBIERNO MUNDIAL DEL ANTICRISTO, DE LA BESTIA 666 de Apocalipsis 13.
Hago aquí un paréntesis, para referirme a un hecho muy
importante ocurrido en mi vida, por aquellos días. Convencido de que Dios me
estaba ordenando ayunar para él, llamé a mis compañeros de estudio Juan Ramón
Blanco y Francisco Castillo, a quienes les pregunté como hacía para ayunar.
Ellos me dijeron: primero tienes que orar y pedirle a Dios cuantos días puedes
ayunar. Hice como ellos me instruyeron y oré de rodillas en mi celda, pidiendo
la dirección de Dios. Esa noche tuve un sueño: vi un enorme número 10; este
número se elevaba desde una pradera, hasta el cielo. Comprendí entonces, que
debía ayunar por 10 días. Muy contento, relaté este sueño a estos amigos
evangélicos. Ellos me dijeron:- “Bueno, Dios te habló en sueños. Obedécele y
ayuna por 10 días”-
Inicié el ayuno de 10 días, disponiéndome
a consumir solamente un sorbo de agua, la cantidad de una cucharada por cada
día. Consagré este ayuno a “Jehová el Dios de la Biblia ”. Abrí la puerta de
mi celda y los guardias y vigilantes de prisiones me vieron ayunando y
comenzaron a preguntarme: -¿Por qué estás en huelga de hambre ahora? ¿por qué
protestas? Yo les respondía: -“No estoy en huelga de hambre. Estoy ayunando
para Dios; PARA EL DIOS DE LA
BIBLIA ”. Los carceleros me decían entonces: -“Ahora si que se
volvió loco el guerrillero, el preso político”- Otros me decían:- “Bueno, puede
ser que esa religión te ayude en algo”- Yo les respondía con orgullo y
prepotencia:-“No soy evangélico; no soy religioso. Soy un revolucionario
cristiano”-
Llevaba 9 días ayunando, cuando los
cristianos Juan Ramón y Francisco se acercaron a la reja de mi celda, para
preguntarme como me sentía y me dijeron: -“Vuelve a orar hoy, pidiendo
confirmación acerca de los días de ayuno”- Así lo hice, le pedí a Dios, me
confirmara el ayuno y la extensión del mismo. Esa noche se repitió mi sueño del
número 10 en la pradera y este número, se remontaba brillante, hasta el cielo.
Comprendí que al día siguiente a las seis de la tarde, debía entregar el ayuno
y así lo hice.
El décimo día, al entregar el ayuno a las
seis de la tarde, me tomé un poquito de sopa que me habían traído mis hermanos
Juan Ramón y Francisco. Me puse a leer y cuando eran aproximadamente las ocho
de la noche, observé una extraña nube reflejada sobre la pared de la celda.
Comencé a buscar por donde entraba aquel reflejo y no encontré ninguna entrada
de luz. Mientras observaba la nube, un angelito con cachos apareció detrás de
ella. Le reprendí en el nombre de Jesucristo y la nube con el ángel diabólico,
desaparecieron. Luego, percibí en el aire algo extraño como un pequeño
proyectil que venía contra mí y se convirtió en una enorme cara de macho
cabrío; rugió contra mí como un león, pero le reprendí en el nombre de
Jesucristo y también desapareció. Al intentar dormir, mi alma salió de mi
cuerpo y me encontré en una época en el futuro. Un hombre vestido de blanco,
rubio, de ojos azules, estaba gobernando sobre todo el planeta. Este hombre me
llamó a su trono y me exigió que le sirviera. Le respondí:-“No puedo servirte,
porque pertenezco a Jesucristo”-. El hombre me mostró su mano derecha y me
dijo, tú me perteneces; mira tu mano derecha, se parece a la mía. Entonces, le
dije:-¡¡NO!! Él intentó atraparme, pero me elevé en el cielo. Mientras subía
miré hacia la Tierra
y éste hombre se había engrandecido y perseguía a los moradores de la Tierra. Comprendí por todo esto, que
había recibido poder de Dios mediante el ayuno y a la vez, había entrado en una
lucha espiritual contra satanás y el infierno. Sin embargo, tampoco me rendí al
Señor y seguí haciendo las cosas a mi manera por otros 10 años, pero esa es
otra historia.
2-Una segunda tesis, era “Unidad de los
Cristianos, Marxistas y Bolivarianos”. Engañado por el maligno, yo comencé a
predicar un evangelio distinto (Gálatas 1:8). Comencé a sostener lo siguiente:
la verdadera revolución en Venezuela, la harán los curas de parroquia, los
socialistas científicos y los sectores más progresistas, nacionalistas y
patrióticos, guiados por el pensamiento y la doctrina de Simón Bolívar y los
libertadores. Entre esos curas, incluía a los “jesuitas”. Ahora sé que esos
jesuitas, promotores de la llamada “Teología de la Liberación ”, son en
realidad dirigidos por “Lucio”(Satanás, lucifer), quien los engaña para
llevarles al infierno. Ahora comprendo, estaba promoviendo con mi tesis, el
ECUMENISMO de la Iglesia Ramera ,
católica y diabólica.
3- “Campaña de Alfabetización Simón
Rodríguez”. Esta tesis la sostuve, por considerar a la educación como la
herramienta determinante para elevar la conciencia del pueblo, para la transformación
revolucionaria de la sociedad.
4- Una cuarta tesis era “Un patriota a la
presidencia, Bolivarianos al Congreso”. Consideraba de esta manera, la
posibilidad muy cierta de tomar el poder mediante las elecciones, pero
preservando un ejército o milicia popular para evitar se repitiera el caso del
Socialismo abortado por los fascistas de Augusto Pinochet y el Imperialismo, en
Chile. Una vez tomado el poder, había que disolver el Congreso y crear una
Asamblea Nacional, unicameral (sólo diputados y no senadores), cumpliendo así
la propuesta de Simón Bolívar, para lo cual había que partir del poder
originario, el pueblo organizado.
Sostenía la tesis “Ni derecha ni
izquierda”, porque consideraba la no vigencia tanto de la derecha como la
izquierda política, en mi criterio corrompidas y sin ninguna vigencia
histórica. Por eso propuse en la “IV REPÚBLICA”, el sistema de partido único,
para hacer realidad el sueño de Bolívar, cuando dijo en sus palabras
testamentarias: “SI MI MUERTE CONTRIBUYE A QUE CESEN LOS PARTIDOS Y SE
CONSOLIDE LA UNIÓN ,
YO BAJARÉ TRANQUILO AL SEPULCRO”. Consideraba que sólo así podría construirse
“el sistema de gobierno más perfecto: aquel que garantiza mayor suma de
felicidad posible; mayor suma de estabilidad política; mayor suma de seguridad
social”, según proclamó el Libertador. No obstante, yo seguía sin comprender
QUE NUESTRO VERDADERO LIBERTADOR ES EL SEÑOR JESUCRISTO.
En resumidas cuentas, esta era la
propuesta de mi llamado “Proyecto de la IV
República ”. Un día, mientras me encontraba observando hacia
el pasillo de la cárcel a través de la reja, se acercó a mí un vigilante de
prisiones de nombre José Trinidad Delgado. Este joven vigilante, me preguntó:
-¿Por qué tú estás aislado en esta celda? ¿Eres tan peligroso así?- Ese fue el
momento que aproveché para exponerle mi ideología
cristiana-marxista-bolivariana; de explicarle el porqué me encontraba detenido.
Mi anhelo de lograr la liberación nacional y el socialismo para Venezuela. José
Trinidad me escuchó atentamente y cuando terminé de hablar me extendió su mano
y estrechando la mía, me dijo:-“Entonces pensamos lo mismo. Yo también soy
revolucionario, patriota y bolivariano”.
Al día siguiente mi nuevo amigo José
Trinidad, me trajo un grupo de vigilantes y guardias nacionales.
Presentándomelos, me dijo:-“Comandante, le presento estos amigos. Ellos también
creen en la revolución. Estos hombres y yo, te admiramos”. Yo los saludé a cada
uno y les pregunté:-¿Están dispuestos a ayudarme en esta lucha?- Ellos me
respondieron: -¡¡Claro que sí!! ¿qué podemos hacer por ti?- Les expliqué
entonces: -“Lo más importante para mí, es salir de esta prisión. Solamente
quiero que ustedes busquen unos atomizadores azules y rojos y pinten las
paredes de Valencia, con la siguiente consigna (se la anoté en un papel):
“LIBERTAD PARA RUBÉN GÓMEZ: PRESO POLÍTICO REVOLUCIONARIO”. Ellos, me
prometieron hacerlo, contentos de poder servir en algo a la revolución.
Una semana después, se acercó de nuevo a
mi celda José Trinidad; tomando un palo que tenían los otros vigilantes para
golpear a los presos, lo botó en la basura y me dijo:-“Ya basta de que se
violen los derechos humanos en este país. Comandante, misión cumplida”- Entendí
entonces, que él y los guardias habían pintado las paredes de la ciudad de
Valencia, exigiendo mi libertad. Efectivamente, así había ocurrido.
Por esos años, no pude comprender como la
mano de Dios estaba interviniendo en mi vida, pero también satanás estaba
engañándome.
Era el mes de agosto de 1986, cuando supe
de Sandra Colina. Esta joven de unos 19 años de edad para entonces era
cristiana evangélica y estudiante de medicina. Amiga de Juan Ramón Blanco,
quien en la prisión también había decidido seguir a Cristo. Juan Ramón le habló
de mí y Sandra Colina comenzó a escribirme cartas llenas de mucha
espiritualidad, donde me exhortaba a abandonar la lucha revolucionaria y seguir
a Jesucristo. Yo le respondía contradiciendo sus argumentos bíblicos y
exponiendo mi doctrina y filosofía materialista histórico-dialéctica; es decir,
el ateísmo materialista religioso.
En una de las cartas enviada por Sandra
Colina, (la última que recibí), ella me decía: “he orado por ti, para que
recibas una revelación del Señor…” Yo le respondí algo parecido a esto:-“Si
Dios quiere hablarme, él puede hacerlo”- Ya no negaba la existencia de Dios,
pero sí me resistía a obedecerle y a confiar en él. Además, en esa carta,
Sandra me había anotado su número telefónico y su dirección en la ciudad de
Coro, donde residía. Sólo que “mi amigo” Juan Ramón, celoso porque según él le
gustaba Sandra, tachó con un marcador negro estos datos suministrados por la
hermana Sandra y encima de esto, nunca más volvió a entregarme otra de sus
cartas, a la vez que le ocultó la última carta que le escribí, donde narraba la
siguiente experiencia que tuve con Dios:
Esa noche, de la última carta recibida de
parte de Sandra Colina, me quedé meditando sobre sus palabras. Al dormirme, no
sé si en el cuerpo o en el espíritu, comencé a subir y subir; tanto, que pasé
mucho más allá del sol y las estrellas, hasta llegar a un inmenso y bello
prado, lleno de flores de todos los colores. A lo lejos, divisé un resplandor
semejante a una luz mucho más brillante que el sol. Continué caminando para
dirigirme hacia aquella luz. Fue cuando divisé a la distancia una ciudad
rodeada de un muro muy alto; era una ciudad resplandeciente. A medida que
avanzaba, pude distinguir una multitud de personas agrupadas a la entrada de la
ciudad. Cuando llegué por fin hasta donde estaban ellos, fue cuando entré en
cuenta, de que se trataba de miles, millones y millones de ángeles.
Los ángeles estaban vestidos con unas túnicas
de un blanco extremadamente puro y brillante. Sus cabellos eran largos y tenían
como muchas estrellitas luminosas en sus cabelleras rubias, castañas, negras y
de otros colores. Algunos de ellos me abrazaron y yo sentí un amor puro y
perfecto, como no existe en la Tierra.
Mientras me abrazaban, me decían: -“Amado hermano- Todos, me
decían estas palabras.
Luego, me invitaron a entrar en la ciudad,
cuya calle principal era de oro semejante al cristal. Yo tocaba las paredes de
aquellas casas, parecidas a enormes palacios y con cada contacto, sentía sólo
AMOR. Los ángeles me condujeron hasta un palacio muy bello y esplendoroso, de
un blanco radiante y puro y me dijeron:-“Esta es tu mansión”- Otro ángel me dio
de comer algo invisible. Yo lo probaba y me sabía a chocolate, a manzana, a
quesillo; el sabor variaba de acuerdo a mis pensamientos. Les pregunté
entonces: -¿Qué es esto?- Uno de ellos me respondió: -“Es maná, comida de
ángeles” Luego, caminamos de nuevo por
la calle de la ciudad hasta llegar a la entrada de la ciudad. Le pregunté a los
ángeles cuál era el nombre de la ciudad y otro de ellos me respondió: -“ESTA ES
LA NUEVA JERUSALÉN ,
LA CIUDAD CELESTIAL ”-
Luego, el mismo ángel agregó: -“PARA PODER REGRESAR AQUÍ TIENES QUE CREER EN EL
SEÑOR JESUCRISTO”. En seguida, muchos de ellos me abrazaron. Yo no quería
regresar a la Tierra ,
pero comencé a bajar en forma acelerada. Me desperté llorando, porque quería
estar en aquella ciudad santa y no en aquel calabozo donde estaba reducido a
5x2,5 metros.
Nunca más supe de Sandra Colina, mi
hermana en Cristo. A Juan Ramón y a Francisco Castillo, los encontré años después
en la ciudad de Valencia, cuando todavía no me había convertido al Evangelio.
En otra oportunidad-creo que fue en
noviembre de 1986-, tuve otra extraña experiencia espiritual. Estando
profundamente dormido, escuché que me llamaban por mi nombre:-“Rubén, hermano
Rubén”-, me levanté en cuerpo espiritual y atravesé la puerta de mi celda, para
salir al pasillo. Allí me encontré con 12 personas vestidas a la usanza de los
monjes, con capuchas. Todos los trajes eran de color marrón oscuro. De derecha
a izquierda, fui observando uno a uno. Ellos me saludaban telepáticamente, con
la mirada, mientras me decían:-“hermano”- A su vez, se quitaban el capuchón y
pude ver que se trataba de hombres y mujeres. Unos eran rubios, otros mestizos,
otros morenos. Cuando miré al último de la izquierda, quien era un hombre de
contextura atlética, rubio, de ojos azules, éste me dijo con la mirada:-“Hermano,
despierta. Tienes que recordar de donde has caído. Tenemos más de 5.000 años
sobre la Tierra. Luego
me mostró dos biblias: en su mano derecha, una Biblia evangélica y en su
izquierda, una Biblia católica. Me dijo: “debes escoger una de las dos”. Yo
estiré mi mano, y tomé la
Biblia evangélica. Entonces, este hombre me dijo:-“Has
sellado tu destino”. Inmediatamente, todos estos seres se desvanecieron en el
aire. Desperté y estuve horas meditando acerca de esta visión. Años después,
comprendí que aquellos seres eran parte de los ángeles caídos y el hombre,
quien me entregó la Biblia ,
no era otro sino satanás. Esto debe ser comprendido, porque “el mismo satanás
se viste como ángel de luz”, como esta escrito. En esos días de 1986, decidí por fin,
incorporarme al ORFEÓN DE VOCES OSCURAS, agrupación de canto coral, fundada por
el profesor Armando Corona. Este talentoso y solidario profesor, un hombre
humanista y de vocación de servicio por el prójimo, nos reunió a un grupo de
prisioneros y nos ayudó a educar nuestras voces; nos enseño a cantar colocando
la voz y nos clasificó en las tres voces corales masculinas: BAJOS, BARÍTONOS Y
TENORES. Después de algunos meses de ensayos, comenzaron nuestras
presentaciones en los actos culturales del penal, donde estaban presentes
invitados “especiales”, incluyendo a la directora de Prisiones del Ministerio
de Justicia, Doctora Dunia Faría.
Llegamos a interpretar piezas clásicas y
populares, como el “Mesidor” de Stendhal, “Crucemos esta Vida”, “Vuela suspiro,
vuela”,
“Sendas
de la Tarde ”,
“El Curruchá”, entre otras. Con los días, aumentó nuestra calidad
interpretativa y las ovaciones, no se hicieron esperar. Una periodista del
diario “EL NACIONAL”, de nombre Adriana Cortés, quien estaba recién graduada,
decidió escribir su primer reportaje haciéndonos una entrevista a los
integrantes del “ORFEÓN DE VOCES OSCURAS”. Para la entrevista, procuré ser uno
de los voceros del Orfeón, para exponer mi imagen hacia el exterior de la
cárcel, porque para los carceleros, yo era un vulgar terrorista. El profesor
Armando Corona estuvo de acuerdo y me dio la oportunidad. La entrevista fue un
éxito y salió publicada en una página completa del diario mencionado.
Después del éxito del reportaje escrito por
Adriana Cortés, fuimos invitados a un acto, para cantar conjuntamente con
miembros del Orfeón de la
Universidad de Carabobo. Fuimos trasladados al teatro de
Valencia bajo estrictas medidas de seguridad y nos anotamos otro éxito. El
talentoso y solidario profesor Armando Corona, estaba muy contento y satisfecho
de nosotros y nosotros de él. En el Orfeón de Voces Oscuras, reinaba la
amistad, el afecto sincero y la solidaridad entre cada uno de sus integrantes.
Cuando la Universidad
de Carabobo decidió otorgarnos una placa de reconocimiento, yo noté que mi
nombre no estaba en la lista de miembros del Orfeón, sino debajo, al lado del
nombre del profesor Armando Corona. Entonces, le dije preocupado:-“Profesor
Corona, aquí se equivocaron_” El me respondió:-“Para mí, tú eres todo un
profesional. Honor a quien honor merece”- Ese día mis ojos se nublaron de
lágrimas, porque nunca antes nadie me había reconocido como el profesor Armando
Corona.
Llegó el 27 de julio de 1987. Ese día, se
realizó el acto de graduación de nuestra promoción de Bachilleres “Doctor Jaime
Lusinchi”, quien por decisión de la mayoría de graduandos, fue elegido como
nuestro “padrino”. A regañadientes, acepté esta situación. Ahora comprendo que
fue Dios quien permitió esto, para acelerar mi salida de la prisión.
Mis catorce compañeros de promoción,
incluyendo la secretaria del penal, quien se graduó junto con nosotros,
acordaron que yo llevaría la palabra en representación de los graduandos y
además entregaría la placa de reconocimiento a nuestro padrino, el presidente
de la República ,
como forma de ser reivindicado ante tantos años de encierro, padecimiento y
esfuerzo por mi patria. Acepté, pero el presidente declinó la invitación de
asistir al acto y delegó al gobernador del estado Carabobo, doctor Oscar Celli.
Éste a su vez, delegó a la
Secretaria de Gobierno del Estado. Fue a ella, a quien
entregué la placa de reconocimiento, mientras le dije estas palabras:-“Dígale
de mi parte a mi padrino el presidente Jaime Lusinchi, que a pesar de nuestras
diferencias políticas e ideológicas, no tengo nada personal contra él; déle mis
saludos y respeto”. La
Secretaria de Gobierno no pudo contener las lágrimas y
abrazándome me dijo:-“se lo diré Rubén”- Aproveché la oportunidad para
notificarle de la difícil situación por la que atravesaba, ya que según las
informaciones recibidas, yo aparecía como “muerto en combate” y requería los
buenos oficios del ciudadano presidente, para normalizar mi situación.
Pasados unos días, una comisión de
guardias nacionales vino a buscarme a mi celda. Asombrado, caminé con ellos sin
esposas hasta la salida de la cárcel, donde me montaron en un jeep y me
trasladaron a la Oficina
de la Diex (hoy
Onidex) de Valencia. Allí, procedieron a reseñarme, tomaron mi huella, una
fotografía y a los pocos minutos, estaba lista mi cédula de identidad. Mi
asombro fue mayor cuando un teniente de la guardia me entregó mi documento de
identificación y me dijo: “-guárdala bien, no la botes”. Yo era el único preso
del “Centro Penitenciario de Tocuyito”, en poseer su cédula de identidad. Sin
embargo, continué denunciando los atropellos y violaciones de los derechos
humanos, hasta el final.
Ya
graduado como bachiller de la
República y habiendo obtenido mi respectivo título, presenté
en la prisión la “prueba de aptitud académica” organizada por la OPSU , para optar a una
carrera universitaria. Le pregunté al director del Ciclo Combinado Generalísimo
Francisco de Miranda, con sede en el Centro Penitenciario de Tocuyito, el liceo
donde me gradué, qué opción podía escoger. El me respondió:-“Qué deseas
estudiar?”- Yo le respondí: -“Quiero estudiar derecho. Deseo ser un día abogado
de la República ”-
El profesor, quien era abogado, me dijo:-“muy bien; estás pensando muy bien.
Cuando marques las opciones, colócalas así: 1ra opción, Derecho; 2da opción,
Derecho; 3ra opción, Derecho y es seguro, te darán el cupo en la
UCV. Sigue mi consejo”-, acotó.
Seguí los consejos del profesor Héctor Pérez, y salí seleccionado para
estudiar en la Escuela
de Derecho, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, universidad Central de
Venezuela, pero todavía era un preso y sentí una gran impotencia, porque no quería
dejar pasar aquella gran oportunidad, que Dios me estaba dando, sin saberlo.
Además, ese año, según me informaron, obtuve la más alta puntuación a nivel
nacional en la Prueba
de Aptitud Académica.
En una oportunidad, tuve otra experiencia
extraordinaria. Estando acostado, encerrado dentro de mi celda en Tocuyito,
desperté de madrugada con un sobresalto. Observé entonces, como una mujer de
apariencia indígena, de cabellera muy larga y ataviada con un vestido floreado
de muchos colores, atravesaba la puerta cerrada de mi celda. Me hice el dormido
para atraparla cuando se acercara a mí. En el momento preciso cuando se acercó
a mi cama, intenté levantarme, pero ella extendió su mano derecha y me la
colocó en el pecho, mientras yo quedé acostado y paralizado, entonces me dijo:
-“No temas, yo estoy aquí. Te he puesto la mano en el pecho para que no te dé
un infarto. Se acerca la hora de los espíritus; tienes que escoger con quien
estás-”. Luego, agregó:- “tú eres aquel niño que murió y resucitó después de Cristo-”.
Seguidamente, tomó una silla que yo tenía en la celda y la colocó al lado de mi
cama, mientras decía:-“voy a dejar esta silla aquí. Cuando despiertes en la
mañana, aquí la encontrarás, para que entiendas que no fue un sueño. Estuve
aquí-”. Efectivamente, cuando desperté, encontré la silla en el lugar donde
aquel demonio lo había dejado. Supe entonces, que se trataba del demonio de
María Lionza. Desde aquel día, en mi confusión y poco conocimiento del Señor,
“juré no descansar hasta destruir un día el trono de María Lienza en la montaña
de Sorte en Yaracuy; lo destruiría a través de tomar el poder, mediante EL
PROYECTO DE LA IV REPÚBLICA ,
según creía yo, era el camino para la salvación de la Patria.
Desde ese día, sin darme cuenta, entré en
guerra contra un principado que ha engañado y destruido muchas almas en
Venezuela. Pero Dios en su misericordia, me guardó y protegió de las artimañas
del diablo.
En ese Centro Penitenciario de Tocuyito,
el Señor me permitió recibir un refrigerio:
1-
Conocí a una señora muy llena de amor y
paciencia, quien comenzó a visitarme y a entregarme literatura relacionada con
Cristo. Esta mujer-en mi criterio muy sabia y solidaria-, pertenecía a la Organización
Internacional “Cristo para Todas las Naciones”. Aun con la
inclinación católica de dicha organización, los folletos que me regalaron,
hicieron despertar en mí la sed por la Palabra de Dios. A su vez, estaba leyendo la Biblia , después de haber
recibido a Jesucristo como mi Señor y Salvador, mediante Francisco Castillo y
Juan Ramón Blanco, mis amigos evangélicos, quienes oraron por mí.
2-
A la vez, por esos días, comencé a
recibir centenares de cartas de cristianos de todo el mundo, con mensajes
escritos en postales muy bellas, las cuales ya no conservo. Algunas provenían
de los Estados Unidos, otras de Inglaterra, Canadá, Holanda, Alemania, España,
Argentina, Chile y hasta de Francia. Se trataba de hombres, mujeres, jóvenes,
adolescentes, niños, quienes me escribían desde esas naciones. Pertenecían a
las iglesias de los “Cuáqueros”, “Presbiterianos”, “Anglicanos”, “Metodistas”,
“Pentecostales”, “Bautistas”. Yo me gozaba leyendo aquellos mensajes de
ternura, amor, solidaridad, amistad, fe en Cristo. Algunas veces pude responder
a sus cartas y a su vez, ellos continuaron escribiéndome. No obstante, no
continué recibiendo estas cartas y sospecho, que los carceleros las
interceptaron para privarme de esta preciosa comunicación.
En
otra ocasión tuve un sueño muy extraño. Soñé que en Cuba, Fidel Castro se había
convertido al evangelio y estaba entregando la Biblia a todo el pueblo
cubano. Pero los países de América Latina, se habían levantado en contra de los
Estados Unidos. Mientras tanto, Sadan Hussein, quien en mi sueño había
resucitado de los muertos (en realidad Hussein vivía para entonces, 1986),
cruzaba el océano Atlántico con un poderoso ejército y era el “renacer de
Adolfo Hitler”. Yo veía la cruz gamada en los tanques y aviones del ejército de
Huseein. De pronto, el cielo se llenó de millares y millares de “platillos
voladores”.
Cuando desperté aquella mañana de un
miércoles de agosto de 1986, me preparé para recibir la visita. Ese día, vino a
visitarme José Heredia, el compañero del Comité de Defensa de los Derechos
Humanos, quien tenía días sin visitarme. Me trajo la prensa, el diario “El
Universal”. Cuando comencé a revisar el periódico, me llamó la atención un
artículo del tamaño de toda una página tamaño Standard, donde se leía, el
siguiente título: “DICTADURA MUNDIAL PARA 1998” . A medida que avanzaba en la lectura del
artículo, me di cuenta de que su contenido, era exactamente el mismo del sueño
que había tenido la noche anterior y así se lo expresé a mi amigo José Heredia.
Este artículo estaba firmado por la “Fraternidad de Amor y Luz”, seguidores del
espiritista Joaquín Trincado. Esto quiere decir, que satanás continuaba en su
intento por seguir engañándome y así lo comprendí 10 años después, cuando el
Espíritu Santo vino a mi vida para quedarse, pero esa es otra historia.
Acercándose el final de mi estadía en la
cárcel de Tocuyito, otros hechos extraños acontecieron en mi vida. Una vez, muy
preocupado por mi larga estadía en la prisión, me sentí sumamente deprimido;
tanto que por muchos días al despertar me preguntaba:-“¿Qué quieres?”- y en
seguida me respondía a mí mismo:-“la muerte”-
En esas circunstancias de depresión y
pérdida de perspectivas, incertidumbre por el mañana y desconocimiento de la
voluntad de Dios para mi vida, comencé a sentir un enorme deseo de ser libre,
de salir de aquellas paredes del olvido y la muerte; del silencio y la
tristeza. Para entonces, hice amistad con un joven ex funcionario de la Policía Técnica Judicial (PTJ),
hoy CICPC, quien siempre me decía:-“amigo, en ti opera la fe negativa. Comienza
a decir todos los días que no te vas y verás como pronto recibes la libertad”.
Como anhelaba más que nada mi libertad y
sin tener conocimiento verdadero del Señor Jesucristo, empecé a repetir a todo
aquel con quien conversaba:-“Yo no voy a salir de esta cárcel, sino cuando cumpla
los quince años y medio de presidio, por los que fui condenado”- Esta
afirmación, dividió la opinión de mis amigos y conocidos. Unos me decían:-“No
seas pesimista. Aunque no lo comprendas hoy, debes creer en Dios, él te
ayudará”- Otros, tan pesimistas como yo, o quizá un poco más, me
“alentaban”:-“Así es Rubén. Tienes que estar ganado para cualquier cosa. Hasta
para perder la vida en esta cárcel”.
Un día estaba observando hacia el pasillo
del penal a través de la reja de mi celda, cuando me percaté que un grupo de
vigilantes de prisiones y guardias nacionales, traían a un preso esposado,
dándole golpes, empujones, palazos y peinillazos. No pude contener mi
indignación y salí de la celda para enfrentar a los carceleros, entre quienes
se encontraban el jefe de régimen Omar Meza y otro jefe cuyo nombre no recuerdo
y quien se caracterizaba por su carácter sanguinario hacia los presos. Cuando
les reclamé el maltrato cometido contra aquel prisionero, el jefe de régimen
acompañante de Meza me golpeó con un palo, a lo que respondí con un puñetazo al
pecho. Los guardias nacionales intentaron someterme para llevarme junto con el otro detenido a la máxima de
castigo, pero me atrincheré en mi celda dispuesto a todo y los guardias, aunque
me amenazaron con sus escopetas y fusiles fal, no se atrevieron a penetrar en
la celda para sacarme.
Me quedé pensando sobre este
acontecimiento y esperando vinieran a buscarme los carceleros en cualquier
momento para agredirme, pero esto no ocurrió, por lo que relato a continuación:
Me enteré al día siguiente, que el joven prisionero golpeado por los vigilantes
y los guardias, se llamaba Richard Sifontes y fue acusado de estar traficando
drogas en el recinto penitenciario. Una vez llevado al pabellón 5, letra D,
celda 13, fue sometido a torturas por los esbirros y el jefe de régimen Omar
Meza, lo asesinó introduciéndole un palo de escoba por la boca. Como ese día
los presos comunes tenían visita, escribí la denuncia de este homicidio y la
envié al diario “EL CARABOBEÑO”, donde la periodista Mélida Qüenza,
comunicadora valiente, objetiva y solidaria, la publicó. Esto originó un
escándalo que llegó hasta el Congreso de la República y de esta
manera, pude salvar mi vida, deteniendo la segura agresión preparada contra mí.
Como respuesta al asesinato de Richard
Sifontes, los presos de los pabellones 1,2 y 3, quienes habían leído la
denuncia del hecho que fue publicada por el diario mencionado, se declararon en
huelga de hambre contra la represión y en el pabellón 3, enarbolaron una enorme
pancarta, donde se leía, según me informaron algunos reclusos: “ESTAMOS EN PIE
DE LUCHA CONTRA LA REPRESIÓN :
NOS APOYA RUBÉN GÓMEZ”. Al leer esto, un grupo de guardias nacionales y
vigilantes de prisiones, se acercaron a mi celda para amenazarme, tratando de
amedrentarme. Uno de ellos me preguntó: -“Cómo es eso comunista, que estás
levantando a los presos del penal. Cuidado, porque te vamos a mandar para “El
Monstruo”(celdas de máxima seguridad y total aislamiento para los presos, donde
son sometidos a crueles maltratos). Así, me advirtió.
Molesto por esta amenaza, le respondí a
los carceleros:-“¿Cómo es eso que yo estoy levantando a los presos del penal,
si permanezco aislado en mi celda individual de este pabellón No. 4? Agregué
inmediatamente, para desarmar cualquier reacción o respuesta de estos
esbirros:-“¿No será que ustedes le hicieron algo malo y los presos están
protestando por eso? ¿Qué le hicieron ustedes a los presos?” Preguntaba esto
con mucha seguridad, como si yo mismo no fuese un preso. Los guardias y
vigilantes, bajando la cabeza, se retiraron sin decirme nada más.
Por esos días, fue destituido el Director
del penal José de Jesús Ávila, como consecuencia del escándalo surgido del
asesinato del recluso Sifontes. El nuevo Director no tenía una conducta mejor y
permitió a uno de sus amigos recluido en la cárcel también, poseer una
escopeta. El preso de la escopeta, amigo del Director, para saldar una deuda
personal con otro preso, lo asesinó de un escopetazo en el rostro. Mi vi
obligado a denunciar esta irregularidad a través de la prensa: mis amigos y
familiares se preocuparon mucho y recibí de ellos, mensajes como éstos:-“Por
favor Rubén, no continúes denunciando; te pueden matar”- Otros me
decían:-“Seguir denunciando, significa que te nieguen toda libertad condicional
o indulto”- A estos consejos bien intencionados de quienes me apreciaban y
querían de verdad, siempre respondí: -“prefiero morir con dignidad, que salir
de aquí por haberme confabulado con las prácticas inhumanas de los enemigos de
la vida”-
Mi indignación ante tanta injusticia, me
llevó a componer una canción:
SI UN
DÍA LA FLOR
Sí un día la
flor, se ahogó en llanto amargo
No fue por nosotros
Sí un día la
flor murió de tristeza
No fuimos
nosotros
Fueron ellos,
los culpables
Los enemigos
del amor, los enemigos de la flor
Los enemigos de
los sueños, los enemigos de la vida
Los enemigos
del amor, los enemigos de la flor
Sí un día la
flor, se ahogó en llanto rojo
Ese mismo
llanto, levantará las olas de la mar
Que barrerán,
en rojo
A los enemigos
de la flor, los enemigos del amor
Los enemigos de los sueños,
los enemigos de la vida
Los enemigos
del amor, los enemigos de la flor
Oh, oooo, los
enemigos de la vida, los enemigos del
Amor, oh oh or.
Como esta canción, escribí muchas. Todas,
dedicadas a la vida, al amor, a los sueños. No entendía, como ahora lo sé que
JESUCRISTO ES MI VERDADERO AMOR.
Pasaron los meses y comencé a soñar de
manera reiterada con mi libertad. Hice un discípulo para conformar “El Proyecto
de la IV República ”,
Guillermo Lugo. Con él, intercambiaba opiniones, lecturas, sueños y visiones
acerca del futuro. Un día soñé, que Guillermo y yo, nos encontrábamos en la
jefatura de régimen del penal, pero sin esposas en nuestras manos. Los guardias
nos montaban en un jeep y nos conducían a Caracas. Cuando llegamos a Caracas,
entrábamos al Centro de Tratamiento No Institucional “Francisco Canestri”. Al
entrar, yo veía un altar con unos ídolos, la estatua de una “virgen” y hasta
estatuillas del “Negro Felipe”, “María Lionza”, “Guaicaipuro” y las llamadas
“siete potencias”, que en realidad son demonios. Detrás de este altar, estaba
un hombre moreno, quien era uno de los vigilantes de la Dirección de Prisiones
del Ministerio de Justicia.
Mientras subíamos las escaleras y
llegábamos a la sala de recibimiento, una voz de mujer nos saludaba:
-“Bienvenidos al Centro de Tratamiento no Institucional Doctor Francisco
Canestri. Aquí, estarán bajo régimen abierto, hasta que poco a poco logren su
reinserción social”. Después de este recibimiento, un grupo de 13 detenidos,
éramos sacados a la calle guiados por los tres vigilantes de prisiones
encargados de nuestro tratamiento no institucional. Iniciamos un recorrido de
“reinserción” por los lados de la Plaza
Madariaga del Paraíso, cuando de pronto, un grupo de hombres
armados de la Dirección
de Inteligencia Policial (DISIP), nos ordenaron detenernos, pegarnos a la pared
y mostrar nuestros documentos de identificación”.
Al día siguiente, cuando mi amigo
Guillermo Lugo visitó mi celda, le dije:-“Anoche tuve un sueño, donde estábamos
los dos. Cuando ocurra, te lo cuento”- Él quedó muy asombrado y con una gran
curiosidad, por lo que yo había soñado.
Unos días después, eran aproximadamente
las 4 de la mañana y yo estaba despierto. Esa noche no pude conciliar el sueño.
Despierto, mirando hacia la puerta del pequeño baño de la celda, vi en la
oscuridad, que un personaje vestido de negro salía de dicho baño. Dicho ser
fantasmagórico, pensó que yo estaba dormido y me dijo con una voz de
ultratumba:-“Ya te vas”- Sin sobresaltarme, le respondí:-“Yo lo sé”- Este ser
sorprendido por mi respuesta y al darse cuenta que era visible para mí, huyó
despavorido. Pasaron unos minutos, cuando tocaron a la puerta de mi celda de
manera insistente, mientras mencionaban mi nombre:-“¡¡Rubén Gómez, Rubén
Gómez!!- Luego, la voz añadía:-“¡¡Prepárate Rubén Gómez, que vas de
traslado!!”- Sin embargo, reconocí la voz: se trataba del jefe de régimen
Emilio García, un hombre honesto y bondadoso oriundo de la ciudad de Trujillo
(no sé porqué, la gente de Trujillo, siempre me ha querido y apreciado de
verdad). Este amigo, era un buen lector e hicimos una buena amistad,
intercambiando libros. Gracias a él, llegué a leer libros como “La Ciudad Perdida ” de Tomás
Campanella y “La Utopía ”,
de Tomás Moro.
Al abrir la puerta de mi celda, Emilio
García, sonriente y lleno de emoción me dijo:-“Rubén, tú sabes que los amigos
nunca venimos a dar malas noticias sino noticias buenas. Vas en libertad.
Bueno, te llevan a Caracas para un beneficio de régimen abierto y yo quise ser
el jefe de régimen asignado para darte la buena noticia. Seguidamente, me dio
un abrazo de amistad sincera y lloramos de alegría por este acontecimiento tan
deseado por mí.
Cuando llegué a la jefatura de régimen,
estaba allí mi amigo Guillermo Lugo. Al verlo le dije:-“Guillermo, este es el
sueño que había tenido contigo. Nos llevan al Centro Francisco Canestri de la Planta. A medida que vayan
ocurriendo los acontecimientos, te iré contando lo que sigue. Mi amigo
asombrado y bastante perplejo, me fue preguntando paso a paso y todo el sueño
se cumplió al pie de la letra.
EL CENTRO “DOCTOR FRANCISCO
CANESTRI”:
UN PIE EN LA
CÁRCEL Y OTRO EN LA CALLE.
En el Centro de Tratamiento No
Institucional “Doctor Francisco Canestri”, fuimos recibidos por la licenciada
Martha y luego, la licenciada Rosa Elvira Crespo, nos saludó con las mismas
palabras del sueño. El director del Centro era el licenciado Rafael Ortega. El
primer día de mi arribo al lugar, observé al final de la escalera y la entrada del salón de recepción, un altar
con la supuesta virgen de “Coromoto” y al lado del altar, el vigilante de tez
morena, a quien había conocido en mi sueño. Era el mes de junio de 1988.
Después de unas dos horas de arribar a aquel lugar, el cual sería mi morada por
otros seis meses, los vigilantes nos llamaron a los treces presos venidos desde
diferentes cárceles del país, para dar una caminata por los lados de la Plaza Madariaga. Mi amigo
Guillermo Lugo, me preguntó: -“¿Qué viene ahora, de acuerdo a tu sueño?”- Le
respondí:-“Unos hombres armados nos van a ordenar detenernos, pegarnos a la
pared y mostrar nuestros documentos de identidad” Entonces, él me
preguntó:-“¿Sí, pero dónde están?” No había terminado de preguntar, cuando unos
siete hombres de civil, desenfundaron pistolas calibre 9 milímetros y nos ordenaron pegarnos a la pared
y mostrar nuestras documentaciones. Eran funcionarios de la Disip. Los vigilantes de
prisiones intervinieron y le explicaron a los policías nuestra situación.
Después de radiar y verificar cada una de nuestras identidades, nos permitieron
continuar nuestra caminata.
Entre el grupo de trece detenidos
sometidos a régimen no institucional, habían varios conocidos, amigos de la
prisión: Víctor Manuel Espinoza y Edwin Acosta Urzola. Además de estos sinceros
amigos, también estaba un falso amigo conocido en la Cárcel Modelo , como “el catire
John”. Este sujeto, unos meses después, se introdujo en mi calabozo del Centro
Canestri y hurtó todo el dinero que tenía guardado en mi estante. También,
dentro de este grupo de presos, se encontraba un mercenario y traidor, el ex
guerrillero Larry Espinoza, sobrino de quien fuera el diputado Salón Meza
Espinoza, ya fallecido.
Durante mi permanencia en el Centro
“Francisco Canestri”, debía salir en la mañana a buscar empleo y regresar a las
seis de la tarde, porque debía pernoctar en esas instalaciones, hasta tanto
recibiera la libertad condicional. Fue para mí un tiempo difícil, de búsqueda;
de mucho peligro e incertidumbre, ya que si los licenciados de este centro
determinaban que un recluso no estaba apto todavía para “reinsertarse” a la
sociedad, era devuelto al penal de origen.
Aproveché mis salidas, para visitar la Universidad Central
de Venezuela. Como estaba bastante desorientado, al viajar en el microbús, le
pregunté a una joven rubia donde quedaba la
UCV. Esta muchacha me indicó donde bajarme
y además me dijo que era estudiante de la Escuela de Comunicación Social. Se presentó:-“Mi
nombre es Vanesa Davis. ¿Cuál es tu nombre?”- Le contesté,- “mi nombre es Rubén
Gómez”- Aquella joven me inspiró confianza y en pocas palabras, le expliqué quien
era yo y la situación en la que estaba. Ella me aconsejó, no le dijera a otras
personas esto, por cuanto la inteligencia del enemigo estaba infiltrada en la Universidad Central
de Venezuela y podía comenzar un seguimiento en mi contra. En la UCV inicié la búsqueda de mis
contactos del pasado y encontré algunos de mis compañeros de lucha, quienes me
ayudaron a inscribirme, pero esa es otra historia.
(1)
Luis María Ortega: este hombre era un campesino del Estado Yaracuy, quien
traumatizado por la violación y muerte de su mujer a manos de un grupo numeroso
de obreros del “Central Azucarero Matilde”, donde ella vendía arepas para
ayudar a la economía del hogar, decidió vengarse y haciéndose pasar por “brujo”
y “hechicero”, fue envenenando poco a poco a los violadores y algunos
familiares de ellos, dándoles a tomar un bebedizo conteniendo veneno para
ratas. Según su propio testimonio, llegó a asesinar a 54 personas, por lo que
se le llamó “el monstruo de los llanos”. Conocí a este hombre, para quien yo era
“un reformador social” y prometió mencionarme en su segundo libro. Hasta ahora
no sé de Luis María Ortega; tampoco conozco, si llegó a publicar este segundo
libro.
CAPÍTULO X: ¿LIBERTAD
VERDADERA?
Mientras permanecía bajo el
régimen de tratamiento no institucional, comencé a frecuentar la
UCV. Allí , entré en contacto con los
compañeros de la Federación
de Centros Universitarios (FCU), entre quienes encontré a William Mujica, quien
había militado conmigo en los años previos a mi detención.
Conversé con William y le expliqué mi
situación. En la prisión yo había optado por estudiar derecho y cuando presenté
la prueba de aptitud académica, fui seleccionado para estudiar en la Escuela de Derecho,
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, de la Universidad Central
de Venezuela. No obstante, cuando fui a inscribirme, se me informó en la Oficina de la OPSU , que yo no tenía tal
cupo. Días después, William me acompañó a la OPSU , sólo para descubrir que la secretaria de
esa oficina estaba tapando con su dedo índice derecho, mi nombre y apellido
para quitarme mi cupo. Pero, como existía un convenio mediante el cual los
presos políticos teníamos asegurado nuestro cupo en la UCV , una vez hubiéramos sido
puestos en libertad, acudimos al Rectorado de esa Máxima Casa de Estudios,
donde el Rector Luis Fuenmayor, invocando dicho convenio, ordenó mi inscripción
y esto molestó a los adecos de la
UCV , quienes se vieron obligados a rehacer toda la lista de
inscritos, para incluir mi nombre.
Era el mes de febrero de enero de 1989,
cuando Rubén Gómez ingresó como estudiante regular en la matrícula de la Escuela de Derecho de la
UCV. No obstante, en el mes de marzo del
mismo año, mis compañeros de lucha,-entre ellos Alexis Toledo y José Leonardo
Sequera- estudiantes de la
Escuela de Educación de la Facultad de Humanidades y
Educación de la misma Universidad, me entusiasmaron para estudiar la
licenciatura. Desde entonces, comencé mis estudios simultáneos en esas
escuelas.
Para inscribirme en la UCV , había tenido que visitar
dicha universidad en los días de mi sometimiento a Régimen no Institucional,
del Centro “Doctor Francisco Canestri” de la Planta , centro de reclusión inexistente para
cuando escribo estas notas de mi testimonio. Cuando llegó el tiempo de
seleccionar a los reclusos que serían beneficiados con la libertad condicional,
debido a su “evolución” como hombres dispuestos a su “inserción y rehabilitación
social”, los licenciados Martha, Rosa Elvira y Rafael, decidieron suspender mi
tratamiento no institucional y enviarme a la Penitenciaría de San
Juan de los Morros, para que culminara el cumplimiento de mi sentencia de 15
años y 6 meses de reclusión. Ante esta decisión de los licenciados, mis
compañeros de régimen abierto, rechazaron de manera unánime esta postura y
solicitaron se me diera una oportunidad.
Indignado y dispuesto a volver a la
prisión, solicité una entrevista con las licenciadas y el licenciado para
aclarar mi situación y preguntar el porqué de aquella medida, la cual me
parecía injusta y desproporcionada. La única en aceptar dicha entrevista fue la
licenciada Rosa Elvira Crespo, a quien le pregunté:-“¿Por qué me quieren regresar
a la prisión?”- Ella me respondió: -“Se trata de que no has cumplido con las
expectativas. Te inscribiste en la
UCV y hemos tenido información de que estás participando en
los disturbios y en la lucha revolucionaria”- Entonces le contesté: -“¿A cuál sociedad
debo reinsertarme? ¿A cual sociedad debo adaptarme, a la sociedad capitalista
de explotación del hombre por el hombre?”- Además agregué firmemente: -“Yo no
soy un delincuente, pero quiero transformar una sociedad dirigida por
delincuentes. Ustedes deciden entonces; en sus manos está mi libertad o mi
muerte en la prisión, porque yo no me voy a doblegar”- La licenciada, con
lágrimas en los ojos, me dijo: -“es verdad, esta sociedad está podrida. Tú eres
mucho mejor, más humano, solidario y amoroso que todos ellos. Mi posición es
que mereces la libertad condicional”- Esa fue la libertad condicional que
obtuve en el mes de diciembre de 1988 y ése día, cuando me iba a encontrar con
la estudiante de Comunicación Social Vanesa Davis en la esquina “El Carmen”,
Instituto Nacional de Nutrición y mientras llamaba por teléfono a Vanesa, quien
no cayó al “contacto”, fui detenido por la Disip , como relaté en una porción anterior de mi
testimonio. No soy quien para juzgar, menos ahora cuando soy un cristiano
arrepentido y convertido, pero así ocurrió y el juicio todo es de Dios.
Mis años en la Universidad Central
de Venezuela, los pasé entre el combate revolucionario y el estudio
ininterrumpido de libros, guías, esquemas y programas de educación y derecho.
En esa universidad vi morir amigos como Belinda Alvarez, Yulimar Reyes y supe
del asesinato de Gonzalo Jaurena, quien apenas vi en una oportunidad. Me lo
presentó mi amigo José Clavijo, quien años después fue también asesinado por
una banda criminal de seudorrevolucionarios, cuando yo, graduado como abogado,
le estaba guiando a Cristo.
Sin embargo, estos años fueron para mí, de
borracheras, lujurias, pecado. Años de diferentes relaciones con mujeres
diversas. Años de dolor y amargura, porque aunque me gradué como abogado el 27
de julio de 1995, mi
vida estaba vacía y no tenía un verdadero motivo para vivir.
Se hace necesario recopilar una serie de
hechos, cuyos detalles obvié en otras porciones de este relato y los cuales son
de importancia para la comprensión de algunos sucesos desencadenados en días y
años posteriores En el mes de diciembre de 1988, mi amistad con la
hoy periodista Vanesa Davis se fue incrementando por nuestra simpatía por la
ideología revolucionaria. Yo había escrito unos poemas dirigidos a la memoria
del “Che Guevara” y ofrecí llevárselos a Vanesa. Quedamos en vernos en la
esquina “El Carmen”, frente al Instituto Nacional de Nutrición, exactamente en
el teléfono público que está o estaba en esa esquina.
En vez de llegar Vanesa al contacto,
llegaron dos motorizados de la
Disip , quienes me señalaron. Esto hizo que me molestara y los
dos funcionarios detuvieron sus motocicletas y procedieron a detenerme,
mientras me decían:-“Tú eres Rubén Gómez, estás solicitado por actividades
subversivas. Te vamos a llevar a los Chaguaramos”- Ante este hecho y como
todavía estaba en régimen abierto, yo protesté y les dije:-“Soy un preso
político y estoy bajo la jurisdicción del Ministerio de Justicia”-.
Inmediatamente, me lancé en medio de la Avenida Baralt para evitar ser
detenido y desaparecido. Comencé a gritar:-“¡¡SOY RUBÉN GÓMEZ, UN PRISIONERO
POLÍTICO Y ESTOS POLICÍAS ME QUIEREN DETENER PARA DESAPARECERME!!”
Casi instantáneamente, una multitud de
curiosos se aglomeró en la esquina y yo aproveché para dar un discurso contra
la represión. En ese momento, surgió de la multitud de curiosos, un vigilante
de prisiones, quien me hacía seguimiento sin que yo supiera y le dijo a los
funcionarios de la Disip :-“Este
prisionero está bajo la jurisdicción del Ministerio de Justicia y ustedes son
el Ministerio de Relaciones Interiores. No pueden detenerlo. Yo me voy a
comunicar con mis superiores. En medio de la discusión entre los funcionarios
de ambos ministerios, llegaron once patrullas de la Disip como refuerzo y fui
introducido a golpes y empujones en una de ella, con la cabeza metida contra el
asiento y esposado las manos a la espalda.
Cuando llegamos al Edificio “Las Brisas de
los Chaguaramos”, fui pasado a una oficina, donde me ordenaron mirar a la
pared, mientras uno de los comisarios decía:-“ESE CHE GUEVARA, ESE MALDITO CHE
GUEVARA”. Mis poemas fueron hechos pedazos uno tras otro.
Después, me subieron a un cuartito para
ser observado a través de un “ojo mágico” en la pared, por el “comandante
Horacio”. Mirando al ojo mágico, le dije: -“Yo sé quien eres Horacio. Eres el
traidor y cobarde Manuel Tirado Tirado (1)”
Luego, me mandaron a sentar en un banco de
manera y trajeron unos 200 funcionarios de la Disip , quienes pasaron uno a uno a conocerme, por
cuanto yo había sido detenido por la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), pero no
había sido reseñado nunca por la
Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención
(Disip). Ante mi actitud retadora y decidida, uno de los esbirros me dijo:-“Si
sigues alzadito te vamos a pasar a los tigritos”- Yo le dije:-“Gran cosa. Yo sé
lo que hacen allí: torturan, ponen electricidad, asesinan”- El esbirro me
dijo:-¿Por qué este tipo habla así, quien eres tú?”- Otro, le respondió, “este
es Rubén Gómez; un guerrillero que estuvo preso diez años y medio y hoy lo
acaban de indultar”- Fue en ese momento cuando me enteré, que estaba en
libertad. Sentí la amargura de comprender que mi supuesta libertad comenzaba
con una “reseña antisubversiva”.
Uno de los funcionarios me dijo:-“Te vamos
a soltar. Pero si te sigues metiendo en problemas, te vamos a buscar y te
matamos”- Yo le respondí:-“NO SÉ DONDE SE VAN A METER USTEDES DENTRO DE POCO,
CUANDO ESTE PUEBLO SE LEVANTE”- Otro me dijo:-“Este pueblo nunca se va a
levantar, porque este pueblo es delincuente; es un pueblo malandro”. Ante esta
respuesta agresiva, le respondí:-“Cuando salga de aquí, donde te vea, te voy a
caer a tiros”- El policía me respondió:-“Cuando tú quieras yo quiero”- Yo no
entendía, porque entonces no conocía a Cristo y abrigaba gran rencor hacia
estas autoridades, que aunque procedían con injusticia, no era yo quien habría
de juzgarles.
Aunque me sentí contrariado por lo
ocurrido, cuando fui puesto en libertad, volví a la UCV , donde me encontré con
Vanesa Davis, quien se sorprendió al verme y me dio una excusa por no haberse
presentado al contacto donde yo fui detenido. Sin embargo, no sospeché nada de
ella.
Después de este incidente, y luego de
presentarme a la Oficina
de Libertad Condicional para recoger mi oficio de indulto, ya podía desplazarme
libremente por todo el territorio nacional. De esta, me dediqué a visitar los
comités regionales del Partido Comunista de Venezuela, para exponerle el
análisis de la situación nacional que yo había realizado en la prisión y de
acuerdo a este análisis socio-político y económico, ADVERTIRLE A LA IZQUIERDA VENEZOLANA ,
sobre la necesidad de organizarse y vincularse orgánicamente con la clase
obrera y los sectores populares, porque venía un levantamiento o rebelión
popular nunca antes vista en el país y la izquierda y los revolucionarios
podían ser rebasados por este despertar popular.
Ante mi punto de vista, recibí las
siguientes respuestas por parte de los Comité Regionales del PCV de Portuguesa,
Cojedes, Carabobo, Lara, entre otros: ESTE PUEBLO NO SE LEVANTA, PORQUE LA MAYORÍA SON MALANDROS,
LUMPENPROLETARIOS; RUBÉN FUE AFECTADO POR LOS AÑOS DE CÁRCEL, AFIRMÓ OTRO
DIRIGENTE.
Me asombró conocer, como el Partido
Comunista de Venezuela (PCV), tenía el mismo discurso de la Disip y despreciaba al
pueblo de la misma manera que la policía política de la burguesía. Me sentí
contrariado por la subestimación que el PCV hizo de mí y por entender como mi
análisis de la realidad era más realista y preciso que el de ellos, quienes no
habían estado privados tanto tiempo de la libertad, como yo. En ese momento entendí, que la realidad
conocida por mí diez años y medio antes, ya no era la misma.
Como estaba desempleado por esos días de
enero de 1989, ideé una estrategia: me dirigí al Liceo José Ávalos de El Valle
y dije que era un estudiante del cuarto semestre de educación (cuando en
realidad cursaba el primer semestre) y venía de parte de la Federación de Centros
de la UCV , para
trabajar como suplente en dicho liceo. La profesora Rosemary, directora para el
momento, me recibió amablemente y me dieron las horas de Ciencias de la Tierra de la profesora
Zhulmer Zambrano, quien estaba de reposo postnatal. Zhulmer, es actualmente la
directora de esa institución, al momento de escribir el presente testimonio. En
ese liceo, hice amistad inmediatamente, con el profesor Aarón, también del área
de Geografía y Ciencias de la
Tierra , quien me recibió muy bien y me dio valiosas
instrucciones y un apoyo desinteresado. Algunos años después, mi amigo Aarón
falleciera prematuramente, en la flor de la vida, víctima de un cáncer
fulminante.
Además, como apenas era un profesor
suplente y no percibía sueldo alguno, ofrecí dar cursos de Ortografía y
Redacción en la Escuela
de Trabajo Social, donde obtenía un porcentaje de las módicas cuotas de
inscripción que le cobrábamos a los estudiantes. Cabe mencionar, que mis cursos
fueron un éxito y los mantuve por ocho años consecutivos, en las diferentes
Escuelas de la UCV :
Trabajo Social, Educación, Historia, Filosofía, Derecho, entre otras.
No obstante, la realidad de los
acontecimientos, pronto avergonzarían a la Disip y al Partido Comunista de Venezuela, porque
el 17 de febrero de 1989, casi un mes después de la advertencia dada a los
Comités Regionales del PCV, el pueblo de Guarenas, después el de todo Caracas y
el todo Venezuela, se sublevó en contra del paquete neoliberal aplicado por el
segundo gobierno del tristemente célebre presidente Carlos Andrés Pérez. Ante
la política del hambre, el acaparamiento por los monopolios de la oligarquía
mercantil y el endeudamiento público originado en una corrupción administrativa
voraz y miserable, los estudiantes y el pueblo se lanzaron a las calles para
apropiarse de los alimentos, vestidos y electrodomésticos que mediante los
sueldos y salarios de hambre, no podían adquirir.
Esa madrugada yo había soñado, que me iba
a duchar y cuando abrí la llave de la regadera, salió sangre en lugar de agua.
Pensé en el sueño: “LO QUE VA A PASAR EN VENEZUELA”.
La mañana del 17 de febrero de 1989, me
dirigí al liceo José Ávalos a cumplir mi horario como suplente. (Por cierto,
que los adecos nunca me pagaron esta suplencia de siete (7) meses. Cuando fui a
cobrar mis cheques, alguien-una mano adeca-, los había cobrado por mí, con la
complicidad de los militantes empleados del banco MERCANTIL). Estando en el
aula, oí de los disturbios protagonizados por estudiantes, protestando por el
alza del transporte y del combustible.
Se escuchaban rumores de que en Guarenas, la Guardia Nacional había
disparado contra unos manifestantes y dado muerte a una joven madre embarazada.
Salí del José Ávalos al mediodía y me dirigí a la Escuela de Trabajo Social
de la UCV , porque
ese día daba inicio a mi segundo curso de Ortografía y Redacción en esa Máxima
Casa de Estudios.
(1)
Manuel Tirado Tirado: es el nombre
verdadero del famoso “comisario Horacio”. Fue un militante del Partido Bandera
Roja que traicionó a la revolución y se pasó a las filas enemigas. Está acusado
de ser uno de los secuestradores y asesinos de Noel Rodríguez. CAPÍTULO XI: ANTES DE MI
CONVERSIÓN
Mientras estudiaba en la escuela de
Derecho y la escuela de Educación de la
UCV , hice amistad con muchos estudiantes, muchachos y
muchachas optimistas, llenos de vida, de sueños por realizar. Entre mis amigos
más queridos de la universidad, puedo mencionar a Elpidia Valentina Martínez,
José Barreto, Raquel Robles, Luisa Rodríguez, Laura Guevara, Isabel Martínez,
María Martínez, Carlos Martínez, Wilmer López, Nathalie Teneud, Elizabeth
Peraza, José Clavijo, Belinda Alvarez, Kellly y Arnoldo Perdomo, Claudelia
Rojas, Lisandro Pérez, José Leonardo Sequera, Nancy Alvarez, Felícita Elizabeth
Vílchez, Alexis Toledo, Elizabeth Vielma, Acacio Barrios, José Pulido,
Elizabeth Pinto, y muchísimos más, cuyos nombres no alcanzo a recordar. No
obstante, la amiga cuyo trato marcó mi vida, fue Regina Cahuan, cristiana
estudiante de derecho, quien en una oportunidad me dijo: -“Dios tiene un
propósito contigo”- A raíz de esa afirmación de Regina, me hice rebelde contra
Cristo y comencé a repetirme: -“Si soy un escogido de Dios, nadie podrá
matarme”-
Desde esa declaración espiritual de
Regina, me dediqué a beber, a buscar mujeres, a arriesgarme en las noches
caminando por las peligrosas calles y avenidas de Caracas. A continuación, paso
a relatar los hechos más extraños y violentos que me ocurrieron entre 1993 y
1995, antes de mi conversión.
En el año 1993, tuve una relación
sentimental con B.A., hermana de un amigo mío. Como ella habitaba en la Urbanización “El
Paraíso” y me quedaba en su apartamento hasta altas horas de la noche, luego me
desplazaba hasta mi lugar de residencia, en la
Calle Real de Altavista, en Catia,
caminando por esas calles. En una oportunidad, cuando caminaba a la altura del
Bloque 2 de la
Urbanización “El Silencio”, a eso de las dos de la madrugada,
aproximadamente, me salió al paso una mujer de unos 30 años de edad, la cual se
desplazaba con muletas y le faltaba una pierna. La mujer me invitó a un hotel y
me dijo que cobraba 25 bolívares. Yo le aclaré que no andaba en procura de
placer sexual y me respondió: -“está bien, me discriminas porque soy una
minusválida”- Enseguida, llamó a una niña de unos 7 u 8 años y me la presentó,
mientras me decía: -“Si vamos al hotel, este va a ser tu postre. Puedes hacer
con ella lo que quieras.”- Alarmado y asqueado por aquella propuesta, le
contesté: “-Cómo es posible que tú utilices a una niña para prostituirla. Si
quieres prostitúyete tú, pero esta niña es inocente”- Cuando terminé de decir
esto, salió de detrás de un vehículo un hombre con una pistola calibre 9 milímetros y
apuntándome, me dijo: -“Yo soy el cabrón de ella. Si no vas al hotel, entonces
arranca. Aquí no estés dando discursitos morales. Arranca o te doy un tiro”-
Ante esta amenaza, le dije: -“Está bien, me voy, pero lo que están haciendo con
esa niña es malo. No deberían hacerlo”- Me retiré del lugar, sin evitar que las
lágrimas rodaran por mi mejilla.
LOS ASALTANTES DE “EL SILENCIO”
Cada día mi rebeldía en contra de Dios,
aumentaba. Cada vez me desplazaba a pie desde el Paraíso hasta Altavista, en
medio del más terrible peligro, convencido que “SI DIOS ME HABÍA ESCOGIDO,
NADIE PODRÍA MATARME”. Fue una madrugada a eso de la una y media, cuando
caminando por el centro de Caracas, en la planta baja del bloque 1, me salieron
al paso dos pistoleros y me conminaron a entregar todo bajo amenaza de muerte.
Por esos días, yo usaba una chaqueta gris de cierre, con la cual burlaba a los asaltantes, simulando
que yo también estaba armado. Mientras ellos me apuntaban, bajé el cierre de la
chaqueta, introduje mi mano derecha como quien va a sacar una pistola y los
asaltantes salieron corriendo, mientras gritaban.
Me escondí detrás de un vehículo
estacionado, mientras ellos comenzaron a buscarme por la Avenida Baralt. Haciendo uso de
la astucia aprendida en la lucha revolucionaria, pasaba de un vehículo a otro,
hasta que los vi buscarme sobre el “Puente LLaguno”, me desvié hacia la Avenida Nueva República y pude
escaparme de ellos. Por entonces me sentía muy astuto e inteligente y seguía
pensando: “SI DIOS ME ESCOGIÓ, NADIE PODRÁ MATARME.
LOS PISTOLEROS
DE PUENTE REPÚBLICA
En otra ocasión, me desplazaba a eso de
las doce y media de la madrugada por el Puente Nueva República, cerca del
Palacio de Miraflores. Por esos días, existía una especie de leyenda sobre dos
pistoleros que rodeaban a los caminantes de la noche: uno subía por las
escaleras que dan al liceo “Fermín Toro” y otro, salía de los lados de “Caño
Amarillo”. Entonces, acribillaban sin compasión al transeúnte, para despojarle
de sus pertenencias. Mientras me desplazaba, pensaba en esta supuesta leyenda,
cuando ví subir al primer pistolero de los lados del “Fermín Toro”. Pensé, “va
a aparecer el segundo”. Efectivamente, vi otro pistolero desplazándose
velozmente desde Caño Amarillo, hasta el puente. Bajé el cierre de mi chaqueta
gris, hice como si iba a sacar un arma de fuego y me tiré al pavimento. Los delincuentes, también se
apertrecharon y aproveché para huir hacia la Avenida Baralt , escondiéndome
detrás de los carros estacionados (en esos años la Avenida Baralt , parecía un
estacionamiento en la madrugada). Luego enfilé desde el Puente LLaguno hacia la Avenida Sucre y logré llegar a
mi lugar de habitación, con un pequeño susto, pero ileso. Esa experiencia me
hizo sentir “más fuerte y poderoso”, sin saber que la misericordia de Dios, me
estaba guardando.
LOS DOS MACABROS
PUÑALEROS
Un día, mientras me desplazaba por la Avenida Sucre , a la altura de
“Agua Salud”, a eso de la una de la madrugada, observé como dos asaltantes
armados de puñales, provenientes de las escalinatas que dan desde la mencionada
avenida hasta la Pastora ,
se escondieron detrás de un contenedor de basura, para esperar mi paso y
atacarme a puñaladas. Haciendo uso de la astucia que como revolucionario
poseía, me arrastré “rampando” por el pavimento, escondido detrás de los
vehículos estacionados. Le caí por la espalda, mientras ellos me acosaban y les
sorprendí con un grito muy fuerte. Los delincuentes, asustados, corrieron
gritando como niñas, mientras se ocultaban detrás de un vehículo, intentando
sorprenderme. De manera muy cuidadosa y sigilosa, volví a aplicarles “táctica
guerrillera” y salté sorprendiéndoles por la espalda, con un grito tremendo.
Despavoridos, corrieron y se ocultaron de nuevo detrás del container, mientras
yo aproveché para cruzar la avenida y esconderme detrás de otro vehículo
estacionado. Allí permanecí varios minutos, hasta que vi a un hombre bien
vestido, quien venía con paltó en mano, encorbatado. Quise avisarle del peligro
que le acechaba, pero si me movía, los delincuentes me descubrían. Fue cuando
aquella víctima pasó frente al contenedor de basura, cuando los dos criminales
saltaron sobre él cuchillo en maño y lo apuñalaron como se mata a una vaca;
luego, le despojaron de sus pertenencias. Viendo este cruel crimen, salí de mi
escondite y les grité: -¡¡COBARDES, ASESINOS!! ¡¡VENGAN CONTRA MÍ!! Los
delincuentes me respondieron: -¡¡Contigo no, chamo, contigo no!! ¡¡Vete
tranquilo!! Seguí mi camino lleno de dolor, por lo que había presenciado.
Debido al gran peligro existente en las
calles y avenidas de Caracas, en horas de la madrugada, opté por recogerme en
casa más temprano. De esta manera, comencé a tomar el metro a eso de las 10:30
a 10:50, aproximadamente. Una noche, a eso de las 10:50 minutos, mientras me
desplazaba por la Avenida Baralt ,
exactamente a la entrada principal de la estación del metro, la cual por esos
días permanecía abierta hasta las once, observé una extraña escena. Dos hombres
de unos veinte y veinticinco años aproximadamente, tenían a una jovencita de
unos dieciocho a diecinueve años, recostada a la pared, mientras uno le estaba
manoseando los senos. Ante este extraño cuadro, me acerqué a ellos y les dije:
-Buenas noches. Y dirigiéndome a la joven, le pregunté: -“Señorita, ¿Usted
conoce a estos sujetos?”- La muchacha, desesperada me respondió: -“¡¡NO SEÑOR,
NO LOS CONOZCO. POR FAVOR, AYÚDEME!!”- Al escuchar estas palabras, me llené de
coraje y la emprendí a golpes y puntapiés contra los delincuentes, quienes
sacaron a relucir armas blancas y me atacaban con sus cuchillos, pero les dí
tantos puntapiés por las costillas, que huyeron despavoridos. En medio del
combate, la muchacha aprovechó para huir, entrando al metro. Sofocado por la
pelea y tocándome para ver si había sido herido, entré a la estación y logré
tomar el último tren de la noche y escapar del lugar.
EL ANCIANO TAXISTA
Una tarde aproximadamente a eso de las
seis, un día sábado de 1993, me
encontraba esperando a un amigo a la entrada de la estación del metro en “Gato
Negro”. En eso, llegó un anciano en un taxi de la línea Caracas-La Guaira, que
para entonces funcionaba en ese lugar. El vehículo del anciano, lucía brillante,
bien cuidado, impecable. De pronto un sujeto delgado y muy alto,
-aproximadamente 1,90 mts de estatura-, se paró junto al vehículo del anciano,
colocando un pie sobre el capó. El anciano se dirigió al sujeto y le dijo, casi
rogando: -“Por favor, amigo. Baja el pie del vehículo, acabo de sacarlo del
taller. ¿No ves como lo tengo pulido? Me puedes rayar la pintura”- El hombre,
lejos de atender la petición del anciano, le dijo: -“Quédate tranquilo viejo.
Yo hago lo que me da la gana, soy malandro”- El anciano enojado, fue a buscar
dentro del vehículo una pequeña cabilla para defenderse del delincuente, pero
el antisocial lo tomó por la espalda y lo lanzó al pavimento, golpeándolo
inmisericordemente.
Ante esta situación, viendo como el
delincuente estaba en la acera sobre el indefenso anciano, golpeándolo en el
rostro, me acerqué y le grité: -“¿Vas a golpear a ese anciano? ¡¡Vente contra
mí!!”- El malandro intentó ponerse de pie, pero viendo yo que era demasiado
alto y fuerte para mí, no le dejé poner de pie y estando el sujeto en un
intento por levantarse, lo golpeé con todas mis fuerzas en la mandíbula y el
hombre quedó desmayado. Enseguida una joven que hablaba malandreado, me saltó
encima y me arañó el pecho con sus largas uñas, mientras me
gritaba:-“desgraciado, golpeaste a mi marido”- Llegaron dos agentes de la
policía y para escapar dije: -“voy a buscar una pistola y ya vengo”- Mientras
los agentes me llamaban, aproveché la confusión para huir por los lados de
Ruperto Lugo y mi escondí en la casa de un amigo perteneciente a la Guardia Nacional , a quien le
relaté lo sucedido y me dijo: -“¡¡Bien hecho, hay que defender al indefenso!!”-
LOS ASALTANTES DE “GATO
NEGRO”
Eran los días de agosto de 1995. Debido a
las difíciles experiencias que había tenido en las madrugadas de Caracas,
decidí como afirmé en otra oportunidad, llegar más temprano a casa. Es decir,
temprano para mí, eran las once u once y media de la noche. Por esos días, una
compañera de estudios de la
Escuela de Derecho, de nombre Daisy Betancourt, hija del
Pastor José Betancourt de la “Iglesia Evangélica Nacional”, me invitó a la
congregación. Allí oraron por mí y sin saber lo que hacía, volví a aceptar a
Cristo como mi Señor y Salvdor, tal y como lo había hecho en la Cárcel Nacional de
Trujillo. Pero esta vez, sería diferente. Una noche a eso de las once, salí de
la estación del Metro de Gato Negro, cuando en la acera, frente a la Escuela “Miguel Antonio
Caro”, me salieron tres asaltantes, una mujer y dos hombres, quienes me
dijeron: -“Nosotros somos malandros y te vamos a robar y a matar”- Indignado
por esta amenaza, les respondí: -“Y yo soy revolucionario. Soy chavista y a los
malandros hay que matarlos”- Inmediatamente, uno de chaqueta azul, bajó el
cierre de la chaqueta y me dijo: -“saca pues, porque te voy a matar”- Yo bajé
el cierre de mi chaqueta gris y metí mi mano como si fuese a sacar un arma y le
respondí: -“Saca tú primero”- El malandro que me había amenazado, sacó un puñal
y me atacó lanzándome una puñalada al corazón. La esquivé dando un paso atrás y
le dije:-“ahora vengo yo”- Como hablé con tanta sangre fría, la malandra se
desesperó y le dijo a sus secuaces:-“este tipo es loco, nos va a matar”- El
malandro que me había atacado con el puñal, dijo:-“Tú no tienes nada. Si no ya
hubieras disparado”- Buscando escaparme de ellos, respondí con voz firme: -“Si
no me dejan tranquilo, les voy a volar el cerebro cada uno aquí”- Entonces la malandra
me dijo despavorida:-“No nos mates. Te dejamos ir”- Aproveché la situación y
les dije: -“Yo voy a cruzar la avenida. Si me siguen, los mato a los tres”- Me
alejé astutamente del lugar, pero tenía un propósito en mente.
Mi propósito era poder llegar a la casa y
buscar un arma de fuego que tenía escondida y acabar con esos tres malandros.
Llegué a la casa, busqué el revólver y salí a recorrer la Avenida Sucre , para
encontrarlos y liquidarlos. Caminé por los lados de “Miguel Antonio Caro”, di
vueltas por Ruperto Lugo, pero no los hallé. Entretanto, una patrulla de la
policía metropolitana me vigilaba para ver que estaba haciendo yo. Decidido a
todo, pensé: -“estos malandros me la van a pagar. Quisieron matarme”- No fue
sino hasta la una de la madrugada, cuando decidí volver a casa. Estaba
sumamente molesto, porque no pude vengarme de los delincuentes. (Ahora los veo
casi todos los días, porque ellos son buhoneros en el mismo lugar donde
intentaron matarme”) Inclusive, me ven pasar con la Biblia casi a diario y les
he entregado folletos y he comprado de sus mercancías (talcos para los pies,
baterías, entre otros). Gracias a Dios, el Señor me quitó todo rencor hacia
ellos, aunque ellos no han entendido y no sé si entenderán algún día mi
conversión.
Esa madrugada, me acosté en el sofá de
madera donde dormía, con el revólver sobre mi pecho, respirando odio e impotencia
por aquel intento por asesinarme. Hasta allí, no entendía como Dios seguía
librándome de la muerte. De pronto, ví hacia mis pies y había una palomita
blanca, muy blanca, con sus ojitos cerrados. Palpadée y la palomita ya no
estaba. Pensé: -“Me estoy volviendo loco por haber bebido tanto licor todos
estos días”- Desde ese día, decidí no ingerir más licor en mi vida.
A los días, cuando me disponía a dormir
sobre el sofá de madera, volví a ver la PALOMITA BLANCA , a mis pies.
Decidí acabar con este misterio y me hice el dormido. Con un ojo semiabierto,
seguí viendo aquella preciosa y extraña criatura a mis pies y me levanté
sorpresivamente para atraparla. Cual sería mi sorpresa: aquella PALOMITA
BLANCA, ERA UN SER ESPIRITUAL. ERA EL ESPÍRITU SANTO. Lo tomé en mis manos y la
palomita picoteaba mis dedos para soltarse y mi alma habló y dijo: “-ESTA VEZ,
NO TE VAS. ESTA VEZ TE QUEDAS CONMIGO”-
La palomita blanca continuó picoteándome,
hasta introducirse en mi corazón. Me quedé profundamente dormido. A la mañana
siguiente, me desperté hablando de Cristo. Llamé a mi mamá y a mis hermanos y
les dije: -“LA BIBLIA ES
VERDAD. JESUCRISTO VIVE Y VIENE PRONTO”. Desde ese día, 19 de agosto de 1995,
entregué definitivamente mi corazón a Cristo, pero esa es otra historia.
LA
MANCA Y “EL POSTRE”
LA MUCHACHA A LA ENTRADA DEL METRO
LA
MANCA Y “EL POSTRE”
LA MUCHACHA A LA ENTRADA DEL METRO
LA ENDEMONIADA DE
LA AVENIDA LECUNA
LA REALIDAD VIRTUAL
EN LA PANADERÍA
“EL CARIBE”
LA MISIÓN EVANGÉLICA A YARACUY
LA UNIDAD EDUCATIVA DE ADULTOS
“CENTRO DOCENTE”
LA
JOVEN DEL ACCIDENTE CARDIOVASCULAR
LA
JOVEN DE LA MENINGITIS
LA
NIÑA DE LA GARGANTA NUEVA
CAPÍTULO XIV: MI PRIMER
VIAJE MISIONERO A BARINAS
LA VAGUADA DE 1999
LA
BRUJA DE CORRALITO
CAPÍTULO XVII:
LA LUCHA CONTRA LA BESTIA 666
CAPÍTULO XI: ANTES DE MI
CONVERSIÓN
Mientras estudiaba en la escuela de
Derecho y la escuela de Educación de la
UCV , hice amistad con muchos estudiantes, muchachos y
muchachas optimistas, llenos de vida, de sueños por realizar. Entre mis amigos
más queridos de la universidad, puedo mencionar a Elpidia Valentina Martínez,
José Barreto, Raquel Robles, Luisa Rodríguez, Laura Guevara, Isabel Martínez,
María Martínez, Carlos Martínez, Wilmer López, Nathalie Teneud, Elizabeth
Peraza, José Clavijo, Belinda Alvarez, Kellly y Arnoldo Perdomo, Claudelia
Rojas, Lisandro Pérez, José Leonardo Sequera, Nancy Alvarez, Felícita Elizabeth
Vílchez, Alexis Toledo, Elizabeth Vielma, Acacio Barrios, José Pulido,
Elizabeth Pinto, y muchísimos más, cuyos nombres no alcanzo a recordar. No
obstante, la amiga cuyo trato marcó mi vida, fue Regina Cahuan, cristiana
estudiante de derecho, quien en una oportunidad me dijo: -“Dios tiene un
propósito contigo”- A raíz de esa afirmación de Regina, me hice rebelde contra
Cristo y comencé a repetirme: -“Si soy un escogido de Dios, nadie podrá
matarme”-
Desde esa declaración espiritual de
Regina, me dediqué a beber, a buscar mujeres, a arriesgarme en las noches
caminando por las peligrosas calles y avenidas de Caracas. A continuación, paso
a relatar los hechos más extraños y violentos que me ocurrieron entre 1993 y
1995, antes de mi conversión.
En el año 1993, tuve una relación
sentimental con B.A., hermana de un amigo mío. Como ella habitaba en la Urbanización “El
Paraíso” y me quedaba en su apartamento hasta altas horas de la noche, luego me
desplazaba hasta mi lugar de residencia, en la
Calle Real de Altavista, en Catia,
caminando por esas calles. En una oportunidad, cuando caminaba a la altura del
Bloque 2 de la
Urbanización “El Silencio”, a eso de las dos de la madrugada,
aproximadamente, me salió al paso una mujer de unos 30 años de edad, la cual se
desplazaba con muletas y le faltaba una pierna. La mujer me invitó a un hotel y
me dijo que cobraba 25 bolívares. Yo le aclaré que no andaba en procura de
placer sexual y me respondió: -“está bien, me discriminas porque soy una
minusválida”- Enseguida, llamó a una niña de unos 7 u 8 años y me la presentó,
mientras me decía: -“Si vamos al hotel, este va a ser tu postre. Puedes hacer
con ella lo que quieras.”- Alarmado y asqueado por aquella propuesta, le
contesté: “-Cómo es posible que tú utilices a una niña para prostituirla. Si
quieres prostitúyete tú, pero esta niña es inocente”- Cuando terminé de decir
esto, salió de detrás de un vehículo un hombre con una pistola calibre 9 milímetros y
apuntándome, me dijo: -“Yo soy el cabrón de ella. Si no vas al hotel, entonces
arranca. Aquí no estés dando discursitos morales. Arranca o te doy un tiro”-
Ante esta amenaza, le dije: -“Está bien, me voy, pero lo que están haciendo con
esa niña es malo. No deberían hacerlo”- Me retiré del lugar, sin evitar que las
lágrimas rodaran por mi mejilla.
LOS ASALTANTES DE
“EL SILENCIO”
Cada día mi rebeldía en contra de Dios,
aumentaba. Cada vez me desplazaba a pie desde el Paraíso hasta Altavista, en
medio del más terrible peligro, convencido que “SI DIOS ME HABÍA ESCOGIDO,
NADIE PODRÍA MATARME”. Fue una madrugada a eso de la una y media, cuando
caminando por el centro de Caracas, en la planta baja del bloque 1, me salieron
al paso dos pistoleros y me conminaron a entregar todo bajo amenaza de muerte.
Por esos días, yo usaba una chaqueta gris de cierre, con la cual burlaba a los asaltantes, simulando
que yo también estaba armado. Mientras ellos me apuntaban, bajé el cierre de la
chaqueta, introduje mi mano derecha como quien va a sacar una pistola y los
asaltantes salieron corriendo, mientras gritaban.
Me escondí detrás de un vehículo
estacionado, mientras ellos comenzaron a buscarme por la Avenida Baralt. Haciendo uso de
la astucia aprendida en la lucha revolucionaria, pasaba de un vehículo a otro,
hasta que los vi buscarme sobre el “Puente LLaguno”, me desvié hacia la Avenida Nueva República y pude
escaparme de ellos. Por entonces me sentía muy astuto e inteligente y seguía
pensando: “SI DIOS ME ESCOGIÓ, NADIE PODRÁ MATARME.
LOS PISTOLEROS
DE PUENTE REPÚBLICA
En otra ocasión, me desplazaba a eso de
las doce y media de la madrugada por el Puente Nueva República, cerca del
Palacio de Miraflores. Por esos días, existía una especie de leyenda sobre dos
pistoleros que rodeaban a los caminantes de la noche: uno subía por las escaleras
que dan al liceo “Fermín Toro” y otro, salía de los lados de “Caño Amarillo”.
Entonces, acribillaban sin compasión al transeúnte, para despojarle de sus
pertenencias. Mientras me desplazaba, pensaba en esta supuesta leyenda, cuando
ví subir al primer pistolero de los lados del “Fermín Toro”. Pensé, “va a
aparecer el segundo”. Efectivamente, vi otro pistolero desplazándose velozmente
desde Caño Amarillo, hasta el puente. Bajé el cierre de mi chaqueta gris, hice
como si iba a sacar un arma de fuego y me tiré
al pavimento. Los delincuentes, también se apertrecharon y aproveché
para huir hacia la Avenida Baralt ,
escondiéndome detrás de los carros estacionados (en esos años la Avenida Baralt , parecía un
estacionamiento en la madrugada). Luego enfilé desde el Puente LLaguno hacia la Avenida Sucre y logré llegar a
mi lugar de habitación, con un pequeño susto, pero ileso. Esa experiencia me
hizo sentir “más fuerte y poderoso”, sin saber que la misericordia de Dios, me
estaba guardando.
LOS DOS MACABROS
PUÑALEROS
Un día, mientras me desplazaba por la Avenida Sucre , a la altura de
“Agua Salud”, a eso de la una de la madrugada, observé como dos asaltantes
armados de puñales, provenientes de las escalinatas que dan desde la mencionada
avenida hasta la Pastora ,
se escondieron detrás de un contenedor de basura, para esperar mi paso y
atacarme a puñaladas. Haciendo uso de la astucia que como revolucionario
poseía, me arrastré “rampando” por el pavimento, escondido detrás de los
vehículos estacionados. Le caí por la espalda, mientras ellos me acosaban y les
sorprendí con un grito muy fuerte. Los delincuentes, asustados, corrieron
gritando como niñas, mientras se ocultaban detrás de un vehículo, intentando
sorprenderme. De manera muy cuidadosa y sigilosa, volví a aplicarles “táctica
guerrillera” y salté sorprendiéndoles por la espalda, con un grito tremendo.
Despavoridos, corrieron y se ocultaron de nuevo detrás del container, mientras
yo aproveché para cruzar la avenida y esconderme detrás de otro vehículo
estacionado. Allí permanecí varios minutos, hasta que vi a un hombre bien
vestido, quien venía con paltó en mano, encorbatado. Quise avisarle del peligro
que le acechaba, pero si me movía, los delincuentes me descubrían. Fue cuando
aquella víctima pasó frente al contenedor de basura, cuando los dos criminales
saltaron sobre él cuchillo en maño y lo apuñalaron como se mata a una vaca;
luego, le despojaron de sus pertenencias. Viendo este cruel crimen, salí de mi
escondite y les grité: -¡¡COBARDES, ASESINOS!! ¡¡VENGAN CONTRA MÍ!! Los
delincuentes me respondieron: -¡¡Contigo no, chamo, contigo no!! ¡¡Vete
tranquilo!! Seguí mi camino lleno de dolor, por lo que había presenciado.
Debido al gran peligro existente en las
calles y avenidas de Caracas, en horas de la madrugada, opté por recogerme en
casa más temprano. De esta manera, comencé a tomar el metro a eso de las 10:30
a 10:50, aproximadamente. Una noche, a eso de las 10:50 minutos, mientras me
desplazaba por la Avenida Baralt ,
exactamente a la entrada principal de la estación del metro, la cual por esos
días permanecía abierta hasta las once, observé una extraña escena. Dos hombres
de unos veinte y veinticinco años aproximadamente, tenían a una jovencita de
unos dieciocho a diecinueve años, recostada a la pared, mientras uno le estaba
manoseando los senos. Ante este extraño cuadro, me acerqué a ellos y les dije:
-Buenas noches. Y dirigiéndome a la joven, le pregunté: -“Señorita, ¿Usted
conoce a estos sujetos?”- La muchacha, desesperada me respondió: -“¡¡NO SEÑOR,
NO LOS CONOZCO. POR FAVOR, AYÚDEME!!”- Al escuchar estas palabras, me llené de
coraje y la emprendí a golpes y puntapiés contra los delincuentes, quienes
sacaron a relucir armas blancas y me atacaban con sus cuchillos, pero les dí
tantos puntapiés por las costillas, que huyeron despavoridos. En medio del
combate, la muchacha aprovechó para huir, entrando al metro. Sofocado por la
pelea y tocándome para ver si había sido herido, entré a la estación y logré
tomar el último tren de la noche y escapar del lugar.
EL ANCIANO TAXISTA
Una tarde aproximadamente a eso de las
seis, un día sábado de 1993, me
encontraba esperando a un amigo a la entrada de la estación del metro en “Gato
Negro”. En eso, llegó un anciano en un taxi de la línea Caracas-La Guaira, que
para entonces funcionaba en ese lugar. El vehículo del anciano, lucía brillante,
bien cuidado, impecable. De pronto un sujeto delgado y muy alto, -aproximadamente
1,90 mts de estatura-, se paró junto al vehículo del anciano, colocando un pie
sobre el capó. El anciano se dirigió al sujeto y le dijo, casi rogando: -“Por
favor, amigo. Baja el pie del vehículo, acabo de sacarlo del taller. ¿No ves
como lo tengo pulido? Me puedes rayar la pintura”- El hombre, lejos de atender
la petición del anciano, le dijo: -“Quédate tranquilo viejo. Yo hago lo que me
da la gana, soy malandro”- El anciano enojado, fue a buscar dentro del vehículo
una pequeña cabilla para defenderse del delincuente, pero el antisocial lo tomó
por la espalda y lo lanzó al pavimento, golpeándolo inmisericordemente.
Ante esta situación, viendo como el
delincuente estaba en la acera sobre el indefenso anciano, golpeándolo en el
rostro, me acerqué y le grité: -“¿Vas a golpear a ese anciano? ¡¡Vente contra
mí!!”- El malandro intentó ponerse de pie, pero viendo yo que era demasiado
alto y fuerte para mí, no le dejé poner de pie y estando el sujeto en un
intento por levantarse, lo golpeé con todas mis fuerzas en la mandíbula y el
hombre quedó desmayado. Enseguida una joven que hablaba malandreado, me saltó
encima y me arañó el pecho con sus largas uñas, mientras me
gritaba:-“desgraciado, golpeaste a mi marido”- Llegaron dos agentes de la policía
y para escapar dije: -“voy a buscar una pistola y ya vengo”- Mientras los
agentes me llamaban, aproveché la confusión para huir por los lados de Ruperto
Lugo y mi escondí en la casa de un amigo perteneciente a la Guardia Nacional , a quien le
relaté lo sucedido y me dijo: -“¡¡Bien hecho, hay que defender al indefenso!!”-
LOS ASALTANTES DE “GATO
NEGRO”
Eran los días de agosto de 1995. Debido a
las difíciles experiencias que había tenido en las madrugadas de Caracas,
decidí como afirmé en otra oportunidad, llegar más temprano a casa. Es decir,
temprano para mí, eran las once u once y media de la noche. Por esos días, una
compañera de estudios de la
Escuela de Derecho, de nombre Daisy Betancourt, hija del
Pastor José Betancourt de la “Iglesia Evangélica Nacional”, me invitó a la
congregación. Allí oraron por mí y sin saber lo que hacía, volví a aceptar a
Cristo como mi Señor y Salvdor, tal y como lo había hecho en la Cárcel Nacional de
Trujillo. Pero esta vez, sería diferente. Una noche a eso de las once, salí de
la estación del Metro de Gato Negro, cuando en la acera, frente a la Escuela “Miguel Antonio
Caro”, me salieron tres asaltantes, una mujer y dos hombres, quienes me
dijeron: -“Nosotros somos malandros y te vamos a robar y a matar”- Indignado
por esta amenaza, les respondí: -“Y yo soy revolucionario. Soy chavista y a los
malandros hay que matarlos”- Inmediatamente, uno de chaqueta azul, bajó el
cierre de la chaqueta y me dijo: -“saca pues, porque te voy a matar”- Yo bajé
el cierre de mi chaqueta gris y metí mi mano como si fuese a sacar un arma y le
respondí: -“Saca tú primero”- El malandro que me había amenazado, sacó un puñal
y me atacó lanzándome una puñalada al corazón. La esquivé dando un paso atrás y
le dije:-“ahora vengo yo”- Como hablé con tanta sangre fría, la malandra se
desesperó y le dijo a sus secuaces:-“este tipo es loco, nos va a matar”- El
malandro que me había atacado con el puñal, dijo:-“Tú no tienes nada. Si no ya
hubieras disparado”- Buscando escaparme de ellos, respondí con voz firme: -“Si
no me dejan tranquilo, les voy a volar el cerebro cada uno aquí”- Entonces la malandra
me dijo despavorida:-“No nos mates. Te dejamos ir”- Aproveché la situación y
les dije: -“Yo voy a cruzar la avenida. Si me siguen, los mato a los tres”- Me
alejé astutamente del lugar, pero tenía un propósito en mente.
Mi propósito era poder llegar a la casa y
buscar un arma de fuego que tenía escondida y acabar con esos tres malandros.
Llegué a la casa, busqué el revólver y salí a recorrer la Avenida Sucre , para
encontrarlos y liquidarlos. Caminé por los lados de “Miguel Antonio Caro”, di
vueltas por Ruperto Lugo, pero no los hallé. Entretanto, una patrulla de la
policía metropolitana me vigilaba para ver que estaba haciendo yo. Decidido a
todo, pensé: -“estos malandros me la van a pagar. Quisieron matarme”- No fue
sino hasta la una de la madrugada, cuando decidí volver a casa. Estaba
sumamente molesto, porque no pude vengarme de los delincuentes. (Ahora los veo
casi todos los días, porque ellos son buhoneros en el mismo lugar donde
intentaron matarme”) Inclusive, me ven pasar con la Biblia casi a diario y les
he entregado folletos y he comprado de sus mercancías (talcos para los pies,
baterías, entre otros). Gracias a Dios, el Señor me quitó todo rencor hacia
ellos, aunque ellos no han entendido y no sé si entenderán algún día mi
conversión.
Esa madrugada, me acosté en el sofá de
madera donde dormía, con el revólver sobre mi pecho, respirando odio e
impotencia por aquel intento por asesinarme. Hasta allí, no entendía como Dios
seguía librándome de la muerte. De pronto, ví hacia mis pies y había una
palomita blanca, muy blanca, con sus ojitos cerrados. Palpadée y la palomita ya
no estaba. Pensé: -“Me estoy volviendo loco por haber bebido tanto licor todos
estos días”- Desde ese día, decidí no ingerir más licor en mi vida.
A los días, cuando me disponía a dormir
sobre el sofá de madera, volví a ver la PALOMITA BLANCA , a mis pies.
Decidí acabar con este misterio y me hice el dormido. Con un ojo semiabierto,
seguí viendo aquella preciosa y extraña criatura a mis pies y me levanté
sorpresivamente para atraparla. Cual sería mi sorpresa: aquella PALOMITA
BLANCA, ERA UN SER ESPIRITUAL. ERA EL ESPÍRITU SANTO. Lo tomé en mis manos y la
palomita picoteaba mis dedos para soltarse y mi alma habló y dijo: “-ESTA VEZ,
NO TE VAS. ESTA VEZ TE QUEDAS CONMIGO”-
La palomita blanca continuó picoteándome,
hasta introducirse en mi corazón. Me quedé profundamente dormido. A la mañana
siguiente, me desperté hablando de Cristo. Llamé a mi mamá y a mis hermanos y
les dije: -“LA BIBLIA ES
VERDAD. JESUCRISTO VIVE Y VIENE PRONTO”. Desde ese día, 19 de agosto de 1995,
entregué definitivamente mi corazón a Cristo, pero esa es otra historia.
CAPÍTULO XI: ANTES DE MI
CONVERSIÓN
Mientras estudiaba en la escuela de
Derecho y la escuela de Educación de la
UCV , hice amistad con muchos estudiantes, muchachos y
muchachas optimistas, llenos de vida, de sueños por realizar. Entre mis amigos
más queridos de la universidad, puedo mencionar a Elpidia Valentina Martínez,
José Barreto, Raquel Robles, Luisa Rodríguez, Laura Guevara, Isabel Martínez,
María Martínez, Carlos Martínez, Wilmer López, Nathalie Teneud, Elizabeth
Peraza, José Clavijo, Belinda Alvarez, Kellly y Arnoldo Perdomo, Claudelia
Rojas, Lisandro Pérez, José Leonardo Sequera, Nancy Alvarez, Felícita Elizabeth
Vílchez, Alexis Toledo, Elizabeth Vielma, Acacio Barrios, José Pulido,
Elizabeth Pinto, y muchísimos más, cuyos nombres no alcanzo a recordar. No
obstante, la amiga cuyo trato marcó mi vida, fue Regina Cahuan, cristiana
estudiante de derecho, quien en una oportunidad me dijo: -“Dios tiene un
propósito contigo”- A raíz de esa afirmación de Regina, me hice rebelde contra
Cristo y comencé a repetirme: -“Si soy un escogido de Dios, nadie podrá
matarme”-
Desde esa declaración espiritual de
Regina, me dediqué a beber, a buscar mujeres, a arriesgarme en las noches
caminando por las peligrosas calles y avenidas de Caracas. A continuación, paso
a relatar los hechos más extraños y violentos que me ocurrieron entre 1993 y
1995, antes de mi conversión.
En el año 1993, tuve una relación
sentimental con B.A., hermana de un amigo mío. Como ella habitaba en la Urbanización “El
Paraíso” y me quedaba en su apartamento hasta altas horas de la noche, luego me
desplazaba hasta mi lugar de residencia, en la
Calle Real de Altavista, en Catia,
caminando por esas calles. En una oportunidad, cuando caminaba a la altura del
Bloque 2 de la
Urbanización “El Silencio”, a eso de las dos de la madrugada,
aproximadamente, me salió al paso una mujer de unos 30 años de edad, la cual se
desplazaba con muletas y le faltaba una pierna. La mujer me invitó a un hotel y
me dijo que cobraba 25 bolívares. Yo le aclaré que no andaba en procura de
placer sexual y me respondió: -“está bien, me discriminas porque soy una
minusválida”- Enseguida, llamó a una niña de unos 7 u 8 años y me la presentó,
mientras me decía: -“Si vamos al hotel, este va a ser tu postre. Puedes hacer
con ella lo que quieras.”- Alarmado y asqueado por aquella propuesta, le
contesté: “-Cómo es posible que tú utilices a una niña para prostituirla. Si
quieres prostitúyete tú, pero esta niña es inocente”- Cuando terminé de decir
esto, salió de detrás de un vehículo un hombre con una pistola calibre 9 milímetros y
apuntándome, me dijo: -“Yo soy el cabrón de ella. Si no vas al hotel, entonces
arranca. Aquí no estés dando discursitos morales. Arranca o te doy un tiro”-
Ante esta amenaza, le dije: -“Está bien, me voy, pero lo que están haciendo con
esa niña es malo. No deberían hacerlo”- Me retiré del lugar, sin evitar que las
lágrimas rodaran por mi mejilla.
LOS ASALTANTES DE
“EL SILENCIO”
Cada día mi rebeldía en contra de Dios,
aumentaba. Cada vez me desplazaba a pie desde el Paraíso hasta Altavista, en
medio del más terrible peligro, convencido que “SI DIOS ME HABÍA ESCOGIDO,
NADIE PODRÍA MATARME”. Fue una madrugada a eso de la una y media, cuando
caminando por el centro de Caracas, en la planta baja del bloque 1, me salieron
al paso dos pistoleros y me conminaron a entregar todo bajo amenaza de muerte.
Por esos días, yo usaba una chaqueta gris de cierre, con la cual burlaba a los asaltantes, simulando
que yo también estaba armado. Mientras ellos me apuntaban, bajé el cierre de la
chaqueta, introduje mi mano derecha como quien va a sacar una pistola y los
asaltantes salieron corriendo, mientras gritaban.
Me escondí detrás de un vehículo
estacionado, mientras ellos comenzaron a buscarme por la Avenida Baralt. Haciendo uso de
la astucia aprendida en la lucha revolucionaria, pasaba de un vehículo a otro,
hasta que los vi buscarme sobre el “Puente LLaguno”, me desvié hacia la Avenida Nueva República y pude
escaparme de ellos. Por entonces me sentía muy astuto e inteligente y seguía
pensando: “SI DIOS ME ESCOGIÓ, NADIE PODRÁ MATARME.
LOS PISTOLEROS
DE PUENTE REPÚBLICA
En otra ocasión, me desplazaba a eso de
las doce y media de la madrugada por el Puente Nueva República, cerca del
Palacio de Miraflores. Por esos días, existía una especie de leyenda sobre dos
pistoleros que rodeaban a los caminantes de la noche: uno subía por las escaleras
que dan al liceo “Fermín Toro” y otro, salía de los lados de “Caño Amarillo”.
Entonces, acribillaban sin compasión al transeúnte, para despojarle de sus
pertenencias. Mientras me desplazaba, pensaba en esta supuesta leyenda, cuando
ví subir al primer pistolero de los lados del “Fermín Toro”. Pensé, “va a
aparecer el segundo”. Efectivamente, vi otro pistolero desplazándose velozmente
desde Caño Amarillo, hasta el puente. Bajé el cierre de mi chaqueta gris, hice
como si iba a sacar un arma de fuego y me tiré
al pavimento. Los delincuentes, también se apertrecharon y aproveché
para huir hacia la Avenida Baralt ,
escondiéndome detrás de los carros estacionados (en esos años la Avenida Baralt , parecía un
estacionamiento en la madrugada). Luego enfilé desde el Puente LLaguno hacia la Avenida Sucre y logré llegar a
mi lugar de habitación, con un pequeño susto, pero ileso. Esa experiencia me
hizo sentir “más fuerte y poderoso”, sin saber que la misericordia de Dios, me
estaba guardando.
LOS DOS MACABROS
PUÑALEROS
Un día, mientras me desplazaba por la Avenida Sucre , a la altura de
“Agua Salud”, a eso de la una de la madrugada, observé como dos asaltantes
armados de puñales, provenientes de las escalinatas que dan desde la mencionada
avenida hasta la Pastora ,
se escondieron detrás de un contenedor de basura, para esperar mi paso y
atacarme a puñaladas. Haciendo uso de la astucia que como revolucionario
poseía, me arrastré “rampando” por el pavimento, escondido detrás de los
vehículos estacionados. Le caí por la espalda, mientras ellos me acosaban y les
sorprendí con un grito muy fuerte. Los delincuentes, asustados, corrieron
gritando como niñas, mientras se ocultaban detrás de un vehículo, intentando
sorprenderme. De manera muy cuidadosa y sigilosa, volví a aplicarles “táctica
guerrillera” y salté sorprendiéndoles por la espalda, con un grito tremendo.
Despavoridos, corrieron y se ocultaron de nuevo detrás del container, mientras
yo aproveché para cruzar la avenida y esconderme detrás de otro vehículo
estacionado. Allí permanecí varios minutos, hasta que vi a un hombre bien
vestido, quien venía con paltó en mano, encorbatado. Quise avisarle del peligro
que le acechaba, pero si me movía, los delincuentes me descubrían. Fue cuando
aquella víctima pasó frente al contenedor de basura, cuando los dos criminales
saltaron sobre él cuchillo en maño y lo apuñalaron como se mata a una vaca;
luego, le despojaron de sus pertenencias. Viendo este cruel crimen, salí de mi
escondite y les grité: -¡¡COBARDES, ASESINOS!! ¡¡VENGAN CONTRA MÍ!! Los
delincuentes me respondieron: -¡¡Contigo no, chamo, contigo no!! ¡¡Vete
tranquilo!! Seguí mi camino lleno de dolor, por lo que había presenciado.
Debido al gran peligro existente en las
calles y avenidas de Caracas, en horas de la madrugada, opté por recogerme en
casa más temprano. De esta manera, comencé a tomar el metro a eso de las 10:30
a 10:50, aproximadamente. Una noche, a eso de las 10:50 minutos, mientras me
desplazaba por la Avenida Baralt ,
exactamente a la entrada principal de la estación del metro, la cual por esos
días permanecía abierta hasta las once, observé una extraña escena. Dos hombres
de unos veinte y veinticinco años aproximadamente, tenían a una jovencita de
unos dieciocho a diecinueve años, recostada a la pared, mientras uno le estaba
manoseando los senos. Ante este extraño cuadro, me acerqué a ellos y les dije:
-Buenas noches. Y dirigiéndome a la joven, le pregunté: -“Señorita, ¿Usted
conoce a estos sujetos?”- La muchacha, desesperada me respondió: -“¡¡NO SEÑOR,
NO LOS CONOZCO. POR FAVOR, AYÚDEME!!”- Al escuchar estas palabras, me llené de
coraje y la emprendí a golpes y puntapiés contra los delincuentes, quienes
sacaron a relucir armas blancas y me atacaban con sus cuchillos, pero les dí
tantos puntapiés por las costillas, que huyeron despavoridos. En medio del
combate, la muchacha aprovechó para huir, entrando al metro. Sofocado por la
pelea y tocándome para ver si había sido herido, entré a la estación y logré
tomar el último tren de la noche y escapar del lugar.
EL ANCIANO TAXISTA
Una tarde aproximadamente a eso de las
seis, un día sábado de 1993, me
encontraba esperando a un amigo a la entrada de la estación del metro en “Gato
Negro”. En eso, llegó un anciano en un taxi de la línea Caracas-La Guaira, que
para entonces funcionaba en ese lugar. El vehículo del anciano, lucía brillante,
bien cuidado, impecable. De pronto un sujeto delgado y muy alto, -aproximadamente
1,90 mts de estatura-, se paró junto al vehículo del anciano, colocando un pie
sobre el capó. El anciano se dirigió al sujeto y le dijo, casi rogando: -“Por
favor, amigo. Baja el pie del vehículo, acabo de sacarlo del taller. ¿No ves
como lo tengo pulido? Me puedes rayar la pintura”- El hombre, lejos de atender
la petición del anciano, le dijo: -“Quédate tranquilo viejo. Yo hago lo que me
da la gana, soy malandro”- El anciano enojado, fue a buscar dentro del vehículo
una pequeña cabilla para defenderse del delincuente, pero el antisocial lo tomó
por la espalda y lo lanzó al pavimento, golpeándolo inmisericordemente.
Ante esta situación, viendo como el
delincuente estaba en la acera sobre el indefenso anciano, golpeándolo en el
rostro, me acerqué y le grité: -“¿Vas a golpear a ese anciano? ¡¡Vente contra
mí!!”- El malandro intentó ponerse de pie, pero viendo yo que era demasiado
alto y fuerte para mí, no le dejé poner de pie y estando el sujeto en un
intento por levantarse, lo golpeé con todas mis fuerzas en la mandíbula y el
hombre quedó desmayado. Enseguida una joven que hablaba malandreado, me saltó
encima y me arañó el pecho con sus largas uñas, mientras me
gritaba:-“desgraciado, golpeaste a mi marido”- Llegaron dos agentes de la policía
y para escapar dije: -“voy a buscar una pistola y ya vengo”- Mientras los
agentes me llamaban, aproveché la confusión para huir por los lados de Ruperto
Lugo y mi escondí en la casa de un amigo perteneciente a la Guardia Nacional , a quien le
relaté lo sucedido y me dijo: -“¡¡Bien hecho, hay que defender al indefenso!!”-
LOS ASALTANTES DE “GATO
NEGRO”
Eran los días de agosto de 1995. Debido a
las difíciles experiencias que había tenido en las madrugadas de Caracas,
decidí como afirmé en otra oportunidad, llegar más temprano a casa. Es decir,
temprano para mí, eran las once u once y media de la noche. Por esos días, una
compañera de estudios de la
Escuela de Derecho, de nombre Daisy Betancourt, hija del
Pastor José Betancourt de la “Iglesia Evangélica Nacional”, me invitó a la
congregación. Allí oraron por mí y sin saber lo que hacía, volví a aceptar a
Cristo como mi Señor y Salvdor, tal y como lo había hecho en la Cárcel Nacional de
Trujillo. Pero esta vez, sería diferente. Una noche a eso de las once, salí de
la estación del Metro de Gato Negro, cuando en la acera, frente a la Escuela “Miguel Antonio
Caro”, me salieron tres asaltantes, una mujer y dos hombres, quienes me
dijeron: -“Nosotros somos malandros y te vamos a robar y a matar”- Indignado
por esta amenaza, les respondí: -“Y yo soy revolucionario. Soy chavista y a los
malandros hay que matarlos”- Inmediatamente, uno de chaqueta azul, bajó el
cierre de la chaqueta y me dijo: -“saca pues, porque te voy a matar”- Yo bajé
el cierre de mi chaqueta gris y metí mi mano como si fuese a sacar un arma y le
respondí: -“Saca tú primero”- El malandro que me había amenazado, sacó un puñal
y me atacó lanzándome una puñalada al corazón. La esquivé dando un paso atrás y
le dije:-“ahora vengo yo”- Como hablé con tanta sangre fría, la malandra se
desesperó y le dijo a sus secuaces:-“este tipo es loco, nos va a matar”- El
malandro que me había atacado con el puñal, dijo:-“Tú no tienes nada. Si no ya
hubieras disparado”- Buscando escaparme de ellos, respondí con voz firme: -“Si
no me dejan tranquilo, les voy a volar el cerebro cada uno aquí”- Entonces la malandra
me dijo despavorida:-“No nos mates. Te dejamos ir”- Aproveché la situación y
les dije: -“Yo voy a cruzar la avenida. Si me siguen, los mato a los tres”- Me
alejé astutamente del lugar, pero tenía un propósito en mente.
Mi propósito era poder llegar a la casa y
buscar un arma de fuego que tenía escondida y acabar con esos tres malandros.
Llegué a la casa, busqué el revólver y salí a recorrer la Avenida Sucre , para
encontrarlos y liquidarlos. Caminé por los lados de “Miguel Antonio Caro”, di
vueltas por Ruperto Lugo, pero no los hallé. Entretanto, una patrulla de la
policía metropolitana me vigilaba para ver que estaba haciendo yo. Decidido a
todo, pensé: -“estos malandros me la van a pagar. Quisieron matarme”- No fue
sino hasta la una de la madrugada, cuando decidí volver a casa. Estaba
sumamente molesto, porque no pude vengarme de los delincuentes. (Ahora los veo
casi todos los días, porque ellos son buhoneros en el mismo lugar donde
intentaron matarme”) Inclusive, me ven pasar con la Biblia casi a diario y les
he entregado folletos y he comprado de sus mercancías (talcos para los pies,
baterías, entre otros). Gracias a Dios, el Señor me quitó todo rencor hacia
ellos, aunque ellos no han entendido y no sé si entenderán algún día mi
conversión.
Esa madrugada, me acosté en el sofá de
madera donde dormía, con el revólver sobre mi pecho, respirando odio e
impotencia por aquel intento por asesinarme. Hasta allí, no entendía como Dios
seguía librándome de la muerte. De pronto, ví hacia mis pies y había una
palomita blanca, muy blanca, con sus ojitos cerrados. Palpadée y la palomita ya
no estaba. Pensé: -“Me estoy volviendo loco por haber bebido tanto licor todos
estos días”- Desde ese día, decidí no ingerir más licor en mi vida.
A los días, cuando me disponía a dormir
sobre el sofá de madera, volví a ver la PALOMITA BLANCA , a mis pies.
Decidí acabar con este misterio y me hice el dormido. Con un ojo semiabierto,
seguí viendo aquella preciosa y extraña criatura a mis pies y me levanté
sorpresivamente para atraparla. Cual sería mi sorpresa: aquella PALOMITA
BLANCA, ERA UN SER ESPIRITUAL. ERA EL ESPÍRITU SANTO. Lo tomé en mis manos y la
palomita picoteaba mis dedos para soltarse y mi alma habló y dijo: “-ESTA VEZ,
NO TE VAS. ESTA VEZ TE QUEDAS CONMIGO”-
La palomita blanca continuó picoteándome,
hasta introducirse en mi corazón. Me quedé profundamente dormido. A la mañana
siguiente, me desperté hablando de Cristo. Llamé a mi mamá y a mis hermanos y
les dije: -“LA BIBLIA ES
VERDAD. JESUCRISTO VIVE Y VIENE PRONTO”. Desde ese día, 19 de agosto de 1995,
entregué definitivamente mi corazón a Cristo, pero esa es otra historia.
CAPÍTULO XII: YA PERTENEZCO
A CRISTO
Es increíble, todo lo que viví, para poder
aceptar a Cristo. Por esos días del primer amor, no regresé inmediatamente a la Misión Evangélica Nacional,
Iglesia Evangélica Nacional ubicada en la Calle Principal de Altavista,
dirigida por el pastor José Adalberto Betancourt. Me dediqué a “buscar” por mi
cuenta y no tenía Biblia, sino un ejemplar del Nuevo Testamento versión Reina
Valera de 1960, que me había sido obsequiado por los Gedeones Internacionales.
Aunque intenté seguir adelante a mi manera, Cristo me había alcanzado para
llenarme con su Santo Espíritu y definitivamente, me rendí a la voluntad de
Dios.
En este capítulo, voy a relatar todas las
experiencias sobrenaturales más significativas acontecidas en estos últimos 18
años, como testimonio de la presencia del Señor Jesucristo en mi vida.
EL SUEÑO CON MI FUTURA
ESPOSA
Como todo hombre del mundo, con el
transcurrir de los años me hice mujeriego, alcohólico y machista. Por esa
razón, me costó mucho rendirme al Señor y apartarme del pecado. En una
oportunidad oré a Dios pidiéndole me diera una esposa, para dejar de andar por
ahí “enamorando” a toda joven que se me cruzara en mi camino. Ya tenía 35 años
de edad y había desperdiciado mis mejores años sin decidirme verdaderamente por
Cristo.
Después de orar, una noche de agosto de
1995, soñé con una linda muchacha de tez blanca y cabello castaño claro, cuyo
rostro no podía distinguir claramente. Ella me decía en el sueño: “Yo soy
cristiana evangélica y soy tu novia”.
El 14 de septiembre de 1995, me encontraba
visitando a una amiga de nombre Carmen Perdomo, quien a la fecha de escribir
este testimonio, ya partió con Cristo. Ese día, vi entrar a la joven del sueño
y le pregunté a mi amiga Carmen: -“¿Quién es esa joven? ¿Ella es cristiana
evangélica?”- Mi amiga me contestó:-“no sé si es cristiana, me parece que sí.
Ella estudia con mi hermana Nancy; pero, pregúntale tú”-.
Carmen me presentó a la muchacha y yo, de
manera decidida le pregunté: -“¿Eres tú cristiana evangélica?”- Ella me
respondió:-“sí, yo soy cristiana evangélica para la Gloria de Dios”- Entonces,
le conté mi sueño, la petición que había hecho al Señor y afirmé mirándola a
los ojos:-“Entonces tú eres mi novia”- Aunque ella se sorprendió con mi tajante
afirmación, al mes me dio el sí, nos hicimos novios y nos casamos el 27 de mayo
del año 1998. Actualmente Mirna Marcela Mena Santos y yo, tenemos dos hijos:
Moisés Elías Gómez Mena y Elías Moisés Gómez Mena.
No obstante, en esos primeros días de mi
conversión, me ocurrieron tres cosas que debo destacar por su trascendencia
espiritual en mi vida:
1- En los días de
septiembre de 1995, me dediqué a reprender demonios en el nombre de Jehová de
Sabao. Me sentía contento y poderoso, porque los demonios salían de las gentes
y huían. Un día mi amiga y hermana en Cristo Regina Cahuan, me invitó a la Iglesia Pentecostal
de las Acacias, para que escuchase la Palabra de Dios, entonces el predicador, el
pastor Samuel Orson, dijo desde el púlpito:-“Por ahí anda un hermano en forma
desordenada. Se la pasa reprendiendo demonios, pero no quiere congregarse ni
sujetarse en el Señor. Hermano, quien quiera que seas, así te dice el Señor:
ordena tu vida y ten cuidado porque con las cosas espirituales, no se juega”-
Aquel mensaje definitivamente, era para mí. Al salir de la Iglesia , le pregunté a la
hermana Regina:-“¿Por qué le contaste al pastor lo que yo estoy haciendo?”-
Ella me respondió contundentemente:-“Yo no le dije nada al pastor Samuel Orson.
Te habló el Espíritu Santo”-.
La respuesta de Regina, me llevó a
reflexionar y comencé con mi novia Mirna, a congregarme en la sede de la Iglesia Pentecostal
Dios es Amor, en la Avenida San
Martín, en Caracas.
2- Por esos días, empecé a hablarle de Cristo
a mi mejor amigo José Barreto. Él, en las primeras de cambio, se sorprendió
mucho por mi conversión y hasta intentó resistirse. Pero esa noche, después de
haber recibido mis palabras retadoras:-“Tú eres escogido de Dios y el Señor
tratará contigo”-, José Barreto tuvo una experiencia con el Espíritu Santo y a
los pocos días, comenzó a congregarse en la Iglesia Evangélica
Nacional, donde verdaderamente yo había recibido a Cristo. Viendo a mi hermano
Barreto congregarse allí, mi novia y yo, nos hicimos miembros de aquella
congregación.
3- En los días de diciembre
de 1995, cuando apenas tenía tres meses en el Señor, se realizó la fiesta de
navidad en el liceo privado donde trabajaba “UNIDAD EDUCATIVA DE ADULTOS CENTRO
DOCENTE”, ubicada para entonces en la parroquia San Juan, cerca de la Estación de “EL METRO” de
Capuchinos. Dentro del grupo de tres propietarios de esa institución, se
encontraba el profesor Felipe Romero, antiguo amigo y conocido del hermano José
Barreto, quien me recomendó para trabajar allí (actualmente, Felipe Romero es
mi hermano en Cristo y pastor de una congregación en la ciudad de Maracay). Lo
cierto, es que en esa fiesta, me ofrecieron un vasito de vino y lo tomé. Esto
me produjo una crisis espiritual, porque sentí haber traicionado al Señor.
Llegué a la casa de mi amiga Carmen Perdomo, donde se encontraba de visita mi
novia y les conté lo acontecido, derramando lágrimas. Ellas oraron por mí y
Dios me restauró. Sentí un enorme alivio después de aquella oración.
EL ENDEMONIADO DE LA AVENIDA SUCRE
Tenía apenas unos tres meses en el
evangelio, cuando una noche de un viernes me desplazaba por la Avenida Sucre de Catia, a la
altura de “El Caribe”. De pronto observé a un extraño sujeto quien venía detrás
de mí. Este hombre, estaba vestido con un flux gris a rayas, corbata y usaba un
maletín tipo ejecutivo. Lo extraño de él, era su estilo de caminar; se desplazaba
como danzando. Parecía como si fuese un hombre elástico. Me detuve para mirarlo
y detrás de él, en el aire venía una nube oscura y tenebrosa. De pronto, la
nube bajó y entró en el sujeto. Éste, endemoniado inmediatamente, comenzó a
despojarse de toda la ropa y quedó solamente en prenda interior. Sus ojos se
hicieron completamente blancos y dirigiéndose a mí, me dijo: “JOVEN, SOMOS
LEGIÓN Y TE VAMOS A DESTRUIR”.
Como yo me sentía avergonzado de ser
cristiano y no quería dar testimonio público de Jesucristo, llevaba la Biblia escondida debajo de
mi axila derecha. El endemoniado la emprendió en mi contra y comenzó a
perseguirme por la avenida. Cuando pasé al frente de un buhonero amigo mío,
éste me preguntó:-“Rubén, ¿Qué sucede?”. Yo, ocultando la Biblia aún más, le
contesté:-“Este es un loco que la agarró conmigo”. La verdad era otra. Este
hombre en realidad era un brujo, un instrumento de satanás. Pensé: “Si le
reprendo, la gente va a saber que soy cristiano evangélico y se van a burlar de
mí”. Preferí correr y escapar del lugar.
El endemoniado me siguió hasta la entrada
de Altavista, a la altura del Bar “Los Pinos”. Después se devolvió por la acera
de la avenida. Cuando inicié la subida de la calle principal de Altavista, a la
altura de la fábrica “OVEJITA”, el Señor me habló claramente:-“TE HAS
AVERGONZADO DE MÍ”- Dolido en mi corazón, le dije:-“Señor perdóname”- Me
devolví entonces a buscar al endemoniado para reprenderlo y lo encontré rodeado
de una multitud de personas, a quienes les adivinaba el futuro, mediante la
lectura de un cigarrillo. Los guardias nacionales, cuyo comando quedaba allí
cerca (hoy es la sede de la Policía Nacional ),
habían obligado al hombre a ponerse los pantalones y la camiseta. Lo demás,
posiblemente, se lo habían hurtado en medio de la multitud. Me acerqué hasta él
y le dije con toda autoridad y con voz potente: ¡¡SATANÁS, TE REPRENDO EN EL
NOMBRE DE JESUCRISTO!! El sujeto cayó desmayado y los guardias, en medio del
asombro de todos, lo llevaron cargado al comando. Yo, me retiré del lugar,
satisfecho por haber cumplido la voluntad del Señor.
Después de esta experiencia pública de
reprender demonios, Dios volvió a probarme. Fue una mañana de un día martes,
noviembre de 1995. Me desplazaba por la Avenida Lecuna en un microbús,
cuando vi a un amigo mío muy querido de nombre Lisandro Pérez, quien años
después sería Jefe Civil de la
Parroquia 23 de Enero. Me bajé del microbús para saludarle y
a la vez, darle testimonio de mi conversión a Cristo. Cuando me acerqué a mi
amigo y lo saludé con un abrazo, se acercó un joven y me preguntó:-“Señor,
¿Usted es cristiano evangélico?”- Le respondí:-“Sí. Soy cristiano para la
gloria de Dios”- No terminaba de responder a la pregunta de éste desconocido,
cuando se me acercó otro joven y me preguntó:-“Señor, ¿Usted es cristiano
evangélico?”- También a éste otro le respondí:-“Sí, soy cristiano evangélico
para la Gloria
de Dios”- Seguidamente les pregunté:-“ Pero, ¿por qué ustedes quieren
saberlo?”- Uno de ellos, mirando hacia el este de la avenida, me dijo:-“Porque
Dios le tiene una prueba. Mire hacia allá”- Miré hacia donde me indicaba el
hermano y vi a una joven endemoniada que se aproximaba por el medio de la
avenida. Mientras la gente se aglomeraba para perturbarla, ésta, empujaba a los
hombres y los arrojaba al pavimento; levantaba en vilo a la gente y la dejaba
caer.
Uno de los hermanos me dijo:-“Yo soy de la Iglesia “Dios es Amor” y
estoy en ayuno”- El otro, afirmó ser de otra congregación cristiana que no
recuerdo y me dijo:-“Yo también estoy en ayuno”- Les expliqué a ambos, yo no
estoy en ayuno, pero creo en el Señor Jesucristo. Inmediatamente, nos acercamos
a reprender a la endemoniada. El primer hermano se acercó y la endemoniada le
destrozó el rostro con sus enormes uñas y se apartó del lugar, ensangrentado.
El segundo hermano, intentó reprender a la endemoniada, pero también fue herido
y huyó del lugar. Quedé yo y le dije al Señor:-“Yo no estoy en ayuno, pero creo
en tu nombre, CRISTO JESÚS”- Me apresuré a reprenderle el demonio a la joven y
ésta me atacó con sus enormes uñas; sin embargo, no pudo tocarme porque el
SEÑOR JESÚS, me puso una especie de coraza protectora invisible al frente. Al
verme protegido, clamé la sangre de Cristo que tiene poder y puse mi mano sobre
la cabeza de aquella endemoniada. Inmediatamente, comenzaron a salir de ella
los demonios. Se trataba de una legión y cada uno de ellos al salir, atravesaba
mi mano como si fueran cuchillos, produciéndome dolor, hasta que fueron
expulsados todos y quedó solamente uno, el cual el Espíritu Santo me reveló,
que sólo salía con ayuno. El Espíritu Santo habló en mí y le dijo a la
endemoniada:-“Anda a la Plaza
que llaman “Santa Teresa”. Allí se encuentran dos varones predicadores, quienes
están en ayuno. Ellos te echarán fuera en el nombre del Señor Jesús.”- Dicho
esto, la endemoniada se levantó del pavimento, donde seguía postrada de
rodillas ante el Señor y yo me apresuré a llegar hasta la mencionada plaza,
para cerciorarme de que era el Espíritu quien había hablado, porque apenas
estaba creciendo en la fe. Llegué a la plaza y efectivamente, dos varones se
encontraban predicando la
Palabra de Dios. Me acerqué a ellos y les pregunté:-“Dios les
bendiga hermanos. Yo sé que esto es entre Dios y nosotros. Pero, ¿están ustedes
en ayuno?”- Ellos me respondieron, -“si hermano, ¿por qué?”- Entonces les
expliqué lo que había ocurrido con la endemoniada y como el Espíritu Santo a
través de mí, la había enviado a ellos, porque el último demonio que quedaba en
ella, sólo salía con ayuno y oración. Los hermanos, llenos de gozo
dijeron:-“Gloria a Dios” y yo seguí mi camino, seguro de que el resto de la
instrucción se cumpliría como había dicho el Señor.
Posterior a esos días, entré a la antigua
Panadería “El Caribe”,- ya inexistente para la fecha de escribir el presente
testimonio-, para obsequiar a mi novia Mirna con un cachito de jamón y un jugo.
Cuando me dirigí a la cajera, me percaté de que detrás de ella, sonaba en un
radio reproductor, un antiguo bolero de los años 50. De pronto, el bolero salió
de la radio y entró a la joven, quien comenzó a cantarlo con voz de hombre
haciendo gestos sensuales dedicados a mí, mientras se abría el escote de su
blusa. Observé a mi novia, para preguntarle qué opinaba de aquello, cuando me
di cuenta de la realidad: mi novia y toda la gente presente en la panadería
estaba como hipnotizada; permanecían bajo un espíritu de estupor, paralizados
como en una película de terror. Al darme cuenta de aquella diabólica situación,
comprendí que satanás estaba mostrando su poder y me estaba retando. Lo
reprendí con voz firme, segura y contundente:-“SATANÁS, ¡¡TE REPRENDO EN EL
NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO!!”- Inmediatamente, el bolero salió de la joven
cajera y volvió a la radio, mientras ésta preguntó:-“¿Qué pasó? Me siento
extraña”- Así, mi novia y toda la gente, volvieron en sí y cada uno preguntaba
acerca de lo ocurrido. Yo les expliqué, que satanás había tomado aquel lugar
por unos instantes, pero que al invocar el nombre TODOPODEROSO DE JESUCRISTO,
todo había vuelto a la normalidad. Luego hice una oración por todos ellos y mi
novia y yo, salimos de aquel lugar. Años después, el Señor me reveló que tal
como ocurrió en aquella panadería, así será el estado de estupor en los
habitantes del mundo, en los días del gobierno mundial de la Bestia 666.
MERYS DEL
CARMEN ZAPATA
Antes de continuar relatando el testimonio
de mi conversión, quiero referirme a una joven de 19 años de edad para los días
de febrero de 1994, de nombre Merys del Carmen Zapata, oriunda de Colombia.
Merys marcó mi vida, por su testimonio. Fue mi alumna en la Unidad Educativa de Adultos
“Centro Docente”. Ella era cristiana evangélica y se congregaba en la Iglesia Evangélica
Emmanuel, ubicada para entonces en las adyacencias del extinto “Nuevo Circo” y
habitaba en el Barrio “Hornos de Cal” en San Agustín.
Merys me predicaba la palabra de Dios y
siempre me decía:-“Usted, profesor, es un escogido de Dios. Yo estoy orando por
Usted, para que sea salvo”- Las palabras de la joven, poco me importaban y
desde entonces, el diablo puso en mi corazón, desprecio por ella. Un día,
mientras me desplazaba en un autobús de la antigua ruta San Ruperto, vi a la
joven sentada en unos asientos delante de mí; iba acompañada de otras jóvenes
cristianas. Merys cantaba y sonreía con un gozo y una alegría pocas veces visto
en una joven de su edad. Al bajarse del autobús, volteó hacia mí y me
dijo:-“Profesor Dios le bendiga. Cristo le ama”- Mi corazón no arrepentido me
hizo sentir que ella era una fanática religiosa y un día ocurrió el siguiente
incidente:
Había yo aplicado una prueba de Lengua y
Literatura (Castellano), del semestre 11. Todos mis alumnos entregaron sus
pruebas y cuando verifiqué la entrega de las mismas, para proceder a
corregirlas, faltaba la prueba de Merys del Carmen Zapata. Revisé una y otra
vez, y la prueba no aparecía. Ella me aseguraba: -“Profesor, yo la entregué. Yo
no puedo mentir; soy cristiana evangélica”- No obstante, por mi dureza de
corazón, no le creí y dije:-“si no aparece tu prueba, te quedarás sin nota”-
Ella me respondió:-“Bueno profesor, yo no voy a discutir por eso. Dios es justo
y sabe que no miento”.
Por esos días, yo vivía en una habitación
compartida con mi amigo Pedro Barreto, hermano de José Barreto, mi mejor amigo,
en la pensión de la señora Benita, cerca de la Avenida Victoria.
Le conté a Pedro lo acontecido con la muchacha y él me dijo:-“Busca con
cuidado, es posible que no hayas revisado bien y la prueba esté allí”- Cuando
me disponía a buscar, apareció la prueba de Merys del Carmen Zapata; era la
segunda de aquel montón de pruebas de los diversos semestres. Quedé sorprendido
por aquel hecho. “¿Cómo es posible que no había visto la prueba, si estaba casi
de primera?”. Se la mostré a Pedro y él mismo se asombró, porque me había
ayudado a buscarla y no aparecía.
Una vez aparecida la prueba de Merys, comencé
a preparar la hoja de calificaciones. Cuando llegué al nombre de ella e iba a
insertar su nota, cometí un error y debí comenzar de nuevo, porque la hoja de
calificaciones no podía llevar enmienda. Lo intenté una y otra vez, pero me
equivocaba y debía comenzar de nuevo. Opté por dejar la nota de Merys para
insertarla de última; así lo hice y terminé satisfactoriamente cuando eran
aproximadamente las dos de la madrugada, había insertado ¡al fin!, la nota de
la joven.
A la mañana siguiente, un día sábado,
llegué al liceo y le conté al profesor Felipe Romero, todo lo acontecido con
esta joven. Él, entre extrañado y conmovido, me escuchó en silencio. Cuando
culminé de relatarle lo sucedido, me preguntó:-“¿Ya leíste la cartelera de
información del liceo?”- Salí al pasillo de la Unidad Educativa , revisé la
cartelera y ví aquel recorte de prensa, con el siguiente titular: “MUERTA
MAESTRA DE PREESCOLAR DE UN TIRO EN EL COSTADO”. Más abajo, en el lid de la
información, se precisaba: “La joven Merys del Carmen Zapata, había salido del
culto en la Iglesia Evangélica
Emmanuel y quedó atrapada en una balacera, en las cercanías de su casa, en el
Barrio Hornos de Cal”.
Esa noticia me estremeció. Sentí un gran
dolor en mi corazón por la forma como había tratado a aquella muchacha. Durante
la noche, no pude dormir, llorando lágrimas de amargura. Aún cuando han
transcurrido 19 años de aquella partida, el recuerdo de MERYS DEL CARMEN ZAPATA
me reconforta, porque entonces supe que su alma está en el Paraíso en la presencia
del SEÑOR JESUCRISTO.
En los días de su fallecimiento, hablé con
una joven dominicana, alumna mía y la mejor amiga de Merys. Le pedí me
informara acerca de su familia, para ir a mostrarle mis respetos y condolencia.
La respuesta de aquella joven me sorprendió aún más:-“NO SE PREOCUPE PROFESOR.
MERYS ERA UNA MUCHACHA ODIADA POR SU FAMILIA. ELLOS, SU MAMÁ, SU PAPÁ, SUS
HERMANOS, SON CATÓLICOS EXTREMOS Y LA ODIABAN
POR HABERSE CONVERTIDO AL EVANGELIO. PARA ELLOS, MERYS DEL
CARMEN, ERA COMO UN PERRO QUE ENTERRARON”.
RUBÉN GÓMEZ, EN EL
PRIMER AMOR
Comencé a predicar el evangelio de Nuestro
Señor Jesucristo, donde quiera que iba. Noviembre y diciembre de 1995, fueron
meses de gran animación y evangelización, para mí. Durante esos sesenta días de
hablarle de Cristo a niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianas y
ancianos, aproximadamente unas cien almas recibieron y confesaron conmigo a
Cristo como su Señor y Salvador.
Nuestra congregación de la Iglesia Evangélica
Nacional, tenía para esa fecha, algo más de cien miembros. Muchos habían
llegado allí, por las campañas de evangelización que realizábamos mi hermano
José Barreto y yo. Predicábamos en todo Altavista, en el Barrio San Isidro,
donde me había criado. Predicábamos en los microbuses, en las estaciones de El
Metro de Caracas; predicábamos en las calles y avenidas.
Poco a poco, por mis oraciones y
testimonio, mis familiares se fueron convirtiendo al Señor Jesucristo, en
cumplimiento de esa promesa grandiosa, escrita en Hechos 16, 31: “CREE EN EL
SEÑOR JESUCRISTO Y SERÁS SALVO TÚ Y TU CASA”. Se convirtieron en este orden al
Señor: mi hermana María Gómez, mi sobrino Carlos Daniel Pérez, mi hermana
Carmen Gómez, mi hermano Gilberto Gómez y mi madre María del Valle, viuda de
Gómez.
Luego de la conversión de mis hermanas
María y Carmen, ya contábamos con un pequeño grupo misionero para llevar el
evangelio a los rincones del país. Se incorporaron al equipo de predicación el
hermano José Alcides y el hermano Luís Corales. Por esos días, el Señor comenzó
a hablarnos sobre una misión evangélica formada por siete hijos e hijas de
Dios. Por fe, mis hermanos mencionados, incluyendo José Barreto, creímos que
éramos nosotros. En ayuno y oración, pedimos confirmación a Dios y unos
misioneros de Estados Unidos, llegaron al país y hablaron en la Iglesia Pentecostal
de las Acacias, diciendo: “Dios ha escuchado la oración de un remanente de
siervos venezolanos y ha constituido una misión evangelizadora, para Venezuela
y el Mundo.
Convencido de que Dios estaba llamando a
conformar una misión evangelizadora para Venezuela y las naciones, intensifiqué
la oración, el ayuno y la lectura de la Palabra de Dios. Sentí en el Espíritu, orar en
comunión con los hermanos José Barreto, José Alcides, Luis Corales, María
Gómez, Carmen Gómez y Carlos Daniel Pérez, todos miembros de la Iglesia Evangélica
Nacional.
A mediados del año 1996, el Señor me
inquietó acerca de la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles; o mejor
dicho, los Hechos del Espíritu Santo. Fue entonces, cuando recibí la revelación
de Hechos 2:38, el BAUTISMO BÍBLICO, EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO.
Intrigado porque no comprendía la supuesta contradicción existente entre Mateo
28:19,20 y Hechos 2:38, me dirigí a la casa del hermano Ramón Andrade, quien
tenía muchos años caminando en la fe de Cristo. Le pregunté: -“Hermano, ¿por
qué parece contradictorio lo escrito en Hechos 2:38 al compararlo con Mateo
28:19,20? ¿Cómo debemos bautizar: en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo o en el Nombre del Señor Jesucristo?.
Ante esta pregunta nacida de una sana
curiosidad y un deseo ferviente de mi parte por servirle a Dios en Espíritu y
en Verdad y no en confusión, el hermano Ramón Andrade me respondió:-“Hermano,
yo entiendo que usted es profesor. Dígame: ¿Padre es nombre, Hijo es Nombre,
Espíritu es Nombre?”- Le dije, “-no”- Entonces, él añadió una pregunta:-“Dígame
hermano, ¿cuál es el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo?”-
Inmediatamente, el Espíritu Santo me reveló la verdad (Juan 8:32) y respondí
sin titubear:-“¡¡JESUCRISTO!!”. El me dijo:-“Claro que sí, hermano. Ya has
recibido la revelación de Dios”- (1ra de Corintios, Capítulo 2).
Lleno de gozo por esta revelación, el grupo de futuros misioneros y yo,
comenzamos a indagar en el Libro de los Hechos y encontramos que todos los
bautismos en agua, fueron efectuados en el Nombre del Señor Jesús, como está
confirmado en Hechos 8:12; 8:36; 9:18; 10:47; 11:16; 16:15; 16:33; 18:8; 19;3 y
22:16.
Por esos días, Dios me inquietó y estando
en oración permanente comenzó a mostrarme insistentemente un nombre: PUEBLO
NUEVO. Un día, le pregunté al hermano Oropeza: -“Hermano, ¿Dónde queda Pueblo Nuevo?”(el
Espíritu Santo me mostraba que no era aquel “Pueblo Nuevo”, del estado Monagas)-
Él me respondió:-“Pueblo Nuevo, es el pueblo donde yo nací y está en el estado
Yaracuy”- Seguidamente, me preguntó:-“¿Por qué quiere saber de ese pueblo?”- Le
respondí:-“Porque Dios me envía a predicar allí”- Antonio Oropeza me dijo
entonces:-Bueno hermano, oración y ayuno para que el Señor le confirme esa
Misión”-
Tomando en serio la Misión encomendada por el
Señor, continué orando por el propósito misionero y le pedí a Dios me mostrara
por cuantos días debíamos ayunar. El Espíritu Santo me reveló claramente: “16
DÍAS”. Ayuné esos dieciséis días de seis de la mañana a las seis de la tarde.
Luego, tomaba un vaso de jugo, oraba y me acostaba. Al cumplirse el día 15 de
aquel sacrificio para el Señor, estando de rodillas en oración, alguien mi
silbó muy bajo en el oído izquierdo y yo le dije, sin abrir los ojos:-“Yo sé
quien eres satanás. Estás vencido en el Nombre del Señor Jesucristo”- Volvió a
silbarme por el oído derecho y le dije en la misma posición:-“Ya te dije
satanás, que estás vencido en el nombre de Jesucristo. Apártate de mí”-
Al día siguiente, después de cumplirse el
propósito de 16 días de ayuno, estaba en oración, cuando apareció en visión el demonio
de María Lionza, quien venía contra mí en el aire. Extendí mi mano y la toqué
en el nombre del Señor Jesús y aquel demonio huyó echando fuego y gritando.
Cuando me encontré con los hermanos escogidos para la misión a Yaracuy, les
dije:-“Tenemos victoria en Yaracuy, en el nombre del Señor Jesús”-
Hicimos los preparativos para viajar a
Yaracuy, pero antes informamos al pastor José Betancourt y a través de él a
toda la congregación, para que oraran por nosotros. El 1ro de enero de 1997,
fuimos despedidos por todos los miembros de la congregación en oración. El
hermano pastor José Betancourt me llamó aparte, porque Dios me había encargado
de esa misión y así se lo hice saber a él. Betancourt me dijo un poco
consternado:-“Bueno, Rubén. Estaremos orando por ustedes. Pero aún no estoy
seguro de que sea la voluntad de Dios”- Yo le respondí:-“¡¡Claro que sí
hermano, es la voluntad de Dios!!-
Al día siguiente, muy de mañana, partimos
hacia San Felipe, José Barreto, José Alcides, María Gómez, Carmen Gómez y yo.
En San Felipe, tomamos un microbús para ir a Pueblo Nuevo. El chofer del
autobús se levantó contra nosotros y debimos bajarnos, para tomar otro bus. Mi
hermana Carmen se molestó por el hecho y le dije que tuviera paciencia, porque
“…a los hijos de Dios todas las cosas les ayudan a bien…” Efectivamente, el
chofer del nuevo microbús, era un cristiano evangélico y nos llevó hasta la
puerta de la Iglesia
pastoreada por el hermano Antonio Oropeza, quien nos esperaba.
Fuimos recibidos con mucho amor por
nuestros hermanos. El pastor y sus hijos se habían congregado en la Iglesia Evangélica
Nacional, cuando estuvieron trabajando en Caracas.
Acordamos predicar por tres días en la Iglesia : el hermano José
Barreto predicaría el segundo día y yo predicaría el primer y el tercer día.
Durante esos días, caminaríamos por Pueblo Nuevo, San Isidro y El Pajón,
llevando la palabra de salvación. Así lo hicimos.
Aquella campaña fue una victoria en Cristo
Jesús: los enfermos sanaron, los endemoniados fueron libertados y la
congregación creció en esos tres días, como no había ocurrido en años. Tanta
fue la presencia del SEÑOR, que yo como responsable de la misión le pedí al
Señor que nos despertara todos los días a las cuatro de la mañana para orar y
el Señor me despertaba con unas palmadas, para que yo despertara a mis
hermanos. Sin embargo, conviene relatar
punto por punto, los aspectos más importantes de esta misión de Dios al estado
Yaracuy.
COMO EN LOS DÍAS
DE LOS APÓSTOLES
El primer día de predicación en Pueblo
Nuevo, la gloria de Dios se derramó con poder. Su misericordia y su amor, tocó
aquella población. Mucha gente salió a las calles y sacaban a los enfermos y
éstos fueron sanados tal como en los días de los apóstoles. Una anciana
piadosa, dijo:-“Nosotros oramos para que Dios enviara misioneros y el Señor ha
visitado al pueblo”- El Señor nos respaldó con su Santo Espíritu. Aquella
noche, cuando me correspondió llevar la palabra desde el púlpito, Dios se
glorificó. Muchas almas recibieron a Jesucristo como su señor y salvador.
Al día siguiente, se repitió la misma
escena. Esta vez, fue en el pueblo de San Isidro: enfermos sanando,
endemoniados libertados por el fuego del Espíritu Santo. Multitudes recibiendo
a Cristo en su corazón. Era un día de avivamiento. En la noche, en la Iglesia , la poderosa
palabra de Dios predicada por el hermano misionero José Barreto (Hoy pastor del
Ministerio Restauración de la
Iglesia en Barinas). Muchas almas aceptaron a Cristo Jesús y
fueron salvas.
UN TERCER DÍA DE VICTORIA SOBRE EL
DIABLO
Si la manifestación gloriosa de nuestro
Señor mediante su Santo Espíritu se había dado en los días anteriores, ese
tercer día el diablo fue revolcado en el pueblo de El Pajón. Llegamos a la
población a eso de las 10 de la mañana. Los brujos, santeros y hechiceros,
fueron sorprendidos por nuestra visita. El diablo no pudo advertirles y en las
calles del pueblo, los sacerdotes del demonio de María Lionza huían
despavoridos mientras nosotros le reprendíamos los demonios. Muchos brujos,
hechiceros y santeros cayeron al suelo y fueron libertados. El hermano José
Barreto y yo, les arrancábamos los collares de rituales diabólicos y estas
almas engañadas y confundidas por el infierno terminaban confesando a
Jesucristo como su Señor y Salvador.
Mientras estábamos el hermano Barreto y
yo, reprendiendo espíritus inmundos en los habitantes del pueblo. El hermano
José Alcides y las hermanas María y Carmen Gómez, entraron a una especie de galpón
donde estaban reunidos unos 50 hombres vestidos de blanco, todos santeros,
jugando múltiples partidas de dominó. Cuando los hermanos comenzaron a
predicarles, estos hombres se levantaron en contra del Señor y el hermano José
Alcides vino corriendo a llamarnos, porque estos hombres inclusive, estaban
ofendiendo a nuestras hermanas. Entré al galpón con el hermano José Barreto y
con voz firme y potente, exhorté a estos individuos al arrepentimiento.
Entonces, uno de ellos bastante soberbio, me dijo:-“Nosotros no aceptamos a
Cristo, porque somos sacerdotes de la reina” (se refería al demonio de María
Lionza). En ese momento, recordé la visión que tuve al final del ayuno de los
16 días y le dije:-“María Lionza está vencida en el nombre del Señor Jesucristo.
Inmediatamente levanté al cielo mi mano derecha y les grité:-“¡¡No bajaré mi
mano hasta que se rindan!!”- Los hombres quedaron paralizados por el poder del
Espíritu Santo y no podían moverse, hasta que uno de ellos gritó:-“¡¡Yo me
rindo, yo me rindo!! ¡¡Yo acepto a CRISTO!!”- Bajé mi mano y oré por él. Este
hombre confesó a Cristo y lo recibió en su corazón con lágrimas. Entonces, el
santero soberbio y blasfemo, quien fungía como jefe de ellos, nos dijo:-“Está
bien: nos ganaron la batalla; nos quitaron un alma, pero no han ganado la
guerra”- Mentira del diablo, porque Jesucristo venció al diablo en el calvario
y nosotros le vencemos en ese nombre que es sobre todo nombre: EL NOMBRE DE
NUESTRO AMADO SEÑOR Y SALVADOR JESÚS.
Aquella noche del tercer día, me
correspondió llevar la palabra en la Iglesia.
Antes de subir a predicar, hablé con el pastor Antonio
Oropeza, acerca del contenido de la predicación. Éste, me dijo que yo no podía
predicar allí ACERCA DEL BAUTISMO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO, porque
según él, eso confundiría a los hermanos, cuando la verdad es que los hermanos
estaban confundidos por satanás y tenían que ser restaurados en el glorioso
nombre del Señor Jesucristo. Cuando vino el momento de las alabanzas, Dios me
mostró que Oropeza quería extenderse en las alabanzas para intentar impedir el
mensaje de la Palabra
de Dios. Mandé a detener aquellos címbalos resonantes e inicié la predicación
de la Palabra
de Restauración.
Ese día, prediqué efectivamente en la Iglesia el bautismo apostólico
en el nombre de Jesucristo, para la restauración de una iglesia apóstata,
confundida y dominada por la idolatría catolicista; negadora del evangelio de
los apóstoles (que no es el evangelio falso de los falsos apóstoles al estilo
Cash Luna, Dante Gebel, Guillermo Maldonado o Benny Him, con su culto a la cruz
y a los muertos), sino el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
También, en esa predicación, Dios exhortó
al pastor a bautizar correctamente a los creyentes, a la vez de demostrarle por
su Santa Palabra, que los ministerios de las pastoras no son bíblicos, porque
la mujer no debe tener dominio sobre el varón y callar en la congregación
conforme a la Palabra
de Dios. Además, condicionó el arrebatamiento de aquel remanente, al
cumplimiento de las instrucciones dadas en aquella predicación y al deber de
guardar la santidad y la paz sin la cual nadie verá al Señor.
Sin embargo, el pastor Antonio Oropeza, no
obedeció a DIOS, por lo cual él y sus hijos, cayeron en pecado y se
endurecieron. Producto de esta conducta apóstata, aquella Iglesia se secó y
necesita ser restaurada, pero esa es otra historia.
EL BRUJO QUE SE CONVERTÍA EN COCHINO
Antes de referirme a este aspecto, quiero
mencionar aquí a la hermana Carmen Aponte del pueblo de El Pajón. Hermana llena
de amor, virtud y santidad en Cristo Jesús. Ella, siempre nos recibió con
corazón sincero y nos respaldó con sus oraciones. Tanto, que en la segunda
Misión a Yaracuy, nos ofreció a mi esposa Mirna y a mí, construirnos una habitación
para cuando volviéramos como misioneros. De eso hacen más de 10 años y no hemos
vuelto a ese estado, pero esa es otra historia.
Una hermana en Pueblo Nuevo, nos invitó a
cenar a su casa, el cuarto día de nuestra estancia en la misión. Ese día,
preparábamos el regreso a Caracas. Ayunamos hasta las seis de la tarde. Después
de entregar el ayuno, nos sentamos a la mesa. Cuando nos levantamos para
despedirnos, después de haber compartido con nuestros hermanos, el Espíritu
Santo me inquietó para que orara por una persona presente en aquella casa. Así
se lo hice saber a la dueña de la casa y ésta, un poco nerviosa, me trajo a una
niña y preguntó:-“¿Será ella?”- Le respondí:-“No es ella, pero voy a orar por
ella. Y oré”- La hermana me trajo un anciano y yo le dije:-“No es él, pero
oraré por él. Así lo hice”- Por último, me trajo a otra hermana y le dije:-“No
es ella, pero oraré por ella. Y lo hice”-
Sin embargo, cuando ya nos retirábamos, el
Espíritu Santo me ordenó mirar hacia atrás, hacia unos matorrales detrás de la
casa y detrás de un árbol vi al hombre escondido. Este al observar que yo me
devolvía para orar por él, trató de huir pero lo reprendí y el Espíritu Santo
lo paralizó. De esta manera, pude alcanzarle en el monte y comencé a reprenderle
en el nombre del Señor Jesucristo. El hombre comenzó a gritar:-“¡¡Yo me rindo,
yo me rindo, acepto a Jesucristo!!” Le respondí:-“MENTIROSO SATANÁS, TE
REPRENDO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESÚS”. El hombre salió corriendo despavorido y
se internó en los montes.
Después de aquello, volvimos a la casa del
hermano Antonio Oropeza, donde estábamos hospedados. Yo estaba leyendo la Biblia , cuando el hermano
se me acercó y preguntó:-“Hermano: ¿Sabe usted, quién era ese hombre al que
usted reprendió?”- Le respondí:-“No hermano, no lo sé. El Señor lo sabe”-
Oropeza me dijo:-“Ese hombre era el brujo mayor del pueblo. Él es hermano de
esa hermana donde ustedes cenaron y tenía amenazada a la hermana y a la
familia. Se convertía en cochino y en otros animales. Se hacía invisible y se
metía en las casas a hacer daño a las familias. Cuando usted lo reprendió,
corrió y dejó en el monte un vómito negro; una malicia e inmundicia”-
Al enterarme de lo ocurrido, glorifiqué el
nombre del Señor y le di gracias por usarme como un instrumento suyo, para
liberación, para sanidad y salvación de muchos.
Volvimos a Caracas y fuimos recibidos con
gran frialdad en la Iglesia Evangélica
Nacional. Nuestra misión fue incomprendida por los hermanos, quienes en su
ceguera espiritual y su infantilismo personalista y nicolaíta, no entendieron
que Dios nos había llevado a Yaracuy y él mismo, nos había traído con bien y en
victoria.
No obstante, el hermano José Barreto, se
acercó a nuestro amado pastor hermano José Betancourt y le dijo, refiriéndose a
la misión:-“SI ERA DE DIOS”-.
Para la fecha de escribir este testimonio,
febrero del año 2013, sigo creyendo que esa misión de 7 evangelistas somos:
José Barreto, José Alcides, Luis Corales, Carlos Daniel Pérez, María Gómez,
Carmen Gómez y yo. Dios sabe todas las cosas y él mismo nos reunirá un día para
hacer su voluntad.
Esta institución educativa, fue para mí de
gran significado en mi vida. No sólo por haberse constituido en mi primer
empleo más estable, luego de la salida de mi prisión, sino fundamentalmente,
por las experiencias en Cristo vividas en aquel lugar. Aunque salí de allí en
conflicto por mis prestaciones sociales, mediante demanda laboral abandonada
por mis abogados, yo perdoné a Felipe Romero, a Diógenes y al actual
propietario de la Institución. Paso
a relatar, los más extraños incidentes, acontecidos en mi lucha espiritual
contra satanás en aquella institución.
MI LUCHA CONTRA LA FORNICACIÓN
Como he dicho al principio de este
capítulo, como mundano fui mujeriego, alcohólico y machista. Intentando
aprovecharse de esta circunstancia de mi vida pasada, el diablo quiso hacerme
caer en pecado sexual en el Centro Docente. Para ello, fue ungiendo una tras
otra a muchas estudiantes, adolescentes entre 15 y 18 años de edad, quienes de
manera repentina, comenzaron a sentir una extraña “atracción hacia mí”.
Persuadido por el Espíritu Santo de este plan del maligno, pedí sabiduría a
Dios, para superar este ataque diabólico.
De esta manera, cuando alguna joven se me
quedaba mirando como hipnotizada, yo le preguntaba:-“¿Te gusto, verdad?”-
Inmediatamente, la joven respondía:-“Sí, me gustas mucho”- Esa era la respuesta
que esperaba para conducirla al laboratorio del liceo. Allí había una mesa
redonda con sillas. Las jóvenes pensando que yo iba a darle alguna respuesta
sentimental, afectiva y hasta erótica, accedían a irse conmigo al laboratorio.
Cuando entraban, yo cerraba la puerta, les pedía que tomaran asiento y
comenzaba a predicarles el evangelio, hasta que ellas, convencidas por el
Espíritu Santo, terminaban confesando a Jesucristo como su Señor y Salvador.
Luego, siempre preguntaban:-“¿Qué es esto, qué me pasa?”- E inmediatamente
huían de aquel laboratorio. Así llegó a ocurrir con unas 15 ó 16 jóvenes de
manera consecutiva. De esto, di testimonio en la Iglesia Evangélica
Nacional en su debido tiempo.
No obstante, muchos estudiantes al ver a aquellas
adolescentes y jóvenes salir corriendo del laboratorio, comenzaron a hablar mal
de mí, intentando el demonio destruir mi testimonio y en una oportunidad, en mi
maletín ejecutivo escribieron con tiza, la palabra “sádico”. Pero Dios sabe la
verdad de estos hechos relatados por este siervo.
Días después, cuando me desplazaba en un
microbús por la Avenida Lecuna
de Caracas, recuerdo que iban unos cuatro ó cinco pasajeros en los asientos
antes de mi puesto. Detrás de mí, no había nadie. De pronto comencé a escuchar
una voz que me decía:-“sádico, sádico”- Cuando voltié vi a un hombre de bigotes
vestido con un flux negro y corbata, parecido a las fotografías de “José
Gregorio Hernández” y me seguía diciendo:-“sádico”- Entonces le dije:
-“Satanás, ¡¡te reprendo en el nombre de Jesucristo!!”- Inmediatamente, aquel
hombre desapareció en el aire. Aunque me asomé por la ventana para ver si se
había bajado de alguna manera del microbús, no volví a verle por ninguna parte.
En otra oportunidad, otra joven estudiante
del Centro Docente, quien había sufrido un derrame cerebral y había sobrevivido,
se me acercó después de una clase y me dijo:-“Profesor, yo quiero hablar con
usted. He sabido que usted le ha predicado a muchas de mis compañeras y muchos
compañeros han aceptado a Cristo con usted. Aunque yo no creo, me parece que
usted es un valiente, porque predica sin importar que muchos estudiantes y
algunos profesores se burlen de Usted”- Dicho esto, le respondí a la joven:
-“Hoy debes saber algo: tú eres una escogida de Dios. El Señor te quiere para
él”- Seguidamente le pregunté: -“Quieres recibir a Jesucristo como tu Señor y
Salvador?” La joven asintió y comencé a guiarla al Señor. Ella repitió conmigo
la siguiente oración:-“Señor Jesús, aunque no comprendo el mensaje que me has
dado mediante el profesor Rubén, hoy abro mi corazón para ti. Por fe, te
confieso con mi corazón para justicia y con mis labios para salvación. Te
recibo en mi corazón como mi único y suficiente Señor y Salvador. Perdona todos
mis pecados y límpiame con tu sangre preciosa derramada en la cruz del calvario
por mí. Dame tu santo espíritu y haz de mí una nueva criatura. Gracias Padre,
en el nombre bendito y santo del Señor Jesucristo, amén”-
Una vez terminada la oración, la muchacha
cuyo nombre era Belkys Rodríguez, me dijo:-“Profesor me siento muy bien.
Gracias por esa oración. Pero yo no quiero ser evangélica…recuerde, yo no
quiero ser evangélica”-. Entonces le respondí:-“No te preocupes. El Señor hará
la obra en tu vida. Pero ya le perteneces a él”- Mientras tanto, muchos
estudiantes varones y hembras, se burlaban de nosotros, porque todo ocurrió en
el patio central de la institución.
Eso fue un día viernes en la noche. El
sábado en la mañana, me enteré de la noticia. El profesor Felipe Romero, me
informó:-“La muchacha que oró contigo anoche, la que decía que no sería ser
cristiana, falleció anoche después de que te fuiste. Le dio un desmayo en el
aula y llegó muerta al hospital militar. En medio del dolor por el
fallecimiento de Belkys, le di gracias al Señor por haberla salvado.
Yohana García, era una adolescente de 15
años de edad. Cursaba conmigo la materia Castellano y Literatura en el 8vo
semestre de la Institución Centro
Docente. Una mañana, mientras daba la clase, me encontraba predicándoles la
palabra del Señor como hago con mis estudiantes desde hace 18 años. Cuando hice
el llamado a aceptar a Cristo, todo el grupo de hembras y varones cuyas edades
oscilaban entre los 15 y 16 años, oraron conmigo y recibieron a Jesucristo en
su corazón. Todos, menos Yohana, una linda adolescente de piel aceitunada, ojos
grandes y negros y una cabellera abundante; parecía una muchacha aborigen. Con
voz irritada y ojos destellantes me dijo:-“Profesor, yo no oré. Yo no voy
aceptar a Cristo, porque usted me obligue. Lo aceptaré cuando sienta en mi
corazón hacerlo. Ni usted ni nadie me va a obligar a mí a ser evangélica”. Por
momentos, sentí responderle con dureza. Pero el Espíritu Santo, guió mis
palabras y les respondí: -“Hija, no es que yo quiera obligarte. Es el Señor
quien quiere salvarte. En un minuto, puedes recibir la salvación. Uno nunca
sabe, cuando es nuestro último día en esta Tierra”-
La joven, al escuchar mis palabras, se
irritó mucho más y me dijo:-“Bueno profesor, ya basta, no voy a entrar más a su
clase. No me obligue”. Los compañeros, al escuchar las palabras de Yohana, se
molestaron con ella y le dijeron:-“Yohana, el profesor no te está obligando.
Nosotros oramos con él, porque quisimos. Si no aceptas a Cristo, es problema
tuyo”. Viendo este cuadro de cosas, le dije a Yohana:-“Está bien amiguita. Yo
voy a escribir una oración en un papel. Cuando sientas en tu corazón hacerla,
ora y recibe a Jesucristo en tu corazón”- Enseguida, escribí en un papel la
siguiente oración y se la di a Yohana:
“SEÑOR JESÚS. PERDONA TODOS
MIS PECADOS. HOY ABRO MI CORAZÓN PARA TI Y TE RECIBO COMO MI SEÑOR Y MI
SALVADOR. LÁVAME CON TU SANGRE PRECIOSA Y ESCRIBE MI NOMBRE EN EL LIBRO DE LA VIDA , AMÉN”. Yohana recibió
el papelito y lo guardó en su bulto escolar, mientras me decía:-“Profesor
perdóneme si le he tratado mal. Yo le promete que cuando lo sienta en mi
corazón, voy a hacer esta oración y voy a recibir a Cristo”
Entonces, le respondí:-“No te preocupes
hija mía. Yo oraré por ti, para que el Señor te guíe”.
Pasaron los días y Yohana no volvió a
clases. Preocupado, seguí orando a Dios para saber de ella. Un día, en uno de
los pupitres de una de las aulas de clase, encontré un papelito con el nombre y
apellido de Yohana y su número telefónico. No me atreví a llamarla, porque
pensaba:-“¿Qué pensarán los padres de ella si yo llamo a una adolescente de 15
años?”-
Desde hacía meses, mi sobrina Oda Soledad
Pérez Gómez, de 19 años de edad, se encontraba en la maternidad Concepción
Palacios, donde había sido intervenida quirúrgicamente, debido a una
obstrucción intestinal. Oda, en medio de su sufrimiento, había recibido a Cristo
como su Señor y Salvador. Era la única hija de mi hermana Carmen Gómez y de
Alejandro Pérez Ulloa, quien hasta hace poco, recibió a Cristo y fue bautizado
por mí, en el nombre del Señor Jesucristo.
Lo cierto es que llegó el día 1ro de
agosto de 1996. Eran aproximadamente las once y treinta de la noche, cuando yo
me encontraba orando y el Señor me reveló sobre el inminente fallecimiento de
mi sobrina Oda. El Espíritu Santo me hizo poner de pie y me guió hasta la cama
donde dormía mi madre. Llegué como me indicó el Espíritu y le puse la mano
derecha sobre el corazón. Mi madre, una anciana de 82 años para entonces, se
despertó sobresaltada y entonces le dije:-“Mamá Oda va a morir y el Señor me
mandó a poner mi mano sobre tu corazón, para que no te diera un infarto al
conocer la noticia”- Efectivamente: Oda era la nieta más querida de mi madre y
Dios libró a mi madre de un infarto, mediante esa extraña operación del
Espíritu.
Al día siguiente, 2 de agosto de 1996,
llegué a las instalaciones del Centro Docente, sólo para enterarme de la
noticia. Uno de mis alumnos me preguntó:-“Profesor, ¿por qué usted no fue al
entierro?”- Primeramente, pensé se trataba de una broma de aquel estudiante.
Pero el me explicó: -“El entierro de Yohana García. La acabamos de enterrar hoy
a las 10 de la mañana”- Inmediatamente, le conté al profesor Felipe Romero, lo
que había pasado con Yohana. Le hablé acerca del número telefónico que había
encontrado y del porqué, no me había atrevido a llamarla. Él me dijo:-“Llama a
la familia, para consolarla”. Me dirigí entonces a la Maternidad Concepción
Palacios, para ver morir a mi sobrina Oda Soledad Pérez Gómez, quien falleció
de septicemia o asepsia, por haber sido contaminada con un objeto (pinza), que
le fue dejado dentro por los médicos (
de manera vil un grupo de 17 médicos atestiguaron falsamente, que mi
sobrina había fallecido por ingerir un vaso lleno de yodo; pero impidieron le
fuera hecha la autopsia en la morgue de Bello Monte y ellos mismos, se la
practicaron en los sótanos de la maternidad, para ocultar las evidencias del
crimen). Oda Soledad, había recibido a Cristo como su Señor y Salvador. En una
oportunidad estando convaleciente en la maternidad, hospitalizada, le dijo a su
madre, mi hermana Carmen Gómez, “que había bajado al infierno y el Señor Jesús
la había sacado de allí”. Le insistió,-“mira mis pies; son la prueba de que
estuve en ese lugar”- Cuando mi hermana vio los pies de Oda, éstos estaban
completamente quemados, como si alguien le hubiera pasado un soplete por los
pies. De hecho, los últimos días de su vida, Oda los dedicó a predicarles a las
madres hospitalizadas y a los visitantes. Cuando hablé con ella la última vez,-
unos tres días antes de que falleciera-, me dijo que no tenía miedo de morir,
porque se iba con Cristo.
Al regresar de la maternidad, luego de
quedarme a solas unos minutos con el cuerpo sin vida de mi sobrina, a quien le
habían extraído todos los órganos, cuerpo inflamado por enormes llagas,
producto de la infección general, llamé al número telefónico local de la casa
de Yohana García. Me atendió su padre y cuando me identifiqué, me dijo:-“Ah,
¿usted es el profesor Rubén Gómez? Mi hija siempre me hablabla de usted. Me
dijo como usted les predicaba el evangelio en el aula de clases. Gracias por
hablarle de Dios a mi hija”. Al escuchar aquellas palabras por parte del padre
de Yohana, le pregunté: -“¿Cómo falleció ella?, dígame por favor”- El hombre
sollozando, con la voz quebrada por la pérdida de su única hija hembra, me
explicó como Yohana se había enfermado de gripe y luego, se había complicado
con una meningitis. Le pregunté, si ella había hecho una oración que yo le
había dejado escrita en un papel. Entonces, el me respondió:-“Ahora que
recuerdo; unos días antes de agravarse, Yohana entró a su cuarto y me dijo que
había llegado el momento de aceptar a Jesucristo en su corazón. Me mostró la
oración que usted le había dado y después de un rato salió del cuarto y me dijo
que ya no temía a la muerte, porque había conocido a Cristo”- Ese fue el
testimonio de la salvación de Yohana, dado por su papá. Le dí gracias al Señor
por haber salvado a Yohana y pude enjugar mis lágrimas de dolor.
EFRAÍN RODRÍGUEZ
Antes de mi conversión al Señor, yo tuve
un alumno en el Centro Docente, año 1993, de nombre Efraín Rodríguez. Este
muchacho, habitante del Barrio El Guarataro y de unos 16 años de edad para
entonces, era fuerte de carácter y ya andaba en malos pasos. Por esos días, un
profesor de un liceo de Caracas, había sido asesinado por uno de sus alumnos,
por no haber accedido a colocarle la calificación que el estudiante exigía.
Efraín, intentando copiar esta situación,
al conocer la calificación de 08 en Castellano, me dijo: -“Si no me pones el
10, seguro te voy a dar un tiro”- Ofendido por aquella amenaza, yo, que era uno
de los encapuchados de la UCV ,
le respondí a Efraín:-“Como tú quieras; mañana nos vemos a la 1 de la tarde a
tres cuadras de aquí y nos caemos a tiros. Si no vienes, eres una mamita y no
entras más a mi clase”- Efraín me dijo:-“Está bien profesor, mañana a la 1;
date por muerto”-
A la mañana siguiente, me fui a la UCV y me busqué un grupo de
camaradas de ese entonces. Tomé un revólver que tenía y a la una de la tarde,
estábamos esperando a Efraín, quien seguramente bajaría con una banda de
delincuentes de El Guarataro. Pasaron los minutos y las horas y Efraín no llegó
a la cita del duelo. El miércoles, cuando correspondía la clase con el 8vo
semestre, llegué “triunfante” al Centro Docente, porque el diablo me había
hecho creer que había vencido a aquel adolescente. Entrando al aula, le
pregunté al grupo de estudiantes:-“Efraín no vino ayer a enfrentarse conmigo.
Lo esperé por dos horas, ¿qué es entonces?”- Al unísono, el grupo de
estudiantes, respondió en un coro de voces:-“¡¡UNA MAMITA!!”-
Días después, se acercó a hablar conmigo
uno de mis estudiantes, amigo de Efraín y miembro de la banda hamponil que éste
liderizaba. Me informó que estaban muy apenados conmigo, por la conducta de
Efraín. Me dijo que ellos lo habían “atajado” para que el adolescente no bajara
del Guarataro a matarse conmigo. Y me dijo:-“Usted es un hombre de valor
respetado por nosotros. Tiene nuestro salvoconducto, cuando quiera subir a los
sectores de El Guarataro. Esto me lo dijo, mientras nos tomábamos una botella
de ron con cola, en casa de mi familia; en presencia de mi madre y mis
hermanas, quienes inmediatamente, le tomaron aprecio a aquel noble y valeroso
muchacho de nombre Darwin Martínez. Unos años después, Darwin se convirtió al
Señor y se hizo un soldado de Jesucristo.
Pero eso no es todo: años después cuando
yo predicaba el evangelio en los sectores de El Guarataro, me encontré con
EFRAIN RODRÍGUEZ. Aquel valiente muchacho me pidió perdón: yo lo perdoné y él
me perdonó también. Le prediqué y Efraín recibió a Jesucristo como su único y
suficiente salvador. Hasta el día de hoy, mantengo la oración por Darwin y
Efraín: dos jóvenes valientes; escogidos de Dios, a quienes satanás un día
quiso engañar y confundir, pero JESUCRISTO LOS SALVÓ. Hasta aquí, mi testimonio
para Cristo, en el Centro Docente.
CAPÍTULO XIII: PREDÍCALES
EL EVAN-
GELIO,
ME DIJO EL SEÑOR.
Con el transcurrir del tiempo, salí de la Unidad Educativa de Adultos
“Centro Docente”, donde dejé un testimonio para la gloria de Dios, pero donde
también viví una serie de sinsabores. Pensando en las cosas malas que me habían
acontecido allí y olvidando por completo las victorias que Cristo me había
dado, opté por alejarme de la docencia, para ejercer mi otra profesión como abogado
de la República ;
título obtenido en la Universidad Central
de Venezuela, el 27 de julio de 1995.
Inicié entonces una serie de actuaciones
jurídicas. Tenía 18 casos, entre demandas, amparos y otras causas en los
tribunales. Me dispuse a desentenderme por completo de la educación. Fue una de
esas noches, cuando tuve un sueño donde Dios me abría los cielos de par en par,
mientras su potente y santa voz, me instruía y ordenaba: “RUBÉN PREDÍCALE EL
EVANGELIO A LOS ESTUDIANTES, PORQUE SATANÁS LES ENSEÑA EL ATEÍSMO EN LAS
ESCUELAS, PARA QUE SE PIERDAN”. Esa orden de Dios, me hizo retornar a las aulas
de clases.
Procuré obedecer al máximo la orden dada
por mi Señor y trabajé en las siguientes instituciones públicas y privadas,
entre los años 1998-2002, tanto en la ciudad de Caracas, como en Guarenas y
Barinas.
INSTITUTO VENEZOLANO DE TECNOLOGÍA
VENEZUELA
IUTV
En esta Institución trabajé como profesor
de Metodología, con la limitante de que solamente era graduado en derecho pero
aún no era licenciado en educación. No obstante, mi buena base en los
conocimientos metodológicos y la sabiduría dada por el Señor, me permitió conducir
eficientemente las secciones que me fueron asignadas. Sin embargo, mi mayor
preocupación, era obedecer la orden de Dios:-“…PREDÍCALES EL EVANGELIO”.
De manera sabia, el Espíritu Santo me
permitió combinar las clases con la predicación. Mis clases eran altamente de
un contenido metodológico, académico y pedagógico. Dios me puso en gracia con
la mayoría de mis estudiantes. Por eso, cuando dejaba los últimos minutos para
hablarles la Palabra
de Dios, ellos escuchaban de buena gana.
Una de mis alumnas, para entonces con 36
años de edad, cristiana evangélica, tenía como materia que le prelaba para
graduarse, metodología de la investigación y era la única materia que cursaba
conmigo. En la misma situación, estaban tres o cuatro estudiantes más.
Había estudiantes, cuyas edades oscilaban
entre los 18 y los 36 años de edad. En una oportunidad, la joven cristiana de
36 años, me dijo:-“Profesor, mi sobrinita nació sin garganta. Para alimentarla,
tienen que introducirle un pitillo e hidratarla poco a poco con líquidos. Le
pido la oración, porque sé que usted es un hombre de fe.”-
Así me dijo aquella
estudiante. Recuerdo que era un día viernes por la noche. El lunes siguiente,
esa sección tendría un examen conmigo. Cumpliendo ante Dios la petición de
oración hecha por la tía de aquel bebé; así, pasé el sábado y el domingo
orando, pidiendo al Señor le hiciera una nueva garganta a esta niña y no
tuviera que ser operada.
Llegó el día lunes y apliqué la prueba a
mis estudiantes. Sin embargo, la tía de la niña sin garganta, no llegaba.
Cuando había transcurrido aproximadamente media hora desde el inicio de la
prueba, aquella joven cristiana entró a mi aula de clases y me abrazó con todas
sus fuerzas, mientras lloraba de la emoción. Cuando ya pudo restablecerse de
aquella explosión de gozo, me dijo, dirigiéndose a mí y a la vez, a todos sus
compañeros de curso:-“Doy este testimonio para la gloria de Dios. Me sobrina,
hija de mi hermana menor, nació sin garganta. Los médicos iban a operarla para
corregir la anomalía congénita. Esta tarde fue introducida al quirófano. Yo le
había pedido al profesor Rubén orara por ella, para que Dios hiciera un milagro
y Dios lo hizo, dijo emocionada, mientras sus lágrimas corrían por las
mejillas: EL SEÑOR LE HIZO UNA GARGANTA NUEVA A LA
NIÑA Y NO HUBO NECESIDAD DE OPERARLA. LOS
MÉDICOS ESTÁN ASOMBRADOS Y DICEN QUE HA OCURRIDO UN MILAGRO, NUNCA HABÍAN VISTO
ALGO ASÍ”.
Al escuchar este testimonio, todos mis
estudiantes, aún los más renuentes e incrédulos, se levantaron de sus pupitres
y vinieron a abrazarme. La mayoría me pidió que orara por ellos y todos
aceptaron a Cristo como su Señor y Salvador. Además, quince muchachos y
muchachas de unos 18 a
21 años, me confesaron que eran cristianos evangélicos apartados del evangelio y
ese día, los ayudé a reconciliarse con el Señor. Este fue parte de mi
testimonio en el IUTV, donde por cierto me encontré con el profesor Ramón
Castillo, profesor en las aulas de ese instituto y quien a su vez, fue mi
profesor de matemática en tercer año (hoy noveno grado), en el liceo Gustavo H.
Machado de Altavista, durante el año escolar 1974-1975.
LICEO CIUDAD FAJARDO
DE GUARENAS:
UNA
SECTA SATÁNICA
En octubre de 1998, trabajé como profesor
de Lengua y Literatura en el liceo “Ciudad Fajardo”, de Guarenas, donde tuve
una terrible experiencia en el campo espiritual.
Como en todas las instituciones donde
laboré, continué predicando a los estudiantes la Palabra de Dios, conforme
a la visión que me diera el Señor.
Los estudiantes de los grados 7mo, 8vo y
9mo, -en su mayoría-, aceptaban la predicación del evangelio con agrado y
muchos oraron conmigo para recibir a Jesucristo como su Señor y Salvador. No
ocurrió así, con los estudiantes de cuarto y quinto años de bachillerato,
quienes en su mayoría estaban alucinados por el diablo; lamentablemente,
“torcidos” en su mayoría, mostrando una conducta extremadamente agresiva y
contraria a Dios. Esta actitud colectiva de los futuros bachilleres, me llamó
poderosamente la atención y comencé a orar insistentemente por ellos.
En estas condiciones, el Espíritu Santo me
reveló, la existencia de una secta satánica en la institución. El jefe de esta
secta, era un estudiante de quinto año. Un día, cuando entró a mi clase, el
Espíritu me reveló que él era un hijo de satanás y que inclusive, había
realizado sacrificios humanos. Se lo hizo saber públicamente y lo reprendí.
Aquel adolescente salió furioso del aula de clases y preparó su venganza en mi
contra.
Una mañana, se me acercó una estudiante de
cuarto año, quien me dijo: -“Profesor, yo quiero conocer de Cristo. ¿Cómo hago
para aprender acerca de la
Biblia ?”- Ante esta actitud de la muchacha, le hablé acerca
del Señor y le invité a recibirle en su corazón, como señor y salvador. La
adolescente simuló aceptar a Cristo conmigo y haciendo una dramatización, me
dijo:-“Yo quisiera congregarme donde usted se congrega”- Le expliqué que yo me
congregaba en Caracas (por esos días, me reunía con los hermanos del
“Tabernáculo de la Palabra Hablada ”,
con el pastor Adolfo Catarina, ministerio fundado por el profeta William
Marrion Brahan). Ante su insistencia y pensando que podría contribuir a su
discipulado, le di mi número telefónico a la jovencita, quien prometió llamarme
para ponernos de acuerdo y visitarnos en Caracas. En realidad, aquella
estudiante, pertenecía a la Secta Satánica
escondida en esa institución.
Darle el número telefónico del apartamento
donde vivía con mi esposa-quien recientemente había dado a luz a mi primer
hijo, Moisés-, significó una pesadilla para nosotros. Los miembros de la secta
diabólica, comenzaron a hostigarnos llamándonos día y noche, lanzando conjuros
satánicos contra mi esposa y contra mí; enfrentándonos con lenguas diabólicas y
amenazándonos de muerte. Mi esposa y yo decidimos no denunciarles ante las
autoridades, sino vencerles mediante la sangre del cordero, en ayuno y oración.
Los ataques de la secta se prolongaron por
espacio de un mes, aproximadamente. Insistí en la oración y el Espíritu Santo
me reveló el sitio desde el cual la secta me hostigaba vía telefónica. Un día,
me dirigí en ayuno y oración a un centro comercial situado cerca de la llamada
“Plaza de los Flojos” de Guarenas. Al acercarme a los teléfonos públicos,
encontré un grupo de unos seis o siete estudiantes uniformados del liceo, todos
miembros de la secta del diablo, llamando a mi residencia, donde se encontraba
mi esposa, con nuestro bebé.
Los hijos de satanás al verme, huyeron
despavoridos, mientras los reprendía en el nombre del Señor Jesucristo. Sin
embargo, dos de ellos, el adolescente homicida jefe de la secta y su
lugarteniente, se quedaron para enfrentarme, hasta que se acercaron unos
funcionarios de la policía y estos sujetos se vieron obligados a huir,
lanzándome una amenaza.
Volví al liceo, donde la directora y
propietaria de la institución, cuya hija era miembro de la secta, me dijo:
-“Profesor, por su salud y la de su familia, es mejor que se retire del liceo.
Yo sé que usted quiere ayudar a estos muchachos y muchachas mediante el
evangelio, pero ellos le odian y rechazan. Inclusive, mi hija está molesta con
usted, porque le decomisó una botella de ron a ella y ofendió a sus
compañeros”- Así me habló aquella docente prestada a la educación por lucro y a
las obras de las tinieblas. Me despidieron del liceo y salí de aquel lugar, con
un sentimiento de tristeza y dolor en mi corazón.
A los pocos días, en el mes de diciembre
de 1998, la amenaza de los diabólicos se cumplió y una extraña fiebre con un
terrible dolor de cabeza, me invadió. Sentía morirme y un día, entré en un
delirio,- porque la fiebre subió a 40 grados-, traspuse el plano material, para
entrar en el campo espiritual. Allí me encontré acostado sobre una especie de
altar, donde jóvenes vestidos de negro y cubiertos sus rostros con capuchas, me
estaban “velando”. En efecto, estaba rodeado por muchas velas encendidas. En mi
visión, abrí los ojos y le dije a los miembros de la secta:-“Ustedes no podrán
matarme con sus rituales satánicos. Yo me levanto en el nombre del Señor
Jesucristo”- Me levanté de aquel altar ante la sorpresa de los hijos de
satanás, les dije adiós y salí de aquella prisión espiritual. Inmediatamente,
la fiebre cedió y me levanté completamente sano de mi lecho de enfermo, para la
gloria de mi Dios y Salvador.
EL CENTRO INTEGRAL ADMINISTRATIVO LIBERTADOR
Este nombre pomposo y extenso, es el de
una institución educativa privada, ubicada en la Urbanización San
Bernardino, donde entré a trabajar recomendado por un compañero de estudios de
la licenciatura de Educación de la UCV.
Entré a laborar como profesor de Inglés. Para entonces, era
estudiante de la Escuela
de Idiomas del Ejército, ubicada en el Fuerte Tiuna. Como estudiaba inglés en esa
escuela de idiomas, donde ingresé al aprobar la prueba de admisión, pensé aplicar los conocimientos adquiridos, en las
explicaciones dadas a los estudiantes desde el 7mo grado, hasta el quinto año,
en el instituto CIAL de San Bernardino.
Además y como siempre, mi intención era
predicarles el santo evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Toda mi buena
intención, chocó contra la mala intención de una población estudiantil
pequeño-burguesa, racista, mal educada, amante de los deleites de la carne más que
de Dios. Por cierto, se creían expertos en inglés y me subestimaron al extremo.
Claro está: detrás de esta conducta hostil tanto de estudiantes, como
profesores y el mismo director, estaba satanás. Porque ellos se declaraban
católicos fundamentalistas.
Sin embargo, junto con mis clases de
inglés (para las cuales usaba un libro de gramática inglesa, el cual me robaron
los estudiantes de 5to año, para burlarse de mí), mientras me hacían preguntas
ofensivas como ésta: -“Are you neddel? (es decir, ¿tú eres aguja?, homosexual),
yo continué predicando el evangelio. No obstante, ninguno de los
estudiantes-contaminados por el catolicismo diabólico-, quiso recibir a
Jesucristo como único y suficiente salvador personal. Duré en esa funesta
institución, dos meses aproximadamente, cuando en una clase de inglés de 8vo
grado, me dediqué a predicarles con libertad el evangelio de salvación. Cuando
hice el llamado a recibir a Cristo, todos los muchachos y muchachas se
levantaron en mi contra y comenzaron a insultarme, a excepción de un
adolescente, quien se identificó como cristiano y pasó adelante a respaldarme.
Cuando parecía que satanás se saldría con
la suya y ningún alma aceptaría a Cristo a aquella guarida del diablo, llamada
CIAL, una adolescente se levantó de su pupitre movida por el Espíritu Santo y
dijo: -“Yo si quiero aceptar valientemente a Jesucristo como mi Señor y
Salvador”. Seguidamente, oré por ella y la guié a Cristo, bajo el abucheo y la
pita del resto de alumnos.
Al otro día, cuando me presenté al liceo,
el director me llamó a su oficina y me hizo varias preguntas, para deshacerse
de mí. Entre ellas me dijo: -“¿Cómo haces tú para entender el inglés?”- Yo
admití, que muchas veces se me dificultaba escucharlo por sus terminaciones
similares y la fonética de la “d” y la “t”.”- Al escuchar esto, me dijo:-“Los
muchachos no están conforme contigo como profesor. Por eso en la cartelera,
dibujaron al Titanic hundiéndose, con tu nombre como profesor de inglés”. Sin
embargo debo aclarar, que yo había trabajado algunos años como profesor de
inglés suplente en liceos públicos como el “José Félix Ribas” de Sebucán, o el
“José Félix Blanco”, de la
Fundación , Altavista. Asimismo daba cursos de reparación en
la materia inglés en la UCV
y era el mejor de mi clase en la
Escuela de Educación de la UCV y obtuve 98 de 100 puntos en conversación y
95 de 100 puntos en gramática, en la
Escuela de Idiomas del Ejército, con las profesoras Edith
Campos y Blanca Esquetine. Es decir, el diablo, gobernante del CIAL, estaba
sumamente molesto conmigo.
EL COLEGIO AMERICANO DE BARUTA
Trabajé en ese colegio, donde un grupo de
cristianos pertenecientes a distintas denominaciones presbiterianas, bautistas,
metodistas y hasta pentecostales, mantienen la dirección del mismo, bastante
alejados de la realidad social y espiritual, por cierto.
La mayoría de estudiantes de esa
institución, eran hijos de “cristianos” ecuménicos y de las llamadas “iglesias
libres”. Eso explica el gran desorden y rechazo hacia la Palabra de Dios. Aunque
cada mañana hacíamos un devocional y se oraba con todos los estudiantes en
formación, la realidad era otra: estos estudiantes y la mayoría de docentes,
vivían en un desorden total, contrario al evangelio de Jesucristo. Un grupo de
siete docentes cristianos, nos reuníamos para comentar esta grave situación de
la educación en una institución supuestamente cristiana, como lo es el famoso
“Colegio Americano”.
Lo cierto, es que el hecho de haber
predicado la palabra, hizo que estos cristianos adornados me aborreciesen. Salí
de ese colegio, cuando todos los alumnos de las secciones a las cuales yo daba
clases de castellano, se dedicaron a hacer un “referendo” para decidir si me
quedaba o me iba. No dispuesto a soportar aquella humillación que Satán quería
hacerme a través de sus hijos religiosos, hijos de la ramera católica, me
retiré del aula. Cuando ya había llegado a la salida, uno de los estudiantes se
me acercó corriendo y me dijo:-“Profesor Rubén, ya terminó el referendo. Ganó
por un voto: puede quedarse”- Respondiendo, con voz sincera, firme y sin
rencor, le dije:-“no te preocupes hijo, yo me voy. Dios les enviará un mejor
profesor que yo”- El muchacho me dijo con lágrimas en los ojos:-“No, usted es
el mejor profesor que yo he tenido”- Así, con una lágrima brotando de mis ojos,
le dije:-“Dios te bendiga y te guarde”-. Nunca más volví a acercarme al llamado
“Colegio Americano”.
Herido por todas aquellas vivencias en los
liceos mencionados, y convencido por un grupo de hermanos y hermanas en Cristo,
quienes al verme desempleado me decían: -“HERMANO, DEJE DE PREDICAR EN SU LUGAR
DE TRABAJO. PREDIQUE FUERA DE LAS ESCUELAS Y LICEOS, PORQUE DE LO CONTRARIO,
SEGUIRÁN DESPIDIÉNDOLO Y USTED TIENE UNA ESPOSA Y UN HIJO QUE MANTENER”- Ante
estos argumentos contundentes, decidí no predicarle más a los estudiantes y
continuar solamente, predicando en las calles, barrios, hospitales y cárceles,
donde guié a muchas almas a recibir a Cristo en sus corazones.
Sin embargo, Dios no estaba de acuerdo
conmigo. Desde ese día, cuando prometí no predicar más en las escuelas y
liceos, me quedé desempleado. Aunque lo intentaba, buscaba sin cesar en
instituciones públicas y privadas, nadie me empleaba, porque la mano del Señor
estaba contra mí, por mi desobediencia. Oré con lágrimas pidiendo misericordia
a Dios y una noche tuve un sueño: Soñé que el cielo se abría ante mis ojos, y
la voz potente, firme y amorosa del Señor, me decía: “RUBÉN, YA TE DIJE QUE
PREDIQUES A LOS ESTUDIANTES, PORQUE SATANÁS LES ESTÁ ENSEÑANDO EL ATEÍSMO PARA
QUE SE PIERDAN. VE Y PREDÍCALES, OBEDÉCEME”.
Desperté de aquel sueño con lágrimas en
mis ojos y orando le pedí perdón al Señor. Entonces, recibí la noticia de parte
del hermano José Barreto, quien se encontraba en Barinas: -“El Señor, hablando
a través del hermano José Altuve, dice que te quiere en el Estado Barinas”.
Después, obedeciendo a Dios, fui a Barinas, pero esa es otra historia. Por
ahora, voy a referirme a mi experiencia en la ESCUELA BÁSICA “JOSÉ FÉLIX
RIBAS”, situada en Sebucán, estado Miranda.
EN LA ESCUELA BÁSICA “JOSÉ FÉLIX
RIBAS”
Llegué a esta escuela, recomendado por mi
amigo el profesor Acacio Barrios, para trabajar como profesor suplente de
inglés, en algunas secciones del 7mo grado y otras del noveno. Fui muy bien
recibido en esa escuela por la directora, la subdirectora, la coordinadora de
seccional y todo el cuerpo docente.
Rápidamente, me gané el respeto de todos
mis alumnos y de algunos docentes, entre quienes puedo mencionar a la profesora
Ildegar, la profesora Miriam, quien era cristiana evangélica y del mensajero de
la institución, mi hermano en Cristo Paúl Rivera, hoy pastor de la congregación
de la Iglesia
“Dios es Amor”, situada en la
Bandera , Avenida Nueva Granada de Caracas.
Desde mi llegada, me identifiqué como
cristiano evangélico y junto con las enseñanzas del inglés básico, prediqué el
evangelio a toda criatura. Muchos de mis estudiantes, varones y hembras,
confesaron a Jesucristo como su señor y salvador, a través de mí. Todos mis
alumnos, casi sin excepción, aprendieron lo poco o mucho que les enseñé; tanto,
que al incorporarse la nueva docente titular, quien me sustituyó, quedó
asombrada, porque todos los estudiantes de mis secciones, casi sin excepción,
mostraban dominio al escribir, pronunciar y completar oraciones sencillas en
inglés, tanto en sus cuadernos, como al pasar al pizarrón.
Un día, mientras me acercaba a la Coordinación , observé
que tenían a uno de mis estudiantes de nombre Gómez Abreu del séptimo grado,
sentado en una silla, con los ojos llorosos y como alejado de la realidad. La
coordinadora hablaba con la profesora Miriam Rumbos, quien pertenecía a la
“Iglesia Universal” y le decía: -“No sé que le ocurre a este muchacho. Desde
esta mañana (ya era el mediodía), está así. No habla, ni siquiera se mueve.
Vamos a tener que avisarle a sus familiares, para que vengan a buscarlo”-
Movido por el Espíritu Santo, me acerqué a
aquel joven para indagar acerca de su estado de salud y fue cuando pude
observar que en realidad aquel muchacho estaba endemoniado. Vi en él, el
demonio de Guaicaipuro y le reprendí en el Nombre del Señor Jesús. El
endemoniado se levantó de la silla y se abalanzó contra mí. Entonces recordé
una experiencia vivida por el profeta William Marrion Braham en los Estados
Unidos, con un endemoniado que le atacó en la plataforma de predicación de la Iglesia “Tabernáculo de la Palabra Hablada ” y le dije:
-“Satanás, por cuanto te has atrevido a levantarte contra un siervo del Señor,
te ordeno, póstrate en el Nombre del Señor Jesucristo”-. Le toqué la frente con
mi mano derecha y el endemoniado cayó al piso.
En ese momento, la hermana profesora
Miriam Rumbos comenzó a respaldarme en oración, mientras yo reprendía al
demonio y le ordenaba que saliera de aquel cuerpo. Cuando le ordenaba que
dijera “GLORIA A DIOS”, el demonio pedía agua y yo le decía a las profesoras,
incluyendo a la Directora
del plantel, que no le dieran agua, porque era un endemoniado. Entre tanto, los
estudiantes y profesores corrían despavoridos, asustados ante aquel cuadro de
posesión demoníaca.
Finalmente, el endemoniado dijo:-“Gloria a
Dios”- Considerándolo liberado, me retiré de la Escuela en el momento
exacto, cuando llegaba una patrulla de la policía uniformada del Distrito
Sucre. Seguro de que este incidente me ocasionaría problemas por ser yo un
profesor suplente, me retiré a orar a la casa.
Al día siguiente, me presenté a la Escuela Básica “José Félix
Ribas” a cumplir mi horario docente. Me dediqué a corregir algunas pruebas en
un aula, mientras llegaba la hora de entrada. Fue entonces, cuando se me acercó
el profesor de Geografía e Historia y me dijo: -“Profesor, disculpe que le
interrumpa en su corrección de pruebas, pero quiero darle un consejo si me lo
permite. Yo sé que Usted tiene su fe en Cristo, pero aquí nunca había ocurrido
algo como lo que pasó ayer. Eso fue un desorden y los estudiantes y profesores
están asustados. Le pido que evite ese tipo de escenas en la Escuela , porque pueden
revocarle la suplencia”- Le respondí:-“Eso es parte de la guerra espiritual.
Ese muchacho estaba endemoniado y tuve que reprenderle el demonio en el nombre
del Señor Jesucristo”- El me dijo:-“Está bien, yo respeto su fe. Pero sólo es
un consejo. Pero me llamó la atención algo: cuando llegó el oficial de la
policía de Sucre y se llevaba al alumno a la comandancia para que sus
familiares fuesen a buscarle, el policía le dijo:-“Nuevo, ¿Cómo te vas a dejar
vencer por un cristiano?”- Le metió la mano por entre la camisa y le sacó un
collar de santería y luego le mostró el suyo y le dijo a el muchacho:-“Yo
también le sirvo a la reina María Lionza (un demonio) Tú eres indigno de llevar
este collar”- Esto me relató el profesor de Geografía e Historia y yo me
preparé, para lo que pudiera ocurrir.
Pasó una semana completa y el estudiante
Gómez Abreu no regresó a la escuela. Continué orando por él, para que Dios le
permitiera regresar a clases para poder guiarle a Cristo. Durante esos días me
acerqué a la coordinación del plantel y sin tener intención de ello, escuché
una conversación entre la directora y la coordinadora, donde decían:-“Eso no
puede ser; fue todo un escándalo. Cuando el estudiante se incorpore, lo
expulsamos después de una semana. Y al profesor lo sacamos después”- Advertido
por Dios de esta situación, procuré cuanto antes ver a Gómez Abreu.
Llegó el lunes de la siguiente semana y el
estudiante Gómez, regresó a la escuela. Esperé la hora del receso y cuando
todos los estudiantes se disponían a salir del aula, le dije al alumno:-“Gómez
Abreu, tú no puedes salir al recreo, necesito hablar contigo”-. Nos quedamos
solos en el aula y entonces le hablé: -“Así te dice el Señor: debes dejar de
servirle a María Lionza, porque es un demonio”- El muchacho, al verse
descubierto y exhortado, contestó:-“No le sirvo a la “reina”- Le contesté:-“Tú
sabes que estás mintiendo y María Lionza no es ninguna reina, sino satanás”_ El
joven, al escuchar esto, se sorprendió y me dijo:-“Si María Lionza es el
diablo, yo no quiero servirle más”- Y me preguntó:-“¿Qué puedo hacer
profesor?”- Esa erala pregunta que yo estaba esperando para predicarle y le
dije:-“CREE EN EL SEÑOR JESUCRISTO Y SERÁS SALVO TÚ Y TU CASA; DEBES RECIBIR A
JESUCRISTO COMO TU SEÑOR Y SALVADOR”-“ Y agregué, ¿quieres recibirle?”. Gómez
Abreu me respondió,-“ sí profesor: quiero recibir a Cristo”. Oramos y el
estudiante recibió a Jesucristo en su corazón, como su Señor y Salvador”-.
A los pocos días, Gómez Abreu fue
expulsado de la escuela. Pero un día antes de irse, me hizo una pregunta:
Profesor, me siento mejor desde que acepté al Señor, pero, ¿por qué cuando ese
espíritu quiere entrar de nuevo en mí, no puede y yo vomito inmediatamente?”-
Le respondí sin titubear: “PORQUE AHORA LE PERTENECES A CRISTO Y NINGÚN
ESPÍRITU INMUNDO PUEDE POSEERTE. ESTÁS SELLADO POR EL ESPÍRITU SANTO”. Él me
dijo entonces, conuna sonrisa en los labios:-“¡¡AMÉN!!”- Pasaron algunos años
(2 ó 3), para que yo volviera a ver a Gómez Abreu. Una tarde cuando me
encontraba en el ánden de la
Estación del Metro de Capitolio, un joven carretillero
trabajador de allí, se me acercó y me preguntó:-“Profesor, se acuerda de mí?”-
Me quedé observándolo y le respondí:-“La verdad que no. ¿Quién eres tú?”- Me
dijo entonces: “-Soy Gómez Abreu, aquél estudiante por el cual usted oró y
Cristo me libertó. Ahora me congrego en una Iglesia Pentecostal en Petare.”- Lo
bendije y le di un abrazo en Cristo. Ese día me sentí muy feliz, al comprobar
que siempre vale la pena predicar el evangelio de Jesucristo.
Era el año de 1999, año de grandes
expectativas para mí, porque el Señor me estaba llamando a Barinas, estado al
cual sólo había entrado en una oportunidad y conocía solamente el Terminal de
Pasajeros.
Un día el hermano José Barreto me llamó
vía telefónica y me informó acerca de la visita a Caracas, de un profeta de
nombre SAMUEL MÉNDEZ. Me indicó donde podía encontrarme con este profeta. Acudí
al lugar, un hotel cercano a la Plaza
Venezuela y allí conversé con el hermano Samuel. Este
hermano, conversó conmigo acerca de las grandes maravillas que el Señor quería
hacer en Venezuela. En medio de la conversación, Samuel comenzó a hablar en
lengua espiritual. Aunque entendí algo de lo que decía, preferí callar. Nos
despedimos, con la promesa de ir a Barinas, donde Dios ratificaba su invitación
a través del hermano profeta Samuel Méndez.
Esa noche, un día del mes de enero de
1999, cuando conocí a Samuel, tuve dos extraños sueños: En el primero de esos
sueños, me veía en un camino muy largo y estrecho, cuando de pronto me apareció
un hombre vestido de blanco, de elevada estatura y piel muy blanca. Cuando este
hombre se disponía a hablarme, le dije:-“SI ERES DE DIOS, DI GLORIA A DIOS, SI
NO, ENMUDECE”. Aquel hombre abrió su boca y quiso hablar pero no pudo articular
palabra y desapareció. A mi entender, satanás viendo el encuentro con el
hermano de Barinas y el comienzo de la expansión de mi ministerio, quiso
engañarme a través de un mensaje falso, queriendo confundirme, pero la palabra
de Dios es clara, cuando afirma: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino
probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido
por el mundo.
En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo
espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo
espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y
este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y
que ahora ya está en el mundo” (1ra de Juan 4:1,3).
Después de este primer sueño, tuve un
segundo sueño: Aunque yo vivía con mi esposa y mi primer hijo en un apartamento
en el centro de Caracas, soñé que habitaba en la casa donde habito ahora. En
dicha casa, una poblada armada de bates, revólveres, escopetas y armas blancas,
me rodeaba. Yo intentaba escapar por una puerta trasera (la cual no existe en
la realidad), cuando apareció mi hermano Juan simbolizando a satanás, me sacaba
la lengua y a la vez me escondía la llave para que no pudiese escapar de la
turba. Al verme rodeado, sin poder huir por la puerta trasera, comencé a
escapar huyendo por las platabandas, pero el grupo armado me hostigaba, hasta
que escuché la voz del Señor quien me hablaba desde el cielo y me ordenaba: “ENTRÉGATE
HIJO”. Obedeciendo a Dios, me entregué a aquellos hombres. Éstos me quitaron la
camisa y con ella, me amarraron las manos a la espalda; luego, comenzaron a
insultarme, mientras me daban golpes, puntapiés y culatazos de fusil. Me
decían:-“Al fin te atrapamos, maldito chavista”- Y les respondí:-“Yo no soy chavista,
soy cristiano”- Ellos me respondieron:-“Mentira, tú no eres ningún cristiano
evangélico: eres un perro chavista”- Entonces, perdí el conocimiento en mi
sueño.
Después de esta escena, pasé a otra dentro
del mismo sueño, donde me encontraba en el cielo con mi esposa y yo le contaba
lo siguiente:-“Después me llevaron a una prisión, donde seguí predicando el
evangelio y muchos creyeron en Cristo. Varios años después vino el Señor y
ahora estamos aquí. Entonces, observé un bebé durmiendo en una canastilla,
vestido de blanco. El bebé despertó y me dijo:-“Yo soy como tú”- Y mi esposa
Mirna, ratificó:-“Él es como tú”- Allí desperté y nunca pude olvidar este
sueño. Algunos años después, el presidente de la República Bolivariana
de Venezuela Hugo Rafael Chávez Frías, fue depuesto momentáneamente por un
cruento y criminal golpe de estado, pero esa es otra historia.
Los primeros días de febrero de 1999,
viajé a la ciudad de Barinas, capital del estado llanero del mismo nombre. Esta
ciudad atravesada por el Río Santo Domingo, el cual tiene su afluente en las
cascadas del páramo andino, fue el escenario de luchas históricas. Allí fue
fusilado por los españoles, el abogado Antonio Nicolás Briceño, a quien los
realistas apodaron “el diablo”, por la crueldad demostrada contra los
descuartizadores pertenecientes al ejército del Rey de España, quienes
desmembraban y freían en aceite a los soldados de la patria. Es decir: Briceño
aplicó la ley del talión “ojo por ojo y diente por diente” y muchas veces actuó
anticipadamente al decreto de Bolívar, la guerra a muerte, decapitando a
españoles y canarios inocentes, exhibiendo sus cabezas como trofeos, clavadas
en palos que sus soldados llevaban en sus manos en forma de lanzas. Por
supuesto: ni la conducta monstruosa de los españoles sanguinarios y
descuartizadores, violadores y asesinos de nuestros hombres, mujeres y niños,
como tampoco la conducta desesperada y vengativa de Antonio Nicolás Briceño,
quien creyó hacer justicia rebajándose a la pérfida actuación de los soldados
del imperio católico español, expresan la justicia del Señor, “PORQUE LA JUSTICIA DE ESTE MUNDO, ES UN
TRAPO DE INMUNDICIA ANTE LOS OJOS DE DIOS”, y también “LA
IRA DEL HOMBRE NO OBRA LA JUSTICIA DE DIOS”
(Santiago 1:20).
Barinas también fue escenario de combates
durante la Guerra Federal ,
encabezada por el general del pueblo Ezequiel Zamora, quien fue asesinado por
una traición de los caudillos de la oligarquía Antonio Guzmán Blanco y Juan
Crisóstomo Falcón. Sin embargo, ante todo, Barinas es tierra escogida por Dios
para el avivamiento espiritual y la predicación del Reino de los Cielos. Allí,
Dios me envió. En esa ciudad y en ese estado, el Señor está levantando un
ministerio para la evangelización final de las naciones. En Barinas, fue
constituido por el SEÑOR JESUCRISTO, el Ministerio Restauración de la Iglesia , como apostolado
al Servicio de Dios, en el Nombre del Señor Jesucristo, el 17 de febrero de
1999, mediante el don de lenguas e interpretación, donde habló en nosotros el
Espíritu Santo.
EL MENSAJE DE DIOS A LA IGLESIA
Como he dicho, Dios me envió a la primera
misión del estado Barinas, en febrero de 1999. Antes, en enero de 1997, los
hermanos José Barreto, José Alcides, María Gómez, Carmen Gómez y yo, habíamos
cumplido nuestra primera misión evangelizadora fuera de Caracas, con una
victoria contundente sobre los gobernadores de las tinieblas, los principados,
potestades y las huestes de maldad, en el estado Yaracuy, específicamente en
las poblaciones de Pueblo Nuevo, San Isidro y el Pajón, donde los enfermos
sanaron, los endemoniados fueron liberados y muchas almas se convirtieron, en
el nombre glorioso del Señor Jesús, como relaté en su debido momento.
No obstante, lo ocurrido el 17 de febrero
de 1999 en la ciudad de Barinas, en la casa de la hermana Isabel, quien era
invidente, fue un hecho totalmente sobrenatural. Un día antes, el Espíritu
Santo nos había ordenado llevar a la reunión de oración un radio reproductor y
un casete. Sin preguntar nada al respecto, obedecimos a Dios y los hermanos
José Barreto y Roberto Quintero, se encargaron de cumplir con esta instrucción
del Señor.
Cuando ya nos reunimos y oramos, el Señor
hablando en el hermano Samuel Méndez, nos ordenó preparar el grabador, porque
iba a dar un mensaje esa mañana. Cuando el casete estaba ya introducido en el
grabador, el hermano Samuel comenzó a hablar en lengua hebrea y la hermana
Isabel señala hacia mí y me dice:-“Interprete hermano”- Sin darme cuenta,
comencé a interpretar el mensaje en lenguas diversas, dado por el Señor. Hasta
ese momento, yo no sabía que podía interpretar lenguas, pero Dios hace como el
quiere.
Como anexo a este testimonio, insertaré
todo el texto de aquel mensaje del Señor, dado en Barinas, el 17 de febrero de
1999. En su mensaje, el Señor hace referencia a la creación mediante la Palabra ; afirma que la Biblia es su Palabra Santa.
Se refiere a ciertos hermanos en particular y habla de la
Gran Ramera , la Iglesia Católica , idolátrica,
pagana y apóstata. Advierte del pecado dentro de la Iglesia de Cristo y sobre
el anticristo y la marca de la bestia 666. En uno de los pasajes dijo el
Espíritu Santo: -“EL VATICANO SE LEVANTAY TODO SE PREPARA PARA EL ADVENIMIENTO
DE LA BESTIA ,
Y USTEDES SIGUEN CONTENDIENDO CON SUS HERMANOS, LOS QUE SON BAUTIZADOS EN
CRISTO…”
Dios dice muchas cosas en ese santo
mensaje, lleno de una sabiduría que no proviene del hombre sino de lo alto.
Confieso, que por mi ignorancia y poca fe, en ocasiones llegué a dudar del
mensaje. Pero el Señor, me permitió escucharlo claramente años después: Por
ejemplo, cuando dice “David oró porque él había pecado y yo lo perdoné”;
también cuando dijo al final: “CREAN QUE LOS AMO EN TODO MI CORAZÓN; MI CORAZÓN
QUE ES ESPÍRITU, PORQUE DIOS ES AMOR”. Hubo un detalle, cuando dice,
refiriéndose a la iglesia apóstata: “PORQUE ELLOS SON COMO BENJAMÍN Y AQUÍ
COMIENZA LA BATALLA ”.
Yo no supe sino años después, que la tribu de Benjamín degeneró en un pueblo perverso
y blasfemo que combatió contra las otras tribus de Israel”. Lo aprendí en la Biblia , pero Dios lo había
hablado en lenguas a través del hermano SAMUEL y lo había interpretado por
medio de mí, cuando yo era un imberbe y niño espiritual respecto al conocimiento
de la Palabra
de Dios. Como el hermano José Barreto era mucho más conocedor de la Biblia que yo, cada vez que
tenía una duda respecto al mensaje, le preguntaba a él y el hermano, lo
confirmaba llevándome a la cita bíblica precisa.
Por si fuera poco, el Señor nos dijo, que
una porción del mensaje no estaba interpretada. Eso fue en enero del 2002. Me
ordenó escuchar de nuevo el mensaje, para revelarme otro mensaje oculto dentro
del primero. Cuando escuché con detenimiento el Mensaje del Señor, lo
interpreté claramente:-“PORQUE ABRIL NO LOS SORPRENDERÁ”. Oramos para entender
el significado de esto y Dios nos reveló que en el mes de abril venía un golpe
de estado contra el gobierno del presidente Hugo Rafael Chávez Frías. El
mensaje había sido dado en febrero del 99.
Me trasladé de Barinas a Caracas y hablé
con un amigo militante del Partido Comunista de Venezuela y le dije:-“Dios nos
reveló que viene un golpe de estado en abril contra el presidente Hugo Chávez.
El golpe va a ser dirigido por Fedecámaras y el Imperio de Estados Unidos. El
me dijo:-“Escribe una carta a “Tribuna Popular” (hoy diario “VEA”) y explica
esto”- Escribí entonces la carta donde advertía sobre el golpe y la misma fue
publicada en dicho diario. En un pasaje de mi carta le decía al
presidente:-“Cuando usted esté en los montes, se acordará de Jesucristo”-
Después de esto, cuando la carta fue publicada en la Tribuna Popular unos quince
días antes del golpe de estado, el presidente Hugo Chávez, comenzó a decir de
manera soberbia y no arrepentido:-“Por ahí dicen que me van a tumbar”. Y
ciertamente, lo tumbaron por incrédulo el 11 de abril del 2002, aunque por la
oración del pueblo cristiano evangélico, no por la ramera católica, Hugo Chávez
fue vuelto al poder por Dios, quien permitió al pueblo y a los militares
patriotas movilizarse contra las huestes fascistas e imperialistas.
Sin embargo, Hugo Chávez, quien se
arrodilló como todos los gobernantes de la tierra ante el Papa y satanás, sigue
afirmando que es muy católico y tiene un sincretismo de doctrinas; un
sincretismo religioso negador de la verdadera fe en Jesucristo. También, ha
afirmado de manera blasfema: “Arriba de las nubes no hay nada más. El reino de
los cielos, es en la tierra. Jesucristo fue el primer revolucionario y
socialista”.
Todas éstas son mentiras del presidente.
Seguimos orando por él, para que Dios lo saque del engaño del diablo, de las
tinieblas del infierno y lo lleve a su luz admirable. Por si fuera poco, Chávez
cree la mentira de los papas, de que el hombre proviene del mono.
No obstante, Dios que es bueno, nos
permitió al hermano José Barreto y a mí, ungir con aceite a Hugo Chávez, el día
cuando fue inaugurado el tramo de 40 kilómetros de la autopista de los llanos
“José Antonio Páez”, entre Portuguesa y Barinas. Ese día, el hermano Barreto y
yo, enviados por el Señor, nos acercamos a la multitud que se aglomeraba en la
redoma de Guanapa de la ciudad de Barinas, para ver al presidente. El
mandatario, estaba con su gabinete conformado por entonces de Tarek William
Saab, Aristóbulo Istúriz, el fiscal Javier Elechiguerra, entre otros; todos,
conocidos por mí. Aristóbulo caminó conmigo un tiempo, cuando se fundaban los
sindicatos de Fospuca, la empresa del aseo urbano. Tarek, fue mi compañero de
luchas en la universidad; Javier, fue mi profesor de Derecho Penal II, en la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Políticas, Escuela de Derecho de la Universidad Central
de Venezuela (UCV). Lo cierto, es que ese día, también se presentaron dos
hermanas de Barinas, Enriqueta y Rosario, quienes afirmaban que ellas habían
sido enviadas por Dios, a ungir con aceite al presidente.
El hermano Barreto y yo, seguro de que
Dios nos había enviado a nosotros y no a ellas, nos apartamos de estas
hermanas, quienes estaban y están prejuiciadas contra nosotros, porque nosotros
bautizamos en el nombre del Señor Jesucristo y ellas creen en el bautismo trino
del emperador Constantino y los apóstatas paganos. Es decir, pertenencen a las
iglesias ecuménicas, hijas de la Gran Ramera
católica de Apocalipsis 17 y 18.
Como la multitud no nos dejaba pasar a
orar por Hugo Chávez, el hermano Barreto y yo, oramos. Cerramos nuestros ojos y
levantamos nuestras manos al cielo. Las multitudes nos fueron empujando
suavemente y cuando abrimos nuestros ojos, estábamos al lado del presidente.
Éste, conversaba con una ancianita y nosotros pusimos nuestras manos sobre sus
hombros y oramos ungiéndole con aceite, para que el maligno no pudiera
confundirle ni matarle. Entre tanto, sus escoltas nos decían con voz muy
suave:-“Por favor”-, pero nosotros culminamos nuestra misión orando lo
suficiente por el primer mandatario de la República Bolivariana
de Venezuela. Enriqueta y Rosario, todavía deben estar buscando como ungir al
presidente. Dios, confirmó nuestra misión, permitiéndonos llegar al presidente
de manera sobrenatural y de eso, doy testimonio, teniendo como testigo al mismo
Señor y a mi hermano Barreto.
ABORRECIDO EN BARINAS POR MIS
HERMANOS
Dios me envió a Barinas; de eso, no tengo
dudas. No obstante, mi primera estadía allá fue muy dura, debido a la
incomprensión y rechazo por parte de mis hermanos cristianos evangélicos,
principalmente.
Después de mi primer viaje misionero a
Barinas y del mensaje dado por el Señor a la Iglesia , mi permanencia en Caracas, se fue
haciendo cada vez más difícil. Había nacido mi hijo Moisés Elías y yo, estaba
desempleado y en el ejercicio del derecho, percibía muy poco dinero. Tan poco,
que el año 1998 y mediados de 1999, solamente obtuve ochocientos bolívares
durante todo el año, en un solo caso de una actuación jurídica. Para entonces,
vivía con mi esposa y mi pequeño hijo en el apartamento de mi hermana, quien se
molestó conmigo y me ordenó desalojar.
Pedí ayuda a mi amigo Simón Guerra,
militante del Partido Comunista de Venezuela, quien comportándose mejor que
muchos cristianos, habló con su mamá y me prestaron la planta alta de una casa
propiedad de su familia, en el Barrio Santa Eulalia de los Teques. Mi
intención, era vivir allí un mes y salir para Barinas, donde la hermana Rosario
y su esposo, me habían ofrecido públicamente, en medio de muchos hermanos,
donarme una parcela que tenían en un barrio de la ciudad de Barinas.
En la casa de los Guerra, duré exactamente
un mes. Sin tener empleo. Mi esposa, mi hijo de meses y yo, vivimos de la
caridad y la bondad de aquella noble familia. El papá de ellos, quien
practicaba el espiritismo, había quedado casi postrado por un ataque de
apoplejía. Sin embargo, caminaba con ayuda, pero no hablaba. Oré por él y
comenzó a articular palabras. No obstante un día, la mamá de mi amigo, quien
era una señora extremadamente católica, me escuchó cantar unos himnos
cristianos y se disgustó conmigo. Mi reclamó, que si yo quería vivir allí, no podía
alabar a Cristo. Yo le respondí:-“Agradezco todo lo que han hecho por mí, pero
yo no puedo dejar de adorar y glorificar a mi Señor, porque es necesario
obedecer a Dios, antes que a los hombres”- Dije esto y mi esposa me apoyó.
Continuamos alabando a Dios y la señora, mi dijo:-“Entonces, desocupen lo más
pronto posible mi casa”-
Me fui preparando para salir de los
Teques, pensando en que en realidad no teníamos donde ir; sin embargo, teníamos
la promesa de la hermana Rosario (la misma que supuestamente iba a ungir al
presidente Chávez, enviada por Dios), de una parcela, donde podría construir mi
casa.
El amigo Simón, me invitó a visitar su
casa, construida en la parte montañosa de San Antonio de los Altos. Un ambiente
campestre y muy sano. Mi amigo, me ofreció construirme una casa con madera, tal
como la que él poseía, para que yo habitara con mi familia allí. Agradecí su
ofrecimiento solidario, pero le dije:-“Gracias, pero debo viajar a Barinas como
misionero del Señor”- En otra oportunidad, me encontré con unos compañeros y
amigos del Movimiento Quinta República (MVR), de Hugo Chávez, quienes estaban
en la campaña para la elección de alcaldes y concejales. Me ofrecieron la
candidatura a la alcaldía del Municipio Los Salias, del estado Miranda, pero la
rechacé, porque me iba como misionero a Barinas. El compañero que ocupó mi
lugar como candidato, ganó con un amplio margen la Alcaldía de ese
municipio. Hasta el día de hoy, no me arrepiento de haber declinado todas
aquellas ofertas de mis amigos, porque Dios me estaba llamando a Barinas y yo
tenía que obedecer. Si me tocara volver a hacer lo mismo, lo haría. Aunque
fuera a padecer, como lo hice en Barinas, por causa de mi Señor.
Un día, antes de salir para Barinas, tuve
un sueño con las hermanas Rosario y Enriqueta y el esposo de la hermana
Rosario. En el sueño, Rosario me daba una poncherita, una talla y jabón azul,
porque me hedían los pies. Luego, me entregaba una carta donde me decía: “Hemos
terminado en el amor de Cristo”. En el sueño aparecían también su esposo y la
hermana Enriqueta, quienes se burlaban de mí. Yo entendí en el Espíritu, que no
me iban a dar ninguna parcela. Sin embargo, después de comunicarme con mi
hermana María por teléfono y contarle mí sueño, ésta insistió en que yo debía
viajar a Barinas, con mi esposa y mi hijo.
Salí a buscar dinero para viajar y tuve
que vender mi máquina electrónica, que me había costado cien mil bolívares (Bs.
100.000,oo), de aquellos días; mil quinientos bolívares de los de ahora. La
dirección regional del PCV, me ofreció ochenta mil bolívares (Bs. 80.000,oo);
mil bolívares de los de ahora, y los acepté. Encontré a un hermano apartado de
la fe, de nombre Antonio y éste me cobró cuarenta mil bolívares (Bs.
40.000,oo), por la mudanza. Antonio, por el camino, me contó la historia de su
“descarreamiento”.
Viajamos a Barinas sin el debido permiso
de mudanza otorgado por la alcaldía del municipio o el jefe civil. En cada
alcabala de la Guardia Nacional ,
yo levantaba mi mano al cielo y oraba; los guardias nos dejaban pasar con una
sonrisa en los labios. Antonio estaba muy sorprendido. Y fue relatándome por el
camino:
Me dijo que él había sido un pastor
cristiano evangélico. Un día, después de haberle servido al Señor en una
iglesia de Guanare, sintió deseos de tomar unas vacaciones y se fue para
Barquisimeto. Llegando al Terminal de Pasajeros, acababa de bajarse del
autobús, cuando una joven mujer lo señaló a unos policías y fue detenido
inmediatamente. Esposado y llevado a la Delegación de la Policía Técnica Judicial, fue
sometido a torturas, mientras él preguntaba a los funcionarios:-“¿Qué pasa?
¿Por qué estoy detenido? ¿Por qué me golpean?”- Como respuesta de los
funcionarios policiales, sólo recibía la siguiente orden brutal y despectiva:-“¡¡Cállate,
sádico!!”-
Antonio me dijo, que pasó quince días
sometido a los más crueles abusos por parte de los agentes policiales: jueces
en su propia opinión, quienes violaron sus más elementales derechos humanos,
incomunicándole e impidiéndole el derecho a la defensa, para intentar forjarle
un expediente, obteniendo la confesión bajo tortura. El hermano aseguró ser
inocente de toda acusación. Se le acusaba de haber abusado sexualmente de
aquella joven, quien le señaló en el Terminal.
Por tratarse de un pastor evangélico, la
prensa hizo de aquel suceso, todo un verdadero escándalo regional y nacional.
Antonio salió fotografiado por diarios regionales y nacionales, con el
siguiente titular: “DETENIDO PASTOR GOZÓN”; “PTJ INTERROGA A PASTOR VIOLADOR”.
Lo cierto es que Antonio oró para que la
verdad saliese a la luz. Cuando ya se disponían a encerrarlo en la Cárcel de Urubana, ocurrió
lo inesperado: la policía detuvo al verdadero violador. Se trataba de un hombre
cuyo parecido era idéntico al pastor Antonio; parecía su gemelo y fue detenido
“ infraganti”, mientras abusaba de una joven en Barquisimeto.
Antonio fue puesto en libertad, pero todo
el daño ocasionado por esta equivocación y lo reseñado por la prensa, le hizo
llenar de resentimiento y la vez, fue aborrecido por muchos hermanos y
hermanas, quienes nunca volvieron a confiar en él. Según Antonio, estaba más
que justificado, apartarse de Cristo, “porque él le había abandonado”. Lo le
expliqué que no compartía este criterio, por cuanto él se fue a Barquisimeto
abandonando el pastorado, sin haber pedido permiso al Señor. Satanás, había
preparado todo el plan, bajo la permisión de Dios, por la desobediencia
observada por el hermano Antonio.
Llegamos a la ciudad de Barinas, a la casa
de la hermana Isabel en la Avenida Cruz
Paredes, donde el Señor había dado el mensaje del 17 de febrero de 1999. Allí,
continué conversando con Antonio y oré por él, por su restauración en Cristo
Jesús.
MIS HERMANOS ME ABORRECIERON
Al llegar a Barinas, mi esposa, mi hijo
Moisés de 9 meses de edad y yo, fuimos instalados en un cuarto de la casa de la
hermana Isabel en la Cruz Paredes.
Allí permanecimos por varios días. Inmediatamente, comenzaron los rumores mal
intencionados en mi contra. El diablo estaba molesto conmigo y empezó a
levantarme calumnias a través de falsos hermanos, diciendo que yo usaba a mi
hijo Moisés, para pedir dinero, cuando en realidad toda la comida consumida en
esos días, la compré con la mitad del dinero que me quedó de la venta de mi
máquina electrónica. En este punto, tengo como testigos a Dios y a mi esposa.
Me retiré a un ayuno en la casa del
hermano José Gregorio, sobrino del profeta Samuel Méndez. Allí permanecimos
varios días, en el barrio “Mi Jardín” de Barinas. Ayuné por tres días, para que
el Señor me mostrase el verdadero propósito de mi viaje. En ese ayuno, se
presentó satanás a molestarme por una ventana de la casa y lo reprendí. En la
noche soñé, que el diablo me aparecía disfrazado de “nazareno”, con un traje
morado y su cuerpo cubierto de lepra. Me pedía que orara por él, intentando
contaminarme su lepra. Apareció también en el sueño, el hermano José Barreto y
yo le pedía me apoyara a reprender al diablo, pero el hermano se hacía él que
no me escuchaba. Luego, satanás me atacó e intentó privarme en el sueño y
desperté sudando.
Al tercer día del ayuno, Dios me habló a
través de Hechos Capítulo 7 y principalmente el versículo 51, cuando Esteban
antes de ser muerto a pedradas, le dijo a los fariseos: ¡Duros de cerviz, e
incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu
Santo; como vuestros padres, así también vosotros”.
Además, el Señor me mostró el propósito de
mi viaje a Barinas: yo era el pastor de aquel grupo de hermanos congregados en
“Renacer en Cristo”. Pero me dijo el Señor:-“No te aceptarán. Todos te
aborrecerán y se levantarán en tu contra, como hicieron con mi siervo Esteban.
Ellos te rechazan porque no entienden la Palabra de Dios y tropiezan. Ellos aborrecen
bautizarse en mi santo nombre”. Así me dijo el Señor y yo, fui preparado a
reunirles e informarles esto.
Era domingo, cuando reuní a todos los
hermanos en la congregación de la casa de la hermana Isabel. Les expliqué lo
que Dios me había dicho y me había mostrado. Ellos, casi todos, menos los
hermanos José Barreto y Samuel Méndez, se levantaron contra mí y comenzaron a
insultarme. Cuando quise leerles Hechos 7:51, como el Señor me había ordenado,
la hermana invidente dueña de la casa, Isabel, me ordenó callar y me dijo que
no podía leer la Palabra. Yo
la reprendí, pero como la mayoría la idolatraba, la hermana Rosario, la misma
que he mencionado en este testimonio, me llamó “DEMONIO DE SÓLO JESÚS”.
También, un falso hermano de nombre Marcos Hernández, me difamó, asegurando que
intenté agredir físicamente a la hermana Isabel. Este falso hermano me odiaba y
me odia, porque antes de salir de Caracas a Barinas, yo le había visto en un
sueño, completamente vestido de negro, al igual que otro falso pastor de nombre
José Luis; a ambos los conocí mediante revelación por sueños y no pertenecen a
Jesucristo. Pero volvamos al asunto del conflicto con la congregación. Es
decir: ellos, Rosario y la mayoría, estaban y están influenciados por la
doctrina diabólica de la trinidad, negando la deidad de NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO, incomprendiendo el bautismo bíblico en ese nombre sobre todo nombre
y permitiendo el modernismo, la apostasía y la doctrina del amor al dinero, en
las congregaciones.
Me echaron como a un perro de la
congregación y quedé en casa del falso hermano José Gregorio, quien también me
ordenó desocupar su casa, porque teníamos doctrinas distintas. Es decir, él
como la mayoría de evangélicos venezolanos, aborrecen el nombre del Señor
Jesucristo, y le rinden culto a un dios llamado “trinidad”, cuyo verdadero
nombre es satanás.
Un día, fui a orar a la casa del hermano
Samuel Méndez. A través de este hermano, Dios hablaba grandemente,
permitiéndome interpretar los mensajes en lenguas diversas. Luego de orar, llegó
la hermana Carmen (ya partió con el Señor) e informó que una joven señora
estaba vendiendo un rancho de zinc, en un sector denominado LOS CORRALITOS I,
más allá del Sector “Mi Jardín”. Inmediatamente, llegó la hermana Antonia,
quien nos informó que una señora estaba alquilando una casa en la Avenida
Agustín Codazzi, cerca del Aeropuerto. Como se trataba de dos
alternativas, pedí que oráramos para que fuese el Señor quien me guiara a tomar
una decisión.
Oramos y el Señor habló en lenguas
espirituales a través del hermano Samuel y me dijo, mientras yo interpretaba:
Hay una casa muy amplia y cómoda, en toda la Avenida Codazzi. Pero hay
también un rancho de zinc, rodeado de pantano y donde no tendrás comodidad;
allí es donde te quiero. Obedeciendo al Señor, esa misma noche me mudé con mi
esposa e hijo al rancho de “Los Corralitos I”, cuyo precio de CIENTO CINCUENTA
MIL BOLÍVARES, estuve pagando por espacio de varios meses, de lo obtenido de
mis trabajos como docente, en la Unidad
Educativa “Teniente Pedro Camejo” y en el “Instituto
Bachiller Elías Cordero Uzcátegui”, donde comencé ganando en el primero
DIECISEIS MIL BOLÍVARES MENSUALES y el segundo TREINTA Y OCHO MIL BOLÍVARES
MENSUALES. Si no hubiese obedecido a Dios, hubiera ganado como alcalde, QUINIENTOS
MIL BOLÍVARES MENSUALES, más los bonos; es decir, hubiese tenido un sueldo
altísimo, para esos años 1999-2003.
Esa noche, mi esposa, mi hijo y yo,
guiados por el Espíritu Santo, dormimos plácidamente en el rancho de zinc que
había comprado a plazo en el barrio “LOS CORRALITOS I” de Barinas; lugar
dominado por el hampa, el narcotráfico, los violadores, asesinos,
secuestradores y sicarios. No obstante, en la casa de la Avenida Codazzi , esa misma
noche, se introdujo una banda de delincuentes, quienes después de abusar
sexualmente de la dueña de la casa, procedieron a saquear la vivienda, robando
todos los enseres. Es decir: el Espíritu Santo, mostrando la misericordia de
Dios para mí y mi casa, nos había librado a mi esposa, mi bebé y a mí, de este
plan del maligno.
En este barrio, permanecimos varios meses.
Al lado de nuestro rancho de zinc, había una iglesia pastoreada exactamente por
el falso pastor José Luís, a quien había conocido en sueños en Caracas, antes
de mi primer viaje misionero a Barinas. Este hombre se me acercó un día y
avisado en sueños por el Espíritu Santo, le dije:-“No tengo el agrado de
conocerlo. No lo voy a llamar hermano. Yo soy bautizado en el Nombre del Señor
Jesucristo y usted pertenece a la trinidad. Así, que no tenemos nada que
hablar”.
Desde ese día, este pastor de las
tinieblas, se dedicó a despotricar de mí y de mis hermanos del ministerio, en
cada una de las reuniones que hacía. Yo solamente oraba, y un día, el vecino,
hermano miembro de esa congregación de nombre Pedro Carvajal, se acercó a mí e
hicimos una buena amistad.
Pedro Carvajal era oriundo de Colombia.
Aunque no sabía leer ni escribir, estaba lleno del amor de Cristo. Nunca nos
rechazó y oraba con nosotros y por nosotros. Tanto amor tenía por sus hermanos
y la Palabra
de Dios, que comprendió el mensaje de salvación y un día aceptó la restauración
y fue bautizado por el hermano José Barreto, en el Glorioso Nombre de Nuestro
Señor Jesucristo.
Pocos años después, luego de compartir con
nosotros: mi esposa y yo, además de hacer vínculos de amor y hermandad en la fe
con los hermanos del Ministerio Restauración de la Iglesia José Barreto y Samuel
Méndez (quien partió al cielo el 6 de junio del año 2008), el hermano Pedro
Carvajal enfermó del estómago; fue sometido a una delicada intervención
quirúrgica, pero falleció a los pocos meses, estando ahora en la presencia del
Señor.
Lo cierto, es que permanecí en ese barrio
“Los Corralitos I”, varios meses. Un día del mes de diciembre del año 1999, a finales de mes, mi
hijo Moisés, para entonces de un año y un mes de edad, fue contaminado de una
extraña bacteria y se hizo necesario trasladarlo a la ciudad de Caracas, al
Hospital Clínico Universitario. Eso ocurrió exactamente, pocos días después de
la vaguada de los días 15, 16 y 17 de diciembre de ese año 1999. Viajamos a
Caracas en avión, gracias a la generosa colaboración de mi hermana en Cristo
Milagros Hernández, quien es también mi prima.
Mi esposa y mi hijo se quedaron en Caracas
y yo regresé a Barinas, para continuar la obra misionera. No obstante, debo
relatar lo concerniente a la lluvia acontecida en el estado Vargas y Caracas,
en el mes de diciembre del año 1999.
Dos semanas antes de esta lluvia
descomunal de diciembre, en todo el estado Vargas, Caracas y el estado Miranda,
el Señor nos envió al hermano Samuel Méndez y a mí, a predicar en Caracas.
Recorrimos varios sitios públicos, incluyendo el Mercado Mersifrica de Coche. Cuando yo predicaba en
el Centro Comercial de Coche, el Señor me dio la siguiente palabra: “PRONTO
VENDRÁ UNA INUNDACIÓN, COMO NUNCA ANTES SE HABÍA VISTO EN ESTE PAÍS”.
Personalmente, quedé pensativo por estas palabras habladas a través de mí, por
el Espíritu Santo.
Luego de esta predicación en Caracas, el
hermano Samuel y yo, regresamos a Barinas. Otro día, en la casa del hermano
Samuel, el Señor volvió a hablarnos el viernes 13 de diciembre de 1999. El
Espíritu Santo habló claramente a través del hermano Samuel y me ordenó:-“DEBES
IR A CARACAS, DONDE VAS A VER ALGO TERRIBLE”.
Viajé la noche del 13 de diciembre y
amanecí en la capital de la República
Bolivariana de Venezuela, el sábado 14 de diciembre. El día
domingo 15, se efectuó el referendo para aprobar la Constitución de 1999.
Acudí a cumplir con mi deber cívico (fue una de las últimas elecciones donde
participé) y ese día domingo, comenzó a caer una llovizna que no paró hasta
tres días después.
Todavía hoy (mes de febrero del 2013), se
desconoce el número total de fallecidos y el monto de las pérdidas materiales.
No obstante, se sabe con precisión, que los muertos fueron varias decenas de
miles y miles los desaparecidos. La vaguada de Vargas, es solamente una muestra
de los futuros acontecimientos como parte de la ira de Dios a derramarse sobre
este planeta y este país idólatra, llamado República Bolivariana de Venezuela.
En mi opinión, la vaguada de Vargas, fue
la respuesta del Dios Todopoderoso, a un pueblo idólatra, practicante de la
santería, la hechicería, la brujería y el perverso catolicismo, perversidades
éstas comunes a toda Venezuela, la América
Latina y el mundo entero, pero en gran proliferación en el
estado Vargas por esos días, donde además se había incrementado el número de
sacrificios humanos realizados por las sectas satánicas predominantes en muchos
estados de Venezuela.
No obstante, también conocí muchos
testimonios del poder y la misericordia de Dios y otros de dolor. Dentro de los
primeros, está el caso de una joven madre, quien perdió su niño pequeño en
medio de la lluvia; este niño fue arrastrado por la enorme corriente. El abuelo
del niño, padre de la joven, se lanzó a la corriente en busca del niño y ambos,
fueron rescatados con vida, asidos de una cabilla, porque el Señor Dios los
libró de la muerte. Por cierto, que esta misma joven, fue poseída por un
demonio de esquizofrenia, el cual reprendí en el nombre todopoderoso del Señor
Jesucristo, quedando esta muchacha, libertada de la opresión del diablo.
Otro caso, bastante doloroso, fue el de un
niño a quien le di clase, de nombre Abraham, miembro de una familia cristiana
evangélica. Este niño, vivía con su papá, su mamá, dos hermanitas y otro
hermanito. La vaguada, destruyó su vivienda en el Sector “Carmen de Uria”,
pereciendo ahogada su madre, una hermanita y el otro hermano varón. Sin
embargo, Abraham, quien sobrevivió con su papá y una hermanita, guardó la fe en
el Señor Jesús.
Mi esposa y mi hijo, quedaron en Caracas.
Yo regresé a Barinas, para continuar la obra misionera. Aunque de día salía a
predicar la palabra de Dios, junto con los hermanos José Barreto y Samuel
Méndez ( *), de noche debía regresar al rancho de zinc, en “Los Corralitos I”,
donde tuve experiencias tremendas en lo espiritual.
Una de esas experiencias, fue con la bruja
de Corralito. Cada vez que llegaba a la casa, encontraba algo extraño: un nylon
atravesando la entrada de la puerta; una cruz de palma puesta a mi puerta.
Algún polvo blanco regado por los alrededores.
Comencé a orar y ayunar, para
contrarrestar cualquier plan del maligno para dañarme, y fue cuando Dios me
reveló que se trataba de una bruja.
Una madrugada, desperté con un tremendo
dolor en mi costado izquierdo. Pensé, se trataba de un cólico nefrítico, un
infarto o algo parecido. En realidad, se trataba de una bruja quien intentaba
abrir mi costado con sus manos parecidas a un cuchillo, con unas uñas muy
afiladas. Apenas podía moverme debido al dolor que aquel ataque satánico me
ocasionaba. Como pude, me acosté boca arriba, estiré mi mano derecha y toqué a
la bruja en el costado derecho, mientras le decía con voz entrecortada por el
dolor, “te reprendo en el nombre de Jesucristo”. La bruja, quien era muy alta y
delgada, de cabellera negra y abundante hasta la cintura, se prendió en fuego y
salió gritando del rancho; atravesó la pared de zinc y dejó ahumada dicha
pared, como cuando ocurre un incendio.
EL DEMONIO ROJO
A raíz de esta experiencia terrible, me
dediqué más activamente al ayuno y la oración. Una madrugada, a eso de las tres
de la madrugada, mientras oraba en el rancho, escuché a los perros ladrar y
aullar en los alrededores. Me asomé por un agujero de la puerta del rancho para
mirar hacia el exterior y observé a un hombre completamente rojo, quien
avanzaba por la calle de tierra. Lo observé desde el rancho detenidamente y
pude notar que no le veía cabeza por ningún lado. Salí entonces del rancho y le
grité: “¡¡SATANÁS. TE REPRENDO EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO”!! Inmediatamente,
aquel ser de las tinieblas desapareció.
LA “RATA INTELIGENTE”
Un día, comenzaron a desaparecerse mis
medias, fósforos y otros objetos pequeños, como pañuelos inclusive. Tuve
sospechas de que podía tratarse de algo espiritualmente diabólico. Persistí en
la oración y Dios me reveló que se trataba de una rata, pero de un animal
extrañamente inteligente.
Oré para buscar el raticida más apropiado
y cuando lo compré y comencé a usarlo, noté lo siguiente: por días no vi
rastros de alguna rata envenenada, pero si pude observar, una estela de baba y
especie de vómito cada noche. Insistí en la oración, para develar este
misterio.
Un día el Espíritu Santo, me guió a buscar
debajo de la cocinilla eléctrica de dos hornillas. Al levantarla, encontré
debajo, todas las medias extraviadas, los fósforos, un pañuelo y lo más
extraño, un paquete de “goma blanca”. La rata “inteligente” o diabólica, había
estado consumiendo los restos de alimentos envenenados y para contrarrestar el
veneno, consumía la goma blanca, la cual le hacía vomitar el veneno. Este
descubrimiento me dejó pasmado. Pedí respaldo a los hermanos, por esta
situación tan extraña y los hermanos José Barreto, Samuel Méndez y Roberto
Quintero, además de otros hermanos y hermanas, redoblaron la oración en mi
respaldo.
No obstante, una madrugada, me ocurrió
algo terrible. Mientras dormía, las patas de la cama se quebraron y en vista de
la hora, me acosté colocando el colchón en el piso, algo inclinado para evitar
cualquier ataque de la rata. Serían las dos de la madrugada aproximadamente,
cuando desperté ahogándome con un objeto introducido en mi garganta. Vi con
horror, que la rata estaba sobre mi rostro y su cola estaba introducida en mi
boca. Cuando intenté espantarla con mi mano derecha, el animal me orinó en la
boca. Escupí con unas náuseas tremendas. Me enjuagué la boca y hasta me
provoqué el vómito, pero el daño estaba hecho, como relataré en otra
oportunidad.
Por
esos días soñé, que una extraña epidemia había afectado a la población del
país. Se trataba de una enfermedad, la cual transformaba los órganos de las
personas, así como la piel, haciéndolos cristalinos; los órganos perdían su
colorido y pigmentación. Escuché la palabra “LEPTOPIROSIS”, relacionada con una
enfermedad transmitida por los roedores, especialmente las ratas y ratones,
quienes además pueden ser transmisores de la meningitis.
EL “HOMBRE DE HUMO”
Debido a tantos acontecimientos extraños y
la guerra espiritual en la que estaba metido contra el diablo, mis hermanos
decidieron respaldarme como he dicho, para el fortalecimiento y confirmación de
nuestro Ministerio Restauración de la Iglesia.
De esta manera, acordamos realizar una vigilia en el rancho
de Los Corralitos.
Una noche, efectivamente hicimos la
vigilia en el patio de tierra, a la entrada del rancho. Allí estuvimos orando
el hermano Samuel Méndez, el hermano José Barreto, el hermano Roberto Quintero
y mi persona. Cuando eran aproximadamente las doce de la noche, el hermano
Samuel se fue a acostar, mientras que José, Roberto y yo, continuamos la
vigilia. Unos minutos después, escuchamos una jauría de perros quienes ladraban
y perseguían a alguien. Cuando pasaron frente al rancho, el hermano José
Barreto y yo, quienes estábamos de frente a la calzada de tierra, dentro del
patio cercado de alambres del rancho, pudimos ver a quien perseguían los
perros: se trataba de un hombre parecido todo de humo, quien volaba sobre una
especie de plato, al estilo de un personaje de un largo metraje del “Hombre
Araña”, que sería exhibido en el cine unos años después. Al ver aquel extraño
ser, el cual se desplazaba a una altura aproximada de metro y medio sobre la
calzada, el hermano José Barreto y yo,
le reprendimos en el nombre de Jesucristo y éste demonio de la noche elevó su
vuelo, dejando atrás a los perros, quienes se detuvieron y regresaron por la
misma calzada, al lugar donde estaban acostados.
LOS HERMANOS SOLIDARIOS
No todo fue aborrecimiento y traición en
el estado Barinas. Aprovechando el dinero que obtuve al ser liquidado en el
Instituto Bachiller Elías Cordero Uzcátegui (IBECU), donde laboré por varios
meses, decidí transformar el rancho de zinc, en una casa de bloques, para lo
cual comencé a comprar el material de construcción respectivo: cemento,
bloques, cabillas, arena y láminas de zinc para techar. En eso gasté todo el
salario obtenido por mi trabajo. Me quedé sin dinero para pagar la mano de
obra.
El hermano José Barreto y yo, nos pusimos
a orar y ayunar para que Dios me enviara una respuesta. Un día, cuando nos
encontrábamos el hermano Barreto yo conversando, después del mediodía, llegaron
dos varones preguntando: -“¿DÓNDE HAY POR AQUÍ UNA NECESIDAD DE CONSTRUCCIÓN?-
Luego, agregaron: DIOS NOS ENVIÓ PARA ACÁ”.
Se trataba de los hermanos PEDRO GRATEROL
Y NEPTALÍ, ambos de la Iglesia Pentecostal
“JEHOVÁ JUSTICIA NUESTRA”, ubicada en el Barrio “El Cambio” de Barinas. El
hermano Pedro, es el pastor de esa Iglesia del Señor y el hermano Neptalí, un
fiel diácono y colaborador del Señor. Ellos, me construyeron la casita de
bloques de manera gratuita y como el hermano Barreto yo, quienes nos hicimos
sus ayudantes no teníamos para darles siquiera la comida, ellos traían
diariamente cuatro raciones, compartiendo con nosotros en el amor de Cristo.
Estos son los gestos de amor y solidaridad que saltan para vida eterna.
Luego de que los hermanos culminaron la
construcción, faltaba frisar las paredes, para poder pintar. Me fui a Caracas a
buscar CIENTO SETENTA MIL BOLÍVARES PRESTADOS y no los encontré.
A los días de estar en Caracas, y como
consecuencia de la rata que se había orinado en mi boca, me enfermé de meningitis
y me vi verdaderamente grave, pero esa es otra historia.
CAPÍTULO XV: LA MENINGITIS
Regresé a Caracas, procurando encontrar la
cantidad de dinero suficiente para frisar y pintar la casa. Estaba muy
contento, porque así podría volver con
mi esposa y mi hijo a la ciudad de Barinas y continuar la obra misionera. Antes
de referirme a la enfermedad de la meningitis, haré referencia a mi experiencia
como predicador en la Unidad Educativa
“Teniente Pedro Camejo”, el Instituto Bachiller Elías Cordero Uzcátegui, la
misma ciudad de Barinas y otros poblados del estado.
UNIDAD EDUCATIVA “TENIENTE
PEDRO CAMEJO”
Esa institución, fue la primera en darme
empleo, como docente en Castellano y Literatura y también una horas en
Geografía de Venezuela. La Unidad Educativa
“Teniente Pedro Camejo”, estaba ubicada para entonces, en la Avenida Industrial ,
de la ciudad de Barinas. Allí, su dueño y director, a pesar de practicar la
santería (era un cristiano evangélico apartado), me trató con mucho respeto y
consideración. Pude predicar con toda libertad el evangelio de Salvación en sus
aulas y muchos estudiantes recibieron a Jesucristo como su Señor y Salvador.
Además, el dueño, me dijo un día al saber que yo había citado a todos los
representantes de un octavo grado debido a su bajo rendimiento e
indisciplina:-“Está muy bien profesor; yo le apoyo. Hay que ponerle carácter a
esos muchachos”-
La reunión con los representantes fue un
poco tensa, porque al tratarse de un liceo privado, ellos no estaban
acostumbrados a este tipo de ética profesional en un docente. Dios me dio mucha
sabiduría al hablar; solamente se levantó en mi contra una representante, que
por ironía de la vida, era una docente. Ésta, trató de desmentirme en medio de
alumnos y representantes, pero su propio hijo me apoyó y dijo:-“Mamá, el
profesor tiene razón. Tu no puedes apoyar mi conducta equivocada”- y me dijo a
mí:-“Profesor, desde hoy prometo comportarme mejor y estudiar de verdad”- Su
madre la docente, al escuchar aquellas palabras, salió echando chispas de la
reunión, mientras le advirtió al muchacho:-“Cuando llegues a la casa, me la vas
a pagar”-
Producto de aquella reunión, ese curso de
octavo grado, mejoró notablemente. Su conducta pasó a ser la mejor del liceo;
cada uno de los muchachos y muchachas, obtuvo en mi materia una calificación
promedio entre 17 y 19 puntos. Aquellos estudiantes me tomaron mucho cariño y
aprecio y todos-sin excepción-, confesaron a Jesucristo como su Señor y
Salvador. Eso, fue lo más importante. Por su parte, los estudiantes del 7mo y
del 9no grados, así rindieron mucho y muy pocos de ellos, rechazaron el
evangelio de Jesucristo.
Como mi sueldo era muy poco allí, tuve que
renunciar para trabajar en el IBECU, donde ganaría el doble. Cuando me iba, el
dueño me llamó y me felicitó por mi excelente trabajo. Me dijo una frase que
nunca olvidaré:-“Profesor, usted me ha hecho pensar en mi posibilidad de
reconciliarme con el Señor Jesús”- Yo le dije, si quiere oro por usted y le
guío a hacerlo. El dueño del “Teniente Pedro Camejo” oró conmigo y sólo Dios
sabe que ha sido de su vida espiritual.
INSTITUTO BACHILLER “ELÍAS CORDERO
UZCÁTEGUI”
Recomendado por una hermana en Cristo, me
entrevisté con la profesora Francys, directora y propietaria del IBECU, ubicado
cerca de la Avenida Cruz
Paredes de Barinas. En ese liceo, alterné las aulas de clase con mi función
como coordinador del Instituto, responsable de la disciplina. Impartí clases en
Geografía, Historia de Venezuela, Geografía Económica y premilitar, con el
apoyo del Destacamento 14 de la Guardia
Nacional. También, organicé el primer Festival de Teatro
Estudiantil, donde participó la institución, quedando en tercer lugar entre 10
instituciones.
Las aulas del IBECU, se convirtieron
pronto en escenario de la Palabra
de Dios. En ese liceo, prediqué el evangelio a toda criatura y muchos
estudiantes y algunas profesoras y profesores, incluyendo a la propia profesora
Francys, recibieron a Jesucristo como su Señor y Salvador. En esa institución
conocí al colega y hermano en Cristo Enrique Noel Hidalgo siervo de la Iglesia Luz del Mundo, quien
fue de mucho apoyo en mi obra misionera allí.
Me retiré del IBECU, decepcionado por la
situación que viví en el Barrio Los Corralitos, cuando un grupo de delincuentes
aprovechando mi ausencia, ya que estaba en Caracas enfermo con un principio de
meningitis, saquearon mi casa y me robaron todos los pocos electrodomésticos y
utensilios que había podido adquirir. Me hice rebelde con Dios y no quería
volver a Barinas, pero el Señor me puso un sueño donde me ordenaba regresar a
esa institución, para darles un mensaje. Me decía en una visión: “Te amé y te
guardé”; pero yo, herido por la enfermedad grave que había padecido y el saqueo
de mi casa por el hampa, sentí que Dios me había abandonado.
En otro sueño, el Señor me arrastraba por
los cabellos y me introducía a una habitación para que orara y me decía: -“Allí
es donde te quiero”- En mi sueño oré al Señor y al salir de la habitación,
aparecí en el IBECU y una muchacha alumna de quinto año, de apellido Bastidas,
le decía a todos los muchachos:-“Aquí está el profesor Rubén, ha regresado. Él
tiene un mensaje de Dios para nosotros”.
Por voluntad de Dios regresé a Barinas y
al IBECU, donde fui recibido amablemente por la profesora Francys y todos los
muchachos y muchachas. Encontré a la alumna Bastidas, quien me dijo:-¿Cómo está
profesor Rubén?. Pensamos que se había ido. En seguida gritó:-“¡¡MUCHACHOS,
AQUÍ ESTÁ EL PROFESOR RUBÉN, TIENE UN MENSAJE DE DIOS PARA TODOS NOSOTROS!!”-
Inmediatamente recordé el sueño y le dije a la profesora Francys:-“Profesora,
Dios me envió a darles un mensaje. Pido permiso para formar a todos los
estudiantes con sus docentes, para predicarles la Palabra de Dios”- Así lo
hice y prediqué el mismo mensaje del sueño, por 2da de Pedro, Capítulo 3:-“EL
DÍA DEL SEÑOR VENDRÁ COMO LADRÓN EN LA
NOCHE ; EN EL CUAL LOS CIELOS PASARÁN CON GRANDE ESTRUENDO, Y
LOS ELEMENTOS ARDIENDO SERÁN DESHECHOS, Y LA
TIERRA Y LAS OBRAS QUE EN ELLA HAY SERAN
QUEMADAS…” Oré para que todos recibieran a Cristo y la mayoría lo hizo. Además,
Dios me dio profecía y una advertencia para ellos, que no circundaran las
avenidas de Barinas, después de la caída de la tarde, porque la maldad se había
multiplicado y la delincuencia había comenzado a acechar en las calles y
avenidas de la ciudad. Pocos días después, un estudiante de quinto año de esa
institución, fue asesinado por un delincuente, cuando se desplazaba con su
novia por la avenida Cruz Paredes, a la altura de la plazoleta.
PRINCIPIO DE MENINGITIS
Regresé a Caracas a finales del año 2000,
con el fin de obtener el dinero suficiente para frisar la casa y pintarla, como
he dicho en varias oportunidades. Mi intención, era no volver más a Caracas y
dedicarme a la obra misionera en Barinas, en todo Venezuela y el Mundo.
No encontré quien me prestara el dinero.
Un día me informaron que un primo mío, hermano de Milagros Hernández, había
sido detenido por una confusión. Mi pidieron que me encargara del caso y estuve
trabajando como abogado para lograr su libertad. Cuando tenía todo preparado
para su defensa, sentí un tremendo dolor de cabeza; a su vez, todo bombillo o
foco de luz me perturbaba y me encandilaba al extremo.
Sólo faltaba la audiencia del reo, para
absolverlo de culpa y no pude asistir, porque ese día caí en cama. De esta
manera, dejé de ganarme cuatrocientos mil bolívares, que me servían para el
propósito que me había traído a Caracas. Me vi obligado a acostarme con un
fuerte dolor de cabeza, en el apartamento de mi hermana Carmen. Como permanecía
acostado allí, mi hermana se enojó y comenzó a correrme; me pidió que me
largara de allí. En ese momento, sonó el teléfono local del apartamento. La
llamada era para mí:-La hermana Carolina me informaba, que mi casa había sido
saqueada-
Al día siguiente, viendo mi malestar, mi
hermana María Teresa se compadeció de mi y me dio algo de dinero, para que
fuese al médico. Acudí al Consultorio Médico “José María Vargas” de Alta Vista,
donde el doctor Jesús Orlando Ramírez, me diagnosticó una sinusitis complicada,
con principio de meningitis. Al hacerme varias placas, se detectó un punto de
pus en mi cerebro, por lo que me fueron suministradas 40 dosis de amikacina de
500, para poder hacer retroceder la infección. De lo contrario, moriría
irremediablemente; no obstante, Dios obró de nuevo y la meningitis cedió,
aunque me quedó una lentitud para coordinar mis pensamientos, la cual antes de
esa enfermedad, no tenía.
EN LAS CALLES DE
BARINAS
Una vez que regresé a la ciudad de
Barinas, comencé a predicar la palabra en las calles. En las cercanías del
hospital “Rafael Rangel”, me dediqué a entregar folletos por muchos días. Todos
los días entregaba entre 100 y 200 folletos y Dios me reponía el dinero. Así,
me dediqué por más de quince días a recorrer las calles y barrios de la ciudad,
entregando folletos y predicando el evangelio a toda criatura.
OTROS PUEBLOS DE
BARINAS
Junto con los hermanos José Barreto y
Samuel Méndez, predicamos en los siguientes pueblos de Barinas: Canaguá,
Obispos, Calderas, Barinitas, Pueblo Llano, Barrancas, entre otros. En dichas
poblaciones, muchas almas recibieron a Cristo como Señor y Salvador. Asimismo,
muchos fueron bautizados en el glorioso nombre del Señor Jesucristo.
Volví a Barinas, pero ya no quería habitar
en aquella casita que había sido saqueada por el hampa. Por eso, busqué algún
hermano cristiano que me cuidara esta pequeña propiedad. A través del hermano
Enrique Noel Hidalgo, conocí a un hermano colombiano de nombre Jorge Tami,
quien pertenecía a la Iglesia
de la “Sana Doctrina”. Este varón se comprometió a vivir en mi casa y buscar un
comprador. Su pago sería, recibir una parte del dinero obtenido de la venta.
Pero este varón, no era recto delante de Dios. Un día lo encontré por la Plaza del Estudiante de
Barinas vendiendo ídolos (estatuas de José Gregorio Hernández, María y otros supuestos
santos de la Iglesia Católica ).
Con razón, Tami siempre que me saludaba me llamaba “varón”, mientras yo le
decía “hermano”. En realidad, Tami nunca fue mi hermano en Cristo, sino un
religioso oportunista, quien pretendía quedarse con mi casa. Esto, me obligó a
venderla de manera apresurada, a otro estafador, hermano de un policía de
Barinas, quien sólo me pagó parte del precio acordado, del cual le di una parte
a Jorge Tami, quien terminó enojado conmigo, porque pretendía le diera la mitad
del dinero, cuando en realidad yo había perdido con aquel negocio. Estas
traiciones y situaciones permanentes de perfidia por parte de los supuestos
cristianos y el pueblo de Barinas, me hicieron pensar en no regresar nunca más
a aquel estado, donde Dios me envió.
CAPÍTULO XVI: ENTRE CARACAS Y
BARINAS
A raíz del saqueo de mi casa, me sentí
desamparado por Dios, como he dicho. Aunque regresé a Barinas, preferí vivir en
Caracas y predicar de paso en el estado llanero.
El año 2001 y parte del 2002, lo pasé
viajando de Caracas a Barinas y de Barinas a Caracas. Durante ese tiempo, me
dediqué a predicar la palabra en ambas ciudades. Fueron los años del “Radio
Caset Cristiano”, Ministerio Radiofónico al Servicio de Dios, en el Nombre de Jesucristo”,
con predicaciones y música cristiana grabadas en cintas, como ensayo para las
futuras predicaciones radiales, como en efecto ocurriría años después.
COLUMNA DE
FUEGO
En Caracas, en el Barrio Cochecito donde
vivía mi tía Pilar Aguilar de Hernández, su esposo Luciano Hernández y mis
primos con sus familias, conocí a los hermanos del Ministerio “Columna de
Fuego”, Iglesia Misionera Pentecostal, con congregaciones en Apure, Barinas,
Anzoátegui y la República
de Colombia. En una casa del barrio, funcionaba la Iglesia pastoreada por el
hermano Luis García, junto con el misionero hermano Félix Calderón, hoy pastor
de Columna de Fuego, en Elorza, estado Apure.
Desde la Iglesia que estaba en la
casa del hermano Luis García, éste hermano, Félix Calderón, el hermano José
Barreto quien venía a apoyarnos desde Barinas y yo, salíamos a predicar por
todos los barrios de la Parroquia Coche.
Muchos hombres, mujeres, ancianos, ancianas, adolescentes, niños y niñas,
recibieron a CRISTO como Señor y Salvador a través de nosotros, pero como decía
el pastor Luis García: “NADIE SE CONVERTÍA”. Era lamentable la situación. Años
después, yo fundaría una iglesia en este barrio, pero esa es otra historia.
DIOS
HABLÓ EN FORMA AUDIBLE
El hermano Barreto vino a Caracas, para
efectuar un ayuno de diez días. Los hermanos Luis García, Félix Calderón, mi
esposa Mirna y mi persona, estuvimos respaldándole en oración. Por esos días,
yo vivía con mi esposa y mi pequeño hijo Moisés en el centro de Caracas.
A los pocos días de estar ayunando, el
hermano José Barreto sintió un malestar y el hermano Félix Calderón y yo,
fuimos a buscarle y le llevamos al apartamento donde yo vivía, sitio en el que
regularmente hacíamos vigilias. Cuando comenzamos a orar por el hermano José,
el hermano Félix comenzó a hablar en lenguas y yo comencé a interpretar. No
obstante, de pronto, mi garganta fue oprimida, al igual que la del hermano
Félix y entonces dejamos de hablar, para que se escuchara aquella voz que vino
del cielo y le dijo al hermano José Barreto:-“TE LLEVARÉ A LUGARES Y PAÍSES QUE
NO CONOCES. LE PREDICARÁS A REYES”. Nosotros, el hermano José Barreto, el
hermano Félix Calderón y yo, oímos aquella voz. Mi esposa, quien se encontraba
en la cocina preparando algo para el hermano que había salido del ayuno,
también escuchó la voz, pero ella pensó que se trataba de otro hermano, quien
había venido a visitarnos.
LAS CAMPAÑAS DE
CARACAS
Producto de nuestras oraciones y ayunos, Dios
nos ordenó como Ministerio Restauración de la Iglesia , llevar a cabo
campañas evangelísticas antes del 11 de abril del 2002. Esas campañas fueron
realizadas en los siguientes barrios: El Guarataro, barrios de Petare, San
Agustín, barrio Macayapa de los Frailes, barrio Nuevo Día de la Carretera Vieja
de la Guaira ,
entre otros. En dichos barrios, Dios advirtió a la población, de que vendría un
golpe de estado contra el presidente Hugo Chávez, pero que no participaran en
saqueos, sino que recibieran a Cristo y guardaran la fe. No obstante, es
conveniente referirnos a cada una de estas visitas evangelísticas, para
destacar los aspectos más resaltantes del obrar del Señor Jesús.
EL GUARATARO
La primera visita a “El Guarataro”, estuvo
caracterizada por un comienzo extraño: se inició con la entrega de folletos en
la calle de entrada y un delincuente usado por satanás, rompió el folleto y nos
agredió verbalmente. Cuando llegó al extremo de la amenaza, tuvimos que
reprenderle los demonios en el nombre del Señor Jesucristo. Subimos muchas
escaleras y callejones, hasta llegar a una casa muy arriba en el cerro, donde
habitaba una ancianita, la cual tenía en su hogar un altar dedicado a los
ídolos de la brujería y la santería, como “Guaicaipuro”, el malandro “Ismael”,
y muchos otros demonios como Eleguá, Changó, “Santa Bárbara”, entre su corte
infernal.
La ancianita me dijo:-“La gente por aquí
dice que yo soy bruja. No sé porqué será”- Yo le dije:-“Desde hoy la llamarán
la ancianita de Jesucristo”- Seguidamente, la guié a recibir a Cristo como su
Señor y Salvador.
Al bajar de aquel cerro, comenzamos a
predicar a viva voz por los callejones y escaleras del barrio: muchas familias,
al oir la predicación, salieron de sus casas y el Señor hablando a través de
los hermanos Samuel Méndez, José Barreto y yo, les dio este mensaje: “PRONTO
VIENE UN GOLPE DE ESTADO CONTRA EL GOBIERNO DEL PRESIDENTE HUGO CHÁVEZ; NO
VAYAN A SALIR A LAS CALLES A SAQUEAR. DEBEN RECIBIR A JESUCRISTO COMO SU SEÑOR
Y SALVADOR”.
Las multitudes se pusieron de rodillas:
padres y madres de familia con sus hijos y los habitantes de muchos hogares, se
arrodillaron para entregar sus corazones a Cristo. Este mensaje se repetiría en
la campaña realizada en los diez barrios visitados, durante ese período
anterior al golpe de abril 11 del 2002.
Al llegar a la salida de “El Guarataro”,
ocurrieron dos cosas: primeramente, dos hombres peleaban machete en mano y uno
de los espectadores nos gritó:-“¡¡VAMOS EVANGÉLICOS, INTERVENGAN PARA QUE NO SE
MATEN!!”- Cuando ya me disponía a interponerme entre los dos hombres para que
no se matasen, escuché claramente la voz del Espíritu Santo que me dijo:-“NO LO
HAGAS”-, de esta forma, continuamos nuestro camino. No obstante, ya a la
entrada del barrio, ocurrió la otra cosa importante: ME ENCONTRÉ CON EFRAÍN
RODRÍGUEZ, AQUEL ADOLESCENTE QUE AÑOS ATRÁS ME HABÍA AMENAZADO EN EL AULA DE
CLASES. CONVERSÉ CON ÉL; LE PREDIQUÉ Y EFRAÍN ESE DÍA RECIBIÓ A JESUCRISTO COMO
SU SEÑOR Y SALVADOR.
EL BARRIO
“MACAYAPA”
Antes de entrar a esta peligrosa comunidad
de los “Frailes de Catia”, oramos y ayunamos como siempre. El Espíritu Santo
nos dijo mediante el don de lenguas e interpretación: “PREDICARÁN EN ESE LUGAR,
PERO DEBEN SALIR ANTES DE LAS SEIS DE LA TARDE , PORQUE A LA SEIS , COMENZARÁ UN TIROTEO”.
Llegamos a Macayapa, a eso de las 10
mañana. Bordeamos el barrio a través de un caminito o atajo enmontado. Cuando
salimos a una explanada, encontramos alrededor de unos cuarenta hombres, casi
todos sin camisa, jugando una partida de dominó y consumiendo cervezas.
Inmediatamente, comenzamos a predicarles el evangelio y estos hombres se
burlaron de nosotros y hasta nos amenazaron. Nos disponíamos prácticamente a
desistir de nuestro esfuerzo evangelizador, cuando sorpresivamente, por la
misma trocha por donde habíamos llegado los predicadores, entró a la explanada
un grupo de policías metropolitanos con los revólveres en mano, mientras el oficial
que les comandaba, gritaba:-¡¡QUIETOS TODOS, MANOS ARRIBA!! ¡¡TAMBIÉN LOS
EVANGÉLICOS!!-
Al escuchar las palabras del oficial de la
policía, respondí inmediatamente, guiado por el Espíritu Santo:-“OFICIAL, YO SÉ
QUE USTEDES SON LA AUTORIDAD ,
PERO EL QUE NOS MANDÓ A NOSOTROS A PREDICAR EL EVANGELIO, ES MAYOR AUTORIDAD
QUE USTED. POR LO TANTO, LE PIDO QUE HAGAN SU OPERATIVO SIN TOCARNOS A NOSOTROS
LOS CRISTIANOS Y DESPUÉS DE QUE USTEDES TERMINEN, NOSOTROS PREDICAREMOS EL
EVANGELIO”-
El oficial accedió y buscaron
minuciosamente, requisando a aquellos hombres, uno por uno, mientras los
policías aseguraban:-“SI ENCONTRAMOS AUNQUE SEA UN TABAQUITO DE MARIHUANA,
HASTA LOS EVANGÉLICOS VAN A PAGAR”. Sin embargo, la requisa terminó sin
novedad.
Al retirarse los funcionarios policiales,
aquellos hombres pidieron aceptar a Jesucristo como su Señor y Salvador. El
primero en recibir al Señor, fue aquel quien se había comportado de manera más
agresiva con nosotros. Cuando bajamos las escaleras del plan, algunas amas de
casa, salieron de sus hogares para decirnos:-“ESOS SON PUROS MALANDROS; QUE
CRISTIANOS NADA”- Les respondí:-“PERO ELLOS RECIBIERON A JESUCRISTO COMO SU
SEÑOR Y SALVADOR, LO QUE USTEDES NO HAN HECHO. EL SEÑOR VINO A BUSCAR, LO QUE
SE HABÍA PERDIDO”-
Apresuramos el paso, porque el Señor nos
había advertido que saliéramos de aquel barrio antes de las seis de la tarde,
porque a esa hora se iniciaría un tiroteo en el lugar. Cuando llegamos a la
salida del barrio, eran las seis de la tarde y entonces, escuchamos el tiroteo
en aquel sector. Nuevamente Dios, nos había dado señal, para mostrar que estaba
con nosotros, en aquella campaña, ordenada por él mismo.
DIOS ME ENVÍA A BUSCAR A LINA
RON
Los primeros días de enero del 2002, me
ocurrió un incidente en un microbús en Caracas. Yo viajaba de pie, y una
pasajera me ofendió de manera terrible, en un clima de violencia social
anterior al golpe de estado del 11 de abril. La pasajera, quien iba sentada, me
dijo:-“Quita tu trasero de mi cara; hiedes a Lina Ron”- Ante esta agresión, yo
me molesté y le dije:-“Eres una cochina; olerás podrido en el infierno.
Seguramente eres una adeca reprimida”-
Mi respuesta a este ser perverso, no fue
la mejor. Fallé como cristiano, porque no podemos pagar mal con mal (Romanos
12:17). Le pedí perdón al Señor, por haber tratado ofensivamente a quien me
ofendió y el Señor me recordó la palabra escrita en Romanos 8,28: “Y sabemos
que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los
que conforme a su propósito son llamados”.
Volví a la ciudad de Barinas y allí me
reuní con los hermanos José Barreto y Samuel Méndez, para orar y pedirle
dirección al Señor, respecto a este incidente. El Señor me habló mediante el
don de lenguas e interpretación, diciéndome el Espíritu claramente: “Quiero que
vayas a Caracas y busques a Lina Ron, el día 23 de enero, porque ella es mi
escogida”. El Espíritu me recordó un sueño que yo había tenido en la prisión en
el año 1981, donde una dictadura sangrienta encabezada por la Guardia Nacional , había
implantado el terror en Venezuela. En ese sueño, yo ví en aquel año, a Lina Ron
(22 años antes de conocerla personalmente), en una cárcel clandestina de una
dictadura militar; estaba encadenada en una cueva. Sometida a torturas y
vejaciones. En el sueño, un gobierno popular había sido derribado y la iglesia
católica había implantado junto con los militares, una terrible dictadura, con
campos de exterminio, miles y miles de asesinados y desaparecidos.
Por fin, el 23 de enero del 2002, a primeras horas de
la mañana, me encontré en Caracas, buscando a Lina Ron. Me dirigí con los
hermanos José Barreto y Samuel Méndez, a la parroquia “23 de enero”, intentando
localizar a la dirigente revolucionaria
y cumplir así con la misión que Dios nos había encomendado.
Los revolucionarios seguidores del
presidente Hugo Chávez, vestidos con sus franelas y gorras rojas, comenzaron a
abuchearnos, cuando le predicamos la palabra. La multitud fue creciendo y ante
el rechazo de la palabra de Dios por parte de los revolucionarios, preferimos
dirigirnos a las estaciones del sistema Metro. Dentro de este medio de
transporte subterráneo, iniciamos la predicación al pueblo “chavista”, que se
dirigía a la Avenida Bolívar ,
donde ese día hablaría el líder máximo de la revolución bolivariana y
socialista, comandante Hugo Rafael Chávez Frías.
En un primer momento, los seguidores del
proceso revolucionario nos rechazaron nuevamente y no nos dejaban hablar. Pero
el Señor, quien me había enviado a predicarle a los socialistas, por haber sido
yo un revolucionario socialista, me iluminó con el Espíritu Santo en ese
momento y me dio palabras sabias, para hablarle a esta multitud de luchadores
sociales. Entonces, alcé mi voz y les dije:-“USTEDES DEBEN ESCUCHARME: EL
COMANDANTE HUGO CHÁVEZ CREE EN JESUCRISTO Y CUANDO EL MUERA, VA IR AL CIELO.
¿USTEDES SE VAN A PERDER? ¿USTEDES VAN A IR AL INFIERNO? TODOS USTEDES DEBERÍAN
CREER EN EL SEÑOR JESUCRISTO, PARA ENTRAR TAMBIÉN AL REINO DE LOS CIELOS”-
Después de estas palabras, invité a la
muchedumbre de hombres, mujeres, jóvenes, adolescentes, niños y niñas
seguidores de Hugo Chávez, a recibir a Jesucristo como su Señor y Salvador. Le
pedía a los varones quitarse las gorras en reverencia al Señor. De esta manera,
entramos a muchos vagones repletos de revolucionarios y éstos, confesaron al
unísono al Señor como su salvador. Nos sentimos gozosos de toda esta labor
realizada; sin embargo, no habíamos encontrado a Lina Ron, el verdadero
objetivo de nuestra misión.
No fue sino hasta las seis de la tarde de
ese día, 23 de enero del 2002, cuando nos dirigimos a la llamada “esquina
caliente”, adyacente a la Avenida Urdaneta
de Caracas, donde encontramos a Lina Ron, rodeada de unos 48 militantes de su
Partido “Unión Popular Venezolana”(UPV). Me identifiqué como un pastor
cristiano evangélico. Pedí hablar con ella personalmente. Lina me recibió y me
preguntó:-“¿Qué tiene Dios para mí?”. Le expliqué que estábamos orando en la
ciudad de Barinas y Dios me había enviado a buscarla, para que ella aceptara y
recibiera a Jesucristo en su corazón, como su Señor y Salvador. Lina aceptó
orar conmigo; ella y sus 48 compañeros y compañeras, hicieron la confesión de
fe. Lina Ron lloró lágrimas sinceras. Yo le conté el sueño que había tenido con
ella, 22 años atrás y que al haber confesado al Señor Jesucristo, el la había
librado de ese momento que viviría Venezuela. Entonces Lina me dijo:-“Yo sé que
los evangélicos van a ser perseguidos en este país. Pero si Dios me da poder,
yo voy a ayudar a los evangélicos”.
La última vez que vi a Lina Ron, fue en
una entrevista realizada por una televisora del Estado y sus últimas palabras
grabadas en ese programa, fueron las siguientes:-“CUANDO LE SIRVO AL PUEBLO, LE
ESTOY SIRVIENDO A CRISTO”-
Esta dirigente popular fue detenida y
llevada a la Dirección
de Inteligencia Militar, acusada de atacar las instalaciones del canal “Globovisión”. Oré por ella y volví a
buscarla, pero esta vez no pude hablar con ella. El 5 de marzo del año 2011,
Lina falleció en Caracas, de un infarto al miocardio. Por fe, creo firmemente,
que Lina Ron está en el paraíso con el Señor, aguardando la redención de todos
los escogidos.
ALGUNOS TESTIMONIOS
FINALES DE ESTOS DÍAS
Este Capítulo Final, intenta recoger un
resumen de algunas experiencias extraordinarias o simplemente necesarias de ser
consideradas, por cuanto afectaron mi vida espiritual y de alguna manera han
generado en mí una nueva expectativa para asumir el reto final de guardar la
fe, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.
DESDE “RADIO CASET CRISTIANO”, HASTA
“UNA HORA CON JESUCRISTO”
A partir del año 1997, luego de salir por
voluntad de Dios de la Iglesia Evangélica
Nacional, para fundar el Ministerio Restauración de la Iglesia , el Espíritu Santo
me inquietó y comencé a orar por un ministerio radiofónico, de transmisión del
mensaje del evangelio masivamente. De esta manera, inicié los años de oración
pidiéndole al Señor, me diera una emisora para difundir la Palabra de Dios.
Como actividad preparatoria, Dios me
permitió grabar junto con hermanos como José Barreto, Samuel Méndez (+),
Gilberto Gómez y Ramón Andrade, EL RADIO CASET CRISTIANO, MINISTERIO
RADIOFÓNICO AL SERVICIO DE DIOS, EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO. Este primer
intento radiofónico, nos permitió a la vez de entrenarnos para los programas
radiales, mantenernos en la difusión del evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
Se alcanzó a producir 4 programas por caset, con cientos de copias cada uno de
ellos.
Nueve años después, en septiembre del
2006, obtuve el Certificado de Productor Nacional Independiente y luego de orar
a Dios, di inicio al Programa Radial “UNA HORA CON JESUCRISTO”, a través de la Emisora Cristiana
ONDAS DE LIBERTAD, 89.3 FM. Luego, a partir del año 2008, este programa se
difundió también por RADIO CRISTIANA EMAUS 102.9 FM; RADIO “Alí Primera”, 95.6
FM y RADIO SENDEROS DE ANTÍMANO 88.5 FM, donde el programa “UNA HORA CON
JESUCRISTO”, fue difundido hasta el mes de julio del 2010. El Programa Radial,
contaba con las siguientes secciones:
1.
LA
PRESENTACIÓN Y
ORACIÓN DE ENTRADA.
2.
LAS PAUTAS MUSICALES.
3.
EL INVITADO DEL DÍA.
4.
LA PALABRA
DEL DÍA.
5.
Y LAS REFLEXIONES ACERCA DEL TIEMPO DEL
FIN.
Cada programa radial difundido a través de
las emisoras “Radio Cristiana Emaús” y “Senderos de Antímano”, fueron grabados
en formato mp3 y distribuidas miles de copias a nivel nacional y varios países
del mundo, incluyendo los Estados Unidos de Norteamérica.
Hoy en día, a pesar de que el programa ya
no está al aire, sigo difundiendo cientos de copias con la finalidad de
expandir el mensaje de salvación.
Por los días del mes de del año, tuve un
extraño sueño: me encontraba en una especie de casa blanca muy grande, donde
muchos hermanos cristianos compartíamos una fiesta. Yo me encontraba en un
pasillo, cuando vi pasar al hermano José Barreto, vestido de blanco, con una
especie de batola blanquísima, como estábamos vestidos todos. De pronto, detrás
de él, apareció satanás siguiéndole, disfrazado como “ángel de luz”, también
vestido de blanco, con la intención de atacarle por la espalda. Yo levanté mi
mano derecha al cielo y dije:-“Señor, que el hermano Barreto se dé cuenta que
el diablo quiere atacarle”. Sin embargo, en mi sueño, satanás se apresuró y
tomó al hermano por el cuello. El hermano volteó y golpeó al diablo en el ojo
derecho y este cayó en una silla de plástico. El demonio se levantó de la silla
para atacar, pero el hermano Barreto, le propinó un gancho en el ojo izquierdo
y el diablo quedó desmayado sentado sobre la silla. Entonces escuché voces que
decían:-“¡¡NOQUEARON AL DIABLO, NOQUEARON AL DIABLO!!”. Me acerqué para ver que
había ocurrido y vi a satanás noqueado con un parcho de pintura rojo en un ojo
y un parcho de pintura negra en el otro ojo. Me desperté del sueño, preguntándome
que significaría todo aquello. Comencé a orar, para que Dios me revelara el
significado de aquel sueño.
Por esos días, yo me desplazaba entre las
ciudades de Caracas y Barinas. Un día, cuando me encontraba en Barinas, Dios me
inquietó para que escribiera un folleto contra la Bestia 666, lo cual obedecí
inmediatamente. Dicho folleto tenía como título o encabezamiento el siguiente:
“JOVEN DILE NO A LA BESTIA
666: RECIBE A JESUCRISTO COMO TU SEÑOR Y SALVADOR”.
Redactado el folleto, lo llevé a una tipografía
de la ciudad llanera. El linotipista tardó quince días completos para imprimir
el folleto; siempre le daba largas al asunto, a pesar de estar cancelado el
valor de la impresión. Molesto, me dirigí a la imprenta y exigí me entregaran
el folleto y después de media hora, ya lo tenía empaquetado. Le dije al
linotipista, por su actitud de desidia y desinterés por imprimir el folleto
ordenado por el Señor: NO TIENES LA BENDICIÓN
DE DIOS.
Después de haber recibido el folleto, oramos
en la casa del hermano Samuel Méndez, él, el hermano Barreto y yo. El Espíritu
Santo a través del don de lenguas e interpretación, nos habló al hermano José
Barreto y a mí, y nos dijo: -“QUIERO QUE COMPREN DOS ATOMIZADORES DE PINTURA:
UNO NEGRO Y EL OTRO ROJO; LUEGO, LES DARÉ INSTRUCCIONES”.
Sorprendido por aquel mensaje del Señor,
obedecimos y compramos los atomizadores, con gran curiosidad por saber cuál era
el propósito de Dios, al darnos aquella instrucción tan extraña para nosotros.
Entre tanto, yo seguía preguntándole al Señor, cuál sería el significado del
extraño sueño, donde el hermano Barreto noqueaba al diablo.
Al día siguiente, siendo ya de noche, nos
reunimos el hermano Samuel Méndez, el hermano José Barreto y este servidor.
Eran aproximadamente las nueve de la noche del día 2 de abril del dos mil,
cuando orando, el Espíritu Santo nos dijo a través del don de lenguas e
interpretación: “SIERVOS JOSÉ Y RUBÉN: ANTES DE CONOCERME, USTEDES FUERON
MILITANTES DE LA IZQUIERDA
REVOLUCIONARIA Y PINTABAN LAS PAREDES CON ATOMIZADORES.
AHORA, QUIERO QUE PINTEN LAS PAREDES PARA MÍ. VAN A SALIR A LAS 11 DE LA
NOCHE POR LAS CALLES DE BARINAS Y PINTARÁN
EN LAS PAREDES, LAS SIGUIENTES CONSIGNAS: CONTRA LA BESTIA 666, RECIBE A
JESUCRISTO COMO TU SEÑOR Y SALVADOR; JOVEN DILE NO A LA BESTIA : RECIBE A JESUCRISTO
COMO TU SEÑOR Y SALVADOR”.
Llegada las once de la noche, el hermano
José Barreto y yo salimos a pintar las paredes con los atomizadores rojo y
negro, obedeciendo las instrucciones dadas por el Señor. Cuando pasamos frente
a un gran muro blanco, nos detuvimos para pintarlo. El hermano Barreto, comenzó
a escribir la consigna, cuando de pronto, al final de la manzana, surgiendo de
una esquina, apareció un camioncito blanco en miniatura, más pequeño que un
escritorio de escuela. El vehículo se aproximó a nosotros lentamente y se
detuvo en medio de la calle, entre el hermano quien estaba en una acera y yo,
que me encontraba en la acera del frente, con mi mano en alto orando para
protección de aquella operación de Dios.
Al detenerse el camioncito, bajó de él un
hombre en miniatura vestido completamente de blanco; el hombrecillo (un demonio
pequeño), miraba asombrado lo escrito por el hermano. Le reprendí gritándole:
¡¡SATANÁS TE REPRENDO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO!! Aquel ser infernal,
se montó en el extraño vehículo y partió del lugar a toda velocidad. Yo le dije
al hermano Barreto lo ocurrido, pero el hermano no volteó en ningún momento;
continuó obedientemente escribiendo el mensaje ordenado por Dios. Entonces yo
le dije: EL HOMBRECITO VESTIDO DE BLANCO, VA A VOLVER.
No había terminado de hablar, cuando
observé al final de la manzana, doblando por la esquina, aquel mismo camioncito
tripulado por el diminuto demonio vestido de blanco, seguido de una enorme
gandola blanca parecido a una enorme cava refrigeradora. El vehículo
gigantesco, venía conducido por un hombre rubio vestido de blanco y a su
derecha, también vestida de blanco, una mujer rubia con el cabello trenzado al
estilo clinejas. El enorme camión blanco se detuvo en medio de la calle y el
hombre vestido de blanco, al observar lo escrito en la enorme pared, comenzó a
gritar: ¡¡SI, YO SOY EL DIABLO!! UN DÍA VOY A TOMAR EL PODER MUNDIAL Y VOY A
CORTARLE LA CABEZA A
TODOS LOS EVANGÉLICOS!!
Al escuchar las amenazas de satanás, le
grité: -¡¡CÁLLATE DIABLO MENTIROSO, TE REPRENDO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR
JESUCRISTO!! El diablo comenzó entonces a insultarnos con todo tipo de palabras
obscenas, pero clamé la sangre de Cristo y le ordené retirarse.
El camión se retiró, junto con el otro
camioncito blanco. El hermano Barreto y yo continuamos pintando las paredes
conforme al santo mandato del Señor Dios. No obstante, yo sabía que el maligno
y sus demonios, continuaban siguiéndonos por la ciudad. Al llegar al Mercado de
la Carolina ,
nos disponíamos a pintar la última consigna, pero los atomizadores se habían
acabado. Sin embargo vi al camión blanco escondido en una esquina y a la mujer
demonio del cabello de clinejas, observándonos oculta y volví a reprenderles en
el nombre todopoderoso de Jesucristo; entonces, huyeron.
Al volver a la casa del hermano Samuel
Méndez y antes de acostarnos, aproximadamente a la una de la madrugada, oré al
Señor, para que me mostrara lo que había ocurrido; de que se trataba todo
aquello. Entonces tuve un sueño, donde el hermano Barreto y yo caminábamos por
las calles de Barinas pintando las paredes y desde el aire nos seguían satanás
y sus legiones infernales. Ordenaba a sus demonios bajar a tierra, para evitar
pintáramos las consignas. Yo los reprendía y entonces, el propio diablo bajaba
a tierra, pero también lo reprendía y no podía evitar que cumpliéramos con la
orden dada por nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Cuando desperté de aquel sueño, lo había
comprendido: EL SUEÑO DONDE EL DIABLO HABÍA SIDO NOQUEADO, SE HABÍA CUMPLIDO;
LAS RUEDAS O PARCHOS ROJOS Y NEGROS EN LOS OJOS DEL DEMONIO NOQUEADO, ERAN LAS
CONSIGNAS PINTADAS CON ATOMIZADORES.
Al otro día, nos enteramos que en el CLUB
ÍTALO-AMERICANO de Barinas, se iba a presentar una miniteca denominada la
bestia 666; además de las pintas realizadas, repartimos los folletos dirigidos
a los jóvenes y adolescentes advirtiéndoles sobre esta trampa del infierno y el
espectáculo fracasó. ESTE HECHO, DEL FRACASO DE AQUEL ESPECTÁCULO DEMONÍACO,
FUE UNA VICTORIA CONTUNDENTE DEL SEÑOR JESUCRISTO, SOBRE EL DIABLO EN LA
CIUDAD DE BARINAS. El hermano José Barreto
y yo, fuimos dos testigos de Jesucristo, dos soldados del Señor, usados como
instrumentos para esta victoria. ¡¡GLORIA ETERNA A CRISTO JESÚS, SEÑOR
NUESTRO!!
EL 12 DE
AGOSTO DEL 2010
Ese día, me dirigía a la ciudad de Barinas
en un expreso del mismo nombre. El autobús se accidentó a la altura del Campo
de Carabobo, lugar donde se efectuó la batalla de Carabobo el 24 de junio de
1821, dando lugar a nuestra independencia con respecto a España. En realidad,
yo me sentía mal con el Señor. Estaba en una actitud de rebeldía ante Dios, por
considerar que mi ministerio era un fracaso y nunca se expandía.
De manera sobrenatural, bajé del autobús
accidentado y me acerqué a conversar con dos jóvenes santeros, quienes
tripulaban un vehículo “Ford Fiesta”. Cuando me di cuenta, ya estaba a bordo
del vehículo, rumbo a la vía de Tinaquillo, donde los sujetos me ordenaron
bajar del automóvil, mientras les advertía: SI ME HACEN BIEN, DIOS LES VA A
BENDECIR; PERO SI ME HACEN MAL, DIOS LES VA A CASTIGAR: PORQUE HAY UN CIELO Y
UN INFIERNO. Los sujetos insistieron en bajarme del vehículo, mientras me
decían: TE VAMOS A ATRACAR Y TE VAMOS A MATAR. Yo les respondí: SI EL SEÑOR
JESUCRISTO LO PERMITE, USTEDES PODRÁN MATARME.
Los dos jóvenes santeros, delincuentes,
dispararon contra mí, pero la pistola se les engatilló. Aproveché para huir,
porque escuché una voz que me dijo: -“¡¡ESCAPA!!” Los individuos me
persiguieron y volvieron a alcanzarme. El que fungía de chofer le quitó la
pistola al otro, me la puso en la espalda y le dijo a su compañero de fechoría:
A ESTE SE LE DA ASÍ. Apretó el gatillo y la pistola no disparó. Volví a
escaparme, pero me agarraron, me golpearon y me robaron todas las pertenencias,
incluyendo la Biblia.
Luego supe, estos jóvenes fueron detenidos
y estaban en la cárcel de Tocuyito, Estado Carabobo. Cuando me disponía ir a
visitarles para perdonarles y predicarle el evangelio, me enteré de que habían
sido muertos en la prisión.
Hasta aquí llega mi testimonio. Ahora,
estoy escribiendo los COMENTARIOS BÍBLICOS, como estudio concordado de toda la BIBLIA , para la salvación
de las almas y la restauración de la
Iglesia de Jesucristo, en este tiempo de principios de
dolores y de comienzos del fin, CUANDO ESTÁ PRÓXIMA A MANIFESTARSE LA BESTIA APOCALÍPTICA
666, EN MEDIO DE UNA TENEBROSA APOSTASÍA ECUMÉNICA Y UN PAPA JESUITA, PARA LA PRONTA APARICIÓN DE NUESTRO
GRAN DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO. A ÉL SEA LA GLORIA DESDE AHORA, HASTA EL
DÍA DE LA ETERNIDAD.
Rubén
Gómez. Caracas, 27 de marzo de 2013.
Como ustedes han podido leer, mi testimonio es bastante nutrido de experiencias en Cristo. Ya en el año 2005, mi familia y yo, fuimos víctimas de un grupo de bandoleros en la ciudad de Barinas. Ellos, guíados por su padre satanás, estaban molestos porque yo predicaba a toda criatura el evangelio de salvación. Un día del mes de julio de ese año, saquearon mi casa y me amenazaron de muerte con mi grupo familiar, ante la mirada complaciente de las autoridades, quienes nunca me prestaron apoyo. Oré al Señor pidiendo justicia y de los quince forajidos que saquearon mi casa y me obligaron a desplazarme con mi grupo familiar, han perecido 12; ninguno de ellos se ha convertido a Cristo, demostrando que no son de Dios. Los delincuentes habían entregado mi casa, a un supuesto hermano de nombre Rafael Méndez. Este hombre falleció hace varios meses, dejando una viuda y dos hijos. Siempre oro por ellos, para que Dios tenga misericordia de ellos. Jesucristo tiene preparada para mí, mi esposa y mis hijos, una mansión en el cielo: lo creo de todo corazón. Siempre recuerdo que el Señor Jesucristo no tuvo donde recostar su cabeza. ¡¡GLORIA A DIOS, BENDIGO A JESUCRISTO!! ¡¡BENDIGO A ISRAEL DESDE LO MÁS PROFUNDO DE MIS ENTRAÑAS!!
Pastor Rubén Gómez
Caracas, 17 de agosto del año 2013
(2)
Cuando fui a cobrar el dinero de mi
suplencia, angustiado por no tener dinero ni para el pasaje (ese día me
encontraba sediento y hambriento), mi dinero había sido pagado de manera muy
extraña (delincuencia organizada adeca), a un estafador, con la complicidad de
los trabajadores del Banco Mercantil.
CAPÍTULO XII: YA PERTENEZCO A CRISTO
Es increíble, todo lo que viví, para poder aceptar a Cristo. Por esos
días del primer amor, no regresé inmediatamente a la Misión Evangélica Nacional,
Iglesia Evangélica Nacional ubicada en la Calle Principal de Altavista,
dirigida por el pastor José Adalberto Betancourt. Me dediqué a “buscar” por mi
cuenta y no tenía Biblia, sino un ejemplar del Nuevo Testamento versión Reina
Valera de 1960, que me había sido obsequiado por los Gedeones Internacionales.
Aunque intenté seguir adelante a mi manera, Cristo me había alcanzado para
llenarme con su Santo Espíritu y definitivamente, me rendí a la voluntad de
Dios.
En este capítulo, voy a relatar todas las experiencias sobrenaturales
más significativas acontecidas en estos últimos 18 años, como testimonio de la
presencia del Señor Jesucristo en mi vida.
EL SUEÑO CON MI FUTURA
ESPOSA
Como todo hombre del mundo, con el transcurrir de los años me hice
mujeriego, alcohólico y machista. Por esa razón, me costó mucho rendirme al
Señor y apartarme del pecado. En una oportunidad oré a Dios pidiéndole me diera
una esposa, para dejar de andar por ahí “enamorando” a toda joven que se me
cruzara en mi camino. Ya tenía 35 años de edad y había desperdiciado mis
mejores años sin decidirme verdaderamente por Cristo.
Después de orar, una noche de agosto de 1995, soñé con una linda
muchacha de tez blanca y cabello castaño claro, cuyo rostro no podía distinguir
claramente. Ella me decía en el sueño: “Yo soy cristiana evangélica y soy tu
novia”.
El 14 de septiembre de 1995, me encontraba visitando a una amiga de
nombre Carmen Perdomo, quien a la fecha de escribir este testimonio, ya partió
con Cristo. Ese día, vi entrar a la joven del sueño y le pregunté a mi amiga
Carmen: -“¿Quién es esa joven? ¿Ella es cristiana evangélica?”- Mi amiga me
contestó:-“no sé si es cristiana, me parece que sí. Ella estudia con mi hermana
Nancy; pero, pregúntale tú”-.
Carmen me presentó a la muchacha y yo, de manera decidida le pregunté:
-“¿Eres tú cristiana evangélica?”- Ella me respondió:-“sí, yo soy cristiana
evangélica para la Gloria
de Dios”- Entonces, le conté mi sueño, la petición que había hecho al Señor y afirmé
mirándola a los ojos:-“Entonces tú eres mi novia”- Aunque ella se sorprendió
con mi tajante afirmación, al mes me dio el sí, nos hicimos novios y nos
casamos el 27 de mayo del año 1998. Actualmente Mirna Marcela Mena Santos y yo,
tenemos dos hijos: Moisés Elías Gómez Mena y Elías Moisés Gómez Mena.
No obstante, en esos primeros días de mi conversión, me ocurrieron tres cosas
que debo destacar por su trascendencia espiritual en mi vida:
1- En los días de septiembre de 1995, me
dediqué a reprender demonios en el nombre de Jehová de Sabao. Me sentía
contento y poderoso, porque los demonios salían de las gentes y huían. Un día
mi amiga y hermana en Cristo Regina Cahuan, me invitó a la Iglesia Pentecostal
de las Acacias, para que escuchase la Palabra de Dios, entonces el predicador, el
pastor Samuel Orson, dijo desde el púlpito:-“Por ahí anda un hermano en forma
desordenada. Se la pasa reprendiendo demonios, pero no quiere congregarse ni
sujetarse en el Señor. Hermano, quien quiera que seas, así te dice el Señor:
ordena tu vida y ten cuidado porque con las cosas espirituales, no se juega”-
Aquel mensaje definitivamente, era para mí. Al salir de la Iglesia, le pregunté a la
hermana Regina:-“¿Por qué le contaste al pastor lo que yo estoy haciendo?”-
Ella me respondió contundentemente:-“Yo no le dije nada al pastor Samuel Orson.
Te habló el Espíritu Santo”-.
La respuesta de Regina, me llevó a reflexionar y comencé con mi novia
Mirna, a congregarme en la sede de la Iglesia Pentecostal
Dios es Amor, en la Avenida San
Martín, en Caracas.
2-
Por esos días, empecé a hablarle de Cristo a mi mejor amigo José Barreto. Él,
en las primeras de cambio, se sorprendió mucho por mi conversión y hasta
intentó resistirse. Pero esa noche, después de haber recibido mis palabras
retadoras:-“Tú eres escogido de Dios y el Señor tratará contigo”-, José Barreto
tuvo una experiencia con el Espíritu Santo y a los pocos días, comenzó a
congregarse en la Iglesia Evangélica
Nacional, donde verdaderamente yo había recibido a Cristo. Viendo a mi hermano
Barreto congregarse allí, mi novia y yo, nos hicimos miembros de aquella
congregación.
3- En los días de diciembre de 1995,
cuando apenas tenía tres meses en el Señor, se realizó la fiesta de navidad en
el liceo privado donde trabajaba “UNIDAD EDUCATIVA DE ADULTOS CENTRO DOCENTE”,
ubicada para entonces en la parroquia San Juan, cerca de la Estación de “EL METRO” de
Capuchinos. Dentro del grupo de tres propietarios de esa institución, se
encontraba el profesor Felipe Romero, antiguo amigo y conocido del hermano José
Barreto, quien me recomendó para trabajar allí (actualmente, Felipe Romero es
mi hermano en Cristo y pastor de una congregación en la ciudad de Maracay). Lo
cierto, es que en esa fiesta, me ofrecieron un vasito de vino y lo tomé. Esto
me produjo una crisis espiritual, porque sentí haber traicionado al Señor.
Llegué a la casa de mi amiga Carmen Perdomo, donde se encontraba de visita mi
novia y les conté lo acontecido, derramando lágrimas. Ellas oraron por mí y
Dios me restauró. Sentí un enorme alivio después de aquella oración.
EL ENDEMONIADO DE LA AVENIDA SUCRE
Tenía apenas unos tres meses en el evangelio, cuando una noche de un
viernes me desplazaba por la Avenida Sucre
de Catia, a la altura de “El Caribe”. De pronto observé a un extraño sujeto
quien venía detrás de mí. Este hombre, estaba vestido con un flux gris a rayas,
corbata y usaba un maletín tipo ejecutivo. Lo extraño de él, era su estilo de
caminar; se desplazaba como danzando. Parecía como si fuese un hombre elástico.
Me detuve para mirarlo y detrás de él, en el aire venía una nube oscura y
tenebrosa. De pronto, la nube bajó y entró en el sujeto. Éste, endemoniado
inmediatamente, comenzó a despojarse de toda la ropa y quedó solamente en
prenda interior. Sus ojos se hicieron completamente blancos y dirigiéndose a
mí, me dijo: “JOVEN, SOMOS LEGIÓN Y TE VAMOS A DESTRUIR”.
Como yo me sentía avergonzado de ser cristiano y no quería dar
testimonio público de Jesucristo, llevaba la Biblia escondida debajo de mi axila derecha. El
endemoniado la emprendió en mi contra y comenzó a perseguirme por la avenida.
Cuando pasé al frente de un buhonero amigo mío, éste me preguntó:-“Rubén, ¿Qué
sucede?”. Yo, ocultando la
Biblia aún más, le contesté:-“Este es un loco que la agarró
conmigo”. La verdad era otra. Este hombre en realidad era un brujo, un
instrumento de satanás. Pensé: “Si le reprendo, la gente va a saber que soy
cristiano evangélico y se van a burlar de mí”. Preferí correr y escapar del
lugar.
El endemoniado me siguió hasta la entrada de Altavista, a la altura del
Bar “Los Pinos”. Después se devolvió por la acera de la avenida. Cuando inicié
la subida de la calle principal de Altavista, a la altura de la fábrica “OVEJITA”,
el Señor me habló claramente:-“TE HAS AVERGONZADO DE MÍ”- Dolido en mi corazón,
le dije:-“Señor perdóname”- Me devolví entonces a buscar al endemoniado para
reprenderlo y lo encontré rodeado de una multitud de personas, a quienes les
adivinaba el futuro, mediante la lectura de un cigarrillo. Los guardias
nacionales, cuyo comando quedaba allí cerca (hoy es la sede de la Policía Nacional), habían
obligado al hombre a ponerse los pantalones y la camiseta. Lo demás,
posiblemente, se lo habían hurtado en medio de la multitud. Me acerqué hasta él
y le dije con toda autoridad y con voz potente: ¡¡SATANÁS, TE REPRENDO EN EL
NOMBRE DE JESUCRISTO!! El sujeto cayó desmayado y los guardias, en medio del
asombro de todos, lo llevaron cargado al comando. Yo, me retiré del lugar,
satisfecho por haber cumplido la voluntad del Señor.
LA ENDEMONIADA DE
LA AVENIDA LECUNA
Después de esta experiencia pública de reprender demonios, Dios volvió a
probarme. Fue una mañana de un día martes, noviembre de 1995. Me desplazaba por
la Avenida Lecuna
en un microbús, cuando vi a un amigo mío muy querido de nombre Lisandro Pérez,
quien años después sería Jefe Civil de la Parroquia 23 de Enero. Me bajé del microbús para
saludarle y a la vez, darle testimonio de mi conversión a Cristo. Cuando me
acerqué a mi amigo y lo saludé con un abrazo, se acercó un joven y me
preguntó:-“Señor, ¿Usted es cristiano evangélico?”- Le respondí:-“Sí. Soy
cristiano para la gloria de Dios”- No terminaba de responder a la pregunta de
éste desconocido, cuando se me acercó otro joven y me preguntó:-“Señor, ¿Usted
es cristiano evangélico?”- También a éste otro le respondí:-“Sí, soy cristiano
evangélico para la Gloria
de Dios”- Seguidamente les pregunté:-“ Pero, ¿por qué ustedes quieren
saberlo?”- Uno de ellos, mirando hacia el este de la avenida, me dijo:-“Porque
Dios le tiene una prueba. Mire hacia allá”- Miré hacia donde me indicaba el
hermano y vi a una joven endemoniada que se aproximaba por el medio de la
avenida. Mientras la gente se aglomeraba para perturbarla, ésta, empujaba a los
hombres y los arrojaba al pavimento; levantaba en vilo a la gente y la dejaba
caer.
Uno de los hermanos me dijo:-“Yo soy de la Iglesia “Dios es Amor” y
estoy en ayuno”- El otro, afirmó ser de otra congregación cristiana que no
recuerdo y me dijo:-“Yo también estoy en ayuno”- Les expliqué a ambos, yo no
estoy en ayuno, pero creo en el Señor Jesucristo. Inmediatamente, nos acercamos
a reprender a la endemoniada. El primer hermano se acercó y la endemoniada le
destrozó el rostro con sus enormes uñas y se apartó del lugar, ensangrentado.
El segundo hermano, intentó reprender a la endemoniada, pero también fue herido
y huyó del lugar. Quedé yo y le dije al Señor:-“Yo no estoy en ayuno, pero creo
en tu nombre, CRISTO JESÚS”- Me apresuré a reprenderle el demonio a la joven y
ésta me atacó con sus enormes uñas; sin embargo, no pudo tocarme porque el
SEÑOR JESÚS, me puso una especie de coraza protectora invisible al frente. Al
verme protegido, clamé la sangre de Cristo que tiene poder y puse mi mano sobre
la cabeza de aquella endemoniada. Inmediatamente, comenzaron a salir de ella
los demonios. Se trataba de una legión y cada uno de ellos al salir, atravesaba
mi mano como si fueran cuchillos, produciéndome dolor, hasta que fueron
expulsados todos y quedó solamente uno, el cual el Espíritu Santo me reveló,
que sólo salía con ayuno. El Espíritu Santo habló en mí y le dijo a la
endemoniada:-“Anda a la Plaza
que llaman “Santa Teresa”. Allí se encuentran dos varones predicadores, quienes
están en ayuno. Ellos te echarán fuera en el nombre del Señor Jesús.”- Dicho
esto, la endemoniada se levantó del pavimento, donde seguía postrada de
rodillas ante el Señor y yo me apresuré a llegar hasta la mencionada plaza,
para cerciorarme de que era el Espíritu quien había hablado, porque apenas
estaba creciendo en la fe. Llegué a la plaza y efectivamente, dos varones se
encontraban predicando la
Palabra de Dios. Me acerqué a ellos y les pregunté:-“Dios les
bendiga hermanos. Yo sé que esto es entre Dios y nosotros. Pero, ¿están ustedes
en ayuno?”- Ellos me respondieron, -“si hermano, ¿por qué?”- Entonces les
expliqué lo que había ocurrido con la endemoniada y como el Espíritu Santo a
través de mí, la había enviado a ellos, porque el último demonio que quedaba en
ella, sólo salía con ayuno y oración. Los hermanos, llenos de gozo
dijeron:-“Gloria a Dios” y yo seguí mi camino, seguro de que el resto de la
instrucción se cumpliría como había dicho el Señor.
LA REALIDAD VIRTUAL
EN LA PANADERÍA
“EL CARIBE”
Posterior a esos días, entré a la antigua Panadería “El Caribe”,- ya
inexistente para la fecha de escribir el presente testimonio-, para obsequiar a
mi novia Mirna con un cachito de jamón y un jugo. Cuando me dirigí a la cajera,
me percaté de que detrás de ella, sonaba en un radio reproductor, un antiguo
bolero de los años 50. De pronto, el bolero salió de la radio y entró a la
joven, quien comenzó a cantarlo con voz de hombre haciendo gestos sensuales
dedicados a mí, mientras se abría el escote de su blusa. Observé a mi novia,
para preguntarle qué opinaba de aquello, cuando me di cuenta de la realidad: mi
novia y toda la gente presente en la panadería estaba como hipnotizada;
permanecían bajo un espíritu de estupor, paralizados como en una película de
terror. Al darme cuenta de aquella diabólica situación, comprendí que satanás
estaba mostrando su poder y me estaba retando. Lo reprendí con voz firme,
segura y contundente:-“SATANÁS, ¡¡TE REPRENDO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO!!”-
Inmediatamente, el bolero salió de la joven cajera y volvió a la radio,
mientras ésta preguntó:-“¿Qué pasó? Me siento extraña”- Así, mi novia y toda la
gente, volvieron en sí y cada uno preguntaba acerca de lo ocurrido. Yo les
expliqué, que satanás había tomado aquel lugar por unos instantes, pero que al
invocar el nombre TODOPODEROSO DE JESUCRISTO, todo había vuelto a la
normalidad. Luego hice una oración por todos ellos y mi novia y yo, salimos de
aquel lugar. Años después, el Señor me reveló que tal como ocurrió en aquella
panadería, así será el estado de estupor en los habitantes del mundo, en los
días del gobierno mundial de la
Bestia 666.
MERYS DEL
CARMEN ZAPATA
Antes de continuar relatando el testimonio de mi conversión, quiero
referirme a una joven de 19 años de edad para los días de febrero de 1994, de
nombre Merys del Carmen Zapata, oriunda de Colombia. Merys marcó mi vida, por
su testimonio. Fue mi alumna en la Unidad
Educativa de Adultos “Centro Docente”. Ella era cristiana
evangélica y se congregaba en la Iglesia
Evangélica Emmanuel, ubicada para entonces en las adyacencias
del extinto “Nuevo Circo” y habitaba en el Barrio “Hornos de Cal” en San
Agustín.
Merys me predicaba la palabra de Dios y siempre me decía:-“Usted,
profesor, es un escogido de Dios. Yo estoy orando por Usted, para que sea
salvo”- Las palabras de la joven, poco me importaban y desde entonces, el
diablo puso en mi corazón, desprecio por ella. Un día, mientras me desplazaba
en un autobús de la antigua ruta San Ruperto, vi a la joven sentada en unos
asientos delante de mí; iba acompañada de otras jóvenes cristianas. Merys
cantaba y sonreía con un gozo y una alegría pocas veces visto en una joven de
su edad. Al bajarse del autobús, volteó hacia mí y me dijo:-“Profesor Dios le
bendiga. Cristo le ama”- Mi corazón no arrepentido me hizo sentir que ella era
una fanática religiosa y un día ocurrió el siguiente incidente:
Había yo aplicado una prueba de Lengua y Literatura (Castellano), del
semestre 11. Todos mis alumnos entregaron sus pruebas y cuando verifiqué la
entrega de las mismas, para proceder a corregirlas, faltaba la prueba de Merys
del Carmen Zapata. Revisé una y otra vez, y la prueba no aparecía. Ella me aseguraba:
-“Profesor, yo la entregué. Yo no puedo mentir; soy cristiana evangélica”- No
obstante, por mi dureza de corazón, no le creí y dije:-“si no aparece tu
prueba, te quedarás sin nota”- Ella me respondió:-“Bueno profesor, yo no voy a
discutir por eso. Dios es justo y sabe que no miento”.
Por esos días, yo vivía en una habitación compartida con mi amigo Pedro
Barreto, hermano de José Barreto, mi mejor amigo, en la pensión de la señora
Benita, cerca de la Avenida Victoria.
Le conté a Pedro lo acontecido con la muchacha y él me dijo:-“Busca con
cuidado, es posible que no hayas revisado bien y la prueba esté allí”- Cuando
me disponía a buscar, apareció la prueba de Merys del Carmen Zapata; era la
segunda de aquel montón de pruebas de los diversos semestres. Quedé sorprendido
por aquel hecho. “¿Cómo es posible que no había visto la prueba, si estaba casi
de primera?”. Se la mostré a Pedro y él mismo se asombró, porque me había
ayudado a buscarla y no aparecía.
Una vez aparecida la prueba de Merys, comencé a preparar la hoja de
calificaciones. Cuando llegué al nombre de ella e iba a insertar su nota,
cometí un error y debí comenzar de nuevo, porque la hoja de calificaciones no
podía llevar enmienda. Lo intenté una y otra vez, pero me equivocaba y debía comenzar
de nuevo. Opté por dejar la nota de Merys para insertarla de última; así lo
hice y terminé satisfactoriamente cuando eran aproximadamente las dos de la
madrugada, había insertado ¡al fin!, la nota de la joven.
A la mañana siguiente, un día sábado, llegué al liceo y le conté al
profesor Felipe Romero, todo lo acontecido con esta joven. Él, entre extrañado
y conmovido, me escuchó en silencio. Cuando culminé de relatarle lo sucedido,
me preguntó:-“¿Ya leíste la cartelera de información del liceo?”- Salí al
pasillo de la Unidad Educativa,
revisé la cartelera y ví aquel recorte de prensa, con el siguiente titular:
“MUERTA MAESTRA DE PREESCOLAR DE UN TIRO EN EL COSTADO”. Más abajo, en el lid
de la información, se precisaba: “La joven Merys del Carmen Zapata, había
salido del culto en la Iglesia Evangélica
Emmanuel y quedó atrapada en una balacera, en las cercanías de su casa, en el
Barrio Hornos de Cal”.
Esa noticia me estremeció. Sentí un gran dolor en mi corazón por la
forma como había tratado a aquella muchacha. Durante la noche, no pude dormir,
llorando lágrimas de amargura. Aún cuando han transcurrido 19 años de aquella
partida, el recuerdo de MERYS DEL CARMEN ZAPATA me reconforta, porque entonces
supe que su alma está en el Paraíso en la presencia del SEÑOR JESUCRISTO.
En los días de su fallecimiento, hablé con una joven dominicana, alumna
mía y la mejor amiga de Merys. Le pedí me informara acerca de su familia, para
ir a mostrarle mis respetos y condolencia. La respuesta de aquella joven me
sorprendió aún más:-“NO SE PREOCUPE PROFESOR. MERYS ERA UNA MUCHACHA ODIADA POR
SU FAMILIA. ELLOS, SU MAMÁ, SU PAPÁ, SUS HERMANOS, SON CATÓLICOS EXTREMOS Y LA ODIABAN POR HABERSE CONVERTIDO
AL EVANGELIO. PARA ELLOS, MERYS DEL CARMEN, ERA COMO UN PERRO QUE ENTERRARON”.
RUBÉN GÓMEZ, EN EL
PRIMER AMOR
Comencé a predicar el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, donde
quiera que iba. Noviembre y diciembre de 1995, fueron meses de gran animación y
evangelización, para mí. Durante esos sesenta días de hablarle de Cristo a
niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianas y ancianos,
aproximadamente unas cien almas recibieron y confesaron conmigo a Cristo como
su Señor y Salvador.
Nuestra congregación de la Iglesia
Evangélica Nacional, tenía para esa fecha, algo más de cien
miembros. Muchos habían llegado allí, por las campañas de evangelización que
realizábamos mi hermano José Barreto y yo. Predicábamos en todo Altavista, en
el Barrio San Isidro, donde me había criado. Predicábamos en los microbuses, en
las estaciones de El Metro de Caracas; predicábamos en las calles y avenidas.
Poco a poco, por mis oraciones y testimonio, mis familiares se fueron
convirtiendo al Señor Jesucristo, en cumplimiento de esa promesa grandiosa,
escrita en Hechos 16, 31: “CREE EN EL SEÑOR JESUCRISTO Y SERÁS SALVO TÚ Y TU
CASA”. Se convirtieron en este orden al Señor: mi hermana María Gómez, mi
sobrino Carlos Daniel Pérez, mi hermana Carmen Gómez, mi hermano Gilberto Gómez
y mi madre María del Valle, viuda de Gómez.
Luego de la conversión de mis hermanas María y Carmen, ya contábamos con
un pequeño grupo misionero para llevar el evangelio a los rincones del país. Se
incorporaron al equipo de predicación el hermano José Alcides y el hermano Luís
Corales. Por esos días, el Señor comenzó a hablarnos sobre una misión
evangélica formada por siete hijos e hijas de Dios. Por fe, mis hermanos
mencionados, incluyendo José Barreto, creímos que éramos nosotros. En ayuno y
oración, pedimos confirmación a Dios y unos misioneros de Estados Unidos,
llegaron al país y hablaron en la Iglesia Pentecostal
de las Acacias, diciendo: “Dios ha escuchado la oración de un remanente de
siervos venezolanos y ha constituido una misión evangelizadora, para Venezuela
y el Mundo.
LA MISIÓN EVANGÉLICA A YARACUY
Convencido de que Dios estaba llamando a
conformar una misión evangelizadora para Venezuela y las naciones, intensifiqué
la oración, el ayuno y la lectura de la Palabra de Dios. Sentí en el Espíritu, orar en
comunión con los hermanos José Barreto, José Alcides, Luis Corales, María
Gómez, Carmen Gómez y Carlos Daniel Pérez, todos miembros de la Iglesia Evangélica
Nacional.
A mediados del año 1996, el Señor me
inquietó acerca de la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles; o mejor
dicho, los Hechos del Espíritu Santo. Fue entonces, cuando recibí la revelación
de Hechos 2:38, el BAUTISMO BÍBLICO, EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO.
Intrigado porque no comprendía la supuesta contradicción existente entre Mateo
28:19,20 y Hechos 2:38, me dirigí a la casa del hermano Ramón Andrade, quien
tenía muchos años caminando en la fe de Cristo. Le pregunté: -“Hermano, ¿por
qué parece contradictorio lo escrito en Hechos 2:38 al compararlo con Mateo
28:19,20? ¿Cómo debemos bautizar: en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo o en el Nombre del Señor Jesucristo?.
Ante esta pregunta nacida de una sana
curiosidad y un deseo ferviente de mi parte por servirle a Dios en Espíritu y
en Verdad y no en confusión, el hermano Ramón Andrade me respondió:-“Hermano,
yo entiendo que usted es profesor. Dígame: ¿Padre es nombre, Hijo es Nombre,
Espíritu es Nombre?”- Le dije, “-no”- Entonces, él añadió una pregunta:-“Dígame
hermano, ¿cuál es el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo?”-
Inmediatamente, el Espíritu Santo me reveló la verdad (Juan 8:32) y respondí
sin titubear:-“¡¡JESUCRISTO!!”. El me dijo:-“Claro que sí, hermano. Ya has
recibido la revelación de Dios”- (1ra de Corintios, Capítulo 2).
Lleno de gozo por esta revelación, el grupo de futuros misioneros y yo,
comenzamos a indagar en el Libro de los Hechos y encontramos que todos los
bautismos en agua, fueron efectuados en el Nombre del Señor Jesús, como está
confirmado en Hechos 8:12; 8:36; 9:18; 10:47; 11:16; 16:15; 16:33; 18:8; 19;3 y
22:16.
Por esos días, Dios me inquietó y estando
en oración permanente comenzó a mostrarme insistentemente un nombre: PUEBLO
NUEVO. Un día, le pregunté al hermano Oropeza: -“Hermano, ¿Dónde queda Pueblo Nuevo?”(el
Espíritu Santo me mostraba que no era aquel “Pueblo Nuevo”, del estado Monagas)-
Él me respondió:-“Pueblo Nuevo, es el pueblo donde yo nací y está en el estado
Yaracuy”- Seguidamente, me preguntó:-“¿Por qué quiere saber de ese pueblo?”- Le
respondí:-“Porque Dios me envía a predicar allí”- Antonio Oropeza me dijo
entonces:-Bueno hermano, oración y ayuno para que el Señor le confirme esa
Misión”-
Tomando en serio la Misión encomendada por el
Señor, continué orando por el propósito misionero y le pedí a Dios me mostrara
por cuantos días debíamos ayunar. El Espíritu Santo me reveló claramente: “16
DÍAS”. Ayuné esos dieciséis días de seis de la mañana a las seis de la tarde.
Luego, tomaba un vaso de jugo, oraba y me acostaba. Al cumplirse el día 15 de
aquel sacrificio para el Señor, estando de rodillas en oración, alguien mi
silbó muy bajo en el oído izquierdo y yo le dije, sin abrir los ojos:-“Yo sé
quien eres satanás. Estás vencido en el Nombre del Señor Jesucristo”- Volvió a
silbarme por el oído derecho y le dije en la misma posición:-“Ya te dije
satanás, que estás vencido en el nombre de Jesucristo. Apártate de mí”-
Al día siguiente, después de cumplirse el
propósito de 16 días de ayuno, estaba en oración, cuando apareció en visión el demonio
de María Lionza, quien venía contra mí en el aire. Extendí mi mano y la toqué
en el nombre del Señor Jesús y aquel demonio huyó echando fuego y gritando.
Cuando me encontré con los hermanos escogidos para la misión a Yaracuy, les
dije:-“Tenemos victoria en Yaracuy, en el nombre del Señor Jesús”-
Hicimos los preparativos para viajar a
Yaracuy, pero antes informamos al pastor José Betancourt y a través de él a
toda la congregación, para que oraran por nosotros. El 1ro de enero de 1997,
fuimos despedidos por todos los miembros de la congregación en oración. El
hermano pastor José Betancourt me llamó aparte, porque Dios me había encargado
de esa misión y así se lo hice saber a él. Betancourt me dijo un poco
consternado:-“Bueno, Rubén. Estaremos orando por ustedes. Pero aún no estoy
seguro de que sea la voluntad de Dios”- Yo le respondí:-“¡¡Claro que sí
hermano, es la voluntad de Dios!!-
Al día siguiente, muy de mañana, partimos
hacia San Felipe, José Barreto, José Alcides, María Gómez, Carmen Gómez y yo.
En San Felipe, tomamos un microbús para ir a Pueblo Nuevo. El chofer del
autobús se levantó contra nosotros y debimos bajarnos, para tomar otro bus. Mi
hermana Carmen se molestó por el hecho y le dije que tuviera paciencia, porque
“…a los hijos de Dios todas las cosas les ayudan a bien…” Efectivamente, el
chofer del nuevo microbús, era un cristiano evangélico y nos llevó hasta la
puerta de la Iglesia
pastoreada por el hermano Antonio Oropeza, quien nos esperaba.
Fuimos recibidos con mucho amor por
nuestros hermanos. El pastor y sus hijos se habían congregado en la Iglesia Evangélica
Nacional, cuando estuvieron trabajando en Caracas.
Acordamos predicar por tres días en la Iglesia: el hermano José
Barreto predicaría el segundo día y yo predicaría el primer y el tercer día.
Durante esos días, caminaríamos por Pueblo Nuevo, San Isidro y El Pajón,
llevando la palabra de salvación. Así lo hicimos.
Aquella campaña fue una victoria en Cristo
Jesús: los enfermos sanaron, los endemoniados fueron libertados y la
congregación creció en esos tres días, como no había ocurrido en años. Tanta
fue la presencia del SEÑOR, que yo como responsable de la misión le pedí al
Señor que nos despertara todos los días a las cuatro de la mañana para orar y
el Señor me despertaba con unas palmadas, para que yo despertara a mis
hermanos. Sin embargo, conviene relatar
punto por punto, los aspectos más importantes de esta misión de Dios al estado
Yaracuy.
COMO EN LOS DÍAS
DE LOS APÓSTOLES
El primer día de predicación en Pueblo
Nuevo, la gloria de Dios se derramó con poder. Su misericordia y su amor, tocó
aquella población. Mucha gente salió a las calles y sacaban a los enfermos y
éstos fueron sanados tal como en los días de los apóstoles. Una anciana
piadosa, dijo:-“Nosotros oramos para que Dios enviara misioneros y el Señor ha
visitado al pueblo”- El Señor nos respaldó con su Santo Espíritu. Aquella
noche, cuando me correspondió llevar la palabra desde el púlpito, Dios se
glorificó. Muchas almas recibieron a Jesucristo como su señor y salvador.
Al día siguiente, se repitió la misma
escena. Esta vez, fue en el pueblo de San Isidro: enfermos sanando,
endemoniados libertados por el fuego del Espíritu Santo. Multitudes recibiendo
a Cristo en su corazón. Era un día de avivamiento. En la noche, en la Iglesia, la poderosa
palabra de Dios predicada por el hermano misionero José Barreto (Hoy pastor del
Ministerio Restauración de la
Iglesia en Barinas). Muchas almas aceptaron a Cristo Jesús y
fueron salvas.
UN TERCER DÍA DE VICTORIA SOBRE EL
DIABLO
Si la manifestación gloriosa de nuestro
Señor mediante su Santo Espíritu se había dado en los días anteriores, ese
tercer día el diablo fue revolcado en el pueblo de El Pajón. Llegamos a la
población a eso de las 10 de la mañana. Los brujos, santeros y hechiceros,
fueron sorprendidos por nuestra visita. El diablo no pudo advertirles y en las
calles del pueblo, los sacerdotes del demonio de María Lionza huían
despavoridos mientras nosotros le reprendíamos los demonios. Muchos brujos,
hechiceros y santeros cayeron al suelo y fueron libertados. El hermano José
Barreto y yo, les arrancábamos los collares de rituales diabólicos y estas
almas engañadas y confundidas por el infierno terminaban confesando a
Jesucristo como su Señor y Salvador.
Mientras estábamos el hermano Barreto y
yo, reprendiendo espíritus inmundos en los habitantes del pueblo. El hermano
José Alcides y las hermanas María y Carmen Gómez, entraron a una especie de galpón
donde estaban reunidos unos 50 hombres vestidos de blanco, todos santeros,
jugando múltiples partidas de dominó. Cuando los hermanos comenzaron a
predicarles, estos hombres se levantaron en contra del Señor y el hermano José
Alcides vino corriendo a llamarnos, porque estos hombres inclusive, estaban
ofendiendo a nuestras hermanas. Entré al galpón con el hermano José Barreto y
con voz firme y potente, exhorté a estos individuos al arrepentimiento.
Entonces, uno de ellos bastante soberbio, me dijo:-“Nosotros no aceptamos a
Cristo, porque somos sacerdotes de la reina” (se refería al demonio de María
Lionza). En ese momento, recordé la visión que tuve al final del ayuno de los
16 días y le dije:-“María Lionza está vencida en el nombre del Señor Jesucristo.
Inmediatamente levanté al cielo mi mano derecha y les grité:-“¡¡No bajaré mi
mano hasta que se rindan!!”- Los hombres quedaron paralizados por el poder del
Espíritu Santo y no podían moverse, hasta que uno de ellos gritó:-“¡¡Yo me
rindo, yo me rindo!! ¡¡Yo acepto a CRISTO!!”- Bajé mi mano y oré por él. Este
hombre confesó a Cristo y lo recibió en su corazón con lágrimas. Entonces, el
santero soberbio y blasfemo, quien fungía como jefe de ellos, nos dijo:-“Está
bien: nos ganaron la batalla; nos quitaron un alma, pero no han ganado la
guerra”- Mentira del diablo, porque Jesucristo venció al diablo en el calvario
y nosotros le vencemos en ese nombre que es sobre todo nombre: EL NOMBRE DE
NUESTRO AMADO SEÑOR Y SALVADOR JESÚS.
Aquella noche del tercer día, me
correspondió llevar la palabra en la Iglesia.
Antes de subir a predicar, hablé con el pastor Antonio
Oropeza, acerca del contenido de la predicación. Éste, me dijo que yo no podía
predicar allí ACERCA DEL BAUTISMO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO, porque
según él, eso confundiría a los hermanos, cuando la verdad es que los hermanos
estaban confundidos por satanás y tenían que ser restaurados en el glorioso
nombre del Señor Jesucristo. Cuando vino el momento de las alabanzas, Dios me
mostró que Oropeza quería extenderse en las alabanzas para intentar impedir el
mensaje de la Palabra
de Dios. Mandé a detener aquellos címbalos resonantes e inicié la predicación
de la Palabra
de Restauración.
Ese día, prediqué efectivamente en la Iglesia el bautismo apostólico
en el nombre de Jesucristo, para la restauración de una iglesia apóstata,
confundida y dominada por la idolatría catolicista; negadora del evangelio de
los apóstoles (que no es el evangelio falso de los falsos apóstoles al estilo
Cash Luna, Dante Gebel, Guillermo Maldonado o Benny Him, con su culto a la cruz
y a los muertos), sino el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
También, en esa predicación, Dios exhortó
al pastor a bautizar correctamente a los creyentes, a la vez de demostrarle por
su Santa Palabra, que los ministerios de las pastoras no son bíblicos, porque
la mujer no debe tener dominio sobre el varón y callar en la congregación
conforme a la Palabra
de Dios. Además, condicionó el arrebatamiento de aquel remanente, al
cumplimiento de las instrucciones dadas en aquella predicación y al deber de
guardar la santidad y la paz sin la cual nadie verá al Señor.
Sin embargo, el pastor Antonio Oropeza, no
obedeció a DIOS, por lo cual él y sus hijos, cayeron en pecado y se
endurecieron. Producto de esta conducta apóstata, aquella Iglesia se secó y
necesita ser restaurada, pero esa es otra historia.
EL BRUJO QUE SE CONVERTÍA EN COCHINO
Antes de referirme a este aspecto, quiero
mencionar aquí a la hermana Carmen Aponte del pueblo de El Pajón. Hermana llena
de amor, virtud y santidad en Cristo Jesús. Ella, siempre nos recibió con
corazón sincero y nos respaldó con sus oraciones. Tanto, que en la segunda
Misión a Yaracuy, nos ofreció a mi esposa Mirna y a mí, construirnos una habitación
para cuando volviéramos como misioneros. De eso hacen más de 10 años y no hemos
vuelto a ese estado, pero esa es otra historia.
Una hermana en Pueblo Nuevo, nos invitó a
cenar a su casa, el cuarto día de nuestra estancia en la misión. Ese día,
preparábamos el regreso a Caracas. Ayunamos hasta las seis de la tarde. Después
de entregar el ayuno, nos sentamos a la mesa. Cuando nos levantamos para
despedirnos, después de haber compartido con nuestros hermanos, el Espíritu
Santo me inquietó para que orara por una persona presente en aquella casa. Así
se lo hice saber a la dueña de la casa y ésta, un poco nerviosa, me trajo a una
niña y preguntó:-“¿Será ella?”- Le respondí:-“No es ella, pero voy a orar por
ella. Y oré”- La hermana me trajo un anciano y yo le dije:-“No es él, pero
oraré por él. Así lo hice”- Por último, me trajo a otra hermana y le dije:-“No
es ella, pero oraré por ella. Y lo hice”-
Sin embargo, cuando ya nos retirábamos, el
Espíritu Santo me ordenó mirar hacia atrás, hacia unos matorrales detrás de la
casa y detrás de un árbol vi al hombre escondido. Este al observar que yo me
devolvía para orar por él, trató de huir pero lo reprendí y el Espíritu Santo
lo paralizó. De esta manera, pude alcanzarle en el monte y comencé a reprenderle
en el nombre del Señor Jesucristo. El hombre comenzó a gritar:-“¡¡Yo me rindo,
yo me rindo, acepto a Jesucristo!!” Le respondí:-“MENTIROSO SATANÁS, TE
REPRENDO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESÚS”. El hombre salió corriendo despavorido y
se internó en los montes.
Después de aquello, volvimos a la casa del
hermano Antonio Oropeza, donde estábamos hospedados. Yo estaba leyendo la Biblia, cuando el hermano
se me acercó y preguntó:-“Hermano: ¿Sabe usted, quién era ese hombre al que
usted reprendió?”- Le respondí:-“No hermano, no lo sé. El Señor lo sabe”-
Oropeza me dijo:-“Ese hombre era el brujo mayor del pueblo. Él es hermano de
esa hermana donde ustedes cenaron y tenía amenazada a la hermana y a la
familia. Se convertía en cochino y en otros animales. Se hacía invisible y se
metía en las casas a hacer daño a las familias. Cuando usted lo reprendió,
corrió y dejó en el monte un vómito negro; una malicia e inmundicia”-
Al enterarme de lo ocurrido, glorifiqué el
nombre del Señor y le di gracias por usarme como un instrumento suyo, para
liberación, para sanidad y salvación de muchos.
Volvimos a Caracas y fuimos recibidos con
gran frialdad en la Iglesia Evangélica
Nacional. Nuestra misión fue incomprendida por los hermanos, quienes en su
ceguera espiritual y su infantilismo personalista y nicolaíta, no entendieron
que Dios nos había llevado a Yaracuy y él mismo, nos había traído con bien y en
victoria.
No obstante, el hermano José Barreto, se
acercó a nuestro amado pastor hermano José Betancourt y le dijo, refiriéndose a
la misión:-“SI ERA DE DIOS”-.
Para la fecha de escribir este testimonio, febrero del año 2013, sigo
creyendo que esa misión de 7 evangelistas somos: José Barreto, José Alcides,
Luis Corales, Carlos Daniel Pérez, María Gómez, Carmen Gómez y yo. Dios sabe
todas las cosas y él mismo nos reunirá un día para hacer su voluntad.
LA UNIDAD EDUCATIVA
DE ADULTOS “CENTRO DOCENTE”
Esta institución educativa, fue para mí de gran significado en mi vida.
No sólo por haberse constituido en mi primer empleo más estable, luego de la
salida de mi prisión, sino fundamentalmente, por las experiencias en Cristo
vividas en aquel lugar. Aunque salí de allí en conflicto por mis prestaciones
sociales, mediante demanda laboral abandonada por mis abogados, yo perdoné a
Felipe Romero, a Diógenes y al actual propietario de la Institución. Paso
a relatar, los más extraños incidentes, acontecidos en mi lucha espiritual
contra satanás en aquella institución.
MI LUCHA CONTRA LA FORNICACIÓN
Como he dicho al principio de este capítulo, como mundano fui mujeriego,
alcohólico y machista. Intentando aprovecharse de esta circunstancia de mi vida
pasada, el diablo quiso hacerme caer en pecado sexual en el Centro Docente.
Para ello, fue ungiendo una tras otra a muchas estudiantes, adolescentes entre
15 y 18 años de edad, quienes de manera repentina, comenzaron a sentir una
extraña “atracción hacia mí”. Persuadido por el Espíritu Santo de este plan del
maligno, pedí sabiduría a Dios, para superar este ataque diabólico.
De esta manera, cuando alguna joven se me quedaba mirando como
hipnotizada, yo le preguntaba:-“¿Te gusto, verdad?”- Inmediatamente, la joven
respondía:-“Sí, me gustas mucho”- Esa era la respuesta que esperaba para
conducirla al laboratorio del liceo. Allí había una mesa redonda con sillas.
Las jóvenes pensando que yo iba a darle alguna respuesta sentimental, afectiva
y hasta erótica, accedían a irse conmigo al laboratorio. Cuando entraban, yo
cerraba la puerta, les pedía que tomaran asiento y comenzaba a predicarles el
evangelio, hasta que ellas, convencidas por el Espíritu Santo, terminaban
confesando a Jesucristo como su Señor y Salvador. Luego, siempre
preguntaban:-“¿Qué es esto, qué me pasa?”- E inmediatamente huían de aquel
laboratorio. Así llegó a ocurrir con unas 15 ó 16 jóvenes de manera
consecutiva. De esto, di testimonio en la Iglesia Evangélica
Nacional en su debido tiempo.
No obstante, muchos estudiantes al ver a aquellas adolescentes y jóvenes
salir corriendo del laboratorio, comenzaron a hablar mal de mí, intentando el
demonio destruir mi testimonio y en una oportunidad, en mi maletín ejecutivo
escribieron con tiza, la palabra “sádico”. Pero Dios sabe la verdad de estos
hechos relatados por este siervo.
Días después, cuando me desplazaba en un microbús por la Avenida Lecuna de Caracas,
recuerdo que iban unos cuatro ó cinco pasajeros en los asientos antes de mi
puesto. Detrás de mí, no había nadie. De pronto comencé a escuchar una voz que
me decía:-“sádico, sádico”- Cuando voltié vi a un hombre de bigotes vestido con
un flux negro y corbata, parecido a las fotografías de “José Gregorio
Hernández” y me seguía diciendo:-“sádico”- Entonces le dije: -“Satanás, ¡¡te reprendo
en el nombre de Jesucristo!!”- Inmediatamente, aquel hombre desapareció en el
aire. Aunque me asomé por la ventana para ver si se había bajado de alguna
manera del microbús, no volví a verle por ninguna parte.
LA
JOVEN DEL ACCIDENTE CARDIOVASCULAR
En otra oportunidad, otra joven estudiante del Centro Docente, quien había
sufrido un derrame cerebral y había sobrevivido, se me acercó después de una
clase y me dijo:-“Profesor, yo quiero hablar con usted. He sabido que usted le
ha predicado a muchas de mis compañeras y muchos compañeros han aceptado a
Cristo con usted. Aunque yo no creo, me parece que usted es un valiente, porque
predica sin importar que muchos estudiantes y algunos profesores se burlen de
Usted”- Dicho esto, le respondí a la joven: -“Hoy debes saber algo: tú eres una
escogida de Dios. El Señor te quiere para él”- Seguidamente le pregunté:
-“Quieres recibir a Jesucristo como tu Señor y Salvador?” La joven asintió y
comencé a guiarla al Señor. Ella repitió conmigo la siguiente oración:-“Señor
Jesús, aunque no comprendo el mensaje que me has dado mediante el profesor
Rubén, hoy abro mi corazón para ti. Por fe, te confieso con mi corazón para
justicia y con mis labios para salvación. Te recibo en mi corazón como mi único
y suficiente Señor y Salvador. Perdona todos mis pecados y límpiame con tu
sangre preciosa derramada en la cruz del calvario por mí. Dame tu santo
espíritu y haz de mí una nueva criatura. Gracias Padre, en el nombre bendito y
santo del Señor Jesucristo, amén”-
Una vez terminada la oración, la muchacha cuyo nombre era Belkys
Rodríguez, me dijo:-“Profesor me siento muy bien. Gracias por esa oración. Pero
yo no quiero ser evangélica…recuerde, yo no quiero ser evangélica”-. Entonces
le respondí:-“No te preocupes. El Señor hará la obra en tu vida. Pero ya le
perteneces a él”- Mientras tanto, muchos estudiantes varones y hembras, se
burlaban de nosotros, porque todo ocurrió en el patio central de la
institución.
Eso fue un día viernes en la noche. El sábado en la mañana, me enteré de
la noticia. El profesor Felipe Romero, me informó:-“La muchacha que oró contigo
anoche, la que decía que no sería ser cristiana, falleció anoche después de que
te fuiste. Le dio un desmayo en el aula y llegó muerta al hospital militar. En
medio del dolor por el fallecimiento de Belkys, le di gracias al Señor por
haberla salvado.
LA
JOVEN DE LA MENINGITIS
Yohana García, era una adolescente de 15 años de edad. Cursaba conmigo
la materia Castellano y Literatura en el 8vo semestre de la Institución Centro
Docente. Una mañana, mientras daba la clase, me encontraba predicándoles la
palabra del Señor como hago con mis estudiantes desde hace 18 años. Cuando hice
el llamado a aceptar a Cristo, todo el grupo de hembras y varones cuyas edades
oscilaban entre los 15 y 16 años, oraron conmigo y recibieron a Jesucristo en
su corazón. Todos, menos Yohana, una linda adolescente de piel aceitunada, ojos
grandes y negros y una cabellera abundante; parecía una muchacha aborigen. Con
voz irritada y ojos destellantes me dijo:-“Profesor, yo no oré. Yo no voy
aceptar a Cristo, porque usted me obligue. Lo aceptaré cuando sienta en mi
corazón hacerlo. Ni usted ni nadie me va a obligar a mí a ser evangélica”. Por
momentos, sentí responderle con dureza. Pero el Espíritu Santo, guió mis
palabras y les respondí: -“Hija, no es que yo quiera obligarte. Es el Señor
quien quiere salvarte. En un minuto, puedes recibir la salvación. Uno nunca
sabe, cuando es nuestro último día en esta Tierra”-
La joven, al escuchar mis palabras, se irritó mucho más y me
dijo:-“Bueno profesor, ya basta, no voy a entrar más a su clase. No me
obligue”. Los compañeros, al escuchar las palabras de Yohana, se molestaron con
ella y le dijeron:-“Yohana, el profesor no te está obligando. Nosotros oramos
con él, porque quisimos. Si no aceptas a Cristo, es problema tuyo”. Viendo este
cuadro de cosas, le dije a Yohana:-“Está bien amiguita. Yo voy a escribir una
oración en un papel. Cuando sientas en tu corazón hacerla, ora y recibe a
Jesucristo en tu corazón”- Enseguida, escribí en un papel la siguiente oración
y se la di a Yohana:
“SEÑOR JESÚS. PERDONA TODOS MIS PECADOS.
HOY ABRO MI CORAZÓN PARA TI Y TE RECIBO COMO MI SEÑOR Y MI SALVADOR. LÁVAME CON
TU SANGRE PRECIOSA Y ESCRIBE MI NOMBRE EN EL LIBRO DE LA VIDA, AMÉN”. Yohana recibió
el papelito y lo guardó en su bulto escolar, mientras me decía:-“Profesor
perdóneme si le he tratado mal. Yo le promete que cuando lo sienta en mi
corazón, voy a hacer esta oración y voy a recibir a Cristo”
Entonces, le respondí:-“No te preocupes hija mía. Yo oraré por ti, para
que el Señor te guíe”.
Pasaron los días y Yohana no volvió a clases. Preocupado, seguí orando a
Dios para saber de ella. Un día, en uno de los pupitres de una de las aulas de
clase, encontré un papelito con el nombre y apellido de Yohana y su número
telefónico. No me atreví a llamarla, porque pensaba:-“¿Qué pensarán los padres
de ella si yo llamo a una adolescente de 15 años?”-
Desde hacía meses, mi sobrina Oda Soledad Pérez Gómez, de 19 años de
edad, se encontraba en la maternidad Concepción Palacios, donde había sido
intervenida quirúrgicamente, debido a una obstrucción intestinal. Oda, en medio
de su sufrimiento, había recibido a Cristo como su Señor y Salvador. Era la
única hija de mi hermana Carmen Gómez y de Alejandro Pérez Ulloa, quien hasta
hace poco, recibió a Cristo y fue bautizado por mí, en el nombre del Señor
Jesucristo.
Lo cierto es que llegó el día 1ro de agosto de 1996. Eran
aproximadamente las once y treinta de la noche, cuando yo me encontraba orando
y el Señor me reveló sobre el inminente fallecimiento de mi sobrina Oda. El
Espíritu Santo me hizo poner de pie y me guió hasta la cama donde dormía mi
madre. Llegué como me indicó el Espíritu y le puse la mano derecha sobre el
corazón. Mi madre, una anciana de 82 años para entonces, se despertó
sobresaltada y entonces le dije:-“Mamá Oda va a morir y el Señor me mandó a
poner mi mano sobre tu corazón, para que no te diera un infarto al conocer la
noticia”- Efectivamente: Oda era la nieta más querida de mi madre y Dios libró
a mi madre de un infarto, mediante esa extraña operación del Espíritu.
Al día siguiente, 2 de agosto de 1996, llegué a las instalaciones del
Centro Docente, sólo para enterarme de la noticia. Uno de mis alumnos me
preguntó:-“Profesor, ¿por qué usted no fue al entierro?”- Primeramente, pensé
se trataba de una broma de aquel estudiante. Pero el me explicó: -“El entierro
de Yohana García. La acabamos de enterrar hoy a las 10 de la mañana”-
Inmediatamente, le conté al profesor Felipe Romero, lo que había pasado con
Yohana. Le hablé acerca del número telefónico que había encontrado y del
porqué, no me había atrevido a llamarla. Él me dijo:-“Llama a la familia, para
consolarla”. Me dirigí entonces a la Maternidad Concepción
Palacios, para ver morir a mi sobrina Oda Soledad Pérez Gómez, quien falleció
de septicemia o asepsia, por haber sido contaminada con un objeto (pinza), que
le fue dejado dentro por los médicos (
de manera vil un grupo de 17 médicos atestiguaron falsamente, que mi
sobrina había fallecido por ingerir un vaso lleno de yodo; pero impidieron le
fuera hecha la autopsia en la morgue de Bello Monte y ellos mismos, se la
practicaron en los sótanos de la maternidad, para ocultar las evidencias del
crimen). Oda Soledad, había recibido a Cristo como su Señor y Salvador. En una
oportunidad estando convaleciente en la maternidad, hospitalizada, le dijo a su
madre, mi hermana Carmen Gómez, “que había bajado al infierno y el Señor Jesús
la había sacado de allí”. Le insistió,-“mira mis pies; son la prueba de que
estuve en ese lugar”- Cuando mi hermana vio los pies de Oda, éstos estaban
completamente quemados, como si alguien le hubiera pasado un soplete por los
pies. De hecho, los últimos días de su vida, Oda los dedicó a predicarles a las
madres hospitalizadas y a los visitantes. Cuando hablé con ella la última vez,-
unos tres días antes de que falleciera-, me dijo que no tenía miedo de morir,
porque se iba con Cristo.
Al regresar de la maternidad, luego de quedarme a solas unos minutos con
el cuerpo sin vida de mi sobrina, a quien le habían extraído todos los órganos,
cuerpo inflamado por enormes llagas, producto de la infección general, llamé al
número telefónico local de la casa de Yohana García. Me atendió su padre y
cuando me identifiqué, me dijo:-“Ah, ¿usted es el profesor Rubén Gómez? Mi hija
siempre me hablabla de usted. Me dijo como usted les predicaba el evangelio en
el aula de clases. Gracias por hablarle de Dios a mi hija”. Al escuchar
aquellas palabras por parte del padre de Yohana, le pregunté: -“¿Cómo falleció
ella?, dígame por favor”- El hombre sollozando, con la voz quebrada por la
pérdida de su única hija hembra, me explicó como Yohana se había enfermado de
gripe y luego, se había complicado con una meningitis. Le pregunté, si ella
había hecho una oración que yo le había dejado escrita en un papel. Entonces,
el me respondió:-“Ahora que recuerdo; unos días antes de agravarse, Yohana entró
a su cuarto y me dijo que había llegado el momento de aceptar a Jesucristo en
su corazón. Me mostró la oración que usted le había dado y después de un rato
salió del cuarto y me dijo que ya no temía a la muerte, porque había conocido a
Cristo”- Ese fue el testimonio de la salvación de Yohana, dado por su papá. Le
dí gracias al Señor por haber salvado a Yohana y pude enjugar mis lágrimas de
dolor.
EFRAÍN RODRÍGUEZ
Antes de mi conversión al Señor, yo tuve un alumno en el Centro Docente,
año 1993, de nombre Efraín Rodríguez. Este muchacho, habitante del Barrio El
Guarataro y de unos 16 años de edad para entonces, era fuerte de carácter y ya
andaba en malos pasos. Por esos días, un profesor de un liceo de Caracas, había
sido asesinado por uno de sus alumnos, por no haber accedido a colocarle la
calificación que el estudiante exigía.
Efraín, intentando copiar esta situación, al conocer la calificación de
08 en Castellano, me dijo: -“Si no me pones el 10, seguro te voy a dar un
tiro”- Ofendido por aquella amenaza, yo, que era uno de los encapuchados de la UCV, le respondí a
Efraín:-“Como tú quieras; mañana nos vemos a la 1 de la tarde a tres cuadras de
aquí y nos caemos a tiros. Si no vienes, eres una mamita y no entras más a mi
clase”- Efraín me dijo:-“Está bien profesor, mañana a la 1; date por muerto”-
A la mañana siguiente, me fui a la UCV y me busqué un grupo de camaradas de ese
entonces. Tomé un revólver que tenía y a la una de la tarde, estábamos
esperando a Efraín, quien seguramente bajaría con una banda de delincuentes de
El Guarataro. Pasaron los minutos y las horas y Efraín no llegó a la cita del
duelo. El miércoles, cuando correspondía la clase con el 8vo semestre, llegué
“triunfante” al Centro Docente, porque el diablo me había hecho creer que había
vencido a aquel adolescente. Entrando al aula, le pregunté al grupo de
estudiantes:-“Efraín no vino ayer a enfrentarse conmigo. Lo esperé por dos
horas, ¿qué es entonces?”- Al unísono, el grupo de estudiantes, respondió en un
coro de voces:-“¡¡UNA MAMITA!!”-
Días después, se acercó a hablar conmigo uno de mis estudiantes, amigo
de Efraín y miembro de la banda hamponil que éste liderizaba. Me informó que
estaban muy apenados conmigo, por la conducta de Efraín. Me dijo que ellos lo
habían “atajado” para que el adolescente no bajara del Guarataro a matarse
conmigo. Y me dijo:-“Usted es un hombre de valor respetado por nosotros. Tiene
nuestro salvoconducto, cuando quiera subir a los sectores de El Guarataro. Esto
me lo dijo, mientras nos tomábamos una botella de ron con cola, en casa de mi
familia; en presencia de mi madre y mis hermanas, quienes inmediatamente, le
tomaron aprecio a aquel noble y valeroso muchacho de nombre Darwin Martínez.
Unos años después, Darwin se convirtió al Señor y se hizo un soldado de
Jesucristo.
Pero eso no es todo: años después cuando yo predicaba el evangelio en
los sectores de El Guarataro, me encontré con EFRAIN RODRÍGUEZ. Aquel valiente
muchacho me pidió perdón: yo lo perdoné y él me perdonó también. Le prediqué y
Efraín recibió a Jesucristo como su único y suficiente salvador. Hasta el día
de hoy, mantengo la oración por Darwin y Efraín: dos jóvenes valientes;
escogidos de Dios, a quienes satanás un día quiso engañar y confundir, pero
JESUCRISTO LOS SALVÓ. Hasta aquí, mi testimonio para Cristo, en el Centro
Docente.

Todo cristiano debe dar testimonio de Jesucristo, de lo que el Señor ha hecho en nuestras vidas, para glorificarle: para que el mundo sepa quien es su salvador;el Señor y Salvador de todo aquél que le recibe en su corazón. Debemos dar testimonio del Señor, en cumplimiento de la Palabra escrita en 2da de Timoteo, Capítulo 1, versículos 7 y 8: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto,no te avergûences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,...".
ResponderBorrarMinisterio Restauración de la Iglesia.
Tiempo de aflicción y prueba para Venezuela:
ResponderBorrarLa Palabra del único Dios Verdadero manifestado en carne el Señor Jesucristo nos enseña "Aprovechando bien el tiempo porque los días son malos (Efesios 5:16). Nuestra nación Venezuela está entrando en la etapa final de los acontecimientos necesarios para la preparación del corazón de los venezolanos para recibir a Cristo como su Señor y Salvador (Romanos 10:9-10)antes de se inicie el justo juicio de Dios por causa de todos los males que están aconteciendo, guerra rumores de guerra (Mateo 24:6-8)crímenes, asesinatos, robos, sicariatos y toda clase de abominación contraria a la Palabra de Dios, conforme a lo que esta escrito (1ra. Timoteo Cap. 3)La única respuesta y salida para todo lo porvenir en nuestra nación es aceptar al Señor Jesucristo como Señor y Salvador, y levantar clamor en señal de humillación, no rasgando las vestiduras como los religiosos, sino el corazón (Joel 2:12) Ha llegado la hora de tomar una decisión seria y firme ante la confrontación que viene, estar del lado del Señor Jesucristo, para poder ser librado de la marca de la bestia,implantación que vendrá a todo ser humano que niegue la existencia del único y sabio Dios Verdadero Jesucristo; en Venezuela, hay un remanente que ha guardado la esperanza, el amor y temor a Jesucristo, la fe como única garantía para que se derrame la promesa que el Señor Jesús nos ha dado, de que Venezuela es para Cristo porque le ha placido elegirla
DILE NO A LA MARCA DE LA BESTIA (Apocalipsis 13:16-18)
María Gómez, misionera de Jesucristo